EL DESARROLLO HISTÓRICO DE LA
EPISTEMOLOGÍA:
Epistemología (del griego, episteme, 'conocimiento'; logos, 'teoría'), rama de la filosofía
que trata de los problemas filosóficos que rodean la teoría del conocimiento.
La epistemología se ocupa de la definición del saber y de los conceptos
relacionados, de las fuentes, los criterios, los tipos de conocimiento posible
y el grado con el que cada uno resulta cierto; así como la relación exacta
entre el que conoce y el objeto conocido.
Problemas filosóficos griegos y medievales
En el siglo V a.C., los sofistas griegos cuestionaron
la posibilidad de que hubiera un conocimiento fiable y objetivo. Por ello, uno
de los principales sofistas, Gorgias, afirmó que nada puede existir en
realidad, que si algo existe no se puede conocer, y que si su conocimiento
fuera posible, no se podría comunicar. Otro sofista importante, Protágoras,
mantuvo que ninguna opinión de una persona es más correcta que la de otra,
porque cada individuo es el único juez de su propia experiencia. Platón,
siguiendo a su ilustre maestro Sócrates, intentó contestar a los sofistas dando
por sentado la existencia de un mundo de formas
o ideas, invariables e invisibles, sobre las que es posible adquirir un
conocimiento exacto y certero. Mantenía que las cosas que uno ve y palpa son
copias imperfectas de las formas puras estudiadas en matemáticas y filosofía.
Por consiguiente, sólo el razonamiento abstracto de esas disciplinas
proporciona un conocimiento verdadero, mientras que la percepción facilita
opiniones vagas e inconsistentes. Concluyó que la contemplación filosófica del
mundo oculto de las ideas es el fin más elevado de la existencia humana.
Aristóteles siguió a Platón al considerar el
conocimiento abstracto superior a cualquier otro, pero discrepó de su juicio en
cuanto al método apropiado para alcanzarlo. Aristóteles mantenía que casi todo
el conocimiento se deriva de la experiencia. El conocimiento se adquiere ya sea
por vía directa, con la abstracción de los rasgos que definen a una especie, o
de forma indirecta, deduciendo nuevos datos de aquellos ya sabidos, de acuerdo
con las reglas de la lógica. La observación cuidadosa y la adhesión estricta a
las reglas de la lógica, que por primera vez fueron expuestas de forma
sistemática por Aristóteles, ayudarían a superar las trampas teóricas que los
sofistas habían expuesto. Las escuelas estoica y epicúrea coincidieron con
Aristóteles en que el conocimiento nace de la percepción pero, al contrario que
Aristóteles y Platón, mantenían que la filosofía había de ser considerada como
una guía práctica para la vida y no como un fin en sí misma.
Después de varios siglos de declive del interés por
el conocimiento racional y científico, el filósofo escolástico (véase Escolasticismo) santo Tomás de
Aquino y otros filósofos de la edad media ayudaron a devolver la confianza en
la razón y la experiencia, combinando los métodos racionales y la fe en un
sistema unificado de creencias. Tomás de Aquino coincidió con Aristóteles en
considerar la percepción como el punto de partida y la lógica como el
procedimiento intelectual para llegar a un conocimiento fiable de la
naturaleza, pero estimó que la fe en la autoridad bíblica era la principal
fuente de la creencia religiosa.
Razón contra percepción
Desde el siglo XVII hasta finales del siglo XIX la
cuestión principal en epistemología contrastó la razón contra el sentido de
percepción como medio para adquirir el conocimiento. Para los racionalistas,
entre los más destacados el francés René Descartes, el holandés Baruch Spinoza
y el alemán, Gottfried Wilhelm Leibniz, la principal fuente y prueba final del
conocimiento era el razonamiento deductivo basado en principios evidentes o axiomas. Para los empiristas, empezando
por los filósofos ingleses Francis Bacon y John Locke, la fuente principal y
prueba última del conocimiento era la percepción.
Bacon inauguró la nueva era de la ciencia moderna
criticando la confianza medieval en la tradición y la autoridad y aportando
nuevas normas para articular el método científico, entre las que se incluyen el
primer grupo de reglas de lógica inductiva formuladas. Locke criticó la
creencia racionalista de que los principios del conocimiento son evidentes por
una vía intuitiva, y argumentó que todo conocimiento deriva de la experiencia,
ya sea de la procedente del mundo externo, que imprime sensaciones en la mente,
ya sea de la experiencia interna, cuando la mente refleja sus propias
actividades. Afirmó que el conocimiento humano de los objetos físicos externos
está siempre sujeto a los errores de los sentidos y concluyó que no se puede tener
un conocimiento certero del mundo físico que resulte absoluto.
El filósofo irlandés George Berkeley estaba de
acuerdo con Locke en que el conocimiento se adquiere a través de las ideas,
pero rechazó la creencia de Locke de que es posible distinguir entre ideas y
objetos. El filósofo escocés David Hume siguió con la tradición empirista, pero
no aceptó la conclusión de Berkeley de que el conocimiento consistía tan sólo
en ideas. Dividió todo el conocimiento en dos clases: el conocimiento de la
relación de las ideas —es decir, el conocimiento hallado en las matemáticas y
la lógica, que es exacto y certero pero no aporta información sobre el mundo— y
el conocimiento de la realidad —es decir, el que se deriva de la percepción.
Hume afirmó que la mayor parte del conocimiento de la realidad descansa en la
relación causa-efecto, y al no existir ninguna conexión lógica entre una causa
dada y su efecto, no se puede esperar conocer ninguna realidad futura con
certeza. Así, las leyes de la ciencia más certeras podrían no seguir siendo
verdad: una conclusión que tuvo un impacto revolucionario en la filosofía.
El filósofo alemán Immanuel Kant intentó resolver la
crisis provocada por Locke y llevada a su punto más alto por las teorías de
Hume; propuso una solución en la que combinaba elementos del racionalismo con
algunas tesis procedentes del empirismo. Coincidió con los racionalistas en que
se puede tener conocimiento exacto y certero, pero siguió a los empiristas en
mantener que dicho conocimiento es más informativo sobre la estructura del
pensamiento que sobre el mundo que se halla al margen del mismo. Distinguió
tres tipos de conocimiento: analítico a
priori, que es exacto y certero pero no informativo, porque sólo aclara lo
que está contenido en las definiciones; sintético
a posteriori, que transmite información sobre el mundo aprendido a partir
de la experiencia, pero está sujeto a los errores de los sentidos, y sintético a priori, que se descubre por
la intuición y es a la vez exacto y certero, ya que expresa las condiciones
necesarias que la mente impone a todos los objetos de la experiencia. Las
matemáticas y la filosofía, de acuerdo con Kant, aportan este último tipo de
conocimiento. Desde los tiempos de Kant, una de las cuestiones sobre las que
más se ha debatido en filosofía ha sido si existe o no el conocimiento
sintético a priori.
Durante el siglo XIX, el filósofo alemán Georg
Wilhelm Friedrich Hegel retomó la afirmación racionalista de que el
conocimiento certero de la realidad puede alcanzarse con carácter absoluto
equiparando los procesos del pensamiento, de la naturaleza y de la historia.
Hegel provocó un interés por la historia y el enfoque histórico del
conocimiento que más tarde fue realzado por Herbert Spencer en Gran Bretaña y
la escuela alemana del historicismo. Spencer y el filósofo francés Auguste
Comte llamaron la atención sobre la importancia de la sociología como una rama
del conocimiento y ambos aplicaron los principios del empirismo al estudio de
la sociedad.
La escuela estadounidense del pragmatismo, fundada
por los filósofos Charles Sanders Peirce, William James y John Dewey a
principios de este siglo, llevó el empirismo aún más lejos al mantener que el
conocimiento es un instrumento de acción y que todas las creencias tenían que
ser juzgadas por su utilidad como reglas para predecir las experiencias.
Epistemología en el siglo XX
A principios del siglo XX los problemas
epistemológicos fueron discutidos a fondo y sutiles matices de diferencia
empezaron a dividir a las distintas escuelas de pensamiento rivales. Se prestó
especial atención a la relación entre el acto de percibir algo, el objeto
percibido de una forma directa y la cosa que se puede decir que se conoce como
resultado de la propia percepción. Los autores fenomenológicos afirmaron que los
objetos de conocimiento son los mismos que los objetos percibidos. Los
neorrealistas sostuvieron que se tienen percepciones directas de los objetos
físicos o partes de los objetos físicos en vez de los estados mentales
personales de cada uno. Los realistas críticos adoptaron una posición
intermedia, manteniendo que aunque se perciben sólo datos sensoriales, como los
colores y los sonidos, éstos representan objetos físicos sobre los cuales
aportan conocimiento.
Un método para enfrentarse al problema de clarificar
la relación entre el acto de conocer y el objeto conocido fue elaborado por el
filósofo alemán Edmund Husserl. Perfiló un procedimiento elaborado, al que
llamó fenomenología, por medio del cual se puede distinguir cómo son las cosas
a partir de cómo uno piensa que son en realidad, alcanzando así una comprensión
más precisa de las bases conceptuales del conocimiento.
Durante el segundo cuarto del siglo XX surgieron dos
escuelas de pensamiento, ambas deudoras del filósofo austriaco Ludwig
Wittgenstein. Por una parte, la escuela del empirismo o positivismo lógico,
tuvo su origen en Viena, Austria, pero pronto se extendió por todo el mundo.
Los empiristas lógicos hicieron hincapié en que sólo hay una clase de
conocimiento: el conocimiento científico; que cualquier conocimiento válido
tiene que ser verificable en la experiencia; y, por lo tanto, que mucho de lo
que había sido dado por bueno por la filosofía no era ni verdadero ni falso,
sino carente de sentido. A la postre, siguiendo a Hume y a Kant, se tenía que
establecer una clara distinción entre enunciados analíticos y sintéticos. El
llamado criterio de verificabilidad del significado ha sufrido cambios como
consecuencia de las discusiones entre los propios empiristas lógicos, así como
entre sus críticos, pero no ha sido descartado.
La última de estas recientes escuelas de pensamiento,
englobadas en el campo del análisis lingüístico (véase Filosofía analítica) o en la filosofía del lenguaje
corriente, parece romper con la epistemología tradicional. Los analistas
lingüísticos se han propuesto estudiar el modo real en que se usan los términos
epistemológicos claves —términos como conocimiento,
percepción y probabilidad— y formular reglas definitivas para su uso con objeto
de evitar confusiones verbales. El filósofo británico John Langshaw Austin
afirmó, por ejemplo, que decir que un enunciado es verdadero no añade nada al
enunciado excepto una promesa por parte del que habla o escribe. Austin no
considera la verdad como una cualidad o propiedad de los enunciados o
elocuciones.
Sofistas (del griego sophi, 'experto', 'maestro artífice',
'hombre de sabiduría'), en su origen, nombre aplicado por los antiguos griegos
a los hombres eruditos, tales como los Siete Sabios de Grecia; en el siglo V
a.C., nombre que se daba a los maestros itinerantes que proporcionaban
instrucción en diversas ramas del conocimiento a cambio de unos honorarios
convenidos con antelación.
Personas que compartían puntos de vista filosóficos
mucho más amplios que los de una escuela, los sofistas popularizaron las ideas
de varios filósofos anteriores; pero, basándose en su interpretación de ese
pensamiento filosófico anterior, casi todos ellos concluyeron afirmando que la
verdad y la moral eran en esencia materias opinables. Así, en sus propias
enseñanzas tendían a enfatizar formas de expresión persuasivas, como el arte de
la retórica, que facilitaba a los discípulos técnicas útiles para alcanzar el
éxito en la vida, en especial en la vida pública.
Los sofistas gozaron de popularidad durante un
tiempo, sobre todo en Atenas; sin embargo, su escepticismo de la verdad
absoluta y la moral suscitó a la postre fuertes críticas. Sócrates, Platón y Aristóteles
pusieron en tela de juicio los fundamentos filosóficos de las enseñanzas de los
sofistas. Platón y Aristóteles les censuraron por aceptar dinero. Más tarde,
fueron acusados por el Estado de carecer de moral. Como consecuencia, la
palabra sofista adquirió un significado despectivo, al igual que el moderno
término sofisma, que puede ser definido como astuto y engañoso o como
argumentación o razonamiento falsos. No obstante, diversas corrientes
filosóficas han reivindicado el sofismo como un espíritu crítico, desde
mediados del siglo XX. Autores tan dispares como el apátrida de origen rumano,
Emil Michel Cioran, el español Fernando Savater y diversos teóricos del
postmodernismo han elaborado el gran elogio doctrinal del sofismo.
En último extremo, los sofistas fueron de importancia
menor en el desarrollo histórico del pensamiento filosófico occidental. Fueron,
sin embargo, los primeros en sistematizar la educación. Entre los principales
sofistas del siglo IV a.C. destacan Protágoras, Gorgias, Hipias de Elide y
Prodicus de Ceos.[1]
Protágoras (c. 480-c. 411 a.C.), filósofo
griego, nacido en Abdera, Tracia. En el 445 a.C. se estableció en Atenas, donde
llegó a ser amigo del estadista Pericles y consiguió gran fama como maestro y
filósofo. Fue el primer pensador en llamarse a sí mismo sofista y en enseñar a
cambio de dinero, recibiendo grandes sumas de sus alumnos. Enseñó gramática, retórica
e interpretación de la poesía. Sus obras principales, de las que sólo perduran
algunos fragmentos, fueron tituladas Verdad
y Sobre los dioses. El fundamento de
su reflexión fue la doctrina de que nada es bueno o malo, verdadero o falso, de
una forma categórica y que cada persona es, por tanto, su propia autoridad
última; esta creencia se resume en su frase: “El hombre es la medida de todas
las cosas”. Acusado de impiedad, Protágoras se exilió, pereciendo ahogado en el
transcurso de su viaje a Sicilia. Dos célebres diálogos de Platón, Teeteto y Protágoras, rebatieron las doctrinas de Protágoras.[2]
Gorgias (c. 485-c. 380 a.C.), retórico
griego y filósofo sofista. Nacido en Leontini, Sicilia, Gorgias ejerció como
embajador en Atenas en el 427 a.C., donde más tarde se estableció para
practicar y enseñar el arte de la retórica. Como retórico, fue de los primeros
en introducir la cadencia en la prosa y en utilizar lugares comunes en los
argumentos. Es el personaje del título del diálogo Gorgias de Platón, donde Sócrates discute sobre la retórica falsa y
verdadera, y sobre la retórica entendida como el arte de la adulación.
La filosofía de Gorgias es nihilista y está expresada
en tres proposiciones: nada existe; si algo existe, no puede ser conocido; si
algo existe y puede ser conocido, no puede ser comunicado. Las obras de Gorgias
que han llegado hasta nosotros son El
elogio a Helena y La apología de
Palamedes. Murió en Tesalia a la edad de 105 años.[3]
Sócrates (c. 470-c. 399 a.C.),
filósofo griego fundador de la filosofía moral, o axiología que ha tenido gran peso en la filosofía occidental por su
influencia sobre Platón. Nacido en Atenas, hijo de Sofronisco, un escultor, y
de Fenareta, una comadrona, recibió una educación tradicional en literatura,
música y gimnasia. Más tarde, se familiarizó con la retórica y la dialéctica de
los sofistas, las especulaciones de los filósofos jonios y la cultura general
de la Atenas de Pericles. Al principio, Sócrates siguió el trabajo de su padre;
realizó un conjunto de estatuas de las tres Gracias, que estuvieron en la
entrada de la Acrópolis hasta el siglo II a.C. Durante la guerra del
Peloponeso contra Esparta, sirvió como soldado de infantería con gran valor en
las batallas de Potidaea en el 432-430 a.C., Delio en el 424 a.C., y
Anfípolis en el 422 a.C.
Sócrates creía en la superioridad de la discusión
sobre la escritura y por lo tanto pasó la mayor parte de su vida de adulto en
los mercados y plazas públicas de Atenas, iniciando diálogos y discusiones con
todo aquel que quisiera escucharle, y a quienes solía responder mediante
preguntas. Un método denominado mayéutica, o arte de alumbrar los espíritus, es
decir, lograr que el interlocutor descubra sus propias verdades. Según los
testimonios de su época, Sócrates era poco agraciado y corto de estatura,
elementos que no le impedían actuar con gran audacia y gran dominio de sí
mismo. Apreciaba mucho la vida y alcanzó popularidad social por su viva
inteligencia y un sentido del humor agudo desprovisto de sátira o cinismo.
Actitud hacia la política
Sócrates fue obediente con las leyes de Atenas, pero
en general evitaba la política, contenido por lo que él llamaba una advertencia
divina. Creía que había recibido una llamada para ejercer la filosofía y que podría
servir mejor a su país dedicándose a la enseñanza y persuadiendo a los
atenienses para que hicieran examen de conciencia y se ocuparan de su alma. No
escribió ningún libro ni tampoco fundó una escuela regular de filosofía. Todo
lo que se sabe con certeza sobre su personalidad y su forma de pensar se extrae
de los trabajos de dos de sus discípulos más notables: Platón, que atribuyó sus
propias ideas a su maestro y el historiador Jenofonte, un escritor prosaico que
quizá no consiguió comprender muchas de las doctrinas de Sócrates. Platón
describió a Sócrates escondiéndose detrás de una irónica profesión de
ignorancia, conocida como ironía socrática, y poseyendo una agudeza mental y un
ingenio que le permitían entrar en las discusiones con gran facilidad.
Enseñanzas
La contribución de Sócrates a la filosofía ha sido de
un marcado tono ético. La base de sus enseñanzas y lo que inculcó, fue la
creencia en una comprensión objetiva de los conceptos de justicia, amor y
virtud y el conocimiento de uno mismo. Creía que todo vicio es el resultado de
la ignorancia y que ninguna persona desea el mal; a su vez, la virtud es
conocimiento y aquellos que conocen el bien, actuarán de manera justa. Su lógica
hizo hincapié en la discusión racional y la búsqueda de definiciones generales,
como queda claro en los escritos de su joven discípulo, Platón, y del alumno de
éste, Aristóteles. A través de los escritos de estos filósofos Sócrates incidió
mucho en el curso posterior del pensamiento especulativo occidental.
Otro pensador y amigo influenciado por Sócrates fue Antístenes,
el fundador de la escuela cínica de filosofía. Sócrates también fue maestro de Aristipo,
que fundó la filosofía cirenaica de la experiencia y el placer, de la que
surgió la filosofía más elevada de Epicuro. Tanto para los estoicos como el
filósofo griego Epicteto, como para el filósofo romano Séneca el Viejo y el
emperador romano Marco Aurelio, Sócrates representó la personificación y la
guía para alcanzar una vida superior.
El juicio
Aunque fue un patriota y un hombre de profundas
convicciones religiosas, Sócrates sufrió sin embargo la desconfianza de muchos
de sus contemporáneos, a los que les disgustaba su actitud hacia el Estado
ateniense y la religión establecida. Fue acusado en el 399 a.C. de despreciar a
los dioses del Estado y de introducir nuevas deidades, una referencia al daemonion, o voz interior mística, a la
que Sócrates aludía a menudo. También fue acusado de corromper la moral de la
juventud, alejándola de los principios de la democracia y se le confundió con
los sofistas, tal vez a consecuencia de la caricatura que realizó de él el
poeta cómico Aristófanes en la comedia Las
nubes representándole como el dueño de una “tienda de ideas” en la que se
enseñaba a los jóvenes a hacer que la peor razón apareciera como la razón
mejor.
La Apología
de Platón recoge lo esencial de la defensa de Sócrates en su propio juicio; una
valiente reivindicación de toda su vida. Fue condenado a muerte, aunque la
sentencia sólo logró una escasa mayoría. Cuando, de acuerdo con la práctica
legal de Atenas, Sócrates hizo una réplica irónica a la sentencia de muerte del
tribunal proponiendo pagar tan sólo una pequeña multa dado el escaso valor que
tenía para el Estado un hombre dotado de una misión filosófica, enfadó tanto al
jurado que éste volvió a votar a favor de la pena de muerte por una abultada
mayoría.
Los amigos de Sócrates planearon su huida de la
prisión pero prefirió acatar la ley y murió por ello. Pasó sus últimos días con
sus amigos y seguidores, como queda recogido en la obra Fedón de Platón, y durante la noche cumplió su sentencia bebiendo
una copa de cicuta siguiendo el procedimiento habitual de ejecución. Estaba
casado con Jantipa, una mujer de reconocido mal genio y tenía tres hijos.[4]
Platón (c. 428-c. 347 a.C.), filósofo
griego, uno de los pensadores más creativos e influyentes de la filosofía
occidental.
Vida
Platón nació en el seno de una familia aristocrática
en Atenas. Su padre, Aristón, era al parecer, descendiente de los primeros
reyes de Atenas. Perictione, su madre, estaba emparentada con el legislador del
siglo VI a.C. Solón. Su padre murió cuando aún era un niño y su madre se volvió
a casar con Pirilampes, colaborador del estadista Pericles.
De joven, Platón tuvo ambiciones políticas pero se
desilusionó con los gobernantes de Atenas. Más tarde se proclamó discípulo de Sócrates,
aceptó su filosofía y su forma dialéctica de debate: la obtención de la verdad
mediante preguntas, respuestas y más preguntas. Aunque se trata de un episodio
muy discutido, que algunos estudiosos consideran un metáfora literaria sobre el
poder, Platón fue testigo de la muerte de Sócrates durante el régimen
democrático ateniense en el año 399 a.C. Temiendo tal vez por su vida, abandonó
Atenas algún tiempo y viajó a Italia, Sicilia y Egipto.
En el año 387 Platón fundó en Atenas la Academia,
institución a menudo considerada como la primera universidad europea. Ofrecía
un amplio plan de estudios, que incluía materias como astronomía, biología,
matemáticas, teoría política y filosofía. Aristóteles fue su alumno más
destacado.
Ante la posibilidad de conjugar la filosofía y la
práctica política, Platón viajó a Sicilia en el año 367 a.C. para ser tutor del
nuevo gobernante de Siracusa Dionisio el Joven. El experimento fracasó. Platón
regresó a Siracusa en el año 361 a.C., pero una vez más su participación en los
acontecimientos sicilianos tuvo poco éxito. Pasó los últimos años de su vida
dando conferencias en la Academia y escribiendo. Murió próximo a los 80 años en
Atenas en el año 348 o 347 a.C.
Obra
Los escritos de Platón adoptaban la forma de
diálogos, donde se exponían ideas filosóficas, se discutían y se criticaban en
el contexto de una conversación o un debate en el que participaban dos o más
personas. El primer grupo de escritos de Platón incluye 35 diálogos y 13
cartas. Se ha cuestionado la autenticidad de algunos diálogos y de la mayoría
de las cartas.
Primeros diálogos
Los diálogos se pueden dividir en tres etapas de
composición. La primera representa el intento que hizo Platón de comunicar la
filosofía y el estilo dialéctico de Sócrates. Algunos de esos diálogos tienen
el mismo argumento. Sócrates se encuentra con alguien que dice saber mucho,
manifiesta ser ignorante y pide ayuda al que afirma saber. Sin embargo,
conforme Sócrates empieza a hacer preguntas, se hace patente que quien se dice
sabio realmente no sabe lo que afirma saber y que Sócrates aparece como el más
sabio de los dos personajes porque, por lo menos, él sabe que no sabe nada. Ese
conocimiento, por supuesto, es el principio de la sabiduría. Dentro de este
grupo de diálogos se encuentran Cármides
(un intento por definir la templanza), Lisis
(una discusión sobre la amistad), Laques
(una búsqueda del significado del valor), Protágoras
(una defensa de la tesis de que la virtud es conocimiento y que es posible
aprenderla), Eutifrón (una
consideración sobre la naturaleza de la piedad), y el libro I de La República (una discusión sobre la
justicia).
Diálogos intermedios y últimos
Los diálogos de los periodos intermedio y último de
la vida de Platón reflejan su propia evolución filosófica. Las ideas de esas
obras se atribuyen al propio Platón, aunque Sócrates sigue siendo el personaje
principal en muchos diálogos. Los escritos del periodo intermedio abarcan los
de Gorgias (una reflexión sobre
distintas cuestiones éticas), Menón
(una discusión sobre la naturaleza del conocimiento), Apología (la defensa que hizo Sócrates de sí mismo durante el
juicio en el que fue acusado de ateísmo y corrupción de la juventud ateniense),
Crátilo (la defensa de Sócrates de la
obediencia a las leyes del Estado), Fedro
(escena de la muerte de Sócrates, en la que discute sobre la teoría de las
ideas, la naturaleza del alma y la cuestión de la inmortalidad), El Banquete (destacada realización
dramática de Platón que contiene varios discursos sobre la belleza y el amor) y
La República (máxima obra filosófica
de Platón, que es una detallada discusión sobre la naturaleza de la justicia).
Entre los trabajos del último periodo se encuentran Teeteto (una negación de que el
conocimiento tiene que ser identificado con el sentido de percepción), Parménides (una evaluación crítica de la
teoría de las ideas), Sofista (una
reflexión posterior sobre las ideas o las formas), Filebo (discusión sobre la relación entre el placer y el bien), Timeo (ideas de Platón sobre las
ciencias naturales y la cosmología), y Leyes
(un análisis más práctico de las cuestiones políticas y sociales).
Teoría de las ideas
En el centro de la filosofía de Platón está su teoría
de las formas o de las ideas. En el fondo, su idea del conocimiento, su teoría
ética, su psicología, su concepto del Estado y su perspectiva del arte deben
ser entendidos desde esta perspectiva.
Teoría del conocimiento
La teoría de las ideas de Platón y su teoría del
conocimiento están tan interrelacionadas que deben tratarse juntas. Influido
por Sócrates, Platón estaba persuadido de que el conocimiento se puede
alcanzar. También estaba convencido de dos características esenciales del
conocimiento. Primera, el conocimiento debe ser certero e infalible. Segunda,
el conocimiento debe tener como objeto lo que es en verdad real en contraste
con lo que lo es sólo en apariencia. Ya que para Platón lo que es real tiene
que ser fijo, permanente e inmutable, identificó lo real con la esfera ideal de
la existencia en oposición al mundo físico del devenir. Una consecuencia de
este planteamiento fue el rechazo de Platón del empirismo, la afirmación de que
todo conocimiento se deriva de la experiencia. Pensaba que las proposiciones
derivadas de la experiencia tienen, a lo sumo, un grado de probabilidad. No son
ciertas. Más aun, los objetos de la experiencia son fenómenos cambiantes del
mundo físico, por lo tanto los objetos de la experiencia no son objetos propios
del conocimiento.
La teoría del conocimiento de Platón se expone en La República, en concreto en su
discusión sobre la imagen de la línea divisible y el mito de la caverna. En la
primera, Platón distingue entre dos niveles de saber: opinión y conocimiento.
Las declaraciones o afirmaciones sobre el mundo físico o visible, incluyendo
las observaciones y proposiciones de la ciencia, son sólo opinión. Algunas de
estas opiniones están bien fundamentadas y otras no, pero ninguna de ellas
cuenta como conocimiento verdadero. El punto más alto del saber es el
conocimiento, porque concierne a la razón en vez de a la experiencia. La razón,
utilizada de la forma debida, conduce a ideas que son ciertas y los objetos de
esas ideas racionales son los universales verdaderos, las formas eternas o sustancias
que constituyen el mundo real.
El mito de la caverna describe a personas encadenadas
en la parte más profunda de una caverna. Atados de cara a la pared, su visión
está limitada y por lo tanto no pueden distinguir a nadie. Lo único que se ve
es la pared de la caverna sobre la que se reflejan modelos o estatuas de
animales y objetos que pasan delante de una gran hoguera resplandeciente. Uno
de los individuos huye y sale a la luz del día. Con la ayuda del sol, esta
persona ve por primera vez el mundo real y regresa a la caverna diciendo que
las únicas cosas que han visto hasta ese momento son sombras y apariencias y
que el mundo real les espera en el exterior si quieren liberarse de sus
ataduras. El mundo de sombras de la caverna simboliza para Platón el mundo
físico de las apariencias. La escapada al mundo soleado fuera de la caverna
simboliza la transición hacia el mundo real, el universo de la existencia plena
y perfecta, que es el objeto propio del conocimiento.
Naturaleza de las ideas
La teoría de las ideas se puede entender mejor en
términos de entidades matemáticas. Un círculo, por ejemplo, se define como una
figura plana compuesta por una serie de puntos, todos equidistantes de un mismo
lugar. Sin embargo, nadie ha visto en realidad esa figura.
Lo que la gente ha visto son figuras trazadas que
resultan aproximaciones más o menos acertadas del círculo ideal. De hecho,
cuando los matemáticos definen un círculo, los puntos mencionados no son
espaciales, sino lógicos. No ocupan espacio. No obstante, aunque la forma de un
círculo no se ha visto nunca —y no se podrá ver jamás— los matemáticos y otros
sí saben lo que es. Para Platón, por lo tanto, la forma de círculo existe, pero
no en el mundo físico del espacio y del tiempo. Existe como un objeto inmutable
en el ámbito de las ideas, que sólo puede ser conocido mediante la razón. Las
ideas tienen mayor entidad que los objetos en el mundo físico tanto por su
perfección y estabilidad como por el hecho de ser modelos, semejanzas que dan a
los objetos físicos comunes lo que tienen de realidad. Las formas circular,
cuadrada y triangular son excelentes ejemplos de lo que Platón entiende por
idea. Un objeto que existe en el mundo físico puede ser llamado círculo,
cuadrado o triángulo porque se parece (“participa de” en palabras de Platón) a
la idea de círculo, cuadrado o triángulo.
Platón hizo extensiva su teoría más allá del campo de
las matemáticas. En realidad, estaba más interesado en su aplicación en la
esfera de la ética social. La teoría era su forma de explicar cómo el mismo
término universal puede referirse a muchas cosas o acontecimientos
particulares. La palabra justicia, por ejemplo, puede aplicarse a centenares de
acciones concretas porque esos actos tienen algo en común, se parecen a,
participan de, la idea de justicia. Una persona es humana porque se parece a, o
participa de, la idea de humanidad. Si humanidad se define en términos de ser
un animal racional, entonces una persona es humana porque es racional. Un acto
particular puede considerarse valeroso o cobarde porque participa de esa idea.
Un objeto es bonito porque participa de la idea, o forma, de belleza. Por lo
tanto, cada cosa en el mundo del espacio y el tiempo es lo que es en virtud de
su parecido con su idea universal. La habilidad para definir el término
universal es la prueba de que se ha conseguido dominar la idea a la que ese
universal hace referencia.
Platón concibió las ideas de manera jerárquica: la
idea suprema es la de Dios, que, como el sol en el mito de la caverna, ilumina
todas las demás ideas. La idea de Dios representa el paso de Platón en la
dirección de un principio último de explicación. En el fondo, la teoría de las
ideas está destinada a explicar el camino por el que uno alcanza el
conocimiento y también cómo las cosas han llegado a ser lo que son. En lenguaje
filosófico, la teoría de las ideas de Platón es tanto una tesis epistemológica
(teoría del conocimiento) como una tesis ontológica (teoría del ser).
Teoría política
La República, la mayor obra política de
Platón, trata de la cuestión de la justicia y por lo tanto de las preguntas
¿qué es un Estado justo? y ¿quién es un individuo justo?.
El Estado ideal, según Platón, se compone de tres
clases. La estructura económica del Estado reposa en la clase de los
comerciantes. La seguridad, en los militares y el liderazgo político es asumido
por los filósofos-reyes. La clase de una persona viene determinada por un
proceso educativo que empieza en el nacimiento y continúa hasta que esa persona
ha alcanzado el máximo grado de educación compatible con sus intereses y
habilidades. Los que completan todo el proceso educacional se convierten en
filósofos-reyes. Son aquellos cuyas mentes se han desarrollado tanto que son
capaces de entender las ideas y, por lo tanto, toman las decisiones más sabias.
En realidad, el sistema educacional ideal de Platón está, ante todo,
estructurado para producir filósofos-reyes.
Platón asocia las virtudes tradicionales griegas con
la estructura de clase del Estado ideal. La templanza es la única virtud de la
clase artesana, el valor es la virtud de la clase militar y la sabiduría
caracteriza a los gobernantes. La justicia, la cuarta virtud, caracteriza a la
sociedad en su conjunto. El Estado justo es aquel en el que cada clase debe
llevar a cabo su propia función sin entrar en las actividades de las demás
clases.
Platón aplica al análisis del alma humana un esquema
semejante: la racional, la voluntad y los apetitos. Una persona justa es
aquella cuyo elemento racional, ayudado por la voluntad, controla los apetitos.
Existe una evidente analogía con la estructura del Estado anterior, en la que
los filósofos-reyes sabios, ayudados por los soldados, gobiernan el resto de la
sociedad.
Ética
La teoría ética de Platón descansa en la suposición
de que la virtud es conocimiento y que éste puede ser aprendido. Dicha doctrina
debe entenderse en el conjunto de su teoría de las ideas. Como ya se ha dicho,
la idea última para Platón es la idea de Dios, y el conocimiento de esa idea es
la guía en el trance de adoptar una decisión moral. Platón mantenía que conocer
a Dios es hacer el bien. La consecuencia de esto es que aquel que se comporta
de forma inmoral lo hace desde la ignorancia. Esta conclusión se deriva de la
certidumbre de Platón de que una persona virtuosa es realmente feliz y como los
individuos siempre desean su propia felicidad, siempre ansían hacer aquello que
es moral.
Arte
Platón tenía una idea antagónica del arte y del
artista aunque aprobara algunos tipos de arte religioso y moralista. Su enfoque
tiene que ver una vez más con su teoría de las ideas. Una flor bonita, por
ejemplo, es una copia o imitación de las ideas universales de flor y belleza.
La flor física es una reproducción de la realidad, es decir, de las ideas. Un
cuadro de la flor es, por lo tanto, una reproducción secundaria de la realidad.
Esto también significa que el artista es una reproducción de segundo orden del
conocimiento y, en realidad, la crítica frecuente de Platón hacia los artistas
era que carecían de un conocimiento verdadero de lo que estaban haciendo. La
creación artística, observó Platón, parecía tener sus raíces en una inspirada
locura.
Influencia
La influencia de Platón a través de la historia de la
filosofía ha sido inmensa. Su Academia existió hasta el año 529 a.C., en que
fue cerrada por orden del emperador bizantino Justiniano I, que se oponía a la
difusión de sus enseñanzas paganas. El impacto de Platón en el pensamiento
judío es obvio en la obra del filósofo alejandrino del siglo I Filón de
Alejandría. El neoplatonismo, fundado en el siglo III por el filósofo Plotino,
fue un importante desarrollo posterior de las ideas de Platón. Los teólogos Clemente
de Alejandría, Orígenes y san Agustín fueron los primeros exponentes cristianos
de una perspectiva platónica. Las ideas platónicas tuvieron un papel crucial en
el desarrollo del cristianismo y también en el pensamiento islámico medieval.
Durante el renacimiento, el primer centro de
influencia platónica fue la academia florentina, fundada en el siglo XV cerca
de Florencia. Bajo la dirección de Marsilio Ficino, los miembros de la academia
estudiaron a Platón en griego antiguo. En Inglaterra, el platonismo fue
recuperado en el siglo XVII por Ralph Cudworth y otros que se dieron a conocer
como la escuela de Cambridge. La influencia de Platón ha llegado al siglo XX de
la mano de pensadores como Alfred North Whitehead, que una vez le rindió
tributo al describir la filosofía como una simple 'serie de anotaciones de
Platón'.
Véase Idealismo; Metafísica.[5]
Aristóteles (384-322 a.C.), filósofo y
científico griego que comparte junto a Platón y Sócrates la distinción de ser
los filósofos más destacados de la antigüedad. Nacido en Estagira (Macedonia),
hijo de un médico de la corte real, Aristóteles se trasladó a Atenas a los 17
años para estudiar en la Academia de Platón. Permaneció en esta ciudad unos 20
años, primero como estudiante y más tarde como maestro.
A la muerte de Platón, acaecida en el año 347 a.C.,
Aristóteles partió para Assos, ciudad de Asia Menor en la que gobernaba un
amigo suyo, Hermias, al que Aristóteles sirvió de asesor, casándose además con
su sobrina e hija adoptiva, Pitia. Tras ser capturado y ejecutado Hermias a
manos de los persas en el 345 a.C., Aristóteles se trasladó a Pella, capital de
Macedonia, donde se convirtió en tutor del hijo menor del rey, Alejandro, que
para la historia sería conocido como Alejandro III el Magno. En el año 335
a.C., al acceder Alejandro al trono, regresó a Atenas y estableció su propia
escuela: el Liceo. Debido a que gran parte de las discusiones y debates se
desarrollaban mientras maestros y estudiantes paseaban por el Liceo, este
centro llegó a ser conocido como escuela peripatética. A raíz de la muerte de
Alejandro en el año 323 a.C. creció en Atenas un fuerte sentimiento antimacedonio,
con lo que Aristóteles se retiró a una propiedad familiar en Calcis, en la isla
de Eubea, donde moriría al año siguiente.
Obras
Al igual que Platón, en sus primeros años en la
Academia, Aristóteles utilizó muy a menudo la forma dialogada de razonamiento
aunque, al carecer del talento imaginativo de Platón, esta modalidad de
expresión no fue nunca de su pleno agrado. Si se exceptúan escasos fragmentos
mencionados en las obras de algunos escritores posteriores, sus diálogos se han
perdido por completo. Aristóteles escribió además algunas notas técnicas, como
es el caso de un diccionario de términos filosóficos y un resumen de las
doctrinas de Pitágoras; de estos apuntes sólo han sobrevivido algunos breves
extractos. Lo que sí ha llegado hasta nuestros días, sin embargo, son las notas
de clase que Aristóteles elaboraba para sus cursos, delimitados con gran esmero
y que cubrían casi todos los campos del saber y del arte. Los textos en los que
descansa la reputación de Aristóteles se basan en gran parte en estas
anotaciones que fueron recopiladas y ordenadas por sus editores posteriores.
Entre los textos existen tratados de lógica llamados Organon ('instrumento'), ya que
proporcionan los medios con los que se ha de alcanzar el conocimiento positivo.
Entre las obras que tratan de las ciencias naturales está la Física, que recoge amplia información
sobre astronomía, meteorología, plantas y animales. Sus escritos sobre la
naturaleza, alcance y propiedades del ser, que Aristóteles llamó primera filosofía, recibieron el nombre
de Metafísica en la primera edición
publicada de sus obras (c. 60 a.C.) debido a que en dicha edición aparecían
tras la Física. A su hijo Nicómaco
dedicaría su obra sobre la ética, llamada Ética
a Nicómaco. Otras obras esenciales son Retórica,
Poética (que ha llegado a nosotros
incompleta) y su Política (también
incompleta).
Métodos
Quizás debido a la influencia de su padre, que era
médico, la filosofía de Aristóteles hacía hincapié sobre todo en la biología,
frente a la importancia que Platón concedía a las matemáticas. Para Aristóteles
el mundo estaba compuesto por individuos (sustancias) que se presentaban en
tipos naturales fijos (especies). Cada individuo cuenta con un patrón innato
específico de desarrollo y tiende en su crecimiento hacia la debida
autorrealización como ejemplo de su clase. El crecimiento, la finalidad y la
dirección son pues aspectos innatos a la naturaleza, y aunque la ciencia
estudia los tipos generales, éstos, según Aristóteles, encuentran su existencia
en individuos específicos. La ciencia y la filosofía deben, por consiguiente,
no limitarse a escoger entre opciones de una u otra naturaleza, sino equilibrar
las afirmaciones del empirismo (observación y experiencia sensorial) y el
formalismo (deducción racional).
Una de las aportaciones características de la
filosofía de Aristóteles fue la nueva noción de causalidad. Los primeros
pensadores griegos habían tendido a asumir que sólo un único tipo de causa
podía ser explicatoria; Aristóteles propuso cuatro. (El término que usa
Aristóteles, aition, 'factor
responsable y explicatorio', no es sinónimo de causa en el sentido moderno que
posee esta palabra).
Estas cuatro causas son: la causa material, la
materia de la que está compuesta una cosa; la causa eficiente o motriz, la
fuente de movimiento, generación o cambio; la causa formal, que es la especie,
el tipo o la clase, y la causa final, el objetivo o pleno desarrollo de un
individuo, o la función planeada de una construcción o de un invento. Así pues,
un león joven está compuesto de tejidos y órganos, lo que constituiría la causa
material; la causa motriz o eficiente serían sus padres, que lo crearon; la
causa formal es su especie (león), mientras que la causa final es su impulso
innato por convertirse en un ejemplar maduro de su especie. En contextos
diferentes, las mismas cuatro causas se aplican de forma análoga. Así, la causa
material de una estatua es el mármol en que se ha esculpido, la causa eficiente
el escultor, la causa formal la forma que el escultor ha dado a la estatua
—Hermes o Afrodita, por ejemplo— y la causa final su función: ser una obra de
arte.
En todos los contextos Aristóteles insiste en que
algo puede entenderse mejor cuando se expresan sus causas en términos
específicos y no en términos generales. Por este motivo se obtiene más
información si se conoce que un escultor realizó la estatua que si apenas se
sabe que la esculpió un artista y se obtendrá aun más información si se sabe
que fue Policleto el que la cinceló que si tan sólo se conoce que fue un
escultor no especificado.
Aristóteles creía que su noción de las causas era la
clave ideal para organizar el conocimiento. Sus notas de clases son una
impresionante prueba de la fuerza de dicho esquema.
Doctrinas
En el resumen que aparece a continuación se pueden
apreciar algunos de los principales aspectos de las doctrinas o teorías del
pensamiento aristotélico.
Física o filosofía natural
En astronomía Aristóteles propone un Universo
esférico y finito que tiene a la Tierra como centro. La parte central está
compuesta por cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. En la Física de Aristóteles cada uno de estos
elementos tiene un lugar adecuado, determinado por su peso relativo o
"gravedad específica". Cada elemento se mueve, de forma natural, en
línea recta —la tierra hacia abajo, el fuego hacia arriba— hacia el lugar que
le corresponde, en el que se detendrá una vez alcanzado, de lo que resulta que
el movimiento terrestre siempre es lineal y siempre acaba por detenerse. Los
cielos, sin embargo, se mueven de forma natural e infinita siguiendo un
complejo movimiento circular, por lo que deben, conforme con la lógica, estar
compuestos por un quinto elemento, que él llama aither, elemento superior que no es susceptible de sufrir cualquier
cambio que no sea el de lugar realizado por medio de un movimiento circular. La
teoría aristotélica de que el movimiento lineal siempre se lleva a cabo a
través de un medio de resistencia es en realidad válida para todos los
movimientos terrestres observables. Aristóteles sostiene también que los
cuerpos más pesados de una materia específica caen de forma más rápida que
aquéllos que son más ligeros cuando sus formas son iguales, concepto equivocado
que se aceptó como norma hasta que el físico y astrónomo italiano Galileo llevó
a cabo su experimento con pesos arrojados desde la torre inclinada de Pisa.
Biología
En zoología Aristóteles propuso un conjunto fijo de
tipos naturales (especies), que se reproducen de forma fiel a su clase.
Aristóteles pensó que la excepción a esta regla la constituía la aparición
"por generación espontánea" de algunas moscas y gusanos "muy
inferiores" a partir de fruta en descomposición o estiércol. Los ciclos
vitales típicos son epiciclos: se repite el mismo patrón, aunque a través de
una sucesión lineal de individuos. Dichos procesos son por lo tanto un paso
intermedio entre los círculos inmutables de los cielos y los simples
movimientos lineales de los elementos terrestres. Las especies forman una
escala que comprende desde lo simple (con gusanos y moscas en el plano
inferior) hasta lo complejo (con los seres humanos en el plano más alto),
aunque la evolución no es posible.
Ética
Aristóteles creía que la libertad de elección del
individuo hacía imposible un análisis preciso y completo de las cuestiones
humanas, con lo que las "ciencias prácticas", como la política o la
ética, se llamaban ciencias sólo por cortesía y analogía. Las limitaciones
inherentes a las ciencias prácticas quedan aclaradas en los conceptos
aristotélicos de naturaleza humana y autorrealización. La naturaleza humana
implica, para todos, una capacidad para formar hábitos, pero los hábitos
formados por un individuo en concreto dependen de la cultura y opciones
personales repetidas de ese individuo. Todos los seres humanos anhelan la
"felicidad", es decir, una realización activa y comprometida de sus
capacidades innatas, aunque este objetivo puede ser alcanzado por muchos
caminos.
La Ética a
Nicómaco de Aristóteles es un análisis de la relación del carácter y la
inteligencia con la felicidad. Aristóteles distinguía dos tipos de
"virtud" o excelencia humana: moral e intelectual. La virtud moral es
una expresión del carácter, producto de los hábitos que reflejan opciones
repetidas. Una virtud moral siempre es el punto medio entre dos extremos menos
deseables. El valor, por ejemplo, es el punto intermedio entre la cobardía y la
impetuosidad irreflexiva; la generosidad, por su parte, constituiría el punto
intermedio entre el derroche y la tacañería. Las virtudes intelectuales, sin
embargo, no están sujetas a estas doctrinas de punto intermedio. La ética
aristotélica es una ética elitista: para él, la plena excelencia sólo puede ser
alcanzada por el varón adulto y maduro perteneciente a la clase alta y no por
las mujeres, niños, "bárbaros" (no griegos) o "mecánicos"
asalariados (trabajadores manuales), a los que Aristóteles se negaba a conceder
el derecho al voto.
Como es obvio en política es posible encontrar muchas
formas de asociación humana. Decidir cuál es la más idónea dependerá de las
circunstancias, como por ejemplo los recursos naturales, la industria, las
tradiciones culturales y el grado de alfabetización de cada comunidad. Para
Aristóteles la política no era un estudio de los estados ideales en forma
abstracta, sino más bien un examen del modo como los ideales, las leyes, las
costumbres y las propiedades se interrelacionan en los casos reales. Así,
aunque aprobaba en aquel tiempo la institución de la esclavitud, moderaba su
aceptación aduciendo que los amos no debían abusar de su autoridad, ya que los
intereses de amo y esclavo son los mismos. La biblioteca del Liceo contenía una
colección de 158 constituciones, tanto de Estados griegos como extranjeros. El
propio Aristóteles escribió la Constitución
de Atenas como parte de la colección, obra que estuvo perdida hasta 1890,
año en que fue redescubierta. Los historiadores han encontrado gracias a este
texto muy valiosos datos para reconstruir algunas fases de la historia
ateniense.
Lógica
En lógica, Aristóteles desarrolló reglas para
establecer un razonamiento encadenado que, si se respetaban, no producirían
nunca falsas conclusiones si la reflexión partía de premisas verdaderas (reglas
de validez). En el razonamiento los nexos básicos eran los silogismos:
proposiciones emparejadas que, en su conjunto, proporcionaban una nueva
conclusión. En el ejemplo más famoso, "Todos los humanos son
mortales" y "Todos los griegos son humanos", se llega a la
conclusión válida de que "Todos los griegos son mortales". La ciencia
es el resultado de construir sistemas de razonamiento más complejos. En su
lógica, Aristóteles distinguía entre la dialéctica y la analítica; para él, la dialéctica
sólo comprueba las opiniones por su consistencia lógica. La analítica, por su
parte, trabaja de forma deductiva a partir de principios que descansan sobre la
experiencia y una observación precisa. Esto supone una ruptura deliberada con
la Academia de Platón, escuela donde la dialéctica era el único método lógico
válido, y tan eficaz para aplicarse en la ciencia como en la filosofía.
Metafísica
En su Metafísica,
Aristóteles abogaba por la existencia de un ser divino, al que se describe como
"Primer Motor", responsable de la unidad y significación de la
naturaleza. Dios, en su calidad de ser perfecto, es por consiguiente el ejemplo
al que aspiran todos los seres del mundo, ya que desean participar de la
perfección. Existen además otros motores, como son los motores inteligentes de
los planetas y las estrellas (Aristóteles sugería que el número de éstos era de
"55 o 47"). No obstante, el "Primer Motor" o Dios, tal y
como lo describe Aristóteles, no corresponde a finalidades religiosas, como han
observado numerosos filósofos y teólogos posteriores. Al "Primer
Motor", por ejemplo, no le interesa lo que sucede en el mundo ni tampoco
es su creador. Aristóteles limitó su teología, sin embargo, a lo que él creía
que la ciencia necesita y puede establecer.
Influencia
Tras la caída del Imperio romano las obras de
Aristóteles se perdieron en Occidente. Durante el siglo IX, los estudiosos
árabes introdujeron a Aristóteles, traducido al árabe, en el islam. De estos
estudiosos árabes que examinaron y comentaron la obra aristotélica, el más
famoso fue Averroes, filósofo hispanoárabe del siglo XII. En el siglo XIII el
Occidente latino renovó su interés por la obra de Aristóteles y santo Tomás de
Aquino halló en ella una base filosófica para orientar el pensamiento
cristiano, aunque su interpretación de Aristóteles fuera cuestionada en un
principio por las instancias eclesiásticas. En las primeras fases de este
redescubrimiento, la filosofía de Aristóteles fue tomada con cierto recelo, en
gran parte debido a la creencia de que sus enseñanzas conducían a una visión
materialista del mundo. Sin embargo, la obra de santo Tomás acabaría siendo
aceptada, continuando más tarde la filosofía del escolasticismo la tradición
filosófica fundamentada en la adaptación que santo Tomás hacía del pensamiento
aristotélico.
La influencia de la filosofía de Aristóteles ha sido
general, contribuyendo incluso a determinar el lenguaje moderno y el denominado
sentido común, y su concepto del "Primer Motor" como causa final ha
tenido un importante papel dentro de la teología. Antes del siglo XX decir
lógica significaba en exclusiva hacer referencia a la lógica aristotélica.
Hasta el renacimiento, e incluso después, tanto poetas como astrónomos
ensalzaron el concepto aristotélico del Universo. El estudio de la zoología
estuvo basado en la obra de Aristóteles hasta que, en el siglo XIX, el
científico británico Charles Darwin cuestionó la doctrina de la inmutabilidad
de las especies. En el siglo XX se ha producido una nueva apreciación del
método aristotélico y de su relevancia para la educación, el análisis de las
acciones humanas, la crítica literaria y el análisis político.
No sólo la disciplina de la zoología, sino el mundo
del saber en general, parece justificar el comentario realizado por Darwin,
quien llegó a afirmar que los héroes intelectuales de su época "eran
simples colegiales al lado del viejo Aristóteles".
Para una discusión de la Poética, véase Teatro y
arte dramático.[6]
Lógica (en griego, logos, 'palabra', 'proposición',
'razón'), ciencia que trata de los principios válidos del razonamiento y la
argumentación. El estudio de la lógica es el esfuerzo por determinar las
condiciones que justifican a una persona para pasar de unas proposiciones
dadas, llamadas premisas, a una conclusión que se deriva de aquéllas. La
validez lógica es la relación entre las premisas y la conclusión de tal forma
que si las premisas son verdaderas la conclusión es verdadera.
La validez de una proposición se tomará de la
veracidad de la conclusión. Si una de las premisas, o más, es falsa, la
conclusión de una proposición válida será falsa. Por ejemplo: "Todos los
mamíferos son animales de cuatro patas, todos los hombres son mamíferos, por lo
tanto, todos los hombres son animales de cuatro patas" es una proposición
válida que conduce a una conclusión falsa. Por otro lado, una proposición nula
puede, por casualidad, llegar a una conclusión verdadera. "Algunos
animales tienen dos patas; todos los hombres son animales, por lo tanto todos
los hombres tienen dos patas" representa una conclusión verdadera, pero la
proposición no lo es. Por lo tanto, la validez lógica depende de la forma que
adopta la argumentación, no su contenido. Si la argumentación fuera válida,
cualquier otro término podría sustituir a cualquiera de los casos utilizados y
la validez no se vería afectada. Al sustituir "cuatro patas" por
"dos patas" se comprueba que ambas premisas pueden ser verdaderas y
la conclusión falsa. Por lo tanto, la proposición no es correcta aunque posea
una conclusión verdadera.
Lógica aristotélica
Lo que ahora se conoce como lógica clásica o
tradicional fue por primera vez enunciada por Aristóteles, quien elaboró leyes
para un correcto razonamiento silogístico. Un silogismo es una proposición
hecha de una de estas cuatro afirmaciones posibles: "Todo A es B"
(universal afirmativo), "Nada de A es B" (universal negativo),
"Algo de A es B" (particular afirmativo), o "Algo de A no es
B" (particular negativo). Las letras sustituyen a palabras comunes como
"perro", "animal de cuatro patas", o "cosa
viviente", llamadas términos del
silogismo. Un silogismo bien formulado consta de dos premisas y una conclusión,
debiendo tener cada premisa un término en común con la conclusión y un segundo
término relacionado con la otra premisa. En lógica clásica se formulan reglas
por las que todos los silogismos bien construidos se identifican como formas
válidas o no válidas de argumentación.
Lógica moderna
A mediados del siglo XIX, los matemáticos británicos George
Boole y Augustus De Morgan abrieron un nuevo campo a la lógica, hoy conocido
como lógica simbólica o moderna, que más tarde fue desarrollada por el
matemático alemán Gottlob Frege y de un modo especial por los matemáticos
británicos Bertrand Russell y Alfred North Whitehead en Principia Matematica (3 vols., 1910-1913). El sistema lógico de
Russell y Whitehead cubre un espectro mayor de posibles argumentaciones que las
que se pueden encontrar en la lógica silogística. Introduce símbolos para
frases enteras y para las conjunciones que las unen, como "o",
"y", "si… entonces…". Cuenta con símbolos diferentes para
el sujeto lógico y el predicado lógico de una frase; y adjudica símbolos para
distinguir las clases, para los miembros de las clases y para las relaciones de
la pertenencia a una clase y la inclusión en una clase. También se aleja de la
lógica clásica en sus suposiciones de la existencia respecto a las cosas aludidas
en sus afirmaciones universales. La afirmación "Todo A es B"
significa en lógica moderna que "Si algo es A, entonces es B"; lo
que, a diferencia de la lógica tradicional, no significa que todo A existe.
Tanto la rama clásica como la moderna implican
métodos de lógica deductiva. En cierto sentido, las premisas de una proposición
válida contienen la conclusión, y la verdad de la conclusión se deriva de la
verdad de las premisas. También se han hecho esfuerzos para desarrollar métodos
de lógica inductiva como las que sostienen que las premisas conllevan una
evidencia para la conclusión, pero la verdad de la conclusión se deduce, sólo
con un margen relativo de probabilidad, de la verdad de la evidencia. La
contribución más importante a la lógica inductiva es la del filósofo británico John
Stuart Mill, quien en Sistema de lógica
(1843) estructuró los métodos de prueba que, según su interpretación, iban a
caracterizar la ciencia empírica. Este estudio ha desembocado, en el siglo XX,
en el campo conocido como filosofía de la ciencia. Muy relacionada con ésta se
encuentra la rama de las matemáticas llamada teoría de la probabilidad.
Tanto la lógica moderna como la clásica asumen en sus
formas más corrientes que cualquier proposición bien elaborada puede ser o
verdadera o falsa. En años recientes se han desarrollado sistemas de la llamada
lógica combinatoria: una afirmación puede tener un valor distinto a verdadero o
falso. En algunos supuestos es sólo un tercer valor neutro, en otros es un
valor de probabilidad expresado como una fracción que oscila entre 0 y 1 o
entre -1 y +1. También se han llevado a cabo serios trabajos por desarrollar
sistemas de lógica modal, con el objeto de representar las relaciones lógicas
entre las afirmaciones de posibilidad e imposibilidad, de necesidad y
contingencia. Otra vía es la que supone lógica deóntica: la investigación de
las relaciones lógicas entre órdenes o entre afirmaciones de obligación.
Áreas relacionadas
Muy relacionadas con la lógica se encuentran la semántica
o filosofía del lenguaje, que trata acerca del significado de las palabras y
frases; la epistemología, o teoría del conocimiento, que se ocupa de las
condiciones bajo las cuales las afirmaciones son verdaderas; y la psicología
del razonamiento, que se refiere a los procesos mentales que se siguen en el
curso de un razonamiento. Algunos tratados sobre lógica incluyen estas
materias, pero lo esencial de ese interés se ciñe a las relaciones lógicas
entre diversas afirmaciones contrapuestas.[7]
Escolasticismo, movimiento filosófico y
teológico que intentó utilizar la razón natural humana, en particular la
filosofía y la ciencia de Aristóteles, para comprender el contenido
sobrenatural de la revelación cristiana. Principal movimiento en las escuelas y
universidades medievales de Europa, desde mediados del siglo XI hasta mediados
del siglo XV, su ideal último fue integrar en un sistema ordenado tanto el
saber natural de Grecia y Roma como el saber religioso del cristianismo. El
término escolástica también se utiliza en un sentido más amplio para expresar
el espíritu y métodos característicos de ese momento de la historia de la
filosofía o cualquier otro espíritu o actitud similar hacia el saber
encontrados en otras épocas. El término escolástica, que en su origen designaba
a los maestros de las escuelas monásticas o catedralicias medievales, de las
que surgieron las universidades, acabó por aplicarse a cualquiera que enseñara filosofía
o teología en dichas escuelas o universidades.
Características principales
Los pensadores escolásticos sostuvieron una amplia
variedad de ideas tanto en filosofía como en teología. Lo que da unidad a todo
el movimiento escolástico son las metas comunes, las actitudes y los métodos
aceptados de un modo general por todos sus miembros. La principal preocupación
de los escolásticos no fue conocer nuevos hechos sino integrar el conocimiento
ya adquirido de forma separada por el razonamiento griego y la revelación
cristiana. Este interés es una de las diferencias más características entre la
escolástica y el pensamiento moderno desde el renacimiento.
El objetivo esencial de los escolásticos determinó
algunas actitudes comunes, de las que la más importante fue su convicción de la
armonía fundamental entre razón y revelación. Los escolásticos afirmaban que el
mismo Dios era la fuente de ambos tipos de conocimiento y la verdad era uno de
Sus principales atributos. No podía contradecirse a Sí mismo en estos dos
caminos de expresión. Cualquier oposición aparente entre revelación y razón
podía deberse o a un uso incorrecto de la razón o a una errónea interpretación
de las palabras de la revelación. Como los escolásticos creían que la
revelación era la enseñanza directa de Dios, ésta tenía para ellos un mayor
grado de verdad y certeza que la razón natural. En los conflictos entre fe
religiosa y razonamiento filosófico, la fe era siempre el árbitro supremo, la
decisión de los teólogos prevalecía sobre la de los filósofos. Después de
principios del siglo XIII, el pensamiento escolástico puso mayor énfasis en la
independencia de la filosofía en su campo propio. A pesar de todo, durante el
periodo escolástico la filosofía estuvo al servicio de la teología, no sólo
porque la verdad de la filosofía estaba subordinada a la de la teología, sino
también porque los teólogos utilizaban la filosofía para comprender y explicar
la revelación.
Esta postura de la escolástica chocó con la llamada
teoría de la doble verdad del filósofo y físico hispano-árabe Averroes. Su
teoría mantenía que la verdad era accesible tanto a la teología como a la
filosofía islámica pero que tan sólo la filosofía podía alcanzarla en su
totalidad. Por lo tanto, las llamadas verdades de la teología servían, para la
gente común, de expresiones imaginativas imperfectas de la verdad auténtica,
sólo accesible por la filosofía. Averroes sostenía que la verdad filosófica
podía incluso contradecir, al menos de una forma verbal, las enseñanzas de la
teología islámica.
Como resultado de su creencia en la armonía entre fe
y razón, los escolásticos intentaron determinar el ámbito preciso y las
competencias de cada una de estas facultades. Muchos de los primeros
escolásticos, como el eclesiástico y filósofo italiano san Anselmo, no lo
consiguieron y estuvieron convencidos de que la razón podía probar algunas
doctrinas procedentes de la revelación divina. Más tarde, en el momento de
esplendor de la escolástica, el teólogo y filósofo italiano santo Tomás de
Aquino estableció un equilibrio entre razón y revelación. Sin embargo, los
escolásticos posteriores a santo Tomás, empezando por el teólogo y filósofo
escocés Duns Escoto, limitaron cada vez más el campo de las verdades capaces de
ser probadas a través de la razón e insistieron en que muchas doctrinas
anteriores que se pensaba habían sido probadas por la filosofía tenían que ser
aceptadas sobre la base única de la fe. Una de las razones de esta limitación
fue que los escolásticos aplicaron los requisitos para la demostración
científica, recogidos al principio en el Organon
de Aristóteles, de una manera mucho más rigurosa que lo había hecho cualquiera
de los filósofos anteriores. Esos requisitos eran tan estrictos que el propio
Aristóteles rara vez fue capaz de aplicarlos en detalle más allá del campo de
las matemáticas. Esta tendencia desembocó de forma teórica en la pérdida de
confianza en la razón natural humana y en la filosofía, como quedó
caracterizada la primera época del renacimiento, y así lo asumieron los
primeros reformadores religiosos protestantes, como Martín Lutero.
Otra actitud común entre los escolásticos fue su
sometimiento a las llamadas autoridades, tanto en filosofía como en teología.
Esas autoridades eran los grandes maestros del pensamiento de Grecia y Roma y
los primeros Padres de la Iglesia. Los escolásticos medievales se impusieron a
sí mismos pensar y escribir mediante el estudio único e intensivo de los
autores clásicos, a cuya cultura y saber atribuían certezas inmutables. Tras
alcanzar su plena madurez de pensamiento y producir los primeros trabajos
originales de filosofía, siguieron citando a las autoridades para dar peso a
sus propias opiniones, aunque a estas últimas llegaban en muchos casos de
manera independiente. Críticas posteriores concluyeron de esta práctica que los
escolásticos eran meros compiladores o repetidores de sus maestros. En
realidad, los escolásticos maduros, como santo Tomás de Aquino o Duns Escoto,
fueron muy flexibles e independientes en su utilización de los textos de los
clásicos; a menudo con el fin de armonizar los textos con sus propias
posiciones, ofrecieron interpretaciones que eran difíciles de conciliar con las
intenciones y motivos inspiradores en los clásicos. El recurso a la cita de los
clásicos fue, en muchos casos, poco más que un ornamento estilístico para
empezar o finalizar la exposición de las propias opiniones e intentaba
demostrar que las ideas del exégeta eran continuidad del pasado y no simples
novedades. Novedad y originalidad de pensamiento no eran perseguidos de forma
deliberada por ninguno de los escolásticos sino más bien minimizadas lo más posible.
Los escolásticos consideraron a Aristóteles la máxima
autoridad filosófica, llamándole de modo habitual “el filósofo”. El primer
prelado y teólogo cristiano san Agustín fue su principal autoridad en teología,
tan sólo subordinado a la Biblia y a los concilios oficiales de la Iglesia. Los
escolásticos se adhirieron con mayor intensidad y sin ninguna crítica a las
doctrinas emitidas por la jerarquía eclesial al admitir las opiniones de
Aristóteles en materia de ciencias empíricas, como la física, la astronomía y
la biología. Su aceptación sin crítica debilitó a la escolástica y fue una de
las principales razones de su desdeñoso rechazo por parte de los investigadores
y sabios del renacimiento e incluso de mucho tiempo después.
Métodos comunes
Uno de los principales métodos de la escolástica fue
el uso de la lógica y el vocabulario filosófico de Aristóteles en la enseñanza,
la demostración y la discusión. Otro importante método fue enseñar un texto por
medio de un comentario de alguna autoridad aceptada. En filosofía, esa
autoridad era atribuida de un modo casi mecánico y procedimental a Aristóteles.
En teología, los textos principales eran la Biblia y el Sententiarum Libri Quatuor (Cuatro
libros de Sentencias) del teólogo y prelado italiano del siglo XII Pedro
Lombardo, una recopilación de las opiniones de los primeros Padres de la
Iglesia sobre problemas de teología. Los primeros escolásticos empezaron
asumiendo como ortodoxia intelectual el contenido de los textos que estaban
comentando. Poco a poco, conforme la práctica de la lectura fue desarrollando
su propio poder de crítica, introdujeron muchos comentarios suplementarios
sobre algunos puntos que el propio texto no cubría o no había resuelto de forma
adecuada. A partir del siglo XIII, esos comentarios suplementarios, que
expresaban el pensamiento personal de los maestros, se convirtieron en la parte
más amplia y trascendente de los textos, resultando así que la explicación
literal del texto era reducida a un simple pasaje de cada exégesis.
Junto con los comentarios contaba la técnica de
discusión por medio del debate público. Cada profesor de una universidad
medieval debía aparecer varias veces al año ante el cuerpo docente y los
alumnos, reunidos en asamblea, en un debate para defender los puntos cruciales
de sus propias enseñanzas frente a todo aquel que las pusiera en duda. Las
ideas de la lógica aristotélica se empleaban tanto en la defensa como en el
ataque. En el siglo XIII el debate público se convirtió en un instrumento
educativo flexible para estimular, probar y comunicar el progreso del
pensamiento en la filosofía y teología. Después de la mitad del siglo XIV, sin
embargo, la vitalidad del debate público decayó y se convirtió en un rígido
formalismo. Los participantes se sentían menos interesados en el contenido real
que en pequeños puntos de la lógica y nimias sutilezas del pensamiento. Este
tipo degradado de debate influyó mucho en dar una mala reputación a la
escolástica durante el renacimiento y posteriormente; en consecuencia muchos
pensadores modernos lo han considerado un mero mecanismo lógico pedante y
artificial.
Principales filósofos escolásticos
Entre los escolásticos más destacados de los siglos
XI y XII se encuentran san Anselmo; el filósofo, teólogo y profesor de lógica
Pedro Abelardo y el filósofo y clérigo Roscelino, que fundó la escuela de
filosofía conocida como nominalismo. Entre los pensadores judíos del mismo
periodo, el rabino, filósofo y físico Maimónides intentó armonizar la filosofía
aristotélica con la revelación divina como se entiende en el judaísmo, en un
espíritu similar al de los escolásticos cristianos. Los escolásticos de la
llamada edad de oro del siglo XIII incluyen a santo Tomás de Aquino y al
filósofo alemán san Alberto Magno, ambos pertenecientes a la orden de los
dominicos; al monje y filósofo inglés Roger Bacon, al prelado y teólogo
italiano san Buenaventura, y a Duns Escoto, todos pertenecientes a la orden de
los franciscanos y al sacerdote seglar belga del siglo XIII Henry de Ghent. El
nominalismo se convirtió en la escuela filosófica dominante del siglo XIV,
cuando la escolástica empezó a declinar. El nominalista más importante fue el
filósofo inglés Guillermo de Ockham, un gran lógico que atacó todos los
sistemas filosóficos de los escolásticos precedentes para mantener en cambio
que la razón humana y la filosofía natural tenían un campo de acción mucho más
limitado del que sus antecesores habían establecido.
Un renacer brillante pero breve del escolasticismo,
en particular en el campo de la teología, tuvo lugar en España en el siglo XVI,
sobre todo entre los dominicos, en la figura de Francisco de Vitoria, y entre
los jesuitas, como el teólogo y filósofo también español Francisco Suárez. Un
resurgir más general fue potenciado por el papa León XIII en 1879 con el
propósito de reconsiderar, a la luz de las necesidades modernas, los grandes
sistemas escolásticos del siglo XIII, sobre todo el tomismo, y de incorporar a
una reformulación moderna de estas doctrinas todas las contribuciones
verdaderas del pensamiento moderno. Este renacer, que a menudo se ha llamado
neoescolasticismo es una de las corrientes consolidadas del pensamiento
moderno. Los principales exponentes de este movimiento incluyen al pensador y
diplomático francés Jacques Maritain y al también francés, filósofo e
historiador de filosofía, Etienne Henri Gilson.[8]
Tomás de Aquino, Santo (1225-1274), a veces llamado
doctor angélico y el príncipe de los escolásticos, filósofo y teólogo italiano,
cuyas obras lo han convertido en la figura más importante de la filosofía
escolástica y uno de los teólogos sobresalientes del catolicismo.
Nació en una familia noble en Roccasecca (cerca de
Aquino, en Italia) y estudió en el monasterio benedictino de monte Cassino y en
la Universidad de Nápoles. Ingresó en la orden de los dominicos todavía sin
graduarse en 1243, el año de la muerte de su padre. Su madre, que se oponía a
la entrada de Tomás en una orden mendicante, le confinó en el castillo familiar
durante más de un año en un vano intento de hacerle abandonar el camino que
había elegido. Le liberó en 1245, y entonces Tomás viajó a París para completar
su formación. Estudió con el filósofo escolástico alemán Alberto Magno,
siguiéndole a Colonia en 1248. Porque Tomás era de poderosa constitución física
y taciturno, sus compañeros novicios le llamaban buey mudo, pero Alberto Magno
había predicho que "este buey un día llenará el mundo con sus
bramidos".
Primeros años
Tomás de Aquino fue ordenado sacerdote en 1250, y
empezó a impartir clases en la Universidad de París en 1252. Sus primeros
escritos, en particular sumarios y explicaciones de sus clases, aparecieron dos
años más tarde. Su primera obra importante fue Scripta super libros Sententiarum (c. 1256), que consiste en
comentarios sobre una obra influyente relacionada con los sacramentos de la
Iglesia, conocida como el Sententiarum
libri quatuor, del teólogo italiano Pedro Lombardo.
En 1256 a Tomás de Aquino se le concedió un doctorado
en teología y fue nombrado profesor de filosofía en la Universidad de París. El
papa Alejandro IV, que ocupó la silla pontificia desde 1254 hasta 1261, le
llamó a Roma en 1259, donde sirvió como consejero y profesor en la curia papal.
Regresó a París en 1268, y en seguida llegó a implicarse en una controversia
con el filósofo francés Siger de Brabant y otros seguidores del filósofo
islámico Averroes.
Estudio de Aristóteles y los averroístas
Para comprender la crucial importancia de esta
polémica en la evolución del pensamiento de Occidente, es necesario considerar
el contexto en que se produjo. Antes de Tomás de Aquino, el pensamiento
occidental había estado dominado por la filosofía de san Agustín, el gran Padre
y Doctor de la Iglesia occidental durante los siglos IV y V, quien consideraba
que en la búsqueda de la verdad se debía confiar en la experiencia de los
sentidos. A principios del siglo XIII las principales obras de Aristóteles
estuvieron disponibles en una traducción latina de la escuela de traductores de
Toledo, acompañadas por los comentarios de Averroes y otros eruditos islámicos.
El vigor, la claridad y la autoridad de las enseñanzas de Aristóteles
devolvieron la confianza en el conocimiento empírico, lo que originó la
formación de una escuela de filósofos conocidos como averroístas. Bajo el
liderazgo de Siger de Brabant, los averroístas afirmaban que la filosofía era
independiente de la revelación.
Esta postura amenazaba la integridad y supremacía de
la doctrina católica, apostólica romana y llenó de preocupación a los
pensadores ortodoxos. Ignorar a Aristóteles, tal como lo hacían los
averroístas, era imposible, y condenar sus enseñanzas era inútil. Tenía que ser
tenido en cuenta. San Alberto Magno y otros eruditos habían intentado hacer
frente a los averroístas, pero con poco éxito. Santo Tomás triunfó con
brillantez.
Reconciliando el énfasis agustino sobre el principio
humano espiritual con la afirmación averroísta de la autonomía del conocimiento
derivado de los sentidos, Tomás de Aquino insistía que las verdades de la fe y
las propias de la experiencia sensible, así como las presentadas por
Aristóteles, son compatibles y complementarias. Algunas verdades, como el
misterio de la encarnación, pueden ser conocidas sólo a través de la
revelación, y otras, como la composición de las cosas materiales, sólo a través
de la experiencia; aun otras, como la existencia de Dios, son conocidas a
través de ambas por igual. Así, la fe guía al hombre hacia su fin último, Dios;
supera a la razón, pero no la anula. Todo conocimiento, mantenía, tiene su
origen en la sensación, pero los datos sensibles pueden hacerse inteligibles
sólo por la acción del intelecto, que eleva el pensamiento hacia la aprehensión
de tales realidades inmateriales como el alma humana, los ángeles y Dios. Para
lograr la comprensión de las verdades más elevadas, aquellas con las que está
relacionada la religión, es necesaria la ayuda de la revelación. El realismo
moderado de santo Tomás afirmó los grandes conceptos de su sistema en el
pensamiento, en oposición al realismo extremo, el cual los proponía como
independientes del pensamiento humano. No obstante, admitía una base para los
universales en las cosas existentes en oposición al nominalismo y
conceptualismo. En su filosofía de la política, a pesar de reconocer el valor
positivo de la sociedad humana, se propone justificar la perfecta racionalidad
de la subordinación del Estado a la Iglesia.
Últimos años
Santo Tomás primero sugirió su opinión madurada en De unitate intellectus contra averroistas
(1270). Esta obra volvió la tendencia contra sus oponentes, quienes fueron censurados
por la Iglesia.
Santo Tomás dejó París en 1272 y se fue a Nápoles,
donde organizó una nueva escuela dominica. En marzo de 1274, mientras viajaba
para asistir al Concilio de Lyon, al que había sido enviado por el papa
Gregorio X, cayó enfermo. Murió el 7 de marzo en el monasterio cisterciense de
Fossanova.
Santo Tomás fue canonizado por el papa Juan XXII en
1323 y proclamado Doctor de la Iglesia por el papa Pío V en 1567. Su fiesta se
celebra el 28 de enero.
Valoración
Con más fortuna que ningún otro teólogo o filósofo,
santo Tomás organizó el conocimiento de su tiempo y lo puso al servicio de su
fe. En su esfuerzo para reconciliar fe con intelecto, creó una síntesis
filosófica de las obras y enseñanzas de Aristóteles y otros sabios clásicos: de
san Agustín y otros Padres de la Iglesia, de Averroes, Avicena, y otros
eruditos islámicos, de pensadores judíos como Maimónides y Solomon ben Yehuda
ibn Gabirol, y de sus predecesores en la tradición escolástica. Esta síntesis
la llevó en la línea de la Biblia y la doctrina católica.
El éxito de santo Tomás fue inmenso; su obra marca
una de las escasas grandes culminaciones en la historia de la filosofía.
Después de él, los filósofos occidentales sólo podían elegir entre seguirle con
humildad o inclinarse hacia alguna otra dirección diferente. En los siglos
posteriores a su muerte, la tendencia dominante y constante entre los
pensadores católicos fue adoptar la segunda alternativa. El interés en la
filosofía tomista empezó a restablecerse, sin embargo, hacia el final del siglo
XIX. En la encíclica Aeterni Patris (Del Padre eterno, 1879), el papa León XIII recomendaba que la
filosofía de santo Tomás fuera la base de la enseñanza en todas las escuelas
católicas. El papa Pío XII, en la encíclica Humani
generis (1950), afirmaba que la filosofía tomista es la guía más segura
para la doctrina católica y desaprobaba toda desviación de ella. El tomismo
permanece como una escuela importante en el pensamiento contemporáneo. Entre
los pensadores, católicos y no católicos, que han trabajado dentro del marco
tomista, han estado los filósofos franceses Jacques Maritain y Étienne Gilson.
Santo Tomás fue un autor prolífico en extremo, con
cerca de 800 obras atribuidas. Las dos más importantes son Summa contra Gentiles (1261-1264), un estudio razonado con la
intención de persuadir a los intelectuales musulmanes de la verdad del
cristianismo y la Summa theologica
(1265-1273), en tres partes (sobre Dios, la vida moral del hombre y Cristo), de
la que la última está inacabada.[9]
Descartes, René (1596-1650), filósofo,
científico y matemático francés, a veces considerado el fundador de la filosofía
moderna.
Nacido en La Haye, Turena, Descartes era hijo de un
miembro de la baja nobleza y pertenecía a una familia que había dado algunos hombres
doctos. A los ocho años le enviaron a la escuela jesuita de La Flèche en Anjou,
donde permaneció ocho años. Junto a los típicos estudios clásicos, Descartes
recibió enseñanzas de matemáticas y escolasticismo, con el propósito de
orientar la razón humana para comprender la doctrina cristiana. El catolicismo
ejerció una gran influencia en Descartes a lo largo de toda su vida. Cuando
concluyó sus estudios en la escuela, cursó derecho en la Universidad de
Poitiers, y se licenció en 1616. Sin embargo, nunca ejerció la profesión
jurídica; en 1618 entró al servicio del príncipe Mauricio I de Nassau-Orange,
con la intención de seguir la carrera militar. Descartes sirvió en otros
ejércitos, pero su interés se centró siempre en los problemas de las
matemáticas y la filosofía, a los que dedicó el resto de su vida.
Descartes peregrinó a Italia de 1623 a 1624 y
permaneció en Francia desde 1624 a 1628. En este periodo, se dedicó al estudio
de la filosofía y también realizó experimentos de óptica. En 1628, después de
vender sus propiedades en Francia, se trasladó a Holanda, donde vivió en
diferentes ciudades, Amsterdam, Deventer, Utrecht y Leiden.
Fue quizá durante los primeros años de su residencia
en Holanda cuando Descartes escribió su primera obra importante, Ensayos filosóficos, publicada en 1637.
La obra se compone de cuatro partes: un ensayo sobre geometría, otro sobre
óptica, un tercero sobre meteoros y el último, el Discurso del método, que describía sus especulaciones filosóficas.
Éste fue seguido por otros ensayos, entre ellos Meditaciones metafísicas (1641; revisado 1642) y Los principios de la filosofía, (1644).
El último volumen lo dedicó a la princesa Elizabeth Stuart de Bohemia, que
vivió en los Países Bajos y con quien Descartes había entablado una profunda
amistad. En 1649 Descartes fue invitado a la corte de Cristina de Suecia en
Estocolmo para dar a la reina clases de filosofía. Sin embargo, los rigores del
invierno del norte le provocaron en 1650 una neumonía que causó su muerte.
Filosofía
Descartes trató de aplicar a la filosofía los
procedimientos racionales inductivos de la ciencia, y en concreto de las
matemáticas. Antes de configurar su método, la filosofía había estado dominada
por el método escolástico, que se basaba por completo en comparar y contrastar
las opiniones de autoridades reconocidas. Rechazando este sistema, Descartes
estableció: “En nuestra búsqueda del camino directo a la verdad, no deberíamos
ocuparnos de objetos de los que no podamos lograr una certidumbre similar a las
de las demostraciones de la aritmética y la geometría”. Por esta razón
determinó no creer ninguna verdad hasta haber establecido las razones para
creerla. El único conocimiento seguro a partir del cual comenzó sus
investigaciones lo expresó en la famosa sentencia: Cogito, ergo sum, “Pienso, luego existo”. Partiendo del principio
de que la clara consciencia del pensamiento prueba su propia existencia,
mantuvo la existencia de Dios. Dios, según la filosofía de Descartes, creó dos
clases de sustancias que constituyen el todo de la realidad. Una clase era la
sustancia pensante, o inteligencia, y la otra la sustancia extensa, o física.
Ciencia
La filosofía de Descartes, a veces llamada
cartesianismo, le llevó a elaborar explicaciones complejas y erróneas de
diversos fenómenos físicos. Estas explicaciones, sin embargo, cobraron valor al
sustituir los vagos conceptos espirituales de la mayoría de los autores
clásicos por un sistema de interpretaciones mecánicas de los fenómenos físicos.
Aunque al principio estuvo próximo a la teoría de Copérnico sobre el Universo,
con su idea de un sistema de planetas giratorios moviéndose alrededor del Sol,
renunció a esta teoría cuando fue considerada herética por la Iglesia católica.
En su lugar ideó una doctrina de los vórtices o torbellinos de materia etérea,
en la que el espacio estaba pleno de materia, en diversos estados, girando
sobre el Sol.
En el campo de la fisiología, Descartes sostenía que
parte de la sangre era un fluido misterioso, que él llamó espíritu animal. Creía que el espíritu animal entraba en contacto
con la sustancia pensante en el cerebro y fluía a lo largo de los canales de
los nervios para animar los músculos y otras partes del cuerpo.
Los estudios de Descartes sobre óptica le llevaron al
descubrimiento de la ley fundamental de la reflexión; el ángulo de incidencia
es igual al ángulo de reflexión. Su ensayo sobre óptica fue el primero que
publicó una exposición de esta ley. El que Descartes tratara la luz como un
tipo de fuerza en un medio sólido, preparó el terreno para la teoría
ondulatoria de la luz.
Matemáticas
La contribución más notable que hizo Descartes a las
matemáticas fue la sistematización de la geometría analítica. Fue el primer
matemático que intentó clasificar las curvas conforme al tipo de ecuaciones que
las producen, y contribuyó también a la elaboración de la teoría de las
ecuaciones. Descartes fue el responsable de la utilización de las últimas
letras del alfabeto para designar las cantidades desconocidas y las primeras
letras para las conocidas. También inventó el método de los exponentes (como en
x2) para indicar las potencias de los
números. Además, formuló la regla, conocida como la ley cartesiana de los
signos, para descifrar el número de raíces negativas y positivas de cualquier
ecuación algebraica.[10]
Spinoza, Baruch (1632-1677), filósofo
racionalista y pensador religioso holandés, considerado como el exponente
moderno más completo del panteísmo. Nacido en Amsterdam de padres judíos
hispano-portugueses el 24 de noviembre de 1632, Spinoza recibió una educación
que ponía un gran énfasis en el estudio de las fuentes clásicas judías. Más
tarde, sin embargo, se apartó del judaísmo ortodoxo como consecuencia de sus
estudios de ciencias físicas y por el efecto que le produjeron los escritos del
filósofo inglés Thomas Hobbes y del científico y filósofo francés René
Descartes. Se apartó de la sinagoga y en 1656 fue excomulgado por los rabinos,
que le desterraron de Amsterdam.
Durante cinco años, Spinoza permaneció en las afueras
de la ciudad, puliendo lentes para vivir. Durante ese periodo escribió su
primer trabajo filosófico, Tractatus de
Deo et Homine Ejusque Felicitate (Tratado
de Dios, del hombre y de su felicidad), donde se prefiguran ya las líneas
maestras del que sería su sistema filosófico. El Tractatus Theologico-Politicus (Tratado
teológico-político) y la disertación De
Intellectus Emendatione (De la reforma
del entendimiento) quizá fueron escritos también en este periodo, aunque el
primero no se publicó hasta 1670 y el segundo hasta 1677. En 1661 se trasladó a
Rinjnsburg, ciudad cercana a Leiden, y dos o tres años más tarde a Voorburg, no
lejos de La Haya. Poco después, al trasladarse a La Haya, se le ofreció una
cátedra de filosofía occidental en la Universidad de Heidelberg. El responsable
de ello fue Charles Louis, el elector palatino. Sin embargo, Spinoza rechazó
esta responsabilidad, para poder mantenerse libre de cualquier restricción que
pudieran aplicar los teólogos sobre sus actividades intelectuales. También
rechazó una pensión que le ofreció el rey de Francia Luis XIV, a cambio de que
dedicara al monarca uno de sus trabajos.
Filosofía occidental
La más completa expresión de Spinoza es su gran obra Ethica Ordine Geometrico Demonstrata (Ética demostrada según el orden geométrico,
1674). De acuerdo con este tratado, el universo es idéntico a Dios, que es la
'sustancia' incausada de todas las cosas. El concepto de sustancia, que Spinoza
saca de los filósofos escolásticos, no es el de una realidad material, sino más
bien el de una entidad metafísica, una base amplia y autosuficiente de toda
realidad. Spinoza admitió la posible existencia de atributos infinitos de la
sustancia, pero mantuvo que tan sólo dos son accesibles a la mente humana, a
saber, la extensión, o el mundo de las cosas materiales, y la racionalidad. El
pensamiento y la extensión existen en una última realidad que es Dios, de quien
dependen. La causalidad, en el sistema de Spinoza, puede hallarse entre los
objetos individuales (es decir, entre los cuerpos físicos) en el atributo
extensión, o entre ideas individuales en el atributo pensamiento, pero no entre
objetos e ideas. Para explicar las aparentes interacciones causales entre
objetos e ideas, Spinoza propuso una teoría conocida como paralelismo, según la
cual cada idea tiene un complemento físico y, del mismo modo, cada objeto
físico tiene su correspondiente idea.
Spinoza explicó la individualidad de las cosas, ya
fueran objetos físicos o ideas, como modos particulares de sustancia. Todos los
objetos particulares son las formas de Dios, contenidas en el atributo
extensión; todas las ideas particulares son las formas de Dios contenidas en el
atributo pensamiento. Las formas son natura
naturata, "naturaleza creada" o naturaleza en la multiplicidad de
sus manifestaciones; la sustancia, o Dios, es natura naturans, "naturaleza que crea todo lo que hay" o
naturaleza en su unidad creativa, actuando como el factor determinante de sus
propias formas, las cuales son transitorias y su existencia adopta una forma
temporal; Dios es eterno y trasciende todos los cambios. Por consiguiente, las
cosas particulares, ya sean extensión o pensamiento, son finitas y efímeras.
Spinoza mantuvo, no obstante, que existía un mundo indestructible. Ese mundo no
se puede encontrar en el terreno de las cosas existentes sino en el de la
esencia. El intuitivo conocimiento humano de Dios es la fuente de un amor
espiritual de Dios (amor Dei
intellectualis), que a su vez es parte del amor en el que Dios se ama a sí
mismo.
El concepto de esencia de Spinoza está relacionado de
modo muy intenso con el concepto escolástico de 'verdadero' y con las ideas
arquetípicas formuladas por Platón, aunque se distingue de ambos en algunos
aspectos trascendentes. Spinoza concebía las esencias como hipostatizaciones (entidades conceptuales) del aspecto universal de
todas las cosas. La diferencia fundamental entre las existencias y las esencias
en la cosmología de Spinoza es que, mientras las primeras tienen su ser en el
tiempo, las segundas están fuera del ámbito temporal. Dado que la mortalidad
puede pertenecer en exclusiva al ámbito de las cosas sujetas a la ley del
tiempo, el ámbito de las esencias, al no hallarse sometido a las leyes del
tiempo, tiene que ser en consecuencia eterno. No obstante, el campo de las
esencias es un terreno de existencia inmanente.
Cada existencia tiene, como se ha indicado, un
carácter universal o esencial aunque para realizar ese carácter la cosa
existente tiene que trascender su propia forma intrínseca, es decir, liberarse
a sí misma de las limitaciones de su propia estructura. El terreno de las
esencias, por este principio, tiene una especie de ser en el ámbito de las
existencias (siendo el primero la inminente causa del segundo) aunque no
comparte su limitación temporal. La causalidad inmanente, de acuerdo con la metafísica
de Spinoza, significa autocausalidad, y aquello que es autodeterminado es
libre. Desde este razonamiento, Spinoza desarrolló su doctrina de la libertad
como un bien que sólo se puede alcanzar en el terreno de las esencias. La existencia
en sendos atributos (extensión y pensamiento) es esclavitud ya que cada cosa
existente está determinada por sus propias series causales y la forma de su ser
está determinada por ellas. Sólo en lo atemporal, en la existencia autocausada,
es decir en lo universal y lo inmanente, es posible la libertad completa; sólo
con la identificación con la sustancia, o Dios, se obtiene la inmortalidad y
con ella la paz.
Rechazo de lo tradicional
Spinoza rechazó la providencia y la libertad de la
voluntad, y su concepto de un dios impersonal fue recibido con hostilidad por
muchos de sus contemporáneos. Su posición en la historia de la filosofía es
única en muchos aspectos. No perteneció a ninguna escuela y no fundó ninguna.
Aunque en ciertos puntos su trabajo se basaba en el de algunos de sus
predecesores, muestra y afirma un individualismo tan acusado como para que se
le pueda considerar un simple continuador o epígono, incluso en el caso del
pensamiento de Descartes. Por la profundidad y la grandeza de sus ideas y su
notable capacidad de síntesis, Spinoza se sitúa junto a los mayores pensadores
filosóficos de todos los tiempos. Hasta un siglo después de su muerte, ocurrida
el 21 febrero de 1677, su pensamiento no obtuvo reconocimiento y, aunque su
sistema no consiguiera seguidores organizados, ha tenido, tal vez, la más
penetrante influencia de todos los filósofos modernos con la excepción de Immanuel
Kant. No sólo metafísicos sino también poetas como Johann Wolfgang von Goethe, William
Wordsworth y Percy Bysshe Shelley han consultado y estudiado los trabajos de
Spinoza en busca de inspiración y su pensamiento ha influido en el panteísmo
poético subyacente de muchas interpretaciones modernas de la naturaleza.[11]
Leibniz, Gottfried Wilhelm (1646-1716), también conocido como
barón Gottfried Wilhelm von Leibniz. Filósofo, matemático y estadista alemán,
considerado como uno de los mayores intelectuales del siglo XVII. Nacido en
Leizpig, se educó en las universidades de esta ciudad, de Jena y de Altdorf.
Desde 1666 (año en que fue premiado con un doctorado en leyes) trabajó para
Johann Philipp von Schönborn, arzobispo elector de Maguncia, en diversas tareas
legales, políticas y diplomáticas. En 1673, cuando cayó el régimen del elector,
Leibniz marchó a París. Permaneció allí durante tres años y también visitó
Amsterdam y Londres, donde dedicó su tiempo al estudio de las matemáticas, la ciencia
y la filosofía. En 1676 fue designado bibliotecario y consejero privado en la
corte de Hannover. Durante los 40 años siguientes, hasta su muerte, sirvió a
Ernesto Augusto, duque de Brunswick-Lüneburg, más tarde elector de Hannover, y
a Jorge Luis, elector de Hannover, después Jorge I, rey de Gran Bretaña.
Leibniz fue considerado un genio universal por sus
contemporáneos. Su obra aborda no sólo problemas matemáticos y filosofía, sino
también teología, derecho, diplomacia, política, historia, filología y física.
Matemáticas
La contribución de Leibniz a las matemáticas
consistió en enumerar en 1675 los principios fundamentales del cálculo infinitesimal.
Esta explicación se produjo con independencia de los descubrimientos del
científico inglés Isaac Newton, cuyo sistema de cálculo fue inventado en 1666.
El sistema de Leibniz fue publicado en 1684, el de Newton en 1687, y el método
de notación ideado por Leibniz fue adoptado universalmente (véase Signos matemáticos). En 1672
también inventó una máquina de calcular capaz de multiplicar, dividir y extraer
raíces cuadradas. Es considerado un pionero en el desarrollo de la lógica
matemática.
Filosofía
En la exposición filosófica de Leibniz, el Universo
se compone de innumerables centros conscientes de fuerza espiritual o energía,
conocidos como mónadas. Cada mónada
representa un microcosmos individual, que refleja el Universo en diversos
grados de perfección y evolucionan con independencia del resto de las mónadas.
El Universo constituido por estas mónadas es el resultado armonioso de un plan
divino. Los humanos, sin embargo, con su visión limitada, no pueden aceptar la
existencia de las enfermedades y la muerte como partes integrantes de la
armonía universal. Este Universo de Leibniz, “el mejor de los mundos posibles”,
es satirizado como una utopía por el autor francés Voltaire en su novela Cándido (1759).
Entre las obras filosóficas fundamentales de Leibniz
se incluyen Ensayos de Teodicea sobre la
bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal (2 vols., 1710),
Monadología (1714; publicado en latín
como Principia Philosophiae, 1721), y
Nuevo tratado sobre el entendimiento
humano (1703; pub. 1765). Los dos últimos influyeron mucho en los filósofos
alemanes del siglo XVIII, incluyendo a Christian von Wolff e Immanuel Kant.[12]
Locke, John (1632-1704), filósofo inglés,
fundador de la escuela del empirismo. Locke nació en el pueblo de Wrington, Somerset,
el 29 de agosto de 1632. Estudió en la Universidad de Oxford e impartió clases
de griego, retórica y filosofía moral en Oxford desde 1661 hasta 1664. En 1667
inició su relación con el estadista inglés Anthony Ashley Cooper, primer conde
de Shaftesbury, de quien fue amigo, consejero y médico. Shaftesbury consiguió
para Locke algunos cargos menores en el Gobierno. En 1669, en una de sus
funciones oficiales, Locke escribió una constitución para los propietarios de
la colonia de Carolina, en Norteamérica, pero nunca se aplicó. En 1675, después
de que el liberal Shaftesbury hubiera perdido el favor de la corona, Locke se
estableció en Francia. Regresó a Inglaterra en 1679, pero debido a su oposición
a la Iglesia católica romana, que contaba con el apoyo de la monarquía inglesa
de esa época, pronto tuvo que regresar al continente. Desde 1683 hasta 1688
vivió en Holanda, y tras la llamada Revolución gloriosa de 1688 y la
restauración del protestantismo, Locke regresó una vez más a Inglaterra. El
nuevo rey Guillermo III de Orange nombró a Locke para que desempeñara el
ministerio de Comercio en 1696, cargo del que dimitió en 1700 debido a una
enfermedad. Murió en Oates el 28 de octubre de 1704.
Empirismo
El empirismo de Locke hizo hincapié en la importancia
de la experiencia de los sentidos en la búsqueda del conocimiento en vez de la
especulación intuitiva o la deducción. La doctrina empirista fue expuesta por
primera vez por el filósofo y estadista inglés Francis Bacon a principios del
siglo XVII, pero Locke la dotó de una expresión sistemática en su Ensayo sobre el entendimiento humano
(1690). Afirmaba que la mente de una persona en el momento del nacimiento es
como una tabula rasa, una hoja en
blanco sobre la que la experiencia imprime el conocimiento, y no creía en la intuición
o teorías de las concepciones innatas. También mantenía que todos nacen buenos,
independientes e iguales. Véase Epistemología.
Teorías políticas
En la teoría política Locke criticó en sus dos Tratados sobre el gobierno civil (1690) la
teoría del derecho divino de los reyes y la naturaleza del Estado tal y como
estaba concebido por el filósofo y teórico político inglés Thomas Hobbes. En
resumen, Locke afirmó que la soberanía no reside en el Estado sino en la gente,
y que el Estado es supremo pero sólo si respeta la ley civil y la que él llamó
ley "natural".
Locke mantuvo más tarde que la revolución no sólo era
un derecho, sino, a menudo, una obligación y abogó por un sistema de control y
equilibrio en el Gobierno, que tenía que tener tres ramas, siendo la
legislativa más importante que la ejecutiva o la judicial. También creía en la
libertad religiosa y en la separación de la Iglesia y el Estado.
La influencia de Locke en la filosofía moderna ha
sido muy grande y, con su aplicación del análisis empírico a la ética, política
y religión, se convirtió en uno de los filósofos más importantes y
controvertidos de todos los tiempos. También escribió Pensamientos sobre la educación (1693) y Racionabilidad del cristianismo (1695).[13]
Berkeley, George (1685-1753), filósofo y clérigo
irlandés, considerado el fundador de la moderna escuela del idealismo. Berkeley
mantenía que no se puede concebir que la materia exista con independencia de la
mente; los fenómenos de los sentidos sólo pueden explicarse suponiendo que hay
un dios que provoca de forma continua la percepción en la mente humana.
Nacido en County Kilkenny, Irlanda, el 12 de marzo de
1685, estudió en el Trinity College de Dublín, de cuyo cuerpo docente llegó a
ser miembro en 1707. En 1710 publicó Los
principios del conocimiento humano. Al no convencer a la gente de su
teoría, publicó una versión más popular, Los
tres diálogos entre Hylas y Philonus, en 1713. Sus exposiciones de su filosofía
fueron consideradas como descabelladas por sus contemporáneos. Mientras tanto,
había sido ordenado diácono de la Iglesia anglicana de Irlanda y fue un
destacado pastor protestante. En 1728 viajó a Estados Unidos con intención de
crear una escuela misionera en Las Bermudas. Aunque abandonó su proyecto en
1732, tuvo mucha incidencia en la educación superior de este país, ayudando al
desarrollo de las universidades de Yale y Columbia y otras numerosas escuelas.
En 1734 fue nombrado obispo de Cloyne, donde permaneció hasta su retiro. Murió
el 14 de enero de 1753 en Oxford.
Berkeley desarrolló su teoría filosófica como una
respuesta al escepticismo y el ateísmo. Afirmaba que el escepticismo surge
cuando la experiencia o las sensaciones se encuentran desligadas de los
objetos, no dejando ningún camino posible para saber de ellos excepto a través
de las ideas. Para poner fin a esta disociación, una persona tiene que
reconocer que el "ser" de las cosas sensibles consiste sólo en que
son percibidas. Todo lo que es percibido es real, por eso las únicas cosas cuya
existencia se puede conocer son aquellas que se pueden percibir. Berkeley
insistió, no obstante, en que las cosas sí tienen una existencia fuera de la
mente humana y sus percepciones, pues las personas no pueden controlar las
ideas que tienen. En consecuencia, debe haber una mente en la que existan todas
las ideas, un onmipresente espíritu infinito, a saber, Dios, que lo percibe
todo.
El sistema filosófico de Berkeley eliminaba cualquier
posibilidad de conocimiento de un mundo externo material. A pesar de que su sistema
tuvo pocos seguidores, sus críticas a los razonamientos sobre un mundo separado
externo y al concepto de la materia fueron poderosas y han influido en los
filósofos posteriores.[14]
Hume, David (1711-1776), historiador y
filósofo escocés, que influyó en el desarrollo del escepticismo y el empirismo,
dos escuelas de filosofía. Nacido en Edimburgo, Lothian, el 7 de mayo de 1711,
Hume fue educado en su casa y en la Universidad de Edimburgo en la que se
inscribió con doce años. Tenía mala salud, y después de trabajar por un corto
periodo empleado en una casa de negocios de Bristol se instaló en Francia.
Vida y obra
De 1734 a 1737 Hume estudió con apasionamiento los
problemas de la filosofía especulativa. Durante este periodo escribió su obra
más importante, Tratado sobre la
naturaleza humana (3 volúmenes, 1739-1740), que constituye la síntesis de
su pensamiento. A pesar de su importancia, esta obra fue ignorada por el
público y, como dijo el propio Hume, “nació muerta”, tal vez por culpa de su
estilo abstruso. Las obras posteriores de Hume fueron escritas bajo las formas
más ligeras y populares en la época, ensayos y diálogos.
Después de la publicación de su Tratado, Hume volvió a las posesiones que su familia tenía en
Berwickshire, donde se ocupó de problemas de ética y economía política. Allí
escribió Ensayos morales y políticos
(2 volúmenes, 1741-1742), que obtuvieron un éxito inmediato. No consiguió su
nombramiento para la facultad de la Universidad de Edimburgo acaso porque, ya
desde los inicios de su trabajo, se le consideraba un escéptico en asuntos
religiosos. Hume fue tutor del enajenado marqués de Annandale y más tarde
auditor de guerra por efecto de una incursión militar británica en Francia. Sus
Ensayos filosóficos sobre el
entendimiento humano (más tarde llamados Investigación sobre el entendimiento humano) aparecieron en 1748.
Este libro, quizá su obra más conocida, es en la práctica un resumen de su Tratado.
Hume fijó su residencia en Edimburgo en 1751. En
1752, se publicaron sus Discursos
políticos, y al año siguiente, después de otro intento fallido por obtener
una cátedra en la universidad, fue nombrado titular de la Biblioteca de la
abogacía de la ciudad. Durante su estancia, que se prolongó durante doce años,
Hume trabajó ante todo en su obra de seis volúmenes Historia de Inglaterra, que apareció por entregas desde 1754 hasta
1762. De 1762 a 1765 fue secretario del embajador británico en París. Allí fue
exaltado en los círculos literarios parisinos y forjó su amistad con el
filósofo francés Jean-Jacques Rousseau, quien le acompañó en su regreso al
Reino Unido, pero éste, afectado por supuestas persecuciones imaginarias, acusó
a Hume de tramar contra él y la amistad se disolvió tras un intercambio de
mutuos reproches y denuncias públicas por parte de ambos. Después de trabajar
como subsecretario de Estado en Londres (1767-1768), Hume se retiró a
Edimburgo, donde pasó el resto de su vida. Murió el 25 de agosto de 1776. Su
autobiografía fue publicada con carácter póstumo en 1777, así como Diálogos sobre la religión natural
(1779). Hume había escrito los Diálogos
hacia 1750 pero ocultó su trabajo a causa de su naturaleza escéptica.
Las ideas de Hume
Las creencias filosóficas de Hume recibieron una gran
influencia del filósofo inglés John Locke y del obispo y filósofo irlandés George
Berkeley. Tanto Hume como Berkeley diferenciaban entre la razón y los sentidos.
Hume, sin embargo, fue más allá e intentó probar que la razón y los juicios
racionales son tan sólo asociaciones habituales con diferentes sensaciones o
experiencias.
Metafísica y epistemología
Hume dio un paso revolucionario en la historia de la
filosofía al rechazar la idea de causalidad, argumentando que “la razón nunca
podrá mostrarnos la conexión entre un objeto y otro si no es ayudada por la
experiencia y por la observación de su relación con situaciones del pasado.
Cuando la mente, por tanto, pasa de la idea o la impresión de un objeto, a la
idea o creencia en otro, no se guía por la razón, sino por ciertos principios
que asocian juntas las ideas de esos objetos y los relaciona en la
imaginación”. El rechazo de la causalidad implica también un rechazo de las
leyes científicas, que se basan en la premisa de que un hecho provoca otro de
forma necesaria y, como resulta predecible, siempre lo hará. Según la filosofía
de Hume, por tanto, el conocimiento de los hechos es imposible, aunque admitía
que en la práctica las personas tienen que pensar en términos de causa y efecto
y deben asumir la validez de sus percepciones para no enloquecer. También
admitía la posibilidad de conocimiento sobre las relaciones entre las ideas,
como las relaciones entre los números en matemáticas. El punto de vista
escéptico de Hume también negaba la existencia de la sustancia espiritual
defendida por Berkeley y de la “sustancia material” defendida por Locke. Yendo
aún más lejos, Hume negaba la existencia de una identidad del yo, argumentando
que como las personas no tienen una percepción constante de sí mismas como
entidades diferentes, no son más que “un conjunto o colección de diferentes
percepciones”.
Ética
En cuanto a la dimensión ética de su pensamiento,
Hume pensaba que los conceptos del bien y el mal no son racionales, sino que
nacen de una preocupación por la felicidad propia. El supremo bien moral, según
su punto de vista, es la benevolencia, un interés generoso por el bienestar
general de la sociedad que Hume definía como la felicidad individual.
Como historiador, Hume rompió con el tradicional
recuento cronológico de hazañas y hechos de Estado, e intentó describir las
fuerzas económicas e intelectuales que habían tenido importancia en la historia
de su país. Sus obras Historia de Gran
Bretaña (1754) e Historia de
Inglaterra (1759) se consideraron títulos clásicos durante muchos años.
Las contribuciones de Hume a la teoría económica, que
influyeron al filósofo y economista escocés Adam Smith y a otros economistas
posteriores, incluyen los conceptos de que la riqueza depende no sólo del
dinero sino también de las mercancías, así como su reconocimiento de los efectos
que las condiciones sociales tienen sobre la economía.[15]
Kant, Immanuel (1724-1804), filósofo alemán,
considerado por muchos como el pensador más influyente de la era moderna.
Vida
Nacido en Königsberg (ahora, Kaliningrado, Rusia) el
22 de abril de 1724, Kant se educó en el Collegium Fredericianum y en la
Universidad de Königsberg. En la escuela estudió sobre todo a los clásicos y en
la universidad, física y matemáticas. Tras la muerte de su padre, tuvo que
abandonar sus estudios universitarios y ganarse la vida como tutor privado. En
1755, ayudado por un amigo, reanudó sus estudios y obtuvo el doctorado.
Después, enseñó en la universidad durante 15 años, y dio conferencias primero
de ciencia y matemáticas, para llegar de forma paulatina a disertar sobre casi
todas las ramas de la filosofía.
Aunque las conferencias y escritos de Kant durante
este periodo le dieron reputación como filósofo original, no se le concedió una
cátedra en la universidad hasta 1770, cuando se le designó profesor de lógica y
metafísica. Durante los 27 años siguientes continuó dedicado a su labor
profesoral y atrayendo a un gran número de estudiantes a Königsberg. Las
enseñanzas religiosas nada ortodoxas de Kant, que se basaban más en el racionalismo
que en la revelación divina, le crearon problemas con el gobierno de Prusia y
en 1792 Federico Guillermo II, rey de esa nación, le prohibió impartir clases o
escribir sobre asuntos religiosos. Kant obedeció esta orden durante cinco años,
hasta la muerte del rey, y entonces se sintió liberado de su obligación. En
1798, ya retirado de la docencia universitaria, publicó un epítome donde se
contenía una expresión de sus ideas de materia religiosa. Murió el 12 de
febrero de 1804.
Filosofía de Kant
La piedra angular de la filosofía de Kant, a veces
llamada filosofía crítica, está recogida en su Crítica de la razón pura (1781), en la que examinó las bases del
conocimiento humano y creó una epistemología individual. Al igual que los
primeros filósofos, Kant diferenciaba los modos de pensar en proposiciones
analíticas y sintéticas. Una proposición analítica es aquella en la que el
predicado está contenido en el sujeto, como en la afirmación ‘las casas negras
son casas’. La verdad de este tipo de proposiciones es evidente, porque afirmar
lo contrario supondría plantear una proposición contradictoria. Tales
proposiciones son llamadas analíticas porque la verdad se descubre por el
análisis del concepto en sí mismo. Las proposiciones sintéticas, en cambio, son
aquellas a las que no se puede llegar por análisis puro, como en la expresión
‘la casa es negra’. Todas las proposiciones comunes que resultan de la
experiencia del mundo son sintéticas.
Las proposiciones, según Kant, pueden ser divididas
también en otros dos tipos: empírica, o a
posteriori, y a priori. Las
proposiciones empíricas dependen tan sólo de la percepción, pero las
proposiciones a priori tienen una
validez esencial y no se basan en tal percepción. La diferencia entre estos dos
tipos de proposiciones puede ser ilustrada por la empírica ‘la casa es negra’ y
la a priori ‘dos más dos son cuatro’.
La tesis de Kant en la Crítica
consiste en que resulta posible formular juicios sintéticos a priori. Esta posición filosófica es
conocida como transcendentalismo. Al explicar cómo es posible este tipo de
juicios, Kant consideraba los objetos del mundo material como incognoscibles en
esencia; desde el punto de vista de la razón, sirven tan sólo como materia pura
a partir de la cual se nutren las sensaciones. Los objetos, en sí mismos, no
tienen existencia, y el espacio y el tiempo pertenecen a la realidad sólo como
parte de la mente, como intuiciones con las que las percepciones son medidas y
valoradas.
Además de estas intuiciones, Kant afirmó que un
número de conceptos a priori,
llamados categorías, también existen. Dividió las categorías en cuatro grupos:
los relativos a la cantidad, que son unidad, pluralidad y totalidad; los
relacionados con la cualidad, que son realidad, negación y limitación; los que
conciernen a la relación, que son sustancia-y-accidente, causa-y-efecto y
reciprocidad; y los que tienen que ver con la modalidad, que son posibilidad,
existencia y necesidad. Las intuiciones y las categorías se pueden emplear para
hacer juicios sobre experiencias y percepciones, pero, según Kant, no pueden
emplearse para que se apliquen sobre ideas abstractas o conceptos cruciales
como libertad y existencia sin que lleven a inconsecuencias en la forma de
binomios de proposiciones contradictorias, o antinomias, en las que ambos
elementos de cada par pueden ser probados como verdad.
En la Metafísica
de la ética (1797) Kant describe su sistema ético, basado en la idea de que
la razón es la autoridad última de la moral. Afirmaba en sus páginas que los
actos de cualquier clase han de ser emprendidos desde un sentido del deber que
dictase la razón, y que ningún acto realizado por conveniencia o sólo por
obediencia a la ley o costumbre puede considerarse como moral. Kant describió
dos tipos de órdenes dadas por la razón: el imperativo
hipotético que dispone un curso dado de acción para lograr un fin
específico; y el imperativo categórico que dicta una trayectoria de actuación
que debe ser seguida por su exactitud y necesidad. El imperativo categórico es
la base de la moral y fue resumido por Kant en estas palabras claves: “Obra
como si la máxima de tu acción pudiera ser erigida, por tu voluntad, en ley
universal de la naturaleza”.
Las ideas éticas de Kant son el resultado lógico de
su creencia en la libertad fundamental del individuo, como manifestó en su Crítica de la razón práctica (1788). No
consideraba esta libertad como la libertad no sometida a las leyes, como en la
anarquía, sino más bien como la libertad del gobierno de sí mismo, la libertad
para obedecer en conciencia las leyes del Universo como se revelan por la
razón. Creía que el bienestar de cada individuo sería considerado, en sentido
estricto, como un fin en sí mismo y que el mundo progresaba hacia una sociedad
ideal donde la razón “obligaría a todo legislador a crear sus leyes de tal
manera que pudieran haber nacido de la voluntad única de un pueblo entero, y a
considerar todo sujeto, en la medida en que desea ser un ciudadano, partiendo
del principio de si ha estado de acuerdo con esta voluntad”. En su tratado La paz perpetua (1795) Kant aboga por el
establecimiento de una federación mundial de estados republicanos.
Kant ha tenido mayor influencia que ningún otro
filósofo de la era moderna. La filosofía kantiana, y en especial como la
desarrolló el filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, estableció los
cimientos sobre los que se edificó la estructura básica del pensamiento de Karl
Marx. El método dialéctico, utilizado tanto por Hegel como por Karl Marx, fue
un desarrollo del método de razonamiento articulado por antinomias que Kant
aplicó. El filósofo alemán Johann Fichte, alumno de Kant, rechazó la división
del mundo de su maestro en partes objetivas y subjetivas y elaboró una
filosofía idealista que también influyó de una forma notable en los socialistas
del siglo XIX. Uno de los sucesores de Kant en la Universidad de Königsberg, Johann
Friedrich Herbart, incorporó algunas de las ideas kantianas a sus sistemas de
pedagogía.
Otras obras
Además de sus trabajos sobre filosofía, Kant escribió
numerosos tratados sobre diversas materias científicas, sobre todo del área de
la geografía física. Su obra más importante en este campo fue Historia universal de la naturaleza y teoría
del cielo (1755), en la que anticipaba la hipótesis de la formación del
Universo a partir de una nebulosa originaria, hipótesis que fue más tarde
desarrollada por Pierre de Laplace.
Entre otros escritos de Kant figuran Prolegómenos a toda metafísica futura
(1783), Principios metafísicos de la
filosofía natural (1786), Crítica del
juicio (1790) y La religión dentro de
los límites de la razón pura (1793).[16]
Racionalismo (del latín, ratio, razón), en filosofía, sistema de
pensamiento que acentúa el papel de la razón en la adquisición del
conocimiento, en contraste con el empirismo, que resalta el papel de la
experiencia, sobre todo el sentido de la percepción.
El racionalismo ha aparecido de distintas formas
desde las primeras etapas de la filosofía occidental, pero se identifica ante
todo con la tradición que proviene del filósofo y científico francés del siglo
XVII René Descartes, el cual creía que la geometría representaba el ideal de
todas las ciencias y también de la filosofía. Mantenía que sólo por medio de la
razón se podían descubrir ciertos universales, verdades evidentes en sí, de las
que es posible deducir el resto de contenidos de la filosofía y de las
ciencias. Manifestaba que estas verdades evidentes en sí eran innatas, no
derivadas de la experiencia. Este tipo de racionalismo fue desarrollado por
otros filósofos europeos, como el francés Baruch Spinoza y el pensador y
matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz. Se opusieron a ella los empiristas
británicos, como John Locke y David Hume, que creían que todas las ideas
procedían de los sentidos.
El racionalismo epistemológico ha sido aplicado a
otros campos de la investigación filosófica. El racionalismo en ética es la
afirmación de que ciertas ideas morales primarias son innatas en la especie
humana y que tales principios morales son evidentes en sí a la facultad
racional. El racionalismo en la filosofía de la religión afirma que los
principios fundamentales de la religión son innatos o evidentes en sí y que la
revelación no es necesaria, como en el deísmo. Desde finales del año 1800, el
racionalismo ha jugado sobre todo un papel antirreligioso en la teología.[17]
Empirismo, en filosofía occidental,
doctrina que afirma que todo conocimiento se basa en la experiencia, mientras
que niega la posibilidad de ideas espontáneas o del pensamiento a priori. Hasta el siglo XX, el término empirismo se aplicaba a la idea
defendida sobre todo por los filósofos ingleses de los siglos XVII, XVIII y
XIX. De estos filósofos ingleses, John Locke fue el primero en dotarlo de una
expresión sistemática, aunque su compatriota, el filósofo Francis Bacon, había
anticipado algunas de sus conclusiones. Entre otros empiristas también se
cuentan David Hume y George Berkeley. Opuesto al empirismo es el racionalismo,
representado por pensadores como el francés René Descartes, el holandés Baruch
Spinoza y los filósofos de los siglos XVII y XVIII Gottfried Wilhelm Leibniz y Christian
von Wolff. Los racionalistas afirman que la mente es capaz de reconocer la
realidad mediante su capacidad para razonar, una facultad que existe
independiente de la experiencia. El pensador alemán Immanuel Kant intentó
lograr un compromiso entre el empirismo y el racionalismo, restringiendo el
conocimiento al terreno de la experiencia, a
posteriori, y por ello coincidía con los empiristas, pero atribuía a la
mente una función precisa al incorporar las sensaciones en la estructura de la
experiencia. Esta estructura podía ser conocida a priori sin recurrir a métodos empíricos, y en este sentido Kant
coincidía con los racionalistas.
En los últimos años, el término empirismo ha adquirido un significado más flexible, y ahora es
utilizado en relación con cualquier sistema filosófico que extrae todos sus
elementos de reflexión de la experiencia. En Estados Unidos William James llamó
a su filosofía empirismo radical y John
Dewey acuñó el término de empirismo
inmediato para definir y describir su noción de la experiencia. El término leyes empíricas se aplica a aquellos
principios que expresan las relaciones que, según se aprecia, existen entre los
fenómenos, sin que impliquen la explicación o causa de los fenómenos mismos.[18]
Bacon, Francis, barón de Verulam (1561-1626), filósofo y
estadista inglés, uno de los pioneros del pensamiento científico moderno.
Vida
Nació el 22 de enero de 1561, en York House, en el
Strand de Londres, y estudió en el Trinity College de la Universidad de
Cambridge. Elegido para la Cámara de los Comunes en 1584, intervino en ella
hasta 1614. Escribió cartas aconsejando a Isabel I, monarca de Inglaterra, pero
sus sugerencias no fueron nunca atendidas y perdió por completo el favor de la
reina en 1593, cuando se opuso a una ley para una subvención real. Sin embargo,
recuperó el respeto de la Corte con el ascenso de Jacobo I al trono de
Inglaterra en 1603. Bacon aportó ideas para la unión de Inglaterra y Escocia y
recomendó medidas para un acercamiento a la Iglesia católica apostólica romana.
Por estos esfuerzos se le concedió el título de sir en 1603. Fue nombrado
comisario para la unión de Escocia e Inglaterra y se le otorgó una pensión en
1604. Su ensayo El avance del
conocimiento fue publicado y presentado al rey en 1605. Dos años después
fue nombrado procurador general.
En la última sesión del primer Parlamento celebrada
en febrero de 1611, presidida por Jacobo I, aumentaron las diferencias entre la
Corona y los Comunes y Bacon hizo de mediador a pesar de su desconfianza hacia
el principal ministro del rey, Robert Cecil, primer conde de Salisbury. A la
muerte de Salisbury en 1612, Bacon, con el objeto de conseguir la atención
real, escribió varios artículos sobre el arte de gobernar, poniendo énfasis en
las relaciones entre la Corona y los Comunes. En 1613 fue nombrado fiscal de la
Corona.
En 1616 Bacon se convirtió en consejero privado y en
1618 fue designado presidente de la Cámara de los Lores y ennoblecido con el
título de barón de Verulam. En 1620 se publicó su Novum organum, y el 26 de enero de 1621 fue nombrado vizconde de
san Albans. En el mismo año el Parlamento le acusó de aceptar sobornos. Lo
reconoció, pero dijo que se sentía "arrepentido" y se sometió a la
voluntad de sus pares, que decidieron que fuera multado, encarcelado a voluntad
del rey y desterrado del Parlamento y de la Corte. Tras su liberación se retiró
a su residencia familiar de Gorhambury. En septiembre de 1621 el rey le perdonó
pero le prohibió que regresara al Parlamento o a la Corte. Volvió entonces a sus
estudios y terminó de escribir la Historia
de Enrique VII y su traducción al latín de El avance del conocimiento (De
Augmentis). En marzo de 1622 se ofreció para hacer un digesto de las leyes,
proyecto que no prosperó a pesar de las repetidas peticiones a Jacobo I y a su
sucesor Carlos I. Murió en Londres el 9 de abril de 1626.
Obra
Los escritos de Bacon se engloban en tres categorías:
filosófica, literaria y política. Sus mejores obras filosóficas son El avance del conocimiento (1605), un
análisis en inglés sobre la consciencia de su propio tiempo, y Novum Organum o Indicaciones relativas a la interpretación de la naturaleza
(1620).
La filosofía de Bacon influyó en la creencia de que
la gente es sierva e intérprete de la naturaleza, de que la verdad no se deriva
de la autoridad y que el conocimiento es fruto de la experiencia. Se le
reconoce haber aportado a la lógica el método experimental inductivo, ya que anteriormente se practicaba la inducción
mediante la simple enumeración, es decir, extrayendo conclusiones generales de
datos particulares. El método de Bacon consistió en inferir a partir del uso de
la analogía, desde las características o propiedades del mayor grupo al que
pertenece el dato en concreto, dejando para una posterior experiencia la corrección
de los errores evidentes. Este método representó un avance fundamental en el
método científico al ser muy significativo en la mejora de las hipótesis
científicas.
Su Novum
Organum influyó mucho en la aceptación en la ciencia de una observación y
experimentación precisas. En esta obra mantenía que había que abandonar todos
los prejuicios y actitudes preconcebidas, que llamó ídolos, ya fueran la propiedad común de la especie debido a modos
comunes de pensamiento ("ídolos de la tribu") o propios del individuo
("ídolos de la caverna"); ya se debieran a una dependencia excesiva
del lenguaje ("ídolos de la plaza del mercado") o de la tradición
("ídolos del teatro"). Los principios que se plantean en Novum Organum tuvieron gran importancia
en el subsiguiente desarrollo del empirismo.
Los Ensayos
de Bacon, su mayor contribución a la literatura, fueron publicados entre 1597 y
1625. Su Historia de Enrique VII
(1622) evidenció sus habilidades en la investigación erudita. En su utópica Nueva Atlántida sugería la creación de
academias científicas. Su obra profesional incluye Máximas del Derecho (1630), Lectura
sobre el estatuto de los usos (1642), súplicas de casos legales y discursos
en el Parlamento. La idea de que Bacon, en vez de un desconocido actor de
Stratford-upon-Avon, es el auténtico autor de las obras de teatro de William
Shakespeare ha sido descartada por completo.[19]
Hegel, Georg Wilhelm
Friedrich
(1770-1831), filósofo alemán, máximo representante del idealismo y uno de los
teóricos más influyentes en el pensamiento universal desde el siglo XIX.
Nacido en Stuttgart el 27 de agosto de 1770, hijo de
un funcionario de la hacienda pública, Hegel creció en un ambiente de pietismo
protestante y estudió a los clásicos griegos y latinos mientras estuvo en el gymnasium (instituto de enseñanza
secundaria) de Stuttgart. Animado por su padre para que se hiciera pastor
protestante, Hegel ingresó en el seminario de la Universidad de Tubinga en 1788
donde entabló amistad con el poeta Friedrich Hölderlin y el filósofo Friedrich
Wilhelm Joseph von Schelling, de significada filiación romántica, compartiendo
con ellos su entusiasmo por la Revolución Francesa y la antigüedad clásica.
Después de completar un curso de filosofía y teología y decidir que no quería
ser clérigo, Hegel trabajó como preceptor en Berna (Suiza) en 1793. En 1797
consiguió un cargo similar en Frankfurt. Dos años más tarde su padre murió,
dejándole un legado cuya cuantía económica le permitió abandonar su trabajo
como tutor.
En 1801 Hegel fue a la Universidad de Jena, donde
estudió, escribió y más tarde alcanzó su puesto de lector. Allí concluyó La fenomenología del espíritu (1807),
una de sus obras más importantes. Permaneció en Jena hasta octubre de 1806,
cuando la ciudad fue ocupada por los franceses y se vio obligado a huir. Cuando
agotó los recursos que le proporcionaba la herencia paterna, Hegel trabajó como
redactor en el periódico Bamberger
Zeitung de Baviera. Sin embargo, el periodismo no le agradó y se trasladó a
Nuremberg donde fue director de un gymnasium
durante ocho años.
En los años que estuvo en Nuremberg, Hegel conoció y
a continuación contrajo matrimonio con Marie von Tucher, de quien tuvo tres
hijos: una niña, que murió al poco de nacer, y dos varones, Karl e Immanuel.
Antes de su matrimonio, Hegel había tenido un hijo ilegítimo, Ludwig, que
acabaría viviendo en el hogar de los Hegel. En Nuremberg, Hegel publicó después
de siete años de trabajo Ciencia de la
Lógica (1812, 1813, 1816). En 1816 aceptó la cátedra de Filosofía en la Universidad
de Heidelberg. Poco después, publicó de forma sistemática sus pensamientos
filosóficos en su obra Enciclopedia de
las ciencias filosóficas (1817). En 1818 Hegel se trasladó a la Universidad
de Berlín, donde permaneció hasta su muerte, acaecida el 14 de noviembre de
1831.
La última gran obra publicada por Hegel fue La filosofía del Derecho (1821), aunque
algunas notas de sus conferencias, junto con apuntes de sus alumnos, fueron
también publicadas después de su muerte. Entre las obras compuestas por este
procedimiento y presentadas bajo el título genérico de Lecciones, se encuentran Filosofía
de las Bellas Artes (1835-1838), Lecciones
de la historia de la filosofía (1833-1836), Lecciones de filosofía de la religión (1832) y Lecciones sobre la filosofía de la historia (1837).
Muy influenciado por las ideas de los grandes
pensadores griegos, Hegel también conoció las obras del holandés Baruch Spinoza,
del escritor francés Jean-Jacques Rousseau y de los autores alemanes Immanuel
Kant, Johann Gottlieb Fichte y Schelling. Aunque muchas veces no coincidía con
estos filósofos, la influencia que ejercieron sobre él es evidente en sus
escritos.
Metas filosóficas
El propósito de Hegel fue elaborar un sistema
filosófico que pudiera abarcar las ideas de sus predecesores y crear un marco
conceptual bajo cuyos términos tanto el pasado como el futuro pudieran ser
entendidos desde presupuestos teóricos racionales. Tal propósito requería tener
en primer lugar en cuenta la realidad misma. Así, Hegel la concibió como un
todo que, con un carácter global constituía la materia de estudio de la
filosofía. A esta realidad, o proceso de desarrollo total de todo aquello que
existe, se refirió Hegel como lo absoluto, o espíritu absoluto. Para él, el
cometido de la filosofía es explicar el desarrollo del espíritu absoluto. Esto
implica, en primer lugar, esclarecer la estructura racional interna de lo
absoluto; en segundo lugar, demostrar de qué forma lo absoluto se manifiesta en
la naturaleza y en la historia humana; y en tercer lugar, explicar la
naturaleza teleológica de lo absoluto, es decir, mostrar el destino o el
propósito hacia el que se dirige.
Dialéctica
En lo que se refiere a la estructura racional de lo
absoluto, Hegel, siguiendo al filósofo clásico griego Parménides, afirmó: “lo
que es racional es real y lo que es real es racional”. Hay que entender esto en
los términos de su afirmación posterior de que lo absoluto tiene que ser
considerado como pensamiento, espíritu o mente, en un proceso de continuo
autodesarrollo. La lógica que rige este proceso de desarrollo es la dialéctica.
Por sí misma constituye un método de pensamiento. El método dialéctico se basa
en que el movimiento, proceso o progreso, es el resultado del conflicto entre
opuestos. De forma tradicional, esta dimensión del pensamiento de Hegel se ha
analizado en términos de tesis, antítesis y síntesis. A pesar de que Hegel no
utilizó estos términos, resultan muy útiles para comprender su visión de la
dialéctica. La tesis puede ser una idea o un movimiento histórico. Tal idea o
movimiento presenta carencias que dan lugar a una oposición o antítesis, que
genera una conflictividad interna. Como resultado de este conflicto aparece un
tercer punto de vista, una síntesis que supera el conflicto conciliando en un
plano superior la verdad contenida en la tesis y la antítesis. Esta síntesis se
convierte en una nueva tesis que genera otra antítesis, dando lugar a una nueva
síntesis, conformándose así el proceso de desarrollo intelectual o histórico.
Hegel pensaba que el propio espíritu absoluto (la suma total de la realidad) se
desarrolla por este camino hacia un fin último o una meta más alta.
Para Hegel, por lo tanto, la realidad se entiende
como lo absoluto desdoblándose por la vía dialéctica en un proceso de
autoevolución. En este proceso, lo absoluto se muestra tanto en la naturaleza
como en la historia de la humanidad. La naturaleza es el pensamiento absoluto,
o ser, que se objetiva a sí mismo bajo una apariencia material. Las mentes
finitas y la historia de la humanidad son el proceso de lo absoluto que se
manifiesta en lo que le es más cercano, a saber, el espíritu o la consciencia.
En la Fenomenología del espíritu
Hegel señala las perspectivas de esta manifestación desde los planos más
simples de conciencia, a través de la autoconciencia, hasta los puntos
alcanzados por la razón más avanzada.
Autoconocimiento de lo absoluto
La meta del proceso cósmico dialéctico puede
comprenderse mejor en el ámbito de la razón. Conforme la razón finita avanza en
el entendimiento, lo absoluto progresa hacia el autoconocimiento. Así, lo
absoluto llega a conocerse a través de una mayor asimilación de la realidad, o
de lo absoluto, por parte de la mente humana. Hegel analiza esta progresión
humana en el entendimiento en tres aspectos: arte, religión y filosofía. El
arte atrapa lo absoluto mediante formas materiales, interpretando lo racional a
través de los atributos sensibles de la belleza. El arte está, como concepto,
suplantado por la religión, que capta lo absoluto por medio de imágenes y
símbolos. La suprema religión para Hegel es el cristianismo, ya que en el
cristianismo lo absoluto se manifiesta en lo finito y está reflejado de modo
simbólico en la encarnación. La filosofía, sin embargo, representa un concepto
más elevado porque atrapa lo absoluto de una forma racional. Una vez que esto
se ha conseguido, lo absoluto llega al autoconocimiento y el drama cósmico
alcanza su fin y su meta. Sólo en este punto, Hegel identifica lo absoluto con
Dios. “Dios es Dios”, afirmó Hegel, “tan sólo en tanto en cuanto se conoce a sí
mismo”.
Filosofía de la historia
En el proceso de análisis de la naturaleza del
espíritu absoluto, Hegel realizó contribuciones fundamentales en una gran
variedad de campos de la reflexión humana, que abarcan la filosofía de la
historia, la estética y la ética social. En cuanto a la historia, sus dos
categorías explicativas claves son la razón y la libertad. Hegel mantenía que
“el único pensamiento que aporta la filosofía … al estudio de la historia es la
idea de razón; porque la razón es la soberana del mundo, la historia del mundo,
se nos presenta, por tanto, como un proceso racional”. Como proceso racional,
la historia es el registro de la evolución de la libertad humana, porque la
historia humana es una progresión desde una libertad menor hacia un estado de
libertad máxima.
Ética y política
Las ideas sociales y políticas de Hegel se muestran
de forma más asequible en sus discusiones sobre moralidad (Moralität) y ética social (Sittlichkei).
En cuanto a la moralidad, el bien y el mal son aspectos que conciernen la
conciencia individual, desde los que se avanza hasta el nivel de la ética
social ya que, según Hegel, el deber no es en esencia el producto de un juicio
individual. Los individuos sólo son íntegros en la medida en que mantienen
relaciones sociales, por ello el único contexto en el que el deber puede
existir de hecho es en el plano social. Hegel consideraba que la pertenencia al
Estado es uno de los mayores deberes posibles que cabe asumir al individuo. De
una forma ideal, el Estado es la manifestación de la voluntad general, que es
la más alta expresión del espíritu ético. El sometimiento a esa voluntad
general es el acto propio de un individuo libre y racional. Hegel aparece así
como un filósofo conservador pero no hay que deducir por ello que su obra apoye
el totalitarismo ya que también afirmaba que la limitación de la libertad por
parte del Estado es inaceptable en el orden moral.
Influencia
Cuando Hegel murió era el filósofo más importante de
Alemania. Sus ideas estaban muy difundidas y sus estudiantes gozaban de gran
prestigio intelectual. Sus seguidores se dividieron pronto entre hegelianos de
derechas y de izquierdas. Desde un punto de vista teológico y político, los
hegelianos de derechas ofrecieron una interpretación conservadora de su obra.
Subrayaron la compatibilidad entre la filosofía de Hegel y el cristianismo.
Desde una perspectiva política, eran conservadores. Los hegelianos de
izquierdas evolucionaron hacia el ateísmo. En política, muchos adoptaron
posturas revolucionarias. En este grupo izquierdista figuran Ludwig Feuerbach,
Bruno Bauer, Friedrich Engels y Karl Marx. Engels y Marx actuaron muy
influenciados por la idea de Hegel de que la historia avanza conforme un
proceso dialéctico, pero sustituyeron el idealismo filosófico de Hegel por el materialismo.
El idealismo metafísico de Hegel alcanzó un fuerte
impacto en la filosofía del siglo XIX y principios del XX, sobre todo en el
británico Francis Herbert Bradley, en teóricos estadounidenses como Josiah
Royce, y en la cultura italiana gracias a la crítica de Benedetto Croce. Hegel
también influyó en el existencialismo a través del filósofo danés Sören
Kierkegaard. La fenomenología ha recibido, por otro lado, las ideas de Hegel
sobre la consciencia. El extenso y variado impacto de las ideas de Hegel en la
filosofía evidencia el notable alcance y la profundidad de su pensamiento.[20]
Spencer, Herbert (1820-1903), teórico social
inglés considerado a menudo como uno de los primeros sociólogos que destacó
principalmente por sus investigaciones sobre el cambio social desde una
perspectiva evolucionista. Nació en Derby y su formación fue autodidacta. En
sus lecturas conoció la teoría de la evolución expuesta a finales del siglo
XVIII por el naturalista francés Jean Lamarck. Su teoría, hoy desacreditada,
sostenía que los rasgos adquiridos de un organismo eran hereditarios. Las
teorías de Lamarck sobre la evolución influyeron profundamente en la obra de
Spencer.
En 1851 Spencer publicó su obra Estadística social, en la que destacaba la necesidad de la libertad
individual y la suprema importancia de la ciencia. En Principios de Psicología (1855) sostenía que toda materia orgánica
tiene su origen en un estado unificado y que las características individuales
se desarrollan de forma gradual por evolución. Casi al mismo tiempo ideó un
sistema filosófico basado en su teoría de la evolución que abarcaría e
integraría todas las áreas existentes del conocimiento. En 1860 publicó un
esbozo de su sistema filosófico titulado Un
sistema de filosofía sintética. La primera entrega, titulada Primeros principios se publicó en 1862;
a continuación aparecieron Principios de
biología (2 volúmenes, 1864-1867), Principios
de sociología (3 volúmenes, 1876-1896) y Principios de ética (2 volúmenes, 1892-1893). Otra obra importante
de Spencer es Ensayos científicos,
políticos y especulativos (3 volúmenes, 1891), donde estudia el impacto
general de la teoría de la evolución sobre el pensamiento científico, político
y filosófico. A pesar de que Spencer no logró crear escuela, su ambicioso
intento de sistematizar todo el conocimiento dentro del marco de la ciencia
moderna y especialmente en términos de la evolución, le ha hecho merecedor de
figurar entre los principales pensadores de finales del siglo XIX.[21]
Comte, Auguste (1798-1857), filósofo
positivista francés, y uno de los pioneros de la sociología. Nació en
Montpellier el 19 de enero de 1798. Desde muy temprana edad rechazó el
catolicismo tradicional y también las doctrinas monárquicas. Logró ingresar en
la Escuela Politécnica de París desde 1814 hasta 1816, pero fue expulsado por
haber participado en una revuelta estudiantil. Durante algunos años fue
secretario particular del teórico socialista Claude Henri de Rouvroy, conde de
Saint-Simon, cuya influencia quedaría reflejada en algunas de sus obras. Los
últimos años del pensador francés quedaron marcados por la alienación mental,
las crisis de locura en las que se sumía durante prolongados intervalos de
tiempo. Murió en París el 5 de septiembre de 1857.
Para dar una respuesta a la revolución científica,
política e industrial de su tiempo, Comte ofrecía una reorganización
intelectual, moral y política del orden social. Adoptar una actitud científica
era la clave, así lo pensaba, de cualquier reconstrucción.
Afirmaba que del estudio empírico del proceso
histórico, en especial de la progresión de diversas ciencias interrelacionadas,
se desprendía una ley que denominó de los tres estadios y que rige el
desarrollo de la humanidad. Analizó estos estadios en su voluminosa obra Course of Positive Philosophy
(1830-1842; Curso de filosofía positiva,
1853). Dada la naturaleza de la mente humana, decía, cada una de las ciencias o
ramas del saber debe pasar por "tres estadios teoréticos diferentes: el
teológico o estadio ficticio; el metafísico o estadio abstracto; y por último,
el científico o positivo". En el estadio teológico los acontecimientos se
explican de un modo muy elemental apelando a la voluntad de los dioses o de un
dios. En el estadio metafísico los fenómenos se explican invocando categorías
filosóficas abstractas. El último estadio de esta evolución, el científico o
positivo, se empeña en explicar todos los hechos mediante la aclaración
material de las causas. Toda la atención debe centrarse en averiguar cómo se
producen los fenómenos con la intención de llegar a generalizaciones sujetas a
su vez a verificaciones observacionales y comprobables. La obra de Comte es
considerada como la expresión clásica de la actitud positivista, es decir, la
actitud de quien afirma que tan sólo las ciencias empíricas son la adecuada
fuente de conocimiento.
Cada uno de estos estadios, afirmaba Comte, tiene su
correlato en determinadas actitudes políticas. El estadio teológico tiene su
reflejo en esas nociones que hablan del Derecho divino de los reyes. El estadio
metafísico incluye algunos conceptos tales como el contrato social, la igualdad
de las personas o la soberanía popular. El estadio positivo se caracteriza por
el análisis científico o "sociológico" (término acuñado por Comte) de
la organización política. Bastante crítico con los procedimientos democráticos,
Comte anhelaba una sociedad estable gobernada por una minoría de doctos que
empleara métodos de la ciencia para resolver los problemas humanos y para
imponer las nuevas condiciones sociales.
Aunque rechazaba la creencia en un ser transcendente,
reconocía Comte el valor de la religión, pues contribuía a la estabilidad
social. En su obra Sistema de Política
Positiva (1851-1854; 1875-1877), propone una religión de la humanidad que
estimulara una benéfica conducta social. La mayor relevancia de Comte, sin
embargo, se deriva de su influencia en el desarrollo del positivismo.[22]
Pragmatismo, doctrina filosófica
desarrollada por los filósofos estadounidenses del siglo XIX Charles Sanders
Peirce, William James y otros, según la cual la prueba de la verdad de una
proposición es su utilidad práctica; el propósito del pensamiento es guiar la
acción, y el efecto de una idea es más importante que su origen. El pragmatismo
fue la primera filosofía de Estados Unidos desarrollada de forma independiente.
Se opone a la especulación sobre cuestiones que no tienen una aplicación
práctica. Afirma que la verdad está relacionada con el tiempo, lugar y objeto
de la investigación y que el valor es inherente tanto por sus medios como por
sus fines. Fue la manera dominante de abordar la filosofía en los Estados
Unidos durante el primer cuarto del siglo XX.
El filósofo y pedagogo estadounidense John Dewey
desarrolló el pragmatismo dentro de una nueva perspectiva teórica, el instrumentalismo.
El pensador británico Ferdinand Canning Scott Schiller y el matemático francés Henri
Bergson contribuyeron a la evolución del pragmatismo. Como el antiguo utilitarismo,
el pragmatismo plantea una metodología para la evolución de las ciencias
naturales.[23]
Peirce, Charles Sanders (1839-1914), filósofo y físico
estadounidense, nacido en Cambridge (Massachusetts). Cursó estudios en la
Universidad de Harvard. Entre 1864 y 1884 dio clases de manera intermitente de lógica
y filosofía en las universidades Johns Hopkins y Harvard, y en 1877 fue el
primer delegado estadounidense en el Congreso Internacional Geodésico.
En 1861 Peirce emprendió una serie de experimentos
con péndulos que contribuyeron en gran medida a la determinación de la densidad
y forma de la Tierra, y también a desarrollar investigaciones sobre la
dimensión de las ondas de luz. En 1867 se interesó por el sistema de lógica
creado por el matemático británico George Boole, y trabajó hasta 1885 sobre la
ampliación y transformación del álgebra de Boole.
Sin embargo, Peirce es más conocido por su sistema
filosófico, llamado posteriormente pragmatismo. Según su filosofía, ningún
objeto o concepto posee validez inherente o tiene importancia. Su trascendencia
se encuentra tan sólo en los efectos prácticos resultantes de su uso o
aplicación. La verdad de una idea u objeto, por lo tanto, puede ser medida
mediante la investigación científica sobre su utilidad. El concepto fue
ampliado por los filósofos estadounidenses William James y John Dewey, e
influyó de manera importante en el moderno pensamiento filosófico y
sociológico. Entre las obras de Peirce figuran Investigaciones fotométricas (1878) y Estudios de lógica (1883). Sus ensayos aparecieron en 1923 en Azar, amor y lógica, obra publicada
después de su muerte.[24]
James, William (1842-1910), filósofo y
psicólogo estadounidense que desarrolló la filosofía del pragmatismo. Nació en
Nueva York el 11 de enero de 1842. Su padre, Henry James, era un teólogo
seguidor de Emanuel Swedenborg; uno de sus hermanos fue el gran novelista Henry
James. William James asistió a escuelas privadas en los Estados Unidos y en
Europa, a la Escuela Científica Lawrence de la Universidad de Harvard y a la
Escuela de Medicina de Harvard en la que se graduó en 1869. Antes de terminar
sus estudios de medicina, partió con una expedición de exploración a Brasil
junto al estadounidense nacido en Suiza Louis Agassiz, y también estudió
fisiología en Alemania. Después de retirarse durante tres años a causa de una
enfermedad, James se convirtió en profesor de fisiología en Harvard en 1872. A
partir de 1880 enseñó psicología y filosofía en Harvard, universidad que
abandonó en 1907, y dio conferencias con mucho éxito en las universidades de
Columbia y Oxford. Murió en Chocorua, New Hampshire, el 26 de agosto de 1910.
Psicología
El primer libro de James, el monumental Principios de Psicología (1890), le
convirtió en uno de los pensadores más influyentes de su tiempo. El trabajo
aplicaba el principio del funcionalismo a la psicología, cambiándola de su
lugar tradicional como rama de la filosofía y situándola entre las ciencias
basadas en el método experimental.
Durante la siguiente década, James aplicó sus métodos
empíricos de investigación a temas religiosos y filosóficos. Exploró cuestiones
como la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, el libre albedrío y los
valores éticos, empleando como fuente directa la experiencia religiosa y moral
humana. Sus puntos de vista sobre estos temas fueron presentados en sus conferencias
y en los ensayos publicados en libros como La
Voluntad de creer y otros ensayos sobre filosofía popular (1897), La inmortalidad humana (1898) y Las variedades de la experiencia religiosa
(1902). El último trabajo es un informe psicológico muy claro sobre algunas
experiencias místicas y religiosas.
Pragmatismo
Conferencias posteriores fueron publicadas como Pragmatismo: un nombre nuevo para viejas
formas de pensar (1907); en este libro se resumían las contribuciones
iniciales de James a la teoría del pragmatismo, término empleado por primera
vez por el lógico estadounidense Charles Sanders Peirce. James generalizaba el
método pragmático, desarrollándolo a partir de un análisis del fundamento
lógico de las ciencias para convertirlo en la base de la evaluación de
cualquier experiencia. Sostenía que el significado de las ideas sólo se puede
encontrar en los términos de sus consecuencias. Si no hay efectos, es que esas
ideas no tienen sentido. James defendía que este es el método empleado por los
científicos para definir sus términos y para comprobar sus hipótesis, que, si
poseen sentido, llevan a predicciones. Las hipótesis pueden considerarse
ciertas si las predicciones se cumplen. Por otro lado, casi todas las teorías
metafísicas carecen de sentido, porque no conllevan predicciones comprobables.
Las teorías con significado, argumentaba James, son instrumentos para resolver
los problemas que se plantean con la experiencia.
Según el pragmatismo de James, por tanto, la verdad
viene dada por lo que funciona. Se decide lo que funciona mediante la
comprobación de las proposiciones en la experiencia. Al hacerlo, se descubre
que algunas proposiciones son ciertas. Como lo expresaba James, “la verdad es
algo que le ocurre a una idea” en el transcurso de su verificación, es decir,
no es una propiedad estática. Esto no significa, sin embargo, que cualquier
cosa pueda ser cierta. James sostenía que “la verdad no es más que lo oportuno
en nuestra forma de pensar, igual que lo justo es lo oportuno en nuestra forma
de actuar”. Uno no puede creer en cualquier cosa que desee, porque unas
creencias demasiado centradas en uno mismo no funcionarían.
James se opuso a los sistemas metafísicos absolutos y
criticó el monismo, doctrina que afirma que la realidad es un conjunto unido y
monolítico. En Ensayos sobre empirismo
radical (1912), defendió un universo plural, negando que el mundo pueda ser
explicado en términos de una fuerza o esquema absoluto que determine las
interrelaciones de las cosas y los hechos. Mantuvo que las interrelaciones, ya
sirvan para mantener las cosas cercanas o alejadas, formaban parte de las cosas
en sí mismas.
Al final de su vida James se había convertido en un
filósofo y psicólogo famoso a escala mundial. En ambos campos había sido más
fuente de nuevas ideas que fundador de escuelas dogmáticas. Su filosofía
pragmática fue más tarde desarrollada por el filósofo estadounidense John Dewey,
entre otros. Estudios posteriores en el campo de la física llevados a cabo por Albert
Einstein hicieron parecer proféticas las teorías de la interrelación de James.[25]
Dewey, John (1859-1952), filósofo,
psicólogo y educador estadounidense. Nacido en Burlington (Vermont), Dewey se
graduó en Artes en la Universidad de Vermont en 1879 y se doctoró en Filosofía
en la Universidad de John Hopkins en 1884. La larga e influyente carrera de
Dewey en educación comenzó en la Universidad de Michigan, donde enseñó desde
1884 a 1888, siendo posteriormente profesor en las universidades de Minnesota,
Chicago y Columbia desde 1904 hasta su jubilación como profesor emérito en
1931. Dewey mantuvo una gran actividad como conferenciante y consultor de temas
educativos, además de estudiar los sistemas educativos de China, Japón, México,
Turquía y la Unión Soviética.
Durante su permanencia en Chicago, Dewey estuvo
profundamente interesado en la reforma de la teoría y de la práctica
educativas. Contrastó sus principios educativos en la famosa escuela
laboratorio de carácter experimental, denominada Escuela Dewey, instituida en
la Universidad de Chicago en 1896. Los principios educativos proponían el
aprendizaje a través de actividades de diferente índole más que por medio de
los contenidos curriculares establecidos y se oponían a los métodos
autoritarios. Dewey pensaba que lo ofrecido por el sistema educativo de su
época no proporcionaba a los ciudadanos una preparación adecuada para la vida
en una sociedad democrática. Consideraba además, que la educación no debía ser
meramente una preparación para la vida futura, sino que debía proporcionar y
tener pleno sentido en su mismo desarrollo y realización. Su trabajo y sus
escritos influyeron significativamente en los profundos cambios experimentados
en la pedagogía de Estados Unidos en los inicios del siglo XX, manifestados en
el cambio del énfasis de lo institucional y burocratizado a la realidad
personal del alumno. Criticó la educación que enfatizaba tanto la diversión
relajada de los estudiantes, como el mantenerles entretenidos sin más, así como
la orientación exclusiva hacia el mundo profesional.
Como filósofo, Dewey subrayó todo lo práctico,
esforzándose en demostrar cómo las ideas filosóficas pueden actuar en los
asuntos de la vida diaria. Su planteamiento lógico y filosófico era de cambio
permanente, adaptándose a las necesidades y a las circunstancias concretas. El
proceso de pensamiento en su filosofía es un medio de planificar la acción y de
superar los obstáculos entre lo que hay y lo que se proyecta. La verdad es una
idea que ha penetrado en la experiencia práctica. Dewey siguió al filósofo y
psicólogo americano William James, fundador del movimiento filosófico del pragmatismo;
la propia filosofía de Dewey, llamada también instrumentalismo o
experimentalismo, deriva del pragmatismo de James.
La influencia
de Dewey es percibida en otros muchos campos además de la educación y de la
filosofía. Activista político, defendió los planteamientos progresistas,
algunas veces radicales, respecto de los asuntos internacionales y de los
problemas económicos. Su abundante obra se muestra en libros como Psicología (1887), La escuela y la sociedad (1889), Democracia y Educación (1916), La
reconstrucción en la filosofía (1920), Naturaleza
humana y conducta (1922), La búsqueda
de la certeza (1929), El arte como
experiencia (1934), Lógica: la teoría
de la pregunta (1938) y Problemas del
hombre (1946).[26]
Husserl, Edmund (1859-1938), filósofo alemán,
iniciador de la corriente filosófica denominada fenomenología. Nació en
Prossnitz, Moravia (hoy en la República Checa), el 8 de abril de 1859, y
estudió ciencias, filosofía y matemáticas en las universidades de Leipzig,
Berlín y Viena. Husserl fue discípulo de los matemáticos Kronecker y
Weirstrass, del que fue ayudante en 1883, año en el que conoció al psicólogo
Brentano, del que adoptó el concepto de intencionalidad.
Su tesis doctoral versó sobre el cálculo de variaciones. Se interesó por la
base psicológica de las matemáticas y, poco después de ser nombrado profesor en
la Universidad de Halle, escribió su primer libro, Filosofía de la aritmética (1891), en el que sostuvo la hipótesis
de que las leyes matemáticas tienen validez independientemente de cómo el
pensamiento llegue a formularlas y a creer en ellas.
Desarrollo de la fenomenología
Husserl se refutó a sí mismo en su obra Investigaciones lógicas (1900-1901),
considerada como un vigorosa polémica en contra del psicologismo en la lógica y
una reorientación radical del pensamiento puro. Un filosofar radical que nos
permite el acceso a la conciencia trascendental y a la subjetividad pura.
"La conciencia de ser conciencia en algo".
Para Husserl, la labor del filósofo es la superación
de las actitudes naturalista y psicologista mediante la contemplación de las esencias de las cosas, que podían ser
identificadas de acuerdo a las leyes sistemáticas que rigen la variación de los
objetos en la imaginación. Admitió que la conciencia está permanentemente
dirigida hacia las realidades concretas y llamó a este tipo de atención intencionalidad. La conciencia, además,
posee estructuras ideales invariables, que llamó significados, que determinan hacia qué objeto se dirige la mente en
cada momento dado.
La tarea del fenomenólogo, escribió, es "el
examen sistemático de los tipos y de las formas de experiencia intencional y la
reducción de las estructuras a las intenciones
elementales, lo que debe enseñarnos la naturaleza de lo psíquico y hacernos
comprender el ser de nuestra alma".
Durante sus años de estancia en la Universidad de
Gotinga (1901-1916), Husserl atrajo hacia sus teorías a muchos estudiantes que
fundaron la escuela fenomenológica y escribió su obra más influyente, Ideas: una introducción a la fenomenología
pura (1913), en la que introdujo en el lenguaje filosófico el concepto de reducción fenomenológica o epogé, abstenerse de tener en cuenta
cualquier afirmación del sentido común o de la ciencia; de tal modo que el yo,
en su sentido cognitivo, se convierte en observador desinteresado de sí mismo,
lo que le permite reconstruir tanto la propia conciencia como el mundo externo
que aparece en ella como fenómeno. "Una descripción de las estructuras de
la conciencia trascendental, fundada en la intuición de la esencia de esas
estructuras".
Su método concede absoluta primacía a la conciencia,
a partir de la que se construye tanto el mundo objetivo como la
intersubjetividad, basada en la experiencia de los otros.
"La fenomenología es un idealismo que no
consiste más que en la autoexplicitación de mi ego como sujeto de todo posible
conocimiento, llevada a cabo de modo consecuente en la forma de una ciencia
egológica sistemática, y esto con respecto al sentido de todo lo que es, que
debe poder tener justamente un sentido para mí, el ego".
Aportó asimismo análisis detallados de las
estructuras mentales implicadas en la percepción de objetos particulares;
describiendo de modo muy minucioso, por ejemplo, la forma en la que captaba un
manzano en su jardín. Así, aunque la fenomenología no asume la existencia de
nada, no es sin embargo una disciplina descriptiva; de acuerdo con Husserl, la
fenomenología se dedica, no a inventar teorías, sino a describir las
"cosas en sí mismas".
Última obra e influencia
Después de 1916 Husserl enseñó en la Universidad de
Friburgo. La fenomenología había sido criticada como un método solipsista en
esencia, limitando al filósofo a la simple contemplación de significados particulares;
por ello, en Meditaciones cartesianas,
que publicó en 1931, Husserl trató de demostrar cómo la conciencia individual
puede ser orientada hacia otras mentes, sociedades y ámbitos del devenir
histórico. Quiso, incluso, construir una teoría antiintelectualista de la
conciencia del tiempo. Husserl murió en Friburgo el 6 de abril de 1938; los
nazis le habían impedido enseñar desde 1933.
La fenomenología de Husserl tuvo gran influencia
sobre un joven colega de Friburgo, Martin Heidegger, que desarrolló la
fenomenología existencial, y más tarde sobre Jean-Paul Sartre y el existencialismo
francés. La fenomenología perdura como una de las tendencias más vigorosas en
la filosofía contemporánea, y su huella se ha dejado sentir también con fuerza
en la teología, la lingüística, la psicología y las ciencias sociales.[27]
Fenomenología, movimiento filosófico del
siglo XX que describe las estructuras de la experiencia tal y como se presentan
en la conciencia, sin recurrir a teoría, deducción o suposiciones procedentes
de otras disciplinas tales como las ciencias naturales.
Edmund Husserl
El fundador de la fenomenología, el filósofo alemán Edmund
Husserl, introdujo este término en su libro Ideas.
Introducción general a la fenomenología
pura (1913). Los primeros seguidores de Husserl, como el filósofo alemán Max
Scheler, influenciado por su libro anterior, Investigaciones lógicas (1900-1901), proclamaron que el cometido de
la fenomenología es estudiar las esencias de las cosas y la de las emociones.
Aunque Husserl nunca renunció a su interés por las esencias, con el tiempo
mantendría que sólo las esencias de ciertas estructuras conscientes
particulares constituyen el objeto propio de la fenomenología. Husserl, a
partir de 1910, definió la fenomenología como el estudio de las estructuras de
la conciencia que capacitan al conocimiento para referirse a los objetos fuera
de sí misma. Este estudio requiere reflexión sobre los contenidos de la mente
para excluir todo lo demás. Husserl llamó a este tipo de reflexión ‘reducción
fenomenológica’. Ya que la mente puede dirigirse hacia lo no existente tanto
como hacia los objetos reales, Husserl advirtió que la reflexión fenomenológica
no presupone que algo existe con carácter material; más bien equivale a “poner
en paréntesis la existencia”, es decir, dejar de lado la cuestión de la
existencia real del objeto contemplado.
Lo que Husserl comprobó cuando analizaba los
contenidos de la mente fue una serie de actos como el recordar, desear y
percibir, e incluso el contenido abstracto de esos actos, a los que Husserl
llamó ‘significados’. Esos significados, proclamó, permitían a un acto ser
dirigido hacia un objeto bajo una apariencia concreta, y afirmó que la
direccionalidad, que él llamaba “intencionalidad”, era la esencia del conocimiento.
La fenomenología trascendental, según Husserl, era el estudio de los
componentes básicos de los significados que hacen posible la intencionalidad.
Posteriormente, en Meditaciones
cartesianas (1931), introdujo la fenomenología genética, a la que definió
como el estudio de la formación de esos significados en el curso de la
experiencia.
Martin Heidegger
Todos los fenomenólogos siguieron a Husserl en el
intento de utilizar descripciones puras. Así, suscribieron la frase de Husserl
que conducía a aprender “las cosas mismas”. Sin embargo, diferían entre sí
tanto en lo referente a si la reducción fenomenológica puede ser llevada a
cabo, como en lo tocante a lo que es evidente para el filósofo al dar una
descripción pura de la experiencia. El filósofo alemán Martin Heidegger, colega
de Husserl y su crítico más brillante, proclamó que la fenomenología debe poner
de manifiesto qué hay oculto en la experiencia común diaria. Así lo mostró en Ser y Tiempo (1927) al describir lo que
llamaba la ‘estructura de la cotidianidad’, o ‘ser en el mundo’, que pensó era
un sistema interrelacionado de aptitudes, papeles sociales, proyectos e
intenciones.
Para Heidegger, el individuo, y, por extensión el ser
humano, es lo que uno hace en el mundo, pues una reducción fenomenológica a la
experiencia privada es imposible, y como la acción humana se compone de un
dominio directo de los objetos, no es necesario situar una entidad especial
mental, llamada significado, para explicar la intencionalidad. Para Heidegger,
la situación dentro del mundo entre las cosas en el momento de realizar
proyectos es un tipo de intencionalidad más trascendente y fundamentadora que
el manifestando sólo con mirar o pensar sobre los objetos, y es esta
intencionalidad más fundamental la que hace posible la direccionalidad
analizada por Husserl desde el saber científico.
Fenomenología francesa
El filósofo francés Jean-Paul Sartre, uno de los
principales representantes del existencialismo, trató de adaptar la
fenomenología de Heidegger a la filosofía de la conciencia, recobrando de ese
modo, las enseñanzas de Husserl. Coincidió con éste en que el conocimiento está
siempre orientado hacia los objetos, pero criticó su afirmación de que tal
direccionalidad fuera posible sólo por medio de entidades mentales peculiares
llamadas significados. Otro filósofo francés, Maurice Merleau-Ponty rechazó la
idea de Sartre de que la descripción fenomenológica revelara que los seres
humanos son puros, aislados y con una conciencia libre. Recalcó el papel de un
cuerpo activo y comprometido en todo el conocimiento humano, y por esta vía
amplió las nociones de Heidegger destinadas a incluir en la fenomenología el
análisis de la percepción. Como Heidegger y Sartre, Merleau-Ponty es un
fenomenólogo existencial que niega la posibilidad de situar la experiencia del
hombre entre paréntesis o en suspenso respecto a la conciencia del ser.
La fenomenología ha tenido una influencia creciente
sobre el pensamiento del siglo XX. Se han desarrollado interpretaciones
fenomenológicas de teología, sociología, psicología, psiquiatría y crítica
literaria, y la fenomenología sigue siendo una de las escuelas más importantes
de la filosofía actual.[28]
Wittgenstein, Ludwig (1889-1951), filósofo
austriaco, uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, que fue
reconocido en especial por su contribución al movimiento conocido como filosofía
analítica.
Vida
Nació en Viena el 26 de abril de 1889; Wittgenstein
se educó en el seno de una familia rica e ilustrada. Después de asistir a
escuelas en Linz y Berlín, se trasladó a Gran Bretaña para estudiar ingeniería
en la Universidad de Manchester. Su interés por las matemáticas puras le llevó
al Trinity College (Cambridge) para estudiar con Bertrand Russell. Allí orientó
su interés hacia la filosofía. En 1918 Wittgenstein había terminado su Tractatus logicus-philosophicus (1921),
una obra que según él, suministraba la “solución definitiva” a los problemas
filosóficos. Más tarde, se apartó de la filosofía y durante años enseñó a los
escolares de un pueblo de Austria. En 1929 regresó a Cambridge para reanudar su
trabajo en filosofía y fue designado al Trinity College. Pronto empezó a
rechazar ciertas conclusiones del Tractatus
y a desarrollar otras opiniones reflejadas en sus Investigaciones filosóficas, publicado con carácter póstumo en
1953.
Hombre sensible y profundo que a menudo se mostraba
solitario y con tendencia a la depresión, Wittgenstein odiaba la petulancia y
fue famoso por su estilo sencillo de vida y de vestir. Era de personalidad
fuerte y segura, y ejerció una considerable influencia en aquellos con los que
entablaba amistad. Wittgenstein se retiró en 1947; murió en Cambridge el 29 de
abril de 1951.
Obra
En la evolución filosófica de Wittgenstein pueden
distinguirse dos épocas distintas: un primer periodo, representado por el Tractatus, y otro posterior,
representado por las Investigaciones
filosóficas. A lo largo de la mayor parte de su vida, sin embargo,
Wittgenstein, de modo coherente, concibió la filosofía como un análisis
conceptual o lingüístico. En el Tractatus
defendió que la “filosofía pretende la clarificación lógica de las ideas”. En
las Investigaciones filosóficas, sin
embargo, mantenía que la “filosofía es un combate contra el hechizamiento de
nuestra inteligencia por medio del lenguaje”.
El Tractatus
En el Tractatus,
Wittgenstein sostenía que el lenguaje se compone de proposiciones complejas que
pueden ser analizadas en proposiciones más sencillas hasta llegar a una
formulación simple o elemental. De modo similar, el mundo se compone de hechos
complejos que pueden ser analizados en hechos menos complejos hasta llegar a
los hechos simples, o atómicos. El mundo es la totalidad de esos hechos. Según
la imagen de la teoría del significado de Wittgenstein, es la naturaleza lógica
de las proposiciones elementales la que representa hechos atómicos o
“situaciones”. Afirmaba que la naturaleza del lenguaje requiere proposiciones
elementales, y su teoría del significado exige que haya hechos atómicos
representados por proposiciones elementales. Sobre este análisis, sólo las
proposiciones que representan hechos —las proposiciones de ciencia— son
consideradas cognitivamente significativas. Las declaraciones éticas y
metafísicas no son afirmaciones significativas ni relevantes. Esta teoría
produjo un gran efecto sobre las teorías del positivismo, y los positivistas
lógicos adscritos al Círculo de Viena reconocieron la trascendencia de esta
conclusión.
Investigaciones filosóficas
Wittgenstein llegó a creer, no obstante, que la
limitada visión del lenguaje reflejada en el Tractatus era errónea. En las Investigaciones
filosóficas defendió que si uno investiga en el presente cómo se utiliza el
lenguaje, la variedad de usos lingüísticos se vuelve clara. Las palabras son
como herramientas, y como las herramientas sirven para diferentes funciones,
así las expresiones lingüísticas cumplen diversas funciones. Aunque algunas
preposiciones son utilizadas para representar hechos, otras son utilizadas para
ordenar, interrogar, orar, agradecer, maldecir, y así sucesivamente. Este
reconocimiento de la pluralidad y flexibilidad lingüísticas llevaron al
concepto de Wittgenstein del juego del lenguaje y a la conclusión de que la
gente interpreta diferentes juegos de lenguaje. El científico, por ejemplo,
está inmerso en un juego lingüístico diferente del teólogo. Además, el
significado de una proposición ha de ser comprendida en el ámbito de su
contexto, esto es, en los términos de las reglas del juego del cual esa
proposición es una parte. La llave para la solución de los rompecabezas
filosóficos es el proceso terapéutico de examinar y describir el lenguaje en
uso.
Otras obras de Wittgenstein, todas publicadas después
de su muerte, son Observaciones sobre los
fundamentos de las matemáticas (1956), Los
cuadernos azul y marrón (1958), Apuntes
1914-1916 (1961) y Gramática filosófica
(1969).[29]
Austin, John Langshaw (1911-1960), filósofo
británico, uno de los mayores representantes de la filosofía analítica del
siglo XX. Nacido en Lancaster, Lancashire, estudió en la Universidad de Oxford.
Después de trabajar para el servicio de Inteligencia británico durante la II
Guerra Mundial, regresó a Oxford y enseñó filosofía moral hasta su muerte.
Para Austin, el cometido filosófico fundamental era
el análisis y clarificación del lenguaje corriente. Según él, la atención
prestada a las distinciones establecidas en el lenguaje común constituía el
punto de partida más fructífero de la investigación filosófica. El trabajo
lingüístico de Austin aportó muchos conceptos influyentes, como la teoría del aspecto
elocutivo del lenguaje. Ésta nace de su observación de que muchas elocuciones
no sólo describen la realidad, sino que también tienen un efecto sobre la
misma; son la realización de un acto en vez de ser tan sólo un informe de su
realización. Austin creía que todo el lenguaje es ejecutivo y está hecho de
actos de palabras. Durante su vida publicó siete ensayos y a su muerte se
publicaron Escritos filosóficos (1961), Sentido
y percepción (1962) y Cómo hacer cosas con palabras (1962).[30]
Filosofía analítica, movimiento teórico aparecido
en el siglo XX, dominante en Gran Bretaña y Estados Unidos desde la II Guerra
Mundial, que trata de aclarar el lenguaje y analizar los conceptos expresados
en él. Este movimiento ha recibido diversas designaciones, como análisis
lingüístico, empirismo lógico, positivismo lógico, análisis de Cambridge y
filosofía de Oxford. Las dos últimas clasificaciones se derivan de las
universidades inglesas donde este método filosófico ha sido influyente de una
forma especial. Aunque ninguna doctrina específica o dogma son aceptados por el
movimiento como un todo, los filósofos analíticos y lingüistas están de acuerdo
que la actividad propia de la filosofía es aclarar el lenguaje o, como algunos
prefieren, esclarecer conceptos. El objeto de esta actividad es solucionar las
disputas filosóficas y resolver los problemas filosóficos, los cuales, afirman,
se originan en la confusión lingüística.
Enfoques
Una considerable diversidad de opiniones existe entre
los filósofos analíticos y lingüistas en cuanto a la naturaleza del análisis
conceptual o lingüístico. Algunos están interesados sobre todo en aclarar el
significado de palabras específicas o frases como un paso esencial para hacer
afirmaciones filosóficas claras y precisas. Otros están más ocupados en
determinar las condiciones generales que deben darse para que una declaración
lingüística tenga sentido; su propósito es establecer un criterio que
diferencie entre las oraciones significativas y las absurdas. Otros analistas
se interesan en crear lenguajes formales, simbólicos, que responden en su
origen a una estructura matemática. Su afirmación es que la solución a los
problemas filosóficos puede hacerse con mayor eficacia si son formulados en un
lenguaje lógico riguroso.
Por contraste, muchos filósofos asociados al
movimiento han enfocado el análisis del lenguaje común o natural. Las
dificultades surgen cuando conceptos como tiempo y libertad, por ejemplo, son
considerados al margen del contexto lingüístico en que suelen aparecer. La
atención al lenguaje utilizado de una forma común es la clave, razonan, para
resolver numerosos problemas filosóficos.
Antecedentes
El análisis lingüístico como método de filosofía se
remonta a la Grecia clásica. Algunos de los diálogos de Platón, por ejemplo, están,
de una forma específica, destinados a aclarar términos y conceptos. Sin embargo
este estilo de reflexionar filosóficamente ha cobrado un renovado énfasis en el
siglo XX. Influenciado por la tradición empírica británica de John Locke, George
Berkeley, David Hume y John Stuart Mill y por los escritos del matemático y
filósofo alemán Gottlob Frege, los filósofos ingleses del siglo XX George
Edward Moore y Bertrand Russell fueron los fundadores de esta tendencia
analítica y lingüística contemporánea. Como compañeros en la Universidad de
Cambridge, Moore y Russell rechazaron el idealismo hegeliano, como quedó
expuesto de forma clara en la obra del metafísico inglés Francis Herbert
Bradley, quien mantenía que nada es real por entero excepto lo absoluto. En su
oposición al idealismo y en su concepción de que la atención esmerada al
lenguaje es crucial en la investigación filosófica, fijaron el modo y el estilo
de desarrollar la filosofía en el mundo de habla inglesa durante gran parte del
siglo XX.
Para Moore, la filosofía fue el primer y principal
campo de análisis. La labor del filósofo implica aclarar proposiciones
complejas o conceptos por indicación de proposiciones menos complejas o
conceptos, los cuales se tienen por equivalencia lógica con los originales. Una
vez que esta labor ha sido completada, la verdad o falsedad de afirmaciones
sobre problemas filosóficos puede ser determinada de modo más adecuado. Moore
fue célebre por sus minuciosos análisis de proposiciones filosóficas
enigmáticas como "el tiempo es irreal", estudios que entonces le
ayudaron a determinar la verdad contenida en dichas afirmaciones.
Russell, muy influido por la precisión de las
matemáticas, se interesó por el desarrollo de un lenguaje lógico ideal que
reflejara de forma fiel la naturaleza del mundo. Proposiciones complejas,
mantenía Russell, pueden ser resueltas gracias a sus componentes simples, que
llamaba "proposiciones atómicas", últimos constituyentes del
universo. El enfoque metafísico basado sobre este análisis lógico del lenguaje
y la insistencia en que las proposiciones significativas deben corresponderse
con hechos constituye lo que Russell llamaba "atomismo lógico". Su
interés en la estructura del lenguaje también le llevó a diferenciar entre la
forma gramatical de una proposición y su forma lógica. Las afirmaciones, Juan es bueno y Juan es alto tienen la misma forma gramatical pero diferente forma
lógica. El fallo para reconocer esto llevaría a uno a tratar la propiedad de la
bondad como si fuera una característica de Juan en el mismo modo que la
propiedad altura es una característica de Juan. Tal fallo motiva la confusión
filosófica.
Wittgenstein y el positivismo lógico
La obra de Russell en el ámbito de las matemáticas
atrajo a Cambridge al filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein, quien llegó a ser
una figura central en el movimiento analítico y lingüístico. En su primera obra
importante, Tractatus
logico-philosophicus (Tratado de
lógica filosófica, 1921), en el que presentaba su teoría del lenguaje,
Wittgenstein razonaba que "toda filosofía es una crítica del
lenguaje" y que "la filosofía aspira a la aclaración lógica de los
pensamientos". El resultado de los análisis de Wittgenstein recordaba el
atomismo lógico de Russell. El mundo, argumentaba, se compone al final de hechos
simples, que es el objeto del lenguaje a representar. Para ser significativo,
las afirmaciones sobre el mundo deben ser reducibles a declaraciones
lingüísticas que tengan una estructura similar a los simples hechos
representados. En este temprano análisis de Wittgenstein, las proposiciones que
representan hechos —las proposiciones de ciencia— son consideradas
significativas de una forma objetiva. Oraciones metafísicas, teológicas y
éticas se juzgan como objetivamente insignificantes.
Bajo la influencia de Russell, Wittgenstein, Ernst
Mach y otros, un grupo de filósofos y matemáticos vieneses, durante la década
de 1920, iniciaron el movimiento conocido como positivismo lógico. Encabezado
por Moritz Schlick y Rudolf Carnap, el Círculo de Viena comenzó uno de los
capítulos más importantes en la historia de la filosofía analítica y
lingüística. De acuerdo con el positivismo, la labor de la filosofía es la
aclaración del significado, no el descubrimiento de nuevos hechos (el trabajo
de la ciencia) o la elaboración de relaciones comprensivas de la realidad (el
erróneo objetivo de la metafísica tradicional).
El positivismo dividió todas las afirmaciones
significativas en dos clases: proposiciones analíticas y proposiciones
verificables de un modo empírico. Proposiciones analíticas entre las que se
encuentran las proposiciones de la lógica y las matemáticas; son afirmaciones
de verdad o falsedad que dependen del conjunto del significado de los términos
que constituyen la afirmación. Un ejemplo sería la proposición dos más dos igual a cuatro. La segunda
clase de proposiciones significativas engloba las afirmaciones sobre el mundo
que pueden ser verificadas, al menos en principio, por la experiencia sensible.
En realidad, el significado de tales proposiciones se identifica con el método
empírico de verificación. Esta teoría verificable del significado, concluye el
positivismo, demostraría que las afirmaciones científicas son afirmaciones
objetivas legítimas y que las oraciones metafísicas, religiosas y éticas se
hallan vacías de significado. Las ideas del positivismo lógico se hicieron
populares en Inglaterra por la publicación de Lenguaje, verdad y lógica de Alfred Jules Ayer en 1936.
La teoría positivista de la verificación del
significado estuvo sometida a intensas críticas por parte de filósofos como el
británico de origen austriaco Karl Popper. Con el tiempo, esta teoría
restringida del significado cedió a una comprensión más amplia de la naturaleza
del lenguaje. Nuevamente Wittgenstein desempeñó un papel muy destacado.
Rechazando muchas de las conclusiones expuestas en el Tractatus, inició una nueva línea de pensamiento que culminaría en
la publicación póstuma Investigaciones
filosóficas (1953). En ella, Wittgenstein afirmó que una vez que la
atención se dirige al modo que el lenguaje se utiliza hoy en el discurso común,
la variedad y flexibilidad del lenguaje llega a probarse. Las proposiciones no
se limitan tan sólo a representar hechos.
Este reconocimiento le llevó al concepto de los
juegos del lenguaje. El científico, el poeta y el teólogo, por ejemplo, están
involucrados en diferentes juegos del lenguaje. Por otra parte, el significado
de una proposición debe ser comprendido en su contexto, que es, en términos
positivos, el conjunto de las reglas del juego del lenguaje, del cual esa
proposición es una parte. La filosofía, concluía Wittgenstein, es un intento
para resolver los problemas que se originan como resultado de la confusión
lingüística, y la clave para la solución de tales problemas es el análisis del
lenguaje común y del propio uso del lenguaje.
Evolución reciente
Entre las contribuciones adicionales al movimiento
analítico y lingüístico se encuentra la obra de los filósofos británicos Gilbert
Ryle, John Langshaw Austin y Peter Friedrich Strawson, y la del filósofo
estadounidense Willard Van Orman Quine. Según Ryle, la labor de la filosofía es
reafirmar las "expresiones sistemáticamente erróneas" en formas que
son más correctas en un orden lógico. Se interesó en concreto en las
afirmaciones, formas gramaticales que presenta como objetos inexistentes. Por
ejemplo, Ryle es más conocido por sus análisis de lenguajes mentales donde
erróneamente sugiere que la mente es una entidad del mismo carácter que el
cuerpo.
Austin mantenía que uno de los puntos de partida mas
fructíferos para la investigación filosófica es la atención a las muy sutiles
distinciones trazadas en el lenguaje común. Su análisis del lenguaje le llevó a
plantear una teoría general de los actos del discurso, que es una descripción
de la variedad de actividades que un individuo puede estar representando cuando
algo se significa.
Strawson es conocido por sus análisis de las
relaciones entre la lógica formal y el lenguaje común. La complejidad del
último, razonaba, está representada de una forma inapropiada por la lógica
formal. Al analizar el lenguaje común, se necesitan además de la lógica, otras
herramientas analíticas.
Quine discutía la relación entre lenguaje y ontología.
Argumentaba que los sistemas del lenguaje tienden a convertir a quienes los
utilizan en partidarios de la existencia de ciertas opciones. Para Quine, la
justificación para hablar de un modo en lugar de otro es una justificación por
completo pragmática.
El cometido del análisis del lenguaje como un modo de
pensamiento ha continuado como una dimensión contemporánea significante en
filosofía. Una división pervive también entre aquéllos que prefieren trabajar
con la precisión y el rigor de sistemas lógico simbólicos y aquéllos que
prefieren analizar el lenguaje común. Aunque pocos filósofos contemporáneos
mantienen que todos los problemas filosóficos son lingüísticos, el enfoque que
sigue siendo sostenido de una forma más amplia es aquél que presenta mayor
atención a la estructura lógica del lenguaje y a la utilización del lenguaje en
los discursos cotidianos, al objeto de resolver problemas filosóficos.[31]
Moore, George Edward (1873-1958), filósofo
británico, conocido por su papel en el desarrollo de la filosofía occidental
contemporánea, su contribución a la teoría ética y su defensa del realismo
filosófico. Nacido en Upper Norwood, Londres, el 4 de noviembre de 1873, Moore
estudió en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Bertrand Russell,
que era compañero suyo, le animó a estudiar filosofía. Moore vivió entonces
durante unos años como un alumno particular, mantenido por una herencia, y en
1911 comenzó a enseñar en Cambridge, retirándose en 1939. Murió el 24 de
octubre de 1958 en Cambridge.
La filosofía, para Moore, era en esencia una
actividad por partida doble. En primer lugar implica análisis, es decir, el
intento de clarificar las proposiciones enigmáticas, o conceptos, mediante
apuntes de proposiciones menos enigmáticas o conceptos que debían ser
equivalentes, según la lógica, a los originales. Moore estaba perplejo, por
ejemplo, ante la afirmación de algunos filósofos de que el tiempo es irreal. Al
analizar esta declaración, mantenía que la proposición el “tiempo es irreal
“era por lógica equivalente a “no hay hechos temporales”. (“Leí el artículo
ayer” es un ejemplo de un hecho temporal). Una vez clarificado el sentido de
asentar una afirmación que contiene el concepto problemático, el segundo
cometido es determinar si existen o no las razones justificativas para aceptar
esta afirmación. La atención diligente de Moore al análisis conceptual como un
medio de conseguir claridad le situó como uno de los fundadores del énfasis
contemporáneo analítico y lingüístico en la filosofía.
La obra más famosa de Moore, Principia Ethica (Principio
de ética) (1903), se relaciona con su afirmación de que el concepto de lo
bueno se refiere a una cualidad sencilla, indefinible e imposible de analizar
respecto a las cosas y situaciones concretas. Es una condición no natural,
porque se aprehende no por el sentido de la experiencia sino por un tipo de
intuición moral. La bondad es evidente, sin duda, razonaba Moore, en aquellas
experiencias como la amistad y el placer estético. Los conceptos morales de
derecho y deber son entonces examinados en términos de producir todo aquello
que posea bondad.
Algunos de los ensayos de Moore, como La refutación del Idealismo (1903),
contribuyeron al desarrollo del realismo filosófico moderno. Empirista en su
aproximación al conocimiento, no identificó la experiencia pura, de origen
kantiano, con el sentido experiencia, y evitó el escepticismo que a menudo
acompaña al empirismo. Defendió el punto de vista del sentido común que sugiere
que la experiencia resulta del conocimiento de un mundo externo, independiente
de la mente.
Moore también escribió Ética (1912), Estudios
filosóficos (1922) y Documentos
filosóficos (1959), y desde 1921 hasta 1947 editó Mind, un destacado periódico filosófico británico.[32]
Russell, Bertrand, tercer conde de Russell
(1872-1970), filósofo y matemático británico, galardonado con el premio Nobel,
cuyo énfasis en el análisis lógico repercutió sobre el curso de la filosofía
del siglo XX. Nacido en Trelleck (Gales), el 18 de mayo de 1872, Russell
estudió en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Tras graduarse en
1894, viajó a Francia, Alemania y Estados Unidos, y luego fue nombrado miembro
del consejo de gobierno del Trinity College. Desde muy joven mostró un acusado
sentido de conciencia social; al mismo tiempo se especializó en cuestiones de
lógica y matemáticas, áreas de las que dio conferencias en muchas instituciones
de todo el mundo.
Russell alcanzó el éxito con su primera gran obra Principios de matemáticas
(1902), en la que intentó trasladar las matemáticas al área de la filosofía
lógica y dotarlas de un marco científico preciso. Colaboró durante ocho años
con el filósofo y matemático británico Alfred North Whitehead para elaborar la
monumental obra Principia Mathematica
(Principios Matemáticos; 3 volúmenes, 1910-1913), donde se mostraba que esta
materia puede ser planteada en los términos conceptuales de la lógica general,
como clase y pertenencia a una clase. Este libro se convirtió en una obra
maestra del pensamiento racional. Russell y Whitehead demostraron que los
números pueden ser definidos como clases de un tipo determinado, y en este
proceso desarrollaron conceptos racionales y una anotación que hizo de la
lógica simbólica una especialización importante dentro del campo de la filosofía
occidental.
En su siguiente gran obra, Los problemas de la filosofía (1912), Russell recurrió a la
sociología, la psicología, la física y las matemáticas para refutar las
doctrinas del idealismo, la escuela filosófica dominante en ese tiempo, que
mantenía que todos los objetos y experiencias son fruto del intelecto; Russell,
una persona realista, creía que los objetos percibidos por los sentidos poseen
una realidad inherente al margen de la mente.
Socialista y pacifista
Russell condenó a ambos bandos en la I Guerra Mundial
y por su posición íntegra fue encarcelado y privado de su puesto de trabajo en
Cambridge. En la cárcel escribió Introducción
a la filosofía matemática (1919), donde combina las dos áreas del saber que
él consideraba inseparables. Después de la guerra visitó la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, y en su libro Práctica
y teoría del bolchevismo (1920) mostró su desacuerdo con la forma en que
allí se llevaba a cabo el socialismo. Consideraba que los métodos utilizados
para alcanzar un sistema comunista eran intolerables y que los resultados
obtenidos no justificaban el precio que se estaba pagando.
Russell impartió clases en la Universidad de Pekín,
en China, durante 1921 y 1922. Desde 1928 hasta 1932, tras regresar al Reino
Unido, dirigió el Beacon Hill School, escuela privada y muy progresista donde
se aplicaban innovadores métodos de enseñanza para niños. Desde 1938 hasta 1944
fue profesor en varias instituciones de los Estados Unidos. Allí escribió Historia de la filosofía occidental
(1945). Sin embargo, la Corte Suprema de Nueva York le prohibió dar clases en
el College de esta ciudad (ahora City College de la Universidad de Nueva York)
por lo que consideraban sus ataques a la religión contenidos en textos como Lo que creo (1925) y su defensa de la
libertad sexual, manifestada en Modales y
morales (1929).
Russell regresó a Inglaterra en 1944 y fue restituido
en su puesto del Trinity College. Aunque abandonó el pacifismo para apoyar la
causa aliada en la II Guerra Mundial, fue un ardiente y activo detractor de las
armas nucleares. En 1949 el rey Jorge VI le otorgó la Orden al Mérito. Russell
recibió en 1950 el Premio Nobel de Literatura y fue calificado como "un
campeón de la humanidad y de la libertad de pensamiento". Encabezó un
movimiento a finales de la década de 1950 que exigía el desarme nuclear unilateral
del Reino Unido y fue encarcelado a los 89 años tras una manifestación
antinuclear. Murió el 2 de febrero de 1970.
Filósofo y autor
Además de sus primeros trabajos, Russell contribuyó
al desarrollo del positivismo lógico, fuerte corriente filosófica durante las
décadas de 1930 y 1940. El más importante pensador autriaco de aquellos
tiempos, Ludwig Wittgenstein, que fue alumno de Russell en Cambridge, recibió
su influencia en sus primeros estudios filosóficos por su original concepto del
atomismo lógico. En su búsqueda de la naturaleza y límites del conocimiento,
Russell desempeñó un gran papel en el resurgir del empirismo dentro del campo
más amplio de la epistemología. En Sobre
el conocimiento del mundo exterior (1926) e Investigación sobre el significado y la verdad (1962), intentó
explicar todo el conocimiento objetivo como construido a partir de las
experiencias inmediatas. Escribió, entre otros libros, El ABC de la relatividad (1925), Educación y orden social (1932), El impacto de la ciencia sobre la sociedad (1952), Mi desarrollo filosófico(1959), Crímenes de guerra en Vietnam (1967) y La autobiografía de Bertrand Russell (3
volúmenes, 1967-1969).[33]
Hume, David (1711-1776), historiador y
filósofo escocés, que influyó en el desarrollo del escepticismo y el empirismo,
dos escuelas de filosofía. Nacido en Edimburgo, Lothian, el 7 de mayo de 1711,
Hume fue educado en su casa y en la Universidad de Edimburgo en la que se
inscribió con doce años. Tenía mala salud, y después de trabajar por un corto
periodo empleado en una casa de negocios de Bristol se instaló en Francia.
Vida y obra
De 1734 a 1737 Hume estudió con apasionamiento los
problemas de la filosofía especulativa. Durante este periodo escribió su obra
más importante, Tratado sobre la
naturaleza humana (3 volúmenes, 1739-1740), que constituye la síntesis de
su pensamiento. A pesar de su importancia, esta obra fue ignorada por el
público y, como dijo el propio Hume, “nació muerta”, tal vez por culpa de su
estilo abstruso. Las obras posteriores de Hume fueron escritas bajo las formas
más ligeras y populares en la época, ensayos y diálogos.
Después de la publicación de su Tratado, Hume volvió a las posesiones que su familia tenía en
Berwickshire, donde se ocupó de problemas de ética y economía política. Allí escribió
Ensayos morales y políticos (2
volúmenes, 1741-1742), que obtuvieron un éxito inmediato. No consiguió su
nombramiento para la facultad de la Universidad de Edimburgo acaso porque, ya
desde los inicios de su trabajo, se le consideraba un escéptico en asuntos
religiosos. Hume fue tutor del enajenado marqués de Annandale y más tarde
auditor de guerra por efecto de una incursión militar británica en Francia. Sus
Ensayos filosóficos sobre el
entendimiento humano (más tarde llamados Investigación sobre el entendimiento humano) aparecieron en 1748.
Este libro, quizá su obra más conocida, es en la práctica un resumen de su Tratado.
Hume fijó su residencia en Edimburgo en 1751. En
1752, se publicaron sus Discursos
políticos, y al año siguiente, después de otro intento fallido por obtener
una cátedra en la universidad, fue nombrado titular de la Biblioteca de la
abogacía de la ciudad. Durante su estancia, que se prolongó durante doce años,
Hume trabajó ante todo en su obra de seis volúmenes Historia de Inglaterra, que apareció por entregas desde 1754 hasta
1762. De 1762 a 1765 fue secretario del embajador británico en París. Allí fue
exaltado en los círculos literarios parisinos y forjó su amistad con el
filósofo francés Jean-Jacques Rousseau, quien le acompañó en su regreso al
Reino Unido, pero éste, afectado por supuestas persecuciones imaginarias, acusó
a Hume de tramar contra él y la amistad se disolvió tras un intercambio de
mutuos reproches y denuncias públicas por parte de ambos. Después de trabajar
como subsecretario de Estado en Londres (1767-1768), Hume se retiró a
Edimburgo, donde pasó el resto de su vida. Murió el 25 de agosto de 1776. Su
autobiografía fue publicada con carácter póstumo en 1777, así como Diálogos sobre la religión natural
(1779). Hume había escrito los Diálogos
hacia 1750 pero ocultó su trabajo a causa de su naturaleza escéptica.
Las ideas de Hume
Las creencias filosóficas de Hume recibieron una gran
influencia del filósofo inglés John Locke y del obispo y filósofo irlandés George
Berkeley. Tanto Hume como Berkeley diferenciaban entre la razón y los sentidos.
Hume, sin embargo, fue más allá e intentó probar que la razón y los juicios
racionales son tan sólo asociaciones habituales con diferentes sensaciones o
experiencias.
Metafísica y epistemología
Hume dio un paso revolucionario en la historia de la
filosofía al rechazar la idea de causalidad, argumentando que “la razón nunca
podrá mostrarnos la conexión entre un objeto y otro si no es ayudada por la
experiencia y por la observación de su relación con situaciones del pasado.
Cuando la mente, por tanto, pasa de la idea o la impresión de un objeto, a la
idea o creencia en otro, no se guía por la razón, sino por ciertos principios
que asocian juntas las ideas de esos objetos y los relaciona en la
imaginación”. El rechazo de la causalidad implica también un rechazo de las
leyes científicas, que se basan en la premisa de que un hecho provoca otro de
forma necesaria y, como resulta predecible, siempre lo hará. Según la filosofía
de Hume, por tanto, el conocimiento de los hechos es imposible, aunque admitía
que en la práctica las personas tienen que pensar en términos de causa y efecto
y deben asumir la validez de sus percepciones para no enloquecer. También
admitía la posibilidad de conocimiento sobre las relaciones entre las ideas,
como las relaciones entre los números en matemáticas. El punto de vista
escéptico de Hume también negaba la existencia de la sustancia espiritual
defendida por Berkeley y de la “sustancia material” defendida por Locke. Yendo
aún más lejos, Hume negaba la existencia de una identidad del yo, argumentando
que como las personas no tienen una percepción constante de sí mismas como
entidades diferentes, no son más que “un conjunto o colección de diferentes
percepciones”.
Ética
En cuanto a la dimensión ética de su pensamiento,
Hume pensaba que los conceptos del bien y el mal no son racionales, sino que
nacen de una preocupación por la felicidad propia. El supremo bien moral, según
su punto de vista, es la benevolencia, un interés generoso por el bienestar
general de la sociedad que Hume definía como la felicidad individual.
Como historiador, Hume rompió con el tradicional
recuento cronológico de hazañas y hechos de Estado, e intentó describir las
fuerzas económicas e intelectuales que habían tenido importancia en la historia
de su país. Sus obras Historia de Gran
Bretaña (1754) e Historia de
Inglaterra (1759) se consideraron títulos clásicos durante muchos años.
Las contribuciones de Hume a la teoría económica, que
influyeron al filósofo y economista escocés Adam Smith y a otros economistas
posteriores, incluyen los conceptos de que la riqueza depende no sólo del
dinero sino también de las mercancías, así como su reconocimiento de los
efectos que las condiciones sociales tienen sobre la economía.[34]
Mill, John Stuart (1806-1873), filósofo y
economista británico, hijo de James Mill; su obra causó gran impacto en el
pensamiento británico del siglo XIX, no sólo en filosofía y economía sino
también en las áreas de ciencia política, lógica y ética. Nacido en Londres el
20 de mayo de 1806, Mill recibió de su padre una amplia y temprana formación
inhabitual. Empezó a estudiar griego a los 3 años. Con 17 años, había terminado
cursos de estudios avanzados y profundos de literatura y filosofía griega,
química, botánica, psicología y derecho. En 1822 Mill empezó a trabajar como
empleado con su padre en la oficina de inspección de la Compañía de las Indias,
y fue ascendido seis años más tarde al cargo de inspector asistente. Hasta 1856
tuvo la responsabilidad de las relaciones de la compañía con los principescos
estados de la India. En su último año en el cargo, Mill fue nombrado jefe de la
oficina de inspección, puesto que ocupó hasta la disolución de la compañía en
1858, cuando se retiró. Mill vivió en Saint Véran, cerca de Aviñón, en Francia,
hasta 1865, cuando entró en el Parlamento como diputado por Westminster. Al no
salir reelegido en las elecciones generales de 1868, volvió a Francia, donde
estudió y escribió. Murió el 8 de mayo de 1873 en Aviñón.
A Mill se le considera figura puente entre la
inquietud del siglo XVIII por la libertad, la razón y la exaltación del ideal
científico y la tendencia del XIX hacia el empirismo y el colectivismo. En
filosofía, sistematizó las doctrinas utilitaristas de su padre y de Jeremy
Bentham en obras como Utilitarismo
(1836), donde defendía que el conocimiento descansa sobre la experiencia humana
y ponía de relieve el papel de la razón humana. En economía política, Mill
defendió aquellas prácticas que creía más acordes con la libertad individual, y
recalcó que la libertad podía estar amenazada tanto por la desigualdad social
como por la tiranía política, ideas que expuso en el que quizá sea el más
famoso de sus ensayos, Sobre la Libertad
(1859). Estudió las doctrinas socialistas premarxistas, y, aunque no llegó a
ser considerado un socialista, luchó de forma muy activa por mejorar las
condiciones de los trabajadores. En el Parlamento, Mill fue considerado un
radical al defender medidas como la propiedad pública de los recursos
naturales, la igualdad de las mujeres, la educación obligatoria y el control de
natalidad. Su defensa del sufragio femenino en los debates sobre el Programa de
Reformas de 1867 llevó a la formación del movimiento sufragista. Mill también investigó
la causalidad, buscando una explicación en términos de principios empíricos.
Entre sus numerosos escritos destacados figuran Principios de economía política (1848), Sobre la esclavitud de las mujeres (1869), Autobiografía
(1873) y Tres ensayos sobre religión
(1874).[35]
Mach, Ernst (1838-1916), físico y filósofo
austriaco, nacido en Turany (hoy República Checa). Estudió en la Universidad de
Viena y fue profesor de las universidades de Graz, Praga y Viena desde 1864
hasta 1901, año en que se retiró de la vida académica. Mach pensaba que la
ciencia debería restringirse a la descripción de fenómenos que pudieran ser
percibidos por los sentidos. Sus escritos contribuyeron en gran medida a
liberar a la ciencia de conceptos metafísicos y ayudaron a establecer una
metodología científica que preparó el camino para la teoría de la relatividad.
Estudió los fenómenos psicológicos de las sensaciones y las percepciones, y
realizó importantes trabajos en balística. El número de Mach, que representa la
relación de la velocidad de un objeto con la velocidad del sonido en la
atmósfera, se llamó así en su honor. (Véase
Aerodinámica; Mecánica de fluidos).[36]
Positivismo, sistema de filosofía basado en
la experiencia y el conocimiento empírico de los fenómenos naturales, en el que
la metafísica y la teología se consideran sistemas de conocimiento imperfectos
e inadecuados.
Evolución
El término positivismo fue utilizado por primera vez
por el filósofo y matemático francés del siglo XIX Auguste Comte, pero algunos
de los conceptos positivistas se remontan al filósofo británico David Hume, al
filósofo francés Saint-Simon, y al filósofo alemán Immanuel Kant.
Comte eligió la palabra positivismo sobre la base de
que señalaba la realidad y tendencia constructiva que él reclamó para el
aspecto teórico de la doctrina. En general, se interesó por la reorganización
de la vida social para el bien de la humanidad a través del conocimiento
científico, y por esta vía, del control de las fuerzas naturales. Los dos
componentes principales del positivismo, la filosofía y el Gobierno (o programa
de conducta individual y social), fueron más tarde unificados por Comte en un
todo bajo la concepción de una religión, en la cual la humanidad era el objeto
de culto. Numerosos discípulos de Comte rechazaron, no obstante, aceptar este
desarrollo religioso de su pensamiento, porque parecía contradecir la filosofía
positivista original. Muchas de las doctrinas de Comte fueron más tarde
adaptadas y desarrolladas por los filósofos sociales británicos John Stuart
Mill y Herbert Spencer así como por el filósofo y físico austriaco Ernst Mach.
Positivistas lógicos
A principios del siglo XX un grupo de filósofos
interesados en la evolución de la ciencia moderna, rechazaron las ideas
positivistas tradicionales que creían en la experiencia personal como base del
verdadero conocimiento y resaltaron la importancia de la comprobación
científica. Este grupo fue conocido como los positivistas lógicos entre los que
se encontraban el austriaco Ludwig Wittgenstein y los filósofos británicos Bertrand
Russell y George Edward Moore. El Tractatus
logico-philosoficus (1921) resultó tener una influencia decisiva en el
rechazo de las doctrinas metafísicas por su carencia de sentido y la aceptación
del empirismo como una materia de exigencia lógica.
Los positivistas hoy en día, que han rechazado la
llamada escuela de Viena, prefieren denominarse a sí mismos empiristas lógicos
para disociarse de la importancia que dieron los primeros pensadores a la
comprobación científica. Mantienen que el principio de verificación en sí mismo
es inverificable en el campo filosófico.[37]
Carnap, Rudolf (1891-1970), figura destacada
del movimiento filosófico conocido como positivismo o empirismo lógico. Nació
el 18 de mayo de 1891 en Ronsdorf, Alemania. Estudió en las universidades de
Jena y de Friburgo y se especializó en matemáticas, física y filosofía.
Reconoció la influencia del matemático alemán Gottlob Frege en este campo, y en
las innovaciones del pensador británico Bertrand Russell y del filósofo germano
Ludwig Wittgenstein. Fue miembro destacado del Círculo de Viena, un grupo de
científicos y filósofos positivistas. En 1935 se trasladó a los Estados Unidos
huyendo del nazismo y fue profesor en la Universidad de Chicago. En 1954 aceptó
un puesto en la Universidad de California, en Los Angeles. Murió en Santa
Mónica, California, el 14 de septiembre de 1970.
Carnap interpretó la filosofía como un proceso de
análisis lógico. Se interesó sobre todo por el análisis del lenguaje de la
ciencia ya que consideró que las afirmaciones empíricas de la ciencia eran las
únicas en verdad significativas. Son testimonio de su concepción global,
resumida en que los problemas de la filosofía se pueden reducir a los problemas
del lenguaje, sus libros La estructura
lógica del mundo (1928) donde intenta reducir todas las demandas del
conocimiento al lenguaje de los datos; La
sintaxis lógica del lenguaje (1934), donde muestra su preferencia por el
lenguaje que describe la conducta (lenguaje fisicalista) y su trabajo sobre la sintaxis
del lenguaje científico, así como sus estudios sobre la capacidad de verificar,
probar y confirmar las proposiciones empíricas.
El principio de tolerancia de Carnap, o la
convencionalidad de las formas del lenguaje, afectó a la libertad y variedad en
la construcción del lenguaje. Estaba interesado de una forma muy acusada por
las construcciones de sistemas formales, lógicos. También llevó a cabo un
trabajo significativo en el campo de la probabilidad, distinguiendo entre
estadística y lógica en su obra Fundamentos
lógicos de la probabilidad (1950).
Carnap ayudó a fundar y participó en la edición del
diario Erkenntnis y la International Encyclopedia of Unified
Science.[38]
Ayer, Alfred Jules (1910-1989), filósofo británico
que tuvo una gran importancia en el desarrollo de la moderna filosofía
analítica. Nacido en Londres, fue profesor de Lógica en la Universidad de
Oxford desde 1959 hasta 1978.
Su libro Lenguaje,
verdad y lógica (1936) fue una manifestación influyente del positivismo
lógico. Aunque más tarde matizó sus ideas, al principio mantuvo que todas las
proposiciones significativas son o bien lógicas o bien empíricas. De acuerdo
con su principio de la verificación, se considera que una proposición es
empírica sólo cuando alguna observación sensorial es relevante para determinar
su verdad o falsedad. Las aserciones que no son ni lógicas ni empíricas,
incluyendo las aserciones religiosas, metafísicas y éticas, son juicios
carentes de sentido. Otras obras suyas son El
problema del conocimiento (1956), Balance
filosófico (1973) y Parte de mi vida:
las memorias de un filósofo (1977).[39]
Popper, Karl Raimund (1902-1994), filósofo de la
ciencia británico de origen austriaco, conocido por su teoría del método
científico y por su crítica del determinismo histórico. Nació en Viena y se
doctoró en filosofía por la universidad de esa ciudad en 1928. Aunque no fue
miembro de la llamada escuela de filosofía de Viena (véase Positivismo), Popper simpatizó con su actitud científica,
pero criticó algunos de sus postulados. Desde 1937 hasta 1945 enseñó en la
Universidad de Canterbury, en Nueva Zelanda, y más tarde en la Universidad de
Londres. Murió el 17 de septiembre de 1994.
La contribución más significativa de Popper a la filosofía
de la ciencia fue su caracterización del método científico. En su Lógica del descubrimiento científico
(1934) criticó la idea prevalente de que la ciencia es en esencia inductiva.
Propuso un criterio de comprobación que él denominó falsabilidad, para determinar la validez científica, y subrayó el
carácter hipotético-deductivo de la ciencia. Las teorías científicas son
hipótesis a partir de las cuales se pueden deducir enunciados comprobables
mediante la observación; si las observaciones experimentales adecuadas revelan
como falsos esos enunciados, la hipótesis es refutada. Si una hipótesis supera
el esfuerzo de demostrar su falsedad, puede ser aceptada al menos con carácter
provisional. Ninguna teoría científica, sin embargo, puede ser establecida de
una forma concluyente.
En La sociedad
abierta y sus enemigos (1945), Popper defendió la democracia y mostró
reparos a las implicaciones autoritarias de las teorías políticas de Platón y Karl
Marx. Criticó la idea de que las leyes descubridoras del desarrollo de la
historia hacen inevitable su curso futuro y por tanto predecible.[40]
Ryle, Gilbert (1900-1976), filósofo británico
que desempeñó un importante papel en el desarrollo de la filosofía analítica
contemporánea. Nacido en Brighton (East Sussex), estudió en la Universidad de
Oxford, a la que regresó como profesor en 1924. Durante varios años dirigió el
periódico filosófico Mind. En su
ensayo Expresiones sistemáticamente
equivocadas (1932), Ryle interpretó la filosofía ante todo como un análisis
lingüístico. El discurso ordinario contiene expresiones equívocas que dan lugar
a diversos problemas filosóficos; pensaba que el cometido de la filosofía
consiste en volver a plantear el pensamiento de una forma que se subordine a la
lógica con mayor exactitud. Se interesó en particular por aquellas afirmaciones
cuya forma gramatical sugiere, incurriendo en el error, la existencia de
objetos inexistentes. En El concepto de
la mente (1949) utilizó este procedimiento al atacar el lenguaje
mentalista, que indica que la mente es una entidad de la misma categoría que el
cuerpo.[41]
Austin, John Langshaw (1911-1960), filósofo
británico, uno de los mayores representantes de la filosofía analítica del
siglo XX. Nacido en Lancaster, Lancashire, estudió en la Universidad de Oxford.
Después de trabajar para el servicio de Inteligencia británico durante la II
Guerra Mundial, regresó a Oxford y enseñó filosofía moral hasta su muerte.
Para Austin, el cometido filosófico fundamental era
el análisis y clarificación del lenguaje corriente. Según él, la atención
prestada a las distinciones establecidas en el lenguaje común constituía el
punto de partida más fructífero de la investigación filosófica. El trabajo
lingüístico de Austin aportó muchos conceptos influyentes, como la teoría del
aspecto elocutivo del lenguaje. Ésta nace de su observación de que muchas
elocuciones no sólo describen la realidad, sino que también tienen un efecto
sobre la misma; son la realización de un acto en vez de ser tan sólo un informe
de su realización. Austin creía que todo el lenguaje es ejecutivo y está hecho
de actos de palabras. Durante su vida publicó siete ensayos y a su muerte se
publicaron Escritos filosóficos (1961), Sentido
y percepción (1962) y Cómo hacer cosas con palabras (1962).[42]
Strawson, Peter Friedrich (1919- ), filósofo británico,
asociado con el movimiento de la filosofía analítica y lingüística, y de forma
muy especial con la función del lenguaje común. Strawson nació en Londres y fue
educado en el Christ College de la Universidad de Oxford. Volvió a Oxford a dar
clases y en 1968 fue nombrado profesor emérito de metafísica.
El primer libro de Strawson, Introducción a la teoría de la lógica (1952), contiene su análisis
de la relación entre la lógica formal y las características lógicas del
lenguaje común. Su afirmación es que la complejidad del lenguaje común está
representada de un modo insuficiente por la lógica formal y que en el análisis
del lenguaje común se deben usar distintos instrumentos. En su trabajo Individuos (1959), Strawson se ocupa de
lo que él llamó metafísica descriptiva, un esfuerzo por describir cómo piensan
el mundo los seres humanos. Concluye que las categorías “cuerpo material” y
“persona” ocupan una posición principal en la estructuración conceptual del
mundo.[43]
Quine, Willard Van Orman (1908- ), filósofo estadounidense,
conocido por su trabajo en lógica matemática y sus contribuciones al pragmatismo
como una teoría del conocimiento. Nacido en Akron, Ohio, fue educado en el
Oberlin College y en la Universidad de Harvard, donde llegó a ser profesor en
1936.
Quine es conocido por su afirmación de que el modo en
que el individuo usa el lenguaje determina qué clase de cosas está comprometido
a decir que existen. Además, la justificación para hablar de una manera en
lugar de otra, al igual que la justificación de adoptar un sistema conceptual y
no otro, es para Quine una manifestación absolutamente pragmática. También es
conocido por su crítica de la distinción tradicional entre afirmaciones
sintéticas (proposiciones empíricas o basadas en hechos) y afirmaciones
analíticas (proposiciones necesariamente verdaderas). Quine ha realizado sus
principales contribuciones a la teoría de conjuntos, una rama de la lógica
matemática que tiene que ver con la relación entre las clases. Sus obras
publicadas incluyen Lógica matemática
(1940), Desde un punto de vista lógico (1953), Palabra
y objeto (1960), Teoría de los
conjuntos y su lógica (1963) y Esencias:
un diccionario filosófico a intervalos (1987).[44]
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