sábado, 2 de agosto de 2014

FILOSOFÍA ANTIGUA (PARTE I)


Filosofía Antigua (parte I)

FILOSOFÍA DE ORIENTE
Generalmente se ha considerado que la filosofía aparece en Grecia, en el siglo VI a.C., pero recientes estudios determinan que antes de esta cultura ya existían algunos planteamientos de carácter filosófico que desarrollaron otras culturas como las Orientales: India, Egipto, China, Persia y Babilonia.
Las culturas orientales se caracterizaron por ser eminentemente religiosas y míticas, es decir fueron un patrimonio de la casta sacerdotal cuyo único fin era transmitir la pureza de esas concepciones. Eran tradicionales y moralistas.
Se quiere afirmar que el origen de la filosofía griega es pues oriente, como se afirma sobre el origen de la geometría así como de la aritmética Egipto, tal vez por el gran intercambio comercial que existía en esa época, de igual manera se quiere afirmar que la filosofía proviene de esa zona, sin embargo notamos, como hemos afirmado líneas arriba, La sabiduría oriental es esencialmente religiosa: es patrimonio de una casta sacerdotal cuya única preocupación es la de defenderla y transmitirla en toda su pureza. El único fundamento de la sabiduría oriental es la tradición. La filosofía griega es, por el contrario, investigación. Nace de un acto fundamental de libertad frente a la tradición, las costumbres y cualquier creencia aceptada como tal. Su fundamento consiste en que el hombre no posee la sabiduría sino que debe buscarla: no es sofía sino filosofía, amor a la sabiduría, indagación directa para rastrear la verdad más allá de las costumbres, de las tradiciones y de las apariencias.
 
FILOSOFÍA GRIEGA
INICIOS DE LA FILOSOFÍA GRIEGA: CARACTERÍSTICAS.
Los inicios de la filosofía griega se encuentran en la propia Grecia: en los primeros indicios de que la filosofía como tal (o sea como investigación) se empieza a manifestar en las cosmologías míticas de los poetas, en las doctrinas de los misterios, en las sentencias de los Siete Sabios y sobre todo en la reflexión eticopolítica de los poetas.
El más antiguo documento de cosmología mítica entre los griegos es la Teogonia de Hesíodo en la que ciertamente confluyen antiguas tradiciones. El propio Aristóteles (Met., 1, 4; 984 b, 29) dice que Hesíodo fue probablemente el primero que buscó el principio de las cosas al decir: "lo primero de todo fue el caos, después fue la tierra del amplio seno... y el amor que resplandece entre los dioses inmortales" (Teog., 166 sigs.). Después de Hesíodo, el primer poeta cuya cosmología se conoce es Ferécides de Siro, contemporáneo de Anaximandro, probablemente nacido hacia el año 600-596 antes de J. C. Dice que antes de cualquier cosa y eternamente existían Zeus, Cronos y Ctonos. Ctonos era la tierra, Cronos el tiempo, Zeus el cielo.
Pero el clima en que pudo nacer y florecer la filosofía griega fue preparado por la poesía. La reflexión moral de los poetas elaboró en Grecia aquellos conceptos fundamentales que habían de servir a los filósofos para la interpretación del mundo. El concepto de una ley que da unidad al mundo humano se encuentra por primera vez en Homero. La Odisea está totalmente dominada por la fe en una ley de justicia, de la cual los dioses son custodios y garantes, ley que determina en los acontecimientos humanos un orden providencial, gracias al que el justo triunfa y el injusto es castigado.
Finalmente, Esquilo es el profeta religioso de esta ley universal de justicia, cuyo triunfo trata de expresar su tragedia. Así, antes de que la filosofía descubriese y justificase la unidad de la ley subyacente en la dispersa multiplicidad de los fenómenos naturales, la poesía griega había descubierto y justificado la unidad de la ley inmanente en los aparentemente desordenados y mudables acontecimientos de la vida social humana. Como veremos, la especulación de los primeros físicos no ha hecho más que buscar en el mundo de la naturaleza aquella misma unidad normativa, que los poetas habían rastreado en el mundo de los hombres.

 Relación de los siete sabios

1.   Cleóbulo de Lindos: se le atribuye la máxima La moderación es lo mejor. También se conoce su aforismo Aceptar la injusticia no es una virtud, sino todo lo contrario.
2.      Solón de Atenas: acuñó la máxima Nada con exceso, todo con medida para guiar el comportamiento práctico de los hombres. Otro aforismo atribuido a él es No tengas prisa en buscar nuevos amigos, pero una vez encontrados no tengas prisa en deshacerte de ellos.
3.      Quilón de Esparta: autor de la máxima No desees lo imposible.
4.      Bías de Priene: La mayoría de los hombres son malos, indica la máxima atribuida a este político griego.
5.      Tales de Mileto: Se le atribuye la máxima En la confianza está el peligro.
6.      Pítaco de Mitilene: El aforismo por el que se le conoce es Debes saber escoger la oportunidad.
7.      Periandro de Corinto: Es autor de la máxima Sé previsor con todas las cosas.



PERIODOS DE LA FILOSOFÍA GRIEGA:
Tenemos los siguientes:
1.     El período cosmológico, que comprende las escuelas presocráticas, con excepción de los sofistas, está dominado por el problema de descubrir la unidad que garantiza el orden del mundo y la posibilidad del conocimiento humano.
2.     El período antropológico, que comprende a los sofistas y a Sócrates, está dominado por el problema de hallar la unidad del hombre en sí mismo y respecto a los demás hombres, como fundamento y posibilidad de la formación del individuo y de la armonía de la vida en sociedad.
3.     El período ontológico, que comprende a Platón y a Aristóteles, se ve dominado por el problema de rastrear en la relación entre el hombre y el ser la condición y la posibilidad del valor del hombre como tal y de la validez del ser como tal. Este período, que es el de la plena madurez del pensamiento griego, replantea en síntesis los problemas de los dos períodos precedentes.
4.     El período ético, que abarca al estoicismo, al epicureísmo, al escepticismo y al eclecticismo, se centra en el problema de la conducta humana y está caracterizado por la disminución de la conciencia del valor teorético de la investigación.
5.     El período religioso, que comprende las escuelas neoplatónicas y sus afines, está dominado por el problema de encontrar el camino de la reunión del hombre con Dios, considerándolo como único camino de salvación. Estos períodos no representan divisiones cronológicas rígidas: no sirven más que para dar un cuadro de conjunto y recapitulación del nacimiento, desarrollo y decadencia de las investigaciones filosóficas en la Grecia antigua.

  
A continuación la descripción de cada periodo.
1.      EL PERÍODO COSMOLÓGICO,
       Comprende las escuelas presocráticas, con excepción de los sofistas, está dominado por el problema de descubrir la unidad que garantiza el orden del mundo y la posibilidad del conocimiento humano.
            En este periodo hubo varias escuelas. Así tenemos:

a)      ESCUELA DE MILETO
TALES DE MILETO.
 El fundador de la escuela jónica es Tales de Mileto, contemporáneo de Solón y de Creso. Su acmé, o sea su florecimiento se sitúa hacia el año 585 antes de J. C., de ahí que su nacimiento deba remontarse al 624-23; su muerte se hace coincidir con el 546-45. Tales fue político, astrónomo, matemático y físico además de filósofo. De su fama de sabio continuamente absorto en la especulación da testimonio la anécdota referida por Platón de que, observando el cielo se cayó en un pozo, cosa que provocó la risa de una sirvienta tracia. Debemos a Aristóteles el conocimiento de su doctrina fundamental: "Tales dice que el principio es el agua, por la cual afirmaba también que la tierra se sostiene sobre el agua; quizá sus razones fueran el ver que el alimento de todas las cosas es húmedo y que lo cálido se engendra y vive en la humedad; pues aquello de que todo se engendra es el principio de todo. Por eso siguió tales conjeturas y también porque las semillas de todas las cosas son de naturaleza húmeda y el agua es para lo húmedo el principio de su naturaleza." Tales creía unida al agua una fuerza activa, vivificante y transformadora: tal vez en este sentido decía que "todo está lleno de dioses" y que el imán tiene alma porque atrae al hierro.
En resumen Tales planteaba:
·       La fuente o principio de todas las cosas es el agua.
·       La tesis del hilozoísmo. Es decir, que todas las cosas, incluso las aparentemente inanimadas, tienen vida: «todo está lleno de dioses”


ANAXIMANDRO
Conciudadano y contemporáneo de Tales, Anaximandro nació en el 610-9. También fue político y astrónomo. Es el primer autor de escritos filosóficos de Grecia; su obra en prosa Acerca de la naturaleza señala una etapa notable de la especulación cosmológica entre los jonios. Usó por primera vez el nombre de principio (arché) para referirse a la sustancia única; y encontró tal principio no en el agua o en el aire o en otro elemento determinado, sino en el infinito (ápeiron) o sea en la cantidad infinita de materia, de la cual se originan todas las cosas y en la cual todas se disuelven, cuando termina el ciclo que tienen impuesto por una ley necesaria.
Anaximandro es el primero en plantearse el problema del proceso a través del cual las cosas se derivan de la sustancia primordial. Tal proceso es la separación. La sustancia infinita está animada por un movimiento eterno, en virtud del cual se separan de ella los contrarios: cálido y frío, seco y húmedo, etc. Por medio de esta separación se engendran infinitos mundos, que se suceden según un ciclo eterno. Cada uno de ellos tiene señalado el tiempo de su nacimiento, de su duración y de su fin. "Todos los seres deben pagarse unos a otros la pena de su injusticia según el orden del tiempo"
En resumen:
Que el principio de todas las cosas existentes no es ninguno de los denominados elementos (agua, aire, tierra, fuego), sino alguna otra naturaleza apeiron (indefinido o infinito)
La idea de mundos infinitos (simultáneos o sucesivos).
Se le  atribuye a Anaximandro la autoría de cuatro libros: Sobre la naturaleza, Perímetro de la tierra, Sobre las estrellas fijas y una esfera celeste, Sobre la naturaleza.


ANAXÍMENES
Anaximenes de Mileto, más joven que Anaximandro y quizá discípulo suyo, floreció hacia el 546-45 y murió hacia el 528-25.  Al igual que Tales, reconoce como principio una materia determinada, que es el aire; pero a esta materia atribuye los caracteres del principio de Anaximandro: la infinitud y el movimiento perpetuo. El mundo es como un gigantesco animal que respira: y su aliento es su vida y su alma. Del aire nacen todas las cosas que hay, que fueron y que serán, incluso los dioses y las cosas divinas. El aire es principio de movimiento y de toda mutación. Anaximenes llega a decirnos incluso de qué modo el aire determina la transformación de las cosas: se trata del doble proceso de la rarefacción y de la condensación. Como Anaximandro, Anaximenes admite el devenir cíclico del mundo; de ahí su disolución periódica en el principio originario y su periódica regeneración a partir del mismo.

  
       b)     ESCUELA ITÁLICA O PITAGÓRICA.

PITÁGORAS
Hijo de Mnesarco, Pitágoras nació en Samos, probablemente en el 571-70, fue a Italia en el 532-31 y murió en el 497-96 a. de J. C. La leyenda representa a Pitágoras como profeta y obrador de milagros; su doctrina le habría sido transmitida directamente por su dios protector, Apolo, por boca de la sacerdotisa de Delfos. Es muy probable que Pitágoras no haya escrito nada. Sólo una doctrina se le puede atribuir con absoluta certidumbre: la de la supervivencia del alma después de la muerte y su transmigración a otros cuerpos. Según esta doctrina, que Platón se apropió, el cuerpo es una cárcel para el alma, que la divinidad ha encerrado ahí como castigo. Mientras el alma se encuentra en el cuerpo, tiene necesidad del mismo, pues sólo por medio de éste puede sentir; pero cuando está fuera de él, vive una vida incorpórea en un mundo superior. El alma vuelve a esa vida, si se purifica durante la vida corpórea; en caso contrario, vuelve después de la muerte a la cadena de las transmigraciones.
Así mismo que el arje o principio de todas las cosas lo constituye un ente abstracto que le denominó Número.

   c)    ESCUELA ELEATICA.

Por primera vez, con la escuela eleática, la sustancia se convierte por sí misma en principio metafísico: por primera vez, se la define no como elemento corpóreo o como número, sino sólo como sustancia, como permanencia y necesidad del ser en cuanto tal. Para éstos la sustancia es el ser que es y debe ser: es el ser en su necesidad normativa, en su unidad e inmutabilidad, que hace de él el único objeto del pensamiento, el único término de la investigación filosófica. El principio del eleatismo marca una etapa decisiva en la historia de la filosofía. Presupone indudablemente la investigación cosmológica de los jonios y de los pitagóricos, pero la libra de su supuesto naturalístico y la lleva por primera vez al plano ontológico en el cual habían de enraizarse los sistemas de Platón y de Aristóteles.

JENÓFANES ( 580-480 a. C .)
Según los testimonios de Platón  y de Aristóteles, la orientación propia de la escuela eleática fue iniciada por Jenófanes de Colofón, quien fue el primero en afirmar la unidad del ser. Tenemos también noticia de un largo poema en hexámetros que Jenófanes habría escrito acerca de la fundación de la ciudad; pero todo esto no demuestra su estancia y la institución de una escuela en Elea. Cierto es que escribió en hexámetros y compuso elegías y yambos contra Homero y Hesíodo. El punto de partida de Jenófanes es una resuelta crítica del antropomorfismo religioso, "Los hombres, dice, creen que los dioses han tenido nacimiento y poseen voz y cuerpo semejante al nuestro". En realidad, no hay más que una divinidad "que no se parece a los hombres ni en el cuerpo ni en el pensamiento". Esta única divinidad se identifica con el universo, es un dios-todo y posee el atributo de la eternidad: no nace, no muere y es siempre la misma. Jenófanes afirma en forma teológica la unidad y la inmutabilidad del universo.  Es el reconocimiento explícito de la filosofía como investigación. En Jenófanes se encuentran también indicios de investigaciones físicas: considera que todas las cosas, e incluso el hombre, están formadas de tierra y agua; que de la tierra todo procede y todo vuelve a la tierra.

PARMÉNIDES
 El fundador del eleatismo es Parménides. La grandeza de Parménides se manifiesta ya en la admiración que suscitó en Platón: éste lo utilizó como personaje principal del diálogo que señala el punto crítico de su pensamiento y que se intitula como su nombre; y lo designa  como "venerado y a la vez terrible". Aristóteles refiere en términos dubitativos la indicación de que Parménides hubiese sido discípulo de Jenófanes. Según otras indicaciones, Parménides recibió su educación filosófica del pitagórico Ameinias y llevó una "vida pitagórica". El ejemplo de Parménides fue seguido únicamente por Empédocles. Del poema de Parménides, que probablemente sólo tiempo después se citó con el título En torno a la naturaleza, nos quedan 154 versos. El poema estaba dividido en dos partes: la doctrina de la verdad y la doctrina de la opinión. En consecuencia, Parménides presenta un complejo de teorías físicas probablemente de inspiración pitagórica. Al dualismo del límite y de lo ilimitado, hace corresponder el de la luz y de las tinieblas, que tal vez no era desconocido para los mismos pitagóricos; y considera la realidad física como un producto de la mezcla y a la vez de la lucha de estos dos elementos. La oposición entre estos dos elementos ha sido interpretada, a partir de Aristóteles, como oposición entre el calor y el frío. "Parménides, dice Aristóteles toma como principio el calor y el frío, a los que llama él fuego y tierra." El tema original de su filosofía es la contraposición entre la verdad y la apariencia. "Solo dos caminos de investigación se pueden concebir. El uno consiste en que el ser es y no puede no ser; y éste es el camino de la persuasión, puesto que le acompaña la verdad. El otro, que el ser no es y es necesario que no sea; y esto, te digo, es un sendero en el cual nadie puede persuadirse de nada". Por eso "sólo hay un camino para el discurso: que el ser es". Pero este camino no puede ser seguido más que por la razón, puesto que los sentidos se detienen, por el contrario, en las apariencias y pretenden atestiguarnos el nacer, el perecer, el mudar de las cosas, es decir, a la vez su ser y su no ser. Parménides quiere alejar al hombre de la investigación sensible, quiere hacerle perder la costumbre de dejarse dominar por los ojos, por los oídos y por las palabras. El hombre debe juzgar con la razón y considerar con esta las cosas lejanas como si las tuviera delante. Ahora bien, la razón demuestra en seguida que no se puede ni pensar ni expresar el no ser. No se puede pensar sin pensar algo; el pensar en nada es un no pensar, el no decir nada es un no decir. El pensamiento y la expresión deben en cualquier caso tener un objeto y este objeto es el ser. Tal es el significado de las famosas afirmaciones de Parménides: "El pensamiento y el ser son lo mismo". "Lo mismo es el pensar y el objeto del pensamiento: sin el ser en el cual el pensamiento se expresa, tú no podrías encontrar el pensamiento, puesto que no hay ni habrá nada fuera del ser”. "El ser es y no puede no ser" es la tesis principal de Parménides.
En particular, Parménides no entiende la eternidad como duración infinita, sino como negación del tiempo. "El ser nunca ha sido ni será, porque es ahora todo el, uno y continuo."
Parménides fue el primero que elaboró el concepto de eternidad.
El ser es indivisible porque es todo igual y no puede ser en un lugar más o menos que en otro; es inmóvil porque reside en sus propios límites; es finito porque lo infinito es incompleto y al ser no fe falta nada. El ser es lo completo y la perfección; y en este sentido precisamente fínitud. Como tal, Parménides lo compara con una esfera homogénea, inmóvil, perfectamente igual en todos los puntos.
 En realidad, Parménides formulo por primera vez con absoluto rigor lógico los principios fundamentales de aquella ciencia filosófica que muchos años más tarde se llamará ontología.
Por primera vez en Parménides, el problema del ser se plantea como problema metafísico ontológico, es decir, en su máxima generalidad y no sólo como problema físico. La pregunta "¿qué es el ser? " cuya respuesta ha querido dar Parménides, no es equivalente a la pregunta "¿qué es la naturaleza?" cuya respuesta habían buscado los filósofos anteriores, incluso el propio Heráclito. En primer lugar, el ser de que habla Parménides no es solo el ser de la naturaleza sino también el del hombre, el de las comunidades humanas o de cualquier cosa pensable; y en segundo lugar, no tiene una relación directa con las apariencias naturales o empíricas, porque está más allá de tales apariencias y constituye su estructura necesaria, solamente reconocible con el pensamiento.
En resumen:
Considera que el movimiento no existe, puesto que es el  cambio de una cosa que es a otra que no es, o viceversa; la diversidad no existe, porque si existiera más de un ser, uno no sería el otro y el otro no sería el primero.
El arje será por lo tanto un ser inmóvil y único; es pues, el único filósofo griego que niega el movimiento. Sin embargo, hay que explicar un movimiento que parece evidente. Para ello Parménides dice que existen dos vías de conocimiento, la vía de los sentidos o la opinión (doxa) y la vía de la razón o la verdad (aletheia). Los sentidos nos engañan hasta el punto que nos parece que existe el cambio. Sin embargo, la razón nos puede demostrar que el movimiento es algo imposible.
De la unidad no puede surgir la pluralidad, porque supondría el paso del ser al no ser. A partir de Parménides los filósofos adoptan el pluralismo, es decir, admiten una pluralidad de realidades que existen desde siempre y que por lo tanto son eternas.

ZENÓN ( 490-430 a.C..)
Discípulo y amigo de Parménides, Zenón de Elea era veinticinco años más joven que él: su nacimiento debe, pues, situarse hacia el 489. Como la mayor parte de los primeros filósofos, Zenón intervino en la política de su ciudad natal; parece que contribuyó al buen gobierno de Elea y que murió valientemente en la tortura por haber conspirado contra un tirano. El método de Zenón consistía, pues, en reducir al absurdo la tesis de los negadores de la unidad, consiguiendo así la confirmación de la tesis de Parménides. Con justicia, por tanto, Aristóteles llamó a Zenón inventor de la dialéctica. Hegel cree que la dialéctica de Zenón es una dialéctica imperfecta a fuerza de metafísica y la compara a la dialéctica kantiana de las antinomias; Zenón se habría servido de las antinomias para demostrar la falsedad de las apariencias sensibles, y Kant para afirmar la verdad: por lo cual Zenón sería superior a Kant. Los argumentos de Zenón pueden dividirse en dos grupos. El primero va dirigido contra la multiplicidad y la divisibilidad de las cosas. El segundo, contra el movimiento.
Pero los argumentos más famosos de Zenón son los que formuló contra el movimiento, que nos han sido conservados por Aristóteles. El primero es el llamado de la dicotomía: para ir de A a B, un móvil tiene que efectuar primero la mitad del trayecto A—B; y antes aún, la mitad de esta mitad y así sucesivamente hasta el infinito; de tal manera que nunca llegará a B. El segundo argumento es el de Aquiles: Aquiles (o sea, el más veloz) nunca alcanzará a la tortuga (es decir, al más lento), pues la tortuga tiene un paso de ventaja. En efecto, antes de alcanzarla, Aquiles deberá alcanzar el punto de donde ha partido la tortuga de modo que ésta siempre tendrá ventaja. El tercer argumento es el de la flecha. La flecha, que aparece en movimiento, en realidad está inmóvil: en efecto, en todo momento la flecha no puede ocupar sino un espacio igual a su largura y está inmóvil con respecto a este espacio; y como el tiempo está hecho de momentos, la flecha estará inmóvil durante todo el tiempo. El cuarto argumento es del estadio. Dos masas iguales, dotadas de velocidades iguales, deben recorrer espacios iguales en tiempos iguales. Pero si dos masas se mueven una contra otra desde las extremidades opuestas del estadio, cada una de ellas emplea en recorrer la longitud de la otra la mitad del tiempo que emplearía si una de ellas permaneciese quieta: de donde Zenón deducía la conclusión de que la mitad del tiempo es igual al doble. La intención de estos sutiles argumentos, que muchas veces han recibido el nombre de sofismas o falacias incluso por filósofos que no han mostrado mucha habilidad en refutarlos, es bastante clara.
En resumen:
El método de Zenón consistía en reducir al absurdo la tesis de los negadores de la unidad, consiguiendo así la confirmación de la tesis de Parménides; a través de las APORIAS para demostrar que el movimiento no existe. Las mismas que son razonamientos de los cuales si admitimos los fundamentos tenemos que admitir las conclusiones.
MELISO ( Siglo V a.C .)
Meliso de Samos, también discípulo de Parménides. En un escrito en prosa Sobre la naturaleza o sobre el ser, Meliso defendía polémicamente la doctrina de Parménides, especialmente contra Empédocles y Leucipo. La prueba de la fundamental falsedad del conocimiento sensible, consiste según Meliso, en que éste nos atestigua al mismo tiempo la realidad de las cosas y su mutación. Pero si las cosas fuesen reales en su multiplicidad, no cambiarían; y, si cambian, no son reales. No existen, pues, cosas múltiples, sino sólo la unidad. Así como Zenón polemizaba preferentemente contra el movimiento, del mismo modo Meliso polemiza preferentemente contra el cambio. "Si el ser cambiase aunque sólo fuera un cabello en diez mil años, se vería enteramente destruido en la totalidad del tiempo." Meliso concibe la vida del ser como una duración ilimitada; y afirma, por tanto, la infinidad del ser en el espacio y en el tiempo. Entiende la eternidad del ser como infinidad de duración, como "lo que siempre ha sido y siempre será " y, por lo tanto, no tiene principio ni fin. Consiguientemente, admite la infinita magnitud del ser: "puesto que el ser es siempre, debe ser siempre de magnitud infinita". Y tal vez la otra afirmación de Meliso, de que el ser está lleno y que el vacío no existe. Tanto mayor relieve adquiere, por tanto, la afirmación taxativa por parte de Meliso de la incorporeidad del ser. "Sí es, precisa necesariamente que sea uno; pero si es uno, no puede tener cuerpo, porque si tuviese un cuerpo tendría partes y ya no sería uno".




   TENDENCIAS AUTÓNOMAS

HERÁCLITO DE EFESO ( 536-470 a. C .)
La doctrina de Heráclito, por primera vez aborda el problema mismo de la investigación y del hombre que la emprende. Es autor de una obra en prosa que fue después conocida con el acostumbrado título Acerca de la naturaleza, constituida por aforismos y sentencias breves y tajantes, no siempre claras, que le valieron el sobrenombre de "oscuro". El punto de partida de Heráclito es la comprobación del incesante devenir de las cosas. El mundo es un flujo perpetuo: "No es posible meterse dos veces en el mismo río ni tocar dos veces una sustancia mortal en el mismo estado; a causa de la velocidad del movimiento todo se dispersa y se recompone de nuevo, todo viene y va". La sustancia que sea principio del mundo Heráclito la identifica con el fuego. Pero puede decirse que en su doctrina el fuego pierde todo carácter corpóreo: es un principio activo, inteligente y creador. "Este mundo, que es el mismo para todos, no ha sido creado por ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que fue siempre, es y será fuego eternamente vivo que se enciende según un orden regular y se apaga según un orden regular". En las palabras iniciales de su libro, Heráclito se lamentaba de que los hombres, a pesar de haber escuchado al logos, la voz de la razón, se olvidan de ella tanto en las palabras como en las obras de modo que no saben lo que hacen despiertos, de la misma manera que no saben lo que hacen dormidos. Heráclito es verdaderamente el filósofo de la investigación. En él alcanza por primera vez la investigación filosófica conciencia de su naturaleza y de sus supuestos. No en vano el mismo término filosofía es usado y explicado por él en su sentido propio. Según Heráclito, la misma naturaleza exige la investigación: en efecto, a ella "le gusta ocultarse". El pensamiento es común a todos, según Heráclito "Es preciso seguir lo que es común a todos, porque lo que es común es general". "Quien quiera hablar inteligentemente debe sacar fuerza de lo que es común a todos, como la ciudad saca fuerza de la ley y más aún. Ya que todas las leyes humanas se alimentan de una única ley divina y ésta domina todo lo que quiere, es suficiente para todo y todo lo supera". Heráclito plantea constantemente al hombre la alternativa de estar despierto o dormir: entre el abrirse, mediante la investigación, a la comunicación interhumana, que le descubre la auténtica realidad del mundo objetivo; y el encerrarse en su propio pensar aislado, en un mundo ficticio que no tiene comunicación con los demás. El sueño es el aislamiento del individuo, su incapacidad para comprenderse a sí mismo, a los demás y al mundo. La vigilia es la investigación atenta que no se limita a las apariencias, que consigue la realidad de la conciencia, la comunicación con los demás y la sustancia del mundo en la única ley (logos) que lo rige todo.  Heráclito ha determinado también cuál es esa ley cuyo significado debe aclarar y profundizar la investigación. Este fue el gran descubrimiento de Heráclito ya a juicio de los antiguos; así lo atestigua Filón: "Lo que resulta de dos contrarios es uno; y si lo uno se divide, se destacan los contrarios. ¿No es éste el principio con que, por cuanto justamente afirman los griegos, su grande y celebérrimo Heráclito encabezaba su filosofía, el principio que la resume toda y del cual se vanagloriaba como de un nuevo descubrimiento? ". Así pues, el gran descubrimiento de Heráclito es que la unidad del principio creador no es una unidad idéntica ni excluye la lucha, la discordia, la oposición. Sostuvo que los hombres no pueden elevarse sino tras una larga investigación. "Los hombres no saben cómo lo discorde concuerda consigo mismo: armonía de tensiones opuestas, como las del arco y de la lira". La armonía no es para Heráclito la síntesis de los opuestos, la conciliación y anulación de su oposición; sino que es la unidad que subyace precisamente a la oposición y la hace posible. La tensión es una unidad (es decir, una relación) que sólo puede darse entre las cosas opuestas en tanto que opuestas. La conciliación, la síntesis la anularía. Según Heráclito, la unidad propia del mundo es una tensión de este género: no anula, ni concilla, ni supera el contraste, sino que lo hace ser y lo hace entender como contraste. Hegel vio en Heráclito al fundador de la dialéctica y afirmó que no había proposición de Heráclito que no la hubiese acogido él en su lógica. Según Heráclito, los opuestos están ciertamente unidos, pero no conciliados: su estado permanente es la guerra. Heráclito no es un filósofo optimista que considera la realidad en paz consigo misma. Es un filósofo de tendencia amarga y pesimista (por algo la tradición lo representaba como "lloroso").
Marx lo considera como el padre de la Dialéctica.

EMPÉDOCLES 
Empédocles de Agrigento nació hacia el 492 y murió alrededor de los 60 años. Hijo de Metón, El mismo presenta su doctrina como un instrumento eficaz para dominar las fuerzas naturales e incluso para recuperar del Hades la vida de los difuntos. Su figura de mago (o de charlatán) está iluminada por las leyendas que se formaron respecto a su muerte. Nos quedan de él fragmentos más abundantes que de cualquier otro filósofo presocrático, pertenecientes a dos poemas, Sobre la naturaleza y Purificaciones: el primero es de carácter cosmológico, el segundo es de carácter teológico y se inspira en el orfismo y en el pitagorismo. Empédocles es consciente de los límites del conocimiento humano. Los poderes cognoscitivos del hombre son limitados; el hombre ve sólo una pequeña parte de una "vida que no es vida" (porque se desvanece pronto) y conoce solo aquello con que casualmente se encuentra. Pero precisamente por esto no puede renunciar a ninguno de sus poderes cognoscitivos: necesita servirse de todos los sentidos y también del intelecto, para ver cada cosa en su claridad. Empédocles sostiene que el ser no puede nacer ni perecer; quiere explicar la apariencia del nacimiento y de la muerte y la explica recurriendo a la mezcla y a la disolución de las cosas mezcladas. El mezclarse de los elementos que componen las cosas es el nacimiento, su disolverse es la muerte. El ser inmutable no es, pues, una sustancia única: se compone de elementos, que son cuatro: fuego, agua, tierra y aire.
Empédocles habla de las "cuatro raíces de todas las cosas". Estas cuatro raíces están animadas por dos fuerzas opuestas: el Amor que tiende a unirlas y la Discordia u Odio  que tiende a desunirlas. El Amor y la Discordia son dos fuerzas cósmicas, de naturaleza divina, cuya acción se sucede en el universo determinando, con su alternancia, las fases del ciclo cósmico. Hay una frase en la que domina completamente el Amor y es el Sfero, en el cual todos los elementos están perfectamente unificados y ligados en la más completa armonía. Pero en esta fase no hay sol ni tierra ni mar, porque no hay más que un Todo uniforme, una divinidad que goza de su soledad. La acción de la Discordia rompe esta unidad y comienza a introducir la separación de los elementos. Pero en esta fase, la separación no es destructiva: hasta cierto punto, determina la formación de las cosas tal como son en nuestro mundo, el cual es el producto de la acción combinada de las dos fuerzas y está a medio camino entre el reino del Amor y del Odio. Al continuar el Odio en su acción, las cosas mismas se disuelven y se produce el reino del caos: el puro dominio del Odio. Pero entonces, toca de nuevo al Amor volver a comenzar la reunificación de los elementos: a medio camino se forma de nuevo el mundo actual, mezclado de odio y de amor que, por último, retorna al Sfero, desde el cual se reanudará un nuevo ciclo. Los cuatro elementos y las dos fuerzas que les mueven son también la condición del conocimiento humano. El principio fundamental del conocimiento es que lo semejante se conoce por lo semejante. "Conocemos la tierra mediante la tierra, el agua mediante el agua, el éter divino mediante el éter, el fuego destructor mediante el fuego, el amor mediante el amor y el odio funesto mediante el odio". El conocimiento se produce mediante el encuentro entre el elemento que reside en el hombre y el mismo elemento fuera del hombre. Empédocles no formula ninguna distinción entre el conocimiento de los sentidos y el del intelecto. En las Purificaciones, Empédocles vuelve a la doctrina órfico-pitagórica de la metempsícosis. Hay una ley necesaria de justicia que hace expiar a los hombres, a través de una serie sucesiva de nacimientos y de muertes, los pecados con que se mancharon. Empédocles presenta esta doctrina como su destino personal: "Fui un tiempo niño y niña, arbusto y pájaro y mudo pez del mar". Y deplora la felicidad de la antigua morada: "De qué honores, de qué altura de felicidad he caído para errar aquí, por la tierra, entre los mortales".


ANAXÁGORAS 
Anaxágoras de Clazomene, nacido en el 499-98 a. de J. C. y muerto en el 428-27, es presentado por la tradición como un hombre de ciencia absorto en sus especulaciones y extraño a cualquier actividad práctica. Interrogado sobre el objetivo de su vida, respondió orgullosamente que era vivir "para contemplar el sol, la luna y el cielo". Nos quedan algunos fragmentos del primer libro de su obra Sobre la naturaleza. También Anaxágoras acepta el principio de Parménides de la sustancial inmutabilidad del ser. ''Respecto al nacer y al perecer, dice  los griegos no tienen una opinión justa. Nada nace ni perece, antes bien, cada cosa se compone de cosas ya existentes o se descompone en ellas. Y así deberían llamar más bien reunirse al nacer y separarse al perecer". Admite que los elementos  son cualitativamente distintos unos de otros; sostiene que tales elementos son partículas invisibles que llama semillas. La primera característica de las semillas u homeomerías es su infinita divisibilidad; la segunda, su infinita agregabilidad. En otros términos, según Anaxágoras, con la división de las semillas no se puede llegar a elementos indivisibles, como tampoco se puede llegar con la agregación de las semillas a un todo máximo, que no haya otro mayor. He aquí el fragmento famoso en el que Anaxágoras expresa este concepto: "No hay un grado mínimo de lo pequeño pero siempre hay un grado menor, siendo imposible que lo que es, deje de ser por división. Pero en cuanto a lo grande siempre hay también uno más grande. Y lo grande es igual a lo pequeño en composición. Considerada en sí misma, toda cosa es al mismo tiempo pequeña y grande". Según Anaxágoras, como nunca se llega a un elemento último e indivisible, tampoco se llega nunca ni a un elemento simple, es decir, a un elemento cualitativamente homogéneo que sea, por ejemplo, sólo agua o sólo aire. "En todas las cosas, dice, hay semillas de todas las cosas". Según Anaxágoras, la inteligencia está completamente separada de la materia constituida por las semillas. La inteligencia es simple, infinita y dotada de fuerza propia; y de esta fuerza se vale para producir la separación de los elementos. Pero como las semillas son infinitamente divisibles, la separación de partes producida por la inteligencia no elimina la mezcla: de manera que tanto ahora como en principio, "todas las cosas están juntas".
Anaxágoras explica el conocimiento por medio de los contrarios. Sentirnos el frío mediante el calor, lo dulce mediante lo amargo y cada cualidad mediante la cualidad opuesta. Como toda disensión lleva dolor, toda sensación es dolorosa y el dolor se vuelve sensible por su larga duración o mediante el exceso de la sensación. La importancia de Anaxágoras radica en haber afirmado un principio inteligente como causa del orden del mundo.
En resumen:
Introdujo en la filosofía griega el principio espiritual u ordenador del mundo al proponer el "Nous" (palabra griega que significa mente o razón).
En su doctrina del Nous inicialmente todas las cosas estaban juntas y la materia era una mezcla homogénea. El Nous impulsó el movimiento de esta mezcla.
Sostiene, asimismo, que la materia está compuesta por gérmenes o semillas (que Aristóteles llamará  luego homeomerías) y que son eternos, indestructibles, inmutables, infinitos en número y cualitativamente distintos unos de otros (partículas similares infinitisemales)


 ESCUELA ATOMISTA

Los atomistas se convierten en los últimos presocráticos,  teniendo como representantes máximos a Leucipo (que floreció  en 420) y Demócrito (460-370 a. C.)

FILOSOFÍA DE LOS ATOMISTAS
Leucipo, fundador del atomismo, que puede considerarse el último y más maduro fruto de la investigación naturalista iniciada en la escuela de Mileto. Se sabe tan poco de Leucipo, que hasta se ha podido dudar de su existencia. Según testimonios antiguos, fue contemporáneo de Empédocles y de Anaxágoras y discípulo de Parménides.
Demócrito de Abdera fue el mayor naturalista de su tiempo. Las numerosas obras que llevan su nombre, y de las cuales poseemos numerosos fragmentos, La gran ordenación, La pequeña ordenación, Sobre la inteligencia, Sobre las formas, Sobre la bondad del alma, etc. La fama de Demócrito como hombre de ciencia ha dado lugar a que su figura se estilizase en la de un sabio completamente abstraído de la práctica de la vida.
Parece que Leucipo sentó las bases generales de la doctrina y que Demócrito desarrolló después estas bases, tanto en la investigación física como en la moral.
Los atomistas están de acuerdo con el principio fundamental del eleatismo de que sólo el ser es; pero intentan llevar este principio a la experiencia sensible y servirse de él para explicar los fenómenos. Así entienden el ser como lo lleno, el no ser como el vacío y sostienen que lo lleno y lo vacío son los principios constitutivos de todas las cosas. Si estos elementos fuesen infinitamente divisibles, se disolverán en el vacío; deben ser, pues, indivisibles, y por esto se les llama átomos. Únicamente los átomos son continuos en su interior; los demás cuerpos no son continuos, porque resultan del simple contacto de los átomos y por esto pueden dividirse. Los átomos no difieren entre sí por naturaleza, sino solamente por su forma y magnitud. Determinan el nacimiento y la muerte de las cosas mediante la unión y la disgregación; determinan la diversidad y el cambio de las cosas mediante su orden y su posición. Por eso no todas las cualidades sensibles son objetivas, ni pertenecen verdaderamente a las cosas que las provocan en nosotros. Son objetivas las cualidades propias de los átomos: la forma, la dureza, el número, el movimiento; en cambio, el frío, el calor, los olores, los colores son únicamente apariencias sensibles, provocadas ciertamente por especiales figuras o combinaciones de átomos, pero no pertenecientes a los átomos mismos. Los átomos están todos animados por un movimiento espontáneo, por el cual chocan entre sí y rebotan, dando origen al nacer, al perecer y al cambio de las cosas. Pero el movimiento está determinado por leyes inmutables. "Nada, dice Leucipo, acontece sin razón, antes bien todo acontece por una razón y por una necesidad". El movimiento de los átomos explica también el conocimiento humano. La sensación nace de las imágenes que las cosas producen en el alma mediante flujos o corrientes de átomos que emanan de ellas.
El atomismo representa la reducción naturalista del eleatismo. Del eleatismo ha tomado como propia la proposición fundamental: el ser es necesidad; pero ha entendido esta proposición en el sentido de la determinación causal. Parménides expresaba poéticamente el sentido de la necesidad recurriendo a las nociones de justicia o de hado. El atomismo identifica la necesidad con la acción de las causas naturales. Del eleatismo, tomó también la antítesis entre realidad y apariencia; pero esta antítesis la traslada al plano de la naturaleza y la realidad de que se habla es la de los elementos indivisibles de la propia naturaleza. El resultado, que sobrepasa las intenciones de los mismos atomistas, fue encaminar la investigación naturalista hacia su constitución como ciencia independiente y a distinguirse de la investigación filosófica como tal. La constitución de una ciencia de la naturaleza en disciplina particular, como aparece en Aristóteles, fue preparada por la obra de los atomistas. La ética de Demócrito no tiene, en efecto, ninguna relación con su doctrina física. El bien más alto para el hombre es la felicidad, y ésta no, reside en las riquezas, sino sólo en el alma. No hacen feliz los cuerpos y la riqueza, sino la justicia y la razón, y donde la razón falta, no se sabe gozar de la vida ni vencer el temor a la muerte. Para los hombres el gozo nace de la mesura del placer y de la proporción de la vida: los defectos y los excesos tienden a conmover el alma y a engendrar en ella movimientos intensos. Y las almas que se mueven entre uno y otro extremo, no son constantes ni están contentas. El goce espiritual, no tiene, pues, nada que ver con el placer: "El bien y lo verdadero —dice Demócrito— son idénticos para todos los hombres; el placer es distinto para cada uno de ellos". Por eso el placer no es un bien en sí mismo: es necesario elegir únicamente el que deriva de lo bello. La ética de Demócrito esta, pues, muy alejada del hedonismo que podríamos esperar como corolario de su naturalismo teorético. También al decidido objetivismo, que es la directriz de Demócrito en el campo de la investigación naturalista, le corresponde, en la ética, un subjetivismo moral igualmente decidido. La guía de la acción moral es, según Demócrito, el respeto hacia sí mismo. "No debes tener mayor respeto para los demás nombres que para ti mismo, ni obrar cuando, nadie lo sepa peor que cuando lo sepan todos; pero debes tener para ti mismo el mayor respeto e imponer a tu alma esta ley: no hacer lo que no se debe hacer". Aquí la ley moral se sitúa en la pura interioridad de la persona humana, la cual se hace también ley para sí misma mediante el concepto de respeto hacia sí mismo.
Otro rasgo es notable en la ética de Demócrito: el cosmopolitismo. "Para el hombre sabio —dice— toda la tierra es transitable, porque la patria del alma excelente es todo el mundo". Reconoce, sin embargo, el valor del Estado y dice que nada es preferible a un buen gobierno, puesto que el gobierno lo abarca todo: si se mantiene, todo se mantiene, si cae todo perece. Y declara que es preferible vivir pobre y libre en una democracia que rico y siervo en una oligarquía. Demócrito condena el matrimonio, en cuanto fundado en las relaciones sexuales, que disminuyen el dominio del hombre sobre sí mismo, y en cuanto la educación de los hijos impide dedicarse a quehaceres más necesarios, mientras que el éxito de su educación resulta dudoso. Aquí, evidentemente, la preocupación de Demócrito es la de salvaguardar la libertad interior y la disponibilidad del hombre para sí mismo que permiten consagrarse a la investigación científica.

  
     PERIODO  ANTROPOLÓGICO

Se caracteriza porque el filósofo dejará de pensar en el problema de naturaleza, respecto a su origen, y el centro de su atención será el hombre. Sus representantes son los sofistas  y el gran Sócrates.

       A.    LOS SOFISTAS
PROTÁGORAS  


Protágoras de Abdera fue el primero que se llamó sofista y maestro de virtud. La obra principal de Protágoras, Razonamientos demoledores, se citaba también con el título Sobre la verdad o sobre el ser. Se atribuye a Protágoras una obra Sobre los Dioses. Sobre éstos Protágoras no se pronunciaba. Identificaba apariencia y sensación afirmando que ambas son siempre verdaderas porque "la sensación es siempre de la cosa que es". El presupuesto de la doctrina de Protágoras era el mismo de Heráclito: el fluir incesante de las cosas. No sabemos si esta doctrina pueda referirse a Protágoras: sin embargo, también ella es una confirmación de la identidad que Protágoras establecía entre apariencia y sensación. Por lo tanto, es bastante claro que el mundo de la doxa (o sea, de la opinión) que cabalmente comprende las apariencias sensibles y todas las creencias que se fundan en ellas, lo acepta Protágoras tal como se presenta; pero él, como los demás sofistas, se niega a proceder más allá de este mundo de la opinión y a instituir una investigación que de algún modo lo trascienda. Su mundo es el mundo de las tareas humanas en el cual tanto Protágoras como todos los sofistas intentan moverse y permanecer. El agnosticismo religioso de Protágoras es una consecuencia inmediata de esta limitación de su interés a la esfera de la experiencia humana. "De los dioses —decía Protágoras— no llego a saber ni si son ni si no son ni cuáles son, pues hay muchas cosas que impiden saberlo: no sólo la oscuridad del problema sino la brevedad de la vida humana". La "oscuridad" de que habla aquí Protágoras consiste probablemente en el hecho de que lo divino trasciende la esfera de aquellas experiencias humanas a las cuales, según Protágoras, se limita el saber. El interés de Protágoras, como el de todos los sofistas, no es puramente gnoseológico-teorético. Los problemas que lleva Protágoras en su corazón son los de los tribunales, los de la vida política y los de la educación: es decir, los problemas de la vida asociada que surgen en el interior de los grupos humanos o en las relaciones entre los grupos. Por consiguiente, sería arbitrario restringir el principio de Protágoras a la relación entre el hombre y las cosas naturales: es mucho más correcto entenderlo en su significación más amplia, como comprendiendo todo tipo de objeto sobre el que vierta una relación interhumana, incluidos los objetos que se denominan bienes o valores. Desde este punto de vista, el hombre no es sólo la medida de las cosas que se perciben, sino asimismo la del bien, la de lo justo y la de lo bello. No hay duda que Protágoras consideraba que incluso tales valores son diversos de individuo a individuo porque aparecen como tales, y que también en este campo todas las opiniones son igualmente verdaderas.
Protágoras se presentaba como maestro, no de ciencia, sino de "agudeza en los negocios públicos y privados"; por eso profesaba la enseñabilidad de la virtud, es decir, la modificabilidad de las opiniones en el sentido de lo útil; y por eso se consideraba (y era considerado) digno de ser recompensado con dinero por su obra educadora.

GORGIAS
Gorgias de Lentini (en Sicilia), nacido hacia el 484-83. En los últimos tiempos de su vida se estableció en Larisa de Tesalia, donde murió a los 109 años. Fue sobre todo un retórico; pero escribió también una obra filosófica con el título Sobre el ser o sobre la naturaleza. Nos quedan también fragmentos de algunos de sus discursos, un Elogio de Helena y una Defensa de Palamedes. Las tesis fundamentales de Gorgias eran tres, concatenadas entre sí:
1. Nada existe;
Sostenía el primer punto demostrando que no existe ni el ser ni el no ser. En efecto, el no ser no es, porque si fuese sería a la vez no ser y ser, lo que es contradictorio. Y el ser, si fuese, debería ser o eterno o engendrado, o eterno y engendrado a la vez.
2. Si algo existe, no es cognoscible por el hombre;
Pero si el ser fuese, no podría ser pensado. En efecto, las cosas pensadas no existen; de lo contrario existirían todas las cosas inverosímiles y absurdas que al hombre se le antoja pensar. Pero si es verdad que lo que es pensado no existe, será también verdad que lo que existe no es pensado y que, por tanto, el ser, si existe, es incognoscible.
3. Aunque sea cognoscible, es incomunicable a los demás.
En fin, aunque fuese cognoscible, no sería comunicable. Nosotros, en efecto, nos expresamos por medio de la palabra, pero la palabra no es el ser; así pues, comunicando palabras, no comunicamos el ser.
Gorgias llega así a un nihilismo filosófico completo, utilizando las tesis eleáticas acerca del ser y reduciéndolas al absurdo.
El relativismo teórico y práctico de la sofística encuentra aquí un importante corolario suyo: la omnipotencia de la palabra y la fuerza necesitante de la retórica que la guía con sus recursos infalibles. Cuando Platón opone a Gorgias, en el diálogo que lleva su título, que la retórica no puede persuadir sino en lo que es verdadero y justo, arranca de un supuesto no compartido por Gorgias: o sea, que existan criterios infalibles y universales para reconocer lo verdadero y lo justo. Lo que distingue a la retórica de Gorgias como arte omnipotente de la persuasión, de la retórica de Platón como educación del alma en la verdad y en lo justo es el supuesto fundamental del platonismo: la existencia de las ideas como criterios o valores absolutos.

B.    SÓCRATES.
Nació en el 470 o en los primeros meses del 469 a. de J. C. Su padre, Sofronisco, su madre, Fenarete, la cual era comadrona, lo cual sirvió a Sócrates más adelante en su obra. Si no fue discípulo de Anaxágoras, conoció la obra de este según la afirmaciones de Platón en su obra “Fedón”. Participó, en su deber como soldado, en las batallas de Potidea, Delios y Anfípolis. En la obra de Platón el Banquete, se hace referencia de Sócrates en la guerra como de un hombre insensible a las fatigas y al frío, valiente, modesto y dueño de sí mismo aun en el momento en que el ejército estaba derrotado. Su máxima vocación y que jamás dejaría, a pesar de la condena a muerte que el tribunal que lo juzgaba estaba a punto de darle por ello; fue la filosofía. Entendió la investigación filosófica como un examen incesante de sí mismo y de los demás. Consagrado a esta tarea, descuidó toda actividad práctica y vivió pobremente. Su personalidad tenía algo extraño e inquietante. Su misma apariencia física estaba en estridente contraste con su carácter moral y con el dominio de sí mismo que conservaba en todas las circunstancias. Tal es así que Platón le comparó a la trimielga o torpedo de mar que paraliza a quien toca: del mismo modo provocaba la duda y la inquietud en el ánimo de quienes se le acercaban. Sin embargo, este hombre, que dedicó a la filosofía toda su existencia y murió por ella, no escribió nada. Es ésta indudablemente la más grande paradoja de la filosofía griega. Pues esto no es casual, Sócrates manifestaba que la escritura solo son apariencias y no la verdad. Para Sócrates, que entiende el filosofar como el examen incesante de sí mismo y de los demás, ningún escrito puede suscitar y dirigir el filosofar. El escrito puede comunicar una doctrina, no estimular la investigación.
Sobre la existencia de Sócrates tenemos tres testimonios principales: el de Jenofonte en los Dichos memorables de Sócrates, el de Platón, que le hace hablar como un personaje principal en la mayor parte de sus diálogos, y el de Aristóteles, que le dedica breves y precisas alusiones. La idea que nos ha dado Aristófanes sobre Sócrates en su obra las Nubes, como filósofo de la naturaleza que da de los hechos más sencillos las explicaciones más complicadas y como sofista que convierte en fuertes los discursos más débiles y hace triunfar a los injustos sobre los justos, ha querido evidentemente representar en el más popular personaje ateniense el tipo del intelectual innovador. Jenofonte, nos ha dado una presentación extremadamente pobre y mezquina de la personalidad de Sócrates. Por otra parte, la personalidad de Sócrates vive potentemente en los diálogos de Platón.
Llevó la filosofía al hombre por el hombre, como individuo. Por esto Sócrates adoptó la divisa deifica Conócete a ti mismo e hizo del filosofar un examen incesante de sí mismo y de los demás: de sí mismo en relación con los demás, de los demás en relación consigo mismo.
La primera condición de este examen es el reconocimiento de la propia ignorancia. Ningún hombre sabe nada verdaderamente, pero es sabio únicamente quien sabe que no sabe, no quien se figura saber e ignora así hasta su misma ignorancia. Pues quien sabe que no sabe procura saber y se preocupa por conocer e investigar pero quien afirma que sabe ya no se preocupa por investigar y se queda dormido en sus laureles. Este principio socrático va en clara oposición a los sofistas, quienes hacen de profesión su falsa sabiduría; en cambio Sócrates hace de profesión su ignorancia.
El medio para descubrir la propia ignorancia y empujar al hombre a la investigación es la ironía, es “golpear” al sujeto y dejarlo en la duda y de esta manera obligarlo a investigar A través de la ironía, Sócrates demostraba la nulidad de su falso conocimiento y mostrarles sus limitaciones.
Sócrates no enseña nada: comunica sólo el estímulo y el interés por la investigación. En tal sentido compara su arte con el de su madre, la comadrona Fenarete. Su arte consiste esencialmente en averiguar por todos los medios si su interlocutor tiene que parir algo fantástico y falso o genuino y verdadero. Él se declara estéril de sabiduría.
Según Sócrates el saber y la virtud se identifican. El hombre no puede tender más que a saber lo que debe hacer o lo que debe ser; y tal saber es la virtud misma. Este es el principio fundamental de la ética socrática. No es necesario, pues, que el hombre renuncie al placer para ser virtuoso. La virtud no es la negación de la vida humana, antes bien, es la vida humana perfecta; comprende el placer y es, además, el placer máximo. La diferencia entre el hombre virtuoso y el hombre que no lo es, consiste en que el primero sabe calcular los placeres y escoger el mayor; el segundo no sabe hacer este cálculo y no puede, por tanto, más que entregarse al placer del momento.
Para Sócrates, el hombre es todavía una unidad indivisible.
La virtud es ciencia, en primer lugar porque no se puede ser virtuoso simplemente conformándose y acomodándose a las opiniones corrientes y a las reglas de vida ya conocidas. Es ciencia porque es investigación, búsqueda autónoma de los valores sobre los que debe fundarse la vida.
Para Sócrates filosofar es una misión divina. El sentimiento de la divinidad se halla siempre presente, por tanto, en la investigación socrática en calidad de sentimiento de lo trascendente, de lo que está más allá del hombre, superior al hombre, que le guía desde lo alto y le ofrece una garantía providencial.
Según Sócrates, lo que la revelación divina ordena es el empeño en la investigación y el esfuerzo en la búsqueda de la justicia; lo que ella garantiza es que "para el hombre honrado no hay mal ni en la vida ni en la muerte".
Dos cosas atribuir a Sócrates: los razonamientos inductivos y la definición de lo universal (Concepto), y ambas se refieren al principio de la ciencia".  Sócrates llega a la afirmación general de que quien ha aprendido una ciencia es tal cual lo ha hecho la ciencia misma. El razonamiento inductivo se dirige, pues, a la definición del concepto; y el concepto expresa la esencia o la naturaleza de una cosa, lo que la cosa verdaderamente es. A Sócrates, pues, pertenece el mérito de haber sido el primero que organizó la investigación según un método propiamente científico. Únicamente como ciencia es posible enseñar la virtud.





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