jueves, 1 de enero de 2015

San Juan de la Cruz: en el camino de la perfección




San Juan de la Cruz:
en el camino de la  perfección



Jorge Capella Riera



En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
(Primera estrofa de Noche oscura. San Juan de la Cruz)



Introducción
La vida de San Juan de la Cruz corre paralela a la de Santa Teresa de Jesús, la Madre Teresa. El común empeño que los llevó a reformar su orden los mantuvo unidos durante décadas. También la cercanía motivada por el interés místico de sus espíritus. A pesar de ser San Juan treinta años más joven, ella fue para él una hija y él para ella un padre.
Esta íntima cercanía y el hecho de haber  escrito un artículo sobre la santa me han motivado a hacer lo propio sobre el santo.
Las fuentes sobre San Juan de la Cruz son ricas y variadas, pues ya en vida removió muchas conciencias, dejando impresiones duraderas en aquellos que le conocieron. El interés que despertó en su tiempo hizo que al poco de morir se redactasen varias biografías, y se tomase declaración a numerosos testigos. Es pues una vida documentada, que puede ser descrita con gran realismo.
Sin embargo, hay autores que señalan que en la época del barroco se hacían biografías barrocas, forma que presentaba unos rasgos distintivos de su tiempo. Las biografías del siglo XVII español no tenían la finalidad informativa que se entiende hoy, sino más bien una función ejemplarizante. Esto afecta a cualquier Vida de San Juan de la Cruz que quiera redactarse actualmente, porque una parte significativa de la información disponible proviene de biografías de la época.
Por otra parte, en el caso de San Juan de la Cruz, la persona llega descrita a través de otros autores. Lo poco que él dice de sí mismo, apenas dibuja la persona, que queda oculta tras la figura del santo y tras el muro de un discreto afán, llámese si se quiere humildad, por pasar desapercibido.
“Su biografía, diría Mancho Duque (2005), despojada de cualquier anécdota personal o del trasunto de determinadas circunstancias de una sociedad concreta y de una específica  coyuntura histórica, revela una inteligencia privilegiada, una extraordinaria sensibilidad y una decidida voluntad de autenticidad y coherencia personales sin fisuras.”
En este artículo, al abordar la vida del santo trato de valerme de autores antiguos y modernos y de trazar los rasgos grandes y medianos sin considerar las anécdotas que sobre él se han escrito. Trato de respetar el lenguaje de la época.
Su vida es una parte destacada de las materias sanjuanistas que con el estudio de su pensamiento/doctrina místico, el análisis y disfrute de su poesía, la interpretación simbólica de su obra y la caracterización de su psicología conforman los temas principales de interés que  voy a desarrollar con la extensión que un escrito de ese tipo aconseja.

Lima, diciembre del 2014

Vida

La existencia de nuestro protagonista fue muy rica y compleja. Es por ello que he dividido esta primera parte en seis apartados: primeros años,  carmelita, reforma y fundaciones, padecimientos y humillaciones, obras y finalmente fallecimiento.
Primeros años
Nació en 1542, en Fontiveros, un pequeño pueblo de Ávila y se le puso el nombre de Juan [1] Yepes. Fue el segundo de los tres hijos del matrimonio formado por Gonzalo de Yepes, miembro de una noble familia, y Catalina Álvarez, de pobre condición, con la cual se casó enamorado en 1529. El matrimonio fue repudiado por su familia y Gonzalo quedó sin dinero ni oficio, obligado a aprender el de su mujer, que era tejedora de sedas. Pese a todo en ese hogar cristiano había fe y amor. De la infancia de Juan en el pueblo no se sabe gran cosa, solo que era muy piadoso.

Su padre muere pronto y la viuda se ve obligada a grandes esfuerzos para sacar adelante a sus tres hijos. El éxodo fue inevitable  y Catalina y sus tres hijos marcharon primero a Arévalo y luego a Medina del Campo que era el centro comercial de Castilla. Allí malviven con muchos problemas económicos, arrimando todos el hombro. Con todo, la serenidad y el valor no faltan pues como dirá más tarde aquel niño de nueve años, «la confianza en Dios es la mejor alforja».
Como afirman los autores estudiados, Juan ingresó en un Colegio de la Doctrina, institución de beneficencia que recogía niños pobres -huérfanos sobre todo- a quienes atendían en sus necesidades primarias y daban una primera educación y oficio. Además de estudiar Juan debía prestar servicios humildes en el Hospital de la localidad.  Es de mencionar que se distinguió sobre todo como un discípulo agudo.
Más tarde comenzó a estudiar Humanidades en el Colegio de la Compañía de los Jesuitas, recién fundado en 1551. Dado que terminó sus estudios en el año 1563 se estima que debió empezarlos cuatro años antes, en 1559. Los estudios allí realizados fueron de tipo humanista, directrices de la «ratio studiorum», que preconizaban los jesuitas, saliendo de allí al menos con conocimientos de griego, latín y retórica, y habiendo aprovechado bien en ellos. En estos años tomó su primer contacto con los clásicos latinos y españoles y al mismo tiempo vivió las nuevas corrientes del humanismo cristiano, con estilo y comportamientos renovados en la pedagogía.

Carmelita
Manchón (2005) nos advierte que la elección de Juan por la Orden del Carmen se ha querido rodear de una aureola de revelación milagrosa o talante reformador. No hay tal. Le guiaba más el amor a la Virgen como aseguran algunos que le trataron entonces.
En efecto, acabados sus estudios con 21 años, Alonso Álvarez, el administrador del Hospital, quiso que se ordenara sacerdote y quedase al servicio de la institución, lo que habría permitido solucionar en parte los problemas económicos de la familia. Pero, convencido de su vocación, un día se acercó al convento que los Carmelitas habían fundado en Medina tomando los hábitos el 24 febrero de 1563, con el nombre de Juan de San Matías.
Después de la profesión obtuvo licencia de sus superiores para seguir estrictamente la regla original carmelita,  eminentemente contemplativa y marcada por la soledad, la renuncia y el silencio.
Sus superiores le enviaron a Salamanca para cursar estudios en la Universidad del mismo nombre que vivía -en esos tiempos- su época de mayor esplendor, tanto por la calidad de sus docentes como por su enseñanza. La formación recibida con los jesuitas constituirá la plataforma idónea para el acceso a esta casa de estudios como aventajado alumno.
Los carmelitas disponían en Salamanca del Colegio de San Andrés, que tenía categoría de Studium generale por lo que disponía de estudios propios.
Fray Juan de San Matías aparece matriculado en la universidad el 6 de enero de 1565 junto al resto de alumnos del Colegio que llevaban un doble régimen de estudios, los del colegio y los universitarios.
En la universidad las clases se impartían en latín. La enseñanza estaba influida por el tomismo, aunque los maestros tenían libertad para comentar, ampliar, refutar o enmendar al aquinate, introduciendo elementos platónicos o averroístas. En general, había un ambiente liberal que admitía a discusión cualquier sistema u opinión.
Dentro del Colegio, por su parte, se estudiaba teología a través de las obras de destacados maestros de la orden. Se sabe que aprovechó bien sus estudios, porque fue nombrado prefecto de estudiantes.
Estas dos vertientes le dieron flexibilidad de pensamiento lo que  le ayudó a fundamentar y estructurar su futura teología mística. Al respecto, las primeras inquietudes pudieron ocuparle el año 1567.
Además, según Mancho Duque,  existe la posibilidad de que el Carmelita asistiera a materias ajenas al propio curriculum, como la explicación de los Cantares de Salomón, en la cátedra de propiedad de Lenguas Semíticas o escuchara las teorías copernicanas, en parte admitidas por los estatutos salmantinos de 1561, toda vez que se han rastreado influjos copernicanos en la concepción del alma por parte del santo. Incluso se ha apuntado la hipótesis de un conocimiento indirecto de Algazel y de Averroes a través de Baconthorp, por esta misma época.
En 1567 fue ordenado sacerdote y regresó a Medina del Campo para celebrar su primera misa rodeado del afecto de sus familiares.

Sinembargo, abrumado por las responsabilidades del ejercicio del sacerdocio e insatisfacción con el modo de vivir la experiencia contemplativa en el Carmelo, considera irse a la Cartuja, mucho más penitente y recogida. Es este el momento que Teresa de Jesús se cruza en su camino para detenerle.
El encuentro de estas dos almas elegidas; la primera entrevista de esta mujer de cincuenta y dos años, rica en experiencias internas, que ha unificado completamente su doctrina, con el monje desconocido de veinticinco años, que, maduro en la primavera, ha recogido él mismo sus ideas directrices y sabe a dónde va. El contrato moral pactado por estos dos grandes genios, diferentes en verdad, pero semejantes, no siempre por el camino recorrido, aunque sí por la meta a que caminan; ese encuentro es evidentemente una de las fechas más conmovedoras en la historia cristiana de la Humanidad.
El santo decide, en la espera de la creación de algún monasterio, volver a Salamanca e iniciar estudios de Teología durante el curso 1567-68, pero sin intención de culminar su carrera académica. En efecto sólo termina un curso por lo que no obtuvo el grado de bachiller.

En agosto abandona Salamanca para acompañar a Teresa en su fundación femenina de Valladolid. El 28 de noviembre de1568 funda en Duruelo (Ávila) el primer convento de la rama masculina del Carmelo Descalzo siguiendo la «Regla Primitiva» de San Alberto esto es, un establecimiento que propugna el retorno a la práctica original de la orden. Durante la ceremonia cambia su nombre por el de fray Juan de la Cruz.
Se ha sugerido, nos indica Mancho Duque, la posibilidad de que durante su permanencia en Ávila el santo tuviera tiempo y ocasión de realizar amplias lecturas, escolásticas y místicas e, incluso, de madurar en su experiencia espiritual y poética. En esa época, en esta ciudad, en gran apogeo cultural, artístico y religioso, existía un Estudio General de los Dominicos, además del  Colegio de jesuitas de San Gil, en el que residían teólogos como Suárez, y pedagogos como Ripalda o el propio Juan Bonifacio, preceptor de Juan de Yepes en Medina del Campo. Otros especialistas han insistido asimismo en que estos años constituyeron una etapa de preparación para la creatividad absoluta de los inmediatamente siguientes. "Debieron perfilarse y quizá definirse allí la originalidad de su pensamiento, la fuerza de su inventiva y la urgencia de la escritura."
Por aquel entonces, en 1580, la Universidad de Baeza, pequeña en relación con Salamanca y Alcalá, tenía sin embargo fama. Había sido fundada en 1540 por Rodrigo López y Juan de Ávila que habían promovido sobre todo las humanidades. La apertura del colegio movió a un intercambio en dos sentidos, como ya había ocurrido en Salamanca. Por una parte, los alumnos del Colegio cursaban estudios en la Universidad y, por otra, alumnos y catedráticos de la Universidad se acercaban al Colegio de los Descalzos para tratar con fray Juan temas de doctrina y sagrada escritura. Se organizaban discusiones públicas en el Colegio, al modo de las Universidades. La actividad colegial se completó con las actividades propias de la vida activa y de la vida contemplativa. Se reza, se barre, se friega, se celebran oficios, se hacen penitencias.
También en esta época, Fray Juan de la Cruz dedicó mucho tiempo a la guía y formación de espíritus. La mística era en aquellos tiempos un afán relativamente común en toda clase de gentes y no exclusivo de frailes y monjas. La dificultad de encontrar un director espiritual experimentado, que supiese señalar y corregir las desviaciones que podían producirse hizo que fray Juan fuese visitado y requerido por muchas personas, de la ciudad y del entorno, como confesor y director espiritual. Frecuente en esos tiempos fue que recorriese periódicamente las distintas fundaciones descalzas de monjes y monjas para ocuparse de su dirección espiritual. Además de eso, muchos particulares que querían cultivar su espíritu acudían a él.
La guía de fray Juan era, según los relatos de los propios afectados, dulce pero rigurosa, corrigiendo su quehacer de modo suave y progresivo. Para mitigar la distancia solía escribir pequeñas notas con consejos que remitía a los interesados. 
En Duruelo, con el sayal estrecho y corto, que a toda prisa le han hecho las monjas de Medina, y el rosario y correa pobres, los pies descalzos y una cruz pequeña en el pecho, Fray Juan sale a predicar por los pueblos del contorno, acompañado a veces por un hermano suyo. Después de cumplir su ministerio, busca una fuentecica, saca un poco de pan y queso y lo come en santa alegría. Tal vez fue en uno de estos momentos cuando improvisó aquella estrofa sublime:
«¡ Oh cristalina fuente!
¡Si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!»

Para concluir este período de su vida diré que para algunos escritores, las duras circunstancias de desnutrición durante su niñez tuvieron como consecuencia cierta endeblez en su estructura física. No obstante, «Era—dice uno de sus biógrafos—de estatura entre mediana y pequeña, bien trabado y proporcionado el cuerpo, aunque flaco, por la mucha penitencia que hacía. El rostro, de color trigueño, algo macilento, más redondo que largo; calva venerable, con un poco de cabello delante. La frente ancha y espaciosa, los ojos negros, con mirar suave; cejas bien distintas y formadas; nariz igual, que tiraba un poco a aguileña; la boca y labios, con todo lo demás del cuerpo, en debida proporción.»
Y en cuanto a su personalidad, Zimmerman (2014) señala que “San Juan ha sido representado a menudo como de un carácter austero; no hay nada más falso. Era de hecho austero en extremo con él, y, en cierta manera, también con otros, pero tanto de sus escrituras y de las declaraciones de aquéllos que lo conocieron, le vemos como un hombre que derrama caridad y bondad, una mente poética profundamente influenciada por lo bello y lo atractivo”.
Al ser muy agudo y hábil,  amaba las letras y fue capaz de  proveerse de una abundante cultura lo que se demuestra  en sus resultados en los estudios. Emocionalmente tenía una inocencia sencillísima y un trato sin género de doblez ni malicia.



Reforma y Fundaciones
En los siglos XIV y XV cundió la opinión de que la regla primitiva de la Orden, a la que ya he aludido,  era demasiado rigurosa por lo que el Papa Eugenio IV concedió una mitigación, consistente en levantar el ayuno, el silencio, la separación de celdas y la prohibición de comer carne. Esta regla, llamada mitigada, se siguió desde entonces en casi todos los conventos, incluido el de Medina.
Pero en  1567 andaba la Orden revuelta por el empeño que ponía una mujer en reformarla. Teresa de Jesús tenía, desde hacía unos meses, el beneplácito de sus superiores para fundar conventos de monjas en Castilla. Había pedido además permiso para extender la reforma a los frailes, y andaba buscando algunos que pudiesen comenzarla. La madre Teresa llegó a Medina del Campo el 14 de agosto de ese año con intención de fundar su segundo convento de Descalzas.
Allí le hablan de un virtuoso estudiante de Salamanca, que en esos días había venido a cantar su primera misa. Era el propio fray Juan, con quien se entrevistó en septiembre u octubre de ese año, tal como hemos visto.
Juan de la Cruz, junto a dos compañeros, un antiguo prior y un hermano laico inicia  la reforma de los frailes, el 28 de Noviembre de 1568,  fundando el primer convento de Carmelitas Descalzos. En él  se practicó a ultranza la contemplación y la austeridad.
En 1570 la fundación se trasladó a Mancera,  donde Juan desempeñó el cargo de subprior y maestro de novicios. En 1571, después de una breve estancia en Pastrana, donde puso en marcha su noviciado, se establece en Alcalá de Henares como rector del recién fundado Colegio convento de Carmelitas Descalzos de San Cirilo. Fray Juan se quedó en esa ciudad y ya no volvió más a Mancera. La casa donde empezó la reforma se aparta así de su camino.

Juan se convierte en uno de los principales formadores para los nuevos adeptos a esta reforma carmelitana. En la primavera de 157, Santa Teresa lo invita  a ser Vicario y confesor de las monjas de la Encarnación, comunidad de la que era priora, tras superar una serie de dificultades y crisis internas. En este cargo permanecerá hasta diciembre de 1577, por lo que pudo acompañar a la Madre en la fundación de diversos conventos de Descalzas, como el de Segovia.

En septiembre de 1576  se convocó en Almodóvar una junta de descalzos que reunió a los superiores de los nueve conventos de la Reforma. Fray Juan de la Cruz fue invitado a acudir en deferencia a su condición de primer descalzo. En ese capítulo se aprobó una Constitución que establecía un equilibrio entre la vida activa y la contemplativa, escasa en esta última para las tesis que defendía fray Juan. Además de la regulación interna se tomaron algunas medidas para defender su posición de los ataques externos. También se acordó enviar a Roma a dos Padres para defender ante el Papa la reforma de los ataques que recibía.

En junio de 1579 salió para Baeza, entonces ciudad universitaria, donde por aquellos años se respiraba un clima de efervescencia religiosa, para fundar un colegio destinado a los estudiantes carmelitas. Allí permaneció hasta 1582 en calidad de Rector del Colegio Mayor, cargo que pone de relieve, como antes en Alcalá, el reconocimiento de su preparación intelectual. A pesar de las estrechas relaciones con la Universidad, rehusó propuestas de docencia.

Según Mancho Duque, en Baeza escribió probablemente las estrofas 32-34 del Cántico, inició la redacción de la Subida y algunas declaraciones de otras estrofas del Cántico.
Durante este tiempo, expresa la misma escritora, las negociaciones entre España y la Santa Sede habían entrado en una fase en la que la reforma de las órdenes de España quedaba encomendada a los ordinarios bajo la dirección de la Corona. Confluyeron, por tanto, entonces dos directrices reformadoras: por un lado, la reforma del Rey, independiente de las disposiciones de la Reformatio Regularium de Trento, y, por otro, la reforma propugnada por los Papas.

Las confrontaciones jurisdiccionales iban en aumento hasta el punto de hacerse perceptible la necesidad de independencia para la rama de los Descalzos. Así, primeramente, en 1580, el Carmelo Descalzo se erige en provincia exenta, mediante un Breve expedido por Gregorio XIII; poco después, en 1588, será reconocido como Congregación, esto es, como Orden con personalidad propia, que, coherentemente, guardará lealtad absoluta a la monarquía española, su gran favorecedora.
Dentro de la Orden continuó la progresión ascendente de sus responsabilidades. En el capítulo de Alcalá de Henares de 1581, se hace la escritura oficial de la separación de los Calzados y la Reforma y  Juan es nombrado tercer Consejero. Regresó a Baeza por poco tiempo pues se le encomendó el Priorato de Los Mártires de Granada. En noviembre viajó a Ávila para tratar con Teresa de Jesús acerca de la fundación de las descalzas de Granada, con la pretensión de incorporarla a esta comunidad, gestión que no progresaría, pues la Madre programaba una nueva fundación en Burgos. El último encuentro entre los dos cofundadores del Carmelo Descalzo se produjo el 28 de este mes.

En enero de 1582 viajó a Granada donde trabaría conocimiento con Dña. Ana de Mercado y Peñalosa a quien Juan de la Cruz dedicaría la Llama de amor viva. En marzo tomó posesión del Priorato de los Mártires, donde permanecerá hasta 1588, el periodo más largo de su vida como religioso descalzo. En este convento recibió la noticia de la muerte de la Madre Teresa en octubre de 1582. En 1583 asistió al Capítulo de Almodóvar del Campo, como Superior de Granada, donde cesó como Consejero pero fue reelegido Prior de Los Mártires para otros dos años y confirmado Vicario de Andalucía por el mismo periodo de tiempo.

En 1585 asistió al capítulo de Lisboa, donde fue elegido segundo Definidor y en abril de 1587, en el Capítulo de Valladolid, cesa como Definidor y Vicario de Andalucía, pero es nombrado por tercera vez Prior de Granada, cargo en el que se mantendrá hasta 1588, en que se celebrará en Madrid el Primer Capítulo General del Carmelo Teresiano.
Según nos cuenta Mancho Duque, el primero de junio de 1591, fray Juan dejó Segovia para asistir en Madrid a un nuevo capítulo en el que quedó relegado de todo gobierno e impedido  de asumir el gobierno de las monjas. A cambio se le ofreció marchar a México, para dirigir una expedición de doce frailes, a pesar de que su talante espiritual e intelectual no se ajustaba -en modo alguno- al perfil de un misionero. Aunque de primeras aceptó, cambió luego de parecer, y se le ofreció volver de prior de Segovia. Fray Juan rehusó este segundo ofrecimiento y solicitó ser relevado de cualquier oficio dentro de la orden con objeto de poder ocuparse de su propia alma.

Para su honra  y veracidad, quiero concluir con que nuestro santo fue un fraile de cuerpo entero.

Padecimientos y humillaciones
El Papa Benedicto XVI (2011) nos dice que la adhesión a la reforma del Carmelo no fue fácil y a Juan le costó también graves sufrimientos.

Mancho Duque escribe que hacia 1574 “en el seno de la Orden del Carmen se habían agravado las tensiones jurisdiccionales entre los carmelitas calzados y descalzos, debido primordialmente a distintos enfoques espirituales de la reforma conflicto que tuvo que experimentar San Juan en Salamanca y quizá en Medina.”

El pleito  entre la curia romana y el Papa  Felipe II, reticente ante Roma y promotor de una reforma "a la hispana", radical y rápida, se había incrementado.
Santa Teresa decía que había llegado la guerra del paño y del sayal. Los del paño, como llamaba la santa a los calzados, quisieron ahogar la reforma en sus principios. Fue una discordia de hermanos, con apasionamientos, violencias de palabra y obra, azotes, cárceles y excomuniones. Sólo fray Juan parece impasible; ni una lamentación, ni una queja; y él fue la víctima principal de la persecución.

En 1575 el Capítulo General de los Carmelitas, reunido en Piacenza, adoptó la medida especial de enviar un Visitador de la Orden para Calzados y Descalzos con el objetivo de suprimir los conventos fundados sin licencia del General y de recluir a Teresa en un convento elegido por ella.
Los calzados estaban dispuestos a dar los pasos necesarios  para desmantelar la reforma.  En 1575, fray Juan de la Cruz fue detenido y encarcelado en Medina del Campo por los frailes calzados, pero fue liberado a los pocos días gracias a la intervención del nuncio apostólico  favorable a los descalzos
Pero la cosa no quedó ahí, en la noche del 3 de diciembre de 1577, un grupo de calzados y seglares armados se allegaron a la casita donde vivía fray Juan, descerrajaron la puerta y prendieron a fray Juan y a su compañero, llevándolos presos al convento del Carmen. Allí fueron azotados dos veces. Días después los dos presos fueron sacados de Ávila. El compañero de fray Juan fue llevado a Medina mientras que a él lo llevaron, entre maltratos y grandes rodeos hacia Toledo al convento calzado que tenía allí la Orden.
En cuanto tuvo noticia del secuestro, la madre Teresa escribió al rey, suplicándole que hiciese algo. Poco se pudo hacer.  Nadie sabía dónde estaba y los calzados se conjuraron para ocultar su paradero.
En Toledo, Juan de la Cruz compareció ante un tribunal de frailes calzados que le conminó a retractarse de la Reforma Teresiana.  Allí se le leyó el acta del capítulo celebrado en Piacenza el año anterior, que decidía el desmantelamiento de los conventos andaluces y, so pena de excomunión, se le conminaba a abandonar la reforma y volver a la observancia. Más allá de la decisión personal que se le instaba a tomar, estaba el hecho de que siempre había actuado siguiendo las órdenes de sus superiores, tanto de su general como de los visitadores. Al negarse, fue declarado rebelde y contumaz, sentencia nula, pues el tribunal carecía de facultades jurídicas, pero que dejaba al descubierto la consideración generalizada de fray Juan como uno de los pilares más representativos de la Reforma.
Legalmente no podía ser obligado a nada, extremo que no fue respetado por el tribunal. Después del poco éxito que tuvieron las amenazas y los ofrecimientos halagadores se le condenó en rebeldía y encerró en la cárcel conventual. A los dos meses se le cambió a un sitio preparado exprofeso para él, de seis pies por diez de planta y con la única abertura de una saetera en lo alto de tres dedos,  por la que sólo a mediodía entraba luz suficiente para poder leer. Era tan exigua la celda que fray Juan, con lo pequeño que era, apenas cabía. El lugar era antes un servicio y por eso carecía de luz. El lecho se confeccionó con una tabla echada en el suelo y dos mantas raídas. De ropa, la que llevaba, sin poder cambiarse. En estas precarias condiciones tuvo que soportar el invierno toledano, cuyo rigor hizo que se le despellejasen los dedos de los pies. Allí permaneció más de ocho meses.
A la inhumanidad del habitáculo se sumaron luego diversos padecimientos y humillaciones, por lo pronto, una mala alimentación a base de agua, pan y sardinas, si acaso algunas sobras, y ayuno prescrito tres días a la semana. No se producía este ayuno en la soledad de su celda, sino que esos días era sacado de su celda y cenaba con los frailes, pero no sentado como ellos sino de rodillas en el suelo. Después de la cena, el superior le increpaba, recriminando largamente su rebeldía, acusándole de sostener la reforma para ser tenido por santo. Los viernes recibía de balde una disciplina circular que se extendía por el tiempo de un miserere. Dispuestos los frailes en círculo, desnudaban su espalda y por turno lo castigaban de recio con varas. A veces, los frailes hablaban frente a su celda, fingiendo el final de la reforma para atormentarle. Fray Juan soportaba todo con dulzura. Algunos novicios lamentaban lo que ocurría. 
Un día, Cristo le había preguntado desde la cruz:

Fray Juan, ¿qué precio quieres por lo que me has servido?
—Señor—había respondido él—, padecer y ser despreciado por Vos.
Después de nueve meses de prisión, en la octava de la Ascensión, en la noche entre el 16 y el 17 de agosto de 1578 «cuando estaba ya finando con accidentes de calentura», una voz misteriosa le invita a salir de la prisión, y su voluntad heroica afronta todos los riesgos de la huida. Con jirones de manta, trenza una cuerda y la deja caer por un agujero. Allá en el fondo rugen las aguas del Tajo. Tiene sensación de vacío y vértigo de abismo. Salta, va a dar en una peña, cruza unas tapias, llega a una huerta, y al amanecer busca el convento de las carmelitas descalzas, en la misma ciudad.
Llamó al torno y dijo: Hija, soy fray Juan de la Cruz, que me he salido esta noche de la cárcel. Dígaselo a la madre priora.
Enterada la priora, le acogió en la clausura para hurtarlo a los calzados, que habían descubierto ya la fuga y le buscaban. Llegaron al  poco dos frailes preguntando por él, e inspeccionaron el locutorio y la iglesia. Los alguaciles vigilaban el convento y también los caminos. Mientras, las monjas estaban asustadas del acabado aspecto de fray Juan. Apenas hablaba. Pusieron su empeño en cuidarle, dándole comida y ropa. Pero para mayor seguridad, le enviaron al Hospital de Santa Cruz, donde convaleció mes y medio. Las incidencias de aquella huida nocturna, preñada de angustia, quedarán como un poso latente en el fondo vivencial del poema de la Noche Oscura.
Luego de su huida fue a un convento de Jaén y el buen Juan siguió con su obstinación de la reforma, lo que le llevó a enfrentamientos con la jerarquía religiosa y a sufrir nueva prisión en el convento de la Peñuela, en plena Sierra Morena, en donde culminó la escritura de sus principales obras literarias. E increíblemente,  el Provincial  le negó la posibilidad de decir misa.
La reforma pasaba entonces por su peor momento y los descalzos habían convocado un capítulo el 9 de octubre en el convento de Almodóvar para enfrentar la situación. A ella acudió también fray Juan de la Cruz. Era la primera vez que veía a los suyos en varios meses y enseguida le pusieron un enfermero. La situación de la reforma era mala. Casi a la desesperada se había convocado aquel capítulo, sobre cuya legalidad existían fundadas dudas.
Tras un nuevo enfrentamiento doctrinal con los suyos fue destituido en 1591 de todos sus cargos, y quedó como simple súbdito de la comunidad.
Aunque su enfermedad iba en aumento se le retiró al monasterio de Ubeda, donde fue tratado al principio con dureza; su oración constante, "sufrir y ser despreciado", se cumplió así literalmente casi hasta el final de su vida. Pero al final incluso sus adversarios reconocieron su santidad.
Obras
En este apartado voy a abordar brevemente la obra de un santo, Doctor de la Iglesia Universal, por sus contribuciones esenciales en la Teología Mística, de un Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca por sus méritos intelectuales; de un escritor, por sus cualidades literarias y poéticas, de un artista inspirador de músicos, pintores y escultores, por su exquisita y sugeridora sensibilidad; y, finalmente, de un ser que posee el don de atraer, impresionar y conmover -sin sensiblería-, mediante una poesía adelgazada y honda, los espíritus más refinados de cualquier lugar o época.
Mancho Duque (2005) confirma lo dicho de esta forma: “dotada de extraña y sorprendente modernidad, su producción escrita ha superado las coordenadas temporales, para convertir a su autor en un clásico, experto en el manejo de los recursos del lenguaje poético hasta extremos insospechados, cuya impronta es evidente en los mejores poetas de la literatura española del siglo XX -Machado, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Guillén, Lorca, Valente, etc.- y extranjera: Valéry, Eliot, entre otros”.
En cuanto a las fuentes que utiliza diré que conocía profundamente la "Suma" de Santo Tomas de Aquino, como lo demuestra casi cada página de sus obras. Las Sagradas Escrituras parece que se las sabe de memoria, su dominio le viene evidentemente más por meditación que por las clases. No hay en él ningún rastro de influencia de enseñanza mística proveniente de los Santos Padres, el Aeropagita,  Agustín, Gregorio, Bernardo, Buenaventura, etc., de Hugo de San Victor, o de la escuela dominicana alemana. Las pocas citas de patrística en sus obras se relacionan fácilmente con el Breviario o la "Suma". Ante la ausencia de cualquier influencia consciente o inconsciente de escuelas místicas más tempranas, su propio sistema, así como el de Santa Teresa, cuya influencia es claramente profunda, podría ser denominado misticismo empírico. Ambos arrancan de su propia experiencia.
Y no obstante la calidad de su obra, esta no vio la luz sino bastantes años después de la muerte de su autor. [2] Ahora tenemos la oportunidad de difundirla y comentarla, a modo de artículo,  mediante importantes aportaciones de especialistas, a través de los medios de un mundo globalizado.
Ahora bien, debemos tener en cuenta que, como veremos más adelante en el pensamiento/doctrina del santo,  es frecuente observar en el estudio literario de su obra que o bien se den saltos continuos a lo teológico, o bien se estudien de forma conjunta la poesía y los comentarios doctrinales del propio poeta, con la idea de que estos son necesarios para comprender aquella. Frente a esta vertiente de los estudios sanjuanistas, se encuentra otra que postula que «la necesidad (o posibilidad) de la interpretación religiosa es algo que debe ser argumentado y discutido en cada caso», en tanto que el sentido objetivo de la poesía de San Juan no obliga necesariamente a aceptar un significado religioso.
Veamos a continuación con Mancho Duque la poesía y la prosa de nuestro místico:

Poesía
“Su obra poética está compuesta por tres poemas considerados mayores: Noche oscuraCántico espiritual y Llama de amor viva; y un conjunto de poemas habitualmente calificados como menores: cinco glosas, diez romances (nueve de ellos pueden contarse como una sola composición) y dos cantares. La difusión de su obra fue manuscrita, y aún no se han dilucidado todos los problemas textuales que conllevan. En prosa escribió cuatro comentarios a sus poemas mayores: Subida del Monte Carmelo y Noche oscura para el primero de estos poemas, y otros tratados homónimos sobre el Cántico espiritual  y Llama de amor viva.
Las poesías atribuibles sin lugar a duda a San Juan de la Cruz son las recogidas en el códice de Sanlúcar o manuscrito S, ya que este fue supervisado por el mismo San Juan. El repertorio de sus poemas, según dicha fuente, se restringe a diez composiciones (los tres poemas mayores citados y otras siete composiciones), siempre y cuando los romances que comprenden los textos titulados In principio erat Verbum, que son un total de nueve, sean considerados una única obra. La autenticidad del resto de su obra poética no ha podido aún ser dilucidada por la crítica. Por tradición se acepta generalmente que también son suyos los poemas Sin arrimo y con arrimo y Por toda la hermosura, y las letrillas Del Verbo divino y Olvido de lo criado. Las siete glosas y poemas «menores», cuya autoría no está discutida, son los siguientes: (se citan por el primer verso):

·        Entréme donde no supe
·        Glosa al Vivo sin vivir en mí
·        Tras de un amoroso lance
·        Que bien sé yo la fonte
·        En el principio moraba

Los nueve romances  de In principio erat Verbum se conocen también por el verso con que se inician:

·        En aquel amor inmenso
·        Una esposa que te ame
·        Hágase, pues, dijo el Padre
·        Con esta buena esperanza
·        En aquellos y otros ruegos
·        Ya que el tiempo era llegado
·        Entonces llamó un arcángel
·        Ya que era llegado el tiempo
·        Encima de las corrientes

Prosa

La Noche oscura del alma, Cántico espiritual y Llama de amor viva son las tres obras más emblemáticas de San Juan de la Cruz.
Su obra en prosa pretende ser corolario explicativo, dado el hermetismo simbólico que -----entre cierta crítica- se atribuye su poesía: (las tres primeras han sido editadas juntas reunidas en el volumen Obras espirituales que encaminan a un alma a la unión perfecta con Dios) y Cántico espiritual.
·        Subida al monte Carmelo (1578-1583)
·        Noche oscura del alma
·        Cántico espiritual (1584)
·        Llama de amor viva (1584 o 1585)

Una vez vista su producción cabe preguntarse: ¿Cuándo escribió Fray Juan de la Cuz todas esas obras?

Según se desprende de la opinión de sus estudioso, como por ejemplo Mancho Duque, la secuencia fue la siguiente:

En 1577, durante su encierro en Toledo, en un "estado de abandono total, estado que en otros paraliza el pensamiento, Juan de la Cruz escribió una grandísima poesía de amor, elaborado en sentido erótico -con los acentos de la búsqueda y del deseo del Amado- el sensualismo del texto atribuido a Salomón", (el denominado protocántico), a la vez que los Romances. La composición tendrá mucho de técnica mnemotécnica -tal vez sobre gérmenes embrionarios brotados ya en Ávila- pues durante mucho tiempo no le proporcionaron papel para escribir.

Aprovechando el mediodía, cuando entraba luz por la aspillera, comenzó a transcribir poesías que, durante su encierro, había ido componiendo mentalmente. De esa manera, en prisión y a hurtadillas de sus captores, redactó las primeras 31 estrofas del Cántico espiritual, varios romances y el poema La fonte que mana y corre. Quizá compuso también, en todo o en parte Noche oscura.

Esta eclosión poética ocurrida en la oscuridad de una celda no tiene explicación. Se ha dicho de San Juan de la Cruz que es el Poeta máximo de obra mínima, queriendo significar que su poesía nació perfecta, sin antecedentes ni ensayos. Como tal perfección exige de natural una ejercitación continua o frecuente, se han buscado precedentes en el período anterior de su vida: en el colegio de Medina, en el convento de Santa Ana, en Salamanca, en Ávila. Pruebas, lo que se dice pruebas, no las hay. Quizá se puede situar alguna composición en el tiempo de Ávila, fruto del trato con Santa Teresa, que también era escritora y poetisa, pero todo resulta insatisfactorio. La altura poética alcanzada por fray Juan durante el encierro en Toledo semeja el Salto de Roldán [3], una suerte de acto heroico, imposible de acometer en una sola jornada.
También en 1577, pero ya en el convento de la Peñuela, en plena Sierra Morena, culminó la escritura de varias de sus principales obras.
En septiembre de 1578 en El Calvario en la serranía jienense, en un enclave aislado y retirado de las tensiones entre calzados y descalzos; con un entorno sosegado y relajante, en plena naturaleza, disfrutó de una etapa de fecunda creatividad  pues parece que aquí compuso los primeros escritos breves: Cautelas, Avisos, Montecillo de Perfección, el poema Noche oscura y comentarios aislados a las estrofas del Cántico.
Pero entre 1582 y 1583  ya en Granada compuso la mayor parte de sus obras, en parte sobre trabajos previos que había elaborado después de salir de la cárcel, tanto en el Calvario como en Baeza. Allí, compiló ordenó y completó el tratado Subida del Monte Carmelo, al cual antepuso el dibujo del Monte de perfección. También redactó el comentario de la Noche Oscura, el del Cántico espiritual y  las cuatro estrofas de su obra más espiritual Llama de amor viva

En 1584 finalizó la redacción del primer Cántico Declaraciones de las canciones que tratan del ejercicio de amor entre el Alma y el Esposo Christo. También dio forma casi definitiva a los grandes tratados en prosa, SubidaNoche y Llama.

Por último, en 1589 estando en  Segovia, en casa fundada, ampliada y mejorada por él mismo, redactó la mayor parte de las cartas que se han conservado.


Fallecimiento
Mientras arreciaba la persecución, fray Juan comenzó a resentirse en su salud. Tenía calenturas con mucha frecuencia. El prior le dijo que fuese a Baeza para curarse, pero él prefirió Úbeda, donde no le conocían tanto. El 28 de septiembre de 1591 salió en borrica para allá, pues tenía la pierna inflamada. Llegados a Úbeda, todos le recibieron con gran contento, excepto el prior. Se conocían de Sevilla, donde fray Juan tuvo que amonestarle. Además de la animadversión personal, motivada también porque no le gustaban los santos, llegaba en un mal momento pues la comunidad estaba a disgusto con su gobierno pues era una persona, agria y rígida, más de ciencia que de gentes, que quería llevarlos a palos a la perfección. Además del desabrido recibimiento, le asignó la peor celda y le obligó a asistir a oficios que no podía.
En esos primeros días, su mal se desató virulentamente. Una erisipela en el empeine del pie derecho reventó en cinco llagas en forma de cruz, que el enfermo miraba con cariño, pues le causaban devoción. El cirujano sajaba la pierna día sí y día también. La presencia de fray Juan no pasó desapercibida. La gente quería verle y ayudarle. Uno de esos días, el 28 de noviembre, fray Antonio de Jesús visitó a fray Juan y le dijo: Padre, mañana hará veinticuatro años que comenzamos la primera fundación.
“Los días fueron pasando, escribe Mancho Duque,  y la salud empeoró. Subió la fiebre y el mal se extendió desde las piernas a la espalda. Como apenas podía moverse, colgaron del techo una cuerda para que pudiera izarse él mismo. El miércoles 11 pidió el viático.  El día 12 quemó algunas cartas que guardaba bajo la almohada. El día 13 por la noche sintió la inminencia de su muerte y pidió la extremaunción. Se consumía en dolores.
A las diez de la noche, pidió que le dejaran descansar, avisando que llamaría cuando llegase el momento.
Estaba listo pues había pedido a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su vida sin enviarle sufrimientos, que no le dejase morir en el cargo de superior y que le permitiese morir en la humillación y el desprecio.
A las 11 y media llamó y, junto con varios religiosos, rezaron el salmo De profundis, el Miserere y el In te, Domine, esperavi. Después de eso se recostó un rato y pidió que le dejaran: A las doce, estaré delante de Dios Nuestro Señor diciendo maitines. Y así que le dejaron sólo y sonaron las campanas de las doce, besó su crucifijo y expiró mansamente.”
Mientras, y después de disputas, Ana de Peñalosa consiguió traer al convento de los carmelitas descalzos de Segovia el cuerpo de fray Juan, cuyos huesos, se decía, seguían obrando milagros. Le enterraron en la iglesia, en una estrecha oquedad abierta en el suelo, donde permaneció durante más de 300 años.
El 25 de enero de 1675, fue beatificado por Clemente X, y  el 27 de diciembre de diciembre de 1726, fue canonizado por Benedicto XIII.

La canonización de San Juan de la Cruz es el reconocimiento explícito de sus valores morales, la reparación de la justicia que se debía a sus méritos, como varón de virtudes ínclitas

El 24 de agosto de 1926, aniversario del comienzo de la Reforma teresiana, fue proclamado Doctor de la Iglesia Universal por Pío XI. En 1952 es declarado patrono de los poetas españoles. Y en 1991, con ocasión del cuarto Centenario de su muerte, fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca.
Pensamiento/Doctrina
San Juan de la Cruz es hoy reconocido por su teología mística, de un rigor intelectual casi escolástico. En el ámbito no religioso, es conocido sobre todo por sus poesías que a través de los siglos han levantado admiración y creado escuela.
El santo asumió las corrientes espirituales, estéticas y literarias de su época -finales del Renacimiento- y a llevar al extremo los recursos del lenguaje poético, especialmente en lo relativo al uso de los símbolos.
La obra de San Juan de la Cruz ha sido, desde siempre, enfocada desde dos perspectivas, la mística [4] y la filológica [5]  que, en muchas ocasiones, se han presentado mezcladas.

Si bien en un estudio tan complejo como el pensamiento/doctrina del santo filología y mística no se contraponen sino que, por el contrario, la primera viene a ser instrumento o recurso para llegar a una mejor comprensión de la segunda, yo voy a ofrecer información sobre la mística de nuestro protagonista.

Esto no obstante, quiero señalar que no cabe duda que San Juan de la Cruz fue un maestro de la palabra, como artista adelantado al momento histórico que le correspondió vivir,  y que sus poemas han influido en los principales poetas españoles de todos los tiempos.
Pero es en la mística que el santo ofrece una radical originalidad consistente en el concepto de noche oscura espiritual.
Desde los inicios históricos de la vida retirada eremítica, los buscadores renunciaban a los bienes y placeres mundanos sometiéndose a ayunos y otras asperezas, con el objeto de vaciar sus deseos del mundo y llenarlo de bienes más elevados. San Juan de la Cruz aclara que esta es solamente la primera etapa, ya que tras ella viene la citada noche espiritual, en que el buscador, ya desapegado de los consuelos y placeres mundanos, perderá también el apoyo de su paz, de sus suavidades interiores, entrando en la más "espantable" noche a la que sí sigue la perfecta contemplación, es decir la oración contemplativa..
Y en ello coincido con el Cardenal Narciso Jubany quien -en 1980- expresaba que «El año 2000 espera hombres y no robots.» Es más, decía con André Malraux: «El siglo XXI será un siglo metafísico y religioso.»

Y proseguía: “Es una lástima que en nuestros tiempos haya decaído tanto una virtud que se llama «piedad»: significa, entre otras cosas, el trato filial con Dios. Hoy no está de moda. Padres y educadores cristianos la han arrinconado como un trasto viejo e inservible. La «piedad» bien entendida es la oración de los hijos dirigida al Padre; que no hay que confundir, ni con las «maneras» concretas de realizarla, ni menos con cierta «beatería» inadmisible. Formar «personas de oración» -virilmente piadosas- es una de las necesidades más apremiantes de nuestros tiempos. Pero me pregunto, no sin cierta angustia: ¿Existen muchos y verdaderos «maestros de oración»?”

La verdad es que formar maestros de oración exige dominar, en la teoría y en la práctica, lo que han dicho los grandes orantes que en el mundo han sido y cuya doctrina la Iglesia recoge como suya propia. Pues bien, no cabe duda que San Juan de la Cruz es uno de los maestros más conspícuos, que –tal como hemos visto- mereció ser declarado Doctor Místico por la Iglesia.
Mancho Duque llega a la conclusión de que San Juan  “gustaba estar  solo todo el tiempo posible, hasta que iban a buscarle requiriendo su presencia. La oración mística consistía en vaciar  progresivamente aquello que en la antropología espiritual cristiana se llamaba las tres potencias del alma, a saber: memoria, entendimiento y voluntad. En tres etapas más o menos sucesivas, el camino sanjuanista consistía en vaciar de contenidos sensibles, y luego también de contenidos espirituales, cada una de las tres potencias. El vaciamiento de la memoria obraba como una purgación de los apetitos sensibles y espirituales, que llevaba a un desapego de todo lo que no fuese Dios, incluida la idea misma de Dios y el deseo de Dios. Conseguido ese vaciamiento de la memoria, que era la vía purgativa, se decía que la memoria quedaba en estado de esperanza, virtud teologal. El vaciamiento de la segunda potencia sumía al alma en la noche oscura, una tiniebla espiritual terrible que sólo podía romper Dios, insuflando el llamado rayo de tiniebla, una especie de conocimiento infuso adquirido sin el concurso del entendimiento y que, dentro del sistema sanjuanista, se correspondía con la virtud teologal de la fe. La tercera vía, la vía unitiva, consistía en el vaciamiento de la propia voluntad y su unión con la voluntad de Dios. Esta última etapa, que era la amorosa meta de la mística cristiana, intentaba hacer realidad aquello de No yo, sino Cristo en mí. La unión con el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, la llama de amor viva, se correspondía con la virtud teologal de la caridad. Las tres virtudes teologales quedaban de esta forma en relación con las tres potencias del alma, siendo como tres estados, tres sublimaciones desde una condición natural dada a una sobrenatural recibida por medio de una gracia”.
Pues bien, ahora veamos cómo es que esto sucede a través de las principales obras del santo que, según hemos dicho, son estas cuatro: Subida al Monte Carmelo, Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva.
A estas obras añadiré Monte de Perfección por considerar que el dibujo  es un compendio gráfico y poético de la teología mística  de San Juan.
Las ediciones de las Obras completas del santo empiezan con el texto de la Subida del Monte Carmelo. Eso obedece a cierta lógica. Tradicionalmente en efecto, la vía espiritual comienza por un paso ascético y las etapas místicas vienen después. Sin embargo, desde el punto de vista de la lectura, este orden se discute, pues el tratado que es un tanto árido puede desanimar al lector, mientras que el Cántico espiritual, por ejemplo, parece más atractivo. Además ello obedece a preocupaciones didácticas que no se prestan a consideraciones poéticas. El poeta cede ante el dialéctico y el pedagogo.

En este artículo sigo la tradición  y abordo en primer lugar la Subida.
Subida al monte Carmelo (1578-1583)

Juan de la Cruz da, desde el principio y según su costumbre, el hilo director de su tratado: se trata de guiar  a los espirituales en su ascensión al monte de perfección simbolizado por la montaña del Carmelo, monte a la cumbre del cual podrán llegar a la unión con Dios. El camino que lleva a esta, estrecho, abrupto, es esbozado en un dibujo, según veremos en su oportunidad. Por ambas partes de la senda se encuentran los bienes de la tierra y los del cielo: bienes desilusionantes, huidizos, que uno acaba por perder si quiere encontrarlos.

El santo dice en su prólogo, que la descripción de la subida al monte será de provecho para los menos, pues "aquí no se escribirán cosas muy morales y sabrosas para todos los espirituales que gustan de ir por esas cosas dulces y sabrosas a Dios, sino una doctrina sustancial y sólida, así para los unos como para los otros, si quisieren pasar a la desnudez de espíritu que aquí se escribe". Con ello parece dar a entender el sabio que no ha de esperarse que el camino sea fácil, tales como "cosas dulces y sabrosas" sino, antes bien, una decidida observancia a la voz interior.

Da avisos y doctrina así a los principiantes como a los aprovechados, muy provechosa, para que sepan desembarazarse de todo lo temporal, y no embarazarse con lo espiritual, y quedar en la suma desnudez y libertad de espíritu, cual se requiere para la divina unión, compuesta por el padre fray Juan de la Cruz, carmelita descalzo.“

 “… ni basta la ciencia humana para lo saber entender, ni experiencia para lo saber decir; porque sólo el que por ello pasa lo sabrá sentir, mas no decir.  (…) me ha movido no la posibilidad que veo en mí para cosa tan árdua, sino la confianza que en el Señor tengo de que ayudará a decir algo, por la mucha necesidad que tienen muchas almas”.

La belleza poética de la obra contrasta con la dureza y radicalidad del camino propuesto de progresiva renuncia de cualquier apego, placer y compromiso. Radicalidad planteada en toda su crudeza en el capítulo 13 donde leemos:

“Procure inclinarse siempre:
no a lo más fácil, sino a lo más difícultoso;
no a lo más sabroso, sino a lo más desabrido;
no a lo más gustoso, sino a lo que da menos gusto;
no a lo que es descanso, sino a lo que es trabajoso;
no a lo que es consuelo, sino antes al desconsuelo;
no a lo más, sino a lo menos;
no a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado;
no a lo que es querer algo, sino a no querer nada;
no a andar buscando lo mejor de las cosas temporales, sino lo peor, y desear entrar en toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo de todo cuanto hay en el mundo.”

A lo que añade:

“Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada.
Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada,
Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada,
Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada,
Para venir a lo que no gustas, has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres.”

La lectura de estos textos llevan a muchos a calificar a San Juan de la Cruz de feroz e inhumano, pero no debemos olvidar que no es ni nuestro orgullo, voluntad ni inteligencia los que nos pueden permitir avanzar por el camino que San Juan de la Cruz nos marca en su mapa, sino la fe, la esperanza y al amor que tienen su origen en un Dios que nos llama y nos ayuda a dar cada paso.
Benedicto XVI (2011)  sintetiza la obra de esta manera: “presenta el itinerario espiritual desde el punto de vista de la purificación progresiva del alma, necesaria para escalar la cima de la perfección cristiana, simbolizada por la cima del Monte Carmelo. Esta purificación se propone como un camino que el hombre emprende, colaborando con la acción divina, para liberar el alma de todo apego o afecto contrario a la voluntad de Dios. La purificación, que para llegar a la unión de amor con Dios debe ser total, comienza por la de la vida de los sentidos y prosigue con la que se obtiene por medio de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, que purifican la intención, la memoria y la voluntad”. 
Noche oscura del alma

Rodríguez y Ruiz (2008) consideran que “en la literatura mística un campo sin explorar es el de la noche oscura del alma. Juan de la Cruz percibe la urgencia y la dificultad, y se decide a explorar todo ese campo de la noche, en especial las zonas más árduas donde ningún escritor había logrado penetrar.”

Esparza (1943) se pregunta: “Y¿qué es esto de la Noche Oscura, en la Mística de San Juan de la Cruz?” Y se responde: “Penetrar en ella infunde pavor. Si a Menéndez Pelayo le infundía "religioso terror" el tocar las canciones de este místico, ¿qué diremos de esta Noche que es "amarga y terrible" para el sentido, según declara su autor, y "horrenda y espantable" para el espíritu? Y, sin embargo, las canciones de la Noche Oscura son deliciosas como esta:

"En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía,
¡Oh noche que guiaste,
oh noche, más amable que el alborada, oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada !"

Oigamos a San Juan de la Cruz: "Por tres causas podemos decir que se llama noche este tránsito que hace el alma a la unión de Dios. 

-        La primera, por parte del término de donde el alma sale, porque ha de ir careciendo el apetito, del gusto de todas las cosas del mundo, la cual carencia es como noche, para todos los apetitos y sentidos del hombre. 

-        La segunda, por parte del camino por donde ha de ir el alma a esta unión, el cual es la Fe, que es también oscura para el entendimiento como la noche.

-        La tercera de parte del término a donde va, que es Dios, el cual por ser incomprensible, se puede decir también oscura noche para el alma, en esta vida, las cuales tres noches han de pasar por el alma o por mejor decir, ella por ellas para venir a la divina unión con Dios".

Y aclara el Santo que no son tres noches, sino tres fases de una sola noche, parecidas a las tres fases de nuestras noches, la que empieza en la claridad  desvaída  del  crepúsculo: comienzan a desaparecer a nuestra vista las cosas;  la fase de la media noche, recluida en un cerco absoluto de sombras: el alma, con el gusto por las cosas, muerto en todos sus sentidos, como por ellos le entra la luz incitadora de los gustos, queda totalmente a oscuras, no porque los  sentidos no funcionen,  sino porque en el alma no hay gusto de las cosas: él lo dice con exactitud precisa: "no ocupan al alma las cosas de este mundo ni la dañan, pues no entran en ella, sino la voluntad y el apetito de ellas".  La tercera y última fase de la noche es aquella en que las sombras empiezan a replegarse paulatinamente ante la iniciación sosegada del amanecer.  El alma va aproximándose a Dios, pero ha de tener ya la negación absoluta de los gustos en todas las cosas, porque las aficiones a las criaturas ante Dios, que es luz, aparecen como sombras y luz y sombras no caben en un mismo sujeto.  Mientras el alma no está totalmente vacía de todo gusto, de toda afición a criatura, de  todo apetito de  cosa que  no sea el  mismo Dios  "no podrá venir —dice el místico— a los deleites del abrazo de la unión con Dios". 

Por otra parte, el mismo Esparza añade que “esta noche oscura se divide en sensitiva y espiritual: primeramente, el alma se va purificando de las imperfecciones sensitivas, o sea de aquellas imperfecciones que afectan al entendimiento, en cuanto éste funciona valiéndose de la imaginación, de la fantasía y de la memoria, que es lo que San Juan de la Cruz con criterio moderno, llama "sentido".  La espiritual purifica el espíritu, completando la obra de la purificación del alma, porque como observa el santo, con un profundo atisbo psicológico,  "todas las imperfecciones y desórdenes  de  la  parte sensitiva tienen su fuerza y raíz en el espíritu, donde  se  sujetan los  hábitos  buenos  y malos" .”  

Por  esto,  en  esta  noche  del espíritu, se purifican la zona sensitiva y la zona espiritual.  Es decir, se arrancan del espíritu las raíces que motivan todas nuestras inclinaciones defectuosas, incluso  aquellas  inclinaciones  que  son involuntarias, incluso las imperfecciones que son connaturales con nuestra  condición.   Esta  labor  purificativa  que  Dios  opera  en  el alma y que en metáfora exacta del doctor místico, “es como la labor del fuego en el leño verde”, no puede menos de ser terriblemente dolorosa, por muchas razones.  El dice que como esta labor "anda removiendo  todos  los  malos  y viciosos   humores  que   por estar ellos muy arraigados y asentados en el alma, no los echaba ella de ver", se siente abominable y horrible de defectos.

Bellísimamente dice San Juan de la Cruz: "Tal es la obra que en ella hace esta noche, encubridora de las esperanzas de la luz del día": Pero fué dichosa ventura para esta alma que Dios en esta noche la adormeciese toda la gente doméstica de su casa: esto es, todas las potencias, pasiones, aficiones y apetitos que viven en el alma, sensitiva y espiritualmente, para que ella, sin ser notada, esto es, sin ser impedida de estas afecciones, llegase a la unión espiritual de perfecto amor de Dios”. “¡ Oh cuán dichosa ventura —dice—, es poder el alma librarse de la casa de su sensualidad".

Acertadamente comentó el P. Crisógono (1947), que cuantos hablan del misticismo de San Juan "no viendo en él más que  la tormentosa doctrina de  las noches, mutilan la obra del maestro; eso no es más que la mitad y lo menos bello, como lo es siempre el fundamento de un edificio. Sobre eso descansa una admirable fábrica, un palacio encantado, morada de la gracia y de la belleza". “¡Es la claridad insospechada que se esconde, al enamorado, en la noche oscura!”

Termino el comentario de esta obra apelando nuevamente a Esparza para quien “la metáfora de  la  Noche  oscura  responde  perfectamente a la realidad que significa de oscuridad y de luz.  Nosotros, mediante nuestros sentidos externos llegamos a conocer las cosas del mundo y a despertar toda nuestra sensibilidad: es decir que de esta primaria fuente del conocimiento, nos incorporamos a la escena de la vida, ligándonos a ella por los actos de entender, de desear, de apetecer, de gustar, etc. etc. Y dice San Juan de la Cruz: "De donde si lo que  puede (el alma)  recibir por los  sentidos, ella  lo desecha y niega, bien podemos decir que se queda como a oscuras y vacía". ¿Pero es posible—decimos nosotros—no ver, ni oír, ni gustar, ni sentir? De no tener herméticamente cerrados nuestros sentidos —lo cual es imposible— la realidad, llena de movimiento,  de  color y de  sugestiones, irrumpe  en nosotros,  sin que nosotros podamos, de manera absoluta, impedirlo. Y es porque ese sentir las cosas exteriores, empuja al alma a la vida. Este sentir las cosas, no concluye  en una mera sensación,  sino que  implica relación con nuestra inteligencia, en relación a su vez con nuestra voluntad, de la que nacen nuestros actos libres.  Y aquí está el nudo del dramatismo de la persona humana: en este triple juego del sentido, de la inteligencia y de la voluntad, estas dos movidas, inicialmente, por aquel, al ponerse en contacto con el mundo entero.  Nuestra sumisión voluntaria, a las cosas; la suelta libérrima de nuestros apetitos, nacen del alma, no del simple hecho de ver y oír y conocer las cosas.  Por eso  añade San  Juan de la  Cruz: "llamamos a esta desnudez, noche para el alma, porque no tratamos aquí del carecer de las cosas, porque eso no desnuda al alma, sino de la desnudez del apetito y gusto de ellas, que es lo que deja al alma libre y vacía de ellas, aunque las tenga". Que es la razón  de  aquel  pensamiento  suyo:  "No  se  puede  gozar  (en  las criaturas)  si se miran con asimiento de propiedad", pensamiento cuyo perfil se ajusta con el moderno de que la voluntad se crea, negándola. Él se vació del apetito de las cosas y sin embargo, ¿quién más finamente que San Juan de la Cruz ha captado  la belleza de las cosas? ¿En qué sensibilidad han dejado más profunda palpitación? ¿Qué palabra humana ha recogido más felizmente que la suya el matiz primoroso de las hermosuras creadas? “
Cántico espiritual (1584)

El "Cántico Espiritual" [6], es un texto que se puede considerar como el más sublime de la poesía española; está inspirado en el Cantar de los Cantares y nos refleja el amor entre la amada y el amado, existiendo una exaltación mística con cada imagen alegórica que se presenta como: el pastor, lo creado por el amado, la paloma, el ciervo, el manzano,  creando una relación entre lo divino y lo terrenal.

El Cántico Espiritual  es una obra trascendental para el ser humano donde hay un encuentro con el ser mismo, un encuentro que debido al misticismo que posee, nos lleva a través de cada canto a la presencia de la divinidad.

Su texto encierra un gran misticismo y a través de sus versos transforma cada imagen en un elemento que permite exaltar cada momento, creando un contexto de significado celestial y terrenal por medio de las distintas imágenes que se nos presenta.

En su temática predominan imágenes naturales que se comparan con todo el esplendor de los amantes,  de igual forma símbolos religiosos que permite hacer analogías con distintas referencias bíblicas.

El poema se estructura en tres momentos esenciales; la pérdida, la búsqueda y el encuentro del amado, donde cada alusión presentada no solo nos refiere a un espacio amoroso plenamente humano sino que los elementos del contexto recrean una relación de la existencia espiritual que hace referencia al plano religioso asociado a la Biblia.

Así mismo, la combinación de imágenes naturales y símbolos religiosos crean una atmósfera emotiva, elevando el significado de la vida más allá de la simple existencia que enriquecen y enaltecen el poema. Aquí se refleja una naturaleza que no es estática sino que se muestra en todo su esplendor: nos comunica, nos habla.

Al igual que el Cantar de los Cantares presenta tres momentos esenciales entre los dos amantes; la pérdida, la búsqueda y el encuentro. En algunos de los cantos se describen momentos sublimes y a la vez se perciben algunas alegorías bíblicas, teniendo en cuenta que su autor fue un monje de los Carmelitas.
Nuevamente acudo a Benedicto XVI para sintetizar esta obra: “En Cántico espiritual, San Juan presenta el camino de purificación del alma, es decir, la progresiva posesión gozosa de Dios, hasta que el alma llega a sentir que ama a Dios con el mismo amor con el cual es amada por él. Llama de amor viva prosigue en esta perspectiva, describiendo más detalladamente el estado de unión transformador con Dios. La comparación que utiliza Juan siempre es la del fuego: igual que el fuego, que cuanto más arde y consume la madera, más incandescente se hace hasta convertirse en llama, así el Espíritu Santo, que durante la noche oscura purifica y «limpia» el alma, con el tiempo la ilumina y la calienta como si fuera una llama. La vida del alma es una continua fiesta del Espíritu Santo, que deja entrever la gloria de la unión con Dios en la eternidad.”
Llama de Amor Viva (1584 o 1585)
Pinilla ( 2009) se hace la pregunta por el ser en el contexto de la teología mística de San Juan de la Cruz, acotada a su última obra: Llama de Amor Viva, y comprendida esta en términos de experiencia de unión y de transformación del alma con y en Dios.
Una cuestión que se nos plantea con Pinilla es saber si es legítimo hacerse una pregunta metafísica a una obra que no se quiere filosófica, sino pedagógica y más profundamente mistagógica [7]. La respuesta es afirmativa, desde el punto de vista de los supuestos filosóficos comprometidos en todo el pensamiento y lenguaje del santo, aún con el riesgo de traer al propio molino expresiones que no se dejan enmarcar o amansar a nuestra intención de búsqueda. La teología mística de San Juan, bajo el fuego del Espíritu Santo, ante todo resplandece como poesía, palabra performativa del mismo ser y expresión del mismo.
“La búsqueda la avocamos, dice Pinilla al análisis de la sustancia en el comentario a la primera canción del poema y esto nos ha centrado en la sustancia del alma, centro interior accesible sólo a Dios:
1. ¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

2. ¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando. muerte en vida la has trocado.

3. ¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su Querido!

4. ¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!

La obra de Dios aparece impetuosa, purificadora y preparadora para la misma unión divina, a la vez que el protagonismo de su acción se revela como el mismo don que endiosa al alma. Lo que también es absorbimiento en la sabiduría divina, lo que abre la dimensión cristológica.
“Al final del comentario de la obra, dice Pinilla, encontramos una expresión clave: endiosando la sustancia del alma, haciéndola divina, en lo cual absorbe al alma sobre todo ser a ser de. Ya sabemos que el absorbimiento divino en el cual el alma es endiosada o hecha divina no es una afirmación panteísta, aun señalando una conjunción de las sustancias.”
Otro aspecto importante es la dilucidación de la cuestión de la distancia y la diferencia entre la sustancia divina y la sustancia del alma, no sólo en el ámbito evidente de creador y creatura, natural y sobrenatural, sino desde la donación y acogida personal, como lo más característico del ser.
Por otra parte San Juan  pretende darnos a conocer el sentimiento amoroso, de fe; un sentimiento que puede producir dolor, aunque a veces también satisfacción que refuerza el sentimiento de fe, presente mediante el símbolo de la "llama" . Expresa la parte más recóndita de sí mismo, aquella parte en la que mora ese amor profundo y sincero hacia la divinidad

Indica que la vida terrenal equivale a un gran sufrimiento, del cual únicamente puede liberarse mediante la unión del alma con Dios. Esto lo refuerza con la derivación "matando, muerte en vida", ya que intensifica el hecho.

La idea de fe, presente en el símbolo "lámparas de fuego"  ayuda a guiar al alma a que se encuentre con su Amado, pasando de este modo de un estado oscuro -simbolizado por las "profundas cavernas" y "oscuro" - a un estado de "luz y color" (v. 18), donde se pasa de un estado de ceguera -"ciego" - a uno en el que se encuentra iluminado por la unión con Dios. Toda esta estrofa se recoge en una exclamación que expresa el entusiasmo por la consecución de esa unión mística.

A modo de conclusión se puede decir que hay una intensa pasión de amor divino y un deseo de fusión con el Amado, lo cual consigue mediante la experiencia de la unión mística.

Emplea el Santo un lenguaje limpio, natural y elegante -claramente renacentista- para resaltar con intensidad aquello que expresa el alma. Para mostrarnos su sentimiento, claramente inefable, utiliza metáforas y, sobre todo, símbolos; de ahí que se reconozca a este poeta místico como el creador de un lenguaje simbólico para expresar aquello que con simples palabras es prácticamente imposible de describir: el sentimiento de amor y fe.
El resumen, al final del comentario, que hace el mismo místico carmelita, confirma la búsqueda de Pinilla – que comparto- acerca del ser a partir de la sustancia del alma traspasada y cauterizada. Una remembranza del salmo (Sal 83,2) alude a la totalidad humana en el gozo de Dios y concluye con el tema de la libertad bajo la expresión con grande conformidad de las partes. Se sigue por tanto, “rompe la tela delgada de esta vida y no la dejes llegar a que la edad y años naturalmente la corten, para que te pueda amar desde luego con la plenitud y hartura que desea mi alma sin término ni fin”.
Monte Carmelo o Monte de perfección (1579)
Monte de Perfección o Monte Carmelo es el nombre con el que se conoce una serie de aproximadamente 60 dibujos que San Juan de la Cruz pergueñó para sus alumnos en Beas de Segura en torno a 1579. En ellos se resume lo más granado de  su doctrina, es un compendio gráfico y poético de la teología mística sanjuanista.
El dibujo, que figura más abajo, encabeza el comentario titulado Subida al Monte Carmelo (1578-85), del santo, un trabajo concebido, según su autor, para que tanto principiantes como aprovechados en la vida espiritual «...sepan desembarazarse de todo lo temporal, y no embarazarse con lo espiritual, y quedar en la suma desnudez y libertad de espíritu...».
Según Mora Zahonero (1949), “el tema del monte, como símbolo de ascenso (o viaje de la multiplicidad a la unidad) y de descenso (retorno de la unidad a la multiplicidad) a través de la escala de la contemplación, ha sido utilizado muchas veces en la tradición cristiana. No hay sino recordar la ascensión efectuada por Moisés al monte Sinaí, de la ascensión de Jacob a la montaña del Betel —la montaña donde Abraham intentara sacrificar a su primogénito— y de la montaña del Gólgota en la que fuera enterrado Adán y crucificado Jesús, montaña a través de la que discurre el vía crucis, que también constituye, dicho sea de paso, un mapa alegórico de las estaciones que atraviesa el sendero místico cristiano”.
“!La imagen del monte también resulta particularmente apropiada para ilustrar el hecho de que, si bien no todos los caminos conducen a la cumbre, sin embargo, los que llevan a ella van convergiendo y acercándose en la medida en que la montaña se hace más estrecha y escarpada. Otro punto fundamental que no podemos olvidar a la hora de acometer esta ascensión es que los buenos escaladores siempre van ligeros de equipaje.”
Tal era la importancia que san Juan de la Cruz atribuía a este gráfico que deseaba que figurase en el frontispicio de todas sus obras.
Analizando el dibujo, diré que la recta senda del ascenso aparece flanqueada por tres caminos:
-        el de la derecha, el camino mundano, señala sus peligros: poseer, gozo, saber, consuelo, descanso.
-        el de la izquierda marca también los peligros de un camino espiritual: gloria, gozo, saber, consuelo, descanso.
-        el camino central, el correcto.
            http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/0/0d/El_Monte_Carmelo.jpg/200px-El_Monte_Carmelo.jpg

Como nota de este gráfico el autor escribe: “Da avisos y doctrina, así a los principiantes como a los aprovechados, muy provechosa para que sepan desembarazarse de todo lo temporal y no embarazarse con lo espiritual, y queden en la suma desnudez y libertad de espíritu, la cual se requiere para la divina unión. Algunas de sus frases breves resumen bien su doctrina, como: «Niega tus deseos, y hallarás lo que desea tu corazón» y «El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande desnudez, y padecer por el Amado»”.
Ello queda explicado místicamente en estos versos:

1.     Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo
no quieras ser algo en nada.


2.     Para venir a lo que gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.


3.     Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo
has de dejarte del todo en todo,
y cuando lo vengas del todo a tener
has de tenerlo sin nada querer.


4.     En esta desnudez halla el
espíritu su descanso, porque no
comunicando nada, nada le fatiga hacia
arriba, y nada le oprime
hacia abajo, porque está en
el centro de su humildad.

Veamos ahora, para finalizar esta parte, algunos párrafos o frases en  los que o en las que Mora Zahonero” aprecia el trabajo de San Juan.
En lo que se refiere a los sustanciosos y brevísimos mensajes que completan el gráfico del Monte, podemos leer que el sendero central se denomina «senda estrecha de perfección» mientras que el camino lateral de la derecha se llama «camino del espíritu errado» y representa el burdo materialismo y la seguridad mundanas que nos traen a la memoria las múltiples alusiones a la renuncia que podemos hallar en las tradiciones espirituales del planeta.”
 “El alma —representada en el lenguaje místico por la imagen de la mujer o la esposa— va ascendiendo por la angosta senda del monte de la contemplación en busca del Esposo, el Amado, Cristo, el mediador entre el o ella y la esencia divina. Cristo es, en rigor, «el primer pontífice», es decir, el que sirve de puente.”
“El amor está conectado con la «gracia» divina —el agente fundamental de las noches pasivas del sentido y del entendimiento— y que nos remite al hecho de que el estado último de la contemplación no puede ser resultado del esfuerzo deliberado del yo. En la última fase de la práctica hay que renunciar a toda clase de esfuerzo personal y el fruto se logra solamente a través del completo abandono.”
Cerca de la cima del monte reina un completo silencio, el silentium divinum que, junto a la divina sapientia —o la sabiduría silenciosa de Dios—, es el lema que corona la contemplación. Son el silencio y la paz que impregnan la última parte de noche, poco antes de la madrugada, «...en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora», el silencio y la sabiduría que preceden a la unión transformante, el «matrimonio espiritual», la última morada del camino, y que acaece en la cima del Monte.
Por último, en lo más alto figura el lema Juge Convivium o Convite Eterno, aunque un significado alternativo podría ser el de «unión con la vida», pues el término «convite» significa etimológicamente «con la vida», porque la vida es el principio y el final de la búsqueda. No en vano también se alude a ella en la cita evangélica que hallamos al pie del Monte: «¡Cuán angosta es la puerta y estrecha la senda que lleva a la vida eterna! ¡Y son pocos los que dan con ella!».
“La Causa universal, dice San Juan, no tiene esencia, ni vida, ni razón, ni mente, ni posee cuerpo, ni figura, ni cualidad, ni cantidad... ni es nada de las cosas que son, ni posee el ser, ni nada posee... ni es palabra, ni intelige, ni habla, ni comprende... ni similitud, ni disimilitud; ni permanece, ni se mueve... ni posee la eternidad, ni tiene tiempo... ni ciencia, ni verdad... ni reino, ni sabiduría, ni la unidad, ni la divinidad, ni la bondad... ni es nada de las cosas que existen ni de las que no existen... ni existe en Él tiniebla ni luz, ni error ni verdad; ni en absoluto puede afirmarse de Él algo positivo o negativo... es trascendente más allá de cualquier negación, apareciendo simplísima por encima de todas las cosas y más allá de todo”.
S.S. el Papa Benedicto XVI, con la capacidad de síntesis que le caracteriza, me permite concluir citándolo con este texto: ”La doctrina  contenida en las obras principales del santo “nos ayudan a acercarnos a los puntos más destacados de su vasta y profunda doctrina mística, cuyo objetivo es describir un camino seguro para alcanzar la santidad, el estado de perfección al cual Dios nos llama a todos. Según Juan de la Cruz, todo lo que existe, creado por Dios, es bueno. A través de sus criaturas, nosotros podemos descubrir a aquel que en ellas ha dejado una huella de sí mismo. La fe, en cualquier caso, es la única fuente que se le da al hombre para conocer a Dios tal como es en sí mismo, como Dios uno y trino. Todo lo que Dios quería comunicar al hombre lo ha dicho en Jesucristo, su Palabra hecha carne. Él es el único y definitivo camino al Padre (cf. Jn 14, 6)”.
Cualquier cosa creada no es nada en comparación con Dios y nada vale fuera de él: en consecuencia, para alcanzar el amor perfecto de Dios, cualquier otro amor debe conformarse en Cristo al amor divino. De aquí deriva la insistencia de San Juan de la Cruz en la necesidad de la purificación y del vaciamiento interior para transformarse en Dios, que es la meta única de la perfección. Esta «purificación» no consiste en la simple carencia física de las cosas o de su uso; lo que hace al alma pura y libre, en cambio, es eliminar toda dependencia desordenada de las cosas. Hay que situar todo en Dios como centro y fin de la vida. El largo y fatigoso proceso de purificación exige el esfuerzo personal, pero el verdadero protagonista es Dios: todo lo que el hombre puede hacer es «estar dispuesto», estar abierto a la acción divina y no ponerle obstáculos. Viviendo las virtudes teologales, el hombre se eleva y da valor al propio compromiso. El ritmo de crecimiento de la fe, de la esperanza y de la caridad va al paso con la obra de purificación y con la progresiva unión con Dios hasta transformarse en él. Cuando se llega a esta meta, el alma se sumerge en la misma vida trinitaria, de modo que san Juan afirma que llega a amar a Dios con el mismo amor con el que él la ama, porque la ama en el Espíritu Santo. Por este motivo el doctor místico sostiene que no existe verdadera unión de amor con Dios si no culmina en la unión trinitaria. En este estado supremo al alma santa conoce todo en Dios y ya no debe pasar a través de las criaturas para llegar a él. El alma se siente entonces inundada por el amor divino y se alegra completamente en él.

Vigencia de su pensamiento y obra

Tanto la vida como las obras y sobre todo el pensamiento/doctrina de San Juan de la Cruz nos han dejado un importante legado que hoy alimenta a los cristianos en lo que a la mística se refiere y a los literatos no creyentes en lo que  respecta a la poesía.

En esta última parte del artículo voy a ofrecer unos pocos ejemplos de este legado.

La ciencia de la Cruz en San Juan.

Edith Stein en Scientia Crucis, última obra que escribió a partir de agosto de 1941, por encargo de sus superiores y para conmemorar el cuarto centenario del nacimiento de San Juan de la Cruz, nos ofrece –con su inteligencia filosófica y la experiencia mística que estaba viviendo como sor Teresa Benedicta de la Cruz- , una profundización teórica, además de lingüística y espiritual, de la expresión propia del Doctor Místico “noche oscura” que interpreta como scientia crucis.
Stein aclara que “no tomamos el nombre de ciencia en su sentido corriente: no se trata de pura teoría, es decir, de una suma de sentencias verdaderas o reputadas como tales, ni de un edificio ideal construido con pensamientos coherentes. Se trata de una verdad bien conocida, la teología de la Cruz, pero una verdad real y operante: como semilla que depositada en el centro del alma crece imprimiendo en ella un sello característico y determinado de tal manera sus actos y omisiones, que por ellos se manifiesta y hace cognoscible. En este sentido es como puede hablarse de ciencia de los santos y a él nos referimos cuando hablamos de ciencia de la Cruz”.

Origen y fundamento

La filósofa y santa nos recuerda que “el 28 de noviembre de 1568, Juan de Yepes, juntamente con otros dos compañeros, se comprometió a la observancia de la Regla primitiva y tomó como título de nobleza el sobrenombre de la Cruz. Era todo un símbolo de lo que andaba buscando al abandonar el Convento Carmelitano de Medina, deslindose con ello de la Observancia mitigada, cosa que ya anteriormente había procurado hacer viviendo conforme a la Regla primitiva, para lo cual había obtenido particular licencia. Así se manifestaba la característica especial de la Reforma: la vida de los carmelitas descalzos debía basarse en el seguimiento de Cristo al Calvario y en la participación en su Cruz”.


“Muchos creyentes se sienten atormentados, porque los hechos de la Salvación o nunca les han impresionado, o ya no les impresionan tanto como debieran, y ya no conservan para sus vidas la fuerza formativa de otros tiempos. La lectura de la vida de los santos les hace volver a la realidad y ver que donde la fe es en verdad viva, allí la doctrina de la fe y las grandes obras de Dios constituyen el núcleo de la vida; todo lo demás queda postergado y únicamente conserva su valor en cuanto está informado por aquellos. Es el realismo de los santos, que brota del sentimiento íntimo y fundamental del alma que se sabe renacida del Espíritu Santo. Cuanto en esa alma entra, ella lo acoge en forma adecuada y su correspondiente profundidad, y encuentra con ello una fuerza viva, impulsora y dispuesta a dejarse moldear, y no impedida por obstáculo ni entorpecimiento alguno, que se deja moldear, dirigir fácil y gozosamente por lo que ha recibido. Cuando un alma santa acepta a las verdades de la fe, éstas se le convierten en la Ciencia de los Santos. Y cuando su íntima forma está constituida por el misterio de la Cruz, entonces esa ciencia viene a ser la Ciencia de la Cruz.”

El mensaje de la Cruz

Stein considera los sufrimientos que el santo experimentó durante su vida  “como mensajes que le animan y preparan a llevar la Cruz”.

Lo que “comprendemos  simbólicamente bajo el nombre de Cruz, todas las cargas y sufrimientos de la vida, pueden considerarse como mensajes de la Cruz, ya que es precisamente por su medio como mejor se puede aprender esta ciencia”.

Cuando contaba Juan las aventuras que había tenido, “solía añadir que nunca había experimentado tanto consuelo, porque había sido tratado como el mismo Salvador y había podido probar la dulzura de la Cruz”.

“¡Cuánto debió sufrir no pudiendo decir Misa ni una sola vez en los nueve largos meses de prisión! El día del Corpus, día en que acostumbraba a pasar largas horas de oración arrodillado delante del Santísimo, hubo de quedarse sin decir Misa y sin comulgar”.

“Sentirse indefenso, entregado a la maldad de encarnizados enemigos, sufriendo en cuerpo y alma, separado de todo humano consuelo y hasta de la fuente de energía de la vida sacramental de la Iglesia, ¿podía darse una más dura escuela de la Cruz?


«¡Oh! quién pudiera aquí dar a entender y ejercitar y gustar qué cosa sea este consejo que nos da aquí el Señor...; aniquilación de toda suavidad en Dios, en sequedad, en sinsabor, en trabajo, lo cual es la pura cruz espiritual y desnudez de espíritu pobre de Cristo... Porque buscarse a sí en Dios es buscar los regalos y recreaciones de Dios; mas buscar a Dios en es no sólo querer carecer de eso y de esotro por Dios, sino inclinarse a escoger por Cristo todo lo más desabrido ahora de Dios, ahora del mundo; y esto es amor de Dios».

“La doctrina de la cruz que San Juan de la Cruz nos enseña no podría considerarse como ciencia de la Cruz en el sentido que damos a esta expresión, si tan sólo tuviese como base el entendimiento. Pero lleva el sello auténtico de la Cruz. Es una ramificación inmensa de un árbol cuyas raíces han penetrado en lo más profundo del alma y se alimentan de la sangre misma del corazón. Sus frutos los podremos contemplar en la vida del Santo.”

Resurgimiento del olvidado San Juan de la Cruz.

Esparza (1943) sostiene que ”lo cierto es que España no descubrió ese nuevo mundo prodigioso y apasionante de poesía, hasta que lo contemplaron, resplandeciente de claridad desconocida,  Menéndez  Pelayo  en  España, Peers en Inglaterra y Pfandl en Alemania . Para  honor nuestro hemos  de decir que fue nuestra sensibilidad, la de nuestro tiempo, la que vibró de emoción inenarrable  y efusiva  ante  la  lira del más grande poeta. En nuestra alma,  como  en  la  carabela  de Colón las primicias sorprendentes de nuevas tierras, llegó por primera vez hasta la conciencia humana el primor  también  sorprendente de aquella zona poética que parece desencajada  de  las  moradas celestes donde los coros de los ángeles pulsan las divinas arpas...”

“Y he aquí que aquellos versos y aquellas prosas que fueron escritas por  Fr.  Juan  de  la  Cruz,  a  ruego  de  frailes  y monjas y que por más de dos  siglos  no  merecieron  ni  siquiera  una  mención de recuento, lograron la suprema categoría, por parte  de  críticos, investigadores y sabios, que puede alcanzar una producción literaria.   Del  olvido  llegó,  vertiginosamente,  a  la  más  alta  cima de superación y en ella, desde entonces, fulgura con la llama misteriosa y atrayente de un encanto que cada lectura renueva.”

“He aquí el caso, verdaderamente excepcional, de este hombre, caso extraordinario, además, que toma proporciones desorbitadas porque pensadores racionalistas como Delacroix, Rousselot y Baruzi, entre otros, lo encumbran hasta el supino elogio, como filósofo y psicólogo original, por su doctrina de las Noches.”

Alberto Barrientos (1980),  en la presentación a las obras completas del santo, dice que el siglo xx ha sido el mejor lector de San Juan de la Cruz. Solamente en este siglo se han publicado más y mejores estudios sobre él que en los tres siglos anteriores. Y un dato curioso y revelador: han sido los estudiosos de  nuestros  días  los  que  le han dado el título de poeta, pensador, teólogo... “contemporáneo”. Una lectura rápida de la bibliografía sanjuanista y un oído atento a los acontecimientos religiosos de la actualidad nos descubren otra faceta insospechada en el pasado: la presencia de San Juan de la Cruz más allá de la Iglesia católica, más allá incluso del mundo cristiano.

Este panorama es a la vez motivo de satisfacción y de inquietud para los editores de sus obras. De satisfacción, porque buena parte de esta actualidad y universalidad del Santo es el fruto de anteriores y beneméritos esfuerzos editoriales; y de inquietud, porque ese público y ese pasado obligan a una continua superación.

San Juan de la Cruz tiene un público concreto, el s veterano y, sin duda, el s numeroso, el que busca en las obras del Santo la lección de un maestro para su vida práctica. Las inquietudes y esperanzas de este público van por otro camino: encontrar una edición que facilite la comprensión. Este público sería mucho s numeroso si Juan de la Cruz no arrastrara con su nombre varios tópicos disuasivos. Todos los tópicos llevan consigo una buencarga dverdad una exageracióde esa verdad que distorsiona la realidad. Que San Juan de la Cruz es un autor ascético que sacude sin contemplaciones las mismas raíces del hombre es algo que está patente en sus escritos; pero no lo es menos que ese ascetismo tiene sus raíces en la radicalidad del Evangelio, leído y vivido sin fáciles componendas, y que todo ese ascetismo no es, en su sistema, s que una parte de un proceso que busca únicamente  elevar  al  hombre  a  las s altas cotas de su  dignidad  y  grandeza.  Nadie  ha  hablado tan altamente del hombre, ni nadie ha hablado tanto  de  amor como San Juan de la Cruz.

Llabodclarificaciónde  ayuda  a  unlectura  máclara e  inteligente,  hsidla  finalidaque  sha  propuestFederico Ruiz en sus amplias introducciones y notas doctrinales. En las introducciones encontrará el lector un esquema claro y completo de toda la obra, que le prepara para una lectura s fácil del texto sanjuanista. Las notas doctrinales aclaran algunos puntos s oscuros de la lectura y sitúan en el hilo del esquema de la obra que, a veces, es fácil perder por las digresiones del autor o por una terminología que ya no nos es familiar.

Las actualizaciones de J.M. Ballester.

El Padre Ballester, luego de sus estudios e investigación, se ha esforzado en poner al alcance de cualquier lector una doctrina que, por su oscuridad, quedaba relegada a personas selectas: Cántico espiritual leído hoy, Subida del Monte Carmelo leída hoy, Noche oscura leída hoy, Llama de amor viva leída hoy, Las moradas leídas hoy, Vida de Teresa de Jesús leída hoy, Camino de Santa Teresa leído hoy, y Teresa de Jesús nos habla hoy. De esta suerte nos ha facilitado los secretos interiores que una autentica antropología y una clarividente teología no puede desconocer.

Como una muestra de lo dicho hago referencia a una de sus actualizaciones.

Noche oscura leída hoy (1980)

Hoy el mundo necesita místicos, porque tiene graves problemas, que sólo ellos pueden solucionar y San Juan de la Cruz ayuda a formar místicos.

Pero Ballester quieredestacar un fenómeno quizá llamado a revolucionar nuestra mentalidad ascética, excesivamente activista, eficaz e intelectualizada, en provecho de la mística, ya poner en luz de nuevo a nuestros místicos. Me refiero a la orientación oriental de muchos sectores occidentales, particularmente entre la juventud. Buscan allá, a impulsos del grito del ser humano, una mayor dosis de misticismo, que no encuentran en la religión que han visto demasiado formalista a veces y excesivamente dogmática, autosuficiente, dura, intransigente y maniquea. Y que ha perdido entre la hojarasca de los detalles la joya sustancial y principal”.

Gustave Thibon (1987)  “ve en esto una moda y un esnobismo en busca de lo exótico y lejano. Pero ese afán por lo novedoso puede tener y va a tener seguramente una feliz contrapartida, que es el conocer indirectamente a nuestros místicos, a quienes no conocieron por ser de casa y porque no se les supieron presentar, y porque, digámoslo todo, tuvieron mala prensa.”

“Si no me equivoco, dice Ballester, creo que vamos a encaramos afortunadamente con un acontecimiento de síntesis de dos culturas, de la que ambas pueden resultar enriquecidas.”

“El esfuerzo por injertar en nuestra mística cristiana la psicología y técnica orientales puede ser de una fecundidad enorme e insospechada. Y nótese que hablo de psicología y técnica, nunca de religión y teología.”

Es evidente que la finura, penetración inteligente, sagacidad y exquisitez con que los orientales dominan el funcionamiento de la mente y su interacción con el cuerpo por la experiencia de cinco mil años está muy por encima de lo que nosotros, occidentales, hemos conseguido y elaborado. Así lo han visto los Obispos de Asia, que, reunidos en Asamblea Plenaria para tratar el tema de la oración, han declarado: «Asia tiene mucho que dar a la auténtica espiritualidad cristiana: una oración ricamente desarrollada de toda la persona en unidad cuerpo-psyche-espíritu; oración de profunda interioridad e inmanencia; tradiciones de ascetismo y renuncia; técnicas de contemplación de las antiguas religiones orientales, como Zen y Yoga; formas de oración simplificadas, como el nam-japa y el bhajans, y otras expresiones profundas de fe y piedad de aquellas personas que con mente y corazón se dirigen fielmente a Dios en su vida cotidiana» (1978).

En una de sus reflexiones sobre la poesía francesa, Paul Claudel (1980) escribe la famosa parábola de Animus y Anima.Animus es el intelectual. Anima es la intuición, la originalidad, la fantasía creativa. Animus es pedante, vanidoso, tiránico. Anima es ignorante, jamás ha ido a la escuela, no la dejan hablar. El hombre occidental es acusadamente lógico, racionalista, voluntarista, crítico, intelectual; es más Animus que Anima. Su cultura ha sido desarrollada durante siglos en un ambiente donde Animus ejerce su influencia totalitaria”.

En la cultura del oriental, el pensamiento lógico-conceptual es olvidado para dar la primacía a estados de conciencia que caen más allá de lo puramente racional. En la base de la cultura oriental están la intuición, la familiaridad con lo inefable y misterioso, la experiencia que trasciende lo que es definible con exactitud y que materialmente se puede palpar, medir, contar.

San Juan de la Cruz, considerado por los orientales como un verdadero Yogui -el Yogui por excelencia-  nos conduce por esta senda con una diferencia de los orientales:él quiere que el alma se entregue al ocio santo cuando se sienta movida a ello por unos signos especiales, y no le permitirá adelantar esa hora divina.

Real Academia Española de la Lengua (1992)

El día 10 de mayo de 1992, el Excmo. Sr. Don Víctor García De La Concha en su discurso leído en su Recepción  Pública como miembro de la Real Academia  Española de la Lengua abordó como tema de su disertación “Filología y Mística: San Juan de la  Cruz, Llama de amor viva”.

En el inicio de su intervención hizo alusión a que Menéndez Pelayo señalaba que es por la  poesía mística en España la lengua castellana había merecido «Ser llamada lengua de ángeles».

 
La de San Juan de la Cruz, en concreto, le parecía tan «angélica, celestial y divina» que no creía «posible medirla con criterios literarios», si bien, añadía, «el autor era tan artista [...] que tolera y resiste este análisis».

Apenas si lo esbozaba él en unas líneas apretadas. Iba a desarrollarlo, en cambio, en un trabajo fundamental, otro académico eximio, el inolvidable don Dámaso Alonso, quien recataba la audacia del estudio acotando, humilde, que lo hacía «desde esta ladera». Era la ladera de la filología. Desde ella, con la autoridad que le prestaba su sabiduría, iba a sentenciar a propósito de Llama de amor viva: «¡Alta gloria haberse acercado oscuramente hacia el misterio, como nunca con voz de hombre, en el poema; haber intentado escudriñar claridades, como nadie, como nunca,  en  el comentario!»

“A medio siglo de distancia, el poema, «en su dificilísima sencillez», y el comentario, en la  bella «lucha desigual en que [con la experiencia mística y con su expresión lírica] enviscadamente se afana» , siguen  incitando al estudio integrador. No cabe afrontarlo más que desde esta ladera, porque desde ella avizoró Juan de la Cruz la otra. En el «Prólogo» a un libro sobre El Zohar, del místico medieval judío Moisés de León, decía don Miguel de Unamuno que la originalidad de una obra mística no está en su contenido racional sinoen el ruahh”, en el soplo sonoro, que es sustancia de la palabra. La mística -explicaba- es, en su mayor parte, filología, lingüística»”

“Merece la pena reflexionar un poco sobre la doble vertiente de la afirmación, la que contempla la tarea del místico escritor y la que desde ésta deriva hacia la lengua de un pueblo. Nadie ha definido mejor que San Juan de la Cruz la experiencia mística: «Y si lo queréis oír,  consiste esta summa sciencia  en un subido sentir de la divinal esencia; es obra de su clemencia hacer quedar no entiendo, toda sciencia trascendiendo». De ahí que él mismo afirme en la Declaración del poema «Llama de amor viva» que el lenguaje propio de cosas tan subidas «es entenderlo para sí y sentirlo y gozarlo y callarlo el que lo tiene» (Ll 2,21).”

La sola mención a Marcelino Menéndez Pelayo [8]Dámaso Alonso  y Fernández de las Redondas [9] nos da una idea de la importancia de San Juan de La Cruz  en los tiempos actuales.

Benedicto XVI (2011)

Benedicto XVI el 16 de febrero de 2011 en la Audiencia general en la Sala Pablo VI se  dirigió a los presentes diciendo:  “Queridos hermanos y hermanas, al final queda la pregunta: este santo, con su alta mística, con este árduo camino hacia la cima de la perfección, ¿tiene algo que decirnos también a nosotros, al cristiano normal que vive en las circunstancias de esta vida de hoy, o es un ejemplo, un modelo sólo para pocas almas elegidas que pueden realmente emprender este camino de la purificación, de la subida mística? Para encontrar la respuesta debemos ante todo tener presente que la vida de San Juan de la Cruz no fue un «volar en nubes místicas», sino que fue una vida muy dura, muy práctica y concreta, tanto como reformador de la Orden, donde encontró muchas oposiciones, como superior provincial, como en la cárcel de sus hermanos, donde estaba expuesto a insultos increíbles y a maltratos físicos. Fue una vida dura, pero precisamente en los meses pasados en la cárcel escribió una de sus obras más hermosas. Y así podemos entender que el camino con Cristo, ir con Cristo, «el Camino», no es un peso añadido al ya suficientemente duro fardo de nuestra vida, no es algo que haga más pesada esta carga, sino que es una cosa totalmente distinta, es una luz, una fuerza, que nos ayuda a llevar este peso. Si un hombre lleva dentro de sí un gran amor, este amor le da casi alas, y soporta más fácilmente todas las molestias de la vida, porque lleva en sí esta gran luz; esta es la fe: ser amado por Dios y dejarse amar por Dios en Jesucristo. Este dejarse amar es la luz que nos ayuda a llevar el peso de cada día. Y la santidad no es una obra nuestra, muy difícil, sino precisamente esta «apertura»: abrir las ventanas de nuestra alma para que la luz de Dios pueda entrar; no olvidar a Dios porque precisamente en la apertura a su luz se encuentra fuerza, se encuentra la alegría de los redimidos. Oremos al Señor para que nos ayude a encontrar esta santidad, dejarse amar por Dios, que es la vocación de todos y la verdadera redención”.

Carmelitas Descalzos (OCD)

La Orden de Carmelitas Descalzos fue fundada por Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz en 1562  y  fue aprobada en  1593 por Clemente VIII.

Actualmente se divide en tres ramas:  monjas contemplativas, frailes y hermanos terceros o seglares. Hay también desiertos de ermitaños.

La finalidad esencial, tanto para la Orden Religiosa como para la Orden Seglar, es la consecución de la perfección evangélica mediante el compromiso profesional de tender a ella en castidad pobreza y obediencia.

Ahora surge un nuevo tipo de servicio apostólico peculiar al que se da prioridad: el apostolado o la pastoral de la espiritualidad. Abierto a las necesidades de la Iglesia y a los desafíos del mundo de hoy, hay que dar el primer lugar a este servicio apostólico. Esta es la forma concreta de ofrecer, en la corresponsabilidad con la vida consagrada, una colaboración más eficaz a la Iglesia a partir de nuestra identidad carmelitano-teresiana.

El P. Camilo Maccise, Prepósito General de la Orden, señala que  “Estamos llamados a ofrecer a las Iglesias locales y a nivel de la Iglesia universal, una colaboración específica a semejanza de la de los frailes y monjas del Carmelo Teresiano: testimoniar y transmitir las riquezas de la experiencia de Dios y de la vida de oración como apertura a la trascendencia, fuente de esperanza y de compromiso, terreno de diálogo con las confesiones cristianas y con las grandes religiones”.

 

Orden Seglar de los Carmelitas Descalzos OCDS


La tercera expresión de la Orden de los Carmelitas Descalzos no nace por decreto, es una floración de la misma Orden. La Iglesia concede a las almas selectas que desean vivamente una vida de perfección, y por circunstancias especiales no se consideran llamadas al claustro, el singular privilegio de poder agregarse al Instituto Religioso, con tal que observen una Regla más suave y fácil, sin necesidad de alejarse del mundo, ni dejar a sus parientes, ni descuidar las obligaciones que contraen al vivir en el siglo.

En efecto es una asociación de laicos que se comprometen a procurar la perfección evangélica en el mundo, inspirando y nutriendo su vida cristiana con la espiritualidad y la orientación del Carmelo.

Los laicos de la OCDS buscan vivir el carisma carmelitano teresiano en el medio del mundo, en la familia, en el trabajo y en las circunstancias normales de la vida civil, gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según las enseñanzas de Jesús en el Evangelio y conforme al carisma de Santa Teresa de Jesús. Siguen las huellas de Teresa sobre la oración e intentan vivirla como amistad con Dios, allí donde se encuentran, pues “el verdadero amante en todas las partes ama y se acuerda del Amado”. Pero también la viven en la liturgia, en la escucha de la Palabra de Dios, en los sacramentos y en devoción a la Virgen del Carmen, modelo de la vida cristiana y carmelitana.

Este es el apostolado que en todos los sentidos que el Concilio Vaticano II y el Papa Juan Pablo II han enfatizado en los documentos. Apostolicam Actuositatem y Chistifideles Laici.

Algunos  miembros de la Orden se expresan a sí de su opción: “Algunos ingresan también en conventos dedicados al estudio y difusión de la personalidad de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, dentro de sus funciones en la Iglesia Católica.” “Otros sentimos el fuerte deseo de acercarnos a esta espiritualidad teresiana, manteniendo nuestras ocupaciones laborales y familiares.” “Recibimos formación y guía espiritual y de oración en distintas parroquias del Carmelo Descalzo y, como dice la Santa “… nos hacemos espaldas” en el camino de seguir las huellas de Cristo.”
II Encuentro CICLA Bolivariana OCDS
La Conferencia Interregional Carmelitano-Teresiana para Latinoamérica (CICLA) es un organismo permanente, formado por las circunscripciones de la Orden de los Carmelitas Descalzos, existentes en América. Su finalidad es la comunicación y cooperación entre las demarcaciones que la componen, en los diversos campos de la vida y acción de la Orden: formación, pastoral, promoción de la espiritualidad, entre otros.
En el 2011 se llevó a cabo el II Encuentro que reunió a las delegaciones de Bolivia, Ecuador y Perú. Fue  en Lima del  8 al 12 de agosto  donde CICLA se reafirmó en las propuestas de la I CICLA Bolivariana realizada en Quito, Ecuador, en Agosto del 2009, que siguen teniendo validez en todas sus partes y que deben ser recordadas por cada una de las circunscripciones. Además se llegó a importantes conclusiones y recomendaciones.
Amor y Cruz
Jesús Martí Ballester abrió en 1965 el surco de una nueva Institución en el seno de la Iglesia: la obra «Amor y Cruz  », que en gran parte se inspira en la doctrina de San Juan de la Cruz. Su meta consiste en formar hombres y mujeres de sólida oración y de una fe firme y profunda. Hoy la Iglesia necesita personas que sean verdaderos orantes en espíritu y verdad y se conviertan en verdaderos maestros de oración.



Concluyo este artículo recordando con Ballester (1980) que Pablo VI, en la audiencia general del 14 de agosto de 1969, propugnaba la necesidad de retornar a la oración personal: «Porque debemos reconocer que la irreligiosidad de tantas personas de nuestro tiempo hace muy difícil el encender la plegaria cil, espontánea, jubilosa, en las mentes de nuestros contemporáneos

Y el mismo Papa el 22 de agosto de 1973 se lamentaba de que «No se quiere orar ya; no se sabe orar; muchísimas gentes no rezan, y por motivos terribles, pero falsos. Conocemos la gravedad de esta afirmación, la cual se refiere a la gran polémica con el ateísmo práctico y con el ateísmo teórico de nuestra época».

Pues bien San Juan de la Cruz  resume toda su tesis en que el hombre deje de ser carnal y se haga espiritual, en que de humano se transforme en divino. Toda esta inmensa tarea la realiza Dios en el hombre en el crisol de la oración contemplativa, que el Doctor Místico designa con el mbolo que ha creado felizmente para ella: noche oscura.

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[1] El nombre de Juan es de origen hebreo  y etimológicamente significa Dios es misericordioso.

[2] En 1618 se publica la editio princeps de sus obras en Alcalá de Henares, aunque sin contener el Cántico espiritual. Fue reproducida en Barcelona en 1619. En 1622 se publicó en París por primera vez el Cántico en lengua francesa. La primera edición española con el Cántico incluido salió en Bruselas en 1627, por Juan Meerbeeck,  año en el que también apareció en Roma la primera versión italiana. El título Cántico espiritual figura por vez primera en la edición de Jerónimo de San José, publicada en Madrid en 1630.
Para muchos estudiosos, la mejor publicación de fue escrita por Fr. Jerónimo de San José O.C.D (Madrid, 1641), pero, no siendo aceptado por los superiores, no estaba incorporado en las crónicas del orden, y el autor perdió su posición de analista.
De sus obras no se conservan autógrafos ya que, a medida que las componía, se ayudaba de compañeros para copiarlas en limpio. Luego estas obras eran puestas a disposición de sus frailes y monjas que las volvían a copiar, siendo al final estas las que se han conservado.

[3] En el pireneo del Alto Aragón existe una  formación rocosa  que ha venido en llamarse Salto de Roldán  por cuanto, según  la leyenda,  cuando el carolingio Roldan se retiraba hacia Francia, fue rodeado en una de las peñas  y para deshacerse de sus perseguidores, espoleó a su caballo de tal suerte que -de un salto-  alcanzó la peña de enfrente dejando marcadas sus huellas en la propia roca.

[4] La mística designa un tipo de experiencia en que se llega al grado máximo de unión del alma humana con lo sagrado, con Dios, durante la existencia terrenal. Es un tipo de poesía a lo divino, esto es, a los referentes, cabe sobreponerles un sentido último y trascendental de carácter religioso.

[5] La filología se ocupa principalmente del estudio de los textos escritos, a través de los que  se intenta reconstruir, lo más fielmente posible, el sentido original de los mismos con el respaldo de la cultura que en ellos subyace.

[6] Existen dos versiones conocidas del Cántico Espiritual : el Cántico A que tiene 39 estrofas, y el Cántico B, más tardío, reelaborado por Juan de la Cruz con fines pedagógicos, teniendo una estrofa más.

Después de una polémica entre comentadores españoles y franceses alrededor de la autenticidad de la segunda versión, las traducciones francesas dan sólo el Cántico A. Las ediciones españolas  dan este como un esbozo y ponen al primer plano el Cántico B. 
En realidad, la segunda versión recupera lo esencial de la primera, pero extiende su amplitud a toda la vida espiritual y reorganiza su estructura.

Además, a través de las distintas imágenes que nos presenta, exalta elementos históricos, culturales y religiosos.

[7] Una de las características de la catequesis es la iniciación mistagógica, que significa básicamente dos cosas: la necesaria progresividad de la experiencia formativa donde interviene toda la comunidad y una renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana.

[8] Marcelino Menéndez Pelayo fue un polígrafo, político y erudito español, consagrado a la historia de las ideas, la crítica e historia de la literatura española e hispanoamericana 

[9] Dámaso Alonso y Fernández de las Redondas fue un literato y filólogo español, Director de la Real Academia Española, la Revista de Filología Española y miembro de la Real Academia de la Historia. Premio Miguel de Cervantes 1978.