Filosofía Antigua (parte I)
FILOSOFÍA DE ORIENTE
Generalmente
se ha considerado que la filosofía aparece en Grecia, en el siglo VI a.C., pero
recientes estudios determinan que antes de esta cultura ya existían algunos
planteamientos de carácter filosófico que desarrollaron otras culturas como las
Orientales: India, Egipto, China, Persia y Babilonia.
Las culturas
orientales se caracterizaron por ser eminentemente religiosas y míticas, es
decir fueron un patrimonio de la casta sacerdotal cuyo único fin era transmitir
la pureza de esas concepciones. Eran tradicionales y moralistas.
Se quiere afirmar que el origen de la
filosofía griega es pues oriente, como se afirma sobre el origen de la
geometría así como de la aritmética Egipto, tal vez por el gran intercambio
comercial que existía en esa época, de igual manera se quiere afirmar que la
filosofía proviene de esa zona, sin embargo notamos, como hemos afirmado líneas
arriba, La sabiduría oriental es esencialmente religiosa: es patrimonio
de una casta sacerdotal cuya única preocupación es la de defenderla y
transmitirla en toda su pureza. El único fundamento de la sabiduría oriental es
la tradición. La filosofía griega es, por el contrario, investigación.
Nace de un acto fundamental de libertad frente a la tradición, las costumbres y
cualquier creencia aceptada como tal. Su fundamento consiste en que el hombre
no posee la sabiduría sino que debe buscarla: no es sofía sino filosofía,
amor a la sabiduría, indagación directa para rastrear la verdad más allá de
las costumbres, de las tradiciones y de las apariencias.
FILOSOFÍA
GRIEGA
INICIOS DE LA FILOSOFÍA GRIEGA:
CARACTERÍSTICAS.
Los inicios de la filosofía griega se
encuentran en la propia Grecia: en los primeros indicios de que la filosofía
como tal (o sea como investigación) se empieza a manifestar en las cosmologías
míticas de los poetas, en las doctrinas de los misterios, en las sentencias de
los Siete Sabios y sobre todo en la reflexión eticopolítica de los poetas.
El más antiguo documento de cosmología mítica
entre los griegos es la Teogonia de Hesíodo en la que ciertamente
confluyen antiguas tradiciones. El propio Aristóteles (Met., 1, 4; 984 b,
29) dice que Hesíodo fue probablemente el primero que buscó el principio de
las cosas al decir: "lo primero de todo fue el caos, después fue la tierra
del amplio seno... y el amor que resplandece entre los dioses inmortales" (Teog.,
166 sigs.). Después de Hesíodo, el primer poeta cuya cosmología se conoce
es Ferécides de Siro, contemporáneo de Anaximandro, probablemente nacido hacia
el año 600-596 antes de J. C. Dice que antes de cualquier cosa y eternamente
existían Zeus, Cronos y Ctonos. Ctonos era la tierra, Cronos el tiempo, Zeus el
cielo.
Pero el clima en que pudo nacer y florecer la
filosofía griega fue preparado por la poesía. La reflexión moral de los poetas
elaboró en Grecia aquellos conceptos fundamentales que habían de servir a los
filósofos para la interpretación del mundo. El concepto de una ley que da
unidad al mundo humano se encuentra por primera vez en Homero. La Odisea está
totalmente dominada por la fe en una ley de justicia, de la cual los dioses son
custodios y garantes, ley que determina en los acontecimientos humanos un orden
providencial, gracias al que el justo triunfa y el injusto es castigado.
Finalmente, Esquilo es el profeta religioso
de esta ley universal de justicia, cuyo triunfo trata de expresar su tragedia.
Así, antes de que la filosofía descubriese y justificase la unidad de la ley
subyacente en la dispersa multiplicidad de los fenómenos naturales, la poesía
griega había descubierto y justificado la unidad de la ley inmanente en los
aparentemente desordenados y mudables acontecimientos de la vida social humana.
Como veremos, la especulación de los primeros físicos no ha hecho más que
buscar en el mundo de la naturaleza aquella misma unidad normativa, que los
poetas habían rastreado en el mundo de los hombres.
Relación de los siete sabios
1. Cleóbulo de Lindos: se le atribuye la
máxima La moderación es lo
mejor. También se conoce su aforismo Aceptar la injusticia no es una
virtud, sino todo lo contrario.
2.
Solón de Atenas: acuñó la máxima Nada con exceso, todo con medida para guiar el comportamiento práctico
de los hombres. Otro aforismo atribuido a él es No tengas prisa en buscar nuevos
amigos, pero una vez encontrados no tengas prisa en deshacerte de ellos.
3.
Quilón de Esparta: autor de la máxima No desees lo imposible.
4.
Bías de Priene: La mayoría de los hombres son malos,
indica la máxima atribuida a este político griego.
5.
Tales de Mileto: Se le atribuye la
máxima En la confianza está el
peligro.
6.
Pítaco de Mitilene: El aforismo por el
que se le conoce es Debes saber
escoger la oportunidad.
7.
Periandro de Corinto: Es autor de la
máxima Sé previsor con todas
las cosas.
PERIODOS DE
LA FILOSOFÍA GRIEGA:
Tenemos los
siguientes:
1. El período cosmológico,
que comprende las escuelas presocráticas, con excepción de los sofistas,
está dominado por el problema de descubrir la unidad que garantiza el orden del
mundo y la posibilidad del conocimiento humano.
2. El período antropológico,
que comprende a los sofistas y a Sócrates, está dominado por el problema
de hallar la unidad del hombre en sí mismo y respecto a los demás hombres, como
fundamento y posibilidad de la formación del individuo y de la armonía de la
vida en sociedad.
3. El período ontológico,
que comprende a Platón y a Aristóteles, se ve dominado por el problema
de rastrear en la relación entre el hombre y el ser la condición y la
posibilidad del valor del hombre como tal y de la validez del ser como tal.
Este período, que es el de la plena madurez del pensamiento griego, replantea
en síntesis los problemas de los dos períodos precedentes.
4. El período ético,
que abarca al estoicismo, al epicureísmo, al escepticismo y al
eclecticismo, se centra en el problema de la conducta humana y está
caracterizado por la disminución de la conciencia del valor teorético de la
investigación.
5.
El período religioso, que comprende las
escuelas neoplatónicas y sus afines, está dominado por el problema de encontrar
el camino de la reunión del hombre con Dios, considerándolo como único camino
de salvación. Estos períodos no representan divisiones cronológicas rígidas: no
sirven más que para dar un cuadro de conjunto y recapitulación del nacimiento,
desarrollo y decadencia de las investigaciones filosóficas en la Grecia
antigua.
A
continuación la descripción de cada periodo.
1.
EL PERÍODO COSMOLÓGICO,
Comprende las escuelas presocráticas, con excepción de los
sofistas, está dominado por el problema de descubrir la unidad que garantiza el
orden del mundo y la posibilidad del conocimiento humano.
En
este periodo hubo varias escuelas. Así tenemos:
a) ESCUELA DE MILETO
TALES DE MILETO.
En resumen
Tales planteaba:
· La fuente o
principio de todas las cosas es el agua.
· La tesis del hilozoísmo. Es decir, que todas las
cosas, incluso las aparentemente inanimadas, tienen vida: «todo está lleno de
dioses”
ANAXIMANDRO
Anaximandro
es el primero en plantearse el problema del proceso a través del cual las cosas
se derivan de la sustancia primordial. Tal proceso es la separación. La
sustancia infinita está animada por un movimiento eterno, en virtud del cual se
separan de ella los contrarios: cálido y frío, seco y húmedo, etc. Por medio de
esta separación se engendran infinitos mundos, que se suceden según un ciclo
eterno. Cada uno de ellos tiene señalado el tiempo de su nacimiento, de su
duración y de su fin. "Todos los seres deben pagarse unos a otros la pena
de su injusticia según el orden del tiempo"
En resumen:
Que el principio de todas las
cosas existentes no es ninguno de los denominados elementos (agua, aire,
tierra, fuego), sino alguna otra naturaleza apeiron (indefinido o infinito)
La idea de mundos infinitos
(simultáneos o sucesivos).
Se le atribuye a Anaximandro la autoría de cuatro
libros: Sobre la naturaleza, Perímetro de
la tierra, Sobre las estrellas fijas y una esfera celeste, Sobre la naturaleza.
ANAXÍMENES
b) ESCUELA ITÁLICA O PITAGÓRICA.
PITÁGORAS
Así
mismo que el arje o principio de todas las cosas lo constituye un ente
abstracto que le denominó Número.
c) ESCUELA
ELEATICA.
Por primera vez, con
la escuela eleática, la sustancia se convierte por sí misma en principio
metafísico: por primera vez, se la define no como elemento corpóreo o como
número, sino sólo como sustancia, como permanencia y necesidad del ser en
cuanto tal. Para éstos la sustancia es el ser que es y debe ser: es el
ser en su necesidad normativa, en su unidad e inmutabilidad, que hace de él el
único objeto del pensamiento, el único término de la investigación filosófica.
El principio del eleatismo marca una etapa decisiva en la historia de la
filosofía. Presupone indudablemente la investigación cosmológica de los jonios
y de los pitagóricos, pero la libra de su supuesto naturalístico y la lleva por
primera vez al plano ontológico en el cual habían de enraizarse los sistemas de
Platón y de Aristóteles.
JENÓFANES ( 580-480 a . C .)
PARMÉNIDES
En particular,
Parménides no entiende la eternidad como duración infinita, sino como negación
del tiempo. "El ser nunca ha sido ni será, porque es ahora todo el,
uno y continuo."
Parménides fue el
primero que elaboró el concepto de eternidad.
El ser es indivisible
porque es todo igual y no puede ser en un lugar más o menos que en otro; es
inmóvil porque reside en sus propios límites; es finito porque lo infinito es
incompleto y al ser no fe falta nada. El ser es lo completo y la perfección; y
en este sentido precisamente fínitud. Como tal, Parménides lo compara
con una esfera homogénea, inmóvil, perfectamente igual en todos los puntos.
En realidad, Parménides formulo por primera
vez con absoluto rigor lógico los principios fundamentales de aquella ciencia
filosófica que muchos años más tarde se llamará ontología.
Por primera vez en
Parménides, el problema del ser se plantea como problema metafísico ontológico,
es decir, en su máxima generalidad y no sólo como problema físico. La pregunta
"¿qué es el ser? " cuya respuesta ha querido dar Parménides, no es
equivalente a la pregunta "¿qué es la naturaleza?" cuya respuesta
habían buscado los filósofos anteriores, incluso el propio Heráclito. En primer
lugar, el ser de que habla Parménides no es solo el ser de la naturaleza sino
también el del hombre, el de las comunidades humanas o de cualquier cosa
pensable; y en segundo lugar, no tiene una relación directa con las apariencias
naturales o empíricas, porque está más allá de tales apariencias y constituye
su estructura necesaria, solamente reconocible con el pensamiento.
En resumen:
Considera
que el movimiento no existe, puesto que es el
cambio de una cosa que es a otra que no es, o viceversa; la diversidad
no existe, porque si existiera más de un ser, uno no sería el otro y el otro no
sería el primero.
El
arje será por lo tanto un ser inmóvil y único; es pues, el único filósofo
griego que niega el movimiento. Sin embargo, hay que explicar un movimiento que
parece evidente. Para ello Parménides dice que existen dos vías de
conocimiento, la vía de los sentidos o la opinión (doxa) y la vía de la razón o
la verdad (aletheia). Los sentidos nos engañan hasta el punto que nos parece
que existe el cambio. Sin embargo, la razón nos puede demostrar que el
movimiento es algo imposible.
De
la unidad no puede surgir la pluralidad, porque supondría el paso del ser al no
ser. A partir de Parménides los filósofos adoptan el pluralismo, es decir,
admiten una pluralidad de realidades que existen desde siempre y que por lo
tanto son eternas.
ZENÓN ( 490-430 a .C..)
Pero los argumentos
más famosos de Zenón son los que formuló contra el movimiento, que nos han sido
conservados por Aristóteles. El primero es el llamado de la dicotomía: para
ir de A a B, un móvil tiene que efectuar primero la mitad del
trayecto A—B; y antes aún, la mitad de esta mitad y así sucesivamente
hasta el infinito; de tal manera que nunca llegará a B. El segundo
argumento es el de Aquiles: Aquiles (o sea, el más veloz) nunca
alcanzará a la tortuga (es decir, al más lento), pues la tortuga tiene un paso
de ventaja. En efecto, antes de alcanzarla, Aquiles deberá alcanzar el punto de
donde ha partido la tortuga de modo que ésta siempre tendrá ventaja. El tercer
argumento es el de la flecha. La flecha, que aparece en movimiento, en
realidad está inmóvil: en efecto, en todo momento la flecha no puede ocupar
sino un espacio igual a su largura y está inmóvil con respecto a este espacio;
y como el tiempo está hecho de momentos, la flecha estará inmóvil durante todo
el tiempo. El cuarto argumento es del estadio. Dos masas iguales,
dotadas de velocidades iguales, deben recorrer espacios iguales en tiempos
iguales. Pero si dos masas se mueven una contra otra desde las extremidades
opuestas del estadio, cada una de ellas emplea en recorrer la longitud de la
otra la mitad del tiempo que emplearía si una de ellas permaneciese quieta: de
donde Zenón deducía la conclusión de que la mitad del tiempo es igual al doble.
La intención de estos sutiles argumentos, que muchas veces han recibido el
nombre de sofismas o falacias incluso por filósofos que no han mostrado mucha
habilidad en refutarlos, es bastante clara.
En
resumen:
El
método de Zenón consistía en reducir al absurdo la tesis de los negadores de la
unidad, consiguiendo así la confirmación de la tesis de Parménides; a través de
las APORIAS para demostrar que el movimiento no existe. Las mismas que son
razonamientos de los cuales si admitimos los fundamentos tenemos que admitir
las conclusiones.
MELISO ( Siglo V a.C .)
TENDENCIAS AUTÓNOMAS
HERÁCLITO DE EFESO ( 536-470 a . C .)
Marx
lo considera como el padre de la Dialéctica.
EMPÉDOCLES
Empédocles habla de
las "cuatro raíces de todas las cosas". Estas cuatro raíces están
animadas por dos fuerzas opuestas: el Amor que tiende a unirlas y la Discordia
u Odio que tiende a desunirlas. El Amor
y la Discordia son dos fuerzas cósmicas, de naturaleza divina, cuya acción se
sucede en el universo determinando, con su alternancia, las fases del ciclo
cósmico. Hay una frase en la que domina completamente el Amor y es el Sfero,
en el cual todos los elementos están perfectamente unificados y ligados en
la más completa armonía. Pero en esta fase no hay sol ni tierra ni mar, porque
no hay más que un Todo uniforme, una divinidad que goza de su soledad. La
acción de la Discordia rompe esta unidad y comienza a introducir la separación
de los elementos. Pero en esta fase, la separación no es destructiva: hasta
cierto punto, determina la formación de las cosas tal como son en nuestro mundo,
el cual es el producto de la acción combinada de las dos fuerzas y está a medio
camino entre el reino del Amor y del Odio. Al continuar el Odio en su acción,
las cosas mismas se disuelven y se produce el reino del caos: el puro dominio
del Odio. Pero entonces, toca de nuevo al Amor volver a comenzar la
reunificación de los elementos: a medio camino se forma de nuevo el mundo
actual, mezclado de odio y de amor que, por último, retorna al Sfero, desde
el cual se reanudará un nuevo ciclo. Los cuatro elementos y las dos fuerzas que
les mueven son también la condición del conocimiento humano. El principio
fundamental del conocimiento es que lo semejante se conoce por lo semejante.
"Conocemos la tierra mediante la tierra, el agua mediante el agua, el éter
divino mediante el éter, el fuego destructor mediante el fuego, el amor
mediante el amor y el odio funesto mediante el odio". El conocimiento se
produce mediante el encuentro entre el elemento que reside en el hombre y el
mismo elemento fuera del hombre. Empédocles no formula ninguna distinción entre
el conocimiento de los sentidos y el del intelecto. En las Purificaciones, Empédocles
vuelve a la doctrina órfico-pitagórica de la metempsícosis. Hay una ley
necesaria de justicia que hace expiar a los hombres, a través de una serie
sucesiva de nacimientos y de muertes, los pecados con que se mancharon.
Empédocles presenta esta doctrina como su destino personal: "Fui un tiempo
niño y niña, arbusto y pájaro y mudo pez del mar". Y deplora la felicidad
de la antigua morada: "De qué honores, de qué altura de felicidad he caído
para errar aquí, por la tierra, entre los mortales".
ANAXÁGORAS
Anaxágoras explica el
conocimiento por medio de los contrarios. Sentirnos el frío mediante el calor,
lo dulce mediante lo amargo y cada cualidad mediante la cualidad opuesta. Como
toda disensión lleva dolor, toda sensación es dolorosa y el dolor se vuelve
sensible por su larga duración o mediante el exceso de la sensación. La
importancia de Anaxágoras radica en haber afirmado un principio inteligente
como causa del orden del mundo.
En resumen:
Introdujo en la filosofía griega el principio
espiritual u ordenador del mundo al proponer el "Nous" (palabra
griega que significa mente o razón).
En su doctrina del Nous inicialmente todas las
cosas estaban juntas y la materia era una mezcla homogénea. El Nous impulsó el
movimiento de esta mezcla.
Sostiene, asimismo, que la materia está compuesta
por gérmenes o semillas (que Aristóteles llamará luego homeomerías) y que son eternos,
indestructibles, inmutables, infinitos en número y cualitativamente distintos unos
de otros (partículas similares infinitisemales)
ESCUELA ATOMISTA
Los
atomistas se convierten en los últimos presocráticos, teniendo como representantes máximos a
Leucipo (que floreció en 420) y
Demócrito (460-370 a .
C.)
FILOSOFÍA DE LOS ATOMISTAS
Leucipo, fundador del
atomismo, que puede considerarse el último y más maduro fruto de la
investigación naturalista iniciada en la escuela de Mileto. Se sabe tan poco de
Leucipo, que hasta se ha podido dudar de su existencia. Según testimonios
antiguos, fue contemporáneo de Empédocles y de Anaxágoras y discípulo de
Parménides.
Demócrito de Abdera
fue el mayor naturalista de su tiempo. Las numerosas obras que llevan su
nombre, y de las cuales poseemos numerosos fragmentos, La gran ordenación,
La pequeña ordenación, Sobre la inteligencia, Sobre las formas, Sobre la bondad
del alma, etc. La fama de Demócrito como hombre de ciencia ha dado lugar a
que su figura se estilizase en la de un sabio completamente abstraído de la
práctica de la vida.
Parece que Leucipo
sentó las bases generales de la doctrina y que Demócrito desarrolló después
estas bases, tanto en la investigación física como en la moral.
Los atomistas están
de acuerdo con el principio fundamental del eleatismo de que sólo el ser es;
pero intentan llevar este principio a la experiencia sensible y servirse de él
para explicar los fenómenos. Así entienden el ser como lo lleno, el no
ser como el vacío y sostienen que lo lleno y lo vacío son los principios
constitutivos de todas las cosas. Si estos elementos fuesen infinitamente
divisibles, se disolverán en el vacío; deben ser, pues, indivisibles, y por
esto se les llama átomos. Únicamente los átomos son continuos en su
interior; los demás cuerpos no son continuos, porque resultan del simple
contacto de los átomos y por esto pueden dividirse. Los átomos no difieren
entre sí por naturaleza, sino solamente por su forma y magnitud. Determinan
el nacimiento y la muerte de las cosas mediante la unión y la disgregación;
determinan la diversidad y el cambio de las cosas mediante su orden y su
posición. Por eso no todas las cualidades sensibles son objetivas, ni
pertenecen verdaderamente a las cosas que las provocan en nosotros. Son
objetivas las cualidades propias de los átomos: la forma, la dureza, el número,
el movimiento; en cambio, el frío, el calor, los olores, los colores son
únicamente apariencias sensibles, provocadas ciertamente por especiales figuras
o combinaciones de átomos, pero no pertenecientes a los átomos mismos. Los
átomos están todos animados por un movimiento espontáneo, por el cual chocan
entre sí y rebotan, dando origen al nacer, al perecer y al cambio de las cosas.
Pero el movimiento está determinado por leyes inmutables. "Nada, dice
Leucipo, acontece sin razón, antes bien todo acontece por una razón y por una
necesidad". El movimiento de los átomos explica también el conocimiento
humano. La sensación nace de las imágenes que las cosas producen en el
alma mediante flujos o corrientes de átomos que emanan de ellas.
El atomismo
representa la reducción naturalista del eleatismo. Del eleatismo ha tomado como
propia la proposición fundamental: el ser es necesidad; pero ha entendido esta
proposición en el sentido de la determinación causal. Parménides expresaba
poéticamente el sentido de la necesidad recurriendo a las nociones de justicia
o de hado. El atomismo identifica la necesidad con la acción de las causas
naturales. Del eleatismo, tomó también la antítesis entre realidad y
apariencia; pero esta antítesis la traslada al plano de la naturaleza y la
realidad de que se habla es la de los elementos indivisibles de la propia
naturaleza. El resultado, que sobrepasa las intenciones de los mismos
atomistas, fue encaminar la investigación naturalista hacia su constitución
como ciencia independiente y a distinguirse de la investigación filosófica como
tal. La constitución de una ciencia de la naturaleza en disciplina particular,
como aparece en Aristóteles, fue preparada por la obra de los atomistas. La
ética de Demócrito no tiene, en efecto, ninguna relación con su doctrina
física. El bien más alto para el hombre es la felicidad, y ésta no, reside en
las riquezas, sino sólo en el alma. No hacen feliz los cuerpos y la riqueza,
sino la justicia y la razón, y donde la razón falta, no se sabe gozar de la
vida ni vencer el temor a la muerte. Para los hombres el gozo nace de la mesura
del placer y de la proporción de la vida: los defectos y los excesos tienden a
conmover el alma y a engendrar en ella movimientos intensos. Y las almas que se
mueven entre uno y otro extremo, no son constantes ni están contentas. El goce
espiritual, no tiene, pues, nada que ver con el placer: "El bien y
lo verdadero —dice Demócrito— son idénticos para todos los hombres; el placer
es distinto para cada uno de ellos". Por eso el placer no es un bien en sí
mismo: es necesario elegir únicamente el que deriva de lo bello. La ética de
Demócrito esta, pues, muy alejada del hedonismo que podríamos esperar como
corolario de su naturalismo teorético. También al decidido objetivismo, que es
la directriz de Demócrito en el campo de la investigación naturalista, le
corresponde, en la ética, un subjetivismo moral igualmente decidido. La guía de
la acción moral es, según Demócrito, el respeto hacia sí mismo. "No debes
tener mayor respeto para los demás nombres que para ti mismo, ni obrar cuando,
nadie lo sepa peor que cuando lo sepan todos; pero debes tener para ti mismo el
mayor respeto e imponer a tu alma esta ley: no hacer lo que no se debe hacer".
Aquí la ley moral se sitúa en la pura interioridad de la persona humana, la
cual se hace también ley para sí misma mediante el concepto de respeto hacia sí
mismo.
Otro rasgo es notable
en la ética de Demócrito: el cosmopolitismo. "Para el hombre sabio —dice—
toda la tierra es transitable, porque la patria del alma excelente es todo el
mundo". Reconoce, sin embargo, el valor del Estado y dice que nada es
preferible a un buen gobierno, puesto que el gobierno lo abarca todo: si se
mantiene, todo se mantiene, si cae todo perece. Y declara que es preferible
vivir pobre y libre en una democracia que rico y siervo en una oligarquía.
Demócrito condena el matrimonio, en cuanto fundado en las relaciones sexuales,
que disminuyen el dominio del hombre sobre sí mismo, y en cuanto la educación
de los hijos impide dedicarse a quehaceres más necesarios, mientras que el
éxito de su educación resulta dudoso. Aquí, evidentemente, la preocupación de
Demócrito es la de salvaguardar la libertad interior y la disponibilidad del
hombre para sí mismo que permiten consagrarse a la investigación científica.
PERIODO ANTROPOLÓGICO
Se
caracteriza porque el filósofo dejará de pensar en el problema de naturaleza,
respecto a su origen, y el centro de su atención será el hombre. Sus
representantes son los sofistas y el
gran Sócrates.
A.
LOS SOFISTAS
PROTÁGORAS
Protágoras se
presentaba como maestro, no de ciencia, sino de "agudeza en los negocios
públicos y privados"; por eso profesaba la enseñabilidad de la
virtud, es decir, la modificabilidad de las opiniones en el sentido de lo útil;
y por eso se consideraba (y era considerado) digno de ser recompensado con
dinero por su obra educadora.
GORGIAS
1. Nada existe;
Sostenía el primer punto
demostrando que no existe ni el ser ni el no ser. En efecto, el no ser no es,
porque si fuese sería a la vez no ser y ser, lo que es contradictorio. Y
el ser, si fuese, debería ser o eterno o engendrado, o eterno y engendrado a la
vez.
2. Si algo existe, no es
cognoscible por el hombre;
Pero si el ser fuese, no
podría ser pensado. En efecto, las cosas pensadas no existen; de lo contrario
existirían todas las cosas inverosímiles y absurdas que al hombre se le antoja
pensar. Pero si es verdad que lo que es pensado no existe, será también verdad
que lo que existe no es pensado y que, por tanto, el ser, si existe, es
incognoscible.
3. Aunque sea cognoscible, es
incomunicable a los demás.
En fin, aunque fuese
cognoscible, no sería comunicable. Nosotros, en efecto, nos expresamos por
medio de la palabra, pero la palabra no es el ser; así pues, comunicando
palabras, no comunicamos el ser.
Gorgias llega así a un
nihilismo filosófico completo, utilizando las tesis eleáticas acerca del ser y
reduciéndolas al absurdo.
El relativismo teórico y
práctico de la sofística encuentra aquí un importante corolario suyo: la
omnipotencia de la palabra y la fuerza necesitante de la retórica que la guía
con sus recursos infalibles. Cuando Platón opone a Gorgias, en el diálogo que
lleva su título, que la retórica no puede persuadir sino en lo que es verdadero
y justo, arranca de un supuesto no compartido por Gorgias: o sea, que existan
criterios infalibles y universales para reconocer lo verdadero y lo justo. Lo
que distingue a la retórica de Gorgias como arte omnipotente de la persuasión,
de la retórica de Platón como educación del alma en la verdad y en lo justo es
el supuesto fundamental del platonismo: la existencia de las ideas como
criterios o valores absolutos.
Nació en el 470 o en
los primeros meses del 469 a. de J. C. Su padre, Sofronisco, su madre,
Fenarete, la cual era comadrona, lo cual sirvió a Sócrates más adelante en su
obra. Si no fue discípulo de Anaxágoras, conoció la obra de este según la
afirmaciones de Platón en su obra “Fedón”. Participó, en su deber como soldado,
en las batallas de Potidea, Delios y Anfípolis. En la obra de Platón el Banquete,
se hace referencia de Sócrates en la guerra como de un hombre insensible a
las fatigas y al frío, valiente, modesto y dueño de sí mismo aun en el momento
en que el ejército estaba derrotado. Su máxima vocación y que jamás dejaría, a
pesar de la condena a muerte que el tribunal que lo juzgaba estaba a punto de
darle por ello; fue la filosofía. Entendió la investigación filosófica como un examen
incesante de sí mismo y de los demás. Consagrado a esta tarea, descuidó
toda actividad práctica y vivió pobremente. Su personalidad tenía algo extraño
e inquietante. Su misma apariencia física estaba en estridente contraste con su
carácter moral y con el dominio de sí mismo que conservaba en todas las
circunstancias. Tal es así que Platón le comparó a la trimielga o torpedo de
mar que paraliza a quien toca: del mismo modo provocaba la duda y la inquietud
en el ánimo de quienes se le acercaban. Sin embargo, este hombre, que dedicó a
la filosofía toda su existencia y murió por ella, no escribió nada. Es ésta
indudablemente la más grande paradoja de la filosofía griega. Pues esto no es
casual, Sócrates manifestaba que la escritura solo son apariencias y no la
verdad. Para Sócrates, que entiende el filosofar como el examen incesante de sí
mismo y de los demás, ningún escrito puede suscitar y dirigir el filosofar. El
escrito puede comunicar una doctrina, no estimular la investigación.
Sobre la existencia
de Sócrates tenemos tres testimonios principales: el de Jenofonte en los Dichos
memorables de Sócrates, el de Platón, que le hace hablar como un personaje
principal en la mayor parte de sus diálogos, y el de Aristóteles, que le dedica
breves y precisas alusiones. La idea que nos ha dado Aristófanes sobre Sócrates
en su obra las Nubes, como filósofo de la naturaleza que da de los
hechos más sencillos las explicaciones más complicadas y como sofista que
convierte en fuertes los discursos más débiles y hace triunfar a los injustos
sobre los justos, ha querido evidentemente representar en el más popular
personaje ateniense el tipo del intelectual innovador. Jenofonte, nos ha
dado una presentación extremadamente pobre y mezquina de la personalidad de
Sócrates. Por otra parte, la personalidad de Sócrates vive potentemente en los
diálogos de Platón.
Llevó la filosofía al
hombre por el hombre, como individuo. Por esto Sócrates adoptó la divisa
deifica Conócete a ti mismo e hizo del filosofar un examen incesante de
sí mismo y de los demás: de sí mismo en relación con los demás, de los demás en
relación consigo mismo.
La primera condición
de este examen es el reconocimiento de la propia ignorancia. Ningún hombre sabe
nada verdaderamente, pero es sabio únicamente quien sabe que no sabe, no quien
se figura saber e ignora así hasta su misma ignorancia. Pues quien sabe que no
sabe procura saber y se preocupa por conocer e investigar pero quien afirma que
sabe ya no se preocupa por investigar y se queda dormido en sus laureles. Este
principio socrático va en clara oposición a los sofistas, quienes hacen de
profesión su falsa sabiduría; en cambio Sócrates hace de profesión su
ignorancia.
El medio para
descubrir la propia ignorancia y empujar al hombre a la investigación es la
ironía, es “golpear” al sujeto y dejarlo en la duda y de esta manera obligarlo
a investigar A través de la ironía, Sócrates demostraba la nulidad de su falso
conocimiento y mostrarles sus limitaciones.
Sócrates no enseña
nada: comunica sólo el estímulo y el interés por la investigación. En tal
sentido compara su arte con el de su madre, la comadrona Fenarete. Su arte
consiste esencialmente en averiguar por todos los medios si su interlocutor
tiene que parir algo fantástico y falso o genuino y verdadero. Él se declara
estéril de sabiduría.
Según Sócrates el
saber y la virtud se identifican. El hombre no puede tender más que a saber lo
que debe hacer o lo que debe ser; y tal saber es la virtud misma. Este es el
principio fundamental de la ética socrática. No es necesario, pues, que el
hombre renuncie al placer para ser virtuoso. La virtud no es la negación de la
vida humana, antes bien, es la vida humana perfecta; comprende el placer y es,
además, el placer máximo. La diferencia entre el hombre virtuoso y el hombre
que no lo es, consiste en que el primero sabe calcular los placeres y escoger
el mayor; el segundo no sabe hacer este cálculo y no puede, por tanto, más que
entregarse al placer del momento.
Para Sócrates, el
hombre es todavía una unidad indivisible.
La virtud es ciencia,
en primer lugar porque no se puede ser virtuoso simplemente conformándose y
acomodándose a las opiniones corrientes y a las reglas de vida ya conocidas. Es
ciencia porque es investigación, búsqueda autónoma de los valores sobre los que
debe fundarse la vida.
Para Sócrates
filosofar es una misión divina. El sentimiento de la divinidad se halla siempre
presente, por tanto, en la investigación socrática en calidad de sentimiento de
lo trascendente, de lo que está más allá del hombre, superior al hombre, que le
guía desde lo alto y le ofrece una garantía providencial.
Según Sócrates, lo
que la revelación divina ordena es el empeño en la investigación y el esfuerzo
en la búsqueda de la justicia; lo que ella garantiza es que "para el
hombre honrado no hay mal ni en la vida ni en la muerte".
Dos cosas atribuir a
Sócrates: los razonamientos inductivos y la definición de lo universal
(Concepto), y ambas se refieren al principio de la ciencia". Sócrates llega a la afirmación general de que
quien ha aprendido una ciencia es tal cual lo ha hecho la ciencia misma. El
razonamiento inductivo se dirige, pues, a la definición del concepto; y el
concepto expresa la esencia o la naturaleza de una cosa, lo que
la cosa verdaderamente es. A Sócrates, pues, pertenece el mérito de
haber sido el primero que organizó la investigación según un método propiamente
científico. Únicamente como ciencia es posible enseñar la virtud.
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