Teresa de Jesús: santa y
docta
Jorge Capella Riera
“Nada te turbe,
nada te espante;
todo se pasa,
Dios no se muda; l
la paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le
falta.
Sólo Dios basta.”
(Santa Teresa de Jesús)
Introducción
Inicio la introducción a este artículo el 15 de agosto
de 2014, día en que comenzamos el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa
de Jesús; y lo dedico a mi madre Teresa, a mi hermana María Teresa, a mi hija María
Teresa y a mi nieta Mayte.[1]
Los
organizadores del Centenario señalan que éste ha de “lanzarnos a descubrir que
entre las cenizas de este mundo aún caldean las brasas de otro mundo posible,
mucho más justo y mucho más humano.”
“Recordar
a Teresa de Jesús tendrá, sin duda, el poder de hacernos conscientes de cuánto
podemos hacer para que cambien las cosas, si nos decidimos a cambiar nosotros
mismos, a optar por una vida más simple
y más comprometida, más de acuerdo con el Evangelio de Jesús, el Evangelio del
amor.”
“De
esa manera, conseguiremos que el Centenario no sea una simple “celebración
arqueológica”, ni una huída romántica a un pasado glorioso que se añora con
nostalgia, y conseguiremos convertirlo en un tiempo de renovación
y reactivación espiritual, de rejuvenecimiento.”
“Celebrar así esta efeméride nos ayudará, de la mano de Santa Teresa, a afrontar el presente y el futuro con coraje, con creatividad y con decisión, apostando por un mundo más justo, más solidario, en el que cada persona pueda descubrir que es única e irrepetible, que es amada y que está llamada a ser feliz, pero que no lo será si se cierra en sí misma y no es capaz de abrirse a Dios y a los otros”.
“Celebrar así esta efeméride nos ayudará, de la mano de Santa Teresa, a afrontar el presente y el futuro con coraje, con creatividad y con decisión, apostando por un mundo más justo, más solidario, en el que cada persona pueda descubrir que es única e irrepetible, que es amada y que está llamada a ser feliz, pero que no lo será si se cierra en sí misma y no es capaz de abrirse a Dios y a los otros”.
Con
este artículo pretendo contribuir a estos propósitos y quiero partir de que si
la vida de cualquier persona está condicionada por sus circunstancias, como
diría Ortega y Gasset (2004), resulta obligado que me refiera a ellas, aunque
sea brevemente, para encuadrar la vida
de Teresa.
Como
nosotros ahora, ella supo que la historia la manejaban unos pocos, pero nunca
creyó que no podría cambiar nada. Esa es, quizás, la principal diferencia entre
nosotros y ella.
En
efecto, vivió en un tiempo en el que reinaba el machismo. Los varones
controlaban la historia, empujados por una insaciable sed de poder que les
llevaba a enfrentarse en innumerables guerras, a explotar pueblos inocentes.
Vivió
tras los muros de un convento de clausura, y, allí, le llegaron tristes
noticias que hablaban de enfrentamientos incluso entre los que profesaban su
misma religión, de personas que morían sin conocer al Dios que ella amaba.
Es por todo ello que el Papa Pablo VI,
en la homilía pronunciada durante el acto de la proclamación de Santa Teresa
como doctora de la Iglesia Universal (1970),
afirmó: ”la vemos ante nosotros
como una mujer excepcional, como a una religiosa que, envuelta toda ella de
humildad, de penitencia y de sencillez, irradia en torno a sí la llama de la
vitalidad humana y de su dinámica espiritualidad; la vemos, además, como
reformadora y fundadora de una histórica e insigne Orden religiosa, como
escritora genial y fecunda, como maestra de vida espiritual, como contemplativa
incomparable e incansable alma activa. ¡Qué grande, única y humana, que
atrayente es esta figura!”.
“Puesta
frente a Dios, le conoció como Amigo y Maestro, como Libro Vivo en el que
comprender su propia verdad y la verdad del mundo. En Cristo, su Amado, Dios se
le revelaba preocupado por la historia, preocupado por los hombres y mujeres de
todos los tiempos, preocupado por ella.”
“Teresa supo que, dando su vida por todos, Jesús le había marcado un rumbo y le pedía que siguiera sus huellas y que, andando junto a Él, también ella podría contribuir a cambiar la historia, a transformar la ciudad terrena en ciudad de Dios, a dibujar sobre este mundo el Reino. Y se puso en camino.”
“Fundó pequeñas comunidades de mujeres empeñadas en demostrar al mundo que el amor puede cambiar el rumbo de la historia. En ellas, sus hijas vivían (y viven aún ahora) amándose unas a las otras, capaces de renunciar a todo en favor de los otros, sin imponerse, sin vencer la tentación de la avaricia y la preocupación exagerada por nosotros mismos que acaba por hacernos desentendernos de los otros, sabiendo que cada hombre y cada mujer son un compañero de camino cuya vida es una palabra que he de respetar y escuchar.”
“Teresa supo que, dando su vida por todos, Jesús le había marcado un rumbo y le pedía que siguiera sus huellas y que, andando junto a Él, también ella podría contribuir a cambiar la historia, a transformar la ciudad terrena en ciudad de Dios, a dibujar sobre este mundo el Reino. Y se puso en camino.”
“Fundó pequeñas comunidades de mujeres empeñadas en demostrar al mundo que el amor puede cambiar el rumbo de la historia. En ellas, sus hijas vivían (y viven aún ahora) amándose unas a las otras, capaces de renunciar a todo en favor de los otros, sin imponerse, sin vencer la tentación de la avaricia y la preocupación exagerada por nosotros mismos que acaba por hacernos desentendernos de los otros, sabiendo que cada hombre y cada mujer son un compañero de camino cuya vida es una palabra que he de respetar y escuchar.”
Es
necesario que indique que el mérito de este trabajo es de aquellos autores a
quienes cito en él. A mi me ha correspondido acopiar abundante información
acerca de la Santa –í como lo he hecho también sobre San Juan de la Cruz, de
quien me cuparé proximamente en un artículo- , estudiarla, sistematizarla y
sintetizarla en torno a un hilo conductor que es la homilia de Pablo VI que
acabo de mencionar.
Este
artículo consta de tres apartados: la vida de Teresa, su pensamiento y el
impacto que que provocó en su época y aún en la actualidad.
Al terminar esta breve introducción, quiero precisar que he respetado en todo momento el estilo gramatical y la ortografía de la época en que vivio la santa.
Vida
Pablo VI
(1970) desanima a quien pretenda
condensar, en breves palabras, la semblanza histórica y biográfica de Santa
Teresa, que parece desbordar las líneas descriptivas en las que uno quisiera
encerrarlas.
Pese a ello, me arriesgo a esta pretensión y trataré
de ser lo más objetivo posible apelando al Libro
de la Vida y a autores que lo han trabajado; el mérito es suyo el mío es
solo el de la selección y sistematización.Primer período
Se llamaba Teresa
Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, aunque generalmente usó el nombre de Teresa
de Ahumada hasta que comenzó la reforma, cambiando entonces su nombre por
Teresa de Jesús.
El padre de Teresa
era Alonso Sánchez de Cepeda, descendiente de familia judía conversa. Alonso
tuvo dos mujeres. Con la primera, Catalina del Peso y Henao, tuvo dos hijos:
María y Juan de Cepeda. Con su segunda esposa, Beatriz Dávila y Ahumada, tuvo
otros diez: Hernando, Rodrigo, Teresa, Juan (de Ahumada), Lorenzo, Antonio,
Pedro, Jerónimo, Agustín y Juana.
La
propia Teresa decía: “éramos tres
hermanas y nueve hermanos”, resultando ser
ella, según propia confesión, que así se sentía, la más querida de su
padre y hermanos.
Su
madre encontró en la hija su mejor amiga y confidente, compartiendo con ella
sus devociones y gustos.
A
los siete años, Teresa tenía ya gran predilección por la lectura de las vidas
de santos. Su hermano Rodrigo era casi de su misma edad de suerte que
acostumbraban jugar juntos. Los dos niños, eran muy impresionados por el
pensamiento de la eternidad, admiraban las victorias de los santos al
conquistar la gloria eterna y repetían incansablemente: "Gozarán de Dios
para siempre, para siempre, para siempre . . ."
Ambos
resolvieron partir al país de los moros con la esperanza de morir por la fe.
Así pues, partieron de su casa a escondidas, rogando a Dios que les permitiese
dar la vida por Cristo; pero en Adaja se toparon con uno de sus tíos, quien los
devolvió a los brazos de su afligida madre.
En
vista del fracaso de su proyecto, Teresa y Rodrigo decidieron vivir como
ermitaños en su propia casa y empezaron a construir una celda en el jardín,
aunque nunca llegaron a terminarla.
Lamentablemente tuvieron que pasar la dura prueba de la orfandad, con la muerte prematura de Doña Beatriz, a sus 33 años, cuando Teresa apenas había cumplido los 13. Ello la afectó en extremo. La santa lo expresa así: "En cuanto empecé a caer en la cuenta de la pérdida que había sufrido, comencé a entristecerme sobremanera; entonces me dirigí a una imagen de Nuestra Señora y le rogué con muchas lágrimas que me tomase por hija suya". ("Autobiografía")
Sin
embargo estaba ligada a los libros de caballerias : "Las novelas de
caballerías me gustaban tanto, que no estaba yo contenta cuando no tenía una
entre las manos. Poco a poco empecé a interesarme por la moda, a tomar gusto en
vestirme bien, a preocuparme mucho del cuidado de mis manos, a usar perfumes y
a emplear todas las vanidades que el mundo aconsejaba a las personas de mi
condición". (Autobiografía) El cambio que paulatinamente se operaba en
Teresa, no dejó de preocupar a su padre, quien la envió -a los quince años de
edad- a educarse en el convento de las agustinas de Avila, en el que solían
estudiar las jóvenes de su clase.
Allí
comenzó a sentir la llamada a la vida religiosa. Vocación que madura con sus
lecturas y reflexiones. Luchando consigo misma, llegó a decir a su padre que deseaba
ser monja, pues creía ella, dado su carácter, que el haberlo dicho bastaría
para no volverse atrás. Su padre contestó que no lo consentiría mientras él
viviera. Sin embargo, Teresa dejó la casa paterna, y entró el 2 de noviembre de 1533 en el
convento de la Encarnación, en Ávila.
Afectada por una
grave enfermedad, volvió a casa de su padre, y ya curada, la llevaron al lado
de su hermana María de Cepeda, que con su marido, don Martín de Guzmán y
Barrientos.
Determinada a tomar el hábito
carmelita contra la voluntad de su padre, en 1535 huyó nuevamente de su casa
para dirigirse al convento de la Encarnación.
Su padre, al
verla tan resuelta, cesó de oponerse a su vocación. Vistió el hábito en 1537 e
hizo su profesión. Poco después cayó gravemente enferma y su padre la llevó a
baños minerales: sentía los primeros síntomas de sus neurosis. Ese mismo año,
en casa de su padre, sufrió un ataque de parasismo, y durante dos años estuvo
paralítica.
Curó,
y durante bastantes años su fe anduvo bastante entibiada. Tan así que abandonó la oración (1541). Pero, según su testimonio, volvió al
pasado ardor religioso porque, Cristo se
le apareció con airado semblante. Entonces creyó que la causa de su frialdad
provenía de su demasiado frecuente trato con seglares, y resolvió reformar la
orden del Carmelo, a la cual pertenecía, y fundar religiones de monjas
descalzas y enclaustradas.
El padre de Teresa
falleció en 1541. El sacerdote que lo había asistido en sus últimos momentos,
el dominico Vicente Barón, se encargó de dirigir la conciencia de Teresa
rememorando las últimas palabras del padre de ésta.
La
lectura de las Confesiones de san Agustín y el encuentro inesperado con una
imagen de Cristo, en la Cuaresma de 1554, propiciarán lo que se conoce como su
conversión y entrega, ya sin retrocesos, a una vida espiritual intensísima, incentivada
por diferentes gracias místicas.
Aspecto físico
Su confesor, Francisco de Ribera (2004), trazó así el retrato de Teresa: “Era de muy buena
estatura, y en su mocedad hermosa, y aun después de vieja parecía harto bien:
el cuerpo abultado y muy blanco, el rostro redondo y lleno, de buen tamaño y
proporción; la tez color blanca y encarnada, y cuando estaba en oración se le
encendía y se ponía hermosísima, todo él limpio y apacible; el cabello, negro y
crespo, y frente ancha, igual y hermosa; las cejas de un color rubio que tiraba
algo a negro, grandes y algo gruesas, no muy en arco, sino algo llanas; los
ojos negros y redondos y un poco carnosos; no grandes, pero muy bien puestos,
vivos y graciosos, que en riéndose se reían todos y mostraban alegría, y por
otra parte muy graves, cuando ella quería mostrar en el rostro gravedad; la
nariz pequeña y no muy levantada de en medio, tenía la punta redonda y un poco
inclinada para abajo; las ventanas de ella arqueadas y pequeñas; la boca ni
grande ni pequeña; el labio de arriba delgado y derecho; y el de abajo grueso y
un poco caído, de muy buena gracia y color; los dientes muy buenos; la barba
bien hecha; las orejas ni chicas ni grandes; la garganta ancha y no alta, sino
antes metida un poco; las manos pequeñas y muy lindas. En la cara tenía tres
lunares pequeños al lado izquierdo, que le daban mucha gracia, uno más abajo de
la mitad de la nariz, otro entre la nariz y la boca, y el tercero debajo de la
boca. Toda junta parecía muy bien y de muy buen aire en el andar, y era tan
amable y apacible, que a todas las personas que la miraban comúnmente aplacía
mucho.”
El padre Diego de Yepes (1946) añade: “Después de amortajada y tendida en el suelo, daba muestras en la hermosura exterior de la gloria que gozaba su alma. Porque en acabando de expirar quedó su rostro hermoso en gran
manera, blanco como el alabastro,
sin arruga ninguna, aunque solía tener hartas por ser ya vieja, las manos y los pies con la misma blancura,
todas transparentes, que se podían mirar en ellas como en un espejo, y tan tratables
y tan suaves al tacto como si estuviera viva. Todos sus miembros quedaron hermoseados con manifiestas señales de la inocencia y santidad que en
ellos había conservado”.
Personalidad
Su vida marcó una época, porque, en un mundo dominado por los
hombres, defendió el derecho de la mujeres a desarrollar su propia
personalidad; de ese empeño convenció a sus mejores contemporáneos: fray Luis
de León, San Juan de la Cruz, San Francisco de Borja, fray Juan de Ávila,
el padre y profesor Domingo Báñez, el inquisidor Quiroga..., incluso a Felipe
II. Y a pesar de los desprecios e insultos, viajó por toda España con idéntico
espíritu que al principio y renovada ilusión.
Según relata la
propia Teresa, en el libro Vida de Santa Teresa de Jesús, desde sus
primeros años mostró Teresa una imaginación vehemente y apasionada. Su padre,
aficionado a la lectura, tenía algunos romanceros; esta lectura y las prácticas piadosas comenzaron a despertar
el corazón y la inteligencia de la pequeña Teresa con seis o siete años de
edad.
“Comencé a traer galas, y a desear contentar en parecer bien,
un mucho cuidado de manos y cabello y olores, y todas las vanidades que en esto
podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa...”
“Tenía primos hermanos algunos... eran casi de mi edad, poco
mayores que yo; andábamos siempre juntos, teníanme gran amor y en todas las
cosas que les daba contento, los sustentaba plática y oía sucesos de sus
aficiones y niñerías, no nada buenas... Tomé todo el daño de una parienta (se
cree que una prima), que trataba mucho en casa... Con ella era mi conversación
y pláticas, porque me ayudaba a todas las cosas de pasatiempo, que yo quería, y
aun me ponía en ellas, y daba parte de sus conversaciones y vanidades. Hasta
que traté con ella, que fue de edad de catorce años... no me parece había
dejado a Dios por culpa mortal.”
Su habla era muy graciosa,
y su conversación muy suave, alegre, llana, cuerda,
y
a
cualquier
cosa
que
se
tratase salía muy bien, y entretenía maravillosamente a todas las personas
que la oían. De aquí
venía
que adondequiera que iba era muy querida de todos, y juntamente muy estimada.
Santa
Teresa era una mujer excepcionalmente dotada. Su bondad natural, su ternura de
corazón y su imaginación chispeante de gracia, equilibradas por una
extraordinaria madurez de juicio y una profunda intuición, le ganaban
generalmente el cariño y el respeto de todos. Razón tuvo el poeta Crashaw en The flaming heart (1917) al referirse a la santa bajo los símbolos aparentemente opuestos de
"el águila" y "la paloma". Cuando le parecía necesario,
sabía hacer frente a las más altas autoridades civiles o eclesiásticas, y los
ataques del mundo no le hacían doblar la cabeza. Pero el águila no mata a la paloma,
como puede verse por la carta que escribió a un sobrino suyo que llevaba una
vida alegre y disipada: "Bendito sea Dios porque os ha guiado en la
elección de una mujer tan buena y ha hecho que os caséis pronto, pues habíais
empezado a disiparos desde tan joven, que temíamos mucho por vos. Esto os
mostrará el amor que os profeso".
Como
he dicho, poseía una gran intuición que ponía de manifiesto sobre todo en la
elección de las novicias. Lo primero que exigía, aun antes que la piedad, era
que fuesen inteligentes, es decir, equilibradas y maduras, porque sabía que es
más fácil adquirir la piedad que la madurez de juicio. "Una persona
inteligente es sencilla y sumisa, porque ve sus faltas y comprende que tiene
necesidad de un guía. Una persona tonta y estrecha es incapaz de ver sus
faltas, aunque se las pongan delante de los ojos; y como está satisfecha de sí
misma, jamás se mejora". … "Aunque el Señor diese a esta joven los
dones de la devoción y la contemplación, jamás llegará a ser inteligente, de suerte
que será siempre una carga para la comunidad. ¡Que Dios nos guarde de las
monjas tontas!"
El Padre Pedro de la Purificación escribió en 1602: “Tenía tan suave conversación, tan altas palabras y la boca tan llena de alegría, que nunca cansaba y no había quien se pudiese despedir de ella.”
Ante circunstancias adversas, en vez de ponerse de mal humor, se moría de risa.
Urkiza (1981) apunta que Ana de San Bartolomé añade: “Era muy piadosa con los súbditos humildes y sujetos a la obediencia, y muy rigurosa con los que mostraban libertad. No era amiga de gente
triste, ni lo era ella,
ni quería que los que iban en su compañía lo fuesen. Decía: “Dios me libre de santos encapotados”. Sacaba pláticas de Dios por los caminos, de suerte que los que suelen ir jurando
y traveseando (haciendo travesuras), gustaban más de oírla que de todos los placeres del mundo, que así se lo oí yo decir a ellos. Siempre en los caminos era la
primera que despertaba a todos y la postrera que se sosegaba de
noche”.
Misticismo
Como
veremos más adelante, la oración de unión ocupó un largo periodo de su vida,
con el gozo y el amor que le son característicos; y Dios empezó a visitarla
con visiones y comunicaciones interiores.
Ello
la inquietó, porque había oído hablar con frecuencia de ciertas mujeres a las
que el demonio había engañado miserablemente con visiones imaginarias.
El biógrafo Boudot (2003) sostiene
que en todas las páginas del libro Vida de Santa Teresa “se ven las
huellas de una pasión viva, de una franqueza conmovedora, y de un iluminismo
consagrado por la fe de fieles. Todas sus revelaciones atestiguan que creía
firmemente en una unión espiritual entre ella y Jesucristo; veía a Dios, la
Virgen, los santos y los ángeles en todo su esplendor, y de lo alto recibía
inspiraciones que aprovechaba para la disciplina de su vida interior. En su
juventud las aspiraciones que tuvo fueron raras y parecen confusas; sólo en
plena edad madura se hicieron más distintas, más numerosas y también más
extraordinarias”.
“Pasaba de los cuarenta y tres años
cuando por vez primera vivió un éxtasis. Sus visiones intelectuales se
sucedieron sin interrupción durante dos años y medio (1559–1561). Sea por desconfianza, sea para probarla, sus
superiores le prohibieron que se abandonase a estos fervores de devoción
mística, que eran para ella una segunda vida, y la ordenaron que resistiera a
estos arrobamientos, en que su salud se consumía. Obedeció ella, mas a pesar
de sus esfuerzos, su oración era tan contínua que ni aun el sueño podía
interrumpir su curso. Al mismo tiempo, abrasada de un violento deseo de ver a
Dios, se sentía morir. En este estado singular tuvo en varias ocasiones la
visión que dio origen al establecimiento de una fiesta particular en la Orden
del Carmelo”.
El biógrafo alude al suceso (1559) que refiere la santa en estas líneas: “Vi a un
ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal... No era grande,
sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los
ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan... Veíale en las manos un
dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego.
Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las
entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda
abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar
aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo
dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos
que Dios. No es dolor
corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun
harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico
yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento... Los días que
duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme
con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo
criado.” (Cap. XXiX
El
año siguiente (1560), para corresponder a esa gracia, la santa hizo el voto
de hacer siempre lo que le pareciese más perfecto y agradable a Dios. Un voto
de esa naturaleza está tan por encima de las fuerzas naturales, que sólo el
esforzarse por cumplirlo puede justificarlo. Santa Teresa cumplió
perfectamente su voto.
Boudot agrega: “Hasta exhalar el último suspiro Teresa gozó la dicha de conversar con
las personas divinas, que la consolaban o revelaban ciertos secretos del
cielo; la de ser transportada al infierno o al purgatorio, y aun la de presentir lo
venidero”.
Como podremos apreciar
más adelante, la evolución espiritual
de Teresa se puede seguir a través de
sus obras
Reformadora y fundadora
Repuesta de sus
dolencias y animada por San Luis Beltrán, con quien la santa mantenía correspondencia, empezó a instruir a un
grupo de religiosas de la Encarnación en la vida de oración y a planear la
reforma de la orden carmelitana para devolverle el antiguo rigor, mitigado en
1432 por Eugenio IV.
Las
carmelitas, como la mayoría de las religiosas, habían decaído mucho del
primer fervor, a principios del siglo XVI. Ya hemos visto que los recibidores
de los conventos de Avila eran una especie de centro de reunión de las damas
y caballeros de la ciudad. Por otra parte, las religiosas podían salir de la
clausura con el menor pretexto, de suerte que el convento era el sitio ideal
para quien deseaba una vida fácil y sin problemas. Las comunidades eran
sumamente numerosas, lo cual era a la vez causa y efecto de la relajación.
Alcanzada
su madurez humana y espiritual, a sus 47 años, buscando Teresa seguir con
mayor perfección el llamamiento que el Señor le había hecho y ayudar a la
Iglesia con su oración y encerramiento, fundó en 1562 el convento de San José
en Ávila, al que luego seguirán otros catorce, recorriendo los caminos de
Castilla y Andalucía, interviniendo también directamente en la fundación de
los primeros conventos de descalzos.
Cabe
señalar que Las Constituciones, que redactó la santa en 1563 para
reglamentar de alguna manera las reformas y fundaciones, fueron aprobadas en 1565 por Pío IV,
En
1568 fundó un convento de frailes en
el pueblecito de Duruelo y a partir de entonces dejó el resto de las
fundaciones de conventos de frailes a cargo de San Juan de la Cruz.
Doy
por supuesto que el lector ha de comprender que no puedo ocuparme de todas
las reformas y fundaciones. Lo haré tan solo de la que a mi entender es la más significativa, vale decir, la del
convento de San José.
En
1577 Teresa regresó a
Avila para someter a la Orden del Carmen el
convento de San José donde la santa estableció la más estricta
clausura y el silencio casi perpétuo. El convento carecía de rentas y reinaba
la penuria. No es que la gran mística, descuidara las cosas prácticas sino
que las atendía según era realmente necesario. Sabía utilizar las cosas
materiales para el servicio de Dios. En una ocasión dijo: "Teresa sin la
gracia de Dios es una pobre mujer; con la gracia de Dios, una fuerza; con la
gracia de Dios y mucho dinero, una potencia".
La
santa pasó cinco años en ese convento, compartiendo con sus hermanas no sólo
la oración, sino también los trabajos más humildes. Dormían sobre un jergón de paja; llevaban sandalias de cuero o madera;
consagraban ocho meses del año a los rigores del ayuno y se abstenían por
completo de comer carne.
Acerca
de esa época escribió: "Creo que fueron los años más tranquilos y
apacibles de mi vida, pues disfruté entonces de la paz que tanto había
deseado mi alma . . . Su Divina Majestad nos enviaba lo necesario para vivir
sin que tuviésemos necesidad de pedirlo, y en las raras ocasiones en que nos
veíamos en necesidad, el gozo de nuestras almas era todavía mayor".
Últimos años y
fallecimiento
Las pruebas que Dios enviaba a la santa
purificaron su alma; y los favores extraordinarios de visiones,
éxtasis y experiencias místicas, le
enseñaron a ser humilde y fuerte, la despegaron de las cosas del mundo y la
encendieron en el deseo de poseer a Dios.
Y
es que a la par de estos favores se le
fueron presentando una serie de graves sinsabores.
En
1560 las religiosas carmelitas que
habían elegido a la Madre Teresa como priora fueron castigadas con la
excomunión.
En 1574 se denunció a la Inquisición por vez primera la autobiografía de la santa.
Posteriormente fue delatada con otros argumentos infundados.
El padre provincial de Castilla, intimó
a Teresa que no hiciera más fundaciones y que se retirase a un convento sin
salir de él
|
Se propalaron muchas calumnias contra ella por lo se trató
de enviarla a un convento americano.
Luego en 1578
sostuvo una polémica con el padre
Suárez, provincial de los Jesuitas, y el nuncio redobló sus persecuciones hasta
el punto de pretender destruir la reforma, desterrando a los principales descalzos
y confinando a Toledo a Teresa, por él calificada de «fémina inquieta y
andariega».
Pero
la prueba más cruel fue el proceso legal
del testamento de su hermano Lorenzo, cuya hija era superiora en el convento de
Valladolid. Como uno de los abogados tratase con rudeza a la santa, ésta
replicó: "Quiera Dios trataros con la cortesía con que vos me tratáis a
mí". Sin embargo, Teresa se quedó sin palabra cuando su sobrina, que hasta
entonces había sido una excelente religiosa, la puso a la puerta del convento
de Valladolid, que ella misma había fundado. Poco después, la santa escribía a
la madre María de San José: "Os suplico, a vos y a vuestras religiosas,
que no pidáis a Dios que me alargue la vida. Al contrario, pedidle que me lleve
pronto al eterno descanso, pues ya no puedo seros de ninguna utilidad".
En
julio de 1582 Santa Teresa tenía la
intención de retornar a Avila se hallaba
ya tan débil que se desmayó en el camino;
y al llegar a Alba de Tormes tuvo que
acostarse inmediatamente.
Tres
días más tarde, dijo a la Beata Ana: "Por fin, hija mía, ha llegado la
hora de mi muerte". El P. Antonio de Heredia le dio los últimos
sacramentos y le preguntó donde quería que la sepultasen. Teresa replicó
sencillamente: "¿Tengo que decidirlo yo? ¿Me van a negar aquí un agujero
para mi cuerpo?" Cuando se le llevó el viático, la santa consiguió
erguirse en el lecho y exclamó: "¡Oh, Señor, por fin ha llegado la hora de
vernos cara a cara!"
Santa
Teresa de Jesús, visiblemente transportada por lo que el Señor le mostraba,
murió en brazos de la Beata Ana a las 9 de la noche del 4 de octubre de 1582.
Para perpetuar la
memoria de la transverberación del corazón de Santa Teresa, el Papa Benedicto XIII estableció la fiesta
correspondiente en 1726.
La Universidad de Salamanca la nombró Doctora honoris causa en 1922 y posteriormente fue designada
patrona de los escritores españoles por Pablo VI el 18 de agosto de 1965
Fue beatificada por el Papa Pablo V el 24 de abril de 1614
y canonizada por el Papa Gregorio XV el 12 de marzo de 1622. El Papa Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia
el 27 de setiembre de 1970.
Como
quiera al día siguiente de su deceso entró en vigor la reforma gregoriana del
calendario, que suprimió diez días, la fiesta de la santa fue fijada el 15 de
octubre.
Pensamiento teresiano
Como aprecia Pablo VI (1970 ), “la doctrina de
Teresa de Avila brilla por los carismas de la verdad, de la fidelidad a la fe
católica, de la utilidad para la formación de las almas. Y podríamos resaltar
de modo particular otro carisma, el de la sabiduría, que nos hace pensar en el
aspecto más atrayente y al mismo tiempo más misterioso del doctorado de Santa
Teresa, o sea, en el influjo de la inspiración divina en ésta prodigiosa y
mística escritora”.
“¿De dónde le venía a Teresa el tesoro de su
doctrina?” Se pregunta el Papa, y él
mismo se responde: “Sin duda alguna, le venía de su inteligencia y de su
formación cultural y espiritual, de sus lecturas, de su trato con los grandes
maestros de la teología y de la espiritualidad, de su singular sensibilidad, de
su habitual e intensa disciplina ascética, de su meditación contemplativa, en
una palabra de su correspondencia a la gracia acogida en su alma,
extraordinariamente rica y preparada para la práctica y para la experiencia de
la oración. Pero, ¿era ésta la única fuente de su eminente doctrina? ¿O acaso
no se encuentran en Santa Teresa hechos, actos y estados en los que ella no es
el agente, sino más bien el paciente, o sea, fenómenos pasivos y sufridos,
místicos en el verdadero sentido de la palabra, de tal forma que deben ser
atribuidos a una acción extraordinaria del Espíritu Santo?”“Estamos, sin duda alguna, ante un alma en la que se manifiesta la iniciativa extraordinaria del Espíritu Santo, sentida y posteriormente descrita llana, fiel y estupendamente por Teresa con un lenguaje literario peculiarísimo.”
Es
por estas razones expuestas por Pablo VI que me ha propuesto intentar penetrar
en el pensamiento teresiano. Ahora bien, el lector comprenderá que en este
estudio no puedo abarcar toda la obra de la santa que, como hemos visto, es
realmente vasta. Como educador, me voy
limitar a las obras místicas de carácter
didáctico más importantes de cuantas escribió, en el
contexto existencial y vital que dio lugar a su maduración como Libro de la Vida (1562- 1565), Meditaciones sobre los Cantares(1574)
y Castillo
Interior o Las Moradas (1577).
Y elijo estas también porque,
como dice Serrano Pérez (2011),
“es en su pensamiento teologal, que ella llama «teología mística», que
se encuentra su clave hermenéutica para la comunicación de la experiencia”.
“A
decir verdad toda persona humana a la vez que vive unos hechos exteriores, que
sirven para jalonar los años con que mide su existencia recorre también un
camino interior, sin huellas visibles de su paso, pero con el que completa su
círculo vital. Y tan interior e invisibles, incluso para el interesado, que a
veces se muere sin reconocerlo y saber que lo ha hecho.”
No es precisamente el caso de Teresa, que además de conocer con precisión sus etapas nos ha transmitido el relato que lo documenta. Y gracias a eso conocemos su propio itinerario espiritual. Itinerario que, como hemos visto, se inicia en su hogar, guiada por los ejemplos y la piedad sincera y sencilla de sus padres, que fundamentan toda su vida, con lo que ella llamó la “verdad de cuando niña”.
“Libro de la vida”
No es precisamente el caso de Teresa, que además de conocer con precisión sus etapas nos ha transmitido el relato que lo documenta. Y gracias a eso conocemos su propio itinerario espiritual. Itinerario que, como hemos visto, se inicia en su hogar, guiada por los ejemplos y la piedad sincera y sencilla de sus padres, que fundamentan toda su vida, con lo que ella llamó la “verdad de cuando niña”.
“Libro de la vida”
Según Velasco Kindelán (1999)
el Libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús,
es una autobiografia espiritual porque en ella radica
su verdadera aventura
espiritual.
La mayoría de personas que escriben su autobiografia o sus Memorias
lo hacen porque están próximas a cerrar el arco de sus vidas, y quieren
exponer sus anhelos e intenciones al juicio de los demás, o incluso, desafiando ese juicio, apelar al de la historia
o al de Dios.
La autobiografia de Teresa de Jesús es diferente. Ella
tenía menos
de 50 años, y le quedaba mucho,
y quizás lo más importante, por realizar.
Velasco cree que “la santa escribe por tres razones poderosas: la primera, para dar gloria a Dios y dar a conocer «sus misericordias»; después, por obedecer a Dios y a quienes lo representan, que le mandan taxativamente que escriba; por último, para hacer bien a otras almas y evitarles los sufrimientos de la soledad espiritual que ella ha sufrido”.
A estos
tres motivos se corresponden los tres destinatarios del texto. Los confesores,
en primer lugar, que serán el filtro
por el que su obra llegará a esas otras
personas: sus hermanas religiosas, y un pequeño
círculo de almas
selectas. Y de forma eminente, Dios, al que continuamente se dirige Teresa,
fundiendo así la rememoración del pasado con la oración presente, en una extraordinaria manifestación de reviviscencia. Ello da al Libro
de la Vida una profunda
originalidad de raíz sin duda agustiniana .
Nunca quiso simplemente hacer literatura, sino dar gloria a Dios y hacer bien a otras personas, además de contrastar su vida
con la doctrina de los letrados.
Velasco Kindelán (1999) entiende que Teresa piensa que sus lectores serán un círculo pequeño de personas
piadosas,
que
emprenden como ella en solitario
el camino de la perfección cristiana. Ella sabe por experiencia lo difícil que es andar sin
maestro por los caminos del espíritu: «Una de las cosas porque me animé, siendo la que soy, a obedecer
en escribir esto y a dar cuenta de mi ruin vida y de las mercedes
que me ha hecho el Señor ..., ha sido ésta (consolar a otras
almas)». (Cap. XIX) Y en otra ocasión
dice: «Escrívolo para consuelo de almas flacas como la mía, que nunca desesperen ni dejen de confiar ...» (Cap. XIX)
El no haber encontrado maestros es queja que se escapa con frecuencia de la pluma de
Teresa: muchos sufrimientos se hubiera ahorrado
de haber tenido un firme guía en los comienzos
de su vida espiritual. «Porque yo no hallé maestro
..., aunque le busqué, en
veinte años después de esto que digo, que me hizo harto daño para tomar muchas veces atrás.» (Cap. IV)
Este sufrimiento de la soledad interior es sentido como uno de los más grandes de su vida: «Digo esto para que se entienda el gran trabajo que es no haver quien tenga espiriencia en este camino espiritual ..., y con haver yo pasado en la vida grandísimos travajos, es éste de los mayores». (Cap. XXVIII)
También sufrió Teresa
por no tener las ideas filosóficas y antropológicas adecuadas
para explicar su vida espiritual. Tuvo que hacerlo
todo por ella misma, a base de tanteos y aproximaciones, explicando sus experiencias mediante
comparaciones, insistiendo y repitiéndose con frecuencia para intentar aclarar
su pensamiento: «Siempre
tuve esta falta de no me saber dar a entender -como he dicho- sino a costa de muchas palabras».
(Cap. XIV)
Pero
en realidad, señala Velasco, Dios se va a convertir
en el interlocutor principal del Libro de la Vida, y, a la postre,
en su verdadero protagonista. Es un Dios poderoso, Creador del mundo, al que Teresa llama,
como a Rey, «Su Majestad». Pero también un Dios cercano, «Cristo, Jesús mío», al que ama con pasión
de enamorada. Así, se produce
continuamente en el Libro de la Vida un desahogo
del alma hacia el Amigo leal al que todo le debe: «Bendito seáis, Señor mío, que ansí hacéis de
pecina tan sucia como yo, agua tan clara que sea para vuestra mesa.» (Cap. XIX)
Todo el relato de la Vida está entreverado de alabanzas y bendiciones a Dios. Ante el contraste entre la grandeza de Dios y la miseria propia,
surge el dolor
y una profunda sensación de impotencia que sólo Dios puede calmar. El alma humilde de Teresa se acoge a esta benignidad divina, y se desborda en deseo de hacer algo por Él.
La autobiografía narrativa se hace
oración contemplativa, desahogo
del alma que revive
su pasado, actualización de sentimientos narrados, vivos en el alma de
la autora. La narración del pasado se funde así con la expresión del presente, manifestando una profunda unidad de vida.
El nervio rector de toda la obra es mostrar cómo Dios va haciendo de la historia
humana, con la colaboración de los hombres,
una historia de salvación. Por eso Teresa entiende que la narración
de su vida se resume en contar la acción de Dios en ella:
las misericordias de Dios
Su
trabajo viene a ser la conjunción en una misma persona de dos
condiciones de difícil
coincidencia: en primer lugar, la santidad, la cercanía de Dios y la íntima
experiencia de realidades sobrenaturales y gracias extraordinarias. Después,
un enorme poder de introspección y de discernimiento espiritual para saber interpretar lo que experimenta, lo que siente, lo
que le sucede.
Veamos con mayor detalle lo concerniente a la oración,
apelando al trabajo de
Velasco Kindelán, pero sobre todo a citas completas de la
propia Santa Teresa.
El
gran deseo de Teresa al escribir su «modo de oración» era el de contrastarlo con la doctrina
de los letrados y teólogos. Es un verdadero tratado de
oración clásico y único en el que se consideran cuatro maneras de plegaria.
Para hacerlo más inteligible apela a la metáfora de comparar esas formas
con las de regar un huerto en el que las flores que éste dará son las virtudes.
“Veo claro la gran misericordia que el Señor hizo
conmigo: ya que había de tratar en el mundo, que tuviese ánimo para tener
oración.” (Cap. VIII)
“Esto no era manera de visión;
creo lo llaman mística teología. Suspende el alma de suerte, que toda parecía
estar fuera de sí: ama la voluntad, la memoria me parece está casi perdida, el
entendimiento no discurre, a mi parecer, mas no se pierde; mas, como digo, no
obra, sino está como espantado de lo mucho que entiende, porque quiere Dios
entienda que de aquello que Su Majestad le representa ninguna cosa entiende.”
(Cap. X)
“He aquí una joya que, acordándonos que es dada y ya
la poseemos, forzado convida a amar, que es todo el bien de la oración fundada
sobre humildad.” Cap. X)
“Por
claro que yo quiera decir estas cosas de oración, será bien oscuro para quien
no tuviere experiencia. Algunos impedimentos diré, que a mi entender lo son
para ir adelante en este camino, y otras cosas en que hay peligro, de lo que el
Señor me ha enseñado por experiencia y después tratádolo yo con grandes
letrados y personas espirituales de muchos años, y ven que en solos veinte y
siete años que ha que tengo oración, me ha dado Su Majestad la experiencia -con
andar en tantos tropiezos y tan mal este camino- que a otros en cuarenta y
siete y en treinta y siete, que con penitencia y siempre virtud han caminado
por él.” (Cap. X)
Pues veamos ahora de la manera que se
puede regar, para que entendamos lo que hemos de hacer y el trabajo que nos ha
de costar la oración, si es mayor que la ganancia, o hasta qué tanto tiempo se
ha de tener.
“Paréceme a mí que se puede regar
de cuatro maneras:
·
con sacar el agua
de un pozo, que es a nuestro gran trabajo;.
·
con noria y
arcaduces, que se saca con un torno; yo lo he sacado algunas veces: es a menos
trabajo que estotro y sácase más agua;
·
de un río o
arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta la tierra de agua y no se
ha menester regar tan a menudo y es a menos trabajo mucho del hortelano;
·
con llover mucho,
que lo riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sin comparación
mejor que todo lo que queda dicho.” (Cap.XIII)
1. Riego acarreando el agua con
cubos desde un pozo.
Corresponde
con la oración mental, interior o meditativa, que es un discurso intelectual sin
repetición de oraciones aprendidas. Se trata de recoger el pensamiento en
el silencio, y evitar las continuas distracciones. La definición de
Teresa de “oración mental no es otra cosa, a mi parecer, sino tratar de
amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Cap.
VIII). Es la etapa que más esfuerzo personal requiere para tomar la decisión de
iniciar este camino.
“Han
menester irse acostumbrando a no se les dar nada de ver ni oír, y aun ponerlo
por obra las horas de la oración, sino estar en soledad y, apartados, pensar su
vida pasada. … Al principio aún da pena,
que no acaban de entender que se arrepienten de los pecados; y sí hacen, pues
se determinan a servir a Dios tan de veras. Han de procurar tratar de la vida
de Cristo, y cánsase el entendimiento en esto.” Cap. XIII)
Oración de quietud:
también llamada contemplativa. La memoria, la imaginación y razón experimentan
un recogimiento grande, aunque persisten las distracciones ahonda la concentración y
la serenidad. El esfuerzo sigue siendo
personal, se comienza a gustar de los frutos de la
oración, lo que nos anima a perseverar.
“Esto es un recogerse las potencias
dentro de sí para gozar de aquel contento con más gusto; mas no se pierden ni
se duermen; sola la voluntad se ocupa de manera que, sin saber cómo, se
cautiva; sólo da consentimiento para que la encarcele Dios, como quien bien
sabe ser cautivo de quien ama. ¡Oh Jesús y Señor mío! ¡qué nos vale aquí
vuestro amor!, porque éste tiene al nuestro tan atado que no deja libertad para
amar en aquel punto a otra cosa sino a Vos.” (Cap. XIV)
“Pues todo esto que pasa aquí es con
grandísimo consuelo y con tan poco trabajo, que no cansa la oración, aunque
dure mucho rato; porque el entendimiento obra aquí muy paso a paso y saca muy
mucha más agua que no sacaba del pozo. Las lágrimas que Dios aquí da, ya van con
gozo; aunque se sienten, no se procuran.” (Cap. XIV)
Oración de unión: el
esfuerzo personal del orante es ya muy pequeño: memoria, imaginación y razón son absorbidas
por un intenso sentimiento de amor y
sosiego: «el gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado».
(Cap. XVI)
“Es
un sueño de las potencias, que ni del todo se pierden ni entienden cómo obran.
El gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado; es que da
el agua a la garganta, a esta alma, de la gracia, que no puede ya ir adelante,
ni sabe cómo, ni tornar atrás. Querría gozar de grandísima gloria. Es como uno
que está, la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte que la
desea; está gozando en aquella agonía con el mayor deleite que se puede decir.
No me parece que es otra cosa sino un morir casi del todo a todas las cosas del
mundo y estar gozando de Dios.” (Cap. XVI)
“Yo
no sé otros términos cómo lo decir ni cómo lo declarar, ni entonces sabe el
alma qué hacer; porque ni sabe si hable ni si calle, ni si ría, ni si llore. Es
un glorioso desatino, una celestial locura, adonde se desprende la verdadera
sabiduría, y es deleitosísima manera de gozar el alma.” (Cap. XVI)
Éxtasis o
arrobamiento: se pierde el contacto con el mundo por los sentimientos. «Acá no
hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza» (Cap. XVIII), se pierde
incluso la sensación de estar en el cuerpo y cualquier posible control sobre lo
que nos acontece. Corresponden con las descripciones de levitación.
“Acá
no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza. Entiéndese que se goza
un bien, adonde juntos se encierran todos los bienes, mas no se comprende este
bien. Ocúpanse todos los sentidos en este gozo, de manera que no queda ninguno
desocupado para poder en otra cosa, exterior ni interiormente.” (Cap. XVIII)
Antes
dábaseles licencia para que, como digo, hagan algunas muestras del gran gozo
que sienten; acá el alma goza más sin comparación, y puédese dar a entender muy
menos, porque no queda poder en el cuerpo, ni el alma le tiene para poder
comunicar aquel gozo. En aquel tiempo todo le sería gran embarazo y tormento y estorbo
de su descanso; y digo que si es unión de todas las potencias, que, aunque
quiera -estando en ello digo- no puede, y si puede, ya no es unión.” (Cap. XVIII)
“El
cómo es ésta que llaman unión y lo que es, yo no lo sé dar a entender. En la
mística teología se declara, que yo los vocablos no sabré nombrarlos, ni sé
entender qué es mente, ni qué diferencia tenga del alma o espíritu tampoco;
todo me parece una cosa, bien que el alma alguna vez sale de sí misma, a manera
de un fuego que está ardiendo y hecho llama, y algunas veces crece este fuego
con ímpetu; esta llama sube muy arriba del fuego, mas no por eso es cosa
diferente, sino la misma llama que está en el fuego.” (Cap. XVIII)
“Meditaciones
sobre los cantares”
Orígenes es considerado un Padre de la Iglesia oriental
(Alejandría, 182-254) , destacado por su erudición y, junto con San Agustín y
Santo Tomás, uno de los tres pilares de la teología cristiana.
La relación entre Orígenes y Teresa ha sido puesta de relieve tanto por los estudios
patrísticos como por los teresianos, aunque, hasta donde hemos podido comprobar, la cuestión no ha recibido un tratamiento
específico desde la perspectiva del lenguaje poético
místico. Entre los patrólogos,
Simonetti (1994) afirma que “más allá del específico ámbito exegético, el Comentario al Cantar de Orígenes, marcó un punto fundamental en la historia
de la mística occidental, hasta llegar a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz”. En sentido histórico inverso, entre los teresianistas, ha sido recientemente el carmelita Diego Sánchez
(2008) quien, tras recoger la tesis de Eulogio Pacho sobre la relación de la mística española con la literatura patrística, subrayó “que Jerónimo
y Gregorio Magno, buenos
conocedores del pensamiento cristiano griego, sobre todo de la obra exegética y espiritual
de Orígenes, bien pudieron
hacer de filtros
para hacerle llegar a Teresa lo mejor de esa teología
que
tenía un marcado carácter místico.
Avenatti de Palumbo (2012) sostiene que
Orígenes y Teresa descubrieron en el texto bíblico
del Cantar de los cantares la fuente a partir de la cual gestaron –cada uno en
su tiempo–
un lenguaje, ligado a la
vez que creativo, para
expresar
la experiencia de la unión con Dios en Cristo.
Cuando uno se adentra en el estudio
de las características del lenguaje poético
místico cristiano, no se demora en constatar que fueron ellos quienes dieron impulso al desarrollo de dos de las figuras de mayor perduración en el lenguaje de la unión con Dios:
la herida de amor y la mística nupcial.
Pues bien, a continuación presento -con Avenatti
de Palumbo- la recreación teresiana de la herida como dardo, flecha y saeta de amor y la
transformación de la metáfora nupcial bíblica en el símbolo
del matrimonio espiritual.
“Seáis bendito, Señor, que por vuestra parte no perderemos nada. ¡Qué de caminos,
por qué de maneras, por qué de modos nos mostráis el amor! Con travajos, con muerte tan
áspera, con tormentos,
sufriendo cada día injurias y perdonando; y no sólo con esto sino con unas palabras tan herideras para el alma que os ama, que la decís en estos Cánticos y la enseñáis que os diga […]. Pues, Señor mío, no os pido otra cosa en esta vida sino que me beséis con beso de vuestra boca”.
Este texto reúne los elementos fundamentales de la configuración del lenguaje metafórico de la herida de amor y de la mística nupcial de la escritora abulense.
“La saeta o flecha, a la que se refiere Teresa en el capítulo
XXIX del Libro de la Vida,
-afirma Avenatti- forma parte de una visión en la que un ángel “pequeño y hermoso mucho”
la traspasa con un “dardo de oro largo” que le llegaba con su fuego al corazón y las entrañas, provocándole un dolor
suave.
Esta experiencia que durará
alrededor de once años, entre 1560 y 1571 aproximadamente, se conoce como “gracia del dardo” y se encuentra integrada al campo
semántico de los símbolos esponsales.”
“Pues vengamos, con el favor del Espíritu Santo, a hablar en las sestas moradas,
adonde el alma ya queda herida del amor del Esposo y procura más lugar para estar sola y quitar todo lo que puede, conforme a su estado, que la puede estorbar de esta
soledad. Está tan esculpida en el alma aquella vista, que todo su deseo es tornarla a gozar.”
La herida mantiene la tensión de la distancia, y por ello es precisamente en la herida donde acontece la unión inconcebible entre Dios y el hombre por el don del mutuo amor y deseo. Al recuperar en la metáfora
nupcial la centralidad del amor que se entrega en perpetuo acrecentamiento del deseo, Teresa le devuelve al amor humano
su dinamismo de donación oblativa, a la vez que recupera para el
amor divino el dinamismo erótico del
éxtasis mutuo.
Paul Ricoeur (2001), sobre la base del carácter poético no narrativo del Cantar, interpretó
este libro bíblico como una “metáfora nupcial”, a partir de la cual destaca la primacía de los
movimientos del amor como eje en torno al cual se estructura el texto.
En este drama de búsqueda y
posesión, la amada confiesa dos veces que está “enferma de amor” (Cant 2,5 y 5,8). Esta enfermedad de amor, sostiene Avenatti “se cura con más amor, que
es
el que traerá la presencia del amado, con lo cual se revela la condición excesiva
del deseo, que no es consecuencia de una carencia, como lo entendían los griegos, sino de un estado de plenitud: a más amor, mayor deseo de amor. En este contexto la herida es apertura que comunica con lo excesivo del don a través de la experiencia del dolor que cura
el
deseo de más amor.”
Por ello la “saeta de fuego” es el otro campo semántico que surge en torno
a la “herida de amor”: “Porque es fuerte el amor como la muerte, / implacable como el
sheol la pasión. / Saetas
de fuego sus saetas”
(Cant
8, 6). “La flecha que hiere es poderosa, inexorable, ineludible,
pues avanza como
el fuego y transfigura a quien
alcanza.”
Teresa asume de modo indirecto la tradición
origeniana de la interpretación del Cantar, para
la cual el Esposo es Cristo (el Ungido) y el
Verbo (Palabra). El proceso de apropiación se pone de manifiesto en la expresión “palabras
tan herideras”, con la cual Teresa actualiza la ya entonces milenaria tradición homilética
origeniana de la “Palabra que hiere”, a la vez que reformula la tradición de su mística nupcial, al
sostener a diferencia
del
alejandrino que la unión acontece en el encuentro con
la humanidad de Cristo. Su actitud ante la fuente bíblica –sobre todo del Cantar– la sitúa dentro de la tradición origeniana,
mientras que su afirmación de la presencia de Jesús
como hombre en las tres últimas Moradas
del Castillo interior, aleja su propuesta nupcial de recepciones espiritualizantes.
“Si bien es cierto que, como señala Velasco (2003),
Teresa es un caso de
creación verbal propiamente dicha, en la configuración de su simbología mística la presencia de los tópicos acuñados por Orígenes se despliegan en figuras que inauguran tradiciones renovadas.” Es el caso de la transformación de la figura
de la herida
en
la “gracia del dardo” y de las “nupcias” en “las vistas, desposorio y matrimonio espiritual”, que -según Álvarez (2000)-
corresponden
a las tres últimas moradas.
“La saeta o flecha, a la que se refiere Teresa en el capítulo
XXIX del Libro de la Vida, afirma Avenatti, forma parte de una visión
en la que un ángel “pequeño y hermoso mucho”
la traspasa con un “dardo de oro largo” que le llegaba con su fuego al corazón y las entrañas, provocándole un dolor
suave. Esta experiencia que durará alrededor de once años, entre 1560 y 1571 aproximadamente, se conoce como “gracia del dardo” y se encuentra integrada al campo
semántico de los símbolos esponsales. En el capítulo sexto de las Meditaciones sobre
los Cantares, Teresa unifica herida y esponsalidad al atribuir la saeta a la voluntad de la amada que
hiere con su acción el corazón del mismo Dios.
Prueba de ello es que el campo semántico de la herida reaparece en torno a la simbólica erótica de las sextas y séptimas
Moradas, a las que incorpora las costumbres de su contexto cultural, transformando las
nupcias místicas en desposorios
y matrimonio espiritual, a la vez que mantiene los símbolos bíblicos y origenianos –la bodega, el vino, la embriaguez, los olores, el manzano,
los perfumes, el huerto, el pecho– como ámbitos donde acontece la unión, espacios de la pura
gratuidad del amor, que la alteridad de la herida del dardo ha hecho posible. Así la
obertura de las
anteúltimas Moradas: “Pues vengamos, con el favor del Espíritu
Santo, a hablar en las sestas moradas,
adonde el alma ya queda herida del amor del Esposo y procura más lugar para estar sola y quitar todo lo que puede, conforme a su estado, que la puede estorbar de esta
soledad. Está tan esculpida en el alma aquella vista, que todo su deseo es tornarla a gozar.”
“Nupcias entre el Esposo y el alma a partir de la herida, deseo de mayor amor desde la experiencia de plenitud. En estos desposorios, “siente ser herida sabrosísimamente, más no atina cómo ni quien la hirió; más bien conoce ser cosa preciosa y jamás querría ser sana de
aquella herida.” La herida permanece abierta y, por eso, esta morada no es definitiva como lo es la última, sino reversible y transitoria. “Sin
embargo, dice Avenatti, ya está en camino hacia la
consumación definitiva
del amor, que a diferencia del Cantar, y siguiendo a Orígenes, Teresa identificará con el matrimonio. Así, al entrar en las séptimas Moradas que
se encuentran en el centro mismo del alma, con la unión sobreviene la paz y el reposo, de los cuales el beso del comienzo del Cantar, es recuperado al final como símbolo supremo.”
Avenatti
concluye señalando que “mientras las de Orígenes eran “nupcias salutíferas”, las de Teresa son “herideras
nupcias de paz” pues el fruto de la herida
de amor es la paz. El lenguaje místico cristiano es lenguaje de la carne, cuya profundidad es el amor manifestado en la belleza de las nupcias con el Dios que habita en el interior: el Verbo encarnado que otorga la salvación y la paz en
el espacio abierto por
la herida”.
“Castillo Interior o
Las Moradas”
Herraiz (2001) llega a decir que con Castillo Interior nace «uno de los libros cimeros de la
espiritualidad de la humanidad»
Alvarez (1987) apunta que
la santa llama al libro “tratado” pues contiene
su historia personal leída desde la Palabra de Dios y concentrada en el símbolo
del castillo. Con este libro la autora pretende el conocimiento de «la vida que
vive el hombre en el castillo de sí mismo, y decir la razón teológica de la
vida mística».
El libro se estructura a base de siete moradas: las ascéticas, de
la primera a la tercera morada; la de quiebre y paso, la cuarta morada; y las
místicas, de la quinta a la séptima morada. La idea o concepto de morada se
refiere al estadio en que se da la relación; consiste en la acción de Dios y la
respuesta humana. Es importante la distinción, por último, del contenido de la
mística de su envoltorio, ya que interesa discernir la gracia «del ropaje en el
que viene envuelta».
Serrano
Pérez (2011) nos ofrece una interesante e importante propuesta para
desentrañar la sistematicidad de la antropología teológica de Santa Teresa,
latente en su obra Castillo Interior.
Esta propuesta nos aporta otros elementos de juicio acerca del pensamiento de
la santa como veremos a continuación.
Esta autora, en la conclusión de su tesis doctoral, se reafirma en
que “desde la perspectiva de la antropología pneumatológica, unitaria y de
misterio, “la obra teresiana va poniendo de manifiesto la donación de Dios como
el fundamento trascendental de lo humano, lo que genera asombro y
sobrecogimiento”.
“El principio y la consumación, se entienden en interacción;
debido a que la creación se contempla como hecho salvífico desde el proceso en
el que todo lo creado está orientado a la nueva creación. La creación se sigue
gestando hoy y se van descubriendo temas antropológicos que actualmente son
debatidos. Teresa nos invita a pensar la receptividad como la mayor actividad a
que el ser humano es convocado por el Espíritu Santo, lo que sucede cuando la
finitud acoge la infinitud, lo inesperado de Dios. Asimismo, la relación entre
el conocimiento y el amor va generando la libertad inteligente y amorosa;
también se presenta la libertad en vinculación con la gratuidad; y, por último,
libertad regalada, como don divino, se plasma en el amor sabio. Teresa utiliza
el término espanto para sugerir una posible propuesta de
antropología enriquecida con lo divino”.
“La relación de Dios y el ser humano es posible y se ha realizado
en la historia en Jesucristo. La encarnación revela la viabilidad de un ser
humano que se vaya configurando como sujeto personal, como misterio que admira
y desafía, porque la compleja finitud es conducida hacia la divinización. La salvación sigue
aconteciendo hoy y sigue siendo discutido el problema del mal, que en Teresa es
el pecado. Al ser humano le cuesta la fragilidad pero es el camino para vencer
el pecado, como en Jesús que siendo crucificado (víctima) resucita. Otros
contenidos relevantes y significativos para hoy, desde la razón y el amor, son:
la alteridad, la presencia y la gratitud. Finalmente, Teresa propone una
antropología transformadora desde lo tremendo y lo fascinante de la complejidad
humana.”
“La plenitud del hombre a través de la unión con Dios es punto de
llegada de la creación soteriológica y supone el cumplimiento de la
antropología. La historia puede ser tiempo de salvación para cada existencia
que espera la manifestación de lo definitivo; cumplimiento de la promesa que se
va experimentando en la comunidad eclesial donde se vive la dimensión profética
y mística. La plenitud teresiana ilumina todo el proceso lo que ayuda a
profundizar y a asumir diversos cuestionamientos. La definitividad resulta cada
día más costosa, en un mundo donde todo es provisional y pasajero, donde todo
tiene fecha de caducidad y se vota; es difícil vivir compromisos de por vida.
Frente a ello Teresa sigue proponiendo la aproximación de lo último, la
resurrección. Además, referidos a la razón y el amor, se presentan las
explicaciones de la plenitud, la desmesura-exceso y el final positivo. Termina
Teresa proponiendo una antropología posibilitadora, es decir integradora de
toda la existencia humana.”
“La sabiduría amorosa del Espíritu va generando en cada creyente
el crecimiento en la experiencia de Dios, de los hermanos y del servicio,
vivencia de la interioridad, de la comunitariedad y del compromiso. En Teresa,
la mística consiste en la experiencia de lo que se cree por fe; se trata de la
aproximación de lo escatológico a la historia individual y comunitaria. Es la
vivencia de lo sagrado en espacios y tiempos determinados en los que se
armoniza pasado, presente y futuro; esto, finalmente, forma parte de la
vivencia sacramental.”
“El ser humano puede comprender su misterio vivencialmente en
Dios. Dice Teresa que la creatura nueva manifiesta «el deseo que queda en estas
almas de que se haga la voluntad de Dios en ellas, que todo lo que su Majestad
hace tienen por bueno: si quisiere que padezca, enhorabuena; si no, no se mata
como solía».”
Voy a insistir en los aspectos que creo son de mayor relevancia.
Símbolo y
pensamiento
Según Serrano Pérez (2011),
en la obra se produce un admirable engranaje de símbolo y pensamiento
que da el soporte y la graduación a la antropología teresiana, cuya
originalidad consiste en que todo lo doctrinal tiene germen experiencial.
Teresa explica los tres niveles del proceso místico, y, también,
comprensivo: la experiencia, el conocimiento y la comunicación.
Es consciente de la graduación del proceso y reconoce la progresividad. La
experiencia comporta la percepción y pertenece al ámbito del sentimiento. El
conocimiento se halla vinculado a la doctrina, poniendo en juego al
pensamiento, al entendimiento. Y la comunicación resulta ser la expresión del
convencimiento.
Su ser mujer cristificada es el testimonio del Espíritu Santo en
la fragilidad humana. La antropología teresiana se manifiesta en la acción del
Espíritu en su existencia, siendo así ella transparencia de Cristo. De todos
modos, la antropología es trinitaria en tanto en cuanto se ve a lo largo de su
vida la acción de la Trinidad.
Teresa refleja gran lucidez en la detección, descubrimiento, del
misterio del mal que desordena al ser humano y rompe el proyecto relacional de
Dios. Relativiza lo transitorio y accidental sin ignorarlo, y entiende los
males como pasajeros, ya que no se altera el concepto de ser humano revelado en
Cristo, en quien el pecado ha sido vencido por amor. Es esta revelación la que
explosiona en la séptima morada que presenta al nuevo ser, capaz de contener a
Dios y, a la vez, capaz de renegar de sí mismo introduciendo el mal. En
definitiva, la persona es misterio, al igual que la realidad divina a cuya
imagen está creada, por lo que es capaz de relación con Dios: entra en el
misterio trinitario y lo comunica. El ser humano se entrega a Dios porque Dios
se ha dado a él. Se trata del misterio circular de las relaciones
intratrinitarias.
En Teresa, el autoconocimiento de la grandeza y la miseria es a la
luz de Dios y por eso puede vivir como resucitada. La escatología se hace
presente en la entraña de la historia, y ella es una persona nueva. Participa
de Dios en fe, esperanza y amor, porque Dios la ha encontrado, de tal modo que
el ser humano teresiano está capacitado para el acceso al misterio de Dios que
acontece en el misterio del hombre.
El dinamismo del conocimiento humano es el don que ya está en
nosotros por el Espíritu. La persona se ensancha y dinamiza su capacidad porque
el don ya tiene la referencia trinitaria. Desde la séptima morada se vislumbra
una antropología trinitaria que, partiendo de la experiencia mística tiñe toda
su obra.
La antropología teresiana se sustenta en su concepción trinitaria
y cristológica y se muestra en la vocación eclesial de comunión y misión. Dicha
antropología se basa en la experiencia de una progresiva interrelación entre el
conocimiento y el amor que representan la diversidad de la realidad humana. El centro es la
persona divina que unifica al ser humano que se va conformando con Cristo.
Teresa describe la profunda vivencia con Cristo y experimenta la
permanente presencia trinitaria. La imagen del matrimonio espiritual vehiculiza la relación entre el ser
humano y Dios. De ese modo, el servicio eclesial nace de la cristología y de su
concepción trinitaria, lo que se manifiesta en su conciencia y en su práctica
de compromiso responsable. Para Teresa lo fundamental es la relación
interpersonal del ser humano con el otro y con Dios: «nunca se fueron de con
ella».
El pensamiento teresiano sobre lo humano, sostiene Serrano Pérez
(2011), se puede sintetizar desde la luz
que irradia el punto de llegada. Los cuatro capítulos de la
séptima morada expresan el culmen de la experiencia humana.
El
ser humano experimenta, lo que sabe y cree por fe, a Dios uno y trino. Así lo
expresa Teresa: «por visión intelectual [... ] se le muestra la Santísima
Trinidad, todas tres personas [...] distintas, [...] y un solo Dios, de manera
que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma, [...], y la dan a entender
[...] que vendría Él y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le
ama y guarda sus mandamientos (Jn 14,23)».
El ser humano que se confía a Dios experimenta su misericordia,
amor que Teresa formula así: «El Señor no mira tanto la grandeza de las obras
como el amor con que se hacen [...] pudiendo cada día más y más».
Desde la unión plena, experiencia que ilumina el camino, se
detecta una posible propuesta antropológica, gracias a la cual el ser humano es
llamado a la experiencia de interioridad, de comunitariedad y de compromiso; es
un ser creado para plenificarse a través de la historia.
Identidad y
libertad
Serrano Pérez (2011) considera que desde el punto de vista de la
antropología teológica latente en Castillo
Interior, la identidad y la
libertad se han ido configurando desde el proceso de búsqueda del ser humano
que pretende el descubrimiento del misterio creador. La persona puede conocerse
acudiendo al origen de su ser que, para Teresa, está en el Dios-Amor que da la
existencia.
La criatura se constituye como fruto del amor divino que regala la
libertad para la autorrealización y la madurez desde la experiencia primigenia
de gratuidad. Al ser humano, además del origen, le interesa conocer el fin, el
para qué ha sido creado.
Serrano expresa que, “a través de la historia de salvación, el ser
humano culminará en el amor de Dios. La meta, por tanto, es el mismo seno de
Dios trinitario, al que se accede, por gracia, a través de una opción de amor
razonada, gracias a la racionalidad amorosa”.
La criatura va descubriendo el misterio de sí misma a lo largo del
itinerario procesual desde el origen, amor de Dios, hacia la meta, amor de
Dios. El encuentro crea asombro y sobrecogimiento, espanto, cuando descubre que la finitud es su
identidad y cuando va atisbando el significado del misterio de su procedencia y
de su finalidad. El ser humano va experimentando el misterio -identidad del
sujeto libre cuyo origen y fin es el amor- como salvación en la historia
concreta.
El ser creado libre busca su identidad en el origen y en la meta
de su existencia, es decir, en el seno amoroso de Dios trinitario. Además,
puede conocer y amar el misterio con asombro y sobrecogimiento. Todo ello
gracias al espíritu de Dios que se hace presente gestando la
creación amada.
Es decir, en el Espíritu el Padre crea por el Hijo dando la
existencia a lo que no era en un tiempo y en un espacio. La donación gratuita
de la vida puede ser
experimentada, entendida y comunicada como el primer acontecimiento salvador
hacia la plenitud.
Era normal que al abrir el espacio interior de
su alma, Teresa optase por una actitud de recato literario: arropar el relato
con los celajes de un símbolo. El símbolo dispensa de la narración explícita.
Tiende un velo de pudor sobre las experiencias íntimas e inefables de lo
divino. Y, a la vez, el símbolo dice sin decir. Es una especie de palabra
abierta o de mensaje en sordina, capaz de despertar en el lector resonancias e
inteligencias según el calado del alma del lector mismo, según su capacidad de
escucha o su empatía con la experiencia de la autora.
Los
símbolos utilizados por ella: agua, fuego, nave, ave fénix, mar… hunden sus
raíces en la experiencia vivida por ella. Tienen espaciosa apertura semántica
sobre el horizonte humano. Y pulsan la inteligencia y sensibilidad del lector
en forma sugeridora. Le sugieren mucho más de lo que dicen. Lo invitan a
reacuñar y revivir cada símbolo en la propia vida.
Razón teológica.
En
última instancia, sostiene Serrano, Teresa no escribe por hacer literatura, ni
siquiera por contar de nuevo el paso de Dios por su vida. En última instancia
le interesa explicarse a sí misma y al lector el sentido profundo de esa
vivencia. Elevarse al plano de la «razón teológica» del hecho místico y de la
vida de la gracia. Su historia personal y el embrujo de los símbolos le sirven
para eso: para diagramar a su modo el proceso de desarrollo de la gracia como
vida nueva y misteriosa del creyente.
Teresa
conoce los esquemas tradicionales, que explican ese proceso de vida en tres
vías o en tres etapas: de principiantes, aprovechados y perfectos. Pero no los
adopta ni los utiliza. El símbolo del Castillo le permite fijar el punto de
partida de su explicación doctrinal en el hombre: en su capacidad y dignidad,
en su hechura a imagen de Dios, en su condición de templo del Espíritu, en su
vocación radical a la comunión con Dios. Será ésa la base antropológica
cristiana de su exposición.
Pero
esa su vocación a la relación con Dios pasa necesariamente por Cristo. Teresa
introduce, para explicarlo, el delicioso símil del gusano de seda que se
transforma en mariposa. Y como clave bíblica, el lema paulino «mi vida es
Cristo». El cristiano crece en Cristo, se configura con él, hasta la unión
plena con su Señor Jesús.
La
fase terminal es trinitaria y eclesial. El cristiano que no vive a fondo la
inhabitación trinitaria, nunca llegará a la plenitud de los gérmenes de vida
nueva recibidos en el bautismo. Y si llega a esa plenitud, la revierte –como
Cristo mismo– en el servicio de los otros, en hacer Iglesia.
Sobre
esa trilogía (o cuatrilogía) se despliega el paisaje doctrinal del Castillo: el
hombre, por Cristo, a la Trinidad, para la Iglesia.
El
relato que la santa nos dejó en su "Autobiografía" sobre sus visiones
y experiencias espirituales da muestra de una extraordinaria sencillez de
estilo y de una preocupación constante por no exagerar los hechos. La Iglesia
califica de "celestial" la doctrina de Santa Teresa, en la oración del
día de su fiesta. Las obras de la “Mística Doctora" ponen al descubierto
los rincones más recónditos del alma humana. La santa explica con una claridad
casi increíble las experiencias más inefables. Y debe hacerse notar que Teresa
era una mujer relativamente inculta, que escribió sus experiencias en la común
lengua castellana de los habitantes de Avila, que ella había aprendido "en
el regazo de su madre"; una mujer que escribió sin valerse de otros
libros, sin haber estudiado previamente las obras místicas y sin tener ganas de
escribir, porque ello le impedía dedicarse a hilar; una mujer, en fin, que
sometió sin reservas sus escritos al juicio de su confesor y sobre todo, al
juicio de la Iglesia. La santa empezó a escribir su autobiografía por mandato
de su confesor".
Por
otra parte, el mejor comentario de las obras de la santa es la paciencia con
que sobrellevó las enfermedades, las acusaciones y los desengaños; la confianza
absoluta con que acudía en todas las tormentas y dificultades al Redentor
crucificado y el invencible valor que demostró en todas las penas y
persecuciones.
Los
escritos de Santa Teresa subrayan, como hemos visto, sobre todo el espíritu de
oración, la manera de practicarlo y los frutos que produce. Como la santa
escribió precisamente en la época en que estaba consagrada a la difícil tarea
de fundar conventos de carmelitas reformadas, sus obras, prescindiendo de su
naturaleza y contenido, dan testimonio de su vigor, industriosidad y capacidad
de recogimiento.
Santa
Teresa escribió el "Camino de Perfección" para dirigir a
sus religiosas, y el libro de las "Fundaciones" para
edificarlas y alentarlas. En cuanto al"Castillo Interior", puede
considerarse que lo escribió para instrucción de todos los cristianos, y en esa
obra se muestra la santa como verdadera doctora de la vida espiritual.
Impacto
Santa
Teresa es, sin duda, una de las mujeres más grandes y admirables de la historia
tanto por su ejemplo de espiritualidad como por la doctrina que nos ha dejado.
Álvarez (2000) dice que Teresa, además de dar razón de la
experiencia mística, también pretende «diagramar a su modo el proceso de
desarrollo de la gracia como vida nueva y misteriosa del creyente ... fijar el
punto de partida de su explicación doctrinal en el hombre: en su capacidad y dignidad, en su
hechura a imagen de Dios, en su condición de templo del Espíritu, en su
vocación radical a la comunión con Dios
... relación con Dios que pasa
necesariamente por Cristo ... . El cristiano que ... vive a fondo la
inhabitación trinitaria, ... llegará a
la plenitud que revierte ... en hacer
Iglesia».
Por su parte, Serrano Pérez (2011)
sostiene que la antropología es una ciencia de actualidad que se
proyecta al futuro. De esta suerte, hay
realidades que interrogan al varón y a la mujer de hoy en un contexto de
división y negatividad, pecado, urgido de gracia. De tal modo que la latente
antropología teresiana ha ido saliendo a la luz invitando a la reflexión sobre
la receptividad, lo femenino y el misterio.
Para
corroborar lo dicho acudo al mensaje y a la vigencia de este impacto:
Mensaje
No veo mejor forma de sintetizar el mensaje de Santa
Teresa que recurriendo a la mencionada homilía de PabloVI (1970) al declararla
Doctora de la Iglesia que viene a ser el hilo conductor del artículo: “Todos
reconocían, podemos decir que con unánime consentimiento, la prerrogativa de
Santa Teresa de ser madre y maestra de las personas espirituales. Una madre llena
de encantadora sencillez, una maestra llena de admirable profundidad. El
consentimiento de la tradición de los santos, de los teólogos, de los fieles y
de los estudiosos, se lo había ganado ya. Ahora lo hemos confirmado nosotros, a
fin de que, nimbada por este título magistral, tenga en adelante una misión más
autorizada que llevar a cabo dentro de su familia religiosa, en la Iglesia
orante y en el mundo, por medio de su mensaje perenne y actual: el mensaje de
la oración”.“Esta es la luz, hecha hoy más viva y penetrante, que el título de doctora conferido a Santas Teresa reverbera sobre nosotros.”
“El mensaje de oración nos llega a nosotros, hijos de la Iglesia, en una hora caracterizada por un gran esfuerzo de reforma y de renovación de la oración litúrgica; nos llega a nosotros, tentados, por el reclamo y por el compromiso del mundo exterior, a ceder al trajín de la vida moderna y a perder los verdaderos tesoros de nuestra alma por la conquista de los seductores tesoros de la tierra.”
“Este mensaje llega a nosotros, hijos de nuestro tiempo, mientras no sólo se va perdiendo la costumbre del coloquio con Dios, sino también el sentido y la necesidad de adorarlo y de invocarlo.”
“Llega a nosotros el mensaje de la oración, canto y música del espíritu penetrado por la gracia y abierto al diálogo de la fe, de la esperanza y de la caridad, mientras la exploración psicoanalítica desmonta el frágil y complicado instrumento que somos, no para escuchar las voces de la humanidad dolorida y redimida, sino para escuchar el confuso murmullo del subconsciente animal y los gritos de las indomadas pasiones y de la angustia desesperada.”
“Llega ahora a nosotros el sublime y sencillo mensaje de la oración de parte de la sabia Teresa, que nos exhorta a comprender "el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad…, que no es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama".
Y así concluía el Papa: “Este es el mensaje que nos da Santa Teresa de Jesús,
doctora de la santa Iglesia. Escuchémoslo y hagámoslo nuestro”.
Vigencia.
Los “andares espirituales” de la mística Doctora no concluyeron en
su fallecimiento pues su mensaje y ejemplo impactaron por mucho tiempo en
personas, hombres y mujeres, que se interesaron
por sus escritos especialmente
por LaVida.
Es más, su influjo ha ido
actuando a lo largo de esos cuatro siglos que han transcurrido. Para no cansar al lector solo voy a referirme
a seis santas que bebieron de su espíritu, a dos instituciones que han seguido
de alguna manera las huellas que Santa Teresa dejara en sus fundaciones y a algunos hechos y referencias a la santa que
demuestran su vigencia actual:
Santas vinculadas con Teresa de Ávila:
Santa Teresa Margarita Redi (1747-1770
Teresa Margarita Redi, Santa Teresa Margarita Redi o Teresa Margarita del
Sagrado Corazón de Jesús fue una santa que nació en Arezzo y pasó la mayor parte de su vida en
Florencia (Italia).
Un
día, una conocida de Ana María Redi -que así se llamaba de seglar- Cecilia Albergotti, que estaba a punto de
entrar en el Carmelo, fue a Santa Apolonia a despedirse de las Religiosas y de
las alumnas. Ana María pidió hablar un
momento con Cecilia, pero el tiempo pasó y no tuvo ocasión para hacerlo. Sin
embargo, cuando Cecilia estaba a punto de irse, tomó la mano de Ana María y la
miró sin decir nada. Y se fue. Ana María volvió a su habitación con un extraño
sentimiento interior... Entonces, oyó unas palabras: "Yo soy Teresa
de Jesús, y te quiero entre mis hijas." Confundida y asustada, Ana
María se fue a la capilla. Y allí, a los pies del Santísimo Sacramento, volvió
a oír las mismas palabras otra vez.
Sus años en el monasterio fueron de una vida
muy íntima y espiritual. Se dedicó a la vida contemplativa bajo las palabras de
Juan 4:8, "Dios es amor." Era especialmente devota del Sagrado Corazón. Y se distinguía por su caridad, que le llevaba a
aprovechar cuantas oportunidades le ofrecía la vida del claustro para
sacrificarse por sus hermanas, como correspondía a una hija auténtica de santa Teresa y a
una fiel discípula de san Juan de la Cruz.
Probablemente la forma tan estricta en que
practicó la oración, la penitencia y la pobreza, yendo más allá de lo que
exigía la regla, acortó sus días.
Además, durante la mayor parte de su vida
religiosa ejerció el oficio de enfermera; en él dio muestras de maravillosa
ecuanimidad y alegría, aunque su débil salud habría exigido que se la contase
más bien entre las enfermas.
Según la creencia, vaticinó el día de su
muerte, que llegaría cuando contara con 23 años. Y efectivamente así sucedió el
7 de marzo de 1770. Su cuerpo permaneció
expuesto durante quince días, sin que se advirtiera la menor señal de
descomposición y, hasta el presente, se halla incorrupto. La santa ha sido muy
venerada, sobre todo en Florencia y ha obrado numerosos milagros.
Fue beatificada por el Papa PíoXI el 9 de junio
de 1929 y santificada por el mismo Papa el
19 de marzo de 1934.
Teresa de Jesús nació en Aitó de Lleida
(Catalunya) en el seno de una familia
religiosa. Su hermana Josefa, fue Hija de la Caridad en el hospital de la
Habana; su hermana María se incorporó con ella a la nueva orden religiosa; su
hermano Juan, casado, dio tres hijas a la misma congregación; su tía Rosa,
hermana de su madre, muerta en honor de santidad y su tío abuelo el Beato
Francisco Palau, fue fraile carmelita
exclaustrado, apóstol, orador, escritor y penitente.
A su muerte, el 26 de Agosto de
1897, dejó 103 asilos en España y América. El
27 de abril de 1958 el Papa Pío XII la beatificó y fue canonizada por Pablo VI.
PíoXII se expresó así de ella: "Alma grande y al mismo tiempo
humanamente afable y sencilla, como su homónima, la insigne reformadora
abulense; humilde hasta ignorarse a sí misma, pero capaz de imponer su
personalidad y llevar a cabo una obra ingente; enferma de cuerpo, pero robusta
de espíritu con fortaleza admirable; "monja andariega" ella también,
pero siempre estrechamente unida a su Señor; de gran dominio de sí misma, pero
adornada con aquella espontaneidad y aquel gracejo tan amable; amiga de toda
virtud, pero principalmente de la reina de ellas, la caridad, ejercitada en
aquellos viejecitos o viejecitas que exigen la paciencia y benignidad de que
habla el Apóstol."
Santa Teresa de
Lisieux (1873-1897)
María Francisca Teresa Martín Guérin nació en Alençon de Normandía en Francia y
se la llama Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz o también Santa
Teresa de Lisieux
Educada
por las Benedictinas de Lisieux ingresó en el Carmelo de esa ciudad donde
comenzó el camino de perfección trazado por la Madre Fundadora, Teresa de
Jesús, con auténtico fervor y fidelidad,
Dio especial valor a la oración y a los pequeños actos. Destaca
sobre todo en su espiritualidad lo que ella llamó "la pequeña vía"
o "el pequeño caminito" que consiste en hacer hasta las cosas
más pequeñas e insignificantes por amor a Dios, como si para él se hicieran,
siempre ejercitándose en la humildad y la pequeñez, también la conocida "infancia
espiritual" que proclama que hay que entregarse a los brazos de Dios
como un niño, es decir, con gran inocencia, humildad, confianza en su
misericordia y conocimiento de nuestra pobreza que nos lleva a solo estar
completamente sostenidos por la gracia de Dios, tomando como base bíblica esa
cita del evangelio: "El que se haga pequeño, como un niño, es el más
grande en el reino de Dios" (Mt 18, 4).
Fue beatificada el 29 de abril de 1923 por el
papa Pío XI y
canonizada por el mismo Papa el 17 de mayo de 1925.
En 1927 es proclamada patrona de las misiones porque pese a no haber
abandonado nunca el convento, siempre rezaba por los misioneros y siempre deseó serlo
hasta en los últimos confines de la tierra.
Por
último fue proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo
II el 19 de Octubre de 1997.
Teresa
Benedicta de La Cruz (1891- 1942)
Edith
Stein nació el 12 de octubre de 1891en Breslavia, entonces Alemania y hoy Polonia, en el seno de una familia judía,
Estudió en las Universidades
de Gotinga
y Friburgo donde atraída por la fenomenología trascendental, se
convirtió en discípula de Husserl y luego tuvo relación con Scheler.
En 1921 de visita en la casa de otra discípula de Husserl visitó la
biblioteca y quedó
profundamente fascinada al leer el “Libro de la vida” de Santa Teresa de
Ávila.
Según lo confesara la propia Edith, esta
obra fue determinante para su conversión definitiva al catolicismo.
En 1933 ingresa al Convento de
las Carmelitas Descalzas de Colonia, donde toma el hábito de dicha orden, con el nombre de Sor
Teresa Benedicta de La Cruz.
Edith
confesaba en 1928: “En el tiempo inmediatamente
anterior a mi conversión y después de un cierto período, llegué a pensar que
llevar una vida religiosa significaría dejar todo lo terreno y vivir teniendo
el pensamiento única y exclusivamente en las cosas divinas. Pero, poco a poco,
he comprendido que en este mundo se nos exige otra cosa, y que incluso en la
vida contemplativa no debe cortarse esa relación con el mundo; creo, incluso,
que cuanto más profundamente uno esté metido en Dios, tanto más debe, en este
sentido, 'salir de sí mismo', es decir adentrarse en el mundo para comunicarle
la vida divina.”
Luego de una fecunda vida espiritual y filosófica murió como
judía en el campo
de exterminio nazi
de Auschwitz a los
51 años de edad. Antes de fallecer había escrito “Bien está el venerar al
Crucificado en imágenes y fabricar crucifijos [...] pero mejor que las imágenes
de madera y piedra se conviertan en imágenes vivas”.
Fue beatificada el 1º de mayo de
1987 por el Papa Juan Pablo II y canonizada por el mismo Papa el 11 de octubre
de 1998.
Fue también este Papa quien la
declaró co-patrona de Europa el 12 de julio de 1999.
Leía frecuentemente las obras de Santa Teresa
de Jesús y de San Juan de la Cruz y, cautivada por sus vidas y experiencias
espirituales, decidió entrar en las Carmelitas Descalzas de El Escorial
(Madrid) el 12 de octubre de 1919. Tomó el hábito en 1920 e hizo su primera
profesión en 1921 con el nombre de Maravillas de Jesús.
La santa se interesó
profundamente por los problemas del prójimo, especialmente por las carencias
económicas, pero siempre bajo un prisma espiritual. Escribió: "No
quiero la vida más que para imitar lo más posible la de Cristo".
Los conventos carmelitas fundados
por Maravillas de Jesús, se caracterizaron por la vida en pobreza: sin rentas,
con edificios pequeños, con trabajo manual para su sustento.
Durante la
persecución religiosa en España a partir de 1931, pasaba todas las noches
muchas horas orando desde su Carmelo, contemplando el monumento al Sagrado
Corazón. Solicitó y obtuvo permiso del papa Pío XI para salir con su comunidad,
exponiendo sus vidas, si llegara el momento de defender la sagrada imagen, en
caso de ser profanada.
En 1938 hizo voto
de hacer siempre lo más perfecto. En marzo de 1939 pudo volver a recuperar,
totalmente destruido en la guerra, el convento de El Cerro de los Ángeles,
donde fue elegida nuevamente priora. En este tiempo dio testimonio de fe,
heroísmo y fortaleza, prudencia y serenidad y de una extraordinaria confianza
en Dios.
Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el día 10 de mayo de 1998; y
canonizada por el mismo Papa el 4 de mayo de 2003.
Santa Teresa de Los Andes (1900-1920)
Juana Enriqueta
Josefina de los Sagrados Corazones Fernández Solar nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900
Entre los
estudios, la vida familiar y su apostolado de caridad con los más pobres, se
desarrolló su intenso amor por Jesucristo.
La lectura de las obras de Santa Teresa de Jesús, a quien consideró su guía y maestra,
influyeron enormemente en el desarrollo de su vocación. Efectivamente a
los 14 años, decidió consagrarse a Dios como religiosa carmelita descalza en el monasterio
de Los Andes.
El 14 de octubre
hizo su primera profesión, tomó el hábito y recibió el nombre de Teresa de
Jesús.
Los biógrafos de Teresa describen que la santa consiguió armonizar lo
divino y lo humano integrándolo en su vida en admirable síntesis. Para ello no
hay dos vidas superpuestas: una natural profana y la otra sobrenatural,
espiritual. No hay sino una única vida humana planificada por el amor
divino, divinizada. Viviendo
abierta a la voluntad de Dios y no apartándose ni un punto de ella, conjuga con
naturalidad encantadora el trato con Dios y con los hombres, como queda
ponderado.
Con solo once meses en el convento la
santa falleció de tifus y difteria el 12 de abril de1920, a los 19 años.
Fue beatificada por Juan Pablo II el 3 de abril de
1987 y canonizada por el mismo Pontífice
el 21 de marzo de 1993.
Cabe destacar que el
santuario de Auco, donde se guardan las reliquias de la santa, constituye uno de los mayores
lugares de peregrinación del país durante todo el año, siendo su evento más
importante la peregrinación juvenil De
Chacabuco al Carmelo, llevada a cabo el tercer sábado de octubre de cada
año, a la que acuden jóvenes de todos los rincones de Chile, e incluso del
extranjero.
Instituciones
religiosas
Carmelitas descalzas.
Como
ellas mismas se definen (1999) desde el Carmelo de Altea (Alicante) “Somos en la Iglesia continuadoras y
recreadoras del carisma que Dios confió a Santa Teresa de Jesús, a quien
tenemos por fundadora, madre y maestra espiritual”.
Están
extendidas por los cinco continentes, como comunidades orantes al servicio de
la Iglesia. La vida en sus Carmelos se
desarrolla en el ámbito de la clausura, conjugando armónicamente la vida comunitaria
con el retiro en soledad. Y la jornada la vertebra la Liturgia: Eucaristía y
Oficio Divino.
“Procuramos
llevar una vida de sobriedad y sencillez, trabajando para ganar nuestro
sustento y ayudar a las necesidades de la Iglesia y de los hombres.”
“La
vida de la carmelita quedaría bien expresada en clave de amistad: amistad con
Dios (oración) y amistad entre las hermanas (fraternidad). Este camino,
recorrido con María, Reina y Hermosura del Carmelo, Madre y Hermana.”
La
Institución Teresiana.
Según puede leerse en su página web, “la Institución
Teresiana es una Asociación Internacional de Laicos de la Iglesia Católica,
cuya finalidad es contribuir a la promoción humana y social, a través de
mediaciones educativas y culturales, participando de la misión evangelizadora
de la Iglesia. Fundada por el sacerdote y pedagogo san Pedro Poveda, en
Covadonga (Asturias, España) en 1911, su presencia se extiende en treinta
países de los continentes europeo, americano, asiático y africano. Sus
asociados viven los valores del Evangelio, procuran una seria preparación y
realizan la misión de la Institución Teresiana en entidades públicas y
privadas, a través del ejercicio profesional”.
El nombre de la Institución está inspirado en Santa Teresa de
Jesús. Su fundador, San Pedro Poveda, se expresaba así de la santa: “vivió una
vida plenamente humana y toda de Dios”.
“A
lo largo de un centenario de vida, la labor de contribuir a transformar
realidades y situaciones injustas a través de la educación, ha sido realizada
principalmente por mujeres profesionales preparadas en las corrientes más
avanzadas de cada época. Ello favoreció, en los distintos campos de la cultura
y el conocimiento, así como en los socioeducativos, el trabajo con numerosos
colaboradores, muchos de los cuales se integraron progresivamente en las
diversas asociaciones de la Institución Teresiana.”
“La viabilidad de un diálogo entre la fe y la ciencia con la mirada puesta en tener por centro al ser humano, ha sido preocupación de Pedro Poveda y escuela de formación y acción para sus miembros y colaboradores desde el incio del siglo XX. La posterior inserción de la Institución Teresiana en diferentes países y realidades ha colocado en primer plano la necesidad de promover actitudes de encuentro y respeto entre las diversas culturas y creencias, siempre en búsqueda de justicia, sin que ello supusiera una pérdida de identidad.”
“La viabilidad de un diálogo entre la fe y la ciencia con la mirada puesta en tener por centro al ser humano, ha sido preocupación de Pedro Poveda y escuela de formación y acción para sus miembros y colaboradores desde el incio del siglo XX. La posterior inserción de la Institución Teresiana en diferentes países y realidades ha colocado en primer plano la necesidad de promover actitudes de encuentro y respeto entre las diversas culturas y creencias, siempre en búsqueda de justicia, sin que ello supusiera una pérdida de identidad.”
“La
oración y el estudio son dimensiones esenciales de la vocación teresiana. La
audacia de Santa Teresa de Jesús en el servicio de Dios, su desasimiento y
espíritu atrayente inspiran el temple de los miembros de la Obra.”
En
1917, la Institución obtuvo su aprobación como Asociación Civil, a la vez que
su reconocimiento en la diócesis de Jaén, España. El 11 de enero de 1924 alcanza
la Aprobación Pontificia como Pía Unión, de acuerdo al Derecho Canónico vigente
en ese momento.
El Padre Poveda murió
asesinado el 28 de julio de 1936 en el inicio de la guerra civil española. Dio
testimonio de su fe cristiana y de su ser sacerdote hasta el último momento.
Fue canonizado por el Papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003.
Hechos
y Referencias
El día 23 de mayo del 2014 la Fundación V
Centenario ha puesto en marcha la web www.amigosdeteresa.es para fomentar y difundir la
figura y magisterio de la Santa, su legado y herencia así como su actualidad y
vigencia.
Según informa 20 Minutos.es, la
vida y el pensamiento de Santa Teresa de Jesús han sido tema de análisis del Congreso Internacional Teresiano
'Historia, literatura y pensamiento' realizado en octubre de este año en el
Aula Magna de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), donde se han dado
cita ponentes de distintos países.
Garcinuño (2014)
señala que S.S. el Papa Francisco, en el mensaje enviado a la Diócesis de Ávila con motivo del inicio del V
Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, se expresó así de la
Mística Doctora: “En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser
peregrinos. ¿Por qué caminos quiere llevarnos el Señor tras las huellas y de la
mano de Santa Teresa? Quisiera recordar cuatro que me hacen mucho bien: el
camino de la alegría, de la oración, de la fraternidad y del propio tiempo”.
Y como ha informado Europa Press, durante la audiencia general de este
miércoles (14 de octubre de 2014) el Papa ha
puesto de ejemplo a Santa Teresa Jesús, doctora de la Iglesia católica, y ha
pedido aprender de ella la radicalidad del Evangelio y el crecimiento en la
comunión plena con Dios, coincidiendo con la apertura del Año Jubilar
Teresiano, que conmemora en España el V Centenario del nacimiento de la santa.
Y añadió: “en esta expresión, presagio y gusto de la gloria de los bienaventurados para Teresa de Jesús, queremos adivinar la herencia espiritual, una llamada dirigida a todos a hacernos eco de su voz, convirtiéndola en lema de nuestra vida para poder repetir con ella: ¡Somos hijos de la Iglesia!”
Lima, noviembre del 2014
Fuentes de información
ALVAREZ,
T.
1987 «Introducción a El Castillo interior» en Teresa de Jesús.
Doctora de la Iglesia. Obras Completas. Burgos.
2000 Santa Teresa de Jesús-Las Moradas. Prólogo y
comentario. Revista Ecclesia. Burgos.
AVENATTI DE PALUMBO. C.I.
2012 Herida y nupcialidad en Orígenes y Teresa de Ávila.
El
lenguaje poético-místico de la
identidad de Jesús.
Universidad
Católica de Cuyo, San Juan.
Argentina.
BOUDOT, P.
2005 La Jouissance de Dieu ou le Roman courtois de
Thérèse d'Avila. Cluny. Les classiques méconnus .
CABALLERO BONO, J.L.
2010 Ejes
transversales del pensamiento de Edith Stein. Teología y Vida, Vol. LI
(2010), 39-58
CARMELITAS
DESCALZAS.
CINER, P. A.
1997
“Una visión filosófica de Las Moradas”, en LARRAURI, M.I.- P. CINER, M. I., Actualidad de la Mística Teresiana como vía de conocimiento metafísico, Breviarios de la Universidad Católica de Cuyo, Año 4, Nº22.
CRASHAW, R:
1917 The flaming heart . Nicholson
& Lee, eds. The Oxford Book of English Mystical Verse.
|
DIEGO
SÁNCHEZ, M.
2008
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[1] Mayte o Maite es un nombre de origen euskérico que significa
amor/amada. Pero en la época en la que
los nombres en euskera estaban prohibidos fue muy usual registrar a las recién
nacidas como Maria Teresa para poder llamarlas Mayte.
[2] Se cree
que la palabra "Teresa" viene de la palabra griega "teriso"
que se traduce por "cultivar"; cultivadora. O de la palabra
"terao" que significa "cazar", "la cazadora".
Como bien dice el Padre Sálesman en su biografía, ambos títulos le
quedan bien a Santa Teresa, por ser ella "Cultivadora" de las
virtudes y "cazadora" de almas para llevarlas al cielo
[3] Existen varios datos que hacen pensar que Teresa es oriunda
de Gotarrendura y no en Ávila capital,
ya que en esta ciudad no existe su partida de nacimiento, y en el de Libro de
nacimientos de Gotarrendura faltan 30 hojas que pertenecen a las fechas en las
que vino al mundo. Otro dato importante es que todos sus hermanos nacieron en
dicha localidad, e incluso su madre falleció en el lugar. En el centro del
pueblo aún existen propiedades -como un palomar que data como mínimo de
principios del siglo XV que
pertenecieron a su familia y que la propia Doctora de la Iglesia alude en
alguno de sus escritos.
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