jueves, 1 de enero de 2015

Jacques Maritain: su vida y aporte a la filosofía



Jacques Maritain:
su vida y aporte a la filosofía


Jorge Capella Riera



Introducción
A fines del siglo XIX y  principios del  XX se produce, especialmente en Europa, una fuerte reacción ante el positivismo, con el fin de establecer el carácter irreductible del ser humano a la naturaleza.
La estrategia consistía en encontrar y acreditar ciertos aspectos (valores estéticos y mentales, la libertad, el finalismo) que constituyen el «mundo del espíritu» y hallar caminos, que sean distintos a los de las ciencias naturales, hacia esos ámbitos.
Ello fue parte de un gran fenómeno, cuya culminación se dio en Francia. Los personajes más importantes son: Ravaisson, los Boutroux, padre e hijo, y sobre todo Blondel, Bergson, Mounier y Maritain.
Los problemas que abordaron fueron: los derechos de la conciencia y los derechos inalienables de la persona. Problemas que eran percibidos como urgentes y a los que no respondían las ciencias particulares y que necesitaban de una respuesta racional.
Pues bien Jacques Maritain, por su obra y por su compromiso es - entre todos ellos- uno de los mayores pensadores del Siglo XX con importante influencia en el siglo XXI.

Nuestro filósofo contrapone la filosofía tomista al subjetivismo, al irracionalismo, al materialismo y al pragmatismo, centrando su atención en un humanismo integral, que va más allá del liberalismo capitalista y de las sociedades totalitarias.

Consciente de su compromiso como filósofo y como cristiano, se propone adecuar el legado tomista verificándolo con los requerimientos de la humanidad de hoy, para proyectarlo hacia el futuro.

Concuerdo plenamente con Picón (2007) que “cualquier acercamiento a la obra de Jacques Maritain pide, casi de modo inevitable, que no dejemos pasar por alto su propia vida, el momento particular por el que atravesaba su existencia por ese entonces. Y esto, no porque sus obras y su pensamiento hayan sido fruto de inclinaciones subjetivas o de una especie de sublimación psicológica, sino porque desde muy temprana edad, Jacques Maritain cayó en la cuenta de que el pensamiento no puede estar descarnado ni de la propia vida ni del propio tiempo. Él, que supo ser “un medieval entre los modernos y un moderno entre los medievales”, siempre sustentó su doctrina en un realismo – con declarada simpatía tomista- abierto a la problemática existencial personal y de su época”.

Si afinamos nuestra mirada sobre la vida y la obra de este pensador  galo, aparecerá ante nosotros - con total claridad- no sólo una aguda reflexión acerca de la problemática humana, histórica, ética y gnoseológica, sino también el itinerario existencial del mismo.

Es por ello que  inicio mi trabajo con el contexto vital de Maritain y de sus obras.  Luego le seguirá el estudio de su pensamiento, su legado y la vigencia de su pensamiento.

Pero antes quiero aclarar que, como hago en todos mis escritos, en este trabajo uso algunas  de mis lecturas de textos de Maritain  y sobre todo intento hacer hablar a los autores más reconocidos que han estudiado a este filósofo católico, a los que he podido acceder.

Contexto vital

Jacques Maritain  nació el 18 de noviembre de 1882 en París en el seno de una familia protestante, aún cuando él durante la juventud fue abandonando la práctica religiosa hasta llegar a ser no-creyente.

Cursó sus estudios básicos en el Liceo Enrique IVy según Picón (2004), desde su adolescencia buscó incansablemente un basamento sólido en el que pudiese descansar su espíritu, una plataforma sobre la cual edificar toda su existencia y la de la humanidad. Inclusive, pese a que la realidad le presentase la ausencia de sentido en todas sus formas, él decidió dar crédito a su búsqueda. Estaba convencido de que su sed de Verdad no podía ser vana.

La formación universitaria la realizó en la Sorbona, época en la que imperaba el "cientismo”, y se licenció en letras y en ciencias naturales. Entre sus maestros figuró Félix Le Dantec, un destacado discípulo de Pasteur quien lo envió a Sao Paulo para conducir investigaciones  sobre la fiebre amarilla. En 1886 tuvo a su cargo una cátedra de embriología y comenzó a publicar una serie de trabajos sobre filosofía de la ciencia.
Pronto contó entre sus amistades primero a Ernest Psichari y a Charles Péguy; y luego entró en contacto con el círculo de intelectuales integrado por Jean Guitton, Gabriel Marcel, Luis Massignon, Daniel Halévy, Nicolas Berdiaev, Ramón Fernández y Raïssa Oumansoff.
Y en 1904 que se casó con Raïssa que pertenecía a una familia judía que había huido del antisemitismo de la Rusia zarista. Raïssa, como Jacques, tampoco era creyente. Ambos compartieron muchas de sus inquietudes intelectuales y obra. No consideraban que la ciencia por sí sola fuera capaz de responder a cuestiones existenciales de carácter vital. 
En 1905 obtuvo una beca que le permitió cursar dos años de estudios biológicos en Heidelberg, con Hans Driesch, un biólogo prusiano, que poco a poco comenzó a interesarse profundamente por la filosofía de tal suerte que acabó abandonando la embriología, convirtiéndose en profesor de filosofía y en uno de los más célebres abogados del vitalismo.
Raïsa fue para Maritain una fecunda fuente de inspiración. Poetisa y colaboradora del filósofo. A ella se debe, entre otras obras, el texto fundamental de la biografía de Jacques anterior a 1917, Las grandes amistades. Su vida llegó a confundirse con la del marido.

Pronto los dos experimentaron una crisis filosófico-religiosa. Hay que tener en cuenta que él era de familia protestante y ella, como hemos visto, judía. Bergson, del que eran discípulos,  les libró de los prejuicios del positivismo y les devolvió la confianza en la metafísica. Y por otra parte Léon Bloy les fue revelando el semblante del catolicismo.

Henri Bergson fue Profesor del Colegio de Francia, miembro de la Academia de Ciencia Morales y Políticas, y de la Academia Francesa, escribió « La evolución creativa », « Las dos fuentes de la moral y la religión », y otras importantes obras. Es sin duda uno de los más ilustres filósofos franceses y se le confirió el Premio Nobel de Literatura en 1927.

El primer libro importante de Jacques Maritain se titula : « La filosofia de Bergson ».Esta obra trata temas discutidos con ese gran maestro de la filosofía. Maritain hace una severa crítica de sus creencias anteriores « bergsonianas », pero reconoce la calidad y la importancia del aporte de Bergson al pensamiento contemporáneo.

En efecto, la separación de las ideas de Maritain con Henri Bergson se conservaron siempre dentro del respeto. En « La filosofia de Bergson» los temas que trata Maritain versan sobre: Bergson y la metafísica, la filosofía de la intuición, la evolución bergsoniana y la inteligencia.
En 1906,  Raïsa y Maritain se convirtieron al catolicismo. Bloy actuó como padrino en el bautismo de los esposos en la iglesia de Saint Jean l'Évangeliste de Montmartre.
La conversión al catolicismo constituyó una ruptura brusca; sin embargo, el conocimiento de Santo Tomás de Aquino, estudiado al principio con el auxilio de H. Clérissac, O. P., aclaró a Maritain su misión filosófica.
Pero en realidad  Maritain conoció a fondo la obra de Santo Tomás de Aquino por medio de su esposa, quién lo sedujo a la lectura de la Suma Teológica.  Ambos decidieron realizar una serie de tertulias literarias, filosóficas y religiosas, para estudiar el pensamiento de Santo Tomás, organizadas como Círculos de Estudios, para junto con otros intelectuales profundizar en el tomismo.

Estos Círculos se realizaron durante 20 años, reuniendo a diversos sectores del catolicismo. La familia Maritain sirvió de anfitrión, donde se entrelazaron grandes amistades, de personas vinculadas a la Doctrina de la Iglesia. Los estudios Tomistas se realizaban en la residencia de los Maritain en Meudon.
Ya profesor de filosofía del Collége Stanislas en 1912, en 1914 fue llamado a enseñar filosofía moderna en el "Institut Catholique" de París (donde, en 1913, había dado una serie de conferencias reunidas luego en su primer volumen, La filosofía bergsoniana, de 1914).
Consolidado como profesor comenzó a dar cursos en universidades de Europa como la  Universidad de Verano de Santander; en las Universidades de Columbia, Chicago y Princeton de los Estados Unidos; y en el Instituto Pontificio de Estudios Medievales de Toronto de Canadá.

 

En su trabajo intelectual, obras, cursos y conferencias demostraba que estaba empapado en las mejores esencias aristotélico-tomísticas y “”era conocedor profundo de las nuevas orientaciones ideológicas, llegando a ser uno de los principales representantes del neoescolasticismo, cuyos principios aplicó, dentro de la más estricta ortodoxia, a la solución de los problemas modernos”. (Plaza, 2007)

 

Consideraba que la realidad se podía conocer por la ciencia, la filosofía, el arte o la revelación, por lo que no desdeñó los trabajos puramente metafísicos y epistemológicos.

En 1917 recibió de la Santa Sede el título de doctor "Honoris Causa" en filosofía de las universidades pontificias. En 1939 el gobierno francés le envió a los Estados Unidos. Durante la guerra fue presidente de la École Libre des Hautes Études Françaises de Nueva York (1943-1944), y un notable animador de la resistencia espiritual frente a las fuerzas anticristianas desatadas en Europa. De 1945 a junio de 1948 representó a su país ante el Vaticano.
Desde 1898 se desarrolló en Francia la llamada Action Française, un movimiento político de tipo monárquico, que se iniciara a raíz del llamado caso Dreyfus (el juicio político a un oficial judío por supuesto espionaje que, en 1894, conmovió a la sociedad francesa, polarizando las opiniones políticas entre una derecha ultraconservadora y antisemita y una izquierda abiertamente socialdemócrata) por Henri Vaugeois, profesor de Filosofía y Maurice Pujo, escritor y periodista. Charles Maurras convenció, a principios del siglo XX, a los miembros del movimiento de la necesidad de una restauración de la monarquía en Francia. Maritan se alejó de ese movimiento y desde entonces llegó a ser el “teórico católico de la democracia”.
En 1936 Maritain realizó un viaje a Argentina en 1936, donde permaneció desde el 26  de agosto hasta el 7  de noviembre, acompañado de su esposa Raissa y su cuñada Vera. En Buenos Aires  participó en un  Congreso de Filosofía y también fue Profesor de Honor en los Cursos de Cultura Católica.
Allí conoció y se reunió con varios líderes cristianos latinoamericanos , algunos de ellos llamados «  maritainianos » .  Su principal mensaje era que los cristianos debían participar activamente en la política, aplicando el sentido del bien común.
El abrió nuevas rutas al pensamiento y la acción de esos líderes, predicando un nuevo régimen político y económico en la libertad y con justicia social.
En esos encuentros coincidió con el brasileño Alceu Amoroso Lima,  mejor conocido por el seudónimo de «Tristán de Athayde », uno de los principales intelectuales cristianos latinoamericanos del presente siglo, seguidor de las ideas de Maritain.
En 1947 fue jefe de la delegación francesa en la Asamblea de la UNESCO de la Ciudad de México, y en 1948, fue uno de los impulsores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Como nos relata Plaza (2007), fue precursor e inspirador del Concilio Vaticano II por lo que mereció de Pablo VI, al entregarle el Mensaje a los Hombres del Pensamiento y de la Ciencia el día de la clausura del Concilio, la expresión: “la Iglesia os está agradecida por el trabajo de toda vuestra vida”.
En la última sesión del Concilio había escuchado al Papa saludar el advenimiento del “nuevo humanismo”, el del “hombre verdadero”, del “hombre íntegro”, integral, por oposición al humanismo laico y profano cerrado a la trascendencia de las cosas supremas; “la religión del Dios que se ha hecho hombre, que se reencuentra (pues no son sino una sola) con la religión del hombre que se había hecho Dios”, reconociendo el eco de sus ideas de Humanismo Integral, lo cual marcaba la consagración por el magisterio de algunas de sus ideas e intuiciones mayores, por cuyo reconocimiento se había batido durante toda su vida.
Los últimos años de su vida, ya difunta su mujer Raïssa en 1960,  Maritain se retira a la comunidad de los Hermanitos de Jesús, fraternidad fundada por Voillaume en Béni Abbès (Argelia) siguiendo las huellas de Charles de Foucauld (1980). Su divisa es "Tu vocación es gritar el evangelio sobre los tejados, no con palabras, sino con tu vida". Toma el hábito de esta institución religiosa y muere en ella en Toulouse el 28 de abril del 1973 dejando la obra póstuma “Las dos grandes Patrias”, considerada su testamento espiritual.
En los más de 90 años que vivió, Maritain fue un testigo directo de los grandes cambios y transformaciones del siglo XX, y quiso dar una respuesta desde el punto de vista cristiano.
Al conocer su partida de este mundo S.S. Pablo VI escribió este telegrama:  "Profundamente conmovido por la noticia de llamada a Dios de Jacques Maritain, que seguirá siendo para todos un filósofo de alto valor, un cristiano de fe ejemplar, y para Nos mismo un amigo especialmente querido desde los tiempos de su misión ante la Santa Sede, dirigimos a la familia religiosa donde ha querido acabar sus días en la contemplación y la plegaria, la expresión de nuestra simpatía entristecida y el consuelo de nuestra bendición apostólica"

Pensamiento de Maritain

 

El pensamiento de Maritain es «integral», como su célebre obra «El humanismo integral» (1966). Y al mismo tiempo es sumamente rico y complejo. Es por esto que, con carácter didáctico, voy a dividir su estudio en dos partes: en la primera me ocuparé de la esencia de ese pensamiento, es decir el tomismo;  y en la segunda abordaré aspectos puntuales del mismo.

 

Debo aclarar que. a mi juicio, el que su pensamiento sea complejo, la expresión del mismo  hace que sea un tanto reiterativa. Esto no me sirve de excusa para justificar mis reiteraciones, por las que pido disculpas.

 

Esencia de la filosofía tomista de Maritain.

 

Gómez Cerdá (2014), a quien seguimos básicamente en este apartado,  sostiene que  Maritain “es defensor de la filosofía cristiana, basada en la verdad, sin comprometer a la religión. Su explicación es que Cristo no planteó  en su Evangelio una filosofía, porque él mismo era la sabiduría y la verdad”.

 

La filosofía cristiana es moral, subalterna a la teología; la primera trata la experiencia y el razonamiento, la otra sobre datos de fe.

 

Para nuestro pensador  “la filosofía es conocimiento científico, que considera las primeras causas mediante la luz de la razón. Para él es la más elevada de las ciencias humanas, porque es libre respecto a las demás. Según él, la visión de Dios es el fin sobrenatural, el objetivo último de la vida, que exige al hombre buscar la perfección del amor”. (2014)

 

Cuando  Maritain escogió a Santo Tomás de Aquino como su ejemplo y modelo, para actualizarlo, estaba eligiendo a uno de los máximos exponentes de la doctrina cristiana. Las Sagradas Escrituras fueron su principal fuente de inspiración y tomó también las verdades de Aristóteles, las de San Pablo y todos los razonamientos lógicos y reales, para encaminar la inteligencia.

 

En diversas ocasiones recalcó el porqué de su condición de Tomista: « Si yo soy Tomista....es porque en definitiva he comprendido que la inteligencia ve, y que está hecha para el ser; en su función más perfecta, que no es fabricar ideas, sino juzgar, ella se capta de la existencia, ejercida por las cosas, y al mismo tiempo forma la primera de sus ideas, la idea del Ser, que la metafísica resaltará a su propia luz en el más alto grado de visualización abstracta. » (1966)

 

Y también decía « Existe una filosofía tomista, pero no una filosofía neotomista. No pretendemos incluir el pasado en el presente, pero sí mantener en el presente la actualidad de lo eterno. » (1996)

 

Veamos cuales son los que considero temas  de mayor trascendencia en el trabajo de  Gómez Cerdá:

 

El hacer y el obrar.

 

En « Arte y Escolástica » Maritain(1945)  desarrolla: el análisis del concepto metafísico de la belleza como algo trascendental según Santo Tomás de Aquino ; la doctrina de hábitos y virtudes intelectuales, una distinción ente la moral y la prudencia, las artes de fabricación y manuales, las reglas del gusto y la inspiración artística, las cualidades del arte religioso, distinguir ente el hacer y el obrar.

 

« No hagas literatura, música o pintura si no tienes algo que decir ; no digas sino lo que has visto ; las fuentes públicas no están para tu sed ; la fuente de la obra no puede menos de estar oculta y ser personal. » (1945)

 

Para profundizar en el tomismo y confrontarlo con la realidad existente los esposos Maritaín organizaron los llamados Círculos de Estudios que estaban formados por personas comprometidas en el cristianismo, a su más alto nivel intelectual.

 

Realizaban estudios de carácter interdisciplinar  pues cada miembro debía dedicarse al estudio de una ciencia especial para, desde su especialidad,  luchar por establecer la espiritualidad por medio del ejemplo y la conducta de su vida, la influencia personal, realizando investigaciones, estudios, escribiendo en los medios de comunicación social, publicando obras, etc.

 

Para los Maritain la vida intelectual estaba ligada a Dios, sin alejarse ni apartarse de las masas, ni del pueblo: « Es un error aislarse de los hombres porque se posee una visión más clara de la verdad”. (1966)

 

En tiempos en que no se hablaba de liberación femenina, ni la mujer ocupaba el lugar activo que tiene hoy en la sociedad, Raissa escribió : «Un gran teólogo predica a las mujeres el amor, pero enseña la inteligencia a sus discípulos...Sería preciso predicar y enseñar ambas cosas a la vez.»


Los grados del saber .

Siguiendo siempre a  Gómez Cerdá, diremos que en «Los grados del saber» (1965)  nuestro pensador explica que las funciones de la inteligencia son dos:

·        “La inteligencia especulativa tiene como fin el conocer, poseer el objeto conocido, es una contemplación , una verdad que se mide, hallando su propia personalidad.

·        La inteligencia páctica , es para dirigir, orientar y ordenar, regula la producción de una obra, la rectitud de una acción, adopta una actitud normativa. Su finalidad es la realización.”

La inteligencia especulativa debe extenderse para hacerse también práctica, convertirse en razón. No se puede dirigir sin conocer, porque el dirigir se funda en el conocimiento.

Estamos formados de espíritu y materia, a través de nuestros sentidos y nuestro cuerpo entramos en contacto con el mundo, comprendemos, nos explicamos por nuestra inteligencia, por lo tanto podemos distinguir.

Lo óptimo de la inteligencia es saber aprender, aplicar los conocimientos adquiridos y enseñar lo que sabemos.

Un tema tratado profundamente en ésta obra es la mística: « Para devenir sabiduría y contemplación, el conocimiento de la fe vivirá, forzosamente, de una gracia de inspiración y de iluminación. » (1965)

Filosofia de la naturaleza .

Gómez Cerdá nos recuerda que Marx y Engels escribieron que hoy la Filosofía de la Naturaleza ha quedado definitivamente liquidada. Cualquier intento de resucitarla no sería solamente supérfluo : significaría un retroceso.

Ellos, que estaban opuestos a ésta filosofía y que abogaban por « un sistema de la naturaleza », un carácter dialéctico de la concatenación, nunca pensaron que esa sentencia se volcaría contra su propio sistema materialista.

Maritain es uno de los filósofos modernos que ha rescatado la Filosofía de la Naturaleza, actualizándola, para servir al saber especulativo. En efecto, son muy importantes los aportes que hace para el esclarecimiento y actualización de esta filosofía que se dedica al estudio del ser sensible y su movimiento y se encuentra también como una ciencia experimental.

« Es de notar cómo el mundo de la naturaleza sensible es el único en que encontramos una filosofía y una ciencia experimental, que comparten así nuestro saber, siendo la una para la otra lo que es el alma para el cuerpo.” (1965)


La Ciencia

Para Maritain, « La ciencia general tiene por objeto las necesidades inmanentes a la naturaleza, a las esencias universales realizadas en los individuos, en el mundo de la existencia concreta y sensible ». (1965)

Para él, la ciencia está limitada a lo necesario, va a los objetos inteligibles que el espíritu busca y desentraña dentro de la realidad, no es para tratar lo contingente, debe ser de carácter universal. Es el conocimiento de las cosas por sus principios o causas.

Todas las ciencias tienen naturalezas o esencias universales: unas naturalezas son conocidas o manifestadas (aunque nunca se llega al conocimiento total); a éstas las llamamos ciencias deductivas o de explicación, como son las matemáticas y la filosofía.

Con el fin de conocer a Dios podemos partir de la naturaleza, la increíble maravilla del cuerpo humano, de las cosas que demuestran que existe un motor que se mueve, sin ser movido.

Aproximación a Dios.

Maritain escribió « Aproximaciones a Dios » (1994), para dar una explicación sobre las vías que permiten a la inteligencia humana descubrir  a Dios, las maneras en la cuales la razón humana puede tener ese conocimiento de Dios.

«La perfección del hombre es a la vez obra de Dios y del hombre, supone por parte del hombre una voluntad decidida y tenaz, heroicamente paciente y perseverante, pero hay que decir que lo perfecto viene de Dios, nada de uno mismo.» (1994)

La existencia de Dios sobrepasa cualquier «prueba», « demostración», o « vía », porque la razón demuestra esa existencia, es una actitud inteligente, cuando probamos la existencia de Dios es algo que sobrepasa nuestras ideas, a todas las pruebas o demostraciones.

Maritain se interroga: « Como es posible que quién esté pensando, en acto de inteligencia, quién está inmerso en el fuego de conocer y de la actividad intelectual, un día fuera pura nada, un día no existiera? ». (1994)

Según él, la esencia de la existencia y de la vida de Dios, es un misterio que no tiene fácil acceso a un simple razonamiento, que tiende más a la fe que a la ciencia. Cuando se haya agotado toda en la ciencia... aparece el Creador.

 

 

 

  Aspectos puntuales del pensamiento de Maritain

En esta apartado mi referente más inmediato es Plaza (2006), gran conocedor de la filosofía de nuestro autor.
La persona
Aceptando que es “una paradoja” recurrir a una cita que no pertenece a Maritain, sino a Mounier (1938), quien con frecuencia discutiera sus pareceres, quiero partir con Plaza,  que: “Una persona es un ser espiritual constituido como tal por una manera de subsistencia y de independencia en su ser; ella mantiene su subsistencia por la adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una constante conversión; ella unifica así toda su actividad en la libertad y desarrolla por añadidura, a golpes de actos creadores, la singularidad de su vocación”.

Ontología de subsistencia, referencia a una  jerarquía de valores, singularidad y creatividad coexisten en la persona, y por ello Maritain, dice Peces-Barba (1972),  “nos interpela desde una noción de la sociedad humana cuyo fin es integrar a los individuos, pero que encuentra su última razón de ser en el desarrollo de las personas. Esta definición personalista de la sociedad conlleva determinadas exigencias en cuanto a sus estructuras y funciones que se resumen en cinco grandes propuestas: libertad, igualdad, amistad, verdad y justicia”.

Como nos decía Posenti (1978), “la exigencia de la libertad es absolutamente central en el pensamiento de Maritain, ya que en ella se incluyen no solo la libertad política del ciudadano, sino también la radical libertad del hombre frente a sí mismo, a su propio destino, y a Dios”.
Pero quiero ser más explícito para intentar responder –al menos en lo fundamental–, a ese misterio que sigue siendo el hombre. Para ello analizaré los constituyentes formales de la persona: individualidad y espiritualidad.

La individualidad


Me pregunto con Díaz (2006): ¿Qué es propiamente el individuo?, ¿qué constituye su peculiaridad?

Para Maritain (1968),  “la individualidad se opone al estado de universalidad en el que las cosas están en el espíritu, y designa el estado concreto de unidad o de indivisión necesaria para existir, merced al cual toda la naturaleza existente o capaz de existir se pone en la existencia como distinta de los demás seres”.
“Tanto en el hombre como en los demás seres corporales, en el átomo, en la molécula, en la planta, en el animal, la individualidad tiene por raíz ontológica primaria: a la materia”. (1968).
La raíz que constata nuestro filósofo es, como él mismo precisa, “primaria”; es decir, no es la única, pues en el caso del ser humano la otra y necesaria raíz ontológica, que explica la individualidad humana, es la espiritualidad, que el hombre sea espíritu.
A Díaz esto le parece especialmente relevante en la línea de afirmar la unidad del ser humano: “individualidad y personalidad no son dos realidades distintas, sino dos aspectos de una misma realidad, el ser humano” (Bustos 1949). Y para mayor abundamiento, anota lo que afirma otro comentarista: “El hombre en su esencial unidad es, por un aspecto de su ser, una persona, y por otro es un individuo” (Moreno 1987), lo que hay que resaltar es la unidad subyacente en la realidad metafísica que define al hombre.
La espiritualidad
“El cuerpo, dice Maritain (1951),  es una parte esencial del hombre. Por eso podemos afirmar que se es individuo porque se existe materialmente, y se es más plenamente individuo, en el caso del ser humano, porque somos espíritu (individualidad espiritual), el cual completa la diferenciación que implica la individuación material; es decir, el espíritu termina de individualizar al hombre. Entonces, somos personas en cuanto somos espíritu y cuerpo, no sólo espíritu. Decíamos que se es persona en virtud de la espiritualidad, la cual da el sustento último a la unidad material del ser humano, superando con ello la precariedad que le es sustancial. Y, conformando así, una unidad real, una unidad material-espiritual.”
A decir de Giró (1995), “es en la acción, en la praxis, donde se juega finalmente la orientación de la vida humana. Con ello ya podemos vislumbrar la capital importancia que adquirirán estos elementos antropológicos en el campo político, en el sentido de oponer las visiones individualistas y todo lo que ellas implican, a la concepción personalista con su defensa integral del ser humano y de una vida social más humana.”
Caiceo (1994) interpreta a Maritain así: “El hombre por ser persona está dotado de materia y espíritu; por la materia tiene una individualidad y por el espíritu posee una personalidad, pero sin embargo es una unidad”

Moreno (1987) afirma que  “Maritain concibe al hombre como una sustancia corporal inteligente, es decir, como una persona, como un universo de naturaleza espiritual”
En el terreno estrictamente religioso, en la Universidad Ramón Llull (2003) se ha señalado que  “Jacques Maritain hace igualmente una incursión en la mística, que él define como la sabiduría superior, aquello «que se encuentra en el corazón de la existencia humana». Por esto destaca grandes figuras de estas experiencias trascendentes, como por ejemplo san Benito, santa Catalina de Siena, santa Teresa de Ávila y santa Teresa de Lisieux. Pero el místico más admirado y estudiado por Maritain es sin el menor asomo de duda san Juan de la Cruz. Maritain sitúa a este santo como el punto álgido de la mística cristiana, de una manera equivalente a lo que representa Santo Tomás en la filosofía cristiana.”
Continuando en el terreno de la mística se destaca, en esta institución, que nuestro filósofo “también miró más allá de la religión cristiana. Supo encontrar en la ascesis india la confirmación de que el alma humana tiende a la experiencia mística, al encuentro con Dios. Este interés por otras religiones -que en ningún caso se tiene que confundir con un intento de sincretismo- evidencia que el pensamiento de Maritain era en algunos aspectos bastante adelantado a su tiempo. Este trazo interreligioso profetiza una parte del espíritu del Concilio Vaticano II y del camino que la Iglesia ha seguido desde entonces.”

Hago mía otra cuestión que Díaz (2006) se formula: ¿En qué afecta a la vida política el reconocimiento, o su ausencia, a la dignidad humana?
Y nos respondemos: “Maritain, utiliza  el fundamento ontológico de la concepción del ser humano para sustentar su visión, la cual deriva de su maestro, Santo Tomás: “La persona es lo más noble y lo más perfecto en toda la naturaleza” (Maritain 1968). No olvidemos que esta afirmación deriva, a su vez, de la noción de persona aplicada a la divinidad, por tanto su importancia metafísica es notable y el pensador galo no duda en hacerla propia para justificar la dignidad de la persona humana.
Maritain (1968) lo expone con estas palabras: “Para distinguir y separar desde el principio una filosofía social que se edifica sobre la dignidad de la persona humana de cualquier otra filosofía social fundada en la primacía del individuo o del bien privado, es la razón por la que ese personalismo insiste tanto en la distinción metafísica entre individualidad y personalidad”.
“La tradición metafísica occidental define a la persona por la independencia, como una realidad que, subsistiendo espiritualmente, constituye un universo aparte y un todo independiente (con independencia relativa) en el gran todo del universo, y cara a cara del Todo Trascendente que es Dios” (Maritain 1968).
En este sentido, según Díaz (2006), “la dignidad humana es fundamento de las relaciones sociales que revierten sobre el mismo hombre, para posibilitarle –a su vez– el cumplimiento de dicha dignidad”. De esta tensión da cuenta la siguiente afirmación de nuestro filósofo: “El hombre es persona y obra dándose a sí mismo sus propios fines, un universo en sí mismo, un microcosmos que, en su existencia precaria y amenazada en el seno del universo material, posee no obstante más alta densidad ontológica que todo ese universo” (1982).

La esperanza

Para  Picón (2004),  la esperanza fue la fuerza motora de la vida y la obra de Maritain pues es indispensable en la búsqueda de la verdad. Por eso nuestro filósofo es paradigma de esperanza.

Para tratar el tema debo partir  con Picón  de que esperanza y verdad son conceptos y realidades que hay que entreligar.

Según este escritor, “Maritain descubrió que el esperar es un movimiento hacia un objeto en lo que éste posee de bueno. En la Revelación cristiana halló ese objeto, pero lejos de concluir su búsqueda luego de la conversión, supo también discernir que dicho bien no podía poseerse absolutamente, que se trataba de un bien futuro, un bien árduo pero posible, y que como tal supone un camino, al fin del cual hallará la Verdad tan esperada. Tuvo clara conciencia de que el ser humano es incapaz de asir la razón última de su esperanza. Así, en torno a esta idea, configuró todo su pensamiento, y en particular centró aquí el fundamento de la historia de la humanidad. Sin reparos, Maritain presentó a la esperanza como el “hilo de Adriana” necesario para la comprensión del misterio del hombre y su desarrollo cultural.”

Su predilección por la filosofía del hombre lo llevó a preocuparse por el hombre concreto y por su dimensión metafísica y trascendente, temas entorno a cuya médula soñó un verdadero humanismo. Es decir que  Maritain no concibió la posibilidad de imaginar el desarrollo del humanismo integral alejado de una visión esperanzadora del hombre y de su historia. Por ello abordó la problemática filosófica de la historia y del hombre no desde el pasado, sino centrando su atención en lo por venir.

Toda la filosofía de Maritain, aún la anterior a su conversión, giró alrededor de esta preocupación por la Verdad. Verdad y Esperanza se implican en el pensamiento maritainiano porque esta última se sitúa en la estructura misma del pensamiento humano.

Picón sostiene que “todo el pensamiento de Maritain tiene una orientación fundamental hacia la esperanza, desde la antropología hasta la gnoseología y la epistemología. Buscando la verdad donde ella germine.  Maritain se sitúa ante el mundo en una actitud plenamente optimista animada por el dato de la fe. Sabe que el hombre y todo cristiano no están condenados a la esperanza en sentido profano, sino que están abiertos a ella. Así es que todos los intereses especulativos y prácticos, para  él se resuelven en tres preguntas clásicas: ¿qué puedo saber? ¿qué debo hacer?¿qué puedo esperar?

Sociedad, política y democracia
Definido el ser humano como persona y señalados sus atributos, me basaré en ello para afirmar el fundamento propio de la sociedad que es la misma persona humana y su necesidad de expansividad y perfeccionamiento con los otros. Este segundo aspecto se proyectará y se refundirá en el horizonte tan notoriamente contemporáneo que es la conquista de la libertad. “La persona, dice Plaza (2007), es fuente de libertad, fundamento de lo social y sentido de la historia; creo que el pensamiento de Maritain es una notable contribución intelectual y reflexiva de esta verdad que lenta, fatigosa y dolorosamente intenta imponerse en la realidad histórica humana”.
“Maritain señalaba, dice el mismo Plaza,  que en cuanto al funcionamiento de la representación política y al medio esencial y básico de ejercicio de la libertad que es el sufragio universal, la participación activa y real del pueblo en la vida política era insuficiente, y podemos asegurar que lo es aún más hoy. Mas aún, acudía al viejo -pero siempre certero-  Tocqueville (2002) para prevenir que esclavizar al hombre en las cosas cotidianas es especialmente peligroso, porque en ellas la libertad es más necesaria que en las grandes. Hoy, las cosas cotidianas, son la empresa, el sindicato, la obra social, la organización alimentaria y previsional, la salud familiar, la escuela y la televisión”.

Y Maritain concluía, en El hombre y el Estado (2002), que “todo lo que pudiera lograrse en el cuerpo político, merced a los órganos particulares y sociedades de grado inferior al Estado, es decir de la libre iniciativa del pueblo, debiera ser librado a esa inagotable energía; y que así, desde el fondo -a un nivel mucho más profundo que el de los partidos políticos- naciera el programa de conductas para gobernantes y gobernados, los intereses y libres iniciativas grupales, desde la conciencia común de los grupos (locales, laborales, escolares, solidarios, etc., etc.), empezando por los más pequeños hacia los más grandes, y manteniéndose en constante renovación”.

Como vemos, éste es un aspecto en que el pensamiento de Maritain ha mantenido su actualidad y su condición de programa de futuro. Él fue el único  intelectual católico -quizás con Sturzo (1972- que pensó  la democracia del siglo XX en relación con el cristianismo.

En Cristianismo y Democracia (1986)   afirma una relación, diríamos “natural”, entre ambos: “El ímpetu democrático ha surgido en la historia humana como una manifestación temporal de la esperanza evangélica”.

Maritain afirma que la democracia es una forma de Estado, por la cual el poder político tiene un límite en la dignidad de la persona y sus derechos.

Para Zanotti (2012), “él pone a la persona humana y a sus derechos personales como el eje central de la ética política y de una democracia que sea realmente cristiana. La persona humana, como Imago Dei, tiene una dignidad esencial que debe ser respetada y ese respeto se traduce en el respeto a sus derechos humanos fundamentales”.

Maritain defiende la idea de un “Estado laico vitalmente cristiano”. Esto es, el Estado no se confunde con el poder eclesial. El Estado como tal es laico, no tiene poder sobre cuestiones eclesiales, sólo sobre el bien común temporal. En esto, nuestro filósofo aplica la “ingeniería conceptual tomista”.

Pero como nos aclara Fuenmayor (1974) “esa laicidad no implica laicismo, esto es, la pretensión de una autonomía temporal absoluta, donde el cristianismo no tiene ninguna influencia en la vida social. La tiene, pero indirectamente: a través del contenido concreto que va tomando la ley humana, influenciada por una ley natural cristiana, a través de los siglos. Esa ley natural puede ser entendida por cualquier ser humano, por supuesto, y en ese sentido no forma parte de la Revelación”.

Persona, sociedad y pluralidad

Para Díaz (2006), “el fundamento de la sociedad en su conjunto es la persona humana y su proyección en la existencia es la acción y la acción más significativa será la de carácter político.” Es una relación directa entre persona y sociedad, pues, como bien señala Naudón (1948) la noción de personalidad implica, así, las de totalidad e independencia, que constituyen su dignidad y sus derechos”. 

“Una sociedad de hombres libres exige la adhesión a algunos dogmas básicos que constituyen la médula de su existencia, y debe ser consciente de sí y de esos principios, un credo humano y de libertad, que son la vía y los medios para que cada hombre pueda luchar por su libertad final: la carta democrática”, dice Maritain (2002).  Este es el
fundamento del pluralismo y su programa para este milenio.

En el orden temporal, en el plano de lo político y de la sociedad civil, es posible y necesaria la colaboración directa, la amistad cívica que conduce a tener objetivos comunes de pensamiento práctico sin que sea necesaria una identidad doctrinal.

“Basta que en los principios y en las doctrinas tengamos entre nosotros una comunidad de similitudes y proporciones (para Maritain analogías) respecto a un fin práctico determinado, el cual -de por sí- por referirse al bien común, es un fin superior de orden natural”.

Cuando los que pertenecen a familias religiosas o filosóficas diferentes permiten entrar en sí el espíritu del amor, las implicaciones del amor fraterno crean en los principios de la razón práctica y en las acciones de confrontación dentro de la ciudad temporal, una comunidad de similitud y analogía que se corresponde -por una parte - a la unidad fundamental de nuestra naturaleza-y por la otra- no tanto a puntos mínimos de doctrina compartidos, cuanto a una serie de nociones prácticas y de principios de acción de cada uno.

Trabajo y propiedad

Maritain, sotiene Plaza (2007), “quería conceder a trabajo y propiedad,  de un modo adaptado a cada actividad, las ventajas y garantías que la propiedad privada aporta al ejercicio de la personalidad; que en las grandes empresas también el régimen de propiedad sustituya todo lo posible al del asalariado y que la servidumbre de las máquinas -reales y virtuales- sea compensada en la persona humana por la participación de la inteligencia laboral en la administración y dirección –economía comunitaria: participación y responsabilidad, análogamente a la vida política- para transformar desde adentro el puro interés privado, en comunión y amistad fraterna, la sociedad de capitales en sociedad de personas; la copropiedad de algunos bienes (medios de producción), garantizaría lo humanamente importante, el “título” del trabajo y en el futuro un patrimonio común.   Allí se reunen  la persona del trabajador y el instrumento de trabajo, y el primero trabaja con seguridad y libertad, por motivación económica e incentivo moral, con participación y autoridad.

Esta propuesta de Maritain, continúa escribiendo Plaza, consiste en “una forma comunitaria de propiedad que esté efectivamente al servicio de hombre y no caiga en el vicio común a la  propiedad de capitalistas y comunistas de ser un modo
despersonalizado y deshumanizado de poseer, no es sólo actual, sino revolucionaria: esta copropiedad de los medios de producción debería servir de base material a una posesión ejercida como personas no sobre cosas en el espacio, sino sobre funciones y formas de actividad en el tiempo, a la posesión de un cargo o título de trabajo que asegure al hombre un empleo propiamente suyo, ligado a su persona por un vínculo jurídico, título y garantía social de la valorización de lo que fundamental e inalienablemente es propiedad del trabajador, sus fuerzas personales,  su inteligencia, sus brazos”.

El bien común.

“El bien común, recalca Maritain, no es sólo la colección de artículos y servicios públicos que presuponen la organización de una vida comunal, sino también unas condiciones fiscales saneadas, un aparato militar fuerte, un cuerpo de leyes justas, buenas aduanas e instituciones prudentes, todo lo cual lo organiza la sociedad política dentro de su propia estructura, y así mismo la herencia de los grandes recuerdos históricos, sus símbolos y glorias, las tradiciones vivas y los tesoros culturales. El bien común incluye igualmente la integración sociológica de la conciencia cívica total, las virtudes políticas, el sentido del derecho, la libertad de todas las actividades, la prosperidad material y el esplendor espiritual, la sabiduría hereditaria que opera inconscientemente, la rectitud moral, la justicia, la amistad, la felicidad, la virtud y el heroísmo en la vidas individuales de los miembros del cuerpo político.” (2002) 

“(...) el cuerpo político difiere del Estado. Éste es sólo aquella parte del cuerpo político especialmente interesada en el mantenimiento de la ley, el fomento del bienestar común y del orden público, así como la administración de los asuntos públicos. El Estado se especializa en los intereses del todo. No es un hombre ni un conjunto de hombres; es un haz de instituciones combinadas que forman una máquina situada en la cima: este tipo de obra de arte ha sido construida por el hombre y utiliza cerebros y energías humanas y no es sino hombre, pero constituye una encarnación suprema de la razón, una superestructura impersonal y perviviente (...).” (2002)

“(...) el estado no es sino un organismo facultado para utilizar el poder y la coerción, integrado por expertos o especialistas en ordenamiento y bienestar públicos, un instrumento al servicio del hombre. Poner el hombre al servicio de ese instrumento es perversión política. El ser humano como individuo es para el cuerpo político, y el cuerpo político es para el ser humano como persona. Pero en modo alguno el hombre es para el Estado, sino el Estado para el hombre.” (2002)

Educación en los derechos humanos

“Los derechos humanos –afirma Maritain- sólo pueden fundarse vinculándolos a un orden moralmente inviolable y requerido inevitablemente desde la esencia de las cosas, -no son un simple arreglo entre partes-porque la naturaleza humana es un orden por el
cual determinadas cosas (la vida, el trabajo, la alimentación, la educación, la participación en el gobierno de su sociedad, en su sindicato o partido, la información, etc.) se le deben a la persona por su carácter espiritual, libertad y dignidad. Este orden no está consumado y adquirido; es un proyecto que se  impone a nuestras mentes y conciencias, que nos requiere su cumplimiento desde la esencia de las cosas, porque ellas participan en un orden ideal que trasciende a su existencia y se inscribe en un orden absoluto y
eterno.  Tal el fundamento último de los derechos humanos: se inscriben en el nivel axiológico de la ley natural y no pueden sostenerse en sistemas de pensamiento que no acepten  valores objetivamente ciertos; pues, si no se pueden afirmar valores intrínsecos y si la dignidad humana carece de sentido, tampoco lo tienen los derechos del hombre.”  (2002)

“Y es porque olvidamos esto: que los derechos humanos siguen incumplidos, provisorios, sobre todo en lo escondido: en el hambre y la enfermedad secretas, en las desigualdades justificadas por las mismas leyes, en la prostitución aceptada y encubierta cuando es bien retribuida, en la “tinelización” y “susanización” de nuestros jóvenes, en la educación despersonalizada y laicista (como si ser laicista fuera ser imparcial), en la tolerancia oficial explícita al delito de los supuestos “reclamantes justos”. ¿Acaso no es actual este reclamo por el derecho humano a no ser engañado, ni tomado por tonto?” (2002)

Pero no es todo, resta aún, por último, en el marco de la existencia social concreta, la interpelación de Maritain sobre el derecho positivo: el cuerpo de normas jurídicas vigentes en una determinada sociedad.  A este derecho, lo tratamos con frecuencia con una desaprensión escandalosa, dispuestos a crearlo, reformarlo, olvidarlo, suspenderlo, reinstalarlo, manosearlo, hasta convertirlo en un formalismo en el que nadie cree; hemos perdido en algún recodo de nuestras readecuaciones políticas,  jurídicas y hasta metafísicas.

”El programa de Maritain es que este derecho sólo puede recoger su animación del derecho natural, a través del derecho de gentes, pero de una manera contingente, existencializada, histórica, paulatina, respetuosa de cada cultura y pueblo. Sin esta inspiración carece de fuerza moral, es pura fuerza, o es apariencia o peor, cinismo, porque hay un dinamismo que impulsa a las leyes naturales -no escritas- a convertirse en leyes humanas, haciéndolas más perfectas y justas en el tiempo, en el propio campo de sus determinaciones contingentes.

Pero la verdadera propuesta revolucionaria de Maritain, señala Plaza, es que la sociedad tiene el deber de enseñar, proponer, persuadir, convencer, a todos los hombres de este programa. Por eso nos asegura que si la humanidad llegara a sobreponerse de estas amenazas deshumanizantes -no son distintas hoy de las que él combatió- y de las esclavitudes materiales, mediáticas, políticas, sentirá una sed urgente de un nuevo humanismo y grandes ansias de  redescubrir la integridad del hombre, al hombre integral y al hombre integrado con sus semejantes, con la naturaleza y con Dios, y por ello deberá promoverse una educación integral que conecte vitalmente al hombre con el medio social, el trabajo común y el bien común, en lo que fracasaron los individualismos y los totalitarismos.

Nos habla de una educación para una civilización personalista y comunitaria fundada sobre los derechos humanos y que dé satisfacción a las necesidades sociales del hombre, sin discordias con sus exigencias individuales; desarrollando a la vez el sentido de la libertad y el de la responsabilidad, de los derechos y obligaciones humanas, del valor de que se ha de revestir ante el peligro y en el ejercicio de la libertad en aras del bien común, y al mismo tiempo el respeto de la humanidad de cada persona individual. La educación de mañana debe terminar con la separación entre la inspiración religiosa y las actividades seculares en el hombre, ya que el humanismo integral debe incluir entre sus principales rasgos un impulso de santificación del ser profano y temporal. Y deberá acabar también con el divorcio entre el trabajo o actividad útil y la floración de vida espiritual y gozo desinteresado que proceden del conocimiento y de la belleza. Y este es el programa: una educación auténticamente democrática. Todos debemos trabajar y aceptar nuestra parte de la carga de la comunidad humana, según la capacidad de cada cual. Pero el trabajo no es un fin en sí mismo, debe procurar espacio y tiempo para la alegría, la expansión y la delectación del espíritu.

El programa de Maritain para el tercer milenio, dice el mismo Plaza, propone una educación inspirada por una filosofía de los valores auténticamente cristiana, pluralista, pero no falsamente imparcial, como la de los laicistas, que no haga de la duda un paradigma del alma. Porque” la duda es una actitud altamente civilizada en lo que concierne a las infinitas posibilidades y a las futuras conquistas de la ciencia al descifrar los fenómenos. Pero vivir en un estado de duda en lo que concierne, no a los fenómenos, sino a las últimas realidades cuyo conocimiento es una posibilidad natural, un privilegio y un deber para la humana inteligencia, es vivir más miserablemente que los animales que tienden, al menos con seguridad instintiva, sólida y confiada, hacia los objetivos de su efímera vida”. (1965)

 

 

 

Legado de Maritain


Morón (1980) sostiene con toda claridad que ”no sabríamos dar una explicación cabal, fuera de recurrir a Dios como providente de la historia, de por qué en los siglos y en la humanidad se dan personas que llevan consigo un mensaje de iluminación, de señalación de nuevas sendas a los hombres, descubriendo o trayendo a la memoria presente antiguas verdades ya olvidadas u oscurecidas, y que con todos esos aportes los hombres se ven impulsados a seguir caminos de bien y de realización o plenitud humanas”.

Uno de esos hombres ha sido en el siglo XX nuestro gran filósofo Jacques Maritain, al que queremos y del que tratamos de aprender bebiendo de sus enseñanzas en cuanto al pensamiento y a la acción social.

Pero digamos con claridad también, que esos inmensos aportes que esos genios o talentos han hecho, no han sido siempre debidamente aprovechados por los hombres de su época ni por las generaciones que inmediatamente los han sucedido.

Como el mundo actual tan conflictuado y desorientado, necesita de las grandes enseñanzas de la tradición milenaria que actualizara y nos brindara nuestro filósofo, no queremos que eso pueda acontecer, es decir, que queden en el olvido y sólo para estudio de especialistas sus enseñanzas.

Este artículo, como ya he señalado, pretende intentar ponernos ante su legado para que nos enriquezcamos intelectualmente y para que con él podamos servir también  a quienes todavía no lo conocen.

Luego de referirme al primer legado de Maritain, sus obras,  apelaré a los autores con que he trabajado hasta ahora.
Las obras
En las obras de Maritain podemos considerar dos etapas o fases: en la primera  que se prolonga aproximadamente hasta 1935, prevalecen los estudios de filosofía teorética; de este período cabe citar Arte y Escolástica (1920), Tres reformadores (Descartes, Lutero y Rousseau, 1925), Reflexión sobre la inteligencia y sobre la propia vida  (1929), Distingir para unir o los grados del saber  (1932), Siete lecciones sobre el ser y los primeros principios de la razón especulativa (1934) y Ciencia y sabiduría (1935).
Y en la segunda etapa trata más bien temas de filosofía práctica; la obra maestra de esta fase es el célebre texto Humanismo Integral (1936), junto al cual cabe mencionar Primacía de lo espiritual (1927),  Del régimen temporal y de la Libertad (1933),  Cristianismo y democracia (1942) y Principios de una política humanista (1944).
Posteriormente escribe otras obras como Breve tratado  de la existencia y del existente (1947);  e incluso tres en inglés, estando en los Estados Unidos: Educación del cruce de caminos  (1944), El Hombre y el Estado (1950), Intuición creativa en el Arte y la Poesía (1953). La persona y el bien común, publicada en 1947, es otra de sus obras conocidas.
Ahora bien, para Giménez (2003), “la gran obra de Maritain es, según los expertos, “El hombre y el Estado”. En esta obra, publicada en 1950, analiza la creciente relativización de la soberanía estatal,  anuncia lo que después ha sido la crisis del concepto Estado-Nación y la tan conocida globalización, dos realidades que nos suenan mucho actualmente para lo bueno y para lo malo”.  


El mensaje
Creo que todo cuanto he desarrollado hasta ahora viene a ser legado que nos ha dejado Maritain. Empero aquí quiero poner énfasis en tres puntos que, a mi parecer  hoy el mundo requiere con insistencia.

La persona humana 
                 
Diré, antes que nada, que, como nos recuerda Morón (1980), “la vida de Maritain, su persona, es un legado extraordinario. Nos muestra la búsqueda apasionada que junto con su esposa Raïssa hicieron de la Verdad en una época y en ambientes cargados de positivismo y cientificismo. Ellos con sus “grandes amistades” vinieron a ser “Peregrinos del Absoluto”. Por lo demás, esa vida del filósofo está toda ella tejida de integridad y veracidad y fue un ejemplo de testimonio de lo que asentaba en sus obras”.

Advertimos, que es el hombre lo que tanto ha atraído la preocupación insistente y profunda de Maritain. Sabemos por la historia que, el conocimiento de la realidad de la persona y su correcta conceptuación, aunque en rigor son filosóficas, tal como han sido receptadas en nuestro mundo occidental, han sido fruto de una iluminación hecha desde fuera de la filosofía, desde la fe sobrenatural cristiana.

Maritain encumbra a la persona humana con un carácter de trascendencia por sobre todo lo creado, pero precisa ese gran significado y saca sus conclusiones para la vida práctica social, política, de la educación y económica, y la proyecta sobre toda la cultura humana y dentro de una filosofía de la historia.

Sus escritos sobre la persona se encuentran y entroncan con el movimiento filosófico del personalismo que, con una significación distinta, había surgido a comienzos del siglo XX.

Como nos dice Maritain, “el filósofo para ser tal, debe ser metafísico; los conceptos de sustancia, esencia, acto, potencia y persona, aunque se las exprese con distintos términos, tienen ese carácter metafísico, no llegar a esa dimensión es concebir por ejemplo al hombre, sólo como una realidad psicológica, empírica o sólo neuronal o también, como una corriente de sensaciones y percepciones sin llegar al sujeto persona, no experimentable sensiblemente pero que, desde abajo y constituyendo sustancial y profundamente al ser humano, como hipóstasis, todo lo sostiene y realiza en el hombre”. (1982)

En un lúcido capítulo de su libro “El hombre y el Estado” (2002), Maritain con sensatez y prudencia nos ha dicho que”es necesario y práctico que, aunque no se coincidan en las ideas, tiene que darse una convergencia práctica en la afirmación y proclamación de los Derechos Humanos”.
En el pensamiento de Maritain también ocupa un lugar especial la preocupación por eliminar el padecimiento de la faz de la tierra, por construir un mundo más humano.  Las dos guerras mundiales, el nazismo y el socialismo soviético han sido calamidades que sólo han llevado muerte y dolor, y que han rebajado la dignidad humana.
Nuestro pensador, dice Morón, “cree posible una civilización nueva y, desde luego, mejor. Para que esto sea real el mundo profano tiene que ser autónomo, no se trata pues, de hacer un estado religioso. Pero este mismo estado, esta sociedad, se tiene que construir teniendo en cuenta el cristianismo y sus valores. Al mismo tiempo el mundo ha de evolucionar mediante la técnica, pero ésta no puede estar sólo al servicio de unos cuántos- sino de todo el mundo. La técnica y la ciencia tienen que ser, desde luego, una herramienta para mejorar el mundo, pero la humanidad no tiene que ser su esclava”.
Maritain, pues, hace un llamamiento a un compromiso con la época que a cada cual nos ha tocado vivir, y esto también quiere decir participar de la justicia social y los derechos humanos.
Todas estas reflexiones del filósofo están plenamente de acuerdo con los principios evangélicos y son el camino para hacer un mundo más humano y a la vez más cristiano.
La democracia

Gentile (2003) nos recuerda que  Maritain en “Cristianismo y Democracia”, escrito en 1942, durante la segunda guerra mundial cuando su país, Francia, estaba ocupada todavía por los alemanes, afirmaba que “La tragedia de las democracias modernas consiste en que ellas mismas no han logrado aún realizar la democracia.”

Como causa de este fracaso decía que “los enemigos del ideal democrático no se han desarmado nunca” y que “los antagonismos irreductibles, inherentes a una economía fundada sobre la fecundidad del dinero; el egoísmo de las clases acomodadas y la separación del proletariado erigido por el marxismo en principio místico de la revolución, han impedido que las afirmaciones democráticas pasen a la vida social; y la impotencia de las sociedades modernas ante la miseria y ante la deshumanización del trabajo, su imposibilidad de sobrepasar la explotación del hombre por el hombre, fueron para ellas una amarga derrota.” (2002)

“Pero la causa principal es de orden espiritual (...)” ya que el “principio esencial” de las democracias modernas “viene de la inspiración evangélica y no puede subsistir sin ella”. (2002)

“La cuestión no es encontrar un nombre nuevo a la democracia, sino descubrir su verdadera esencia y realizarla; pasar de la democracia burguesa, desecada por sus hipocresías y por falta de la savia evangélica a una democracia íntegramente humana; de la democracia frustrada, a la democracia real.” (2002)

“Es en su oposición radical a la filosofía esclavista, dice Gentile,  que se ve surgir más claramente los caracteres esenciales de la filosofía democrática del hombre y de la sociedad, o de la filosofía política humanista. Esta se reconoce en estos rasgos: derechos inalienables de la persona, igualdad, derechos políticos del pueblo, puesto que el régimen político supone el consentimiento de aquél, y los mandatarios gobiernan como vicarios suyos; primado absoluto de las relaciones de justicia y de derecho en la base de la sociedad, ideal, no de guerra, de prestigio o de poder, sino de mejoramiento y de emancipación  de la vida humana, y la fraternidad. Para esta filosofía, la obra política es, por excelencia, una obra de civilización y de cultura; tiende ante todo a procurar el bien común …”

 

En la comunidad, como ha dicho acertadamente Délos (1948), “el objeto es un hecho que precede las determinaciones de la inteligencia y voluntad humanas y que actúa independientemente de ellas para crear una psiquis común inconsciente, sentimientos y estados psicológicos comunes y costumbres comunes”.

 

“Pero en una sociedad el objeto es una tarea a realizar o un fin que alcanzar el cual depende de las determinaciones de la inteligencia y voluntad humanas, estando precedido por la actividad –sea decisión, o al menos consentimiento- de la razón de los individuos: así, en el caso de la sociedad el objetivo y el elemento racional en la vida social emerge explícitamente y asume su función directriz. Una empresa comercial, un sindicato obrero, una asociación científica son tan sociedades como el cuerpo político”.Gentile (2003)

 

Los grupos regionales, étnicos y lingüísticos y las clases sociales son comunidades. La tribu, el clan, son comunidades que allanan el camino para el advenimiento de la sociedad política.


“Incluso en las sociedades naturales , como la familiar o la política- o sea, en las sociedades imperativas y espontáneamente modeladas en bruto por la naturaleza- la sociedad brota finalmente en la libertad humana.” (2002)

“En oposición a la nación, tanto el cuerpo político como el Estado pertenecen al orden de sociedad, incluso sociedad en su forma más elevada o “perfecta”. En  nuestro tiempos, los dos términos se utilizan como sinónimos, y el segundo tiende a invalidar al primero.” (2002)

El cuerpo político o la sociedad política es el todo. El Estado es una parte -la más sobresaliente- de ese todo.

“La sociedad política, impuesta por naturaleza y lograda por razón, es la más perfecta de las sociedades temporales. Es una realidad humana concreta y total que tiende a un bien humano concreto y total: el bien común.” (2002)

Iglesia y modernidad

Maritain, afirma Morón (1980),  “como hombre creyente que mira el mundo desde una posición privilegiada, fue uno de los intelectuales católicos que más firmemente apostó por el aggiornamento propugnado por el Vaticano II. Él trabajó a fondo por esta renovación de la Iglesia católica a caballo de los pontificados de Juan XXIII y Pablo VI. No es difícil encontrar trazas del pensamiento de Jacques Maritain en el espíritu surgido del Concilio Vaticano II; no sólo en el ecumenismo y el movimiento interreligioso, sino también y sobre todo en la relación entre la Iglesia y la sociedad moderna. Muchas de las cuestiones que el pensador francés había trabajado durante años, que se podrían resumir en el encaje de la Iglesia dentro del cambiante mundo actual, se ven reflejadas en los documentos del Concilio”.
“Insistía en que se ha de evitar caer en el error de rechazar el mundo moderno y sus cambios. La religión ha de ir en concordancia con su época, porque el cristianismo no es una teoría abstracta y alejada de la realidad. Por esto los cristianos han de estar muy atentos a la evolución de su tiempo.”  Parece que estuviéramos leyendo a S.S. el Papa Francisco.
Maritain concebía todo su pensamiento desde el punto de vista del amor cristiano, tanto el amor entre los seres humanos como del hombre con Dios. Es por el amor que se tiene que construir un mundo mejor y en paz, que se han de establecer canales de comunicación más visibles entre Iglesia y sociedad y que se tiene que promover un diálogo fraterno entras las diferentes confesiones cristianas y entre las distintas religiones. Esta estima no se quedó en retórica y nada más, sino que fue muy visible en el matrimonio de Jacques y Raïssa y sobre todo con las amistades que los dos hicieron con los años.

Vigencia de Maritain


Por su pensamiento.

Viotto (2004) acierta al decir que un autor como Maritain, que ha sido traducido a una gran cantidad  de lenguas,  no se puede arrinconar fácilmente.

Los medios intelectuales  se están dando cuenta  de la importancia de su obra. Los historiadores de la filosofía, incluidos los llamados laicos, se percatan que Maritain es el exponente más calificado y avanzado del catolicismo.

Ha sido definido por muchos como "el gran pensador cristiano de la democracia" y es recordado cada día más en todo el mundo porque cumplió perfectamente la misión de hacer de puente entre la fe cristiana y la ciencia, el pensamiento, la política y la cultura de nuestro tiempo.
Giménez (2003) al  hablar sobre “Jacques Maritain, el gran interpretador de nuestro tiempo en clave cristiana”,  “considera que este filósofo, a diferencia de Sartre o de otros intelectuales modernos, está siendo reconocido más ahora que cuando vivía. Y es que su pensamiento, particularmente el político, ha adquirido mayor vigencia con el paso del tiempo desde que murió en mayo de 1973”.
Sin embargo, una cierta parte del mundo católico, preocupada de estar al paso de las modas filosóficas, lo olvida un poco, prefiriendo la fenomenología o la hermenéutica al tomismo de Maritain.  Olvidan que sólo una auténtica filosófica del ser es verdaderamente compatible con el cristianismo.

Zanotti (2012) al escribir sobre la Importancia de Maritain para los debates de nuestro tiempo, sostiene que nuestro pensador  “no ha pasado de moda. Su pensamiento tiene elementos que pueden ser considerados clásicos y por ende aplicables a circunstancias presentes y futuras”.

Y García Venturini (1978)  afirma que “aún hoy a Maritain vale la pena conocerlo íntegro, pues su filosofía es una de las mayores de nuestra época, quizá la más minuciosamente elaborada y fundamentada, el más ingente esfuerzo por conciliar las exigencias de la fe católica con los aportes positivos provenientes de fuera de la Iglesia, la más patética y convincente defensa de los derechos humanos fundamentales, una de las expresiones más acabadas del Espíritu de Occidente”.

Según Plaza (2007), Maritain, a inicios del tercer milenio, “es más actual que  nunca, un resplandor orientador en el siglo dificilísimo que se inicia”. Y son variados los temas propiamente maritainianos -¿porqué no conciliares?- que podemos retrabajar hoy: el centro, siempre, es la idea de persona humana y su  libertad; otros: la libertad religiosa, el apostolado de los laicos, las relaciones con las otras religiones, la sociedad política y la democracia, el trabajo, el pluralismo, la educación, nombrados sólo como ejemplos, para mostrar cómo el filósofo  nos interpela, y ciertamente no desde el pasado, sino desde un futuro a realizar, como un exigente desafío, que no es otro que el respeto a la verdad y a la naturaleza de las cosas”.

¿Cómo repensar los  lazos entre cristianismo y democracia, es más, entre religión y sociedad civil, en la hora de la mundialización?

¿Cómo conjurar el peligro de una democracia relativista a la deriva?

¿Cómo conciliar el servicio a la libertad y a los valores morales de ella derivados, con el respeto a la libertad de elección democrática?

“Estos desafíos, sostiene Plaza,  se asemejan a los que Maritain asumió al intentar iluminar la realidad de un tiempo enteramente nuevo -infestado de totalitarismos y guerras- con los grandes principios de la tradición tomista, y generar la utopía de la “nueva cristiandad” que marcó profundamente a más de una generación de católicos. Hoy también “debemos conjugar -sin sacrificar ninguno- el movimiento vertical hacia la vida eterna (que ha comenzado aquí abajo) con el movimiento horizontal mediante el cual se revelan progresivamente la sustancia y las fuerzas creadoras del hombre en la historia” (2002)

Recuperar las raíces cristianas de la democracia, reapropiarse para los cristianos del ideal democrático, recordar el grito bergsoniano: “la democracia es de esencia evangélica”; dicho en claro, el cristianismo es necesario a la democracia. ¿Acaso el hombre del tercer milenio ha ya agotado la reflexión sobre los fundamentos cristianos de la democracia y sobre la contribución necesaria que los cristianos deben aportarle? ¿Cuál es el compromiso democrático del cristiano del tercer milenio?

Según Plaza (2007), “trabajo y propiedad es otro tema en el cual las propuestas de Maritain conservan plena vigencia. Comenzando con su severa crítica que advertía el impacto del industrialismo -hoy informatización, tecnocratismo y mundialización de la economía- sobre las unidades económicas organizadas en sistemas integrados, en la actualidad a escala planetaria, de modo que la propiedad privada llegó a transformarse en un medio de dominación no solo económica sino también política”.
Por último, Díaz (2006) señala que enfrentar la violencia, o al menos mitigar sus dolorosos efectos, es una tarea dificilísima; pero creemos, a pesar de todo, que es posible intentarla. “El yo, por ser no sólo un individuo material, sino además una persona espiritual, se posee a sí mismo y se tiene a sí mismo en la mano, en tanto que es espiritual y libre” (Maritain 1982). Si el hombre es capaz de poseerse a sí mismo, que es lo que sostiene ¿por qué no va a ser capaz de hacerse cargo de sus propias limitaciones? ¿por qué no le va a ser posible usar de su libertad para superar la violencia que está en él y la que lo circunda? No esperamos que ello ocurra de forma completa y pronto, ni menos “automáticamente”, ni tan siquiera se realice en la historia cercana, pero sí que es posible avanzar hacia su consecución progresiva aunque su plenitud no la alcancemos nunca.

Por las instituciones dedicadas a él
El año siguiente a la muerte del insigne pensador se fundaba en Roma el Instituto Internacional Jacques Maritain, entidad que tiene por objetivos estudiar y difundir el pensamiento del filósofo, pero también promover investigaciones más generales sobre los problemas de la cultura- la sociedad y el hombre contemporáneos.
Luego se han ido creando y desarrollando secciones del Instituto Internacional o institutos,  y asociaciones similares en varios países.
Merece mención espacial el Círculo de Estudios Jacques y Raïssa Maritain, con sede en Kolbsheim,  cerca de Estrasburgo,  que tiene  una función centrada en la obra del matrimonio Maritain. Esta institución conserva su documentación, la da a conocer y fomenta su estudio.
Finalmente es justo que señale que en nuestra América Latina destaca el Instituto Argentino 'Jacques Maritain', Sección Argentina del 'Instituto Internacional Jacques Maritain', que fue fundado en mayo de 1977.



Quiero concluir  sosteniendo  algo que me parece clave en la vigencia de Maritain como maestro del siglo XXI: considera la persona como fundamento de la sociedad y reconoce en el pluralismo una connotación fundamental del estado democrático sin caer en el relativismo, porque la conciencia está vinculada a la verdad, pero no puede imponer a los demás sus convicciones morales.

En una situación extrema, como el caso de una ley considerada injusta aprobada por la mayoría, la persona debe hacer objeción de conciencia.

El Estado democrático puede conciliar verdad y libertad, superando así el absolutismo de un Estado totalitario, que quiere imponer una verdad de Estado, y el relativismo de un Estado liberal, que niega la verdad.

El Estado no puede ser neutro, también el laicismo es un fundamentalismo, tiene que ser neutral y garantizar a todos los grupos ideológicos y religiosos la libertad de expresión.


Lima, octubre de 2014

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