jueves, 1 de enero de 2015

Edith Stein: filósofa y santa


Edith Stein: filósofa y santa

                                    
Jorge Capella Riera



Bien está el venerar al Crucificado en imágenes y fabricar crucifijos [...] pero mejor que las imágenes de madera y piedra se conviertan en imágenes vivas”.  (Edith Stein)


Introducción
Caballero Bono (2010) nos cuenta que en la primavera del año 2009 se inauguró en Berlín un busto en bronce de Edith Stein ubicado junto al río Spree. El autor de la efigie es Bert Gerresheim [1], el mismo artista que realizó el grupo escultórico sobre la santa junto al Seminario Diocesano de Colonia. Y al igual que allí, ha representado el rostro de  la filósofa cortado, longitudinalmente, en dos mitades que no encajan entre sí.
¿Tendrá esa bisección algún significado? Yo creo que la imagen puede sugerir  que, pese a la ruptura: la conversión y el itinerario intelectual, hay una continuidad en la persona y en su pensamiento.
Y es que Edith fue una gran judía convertida al catolicismo y a la vez una de las grandes filósofas del siglo XX. MacIntyre (2008) le da la talla de filósofos contemporáneos como Lukács, Rosenzweig, Reinach, Heidegger, Ingarden, etc.,
Hay quienes han exclamado "¡Una verdadera locura!" ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la fama y al éxito? Ella, que hubiera podido ser nombrada "Filósofa del siglo XX" si no se hubiese retirado... Pero la verdad es que esta mujer desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo, y con ella la Iglesia, se hicieron  de una extraordinaria pensadora de nuestra época.

Es por eso que Marchesi (2012) considera que “en dos mil años de historia de la Iglesia, después del apóstol Pablo, hebreo convertido a la fe cristiana, que centró toda su catequesis en la muerte redentora de Cristo, tal vez ningún otro cristiano de origen hebreo, como Edith Stein, también parte del pueblo elegido y convertida del hebraísmo a la fe católica, ha focalizado con igual fuerza el itinerario completo de su maduración espiritual, hasta la entrega suprema de sí mismo, en el misterio de Cristo crucificado, “necedad” para los hombres, pero “poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 18-25)”.
Y, por su parte, MacIntyre (2008) afirma que “Edith Stein, asistente Edmund Husserl, fundador de la fenomenología, fue una de las pocas mujeres que participó activamente como miembro del círculo de Göttingen, una comunidad de amigos unidos por el deseo de llevar a cabo un proyecto filosófico de corte realista”.
Ahora bien, a veces sus textos sobre espiritualidad, e incluso misticismo, han  ensombrecido su pensamiento filosófico. Pero en realidad ella va a hacer de su vida una auténtica “filosofía”, y su filosofía se va a transformar en vida. En este sentido, podemos descubrir en Stein un modelo de los filósofos antiguos, que hacían de su vida un continuo filosofar. No era la filosofía un aspecto más de su vida, sino que filosofía y vida caminaban juntos, se confundían.
Ferrer Santos ( 2011)  señala que “en algunos filósofos es más relevante que en otros la biografía. En el caso de Edith se vuelve particularmente significativa, no solo por el atractivo que en sí misma tiene, sino también porque incide de modo especial en los distintos hitos de su trayectoria intelectual y porque en ella la experiencia vivida es una fuente de primer orden para el tratamiento que hace de los diversos temas, como ha resaltado  MacIntyre en la biografía intelectual que le dedica”.

Efectivamente, como afirma García Rojo (1998),  “es una gran mujer entre otras cosas porque “no se permitió que la vida transcurriese delante de ella, cual espectador desocupado que se sienta a ver pasar la vida. No. Edith Stein es una de esas criaturas que tomó desde joven las riendas de su mundo personal para ser protagonista del mismo. Se ha forjado a pulso su existir y su pensar; nada se le regaló. Buscó hasta encontrar, pugnó por vencer y convencer. Tenía de sí una alta estima y se esforzó por mantenerla y justificarla, incluso se molestó para que otros también la alcanzasen. Tanto su vida como su obra son de una rabiosa importancia y actualidad para nosotros, personas, cristianos, religiosos... de finales del siglo XX”.

Cabe hablar de la actitud militante de Stein frente al discurrir de la historia del siglo pasado. Es aquí donde cabe situar su existencia, y desde aquí se torna más comprensible su pensar y su legado.

En la segunda década del siglo XXI estamos  frente a un grave problema que parece afectar al ser humano: la incapacidad de pensar su existencia y el desinterés, bastante generalizado, por los valores. Vivimos también un momento histórico de grandes contrastes. Por un lado, la necesidad profunda por recuperar “la persona”, y por otro lado la real anulación de la persona, que centra su vida en lo casi estrictamente material y superficial.
Lo expresado hasta aquí, especialmnete en el último párrafo, me ha motivado a escribir este artículo con la sola pretensión de aportar al conocimiento de la vida, pensamiento y legado de Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, y de esta forma contribuir en algo a una vida más plena para quienes tengan a bien leerme.
En el escrito presentaré algunas de sus vivencias y comentarios personales, tratando de dar un panorama general de su vida, obras, pensamiento y legado; y para facilitarlo he empleado este esquema:
-        Contexto socioeconómico y cultural
-        Primeros años de su vida
-        Estudios universitarios
-        Conversión
-        Carmelita Descalza
-        Personalidad
-        Obras
-        Persecución y asesinato
-        Pensamiento
-        Vigencia.

El mérito de este trabajo corresponde a los autores que he consultado y a quienes cito literal o referencialmente, según aconseje el discurso. Si en algún caso ha habido omisiones les pido disculpas. A todos ellos, mil gracias. Mi aporte ha consistido en sistematizar la información que he recabado.

Como quiera que el artículo es de difusión, me he permitido una serie de anotaciones a pie de página para referirme a datos, hechos o personas - que a lo menos yo no conocía o había olvidado-, que me han parecido significativos para una mejor comprensión de la grandeza espiritual de Edith Stein.

En cuanto a los nombres de ciudades respeto la manera en que han sido escritos por los diversos autores.


Enero del 2015

Contexto socioeconómico y cultural
Gutiérrez (2014) nos dice que “la filosofía, según Hegel, es «una época elevada a concepto». Dicha elevación implica un esfuerzo de parte del filósofo por salir de la cotidianeidad para captar la realidad espacio-temporal en la que vive inmerso el hombre y categorizarla en conceptos e ideas.”  En ese sentido, y dado que la búsqueda de Dios que Stein inicia está hilada en torno a su búsqueda filosófica de la verdad, es importante contextualizarla en su espacio-tiempo en el que vive y en el que surgen las ideas filosóficas que más la influenciaron en la formación de su pensamiento.
A lo expresado en la introducción, cabe decir que, como bien sostiene Sancho (2014), el siglo XX “ha sido una época de grandes crisis y de grandes cambios en el panorama social, político, religioso y científico. En medio de los grandes dramas sufridos, las dos guerras mundiales y el terrible desenlace de Auschwitz, han surgido profundos interrogantes sobre el valor y el sentido de la existencia del hombre”.
Pero esto no sucedió por casualidad en cada parte del mundo hubo una causa, un preámbulo. En el caso específico de Alemania la crisis se agrava con su unificación bajo la hegemonía prusiana que Bismark convirtió primero en la Corporación Germánica  y luego en el imperio alemán, proclamado en Versalles en 1871.

Ese mismo año se aprobó la ley del púlpito para controlar la influencia del clero en los fieles. Al año siguiente se aprobó, también, la ley que controlaba la enseñanza y los jesuitas fueron expulsados.

Años más tarde, el asesinato del heredero del trono austríaco en Sarajevo, el 28 de junio de 1914, provocó el estallido de la Primera Guerra Mundial. Esta guerra fue terriblemente sangrienta., Y al terminar Alemania tuvo que arrastrar un sentimiento de derrota, que marcó los años venideros tanto en la fuerte depresión como en la sed de venganza. Esto hizo que años más tarde, en 1933, Hitler fuera nombrado Canciller de Alemania por el Presidente de la República de Weimar  y a la muerte de este se convirtiera  en dictador del país.
Los nazis restauraron la estabilidad económica,  lo que impulsó la popularidad del régimen. El racismo, especialmente el sin sentido antisemitismo, fue una de sus características centrales. Los pueblos germánicos —también llamados raza nórdica— fueron considerados la representación más pura del arrianismo [2], presentándose como una raza superior, en virtud de lo cual los judíos y otros grupos étnicos, considerados indeseables, fueron perseguidos o asesinados, y la oposición al gobierno de Hitler fue reprimida sin piedad.
Vino luego la Segunda Guerra Mundial con todas las atrocidades que durante la misma se cometieron, especialmente con ciudadanos judíos, hasta que llegó la capitulación del régimen nazi el 8 de mayo de 1945. Tras seis años de guerra la estructura económica de Alemania se había quedado en nada.
Felizmente Adenauer [3], Canciller de 1949 a 1963, inició la reconstrucción de la Alemania Occidental y ayudó a convertir la nación en una potencia económica. Entonces el país retomó los cauces de la vida democrática en todas sus expresiones.  
Edith Stein vivió en este contexto, sinembargo, no se dejó arrastrar por la corriente política, social y cultural, sino que desde que tomó conciencia de la realidad, se empeñó por buscar respuestas y soluciones. En medio de estas vicisitudes, y a pesar de ellas, nuestra protagonista no renunció  jamás a considerarse alemana; más bien al contrario, se siente insertada de pleno derecho en el devenir de esta nación, conservando siempre muy vivo el deber de agradecer los beneficios que de ello se derivan. Esto no será óbice para que sin renunciar al destino citado, se identifique con otro: el del pueblo judío, y por conversión, el de la Iglesia católica.

Ahora bien, no podemos pasar por alto que desde el  siglo XIX pasado Alemania gozó de una gran riqueza cultural.

La Universidad de Breslau,  Wroclaw capital de la Silesia, una región de Alemania que pasó a Polonia después de la segunda guerra mundial, fue fundada por los jesuitas en 1645 y se llamaba Academia Leopoldina. En 1810 pasó a ser la Universidad Federico Guillermo de Silesia, donde se estudiaba filosofía, teología católica y protestante, derecho y medicina.

Cabe señalar que la ciudad de Breslau fue un centro importante de la cultura judía. En 1854 se fundó el Seminario Teológico Judío y en 1872 la Universidad para el estudio del Judaísmo.

La Universidad de Berlín fundada en 1810 supuso la creación de un modelo que n hoy caracteriza a la universidad alemana. En ella, según Humbolt, el individuo ya estaba preparado para conducirse por mismo hacia su autodeterminación, ya no necesitaba ser enseñado. En la universidad debía dedicarse por entero a la ciencia, a la investigación en soledad y libertad, en la que la cooperación entre el maestro y el alumno constituían la verdadera formación”.

Frente a los negativo y positivo a que tuvo que enfrentarse, Donoso Brant (2010) considera que “Stein  cree tener claro cual es su puesto en la historia de su tiempo, y como observadora atenta advierte la situación del mundo que le rodea; el familiar, el estatal, y hasta el europeo y mundial. Ha iniciado el despliegue de sus afinadas antenas, con lo que el campo de acción es muy amplio, resultando fácil detectar la situación de las novedades respecto al centro receptor”.
“A medida que analiza los textos, añade, advierte que la historia no puede ser sólo lanzar la mirada a un pasado inmortalizado en las páginas de los libros; la historia no es tanto conocer cuanto participar activamente en el presente. En la concepción steiniana la marcha de la historia no es algo que se impone sin más, un sino ineludible, antes que nada es un quehacer cuya responsabilidad compete a todos, quieran o no. Por activa o por pasiva todo sujeto está implicado en el devenir histórico. Edith Stein optó por ser actor, protagonista, en lugar de dejar pasar los acontecimientos en actitud fatalista.”

Su amor por la historia no era un simple sumergirse romántico en el pasado. Iba unido estrechamente a una participación apasionada en los sucesos políticos del presente, como historia que se está haciendo.

Exponente de la atención prestada a la historia presente será, por ejemplo, la lectura regular de periódicos, y además liberales. Así pues, la filosofía y la historia se aliarán a la hora de concebir Edith Stein su cosmovisión en la que ella misma queda comprendida.

Esta mujer pronto advirtió el peligro que encierran las miradas unilaterales y los raquitismos intelectuales o el solipsismo [4]; si asoman dichos momentos en su mundo, automáticamente se ponen en guardia sus resortes advirtiendo de las consecuencias no deseadas. Así va por la vida, así va configurando su pensar, y desde esta plataforma contempla el mundo de su tiempo, el de la primera mitad del siglo XX.

Primeros años de su vida

La familia Stein era judía y procedía de Lublinitz (Polonia); y el matrimonio conformado por Siegfiied Stein y Auguste Courant se trasladó a Breslau en 1890. 

El Sr. Stein trabajaba como mayorista en la venta de maderas, un negocio que le  permitía dar a su familia una vida hasta cierto punto acomodada. Y lo más importante, era una de esas familias que valoraban la formación de los hijos, preocupados por el futuro. Se consideraban completamente alemanes, como solía ocurrir con los judíos afincados en el país, que ya habían asimilado su cultura.
El 12 de octubre de 1891 nace Edith en Breslau, Ello ocurrió cuando la familia festejaba el Yom Kippur. [5] Esto hizo que su madre tuviera una especial predilección por la hija más pequeña. Era la última de una familia numerosa.
Cuando sólo tiene un año y medio muere su padre. Su madre, de carácter enérgico y trabajador, al quedarse sola consiguió sacar a flote la industria de madera.  Eso no impidió hacer frente al cuidado de la familia por lo que desde muy pequeña es el modelo de mujer que observa. La imagen que Edith tiene de ella es la de la mujer fuerte de que hablan las Sagradas Escrituras.

Pese a las dificultades iniciales, nunca pasaron hambre, pero se acostumbraron a una vida de sencillez. Vila Griera (2014) nos dice que cuando la economía estuvo afianzada, la madre, recordando el pensar y sentir de su difunto esposo, permite que sus hijas más jóvenes hagan estudios académicos, algo poco común en la mujer de aquel tiempo.

Edith cuando mayor dirá en su autobiografía: “Hay un aspecto de la vida de nuestra familia que siempre he destacado, el tremendo respeto por la formación. Recuerdo claramente el dicho que frecuentemente repetía mi padre: Pueden quitarte tu dinero o tus posesiones. Pero nadie puede quitarte lo que está en tu cabeza”.

Erna Biberstein-Stein (1949), hermana de Edith, nos cuenta que “su primera niñez coincidió en el tiempo en que nuestra madre sobrellevaba las tareas más pesadas, tras la muerte repentina de nuestro padre. A causa de sus cargas inevitables poco podía dedicarse a nosotras. Las dos "pequeñas" estábamos acostumbradas a entendernos las dos solas y -al menos por las mañanas, hasta que los mayores regresaban de la escuela- nos entreteníamos nosotras solas”.
Y añade: “desde los cuatro o cinco años comenzó a manifestar conocimientos de literatura. Cuando entré yo en la escuela, se sintió terriblemente sola, tanto que mi madre decidió internarla en un jardín de infancia. Pero esto fracasó del todo. Se veía allí tan desoladamente infeliz, y aventajaba intelectualmente todos los niños, que hubo que renunciar a ello.”
Sancho (2014) afirma que “de niña fue de un talante muy despierto, y el amor a las letras pronto la va a caracterizar. De hecho, al cumplir los seis años de edad “exige” ir a la escuela, lo cual consigue gracias a un privilegio especial”.

En efecto a los seis años, Edith entra en un colegio de la ciudad, la Escuela Victoria. La llamaban “la niña inteligente, ”cosa que le molestaba bastante. Ella siempre valoró más en las personas, la bondad que la inteligencia.

Y Sancho escribe que: ”enseguida destaca entre las primeras de la clase. Pero quizás, resulta más interesante la evolución que ella experimentaba en su interior. No podía pasar con los ojos cerrados ante los sucesos que ella observaba a su alrededor. Cualquier situación extraordinaria la elaboraba interiormente como tratando de encontrar respuestas o aclaraciones”.

Según este autor, ella misma dice en su autobiografía: “Pero en mi interior había además un mundo escondido. Todo lo que durante el día veía y oía lo elaboraba por dentro”.

Así transcurrió su infancia, feliz, rodeada de los suyos. Solo le preocupaba el problema de la existencia divina y humana.

Del ambiente familiar apenas  si podía recibir influencias o ayudas que faciliten su comprensión de la existencia. La vida se le aparece como carente de sentido y con gran facilidad llega al rechazo absoluto de todo. Poco a poco, se aleja de la práctica religiosa de los suyos, y se le adormece la fe de sus padres.

Durante  la pubertad, Edith comienza a entrar en una crisis, que se le va a agudizar en la adolescencia. En 1905 decide dejar el colegio porque no quiere estudiar. A su madre y a sus hermanos les sorprende enormemente esta decisión.

Por ese entonces,  su hermana Else, que vive en Hamburgo, va a dar a luz a su segundo hijo y pide ayuda a la familia. Edith, animada por su madre, decide ir. En principio iba a ser un período corto, pero nuestra jovencita se queda un año.


“Mi madre no puso la menor resistencia a mi decidida voluntad. No te forzaré, decía, te dejé entrar en la escuela cuando tú quisiste, puedes dejarla ahora si lo quieres. Así dejé la escuela y fui a Hamburgo unas semanas después...”

Aquí tuve conciencia completa de la oración y la abandoné por una decisión libre. No pensaba en mi porvenir, pero seguía viviendo con la convicción de que se me había asignado algo grande.”
Su hermana Erna nos narra que “cuando mi madre la visitó después de seis meses, apenas si la reconoció. Había crecido muchísimo y parecía plenamente madura. En esta ocasión confió a mi madre que había cambiado de parecer y que deseaba regresar a la escuela para poder seguir estudiando.”
“En aquella época pensaba de vez en cuando para mis adentros: sería más sensato que yo fuera al Instituto y no me conformase con estudiar ocasionalmente. Así comencé de nuevo mi vida de estudiante”.
Así es cómo regresa a Breslau; se preparó en latín y matemáticas, con la ayuda de dos estudiantes, para pasar la secundaria y superó brillantemente la reválida en 1911.
En el acto de clausura, al llegar el turno de Edith, el director dijo: Golpea en la piedra [6] y saldrá sabiduría.  

Cuando dejó el Instituto se volvió atea, pero nunca renegó del judaísmo. Esta situación duró diez años, aunque siempre vivió en una continua búsqueda de la verdad.

Edith se planteaba, ya adolescente, qué Dios puede ser éste que no asegura la vida de la persona. Este Dios no podía ser respuesta y por eso lo rechaza: “Ya he contado como perdía mi fe infantil y cómo, casi al mismo tiempo, comencé a sustraerme como persona independiente… “.

La pérdida de fe de Edith fue un gran disgusto para su madre. Era la hija con la que solía ir a la Sinagoga, pero Edith la siguió acompañando. Tanto ella como sus hermanos, que también perdieron la fe,  fueron respetuosos, conservaron los ayunos en la casa, a pesar de que ya no practicaban.

No cabe duda que, a partir de su regreso a Breslau, su verdadero interés sigue siendo la filosofía como veremos al referirme a su estudios universitarios.

Pero su ejercicio docente le sigue fascinando: perteneció al Grupo pedagógico y trabajó en la Asociación Humbolt para la educación popular, en la que se instruía a obreros.

Es más, en 1922, nos informa Ruiz-Alberdi Fernández (2005),  “Edith aceptó el puesto de profesora de Alemán en el Colegio de las Hermanas Dominicas en Speyer. Allí, trabajó por 8 años siendo conocida por ser una mujer benévola y servicial cuya preocupación iba más allá de trasmitir conocimientos, incluía la formación a toda la persona, pues estaba convencida que la educación era un trabajo apostólico”.
En 1931, Edith deja la escuela del convento y al año siguiente aceptó la cátedra en la Universidad de Münster, pero un año después le dijeron que debería dejar su puesto por su antecedente judío. Una caritativa universidad de administración le sugirió que trabajase en sus proyectos hasta que la situación de Alemania mejorara, pero ella se negó. También recibió otra oferta de América del Sur, pero tampoco la aceptó.
Por estas fechas  Edith continuó sus escritos y traducciones de filosofía y asumió el compromiso de dar conferencias, que la llevó a Heidelberg,  Zurich, Salzburg y otras ciudades.

Le interesaban también los problemas de la mujer. Entró a formar parte de la organización "Asociación Prusiana para el Derecho Femenino al Voto". Más tarde escribía: " como bachiller y joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por este asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas".

Efectivamente, una lectura de sus textos revela claramente su oposición radical al feminismo y su fuerte compromiso al reconocimiento y desarrollo de la mujer, así como al valor de la madurez de la vida cristiana en la mujer como una respuesta para el mundo.

Ruiz-Alberdi Fernández (2010) cree que nuestra Edith siempre supo que la mujer cambíaría de estilo de  vida, entre otras razones porque Europa no podría resurgir sin el acceso de la mujer al espacio público, social, profesional y político.

Por último concluyo este apartado señalando que Edith era afable y bondadosa con los miembros de su familia.  Incluso después de su conversión continuó yendo regularmente a su casa. Fue amada y adorada por sus sobrinos y sobrinas. Su hermana recuerda que con frecuencia, mientras ella trabajaba en su cuarto, tenía a los niños con ella  y los entretenía con cualquier libro. Se sentían muy felices y contentos a su lado.
Su hermana Erna dice que  “los años universitarios,  en que yo había comenzado a estudiar medicina en 1909, fueron para nosotras tiempo de trabajo serio, pero también de estupendo compañerismo. Habíamos formado un grupo de ambos sexos con los que pasábamos nuestras horas libres y las vacaciones en gran libertad y sin prejuicios, dadas las condiciones de aquellos tiempos.”.
De igual manera desde el convento compartió sin merma el antiguo amor y la vinculación con inalterable interés.
Estudios universitarios

En 1911 la Universidad de Breslau se convirtió en su nuevo hogar. Tenía 19 años y una gran ilusión por aprender

Vila Griera (2014) nos dice que “aunque un o suyo la quiere encaminar hacia la medicina, ella estudiará filosofía. Porqué Edith considera que: “Estamos en este mundo para servir a los hombres, y eso se puede conseguir de una manera más perfecta realizando aquello para lo cual cada uno está mejor dotado”.

Se matriculó en Psicología, Historia, Germanística y Filosofía. La elección de estas materias está motivada por su inquietud personal.

La psicología, que centrará sus estudios era impartida por William Stern [7], con quien pensó incluso hacer su doctorado. Sin embargo, no va a sentirse satisfecha, fundamentalmente porque ella buscaba averiguar la esencia de la persona humana, y lo único que le ofrecía la psicología de Stem era un método naturalista y puramente mecánico, que en fondo partía de la concepción de la persona sin alma. Desde su experiencia personal no podía aceptar una visión reduccionista del ser humano. Era como privar a la persona de su dignidad más íntima.

Sus estudios de filosofía seguían el neokantismo representado en su profesor Hónigswald [8]. Si bien es cierto que su reacción no va a ser tan “violenta” como contra la psicología de Stern, tampoco va a dejar grandes huellas en su pensamiento posterior. Precisamente en un seminario con Hónigswald es donde Edith  oye hablar de Husserl y de la fenomenología. Lo poco que va captando de esta nueva corriente de pensamiento, va impactando su espíritu, hasta que se decide a leer las “Investigaciones lógicas”, obra que le produjo un fuerte impacto. Aquí descubre un nuevo modo de acercarse a la realidad. Surge en su interior la inevitable comparación entre lo que estaba estudiando y las posibilidades que la fenomenología parecía ofrecer.

Un día Edith lee en la prensa que Hedwig Conrad-Martius [9] se había doctorado en filosofía. Ella querrá imitarla y deseará hacerse discípula de Husserl y por ello decide estudiar filosofía en la Universidad de Göttingen. Husserl había creado un campo propicio para la mujer; con la fenomenología la mujer entra en la historia de la filosofía.
Edmund Husserl fue un filósofo judío/alemán que nació el 8 de abril  en 1859  en Prossnitz, hoy Prostejov, actual República Checa. Discípulo del filósofo y psicólogo  Brentano [10], su filosofía se encuentra en la base de la llamada «escuela fenomenológica», de la que partieron Max Scheler y Martin Heidegger, en quien vio a su legítimo
continuador, aunque las ideas de éste expuestas en “Ser y tiempo” motivaron la ruptura entre ambos.[11]
 A partir de 1887 fue profesor en Halle, y en Gottingen desde 1906. En 1916 pasó a ser profesor titular de la Universidad de Friburgo, donde ejercería la docencia hasta su jubilación, en 1928.
Con la llegada del nazismo al poder en 1933, fue apartado de la docencia y falleció el 27 de abril en Friburgo en 1938.
El movimiento fenomenológico es uno de los movimientos más influyentes del siglo XX y aún lleno de vitalidad en el siglo XXI.
Retomando a Edith diré que llega a la Universidad de Gottingen y la nueva ciudad estuvo llena de novedades. Lo primero que tuvo que hacer Edith fue buscarse una vivienda. Su primo Richard Courant y su mujer le ayudaron mucho. Pero no llegó sola, compañeros de Breslau, como Rosa y Mos, también fueron a estudiar en la misma universidad.
Lo que al inicio fue un cambio provisional -iba con la idea de estudiar sólo un semestre-, se convirtió en el camino a seguir. No se trató solamente de un cambio de universidad o de escuela filosófica. Podemos tranquilamente hablar de una auténtica conversión filosófica, o mejor dicho una conversión a la fenomenología. Y es que la fenomenología le facilita la caída total de prejuicios para acercarse a la realidad tal como ella se presenta.

Se enfrenta a la fenomenología a través de varios de sus grandes representantes. Fundamentalmente incidirán en su formación fenomenológica: Husserl y Max Scheler. Con este último su contacto fue escaso aunque fundamental. Coincidió con los primeros meses de su estancia en Gottingen. Este había sido invitado por el grupo fenomenológico a que diera unas conferencias. En esta época Scheler vivía convencido del catolicismo y sus lecciones públicas eran una síntesis de sus convicciones interiores. La impresión que produjo en Edith Stein no fue indiferente: “Éste fue mi primer contacto con aquel mundo hasta entonces desconocido. No me condujo todavía a la fe. Pero me abrió un campo de «fenómenos» ante los que ya no me fue nunca posible pasar con los ojos cerrados. No en vano nos habían inculcado que debíamos mirar a las cosas sin prejuicios, quitándonos antes todas las lentes de los ojos… y el mundo de la fe quedó repentinamente abierto ante mí. (…) Me contenté con captar sin oposición los estímulos de mi circunstancia, transformándome casi sin notarlo”.

Su amigo Mos, como había estudiado un semestre en la universidad, introdujo a Stein en la “Sociedad Filosófica de Gottingen”  que se fundó con un grupo de estudiantes que venían de Munich para poder estudiar con Edmund Husserl.


Todos los que entraron a formar parte de esta sociedad hicieron una fuerte amistad. Edith encontró ahí a sus mejores amigos: Roman Ingarden (con  quien  mantuvo  siempre  correspondencia),  su  mejor  amiga  Hewig Conrad-Martius y su marido, Erika Goethe y Hans Lipps.

Edith buscaba  en la fenomenología encontrar la verdad sobre misma y sobre el misterio del hombre. Este método responde a su deseo de encontrar la verdad y más tarde le ayudará a aceptar a Dios tal como Él se quiera manifestar.

El contacto y las relaciones con Husserl van a ser de gran fruto para Stein: se siente identificada con él, al que llamará siempre “el Maestro”, y con su escuela fenomenológica, que considerará durante toda su vida “su patria espiritual”. No obstante, como veremos más adelante, no se da ningún tipo de adulación o de servilismo. Edith va a saber seguir su propio camino.

Ferrer Santos ( 2011) nos cuenta que Edith siguió el curso dictado por Husserl sobre “Naturaleza y espíritu”. Pero también le atrajeron la claridad expositiva de Reinach y la vivacidad intelectual de Scheler.

Es en esta época que en la calificación final del trabajo de licenciatura sobre laempatía” obtuvo sobresaliente. Más tarde lo completará en la tesis.

Estalla en 1914 la primera Guerra Mundial y Edith se sintió en la obligación de interrumpir sus estudios y se fue como ayudante voluntaria de la Cruz Roja a un hospital militar en Märish-Weisskirchen. También allí, como en todas partes, trabajó con toda el alma, siendo estimada tanto por los heridos como por las compañeras y superiores.

Al regreso de la guerra Husserl  la escoge como asistente, y llega a ser un miembro más de la escuela fenomenológica de Gottinge de la que también formaba parte el católico Adolf Reinach [12], el más íntimo colaborador de Husserl. Una persona cordial que suavizaba las relaciones de los discípulos con el maestro, hombre distante y difícil de tratar. De su encuentro con Reinach diría Edith años más tarde: "Tenía la impresión de no haber conocido jamás a un hombre con una bondad de corazón tan pura”.

Cabe señalar que Edith no era la única de origen judío en el grupo fenomenológico. Los judíos eran una parte numerosa dentro de esta corriente. Entre otros destaca el mismo maestro, Husserl, que junto con su mujer se convirtió al protestantismo.

Husserl comunica a Stein que deja la Universidad de Gottinge porque le han nombrado catedrático en la Universidad de Friburgo.

La tesis doctoral de EdithSobre el problema de la empatía”  está terminada, por lo que se desplaza a esa universidad para defenderla el 3 de agosto 1916 ante a Husserl. Su calificación es de summa cum laude.

Defendida la tesis doctoral, Husserl le ofrece la posibilidad de permanecer a su lado como su asistente. Edith Stein acepta en seguida. Durante casi dos años (1916-1918) se encargará de introducir en la fenomenología a los estudiantes de Husserl, y al mismo tiempo  el maestro le encomienda  la transcripción y elaboración del volumen II de “Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica”, donde se esboza la noción de persona en su diferencia con el yo puro.

Son dos años en los que se empapa totalmente del pensamiento husserliano. También va a ser testigo de la evolución del maestro hacia el idealismo trascendental, que provocará la separación de muchos de sus discípulos. Stein confesará que ella tampoco puede seguirle en esa dirección, y siente la necesidad de elaborar sus propios trabajos.

Viau Mollinedo (2012) nos dice que “en otoño de 1918, Edith deja de ser asistente de Husserl porque deseaba trabajar independientemente. Deseaba obtener la habilitación para la libre docencia, algo que era imposible para una mujer en esos tiempos”. Husserl se pronunciaba así en un informe que redacta:"Si la carrera universitaria se hiciera accesible a las mujeres, la podría recomendar encarecidamente más que a cualquier otra persona para el examen de habilitación". Sin embargo, más tarde, increíblemente se le negaría ser docente debido a su origen judío.
La primera vez que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930 y tuvo con él una discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera gustado que participara también él.
Conversión
Ferrer Santos (2011) cree que “la fenomenóloga brillante quiere rendirse a la gracia, pero atraviesa crisis profundas a las que su voluntad se resiste. Edith estudia incansablemente "los fenómenos" que se van sucediendo en su alma, se apasiona por "explicar" qué es lo que pasa sin lograrlo. Esto la lleva a tener un cansancio crónico pero que finalmente le muestra lo que es el poder de la gracia de Dios en el alma”.

Tras retornar de la experiencia de la guerra, retomó su vida de estudiante, pero las dudas profundas, el insaciable hambre de verdad volcado a la filosofía y el testimonio de muchos cristianos comenzaron a socavar en ella su hasta entonces radical ateísmo.
Ferrer Santos, Viau Mollinedo, y Vila Griera nos cuentan que a finales de 1917 llegó a Edith la noticia de que Reinach había caído en el frente. Edith fue designada para hacerse cargo del legado filosófico del colega muerto. Tenía que pedir los papeles de Reinach a su mujer, y temía encontrarse con una viuda deshecha en lágrimas.  …  Pero en la esposa de Reinach vio, además de dolor, una fe robusta que daba serenidad y fortaleza.

Años después, Edith escribiría:"Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores... Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo".

En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern (Palatinado), a la finca de Hedwig Conrad-Martius y su esposo Hans-Theodor Conrad, discípulos de Husserl, conversos al catolicismo; que una tarde encuentra en la biblioteca la autobiografía de Teresa de Ávila, que leyó durante toda la noche. "Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad".

El 1 de enero de 1922, el padre Eugenio Breitling bautizó a Edith Stein en la parroquia de Bad Bergzabern. Su madrina fue Hedwig Conrad-Martius. Recibió el nombre de Teresa Hedwig. Edith eligió este nombre en agradecimiento a Santa Teresa y a su amiga Hedwig, que fue el instrumento para conocer la vida de la santa de Avila. En febrero recibió el Sacramento de la Confirmación de manos del obispo de Espira.

Considera  que su inserción como Católica, lejos de robarle su identidad como judía,más bien le da cumplimiento y un sentido más profundo. Al ser católica se sientemás judía; encuentra en Jesucristo el sentido de toda su fe y vida como judía. Este doble aspecto, crea en Edith un corazón auténticamente reconciliador entre las dos religiones.

De esta época Juan Pablo II (1999) dirá: Durante mucho tiempo Edith Stein vivió la experiencia de la búsqueda. Su mente no se cansó de investigar, ni su corazón de esperar. Recorrió el camino arduo de la filosofía con ardor apasionado y, al final fue premiada, la Verdad la conquistó. En efecto, descubrió que la Verdad tenía un nombre: Jesucristo, y desde ese momento el Verbo encarnado fue todo para ella. Al contemplar, como Carmelita, ese período de su vida, escrib a una Benedictina: «Quien busca la verdad, consciente o inconscientemente busca a Dios»”. Ella que quería contar con sus propias fuerzas preocupada por afirmar su libertad en las opciones de la vida. Al final de su largo camino pudo llegar a una constatación sorprendente: “Sólo el que se une al amor de Cristo llega a ser verdaderamente libre.

Edith consideró que debía ir a visitar a su familia, a casa de su  anciana madre,  para contarles lo que había hecho. Se puso de rodillas y le dijo: "¡Mamá, soy católica!". La madre, firme creyente de la fe de Israel, lloró. Y lloró también ella. Ambas sentían que, a pesar de seguirse amando intensamente, sus vidas se separaban para siempre. Cada una de las dos encontró a su manera, en la propia fe, el valor de ofrecer a Dios el sacrificio solicitado.

Al poco de su conversión, abandona su actividad científica, concibe la vida cristiana como relación personal entre Dios y el hombre. Quiere vivir «sólo» para Dios; otra actividad es juzgada como una distracción. Su primer director espiritual y, más tarde, santo Tomás le hacen ver el error de tal consideración. Comprende que Dios se vale de muchos medios en su plan de salvación. Poco a poco la Iglesia como comunidad y lugar de manifestación del amor divino, entra en su horizonte.

Ahora bien, una vez bautizada emergió en ella, como fruto directo, la seguridad de su vocación a la vida religiosa. Viau Mollinedo (2012)  nos informa que “deseaba entrar lo más pronto posible al convento, pero sus asesoesr espirituales, el abad  de Beuron Raphael Walzer [13] y el jesuita Erich Przywara [14], le aconsejan que espere, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus actividades “en el mundo”.

Cabe resaltar que para Edith conocer al abad benedictino Raphael Walzer fue una verdadera fortuna. En la infancia ella había perdido a su padre, y ahora, en la segunda infancia espiritual Dios le concede un padre de talla admirable. Para Edith el abad Walzer personificaba plenamente la vida benedictina, era su encarnación viviente. Muy pronto le abrió el alma, le confió sus problemas, y encontró en él un apoyo incondicional. Se compenetraron a fondo. Edith veía en el joven abad, lleno de vida y de equilibrio, un hombre de Dios; para el abad Walzer era ella una de las grandes mujeres del presente a quién él tenía la fortuna de conocer y dirigir en la vida interior. El influjo de Walzer sobre Edith fue muy grande. Nadie tuvo tanta influencia sobre ella, ni la conoció tan profundamente.

El abad le introdujo de profesora en el colegio de Santa Magdalena de las dominicas de Speyer. Además de sus clases, escribe y traduce. Durante estos años realizó, además de otros trabajos menores, dos obras voluminosas: La traducción al alemán de las Cartas y diarios del Cardenal Newman [15], y la traducción, en dos tomos, de las “Cuestiones sobre la verdad”  de Santo Tomás de Aquino. Este se convertirá en base fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en el Carmelo. También da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas.

Aún en medio de tanta actividad apostólica, Edith busca siempre que puede, sobre todo en Semana Santa, la soledad y la paz de la abadía de Beuron [16]. Su amor a la liturgia de la iglesia la lleva a pasar horas en la capilla y a celebrar las diferentes horas de oración junto con los benedictinos.

Sobre las estancias de Edith en Beuron, el abad Walzer escribirá: “Quería estar ahí, estar con Dios, tener ante en cierto modo los grandes misterios, lo que la naturaleza, fuera del recinto sacro, no podía ofrecerle. Yo no creo que necesitara muchos textos escritos para su reflexión y oración, o que pensara discursos espirituales, para los que siempre la llamaban... Como su porte externo casi rígido, así permanecía su interior en la paz de su gozosa y dichosa contemplación de Dios. Conversa agradecida y feliz de estar en la casa de su madre, la Iglesia, reconocía en el coro salmodiante de los monjes... a la gran Iglesia en oración. Conoció en toda su profundidad la recomendación de Cristo: «orad sin interrupción», y así ninguna ceremonia litúrgica le parecía demasiado larga, ningún esfuerzo demasiado grande. Tampoco la sola belleza de la esmerada liturgia era decisiva para su espíritu y su corazón. Ciertamente la forma ocupaba un lugar privilegiado, con su lenguaje, su visión, su creatividad...

Carmelita Descalza

El 30 de abril de 1933, durante la adoración del Santísimo Sacramento sintió con claridad su vocación a la vida religiosa  y tomó interiormente su decisión. ¡Para la madre supuso otro golpe! "También siendo hebreo se puede ser religioso", le había dicho para disuadirla. "Claro - le había respondido Edith - si no se ha conocido otra cosa".

La verdad es que nuestra protagonista, desde que había leído la vida de Santa Teresa, estaba enamorada del Carmelo y decía: "en la cima de mis pensamientos estaba sólo el monte Carmelo" e inundada por el agradecimiento de ser Carmelita  exclama: "no me queda sino dar gracias a Dios de continuo por la inmensa gracia, inmerecida, de la vocación" . Ahora el abad Walzer no se lo puede negar, aunque siempre sintió perderla de la vida militante.

Al principio teme que no la admitan por su edad (42 años), su ascendencia judía y la falta de dote. Nada de eso ocurre porque es admitida muy pronto en el convento de Colonia. Cuando en el locutorio del Carmelo pide el ingreso en la Comunidad, expresa los motivos de su vocación con estas palabras: “No nos puede ayudar la actividad humana sino la Pasión de Cristo. Mi deseo es de participar en ella”. Para Edith la vida religiosa es un martirio incruento para ganar a sus hermanos de raza para Cristo.

Edith tomó el hábito en una solemne ceremonia y eligió el nombre en religión de Teresa Benedicta de la Cruz. El nombre de Benedicta fue por su gran amistad con los Padres Benedictinos y de la Cruz porque se consideraba esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. La profesión perpetua la realizó en 1938.
En el recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938, hizo imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su última obra: "que ya sólo en amar es mi ejercicio ".


Al cabo de seis días de su profesión solemne muere su amado profesor Husserl, reconociendo el gran amor de Dios y el perdón de Cristo. Ella considera este acontecimiento como un fabuloso regalo de profesión.
Rodeada de sus hermanas y en ambiente de silencio, se siente feliz y privilegiada de gozar de tanta paz y tranquilidad interior. Se le ha concedido la gracia que hace tanto tiempo anhelaba: «Vivir en el santuario más íntimo de la Iglesia».
Ahora su apostolado es la oración, sobre todo por el pueblo judío y por los que lo persiguen. Pone toda su confianza en Dios, y tiene como a maestro espiritual a san Juan de la Cruz. Con esfuerzo se va adaptando a la vida comunitaria. Ha aceptado la vida religiosa como donación y holocausto, no reserva nada para ella, se hace dócil a todo lo que le exigen. Valora profundamente la vida comunitaria, después de unos años en el claustro, escribe: “Uno no puede conocer verdaderamente sus faltas sino viviendo en comunidad. Cuando uno vive solo, se hace ideas falsas sobre mismo. Esto constituye ya una inestimable ventaja de la vida conventual.

En su tiempo, muchas religiosas opinaban que el trabajo intelectual no era un trabajo auténtico ni era conforme a la vida de oración. En las órdenes masculinas no existía esta limitación por aceptar los religiosos tareas espirituales o por ser sacerdotes. Había que vencer muchos prejuicios, uno de ellos lo señala el moralista Hans Rotter [17]: “Una elevación de nivel en la formación de la mujer tiene como consecuencia evidente la de una nueva visión en la sociedad. El bajo nivel católico de formación (de la mujer) sólo se podía superar cuando  dejasen de equipararse la humildad y la ignorancia.”

Es en este contexto que el padre Provincial de la Orden, abrumado por la responsabilidad de tener a una Carmelita con tanto talento, le pide que deje las tareas domésticas  y vuelva a sus trabajos científicos. Es más, ya cuando finaliza el noviciado, le pide que prepare para su publicación su trabajo de oposiciones a cátedraActo y potencia”. Bajo el influjo de sus nuevas experiencias en el Carmelo rehace totalmente el original y lo titula:Ser finito y ser eterno”. Lo redacta después de dos años de laboriosa actividad dedicándole dos horas diarias. El fenomenólogo Koyré [18] definió esta obra como «su biografía espiritual».

También pudo terminar de escribir la obra  “Acto y Potencia” y otras obras, como veremos más adelante. Así mismo continuaba escribiendo la vida de su familia, que llevaba varios años haciéndolo. Con ocasión de la fiesta de San Juan de la Cruz, el año 1934 Edith prepara una meditación sobre el amor a la Cruz.

En el año 1936, murió su madre. Le llegó el rumor de que su madre se había convertido y contestó que no lo creía,que se había mantenido fiel a su fe y ahora sería su más fiel intercesora”.

Después de la muerte de su madre, su hermana Rosa acude al convento, se ha convertido al catolicismo y quiere seguir a su hermana; juntas seguirán hasta el final.

La vida consagrada ofrece a Edith nuevos horizontes en la contemplación de María. Contempla a María sobre todo en su virginidad. En la Madre de Jesús la virginidad es disponibilidad, sin reservas, a Dios. En la religiosa la virginidad consagrada es renuncia personal y cumplimiento de la voluntad divina. Esta actitud femenina no es represión “es ejercicio supremo de la libertad humana porque es un acto de amor voluntario al Señor”. Cristo elige a una madre-virgen para realizar la Redención. Edith Stein descubre en este gesto de Cristo “que la virginidad libremente elegida y consagrada es amor redentivo para el mundo y expiación supletoria del Crucificado”. María es el modelo de la «sponsa Christi» de la religiosa. Si ella “es el corazón de la Iglesia que llena a los miembros de vida, la religiosa ocupa el mismo puesto y ejerce idéntica función”.

La vocación religiosa ha potenciado su conciencia de su pertenencia al pueblo  judío. Aunque perseguido, se siente orgullosa de pertenecer al mismo pueblo de Jesús. En el Carmelo escribe a un amigo jesuita: “No puede imaginar lo que significa para mí cuando al entrar en la capilla por la mañana contemplo en el tabernáculo y a María, me digo: ellos eran de nuestra sangre. Ella quiere impregnarse de la espiritualidad que arranca de la Cruz y es capaz de la donación total. “Me dirigí al Redentor y le dije que veía claro mo su Cruz cargaba ahora sobre las espaldas del pueblo judío”. Ella estará dispuesta a interceder por su pueblo y llevar su parte de cruz por los demás. “El Señor ha aceptado mi vida por muchos. Yo soy una pequeña Ester, pobre e impotente, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo.

Personalidad

Poco se conoce acerca de la conformación física de Edith. Solo sabemos que, como ella misma relata, a su vuelta a casa procedente de Hamburgo: “Físicamente me desarrollaba con rapidez y vigor. Aquella criatura débil se hizo casi del todo una mujer.” Además los cabellos rubios se oscurecieron mucho. Cuando llegué a Breslau apenas me reconocían”.

En su juventud, practicaba el tenis y el remo con sus hermanas y amigas, y se centró mucho en el estudio, le encantaba estudiar. Una compañera suya, con la que iba todos los días a clase, la recordaba como la más dulce, amable y profundamente contemplativa.

En cuanto a su capacidad intelectual, quienes la conocieron  opinan que fue inteligente, innovadora,  dispuesta, hacendosa y dinámica
Su hermana Erna (1949) precisa que “en la escuela y en la universidad, Edith es siempre considerada una estudiante brillante. En el bachillerato, licenciatura y doctorado conseguirá las calificaciones más altas”.
Era muy segura y de una energía férrea. No obstante nunca fue mala amiga, sino que siempre fue una excelente compañera pronta a ayudar. Demostraba en todo momento amabilidad, paz, silencio, servicio y dominio de sí misma.

García Rojo nos dice que “la entera existencia de Edith Stein rezuma pasión e intensidad; no obstante, puede constatarse períodos singularmente significativos, que ponen mejor al descubierto en toda su originalidad el espíritu peculiar del sujeto en cuestión. Uno de esos momentos claves, y que de alguna manera condiciona, orienta y explica el devenir un tanto sorpresivo de esta mujer, es la etapa juvenil (más o menos desde los 17 a los 25 años, de 1908 a 1916). Es entonces cuando, pasada ya la crisis de la adolescencia, toma decidida las riendas de su existir para configurar, a partir de su rico mundo interior y de los materiales circundantes que aparecen en su camino, una personalidad bien definida que no la abandonará para el resto de los años.”
“Es a esta edad cuando se sacude los prejuicios y tutelas, los miedos y encogimientos, que de manera notoria habían dominado su infancia y adolescencia. Y, cosa curiosa, a partir de ahora la felicidad hace acto de presencia y comienza a sentirse a gusto consigo misma.”

“Todos sus anhelos y esfuerzos colaboran al unísono en los objetivos señalados. Por fin puede dar rienda suelta a esa fuerza interior que se resiste a permanecer por más tiempo recluida y desaprovechada. El mundo intelectual se constituirá en el foco aglutinador de sueños y proyectos, de decisiones, de cambios, de pesares y de ilusiones, etc.”

Vila Griera considera que “la joven Edith era exigente, muy segura de misma, debía hacerse violencia para aceptar los errores que observaba en los otros. Sus mejores amigos se lo advierten, resulta demasiado exigente, demasiado crítica, «encantadoramente implacable»”

Sorprendida aceptaba la corrección y años más tarde comentará: Yo vivía con el ingenuo autoengaño de que en mí todo era correcto, como es frecuente en las personas incrédulas, que viven con un tenso idealismo ético. Había considerado siempre, como un justo derecho mío, el señalar despiadadamente con el dedo las debilidades, los errores y faltas de otras personas, a menudo en un tono irónico y despectivo.

Edith nunca se sintió inferior al hombre, ni un ser a su servicio, sino que el hombre y la mujer en condición de igualdad debían poder tener acceso a todo tipo de posibilidades según el talento de cada uno. Ya en sus años de estudiante manifiesta una gran sensibilidad por los derechos de la mujer. Ella misma escribirá: “Cuando estaba en el Instituto, y después como estudiante de universidad, fui acérrima feminista”. Por ello trabajará activamente porque las mujeres tengan los mismos derechos que el hombre. Durante los años universitarios de Breslau nos dice que: “Desde este sentimiento de responsabilidad social me puse decididamente a favor del derecho de voto femenino. Esto era entonces, incluso dentro del movimiento ciudadano femenino, no del todo evidente. La asociación prusiana en la que ingresé con mis amigas, estaba integrada en su mayoría por socialistas, debido a que postulaba la total igualdad política de derechos para la mujer”.

En la Universidad de Göttingen se encontrará con profesores que son enemigos declarados a que las mujeres estudien. Pero con la capacidad intelectual y la seriedad en el estudio de jóvenes como Edith, hará posible que los profesores cambien de opinión. Dirá en su autobiografía: El estricto y temido Edward Schröder [19]  […] al igual que su cuñado Roeth,en Berlín, era enemigo de que las mujeres estudiasen y no había recibido hasta entonces a ninguna señorita. Me tocó vivir su «conversión» […] Cuando al comienzo de aquel semestre […], declaró públicamente que a partir de entonces permitiría el acceso al cursos superior a las señoritas, pues lo habían merecido por su aplicación y meritorios trabajos”. En otra ocasión, otro profesor ante la presentación de un buen trabajo intelectual realizado por Edith, dijo: “¡Q sería de su seminario si no hubiera señoritas que trabajasen con tanta aplicación e inteligentemente!Esto me pareció a mí algo exagerado y me sentí obligada a hablar a favor de mis compañeros varones.

Explica en sus memorias que solía discutir fuertemente con su hermana Erna y sus mejores amigas sobre la tarea y misión de la mujer. Mientras que las otras estaban dispuestas a dejar la profesión para formar en un futuro una familia, sólo ella declaraba que nunca haría eso. Edith está convencida que la mujer tiene mucho camino por recorrer y una de sus conquistas es la profesión intelectual.

Viau Mollinedo (2012)  sostiene que “siendo una mujer con una personalidad de alta tensión y fuertemente pasional, así como totalmente racionalista y atea, en el fondo mismo de su corazón, la semilla de la generosidad y servicio a la humanidad causaba un profundo cuestionamiento existencial.”  Como ya hemos visto, al estallar la primera guerra mundial Edith sigue un curso de enfermería y en seguida colabora en un hospital austriaco, donde le tocó atender a enfermos de tifus y ayudar en el quirófano.  Sus palabras fueron: "Ahora mi vida no me pertenece. Todas mis energías están al servicio del gran acontecimiento. Cuando termine la Guerra, si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos personales. Si los que están en las trincheras tienen que sufrir calamidades, porqué he de ser yo una privilegiada?"  [20]

En cuanto a cultura, Edith vivió a la vez las raíces hebreas familiares y el nacionalismo prusiano. Desde los primeros años mostró gran afición por la Historia,  la Literatura y la Música alemanas. “Prefería los clásicos: Schiller, Mozart, Bach, Beethoven, Wagner y Rembrandt.”

Sentía especial predilección por Bach.Ese mundo de pureza y estricta regularidad me hablaba a lo más íntimo”. Lo que a Edith le fascinaba de Bach, no era el contexto religioso o incluso confesional de sus obras para la Iglesia, ni tampoco el contenido de los textos bíblicos o de los corales, tomados de los himnarios de la Iglesia Evangélica. Lo que hablaba a lo más íntimo de ella era sobre todo la consonancia entre la emoción poética y la forma estrictamente racional, la pureza de la armonía, así como la sintonía que reflejaba todo el movimiento expresivo del texto y toda  la  emoción  afectiva  sentida  por  los  fieles.  
García Rojo considera que Stein “posee un espíritu fuertemente oxigenado en búsqueda constante; resulta por ello natural su inclinación y pasión por la filosofía, como terreno idóneo para llevar a plenitud sus aspiraciones universalistas, donde los otros, lo comunitario, juegan un papel determinante. La filosofía, con su perspectiva de totalidad, se le antoja como el saber a seguir . Sus esquemas mentales sobrepasan los férreos límites de familia, raza y nación”.

Para advertir cómo interpreta el devenir histórico y en qué instante del siglo XX se halla por entonces, baste con leer la excelente carta dirigida a su hermana Erna el 6 de julio de 1918. Han pasado cuatro años de guerra, el final parece no llegar y el desencanto va dejando huella también en los componentes de la familia. A este oscuro panorama que parece dominar a los suyos, la joven filósofa opone su cosmovisión, su visión del proceso histórico, donde lo que importa es el todo y el final, que es lo que da sentido a lo particular y a los instantes precedentes.

Ferrer Santos considera que “de anecdótico se podría tildar su paso por la política, si no fuera por las consecuencias que habría de tener en su maduración intelectual. Las discrepancias con el prusianismo de la República de Weimar en el periodo prebélico fue lo que la llevó a afiliarse más tarde al Partido Demócrata Alemán (DDP), alejado tanto de la socialdemocracia como del estatalismo prusiano. Esta experiencia está a la base de sus escritos políticos, en los que reflexiona sobre la naturaleza del Estado y la sociedad civil, publicados en el husserliano “Anuario de Filosofía e investigación fenomenológica” (1921).

En este sentido, García Rojo afirma que Edith “se ve a sí misma alemana por los cuatro costados, y como tal trata de orientar su existencia. … Se confesará patriota, orgullosa de su nación, pero sin caer en el reduccionismo nacionalista; le resulta insoportable la indiferencia de los estudiantes y el escaso espíritu comunitario de los suyos. Quizá pueda decirse que su sentido de pertenencia familiar se fue debilitando en la misma proporción en que aumentaba su conocimiento y experiencias sociales, hasta llegar a trasladar las referencias familiares a los intereses nacionales: el amor y la filiación salen del reducido círculo doméstico, pasando a dominar las relaciones nacionales”.

Desde la perspectiva de Edith Stein, en la que el espíritu de solidaridad y de responsabilidad social constituyen los materiales del quehacer histórico, todos los seres humanos son necesarios y sus aportaciones imprescindibles para la buena marcha de la historia; de lo contrario aparecerán vacíos o desvíos que entorpezcan el avance de la humanidad. La historia es un quehacer de todos.

Obras

Mújica (2002) señala: “Siempre he creído que para entender el pensamiento de un autor no basta con leer sólo sus obras. Es verdad que cada escritor nos ofrece una radiografía de su ser en cada uno de sus escritos, pero las radiografías jamás nos dejarán conocer explícitamente los condicionamientos coyunturales propios de los distintos estadios de la vida de cada uno. Se necesita ir más allá: por un lado, penetrar en los mismos movimientos del alma, en su intimidad, conocerlo a fondo; y por otro, valorar la situación histórica concreta en la que transcurrió su vida. Sólo desde esta atalaya, únicamente con estas coordenadas, podemos formarnos y vislumbrar nítidamente la estatura espiritual, la hondura intelectual, el desarrollo científico y el contexto externo que llevaron a ser y a escribir a cada cual lo que fue y redactó”.

Y García Rojo expresa que “no debe olvidarse el principio de que la persona es más importante que su obra. Esta aseveración no implica la descalificación de la producción escrita, sino que quiere confirmar la inclusión y el influjo mutuo hasta la identificación: la obra forma parte de la vida, de la persona. Atendiendo a este supuesto, bien puede calificarse a Edith Stein de caja de resonancia de las voces capitales que configuran el siglo XX, al menos en su primera mitad.” En el apartado anterior se expuso su atención hacia los sucesos históricos y la interpretación que de los mismos hacía; en este segundo se quiere poner de manifiesto las coordenadas culturales en las que cabe situar a esta mujer; con ello se caerá en la cuenta de lo atenta que estuvo también a las manifestaciones del espíritu.
Es por esto que recién ahora, después que conocemos a nuestra filósofa,  es que tenemos la atalaya  de que nos hablan Mujica  y García Rojo. Mujer de singular inteligencia y cultura, ha dejado numerosos escritos de elevada doctrina y de honda espiritualidad.
Viau Mollinedo, a quien seguimos en esta parte, nos informa que “el conjunto de las obras de Edith Stein no ha terminado de ser publicado. Sus escritos más importantes están reunidos en los dieciocho volúmenes de la Obra completa, publicada bajo la dirección de la doctora Lucy Gelber, del padre Romaeus Leuven, OCD, y del padre Michael Linssen, OCD.Los volúmenes I a VIII fueron publicados por las editoriales Nauwelaerts (Lovaina) y Herder (Freiburg); los volúmenes IX a XI por De Maas & Waler (Druten) y Herder (Freiburg); los últimos por Herder.”

En esta obra monumental Stein “armoniza los problemas de la filosofía y de la teología,buscando unir las dos fuentes que conducen al hombre al conocimiento de sí mismo y de la verdad: la fe y la filosofía. Fue publicada ocho años después de su muerte.”

“Trata las preguntas más existenciales del hombre, reconoce la sed infinita que posee el hombre de conocer la verdad y de experimentar su fruto, entendido desde la realidad de lo eterno y lo trascendental”.

“Es una obra de madurez, densa y a veces de difícil lectura; llena de meticulosos análisis ontológicos, situada en una auténtica encrucijada entre fenomenología y neotomismo.”

“Busca el diálogo entre la tradición que va de San Agustín o el Pseudo Dionisio hasta Duns Scoto [21], y tal vez -sin nombrarlo- Francisco Suárez [22], pasando naturalmente por Santo Tomás, con la modernidad que representan Husserl, Scheler, Heidegger y otros”.

“Sin difuminar las diferencias, y sin desconocer la originalidad de cada uno, va perfilando una posición propia, una filosofía de la esencia como signo de lo eterno, "de la esencia en cuanto misterio", que sin pretender erigirse en sistema filosófico, paga un fuerte tributo a una sistematización a través de la cual pocos estarían dispuestos a seguirle hoy”.

Aún no han sido publicadas todas sus obras; sus escritos están bajo la tutela de la Orden  Carmelita de las Descalzas.

Esta Orden tenía cierto reparo en publicar la autobiografía viviendo todavía su hermana. La decisión fue que la familia la leyese y juzgase. Para los familiares la lectura supuso la vuelta al pasado, en algunos casos un poco duro, pero como era la verdad, no había nada que negar pero se podía sacar a la luz de una forma más inofensiva. Al final la obra se publicó, pero no el texto completo. La sobrina reconoce: “A pesar de algunas de sus severas críticas de miembros de la familia, tenemos con la “tía Edith una gran deuda de gratitud. Recuperó para nosotros un mundo que, en el tiempo en que se publicó su libro, había desaparecido para siempre... Edith trazó sus retratos con un cuidado cariñoso. Fue un acto de homenaje a su madre”.


Edith llevó al Convento de Echt muchas obras y manuscritos y hay que añadir las obras que escribió allí; pero en Colonia se quedó casi toda su biblioteca y algunos manuscritos así como la autobiografía.

En 1945 las monjas de Echt tuvieron que trasladarse a Herkenbosch, alli pudieron llevar algunas obras. Lo demás se quedó en el sótano. Después de la guerra tuvieron que trabajar duro entre los escombros para recuperar los manuscritos que se enviaron a “Husserl-Archiv,” de la Universidad de Lovaina en Bruselas.


Después de que la Madre Teresa Renata [23] escribiera la primera biografía de Edith Stein aparecieron otros escritos dispersos y en Colonia se fue conformando lentamente un archivo con todo el material recopilado. Actualmente es el archivo más completo, donde se pueden encontrar todas las obras de la Carmelita, sus manuscritos, ya en forma original, ya fotocopiados y también todas las obras, revistas y artículos que tienen que ver con la vida y escritos stenianos.

Veamos sin mucho detalle algunas de las obras de nuestra filósofa y santa que luego analizaremos en la siguiente parte.

Durante el período 1930-33 se dedicó a los temas de pedagogía y formación femenina. Los textos de estos años, junto con un breve ensayo sobre Santa Isabel de Hungría  [24] , fueron reunidos en el volumen “Formación y vocación de la mujer”  (1949).

En el curso del primer año de vida carmelita escribió “La oración de la Iglesia y El misterio de Navidad”, dos interesantes opúsculos llenos de profundo y genuino sentimiento religioso.

Luego, por consejo de sus superioras, compuso la monumental obra “El ser finito y el ser eterno” (1950), en la que examina todo lo creado e increado para llevar a cabo una síntesis entre Santo Tomás de Aquino y la filosofía moderna en la que dio  preferencia singular a la ideología de la escuela fenomenológica de Husserl.

Su tesis doctoral “Problema de la Empatía” "es una experiencia sui generis, la experiencia del estado de consciencia de los otros en general... la experiencia que un yo en general tiene de otro yo similar a éste"; explicación del término "empatía".

En su ensayo “Causalidad psíquica”, Edith, que aprendió de su maestro Husserl la fenomenología como ciencia de la consciencia, sostiene la autonomía, y por ende el carácter personal de la fuerza vital espiritual de cada uno. Ésa es la causa por la que no todos se abren a determinados valores con el mismo ímpetu y la misma capacidad receptiva.

Al tratar la imagen de la Trinidad en la creación, hacia el final de su obra “Ser finito y Ser eterno”, Edith, ya Carmelita profesa, habla del alma en la cual el yo personal se encuentra en su propia casa,como de un espacio en el centro de esa totalidad que se compone del cuerpo, la psique y el espíritu."El alma como  “castillo interior‟, como la ha denominado nuestra Santa Teresa de Ávila, no es puntiforme como el yo puro, sino que es un espacio, un castillo con muchas habitaciones, donde el yo se puede mover libremente, bien yendo hacia el exterior, bien retirándose cada vez más hacia el interior. [...]El alma no puede vivir sin recibir. Se nutre de los contenidos que acoge espiritualmente, viviéndolos."

En 1938 escribe: "bajo la Cruz entendí el destino del pueblo de Dios que entonces (1933) comenzaba a anunciarse. Pensaba que entendiesen que se trataba de la Cruz de Cristo, que debían aceptarla en nombre de todos los demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas cosas, lo que significa ser esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque ciertamente nunca será posible comprender todo esto, puesto que es un secreto”.

Dentro de esta primera etapa en su pensamiento filosófico, vale también la pena resaltar su obra "Introducción a la Filosofía". Si bien no pertenece propiamente al ciclo de obras anterior y es de difícil catalogación, es una obra sumamente original. En ella se descubren los principales problemas de la filosofía de la naturaleza: el movimiento, las nociones de tiempo y espacio o qué es un objeto material y físico.
En diálogo con Kant y con Husserl, y demostrando profundos conocimientos de las ciencias duras de su época (física, biología, filosofía de la ciencia), Stein establece una diferencia fundamental entre los problemas de la naturaleza y los problemas de la subjetividad. A partir de la segunda parte (encargada de estudiar la subjetividad), formulará una antropología propiamente dicha y resaltará las características del hombre como la libertad, la conciencia, y la capacidad reflexiva.
"La estructura de la persona humana", es un curso que escribió e impartió entre 1932 y 1933, en el Instituto de Pedagogía Científica en Münster, Westfalia
"Potencia y acción" fue una primera obra de metafísica y ontología en la que dialogará con el pensamiento de Hedwig Conrad-Martius. Es producto de un intenso estudio de las obras de Santo Tomás de Aquino y del Beato Duns Escoto, sin dejar de lado la fenomenología husserliana.
Como hemos visto,  ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a Edith Stein se le había dado permiso para dedicarse a las obras científicas. Allí había escrito, entre otras obras, “De la vida de una familia judía”:  "Deseo narrar simplemente lo que he experimentado al ser hebrea". “Ante la juventud que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los judíos..., nosotros, que hemos sido educados en la comunidad hebrea, tenemos el deber de dar testimonio".
Tal como hemos precisado, en Echt, Edith Stein escribió a toda prisa su ensayo sobre Juan de la Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de su nacimiento (1542-1942). Lleva como subtítulo: " La ciencia de la Cruz ", que es  como habitualmente se le conoce.
En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: "una scientia crucis (la ciencia de la cruz) solamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (te saludo, Cruz, única esperanza nuestra)".
Persecución y asesinato

En 1933 Edith Stein es destituida de su cargo de docente en el Instituto Científico de Munster, por ser judía. Fue algo que no le sorprendió. Lo contará s tarde en su autobiografía: "Había oído ya antes algo sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora comencé de pronto a entender que Dios había puesto una vez más su pesada mano sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también el mío"…. "Si aquí no puedo continuar, en Alemania ya no hay posibilidades para mí ". "Me había convertido en una extranjera en el mundo".

Tengo que volver a poner de relieve que la Hermana Teresa, vive su realidad judía en plenitud. Es llamada a responder como respondió la Reina Ester [25] a favor de su pueblo. Su función consiste en interceder con toda el alma y con una disposición total para conseguir lo que pide, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total unión con el ofrecimiento del Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo.

Hace una petición por escrito a su Priora, pidiendo permiso para ofrecerse como víctima: “Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos días.”

En 1933, ante la grave situación de la Shoah [26], Edith pide audiencia privada con el Papa Pío XI pero, al no ser posible, el 12 de abril de 1933, le escribió una carta [27] en la que señalaba  los peligros que se cernían con la llegada al poder del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores de Adolf Hitler en marzo de ese año. Además, señalaba con claridad su convicción de que el silencio «no logrará comprar la paz con el actual gobierno alemán», es decir, con el régimen nazi y le pedirá que escriba una Encíclica en favor de los judíos perseguidos. Su aportación fue tenida en cuenta para preparar el borrador de una Encíclica, que nunca llegó a publicarse. Más tarde, Pío XII tomará algunas de sus ideas en su primera Encíclica Summi Pontificatus.

En la carta expresaba, entre otras cosas, “Como hija del pueblo judío que -por la gracia de Dios durante los últimos once años también ha sido hija de la Iglesia católica- me atrevo a hablarle al Padre de la Cristiandad sobre lo que oprime a millones de alemanes. Desde hace semanas vemos que suceden en Alemania hechos que constituyen una burla a todo sentido de justicia y humanidad, por no hablar del amor al prójimo. Durante años, los líderes del nacionalsocialismo han estado predicando el odio a los judíos. Ahora que tomaron el poder gubernamental en sus manos y armaron a sus partidarios –entre los cuales hay elementos probadamente criminales–, esta semilla de odio ha germinado. [...]”

“Todos nosotros, que somos fieles hijos de la Iglesia y observamos las condiciones imperantes en Alemania con los ojos abiertos, tememos lo peor para el prestigio de la Iglesia si el silencio se prolonga por más tiempo. Estamos convencidos de que, a la larga, este silencio no logrará comprar la paz con el actual gobierno alemán. Por ahora, la lucha contra el catolicismo se hará en forma silenciosa y menos brutal que contra los judíos, pero no menos sistemática. No pasará mucho tiempo hasta que ningún católico pueda ocupar un cargo en Alemania, a menos que se ponga incondicionalmente al servicio del nuevo rumbo de los acontecimientos.”
El 1 de julio de ese año, su hermana Rosa —también convertida al catolicismo— llega al mismo Carmelo y profesa como terciaria carmelita.
El 31 de diciembre de 1938, el asedio de “La noche de los cristales rotos”  [28], fue especialmente doloroso para los judíos.

Edith sufre por su familia y las religiosas temen por su vida y gestionaron el asilo político en Suiza para ser transferidas, la santa y su hermana,  al Convento de Carmelitas de Le Paquier. Pero sólo se lo concedían a ella. No quiso abandonar a Rosa y se quedó en Echt. En tales circunstancias la Madre Superiora de las Carmelitas de Colonia decide   enviarla a Iberoamérica  pero ella se rehusa pues  prefiere permanecer junto a los suyos en aquellos momentos críticos.  Sin embargo la noche de fin de año tiene que cruzar la frontera de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda.  Las carmelitas piensan que, siendo Holanda neutral y país de refugiados políticos, Edith podría vivir allí segura. Sin embargo, la lectura en las iglesias de una carta pastoral de los obispos holandeses, contraria a los principios racistas, motiva en represalia, que las religiosas y religiosos y muchos otros conversos de origen judío hayan de ser deportados.

El 9 de junio de 1939, escribe su testamento lo que, según Eduardo de la Hera (2009), podría interpretarse como un presentimiento de su muerte:Desde ahora acepto con alegría y con perfecta sumisión a su santa voluntad, la muerte que Dios me ha reservado. Pido al Señor que se digne aceptar mi vida y mi muerte para su honor y su gloria. Por todas las intenciones del Sagrado Corazón de Jesús y de María y por la Santa Iglesia, de modo especial por el mantenimiento, santificación y perfección de nuestra Santa Orden, particularmente los Carmelos de Colonia y Echt. En expiación por la incredulidad del pueblo judío y para que el Señor sea acogido por los suyos y venga su Reino en la Gloria. Por la salvación de Alemania y la paz en el mundo. Finalmente, por mis familiares, vivos y difuntos, y por todos los que Dios me ha dado, que ninguno se pierda”.

Cada año el día 14 de septiembre en la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, las carmelitas renuevan sus votos. Era costumbre en este Carmelo, que la priora en este día leyera una breve reflexión. En esta oportunidad encarga a la Hermana que la escriba. Ella lo realizará con gozo y fueron reflexiones profundas, de una persona que vive a fondo la vida religiosa y anima a vivirla a sus hermanas, sobre todo en aquellos momentos tan trágicos de la II Guerra Mundial.

El año 1940 es elegida como nueva priora la Hna. Antonia. Ésta no quiere que se desaprovechen las dotes de Edith Stein, y le pide que prepare un ensayo sobre la doctrina de San Juan de la Cruz, para la celebración del IV centenario de su nacimiento. Edith elige como tema: “La Ciencia de la Cruz en San Juan de la Cruz”. Este había sido su tema de meditación en sus ejercicios para la toma de hábito, y sigue siendo su tema constante de meditación: descubrir una luz, en la cruz que ha caído sobre su pueblo: Ella escribe en base a lo que siempre pensó y sintió: “Bien está el venerar al Crucificado en imágenes y fabricar crucifijos [...] pero mejor que las imágenes de madera y piedra se conviertan en imágenes vivas”.

Escribir el ensayo citado es para Edith una gracia, pues   le permite estar todo el día en contacto con San Juan de la Cruz, el mejor de sus maestros. Este contacto le ayudará a prepararse con toda conciencia desde la fe, el amor y la esperanza para el martirio, porque la cruz es camino de la luz y la muerte de la resurrección, no sólo para ella sino para todo su pueblo.

El 1 de septiembre sale una orden del nacionalsocialismo por la que todos los judíos en territorio alemán o bajo su dominio deben llevar una estrella amarilla.

Pese a las dificultades Edith todavía compuso tres  hermosos actos de oblación, ofreciéndolos por el pueblo judío, por el evitamiento de la guerra y por la santificación de la Familia Carmelita.

Edith es consciente de su destino, y lo acepta como venido de las manos de Dios. Pocos días antes de su deportación, a quienes se ofrecen para salvarle la vida, les dirá: ¡No hagáis nada! ¿Por qué debería ser excluida? No es justo que me beneficie de mi bautismo. Si no puedo compartir el destino de mis hermanos y hermanas, mi vida, en cierto sentido, queda destruida.

El día 2 de agosto de 1942 es detenida por la Gestapo, junto con su hermana Rosa quien asustada por la multitud y por no poder hacer nada ante la situación, se empezó a desorientar. Un testigo relató que Edith tomó de la mano a Rosa y le dijo tranquilamente: “Ven, vamos junto a nuestro pueblo”. Juntas caminaron hacia la esquina y entraron en el camión de la policía que las esperaba. Luego, en la noche entre el 3 y el 4 de agosto, los presos fueron trasladados al campo de concentración en Westerbork, situado en una zona completamente deshabitada al norte de Holanda.
Hay muchos testigos que cuentan del comportamiento de Edith durante esos días de prisión: su silencio, su calma, su compostura, su autocontrol, su consuelo para otras mujeres, su cuidado para con los más pequeños, lavándolos y cepillando sus cabellos y cuidando de que estén alimentados.
El 9 de agosto de 1942, llegaba en el tren de la muerte al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Por su edad (51 años cumplidos), su baja estatura, sin signos externos de robustez, en la mentalidad nacista no servía para trabajos forzados.

La llevaron a la barraca 36, siendo marcada con el Nº 44.074 de deportación. Las lamentaciones en el campamento, y el nerviosismo en los recién llegados, eran indescriptibles. Edith Stein iba de una parte a otra, entre las mujeres, consolando, ayudando, tranquilizando como un ángel. Muchas madres, a punto de enloquecer, no se habían ocupado de sus hijos durantes días. Edith se ocupaba inmediatamente de los pequeños.

Uno de los testigos, que sobrevivió dice: “Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo ella: “El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?”

Y otro: “Tengo la impresión de que ella pensaba en el sufrimiento que preveía, no en su propio sufrimiento, --por eso estaba bastante tranquila, demasiado tranquila, diría yo--, sino en el sufrimiento que aguardaba a los demás. Cuando yo quiero imaginármela mentalmente sentada en el barracón, todo su porte externo despierta en mí la idea de una Pietá sin Cristo.”

Después de varios tormentos y humillaciones indescriptibles, el 9 de agosto, los prisioneros son conducidos inmediatamente a la cámara de gas donde la ducha anunciada, en vez del agua deseada, emanó el tóxico ciclón B de la muerte casi instantánea. Así moría como judía y católica  -mártir de la fe-  a los 51 años de edad.
Muere ofreciéndose como holocausto para la salvación de las almas, por la liberación de su pueblo y por la conversión de Alemania. Con la oración de un Padrenuestro en los labios, Edith da el sentido más pleno a su vida, entregándose por todos, por amor.


Su cuerpo fue calcinado. No hay tumba. Las cenizas o huesos de la religiosa se arrojaron en el campo adyacente. Hoy es un verde campo con cruces que plantan allí los grupos de peregrinos.
Edith Stein fue beatificada por Juan Pablo II en Colonia, en el aniversario de su consagración definitiva, el 1 de mayo de 1987.

Con su beatificación,  la Iglesia rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice, a "una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo ".

El mismo Papa  canonizó a la judía, filósofa, monja, mártir y beata, Teresa Benedicta de la Cruz de la Orden del Carmelo Descalzo, el 11 de octubre de 1998, en la Basílica de San Pedro en Roma.
Fue también este Papa quien la declaró co-patrona de Europa,  junto a Brígida de Suecia (1303?-1373) y Catalina de Siena (1347-1380), el 12 de julio de 1999, en el marco de la apertura del Sínodo de Europa,
Recogemos un fragmento de las palabras que dijo el Papa ese día: “Edith hizo suyo el sufrimiento del pueblo judío a medida que éste se agudizó en la feroz persecución nazi, que sigue siendo, junto a otras graves expresiones del totalitarismo, una de las manchas más negras y vergonzosas de la Europa de nuestro siglo. Sintió entonces que en el exterminio sistemático de los judíos se cargaba la Cruz de Cristo sobre su pueblo, y vivió como una participación personal en ella su deportación y ejecución en el tristemente famoso campo de Auschwitz-Birkenau”.
“Para edificar la nueva Europa sobre base sólidas, no basta ciertamente en los meros intereses económicos que, si unas veces aglutinan otras dividen, sino que es necesario hacer hincapié más bien sobre los valores auténticos, que tienen su fundamento en la ley moral universal, inscrita en el corazón de cada hombre.”
Su fiesta se celebra en el Carmelo Teresiano y en la Iglesia Católica el 9 de agosto.

Pensamiento

Caballero Bono nos cuenta que cuando en 1936 Edith Stein fue conducida al Hospital de la Trinidad de Colonia por haber sufrido fracturas en la muñeca y en un pie, se presentó así: «Soy Edith Stein. Hermana Teresa Benedicta de la Cruz».

“Muchas veces en mi vida, añade este autor, he pensado sobre estas dos frases. ¿Qué significa el hecho de que Edith haya dicho primero su nombre civil y sólo después el nombre de Orden? Un posible significado es que ella no es patrimonio de la Orden Carmelitana. Que tiene un mensaje que decir, no sólo a los carmelitas, ni siquiera tan sólo a los católicos o a los cristianos, sino también a un musulmán o a un hinduista, incluso a una persona no religiosa…”

García Rojo sostiene que el jesuita Erich Przywara, escribía en 1955: "Edith Stein en su profundidad singular es símbolo de la auténtica situación intelectual de hoy. En el instinto más interior de su raza fue siempre consciente de que Abraham, el padre de paganos y de los judíos, procedía de la asiática Ur en Caldea, así también todo su pensar estuvo orientado al Oriente. Como carmelita, igualmente por instinto, puso su morada en el Monte Carmelo, al mismo tiempo que fue su ley la medida y medio del Occidente benedictino. Justamente este posicionamiento entre Oriente y Occidente dificulta, a veces, captar la profundidad singular de la figura y de la obra de Edith Stein.”

Algo parecido se oyó de labios de Juan Pablo II en la ceremonia de Beatificación de Edith Stein, el 1 de mayo de 1987 en Colonia: "Nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein, la hija extraordinaria de Israel e hija al mismo tiempo del Carmelo. Sor María Teresa Benedicta de la Cruz, una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo. La síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún hoy, pero que hombres y mujeres con sentido de responsabilidad se han esforzado y se siguen esforzando por curar; síntesis al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios".

También hay que tener en cuenta que en los años en Gotinga, como nos refiere Ferrer Santos, “tuvo  trato frecuente con los jóvenes fenomenólogos que, procedentes de distintos enclaves geográficos, constituían el entorno husserliano más próximo: Adolf Reinach, el primero en ser habilitado por Husserl; Theodor Conrad y Moritz Geiger, que habían sido discípulos de Theodor Lipps en Munich; Hedwig Conrad-Martius, esposa de Conrad y especializada en Filosofía de la Naturaleza; Dietrich von Hildebrand, quien vivía en Munich; los franceses Alexander Koyré, parisino, y Jean Héring, oriundo de Estrasburgo; Fritz Kaufmann, que venía de Marburgo, invadido todavía por la atmósfera neokantiana que había creado Paul Natorp; el canadiense Daniel Bell, que hacía el doctorado con Husserl sobre el filósofo nortemaericano Royce; el polaco Roman Ingarden, cuyo trabajo de doctorado, dirigido por Husserl, versaba sobre Intuición e intelecto en Bergson, y no en último lugar Max Scheler, dedicado a sus escritos tras serle retirada la Venia Docendi [29] en Munich e invitado asiduamente por la Sociedad fenomenológica de Gotinga”.

Además durante las décadas de 1920 y 1930, Stein estuvo en contacto con muchos de los principales pensadores católicos de aquella época, entre ellos: Dietrich von Hildebrand (filósofo), Raphael Walzer (liturgista), Peter Wust (filósofo), Max Scheler (filósofo), Gertrud von le Font (escritora), Johaines Quasten (patrólogo), Erich Pryzawa (escritor espiritual), y el filósofo Jacques Maritain (con quién se encontró cerca de París)”.
De lo expresado por Erich Przywara  y Juan Pablo II, de la influencia que los citados pensadores pudieron tener en ella y de lo expuesto en la primera parte de este artículo,  puedo inferir que la figura y el pensamiento de Edith Stein, sumamente complejos,  son el punto de confluencia de múltiples tradiciones, corrientes filosóficas, históricas, religiosas, etc.
Para analizar la complejidad de la obra de nuestra filósofa  seguiré este esquema:

- Búsqueda de la verdad.
- Alcances de su filosofía.
- Su mundo neotomista.
- Ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu.
- El puesto de la mujer.
- Una espiritualidad cristiana desde el concepto de espíritu.
- En defensa de lo espiritual/religioso.
- La Ciencia de la Cruz.

Búsqueda de la verdad.
Edith Stein fue una mente brillante, una académica erudita, intelectual de vanguardia que se afanó en la búsqueda de la Verdad que, una vez hallada, abrazó hasta el fin.
Esa búsqueda, sostiene Gutiérrez (2014), “se ve con mucha claridad a lo largo de todo su itinerario desde el seno de su familia judía, pasando por la filosofía de la escuela fenomenológica alemana y culminando con su encuentro con la fe cristiana, a partir de la cual su búsqueda de Dios –y luego su divulgación de dicha experiencia de encuentro personal–, llevándola a optar por la vida de religiosa contemplativa, sigue atravesada transversalmente por su esfuerzo por categorizar intelectualmente sus indagaciones y hallazgos”.
Pero, como ya hemos estudiado, no fue sino hasta el verano de 1912, que exclamó: «¡Esta es la verdad! » que se hizo sonora en su mente, corazón y voluntad.

López Quintás(1999) nos dice que “son muchos los que, empezando por el mismo Husserl, se han preguntado qué pudo hallar la intelectual Stein en la vida de la Santa de Ávila para moverse a dar el paso definitivo hacia el ámbito de la fe en cuyos aledaños se había movido largo tiempo”.

Para contestar con alguna garantía de éxito, conviene meditar el siguiente párrafo de un trabajo sobre la “Causalidad psíquica” publicado por la Hermana Carmelita:«Hay un estado de descanso en Dios, de total suspensión de toda actividad del espíritu en el que no se pueden concebir planes, ni tomar decisiones, ni aun llevar nada a cabo, sino que, haciendo del porvenir asunto de la voluntad divina, se abandona uno enteramente a su destino. He experimentado este estado hace poco, como consecuencia de una experiencia que, sobrepasando todas mis fuerzas, consumió totalmente mis energías espirituales y me sustrajo a toda posibilidad de acción. No es la detención de la actividad, consecuencia de la falta de impulso vital. El descanso en Dios es algo completamente nuevo e irreductible. Antes era el silencio de la muerte. Ahora es un sentimiento de íntima seguridad, de liberación de todo lo que la acción entraña de doloroso, de obligación y de responsabilidad. Cuando me abandono a este sentimiento, me invade una vida nueva que, poco a poco, comienza a calarme y –sin ninguna pretensión por parte de mi voluntad– a impulsarme hacia nuevas realizaciones. Este flujo vital me parece ascender de una Actividad y de una Fuerza que no me pertenecen pero que llegan a hacerse activas en mí. La única suposición previa necesaria para tal renacimiento espiritual parece ser esta capacidad pasiva de recepción que está en el fondo de la estructura de la persona»”.

Alcances de su filosofía.

Es de loar el esfuerzo desarrollado por el hombre, a lo largo de toda su vida e historia,  para comprender – mediante la filosofía- cuales son las raíces de su existencia y orientarse en el ejercicio de su libertad y de sus responsabilidades sociales e históricas.

Donoso Brant nos dice que en una oportunidad Stein afirmó que “El estudio de la filosofía es un continuo caminar al borde del abismo", pero ella, intelectual y espiritualmente madura, supo hacer de la misma una vía privilegiada de encuentro con la verdad.
La fenomenología.
“A raíz de la crisis de las ciencias y la frustración ante el naufragio del sueño ilustrado, afirma Gutiérrez (2014), en Europa surgen diversas reacciones; la filosofía de Edmund Husserl (1859-1938) se enmarca dentro de las posturas personalistas, que creen que el distanciamiento entre el sujeto y el objeto no es un impedimento para el conocimiento (como sí lo postulan los vitalistas), sino que por el contrario, da la perspectiva necesaria para tener posturas críticas y mejor fundamentadas frente a la realidad. La postura fenomenológica de Husserl pretende aproximarse al objeto pero desde la perspectiva del sujeto, aceptando tanto la distinción entre uno y otro como la necesidad de ambos elementos en el proceso epistemológico”.
Edith Stein se incorpora de manera del todo consciente a la corriente fenomenológica. "Yo estaba ya convencida de que Husserl era el filósofo de nuestro tiempo", afirma sin vacilación.”
“Esta corriente, añade Gutiérrez,  convertirá en impronta indeleble, por más que asimile con el paso del tiempo otras escuelas. La conversión al Catolicismo no supuso la renuncia a la fenomenología. Cuando redacta su obra filosófica “Ser finito y ser eterno” desde la celda carmelitana, recordará que su patria filosófica es la escuela de Husserl y que su lengua materna continúa siendo la de los fenomenólogos”.

Lo que atrajo intensamente a Edith Stein fue la apertura directa de la conciencia al ser del mundo.

La posición crítica de Edith respecto al desarrollo de la doctrina de Husserl por una línea que fue denominada de "idealismo trascendental" favoreció su aproximación a la perspectiva de la Escolástica. Y el encuentro con el Ser infinito hizo crecer en su espíritu el germen de la contemplación.

Guilead (1976) apunta que "Hay un problema en el que se concentra todo su interés filosófico: el de la persona humana. No es una casualidad que sus primeros escritos graviten sobre cuestiones de naturaleza psíquica, comunitaria y social. Ahora, la búsqueda de la esencia de la persona humana está unida indisolublemente a la de la dimensión espiritual. Así que no nos sorprende que, desde sus primeros escritos, Edith Stein afronte la cuestión de una ontología del espíritu".

Feldmann (1988), afirma: “Todo este proceso comenzó en la búsqueda del núcleo de la persona humana. ‘Sólo quien se experimenta a sí mismo como persona, como un todo lleno de sentido, está en condiciones de comprender a otras personas’, pero pronto desbordó la estructura de la existencia humana para preguntarse por el fundamento y la causa de todo ser. Edith Stein fue ascendiendo [...] hasta que llegó a alcanzar aquella realidad última que engloba y sostiene toda realidad humana”.
Desde los primeros contactos con Reinach, dice Gutiérrez, Stein se inicia en un proceso en el que «toda mirada despierta el asombro» que ya en Aristóteles se señala como la condición necesaria para el inicio de la filosofía auténtica… filosofía que, asombrándose ante el fenómeno de la realidad como un todo, percibe en dicho fenómeno una experiencia de diálogo con Otro. El encuentro con ese Otro que es el Ser Absoluto produce en ella una experiencia a la vez de paz y quietud interior y, paradójicamente, de profunda energía para emprender nuevos rumbos.
Tratando de penetrar un poco en el trato fenomenológico de la  santa veamos con Ruiz-Alberdi  Fernández algunas ideas de su tesis doctoral Sobre el problema de la Empatía"; teniendo en cuenta que la parte primera de carácter histórico no se conserva. Pero se  cuenta con otras tres partes: la esencia de la empatía, la constitución del individuo psicofísico y la persona.

En la primera estudia la esencia de los actos de la empatia siguiendo el método de la “reducción fenomenología”,  tomando como fin “la aclaración y por tanto la base última de todo conocimiento”. La empatía no se confunde ni con la memoria, ni con la imaginación , ni con la percepción externa, aunque tiene con ellas algo en común. “Todas estas datitudes de vivencias de otros remiten a un género básico de actos, en cuya vivencia extraña se expresan y que nosotros, después de considerar todas las tradiciones históricas ligadas a la palabra, queremos designar como empatÍa”.

La segunda parte  está dedicada al análisis de empatia como problema de constitución del individuo “psico-físico” que  no es algo simple: es un “compuesto” de varios estratos: el Yo puro, como sujeto de experiencia y unidad de conciencia; el alma como parte esencial del individuo, su unidad sustancial; el cuerpo al que está unida el alma y que se vive como “experiencia”, como “mi cuerpo” y por tanto algo vivo.

Y en la tercera parte trata el problema de la persona en relación con la empatía.  Pone el acento en la conciencia del individuo en cuanto que es la que constituye el objeto. En este sentido su visión de la conciencia va entendida como espíritu y no como algo de orden natural. La empatia se mueve en este campo espiritual.

Podemos afirmar que el problema que le interesa resolver en la tesis es el de la persona como sujeto espiritual que será la base de todas sus investigaciones posteriores.


Filosofía y mística
Gutiérrez apunta de manera un tanto cuestionadora,  que algunos puedan ver tintes de misticismo en la propuesta filosófica de Edith Stein, e indica que “quizás sea el “entreveramiento” de lo divino y lo humano, del que habla López Quintás, lo que permitió a la filósofa alemana iluminar su vida (incluyendo su pensamiento) desde su fe y tener la coherencia de vida que tuvo hasta el final de sus días”.
Ales Bello (2006), en cambio, advierte que para entender el nexo y la relación entre filosofía y mística, consideradas por la Carmelita  como dos vías para el conocimiento de la verdad, es necesario empezar por el comentario de la obra de santa Teresa, el Castillo interior.
El Papa Benedicto XVI, en su famoso discurso en Ratisbona (2006) mencionó tres tareas fundamentales que se requieren para hacer realidad la obediencia a la verdad necesaria para el ejercicio filosófico: «en primer lugar, la obediencia a la verdad; en segundo término, la ampliación del horizonte de la razón que esa obediencia exige (yendo más allá de los límites estrechos en que la ha encerrado la ilustración); por último, el renovado encuentro entre fe y razón que esa ampliación permite. El pensamiento de Santa Teresa Benedicta de la Cruz  puede ofrecer un aporte importante a esta tarea en todos sus aspectos», tanto por su perseverancia filosófica en el esfuerzo por hallar la verdad como por su valor al seguir hasta el final aquello que descubre, precisamente, como luz para toda su vida. «En cuanto entrevió dónde se hallaba la fuente de dicha luz, se fue rauda hacia ella, diciendo, sin duda, con quien iba a ser su guía espiritual, Juan de la Cruz: “Apártalos, amado, que voy de vuelo”».
Cabe recordar, también con Ales Bello, que “el camino de la mística comienza en la cuarta morada, cuando la iniciativa pasa completamente a las manos de Dios; no se trata del movimiento del alma hacia Dios, sino del movimiento que va de Dios hacia el alma, y se concreta en la diferencia entre consuelos y dulzuras; éstas últimas tienen su origen en Dios y permiten la oración de quietud”.
Stein, antes de seguir con la descripción del camino de la mística, se para a reflexionar sobre la existencia de dos caminos que conducen a Dios, y lo hace para evitar que no se tome en consideración la unión con Dios para los que no acceden a la experiencia mística: "el primero es una dura cuesta arriba acompañada de los esfuerzos de cada uno, obviamente con la ayuda de Dios; el segundo consiste en ser arrastrados hacia arriba, lo que ahorra mucho trabajo, pero cuya preparación y puesta en práctica ponen duras pruebas a la voluntad".
En la óptica de la mística nupcial, se entra a través de la sexta morada al noviazgo espiritual; esta imagen sirve para comprender en términos humanos lo que acontece entre Dios y el alma, cuando intentan conocerse y poner a prueba su amor. Stein comenta al respecto: "Dios es amor, éste es el punto de partida de san Agustín, y ésta ya de por sí es Trinidad. De hecho, el amor necesita un amante, un amado y el amor mismo".


Su mundo neotomista.

En el siglo XX, el movimiento neoescolástico es sostenido y animado entre otros documentos por dos encíclicas: Aeterni Patris (1897) de Leon XIII y Pascendi (1907) de Pío X. “Ambos documentos exhortan a recurrir sobre todo a Santo Tomás. Con ello se pretendía salvaguardar el pensar católico de los peligros del modernismo; sin embargo, esta postura traerá como consecuencia una ruptura más profunda entre cultura e Iglesia.”

Respecto a este movimiento Edith considera que su aportación principal ha de ser la de servir de puente entre dos mundos: el mundo tomista y el pensar moderno.

 

Ferrer Santos ( 2011) considera que “un primer intento de estudio fue “La fenomenología de Husserl y la filosofía de santo Tomás de Aquino” de 1929; el segundo es la traducción llevada a cabo del tratado “De la Verdad” de Santo Tomás en los años 1931-1932; el tercero lo constituiría su participación al Congreso Tomista de Juvisy, en 1932, en el que se perseguía un acercamiento a la fenomenología; el cuarto es su gran obra “Ser finito y ser eterno”, escrita en 1936”.


“En el debate sobre la existencia o no de una filosofía cristiana, reactivada en los años 30 de nuestro siglo, Edith Stein aboga por el recurso a cuantas fuentes aporten datos. Razón y fe, lejos de excluirse, muy bien están llamadas a colaborar, son medios legítimos del conocer humano”: "El filósofo que no quiere ser infiel a su finalidad de compreder el ente hasta sus últimas causas, se ve obligado a extender sus reflexiones en el campo de la fe, más allá de lo que le es accesible naturalmente”. Dicho de otro modo: "Una comprensión racional del mundo, es decir, una metafísica... sólo puede ser alcanzada por la razón natural y sobrenatural conjuntamente". El resultado de esta colaboración sería el perfectum opus rationis”.
Posteriormente, tras su conversión, lee y traduce obras de Tomás de Aquino (De ente et essentia y las Quaestiones disputatae de Veritate) y se familiariza con el tomismo alemán de principios de siglo, representado entre otros por J. Gredt, M. Grabmann o T. Manser.
En las obras fundamentales de esta etapa de madurez efectúa una síntesis entre el método fenomenológico-descriptivo y el realismo clásico, sobre todo a propósito de la introducción de los conceptos de acto y potencia (resaltados en la obra “Acto y potencia”, que es preparatoria de “Ser finito y ser eterno”) y de sus estudios antropológicos. Y elabora una concepción de la persona, que evita por igual el trascendentalismo idealista del yo puro (Husserl) y la sustantivación de las colectividades como personas (Scheler). Precisamente para ello le son fructíferas nociones ontológicas, como la hipóstasis y la relación (a partir de ambas define al espíritu, como un salir de sí), o la doctrina de Tomás de Aquino sobre los trascendentales.
Edith Stein ha sabido efectuar una síntesis entre el primado fenomenológico de la conciencia y el realismo clásico de las esencias. … Ferrer Santos dice que “resultado de esta síntesis es su tratamiento unitario de la persona frente al dualismo cartesiano entre lo corpóreo y lo pensante. El cuerpo no es tampoco un instrumento del alma, sino expresión del sujeto, tan singular como la propia alma creada directamente por Dios. Le falta, con todo, haber acudido al acto de ser de Tomás de Aquino, apenas entrevisto por el tomismo de su época y que hubiera evitado la deriva esencialista y formalizante que a veces toman sus conceptos ontológicos, no siempre suficientemente deslindados de los conceptos lógicos a los que dan concreción”.
“Edith Stein pasa por un encuentro personal con ese Dios de los cristianos, percibido como una realidad sutil pero elocuente a través de su propia experiencia y la experiencia de la Iglesia en su entorno. Como parte de las nuevas realizaciones, a que hace referencia la recién conversa, descubre en la filosofía de inspiración cristiana, en particular la philosophia perennis de Santo Tomás, una clave de singulares propiedades para confrontar la filosofía trascendental de la fenomenología y para identificar «la verdadera solución a la crisis espiritual de nuestro tiempo: […] la decisión de cambiar el centro de gravedad de nuestro espíritu»”.

Ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu.

 

Nuevamente recurrimos a Ferrer Santos  quien considera que “Stein hace uso de la clasificación alemana de las ciencias en ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, desarrollada por Dilthey [30]. Mientras las primeras indagan leyes universales y funcionales, el objeto de las segundas es singular e irrepetible, consistente en un transcurso histórico provisto de sentido. Según ello, los hechos naturales se explican a partir de las leyes correspondientes como casos particulares, en tanto que los hechos culturales e históricos requieren un adentramiento por comprensión en su sentido característico. Sin embargo, Edith Stein se aparta de Dilthey en que no pone el carácter irreductible del objeto de las ciencias del espíritu en función de la particularidad de las leyes psíquicas, sino que encuentra su razón de ser en la singularidad cualitativa de la persona:

«Una peculiaridad cualitativa, que no se pueda comprender como punto de intersección de leyes universales, sino que esté fundamentada en la singularidad única e interna del individuo, se da tan solo en el ámbito del espíritu… El objeto de interés es aquí el individuo en su singularidad única que es irrepetible e indisoluble. Toda persona espiritual tiene su cualidad, que confiere a cada uno de sus actos, independientemente de su estructura general, una nota individual y lo diferencia de los actos de cualquier otra persona»
“Pero la novedad cualitativa no es solo el distintivo de cada persona y de sus actos y expresiones, sino que se transmite a las obras artísticas y culturales, así como a las comunidades que las personas crean en virtud de ciertos actos fundantes. De aquí que las ciencias del espíritu no comprendan solo la historia, en tanto que conducida por actos personales, sino también las ciencias de la cultura, cuyo objeto son las obras expresivas de una intención personal y las formaciones culturales y comunidades que sobreviven a los individuos, pero que en todo momento vienen sustentadas por ellos. A esta singularidad extensiva a las ciencias de la cultura se refiere nuestra autora en los siguientes términos”:
«Esta individualidad cualitativa irreductible se encuentra en todas las realidades espirituales, también en las ‘objetivas’. Las obras de una persona o también de una comunidad poseen individualidad en doble sentido: llevan, en primer lugar, el sello del espíritu creador a cuya esfera pertenecen, y, además, cada una de ellas es en sí misma un individuo, en la medida en que es una obra auténtica y no es una imitación voluntaria o involuntaria… Tiene además una notación específica, propia únicamente de ella, que no puede reducirse ni a su forma ni a su contenido [31], y en eso consiste lo que en ella nos ‘habla’ y lo que nosotros podemos asimilarnos internamente.”
 “De aquí resulta la necesidad de distinguir en las formaciones culturales lo que tienen de a priori, de acuerdo con la universalidad de sentido que les es inherente –o a falta de ello lo que tienen de conjunto tipificado empíricamente–, de la plasmación histórica de las formaciones culturales en unas u otras expresiones debidas a su artífice, tales como una Madonna de Rafael o el Imperio consolidado por Julio César. Este segundo aspecto singular es el que guarda paralelo con la individualidad del agente histórico, ya que son singularidades que no se dejan reducir a una combinación de conceptos a priori ni tampoco a un conjunto de rasgos tipificables empíricamente. En cambio, son universalidades culturales a priori la familia, el principio de autoridad en los pueblos, el derecho normativo, la ciencia o las artes en sus divisiones fundamentales; y son empíricas las diferencias entre las lenguas, la civilización hitita o sumeria o cualquier otra en sus particularidades respectivas, el feudalismo como contradistinto al Estado moderno…”
“En suma: dentro de las ciencias del espíritu se diferencian las ciencias culturales de las ciencias históricas. Y en las primeras cabe establecer la siguiente clasificación triple: a) saberes a priori, orientados por el sentido esencial de sus formaciones (la lengua, el derecho, el arte, la política…); b) saberes empíricos, que atienden a la génesis histórica contingente de sus particularizaciones; c) saberes que son expresión de una subjetividad, tales que consideran una obra singular producida por un agente o por una comunidad singulares (las esculturas de Fidias, el Partenón griego, el estado napoleónico…). En cuanto a las ciencias históricas, al versar sobre lo particular contingente, admiten la segunda y tercera subdivisiones, ya que caben a) una descripción de tipos empíricos en sus variaciones históricas, y b) una recreación aproximada de los personajes históricos en los que convergen distintas notas típicas. Lo que no hay es un a priori dentro de la historia, pues para ello habríamos de transitar de lo efectivo a lo posible, pero lo esencialmente posible no es ya histórico, sino que remite al a priori antropológico de la persona que es su ser comunitario asentado en unos pueblos o comunidades de pertenencia, como sujeto próximo de la historia.”


El puesto de la mujer.
Al querer analizar el pensamiento de Edith Stein, no es posible pasar de largo ante el tema de la mujer. Cuanto aporte ha hecho sobre la misma hay que encuadrarlo dentro de la sensibilidad reinante acerca de la cuestión femenina y al hilo del interés antropológico.

Tal como nos recuerda Ruiz-Alberdi  Fernández (2010),” el Abad Walzer ani a Edith Stein  a ocuparse a fondo del tema de la mujer, pues podía ofrecer una aportación válida ya que  como mujer pudo  desarrollarse humana e intelectualmente y también experimentó.” Como vimos en su oprtunidad, no pudo acceder a una cátedra por el solo hecho de ser mujer.

Hay algo que me parece importante destacar. Es lo “avanzada” que fue para su época. Presintió que venía un gran cambio de vida para las mujeres con su incorporación al mundo laboral pero sabía que la mujer seguiría  siendo  madre  de  sus  hijos,  esposa  e  hija,  y  le  resultaría  muy complicado compaginar la vida  profesional con la  vida familiar. Stein denunció la sobrecarga de la mujer y por eso defendía que la paternidad es una vocación originaria del hombre y, consideraba que este debía responder a ella para su equilibrio personal.

Mújica está convencido de que, “como buena fenomenóloga,  su aguda reflexión estuvo permeada de un fino sentido crítico y una atmósfera de abandono confiada en la veracidad de la fe que había conocido. La identidad y vocación de la mujer y su papel en la sociedad, trabajos y actividades de la mujer, fundamentos y problemas de la educación femenina, la mujer en la Iglesia, misión de la universitaria católica, la mujer en la vida del pueblo, entre otros, fueron temáticas centrales de su especulación. Siempre en el fondo estará la idea de que ambos sexos tienen una triple y común vocación originaría: ser imagen de Dios, dominar el mundo y procrear”.

Es así que, como señala Ruiz-Alberdi  Fernández, para dar su aportación sobre el tema de la mujer realizó una investigación sobreLos Problemas de la educación de la mujer”  y luego escribió sobreLos Fundamentos de la educación de la mujer”.

María

Como bien señala Vila Griera (2014), para Edith  «María es el prototipo del alma femenina».  “Constantemente se esfuerza por orientar la mirada de la mujer hacia su purísimo ideal, hacia María. Todos los problemas femeninos los soluciona estudiando la conducta de María. Hace observar que Cristo dirige la mirada del creyente hacia el Padre del cielo, pero María tiene la misión de llevar los corazones de los hombres hacia su Hijo. Esta misión le ha sido también encomendada también a toda mujer.

María fue para ella el modelo de esa mujer fuerte, de esa mujer capaz de asumir en la historia los papeles más imprevisibles y de llevarlos a término con calidad, precisamente porque fue la mujer cuya calidad de vida rebosaba desde lo más profundo de su ser.



Vocación

Mujica sotiene que Stein considera que la vocación natural de la mujer es la de madre pero no queda sólo ahí. “Para ella la palabra maternidad sintetiza la totalidad de la mujer. Es el punto de partida para desarrollar su vocación profesional, la vocación como compañera del hombre y la vocación sobrenatural”.

“La posibilidad de que una mujer ingrese en una o varias ramas profesionales es una auténtica bendición para toda la vida social, privada o pública, porque ella custodia el específico ethos femenino, es decir, la contribución de la mujer manifestada en el valor de sus actos, los valores propiamente de ella para la vida de toda la humanidad.”

Pero hay que reconocer que la tarea de la mujer no se agota en la vida familiar y pública. La profesión religiosa, según la mente de la doctora Stein, exige el empeño de usar medios que hacen aptos el cumplimiento de los deberes vocacionales: renuncia a toda posesión, a todo tipo de ligamen y unión humana y vital y a la renuncia de la propia voluntad.”

Ahora bien, hoy en día, las comunidades femeninas se dedican a la actividad exterior también; en la acción de las religiosas apenas si se distingue alguna diferencia material respecto al trabajo de las mujeres «del mundo». 

Y la santa sintetiza así su posición: “Una colaboración sana de los sexos en la vida vocacional profesional, sólo será posible cuando las dos partes sean conscientes de su especifidad con serena objetividad y extraigan de ahí las consecuencias prácticas. Dios creó al ser humano como hombre y como mujer, y a ambos según su imagen. Sólo cuando se desarrolle plenamente la especificidad masculina y femenina, se alcanzará la máxima similitud posible respecto de Dios y la s profunda compenetración de toda la vida terrena con la vida divina.”


Educación

Ruiz-Alberdi  Fernández señala que “Edith insistía en que uno de los objetivos de la educación del alma femenina, debía ser educar los sentimientos, para que la mujer no cayese en una vida vacía y sin sentido. Porque lo que de verdad quería nuestra santa era que la mujer fuese fuerte e independiente”.


Stein no se limitó a exigir una formación académica para la mujer sino también una formación religiosa para que tuviese una vida espiritual.

Pero para nuestra santa uno de los problemas, en esta área, era la falta de personal docente católico preparado científicamente, y el otro la necesidad de una revisión del sistema educativo alemán, por ser excesivamente enciclopédico, al que calificaba, procedente de la vieja escuela, el retoño de la Ilustración.



Una espiritualidad cristiana desde el concepto de espíritu.
Según Caballero Bono (2010), a quien sigo en esta tema del espíritu  –aunque en una apretada síntesis-,  “llama la atención que todo el pensamiento de Stein pueda encajar en estas dos sencillas palabras: «Naturaleza y espíritu». [32] “En el mundo mental de Edith Stein todo lo que hay pertenece, o bien a la naturaleza, o bien al espíritu. Y sólo la persona humana participa eminentemente de los dos ámbitos”.
Aunque la persona humana no sea puro espíritu, es el espíritu lo que hace a la persona, lo que la define. En “Ser finito y ser eterno” encontramos esta afirmación: «La prerrogativa del hombre frente a las criaturas inferiores es que él, en cuanto espíritu, es réplica de Dios».
Ahora bien, ¿qué es el espíritu? Si tanta importancia tiene en el pensamiento de Edith Stein, ¿cómo tenemos que entenderlo?
“En alemá “espíritu” tiene una connotación intelectiva, dice relación a una actividad o facultad superior o intelectual. Esta acepción está muy presente en la filosofía alemana. Sin embargo, no es la que adopta la filósofa. Para ella, espíritu significa sencillamente «apertura». El espíritu es la dimensión de apertura de la persona, es lo que hace que la persona sea persona”.
Un texto maduro de Edith Stein recoge programáticamente una doble dirección: «Espíritu es salir de uno mismo, apertura en un doble sentido: para un mundo de objetos que es vivenciado y para [la] subjetividad ajena, [el] espíritu ajeno, con el que se vive y se vivencia en común». Vamos a seguir, pues, estas dos vías de apertura: hacia la naturaleza y hacia el espíritu, aunque no sólo hacia el espíritu ajeno, sino también hacia el espíritu propio.
La apertura hacia la naturaleza
La naturaleza es el mundo de las cosas, de lo infraespiritual; es «la conciencia como correlato del mundo de objetos».
La percepción sensible es la primera función del espíritu, nos abre a la naturaleza.
La apertura del espíritu hacia el espíritu
“Más importante que la apertura del espíritu a la naturaleza es la apertura de éste a otros espíritus: podemos abrirnos a lo que se nos abre de la persona y a lo que se nos abre de Dios”.
En Causalidad psíquica, Edith Stein ha señalado tres conceptos de espíritu: el espíritu subjetivo, el espíritu objetivo y el espíritu divino. Como Caballero Bono,  diré algo sobre la apertura a este último.
La apertura al espíritu divino
“Si por espíritu divino entendemos -en sentido amplio- el orbe de lo sobrenatural, el tema está planteado ya en “Sobre el problema de la empatía”. Edith había leído en Gotinga algunos textos del teólogo Eric Peterson [33] acerca de los ángeles. A raíz de esto se pregunta por la posibilidad de una empatía entre espíritus puros o por la eventualidad de empatizar con un espíritu puro. Esta pregunta formulada en 1916, unida a algunos testimonios biográficos, avala que por esas fechas nuestro personaje ya siente una inquietud vital por lo religioso. Además, el dato nos sirve para afirmar que el tema de los ángeles es transversal en el pensamiento de Edith Stein. Baste recordar que ocupa una sección entera en “Ser finito y ser eterno”.
 “La historia personal de Edith Stein le condujo a plantearse la apertura del espíritu a Dios, de un afluir de fuerza vivificante allí donde falla la fuerza vital, de un «estado de quietud en Dios», del sentimiento de estar cobijado, de un volver a nacer...”
La experiencia de Dios es empatía con alguien carente de cuerpo vivo. Se trata de la experiencia de la gracia, en la que empatizamos la actitud benevolente de alguien invisible; la doctrina de la revelación como autodonación de una realidad divina personal, y no primariamente como una comunicación de verdades; o la realidad del cuerpo místico, porque la empatía ordinaria con el prójimo nos predispone a esa otra empatia con Dios.
Espiritualidad desde el espíritu.
Solamente Dios tiene la perspectiva absoluta de lo que soy y de lo que son los otros. Como dice Edith Stein, «lo que nosotros creemos comprender de vez en cuando del propio corazón no es más que un reflejo pasajero de lo que permanece en el secreto de Dios hasta el día en que todo se haga manifiesto». En ese estar expuesto a la mirada de Dios es donde quedan unidas la libertad, que depende de nosotros, y la historia, que se nos escapa de la mano.
En defensa de lo espiritual/religioso.

En este tema, es indispensable destacar el escrito breve “La oración de la lglesia”, por lo oportuno y clarificador frente al reducionismo litúrgico que se pretendía imponer en la Iglesia a partir de los años '20. La Carmelita defiende la necesidad de la celebración oficial, mas no debe ser a expensas de minusvalorar la oración personal y silenciosa.

“Modelo de oración fue y sigue siendo Cristo, quien además de acudir al templo y sinagoga, se retiró al monte y al desierto a orar a solas con su Padre Dios. Y por otra parte, no conviene poner límites ni trabas al Espíritu Santo, quien constantemente crea nuevas formas de expresión religiosa.”

La aportación de Edith Stein en el campo de la espiritualidad se debe ante todo a su último legado “Ciencia de la Cruz” a la que dedicaré un apartado especial.

Sin embargo creo que vale la pena hacer unos comentarios acerca de algunos aspectos de lo espiritual religioso que caracterizaron el pensamiento de la santa.

Caminos para el conocimiento de Dios

Ferrer Santos dice que “en su obra “Ser finito y ser eterno” Santa Teresa Benedicta de la Cruz ha ensayado el recorrido hacia Dios a partir de las esencias, en el modo en que vienen dadas en la correspondiente experiencia. Lo cual se complementa con la vía que parte de ese conocimiento peculiar que es la fe en el Dios que se revela y que impele a la razón a una actividad de comprensión y desvelamiento progresivos. Esta segunda vía de acceso a Dios se encuentra expuesta en el libro “Caminos para el conocimiento de Dios” y cabe caracterizarla como Teología simbólica, siguiendo al Pseudo Dionisio [34].
En relación con el primer modo de proceder, la filósofa hebrea advierte, en línea con San Agustín, que el devenir y la limitación de las esencias, fenomenológicamente caracterizadas, no puede provenir de ellas mismas. El propio yo humano como esencia no coincide con su ser, puesto que encuentra su esencia –su ser yo– ya existiendo cuando se identifica esencialmente como yo consciente. El comportamiento formal de las esencias en relación con los contenidos reales, que les dan concreción en el tiempo, revela una disociación que no pertenece a las esencias como tales, sino a su realización limitada. De aquí se sigue que lo que da consistencia a las esencias reales no puede tener su origen en los ejemplares que las hacen limitadas y concretas, sino que ha de trascenderlas en un Ser que se identifique plenamente y sin divisiones con lo que es:
«El conjunto del mundo creado remite a los arquetipos eternos y a los no devenidos de todo lo creado, a las esencialidades o formas puras que hemos concebido como ideas divinas. Todo ser real, sometido a la vez al devenir y al pasar, está anclado en su ser esencial. Es en la inmutabilidad de estos arquetipos donde reposan la norma y el orden del mundo creado sometido a una evolución constante. Pero esta diversidad se encuentra reunida en un ser divino infinito y único que se limita y articula en ellos para constituir el arquetipo del mundo creado»
Este ser divino es el que se revela como tal, requiriendo del hombre la entrega confiada de la fe.
Por lo que hace a la fe que busca comprenderse a sí misma (el agustiniano fides quaerens intellectum), Ferrer Santos considera que “Stein acude a la interpretación simbólica de la Naturaleza como medio para el conocimiento de Dios, prolongando las consideraciones de la Teología simbólica. Según ello, se niega la literalidad de los nombres e imágenes proporcionados por la experiencia natural, interpretando de un modo alegórico los elementos naturales para que así puedan trasladarnos a lo que excede toda noticia (Teología negativa). En este sentido, la Sagrada Escritura contiene numerosos símbolos y parábolas con los que expone el contenido de la fe, en sí mismo inefable. Así, por poner solo algunos ejemplos, la imagen del fuego que lo invade todo, lo renueva todo y procura su actuación a los cuerpos, sin ser él mismo visible ni medible, es evocación de la actuación del Espíritu Santo en el mundo. O la tinaja redonda y abierta de las bodas de Caná es símbolo de la Sabiduría soberanamente previsora, que al verterse sobre lo demás queda en sí misma. O el banquete festivo contiene una alusión al reino de los cielos”.
La fe está implícita en el empleo y la interpretación de estas comparaciones, ya que tiene por objeto la Palabra única a la que las comparaciones apuntan. Y la razón solicitada por la fe encuentra su lugar, por cuanto los símbolos hacen de intermediarios entre la Palabra irreemplazable de Dios, a la que se dirige el acto de fe, y la persona humana, que la acoge y explicita pluralmente con la razón en su Verdad simplicísima:
En último término, el conocimiento por fe es un itinerario cuya meta está en la experiencia directa de Dios, toda imagen y noticia trascendiendo. Y la fe no solo viene preparada por aquellos interrogantes de la experiencia natural a los que la propia razón responde solo en parte, sino que su trayecto confiado es recorrido asimismo con el auxilio de la razón, que interpreta, descifra y pone en conexión lo sabido de un modo mediato, a través de los autores sagrados, apuntando al fin a una experiencia original en la persona en que se desvela:
«La fe es un don que ha de ser aceptado. Libertad humana y divina se encuentran juntas aquí. Pero es un don que aspira siempre a más: como conocimiento oscuro e incomprensible despierta el anhelo por la claridad desvelada, y como encuentro mediato la aspiración al encuentro inmediato con Dios».
Si antes habíamos advertido desde las verdades esenciales asequibles a la razón su apertura a la fe, ahora completamos el círculo en el sentido opuesto, al mostrar que el objeto de la fe sobrenatural requiere a la razón humana para que exprese con sus medios imperfectos la Verdad suprema a la que se adhiere.

Libertad y gracia sobrenatural

Como nos recuerda Ferrer Santos, Stein ha tematizado desde distintos ángulos la individualidad de la persona humana. Es una individualidad que no proviene de un principio externo a ella misma, ni tampoco de sus actos singulares, sino que la posee en sí misma como ser espiritual, y desde ahí irradia a sus potencias y a su cuerpo. Lo que caracteriza al espíritu personal es –como ya se indicó– el salir de sí mismo o irradiar, pero sin por ello perder su individualidad:
«La razón de que [el espíritu] se irradie no es que no soporte permanecer en sí mismo: al irradiarse permanece en sí mismo y se conserva a sí mismo… Lo que llamábamos ‘individualidad’, lo más propio del alma, no es extinguido… Todo el ‘carácter’ de una persona, es decir, la totalidad de las disposiciones naturales específicamente coloreadas por su individualidad anímica, puede ser destruido, el alma puede ser arrancada de ese fundamento natural desde el que y con el que se levantó, y sin embargo conservar su individualidad. Esa individualidad es intangibilis».
Un rasgo privilegiado en el que se acusa esta individualidad es la libertad personal. De este modo, la libertad no se queda en ser una propiedad de ciertos actos de la voluntad, sino que está asentada más radicalmente, de tal manera que realizar actos libres, o bien ser liberado, solo es posible para quien ya es libre en su ser. Así se entiende que actos libres como la obediencia a Dios no traigan consigo la renuncia a otros posibles actos libres, sino que sean sencillamente expresión de la libertad personal que se entrega. «La obediencia (del hombre a Dios antes de la caída original) no presupone un uso de la libertad, pero sí la libertad misma… De este modo, el estar liberado solo es posible para seres libres… no tiene necesariamente que haber sido logrado mediante un acto libre» .
Pero, “¿en qué consiste la libertad de la persona que se entrega? ¿Acaso en su capacidad de entrar en sí misma? He aquí una primera aproximación, que sin embargo pronto se revela insuficiente. En efecto, frente al animal, que vive extático, perdido en su entorno, la persona posee un centro, desde el cual puede actuar por sí misma, y así ocurre que sus movimientos propios no significan meras reacciones a las solicitaciones externas, como en el animal. “Pero este centro personal está vacío hasta tanto no se vincule a un ámbito que excede la naturaleza y sus leyes necesarias”. La libertad está vinculada, no es absoluta o absuelta. Es cierto que la persona humana puede habitar en la periferia, vuelta hacia el mundo externo y lejos de su centro anímico, ya que el alma se asemeja, como se vio, a un círculo extenso; pero si quiere regresar a su interior, poseerse en intimidad, ha de abrirse y dejarse inundar por unos valores plenos de significado que la trascienden. Es en esta dilatación de la esfera personal donde se sitúa el influjo benefactor de la gracia:”
«El alma solo puede encontrarse a sí misma y encontrar su paz en un reino cuyo señor no la busque por él mismo, sino por ella misma. Llamamos a ese reino, precisamente a causa de esa plenitud que nada desea, sino que rebosa y se regala, reino de la gracia. Y porque ser acogido en él significa ser elevado, lo llamamos reino de lo alto… Si queremos darle un nombre que lo designe puramente en sí mismo, en su esencia interna, tenemos que decir: el reino de la luz. Cuando la gracia inunda el alma, esta se llena con lo que le es enteramente adecuado y con lo único que le es adecuado. Esta plenitud la sacia».
“A su vez, la libertad no responde a la gracia imperando una acción exterior, sino acogiendo al Ser personal –que la invoca mediante su gracia– con una respuesta también personal. De un modo negativo, ser libre no significa refugiarse en la ciudadela interior en una suerte de autarquía, sino entrar en interlocución desde el propio centro del ser con otra persona que eleve la propia libertad. Esta acción interpersonal es la expresión más propia de lo que antes hemos llamado irradiación. Es aquí donde se experimenta de modo característico el señorío interior, ejerciendo el cual el hombre es derivadamente también señor de los vivientes inferiores y de la naturaleza.”
Presencia en la Iglesia
Vila Griera considera  que” Edith trabajó en la promoción de la intelectual católica como mujer formada científicamente y de pensamiento objetivo. Pide centros católicos para la formación de la mujer, donde haya la bibliografía necesaria, casas de descanso donde la mujer intelectualmente formada pueda encontrar estímulo y contacto con otras mujeres con los mismos ideales; que se animen mutuamente, se apoyen y se ayuden a los jóvenes; que tengan posibilidades de trabajar científicamente y encontrar en este trabajo lo suficiente para vivir”.
Por otra parte la santa denunció la actitud pasiva de la mujer dentro de la Iglesia. Teresa de Jesús, Catalina de Siena, Brígida de Suecia no son excepciones que confirmen la pasividad de la mujer, ya que su dinamismo brotó de su unión con Jesucristo. El siglo XX exige mucho más a la mujer. Ella invita a las mujeres a colaborar en la acción católica en todos los campos. La Iglesia necesita a la mujer. ..“La Iglesia nos necesita, es decir el Señor tiene necesidad de nosotras. Todo parece indicar que hoy llama el Señor a un gran mero de mujeres para el ejercicio de tareas especiales en su Iglesia.

Para esta entrega la mujer necesita un impulso motriz íntimo del cual emanan las fuerzas liberadoras que cortan a las circunstancias terrenas su peso y conceden un fragmento de serenidad, un camino de luz. Los sacramentos serán el manantial del cual brota esta vida. Por eso, su vida debe ser Eucarística. 

Además,  como sostiene Vila Griera, la Carmelita Descalza defendió el papel de la mujer en la Iglesia. Si la Iglesia quiere responder a la urgencias de la formación de la mujer, tendrá que colaborar con el movimiento femenino de liberación de la mujer, pero “el movimiento femenino católico debe situarse en su propio terreno: el terreno de la fe, una concepción católica del mundo hasta las últimas consecuencias.


Recordemos que Stein había pedido al Papa que publicase una encíclica en favor del pueblo judío. Y el Concilio Vaticano II proclamará solemnemente aquello que ella viv y defendió. El pueblo judío dejará de ser considerado el pueblo que mató a Jesucristo, para ser considerado el hermano mayor en la fe, porque la Iglesia no puede olvidar que ha recibido la revelación del pueblo de Israel escogido y amado de Dios, pueblo por el que ella con toda conciencia rezará y se ofrecerá.
La Ciencia de la Cruz.

Para analizar esta cuestión tan importante en la vida y pensamiento de Edith Stein recurro al excelente trabajo de Marchesi del que entresacaré las ideas y a veces los párrafos que me parecen más significativos para lo que persigue este artículo.

Según se lee en el motu propio de Juan Pablo II Spes aedificandi  (n. 9), al referirse a Edith Stein, “el encuentro con el cristianismo no la llevó a repudiar sus raíces hebraicas, sino más bien se las hizo redescubrir en plenitud. (...). Específicamente, hizo propio el sufrimiento del pueblo hebreo, avivado en esa feroz persecución nazista que, junto a otras expresiones graves del totalitarismo, es una de las manchas más oscuras y vergonzosas de la Europa de nuestro siglo.
La vida y pensamiento de Edith Stein está centrada en la “ciencia de la cruz” como puede comprobarse en su última obra “Scientia Crucis” : “Cuanto a mí, no quiera Dios que me gloríe sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo; que ni la circuncisión es nada ni el prepucio, sino la nueva criatura. La paz y la misericordia caerán sobre cuantos se ajusten a esta regla y sobre Israel de Dios” (Gal 6, 14-16).

Ahora bien, en el comienzo de la “Scientia Crucis”, explorando la fuente bíblica de la mística de San Juan de la Cruz, ella escribe: “El alma se convierte en una sola cosa con Cristo, llegando a vivir de su vida, pero únicamente en la rendición voluntaria al Crucificado, sólo después de haber recorrido todo el Via Crucis junto a Él”.
La “filósofa crucificada” veía la idea expresada con la máxima claridad y precisión al leer a San Pablo: “Éste en realidad posee una ciencia de la cruz ya bien desarrollada, una teología de la cruz que emana de su íntima experiencia. (..)
Y en contacto con su mundo, percibía claramente que únicamente en el misterio de la cruz y en la participación directa en su sacrificio, en la scientia crucis, se podía tener esperanza en un mundo nuevo, apoyado en la reconciliación, el amor y la paz. “No hay inteligencia humana que nos pueda ayudar, sino únicamente la pasión de Cristo. Por eso deseo participar en ella”.
Desde el comienzo de su conversión a la fe católica, la aspiración interior más fuerte de Edith Stein fue imitar a Cristo y a Cristo crucificado, hasta querer ofrecerse como “víctima” u holocaustum.
Volvemos al Papa Juan Pablo II quien dijo “El largo y apasionado camino de perfección que distinguió a esta gran mujer de nuestro siglo, con su paso de la búsqueda de la verdad filosófica al encuentro con la plenitud de la Verdad que es Dios, se sintetiza en el nombre mismo de religiosa que deseó tomar:Teresia Benedicta a Cruce, que traducido literalmente significa “Teresa bendecida por la Cruz”. La Cruz fue para ella el puerto de arribo de su búsqueda intelectual, el emblema de su consagración religiosa, el sello de toda una vida.”

“Como esposa de la Cruz, sor Teresa Benedicta no sólo escribió páginas profundas sobre la “ciencia de la Cruz”, sino también recorrió hasta el fondo el camino hacia la escuela de la Cruz. Muchos contemporáneos nuestros quisieran hacer callar a la Cruz. ¡Pero nada es más elocuente que la Cruz que se hace callar! El verdadero mensaje del dolor es una lección de amor. El amor hace ser fecundo el dolor y el dolor da profundidad al amor. Mediante la experiencia de la Cruz, Edith Stein pudo abrirse paso hacia un nuevo encuentro con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, Padre de nuestro Señor Jesucristo. La fe y la cruz le revelaron su carácter inseparable”.
El sufrimiento por la incomprensión de la madre, por su ingreso a la Orden, es una parte del inmenso dolor por la humanidad sufriente del cual Edith Stein parece hacerse cargo desde su entrada a la vida consagrada para poner su camino de purificación y santificación en sintonía con el sufrimiento del Crucificado. Esto explica por qué pidió desde que era aspirante tener el nombre de religiosa “Teresa Benedicta de la Cruz”: “Bajo la cruz comprendí el destino del pueblo de Dios, que desde entonces (años 1933-34) comenzaba a anunciarse. Pensé que quienes comprenden que todo esto es la cruz de Cristo, deberían tomarla sobre sí mismos en nombre de todos los demás. Hoy sé un poco más que en ese momento lo que significa ser esposa del Señor en la señal de la cruz, aun cuando jamás podrá comprenderse esto completamente, porque es un misterio”.

Por “scientia crucis” no entiende una teoría abstracta ni “una construcción ideal proveniente de una progresión lógica del pensamiento; alude en cambio a una “teología de la cruz”, o sea, una verdad viva, real y activa, así como en su realismo han procedido los Santos, dóciles a la acción del Espíritu Santo y dejándose configurar por el misterio de la Cruz.

La Cruz, como símbolo inconfundible de la pasión y muerte de Cristo, y por tanto de la redención universal por El realizada desde el evento de su encarnación, llegó a ser el “emblema” de Edith Stein en su camino hacia el Gólgota. Una síntesis de toda su espiritualidad es la carta escrita a la superiora, probablemente a fines de 1941, cuando ya la sombra de la cruz ha caído sobre su pueblo y está a punto de caer también sobre ella y la hermana Rosa: “Se llega a poseer una scientia Crucis únicamente cuando se experimenta hasta el fondo la cruz. Estaba convencida de esto desde el primer instante, porque he dicho de todo corazón: ave, Crux, spes unica”. También para Edith Stein, que pasó de la fenomenología a la más elevada teología de la Cruz, tuvo lugar todo cuanto ella escribe al final de la segunda parte de la “Scientia Crucis”: “La unión nupcial del alma con Dios, fin para el cual aquélla fue creada, se logró mediante la cruz, se consumó bajo la cruz y se selló con la cruz por toda la eternidad”.

Vigencia

Vila Griera (2014)  nos recuerda que Juan Pablo II dijo: "Ella misma será testimonio de esta feminidad socialmente operativa, haciéndose apreciar como investigadora, conferenciante, profesora. Fue estimada como mujer de pensamiento, capaz de utilizar con sabio discernimiento las aportaciones de la filosofía contemporánea para buscar la «plena verdad de las cosas» en el contínuo esfuerzo de conjugar las exigencias de la razón y las de la fe.

Y la misma Edith presagió su devenir: La mujer, con independencia de la profesión que elija, corresponda o no a su especificidad, puede en cualquier lugar dejar la huella de su condición femenina, y con ello ser una bendición. Allí donde se reúna con seres humanos, allí encontrará la ocasión de apoyarles, de aconsejarles, y de ayudarles. Si la trabajadora de fábrica, o la empleada de oficina, prestara un poco de atención a cómo se sienten los seres humanos que trabajan con ella en el mismo espacio, con una palabra amistosa, o una pregunta participativa, comprobaría pronto cómo ellos le abren sus corazones cargados de fatiga, sabría dónde les aprieta el zapato, y podría procurarles auxilio materno.

Veamos ahora, en forma breve,  el legado de la santa, la actualidad de su pensamiento y algunas instituciones que se dedican a continuar su obra.

El legado de Edith Stein.

Dadas las limitaciones de un artículo y para no cansar al lector, empleo una apretada síntesis del trabajo de Martinez Casado (2003) quien, en “Aportaciones de Edith Stein al mundo de hoy”, señala que pueden considerarse innumerables aportes de la santa al hombre y a la mujer de hoy:

“Compartió los problemas  de sus contemporáneos, que eran iguales o peores que los que los que podemos tener aquí y ahora. En pleno nazismo aboga por una sociedad democrática donde nadie se vea excluido ni tenga que seguir ciegamente los dictados decididos por un poder autoritario. La libertad era para ella fundamental, es lo que define al ser humano”.

“Defiende a la mujer desde un feminismo humanista cristiano que la llena de significado. Decía que es preciso dejar la huella de la condición femenina en todo lo que hace una mujer. Le da verdadero valor, es una feminista que defiende lo específicamente femenino, no lo anula para igualarla con el hombre. Dice que la mujer puede cambiar para bien el mundo con su feminidad. El concepto de maternidad no lo cierra sólo al  círculo de la familia o de los amigos personales, sino que se extiende  allá donde haya pena o cansancio a ejemplo de la Madre de la Misericordia; y por eso ha de enraizarse en el amor divino, tan amplio como el mundo. Cree que Dios combate el mal a través del amor  maternal de la mujer.”

Dice que la  misión de la mujer es: ”Ser instrumento en las manos de Dios y realizar su obra en el lugar donde Él nos coloca”. Si la cumplimos, entonces realizamos lo mejor de nosotras para nuestro ambiente y, por consiguiente, también para todo el pueblo

“Veía la maternidad como una participación en la obra creadora del Padre, de otra forma se desnaturaliza su valor  original; sin embargo, hoy en día se la tiende a ver como una carga o como un problema que hay que evitar.”

“La misión-vocación de la mujer en  el mundo es muy importante , dice que la ausencia de la mujer y de sus valores propios pone en peligro la realización de la misma humanidad, y también  ayuda a comprender lo que el mundo y la Iglesia han perdido en su historia por mantener discriminada a la mujer.”

El hombre es responsable de lo que es  y de lo que realiza, sus acciones le son imputables. Alude  a la libertad que era, por decirlo así, una de sus obsesiones o mejor dicho una de sus preocupaciones más importantes :”Renunciar a la libertad por miedo a la responsabilidad es favorecer la propia destrucción. Eludir la responsabilidad de las decisiones propias es ponerse en manos del imperialismo total o de la automatización  degradante”.

“Para ella razón y libertad son los distintivos esenciales de la persona. La clave está en la unificación de  la  persona, pues favorece el equilibrio intrapersonal y las relaciones con los demás, así como la comprensión inteligible del universo entero.”

El gran equilibrio que transmite Edith está basado en su cristocentrismo. Encontró que Cristo era el centro de su vida y esto llegó experimentándose a sí misma como persona, como un todo lleno de sentido; y así pudo comprender  a los otros.

El cuidado de la interioridad es determinante  en Edith y hoy día es la asignatura pendiente. Dice: ”Si llegamos a comprender que podemos construirnos una celda cerrada en nuestro interior y recogernos allí tan a menudo como sea posible, entonces en ningún lugar del mundo nos faltará nada”.

Otra  ayuda que nos ofrece Edith, como no podía ser menos siendo hija de Santa Teresa, es  indicarnos el camino de la oración para adentrarnos en la interioridad del hombre. En esta  interioridad  es donde está la clave de su realización personal  y desde ahí ella es la dueña de su existencia. “Buscando su ser, el hombre está buscando la unión con Dios”.

“Cumplir  la misión” es otro gran  mensaje de Edith, para ella cada uno tiene una razón de ser, una misión encomendada por Dios que cada cual debe descubrir.

Actualidad de su pensamiento.

 

Aquí también, para conocer la actualidad de la filósofa, me veo en la obligación de referirme  tan solo a unos cuantos escritos.

Pensamiento que sirve

Morataya-Fleishman (2008)  en su escrito “Edith Stein: El Pensamiento que sirve” se dirige a sus congéneres diciendo: “nuestra hermana representa todo aquello que puede llegar a conseguir una mujer cuando es dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo, cuando su raíz es Cristo. Algo muy difícil de hacer en una época tan oscura como la que nos ha tocado vivir. Asesinada en el año 1942 es hoy cuando comienza a brillar de una forma impresionante la fuerza de su pensamiento femenino”.

“Necesitamos estudiar la filosofía católica que nos ha dejado esta gran mujer como herencia para formarnos a nosotras mismas y para formar a las futuras generaciones. Especialmente nuestras niñas, nuestras jóvenes, no debemos olvidar sus palabras: "todo el pueblo tiene necesidad no sólo de lo que tenemos, sino también de lo que somos".

“Esta gran mujer y maestra de vida intelectual y espiritual te propone ser más mujer desde una vida de fe viva, de auténtica oración interior y de una formación profesional no simplemente intelectual, sino también afectiva. Esto es, conocer tu corazón para educar más y mejor. Amplitud, paz, vacío de sí mismo, calor humano, y claridad son las condiciones que Edith considera necesarias.”

“Sólo en el corazón receptivo, vacío y sosegado puede penetrar la gracia para hacer de la mujer lo que debe ser. Piensa pues amiga, si tu alma está verdaderamente anclada en lo eterno, pues sólo de esta manera podrás dar lo que hayas recibido. No importa que tan profesional y ejecutiva seas, lo importante es que lo pienses y entonces des el paso que te llevará a iluminar el mundo con la luz de la verdad. Como lo hizo Edith, nuestra hermana.”




Tres mujeres en tiempos sombríos

Para recorrer el decenio que Brecht [35] llamó los 'tiempos sombríos' (1933-1943), Sylvie Courtine-Denamy (2003) ha seguido los pasos de tres comprometidas; tres mujeres, judías y filósofas -cuando una mujer filósofa estaba lejos de ser habitual y ser de origen judío iba a convertirse en un destino-: Edith Stein, discípula de Husserl, autora de “La ciencia de la cruz”, comprometida en la lucha por los derechos de las mujeres, que entró en el Carmelo y pereció en Auschwitz en 1942; Hannah Arendt [36], alumna de Heidegger y de Jaspers, autora de “Los orígenes del totalitarismo”, que abandonó la filosofía académica para centrarse en el pensamiento político tras tener que abandonar su país con la llegada de Hitler al poder; y Simone Weil [37], alumna de Alain, autora de “La gravedad y la gracia”, entregada hasta el final, a través de la experiencia de la fábrica, de las trincheras de la guerra en España, a su enfrentamiento con las injusticias sociales y políticas.

Cuatro filósofos en busca de Dios

Alfonso López Quintás publicó en 1990 la obra “Cuatro filósofos en busca de Dios  en que considera a personajes de la talla de Miguel de Unamuno, Romano Guardini, Manuel García Morente y Edith Stein. Como especialista López ha sabido apreciar el extraordinario aporte de Stein en ese proceso que le ha sido tan caro como la búsqueda de Dios.

Incluir a Stein entre esos cuatro filósofos es una prueba indiscutible de la valía y actualidad de la santa.



Edith Stein, una filosofía por descubrir

El 7 noviembre del 2002,  Zenit  entrevistó a la Dra. Angela Ales Bello, Decana de Filosofía de la Universidad Lateranense de Roma y especialista en Edmund Husserl y en Edith Stein.
En esta conversación Ales Bello explica que el pensamiento y la actualidad de esta copatrona de Europa está aún por descubrir.
Voy a entresacar aquellas preguntas y respuestas que tienen que ver con la actualidad del pensamiento de la Carmelita.

--¿Por qué sigue siendo actual la filosofía de Edith Stein?

Ales Bello: Edith Stein no se aleja del mundo. Su compleja personalidad hace  que no olvide ningún elemento, ni humano ni religioso. Sabe conjugar los intereses humanos, mundanos, políticos... con la espiritualidad. Aquí está su gran actualidad.

--Se insiste mucho en la dimensión espiritual de Stein y menos en la filosófica. Esta última, ¿es menos importante? O, ¿no será más bien que no se conoce?

Ales-Bello: No se habla de su filosofía por ignorancia. Tenemos que tener en cuenta que los primeros escritos de divulgación nos llegan del ámbito carmelitano, que privilegió los textos espirituales.

Esto no significa que no se valorase su filosofía en el Carmelo : recordemos que «Ser finito y ser eterno» lo escribió dentro de la celda. Pero obviamente se privilegiaron escritos menos filosóficos.

Su filosofía es compleja. Es positivo que se publiquen obras sobre Edith Stein y su espiritualidad, pero no se debe olvidar su faceta filosófica. Hay que seguir estudiando este aspecto, que la distingue claramente de otros santos.

Sus indagaciones teóricas non son abstractas; están ligadas a las grandes cuestiones
sociales, políticas, jurídicas y éticas. No se puede separar su vida espiritual de su filosofía. La
investigación filosófica estructura radicalmente su vida, que está iluminada por su camino espiritual.

--¿Cuál es el modelo de vida que nos ha dejado esta copatrona de Europa?

Ales  Bello: Un modelo posible pero no fácilmente obtenible. Edith Stein consigue unir muchos aspectos distintos, se interesa por distintas temáticas y tiene una gran capacidad intelectual.

Su propuesta de persona en tres dimensiones --cuerpo, psique y espíritu- es un llamamiento. Hoy resulta difícil hablar de lo espiritual, hay una gran tendencia al inmanentismo.

Edith Stein suscita un gran interés entre los que la conocen. Es interesante constatar cómo en universidades civiles proliferan tesis doctorales sobre su filosofía.

La claridad de sus intuiciones y la el carácter poliédrico de sus intereses nos conducen a profundizar situaciones existenciales que encontramos en la vida de cada día. En este sentido podemos hablar de una pensadora para nuestro tiempo.

Edith Stein: una santa y filósofa para el siglo XXI


El 16 de agosto de 2010 Jaime Septién entrevistó al filósofo Rodrigo Guerra en Querétaro, México, por encargo de Zenit-El Observador
El Dr. Guerra López es Doctor en Filosofía por la Academia Internacional de Liechtenstein y especialista en fenomenología y personalismo sobre la actualidad del testimonio y del pensamiento de Stein.
Como he hecho con la entrevista a Ales Bello tomaré las preguntas y respuestas que tengan que ver con la vigencia del pensamiento de la santa.
--¿Qué importancia tiene una figura como la de Edith Stein en el momento actual?
Rodrigo Guerra: Edith Stein es relevante para nuestro tiempo principalmente porque es una Santa. Con su vida y con su muerte ella ha mostrado que es posible vivir con radicalidad la adhesión a Jesucristo y el amor a sus hermanos en medio de un mundo que parecía caer en el absurdo, en la irracionalidad y en la violencia.
 --Edith Stein es Santa pero también fue una gran intelectual…
Rodrigo Guerra: El itinerario de Edith Stein hacia la santidad no se encuentra al margen de su perfil intelectual. Al contrario, todo su inmenso aporte filosófico es parte de su vida y de un modo misterioso también es parte de su preparación para el martirio. Mártir significa testigo. Edith Stein buscó ser testigo de la verdad al amar apasionadamente el trabajo intelectual que ejerció en parte acompañada de su maestro Edmund Husserl y de otros brillantes jóvenes filósofos como Adolf Reinach, Roman Ingarden y Hedwig Conrad-Martius.
Así mismo, ella buscó ser testigo de la verdad al momento de adherirse afectiva y efectivamente a Jesucristo crucificado al ser llamada al Carmelo, y finalmente, al morir en Auschwitz a manos de los nazis. Todo este camino parece indicar que la vocación más honda del filósofo cristiano no termina al escribir libros y hacer carrera académica sino principalmente educando al corazón en una disponibilidad particular a seguir la verdad hasta la Cruz.
--¿El pensamiento de Edith Stein es pertinente para quienes vivimos en la primera década del siglo XXI?
Rodrigo Guerra: Sus aportes en metafísica, en antropología de la mujer, en teoría de la persona humana, en teoría del Estado y en las relaciones filosofía-cristianismo son sumamente lúcidos y adelantados a su época. Soy de la opinión que su pensamiento será valorado con mayor amplitud y profundidad en el siglo XXI, tras la caída del racionalismo ilustrado y de las rupturas post-modernas.
--Edith Stein hizo una filosofía cristiana y dio testimonio cristiano de amor a la verdad hasta el sacrificio de su propia vida: ¿qué lección nos deja ella para el momento actual?
Rodrigo Guerra: Creo que Stein entre otras cosas nos enseña que la vida cristiana no está fracturada de la vida intelectual y que el quehacer intelectual realiza mejor su vocación cuando se deja provocar por el acontecimiento cristiano. Así como Balthasar decía que es preciso volver a hacer “teología de rodillas” me parece que los filósofos cristianos también debemos recuperar la conciencia de la necesidad de unir la vida espiritual al trabajo filosófico.
Stein también muestra que la adhesión a la verdad y a Cristo, cuando se toman en serio, no pueden estar asociadas a la cómoda vida burguesa sino que se deben proyectar en compromiso real por las personas, en especial, por las más vulnerables y perseguidas. Un personalismo que no pase por un compromiso militante y solidario a favor de la dignidad humana y la justicia se desfonda por falta de congruencia.

Instituciones que se dedican a continuar la obra de Edith Stein.

Entre las muchas instituciones que existen  para este propósito menciono tan solo las siguientes:

The International Association for the Study of the philosophy of  Edith Stein.

La IASPES se fundó en Irlanda en el 2009 y la integran investigadores de todas partes del mundo. Su propósito es explorar y difundir el pensamiento Edith Stein organizando conferencias, preparando publicaciones y proporcionando una plataforma para contactar y discutir entre investigadores sobre Stein.
En la actualidad la IASPES tiene subsedes en todo el mundo.

Fue fundado en Granada (España) en el año 2005 con el objetivo de difundir el pensamiento filosófico de un modo acorde con el pensamiento cristiano. La intención es poner las reflexiones y las concepciones de los más destacados filósofos al alcance de todos sin descuidar la calidad de la enseñanza. Con este fin, pone a tu disposición un equipo docente altamente cualificado y unas técnicas de aprendizaje dinámicas, que garantizan una adquisición de conocimientos efectiva, así como el desarrollo de sus habilidades intelectuales.

El 30 de junio de 2009 se constituyó en Granada (España) la Sociedad de Pensamiento “Edith Stein” (SPES). Ello tuvo lugar en el marco del I Congreso Internacional de Filosofía en la ciudad andaluza.

Se creó para promover la profundización en su pensamiento, en su vida, en su obra, en la persona de Edith Stein; para promover su difusión y para realizar todas las actividades culturales y formativas dirigidas a favorecer un conocimiento más profundo de su figura.

Entre las iniciativas previstas de la SPES están la edición de una revista on line de los estudios filosóficos y fenomenológicos de nuestra Santa Carmelita.

Los fundadores de esta asociación creen que nunca como ahora se ha oído hablar  tanto de la necesidad  e importancia del diálogo. Es con este convencimiento que nace esta asociación tomando como prototipo la voluntad y práctica del diálogo de Edith Stein. La sede se encuentra en Rapallo (Génova).

El Centro Personalista Edith Stein

El Centro forma parte Facultad de Filosofía “Samuel Ramos” de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México, con el fin de promover la investigación, la docencia y la difusión del personalismo tanto en su dimensión filosófica como en el compromiso solidario.

El centro se inspira tanto en el itinerario intelectual, como en el más amplio y comprometido itinerario vital de Edith Stein.

De esta manera el centro busca colaborar en la recuperación de la dignidad de todas las personas, en el fomento de la comunión, y en la lucha teórica y práctica por la verdad sobre el ser humano.

La Sociedad, Edith Stein de Wroclaw, Polonia

Se creó en 1989 y da información sobre la vida y obra de Edith Stein y trabaja para mejorar las relaciones entre judíos y católicos, y entre alemanes y polacos.

En Lubliniec , también Polonia, se ha creado una Asociación para investigar los antepasados de Edith Stein.

Centro Edith Stein de Barcelona

Es el Centro que la Delegación de Pastoral Universitaria de la Iglesia de Barcelona  dedica a profesionales y universitarios (profesores, estudiantes del tercer ciclo, licenciados y profesionales). Toma como modelo a Edith Stein (Santa Teresa Beneta de la Creu), un referente insustituible para las sociedades contemporáneas de investigación sobre Dios a través de la razón, el pensamiento y la experiencia.


Concluyo diciendo, con todos los autores en los que me he basado en este artículo, que Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz,  es un regalo de Dios, una llamada y una promesa para nuestra época. Realiza el ideal de la mujer a la altura de su tiempo y consigue un nivel filosófico, espiritual y místico de primer grado.

Para serle gratos por lo que nos ha legado, tratemos de seguir sus pasos.


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[1] Gerresheim  es un alemán, Düsseldorf (1935),  que ha destacado como dibujante, escultor y pedagogo con importantes esculturas sobre todo en Europa y Estados Unidos de Norte América.

[2] El arrianismo es el conjunto de doctrinas cristianas expuestas por Arrio, un presbítero de Alejandría  que sostenían que Jesús era hijo de Dios, pero no Dios mismo. Fue condenado definitivamente como herejía  en el Primer Concilio de Constantinopla (381). El nazismo toma una vertiente del arrianismo, según la cual inexplicablemente la raza aria era una raza superior. En virtud de esta creencia,  el asesino Hitler excluía de la raza humana a los judios y a la gran mayoría de los eslavos por tener influencias judías. Por lo tanto los Convenios de Ginebra no les eran aplicables.

[3] Konrad Adenauer, político católico,  presidió la cámara alta del Parlamento prusiano durante la República de Weimar, entre 1920 y 1933. Al llegar al poder los nazis fue internado en el campo de concentración de Buchenwald. Al acabar la guerra participó en la fundación de la Unión Demócrata-Cristiana. Fue eligido Canciller al ganar las primeras elecciones generales de la República Federal Alemana.  Presidió el gobierno alemán durante 14 años, por lo que es considerado el «padre» de la democracia alemana. En 1954 consiguió acabar con el estatuto de país ocupado y restablecer la plena soberanía del país.


[4] Solipsismo, del latín "solus ipse"  ("solamente yo existo") es la creencia metafísica de que lo único de lo que uno puede estar seguro es de la existencia de su propia mente. La realidad que le rodea no se puede conocer. Todos los objetos, personas, etc., que uno capta o experimenta serían meramente emanaciones de su mente.

[5]    Yom Kipur es el día judío del arrepentimiento, considerado el día más santo y más solemne del año. Comienza en el anochecer del noveno día del mes de Tishrei (primer mes del calendario hebreo moderno, cercano al equinoccio otoñal del 21 de septiembre) y continúa hasta el anochecer del siguiente día.

[6] Stein, en alemán, significa piedra.

[7]  William Stern (1871- 1938) fue un psicólogo  y filósofo alemán, fundador, junto a Binete Galto, de la psicología diferencial  y creador del concepto de Cociente de Inteligencia (CI) para designar la relación entre edad mental y edad cronológica. Desarrolló esta idea en el Laboratorio de Psicología de la Universidad de Hamburgo. También ejerció docencia en la Universidad de Duke en los Países Bajos.
[8]  Richard Hönigswald  (1875-1947) fue un filósofo neokantiano austro/húngaro de familia judía. Estudió medicina y filosofía. Desde1916  ejerció como Profesor de filosofía, psicología y pedagogía en  la Universidad de Breslau. A partir de 1930 fue  Profesor  en Munich. En sus trabajos puso énfasis en la teoría del conocimiento desde el punto de vista de la filosofía del lenguaje. En 1933 tuvo que retirarse compulsivamente, permaneció tres semanas en el campo de concentración de Dachau y en 1939 emigro a Estados Unidos de Norte América con su esposa y su hija..

[9] Hedwig Conrad-Martius (1888 – 1966) fue una filósofa alemana, parte del movimiento fenomenológico, y mística cristiana. Estudió Literatura e Historia en Rostock y Friburgo y luego filosofía en Múnich. En 1912 se trasladó a la Universidad de Gotinga, donde entró a formar parte del grupo de estudiantes de Husserl.  Su trabajo de investigación fue temporalmente interrumpido por una prohibición de publicar bajo el régimen nazi. Después de la Segunda Guerra Mundial fue Profesora  en Múnich.

[10] Franz Brentano (1838-1917) nació en Marienburgo, Alemania. Realizó estudios filosóficos y psicológicos. Enseñó en la Universidad de Viena, donde ejerció mucha y positiva infuencia sobre alumnos como Sigmund Freud, Carl Stumpf, Edmund Husserl, Kazimierz Twardowski, Alexius Meinong y Christian von Ehrenfels. Estuvo también vinculado a la Universidad de Würzburg de Alemania.

[11] Hay historiadores que afirman que el distanciamiento se debió a la actitud asumida por Heidegger cuando, siendo rector de la Universidad de  Friburgo,  Husserl tuvo que dejar la docencia en esa universidad por ser judío. 

[12]  Adolf Reinach (1883-1917) fue un filósofo judío alemán que estudió  en la Universidad de Munich donde obtuvo su doctorado en filosofía. Luego decidió ir a estudiar con Husserl en Gotinga. Más tarde, en 1905 regresó a Munich para completar sus estudios de derecho y luego continuó en 1906-1907 en Tübingen.

Con el apoyo de Husserl, fue capaz de obtener la habilitación para la enseñanza universitaria en Gotinga en 1909.

[13] Dom Raphael Walzer, fue  abad de Beuron cuando esta abadía benedictina vivía una efervescencia extraordinaria y uno de los centros propulsores del movimiento litúrgico alemán. Personificaba plenamente la vida benedictina, era su encarnación viviente.Fue opuesto radicalmente a las doctrinas nazis y fue refugio de personas, sobre todo judías, que eran perseguidas por el regimen de Hitler.
14 Erich Przywara (1889-1972) fue un sacerdote jesuita alemán, conocido especialmente por sus reflexiones sobre la analogía del ser, y su impacto sobre la teología contemporánea, tanto católica como protestante. Su
filosofía estuvo inflenciada  por el pensamiento de Agustín de HiponaTomás de AquinoJohn Henry Newman, y la fenomenología de Edmund Husserl y Max Scheler.

[15] John Henry Newman  (1801 - 1890) fue un presbítero anglicano  convertido al catolicismo, elevado a la dignidad de cardenal por el Papa León XIII y beatificado en 2010 en una ceremonía que presidió el Papa Benedicto XVI en el Reino Unido. En su juventud fue una importante figura del Movimiento de Oxford, que aspiraba a que la Iglesia de Inglaterra volviera a sus raíces católicas. Escribió varias obras y Cartas y diarios; estos últimos son los traducidos por Stein (Ediciones Rialp.Madrid, 1996).

[16] La Abadía de Beuron fue la realización monástica más vigorosa de los benedictinos  gracias a un pujante movimiento restaurador del siglo XIX y una de las más grandes empresas del espíritu de la edad contemporánea. Paradójicamente, lo que algunos llamaron imperio cenobítico, coincidente con la ascensión de su influencia en muchos ámbitos de la historia de entonces, empezó a declinar cuando allí volvía a hablarse de imperio ante la persecución nacionalsocialista. El abad Raphael Walzer, elegido en 1921, tuvo que dimitir y exiliarse  en 1937.

[17] Hans Rotter (1932- 20149) fue un  jesuita especialista en  teología moral (Universidad de Innsbruck y Universidad de München). Destacó como profesor en la Universidad de Innsbruck.

[18] Alexandre Koyré: (1892-1964) nacido en Rusia adquirió la nacionalidad francesa. Es conocido como filósofo e historiador  de la ciencia y considerado como el padre de la Historia de la Ciencia. Denominó “revolución científica” al nacimiento de la física moderna. Fue formado en las disciplinas religiosas y estudió personalmente los argumentos de San Anselmo para su tesis doctoral. Al ser discípulo de Edmund Husserl en Gotinga, tiene orígenes fenomenológicos en abierta oposición a la corriente epistemológica del positivismo.  En 1912 se trasladó a París para estudiar historia de la filosofía con Henri Bergson en el Colegio de Francia.  Fue Profesor tanto en Europa como en USA.  Actualmente, la gran institución parisina superior de Historia de la ciencia lleva su nombre en recuerdo de su legado.

[19] Edward Schröder (1858 –1942) fue un especialista en estudios germámicos y medioevales  (Universidades de Strasbourg y Berlinand) que se desempeñó como Profesor en la Universidad de Göttingen and publicó numerosos. Fue uno de los 300 académicos que firmaron el compromiso profesional de adhesión a Hitler y al nacionalsocialismo.

[20] Al término de su período como voluntaria en el hospital militar, en 1915, obtuvo la medalla de valor en reconocimiento a su servicio generoso.

[21] Juan Duns Scoto (1266-1308) fue un teólogo escocés perteneciente a la escolástica. Ingresó a la Orden Franciscana y estudió en Cambridge, Oxford y París.Fue profesor en estas dos últimas universidades. Defendió la humanidad de Cristo y preparó la base teológica para la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. La sutileza de sus análisis le valió el sobrenombre de «Doctor Sutil». En 1993 el Papa Juan Pablo II lo beatificó.

[22] Francisco Suárez (1548 –1617), fue un  jesuita, teólogofilósofo y jurista español. Enseñó teología en Segovia, Ávila, Salamanca y Coímbra. Fue llamado Doctor Eximius et Pius y gozó de enorme autoridad, revitalizando la ya decaída escolástica, que compendió en su obra principal: Disputationes metaphysicae.

[23]  Madre Teresa Renata del Espíritu Santo (1891-1961)  fue una Carmelita Descalza que  se desempeñó  primero como Maestra de Novicias de Edith  Stein y luego como priora del Carmelo de Lindenthal.  A ella debemos la primera biografía sobre Sor Teresa Benedicta de la Cruz; aunque como ella misma escribe en la introducción,  “Lo que apuntaremos no enmarca propiamente una biografía. Es sólo un ramillete lo más real y palpable posible de recuerdos y testimonios que brindamos como fuente a aquellos que están llamados a ofrecer a su época una vida digna de esta gran mujer”. Este documento se publicó en 1948.

[24] Isabel de Hungría  (1207 1231) era hija del Rey Andrés II  y se casó con Luis de Turingia-Hesse  con quien tuvieron una hija Gertrudis de Attenberg. Isabel se quedó viuda siendo aún joven, por lo cual la niña fue enviada a un claustro de las  monjas premonstratenses donde fue criada como religiosa y murió a una edad avanzada siendo abadesa y fue beatificada. Isabel dedicó su riqueza a los pobres y construyó hospitales. A partir de su canonización en 1236 se convirtió en un símbolo de caridad cristiana para toda Europa,

[25] Ester fue una profetisa de la Biblia hebrea y del Antiguo Testamento cristiano. Su historia se narra en el Libro de Ester. Aparece en la Biblia como una mujer que se caracteriza por su fe, su valentía, su preocupación por su pueblo, su prudencia, su autodominio, su sumisión, su sabiduría y su determinación.  Cumplió con su deber de representar al pueblo judío y alcanzar la salvación.


[26] Shoah (literalmente la catástrofe) es el término hebreo utilizado para referirse al Holocausto (aniquilación judía en Europa por la Alemania nazi).

[27]  Según Viau Mollinedo, en el 2003, se publicó, en la prensa española, dicha carta, que había sido encontrada en la apertura del Archivo Vaticano

[28] Se llama “noche de los cristales rotos” a los  ataques combinados ocurridos en la Alemania nazi la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938,  llevados a cabo por las tropas de asalto  y la población civil antisemita con la tácita aprobación del gobierno de Hitler. Oficialmente se dijo que había sido una reacción espontánea de la población tras el asesinato, el 7 de noviembre de 1938, del secretario de la embajada alemana en París por un joven judío polaco de origen alemán. Estos ataques, que dejaron las calles cubiertas de “vidrios rotos”,  fueron dirigidos contra los ciudadanos judíos y sus propiedades, así como también la destrucción de las sinagogas de todo el país.

[29] La “Venia Docendi” es una autorización académica de carácter administrativo de larga data, necesaria para impartir docencia en las instituciones educativas sobre todo universitarias.

[30] Wilhelm Dilthey (1833-1911) es el pensador más importante del historicismo alemán. Su obra más conocida,  “Introducción a las ciencias del espíritu” (1883), da inicio a su proyecto de “crítica de la razón histórica”, que tenía como objetivo encontrar un fundamento epistemológico sólido para las ciencias humanas. Por deseo de su padre, que era pastor y predicador se inscribió en la facultad de teología de la universidad de Heidelberg pero al año siguiente se trasladó a Berlín donde conoció y trató a varios de los principales representantes de la «escuela histórica», que se encontraba en su momento de mayor esplendor. Fue Profesor de varias universidades como Berlín, Basilea, Kiel y Breslau.

[31]  Ferrer Santos aclara que por contenido se entiende aquí el material informe de que está hecha la obra cultural  ( un lienzo, un bloque de mármol, un material fónico…)

[32] «Naturaleza y espíritu» es el título de un curso dictado por Husserl en 1913 al que asistió nuesta filósofa.

[33] Peterson es autor, entre otras obras de “El Libro de los Angeles” ((Rialp, Patmos . Madrid 1957). En él se lee “La Iglesia camina por la senda que va de la Jerusalén terrestre a la Jerusalén celestial, de la ciudad de los judíos a la ciudad de los Ángeles y de los Santos. Lo característico de la Iglesia es el estar situada entre la ciudad terrestre y la ciudad celeste. El carácter de la Iglesia está determinado por el hecho de que los cristianos abandonaron la Jerusalén terrestre, y, no teniendo en este mundo ciudad permanente, buscan, a ejemplo de Abrahán, la ciudad futura edificada por Dios”.

[34] Fue un teólogo bizantino que vivió en Siria o Egipto entre los siglos V y VI después de Cristo. Sus obras, de clara inspiración neoplatónica, tuvieron una amplia influencia en la escolástica europea medieval.  
[35] Eugen Berthold Friedrich Brecht (1898 – 1956), fue un dramaturgo y poeta alemán, uno de los más influyentes del siglo XX, creador del teatro épico, también llamado teatro dialéctico, cuyas obras buscan siempre la reflexión del espectador y fomentar el activismo político. Tuvo una vida bastante accidentada trabajando en Munich, Berlin, Skovsbostrand, Estocolmo, Helsinki, Santa Mónica (USA) y Berlín oriental. En la segunda mitad de la década de los años 1920 se transformó en un comunista convencido. En 1955 recibió el Premio Stalin de la Paz. Todas sus obras están absolutamente ligadas a razones políticas e históricas y tienen un sobresaliente desarrollo estético. En realidad, en Brecht se encuentran siempre unidos el fondo y la forma, la estética y los ideales.

[36] Hannah Arendt (1906 - 1975) fue una filósofa alemana de ascendencia judía. Estudió en las universidades de Marburgo, Friburgo y Heidelberg. En esta última obtuvo el doctorado en filosofía bajo la dirección de K. Jaspers. Con Hitler al poder, se exilió en París y luego tuvo que huir a Nueva York. Es autora de muchos y muy importantes obras.


[37] Simone Weil (1909 – 1943) fue una filósofa francesa judía. Estudió filosofía y literatura clásica en la Escuela Normal Superior de París. Se graduó a los 22 años y comienza su carrera docente en diversos liceos. Trabajó una filosofía que se quiere proyecto de entre la modernidad y la tradición cristiana, tomando como brújula el humanismo griego. Al final de su breve vida se encuentra con el mensaje evangélico pero permanecíó a las puertas de la Iglesia: era una cristiana que planteaba  preguntas embarazosas a los teóricos y fue rechazada pues la acusaron de no haber comprendido bien la historia del cristianismo.


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