sábado, 2 de agosto de 2014

LA FILOSOFÍA ÁRABE Y JUDÍA


LA FILOSOFÍA ÁRABE Y JUDÍA


Durante la Edad Media, el pensamiento filosófico árabe y judío tuvo tal influencia en el pensamiento cristiano que produjo un cambio en su orientación. La aparición de la filosofía árabe y judía fue fruto de su contacto con el pensamiento del mundo griego. La filosofía influyó en el campo científico, teológico, jurídico, etcétera, puesto que en todos estos ámbitos se utilizaron métodos propiamente filosóficos. Su orientación tuvo carácter racionalista y religioso, ya que su objetivo fue conciliar la filosofía con la teología. Estos pensadores consideraron que la labor de la filosofía era ayudar a comprender y demostrar a Dios haciendo accesible la Revelación que aparece en los libros sagrados.
PLANTEAMIENTOS DE LA FILOSOFÍA ÁRABE:
Cuando en el año 529 el emperador Justiniano clausura la Escuela de Atenas, la filosofía de Aristóteles se mantiene en Oriente en la escuela siria. Los árabes se apropian de esta filosofía cuando conquistan Persia y Siria. Hasta el año 750, bajo la dinastía de los abatidas, el corpus aristotélico es conservado por los árabes, quienes lo introducirán en occidente. Es necesario destacar que el Aristóteles que reconstruyen los filósofos árabes está claramente impregnado de platonismo.
La filosofía árabe nace al intentar solucionar los problemas que ofrece el encuentro del Corán con la filosofía aristotélica. Se ven obligados a dar respuesta a algunas cuestiones del pensamiento de Aristóteles incompatibles con la fe coránica: la eternidad del mundo, la mortalidad del alma, la relación problemática entre razón y fe. Con la transmisión al occidente europeo de determinadas soluciones árabes, los filósofos y teólogos cristianos se encontraron propuestas para hacer frente a la dificultad del encuentro entre filosofía aristotélica y verdades reveladas.
Distinción entre esencia y existencia: basado en el filósofo Alfarabi, sostiene que todo lo que existe es posible o necesario. En el ser necesario (Dios) esencia y existencia coinciden, en el ser posible se distinguen y lo posible debe recibir la existencia de lo necesario.
El Necesitarismo: el mundo existe necesariamente desde siempre porque Dios no es libre de crear o no crear: crea por necesidad de su esencia y desde toda la eternidad.
 La cuestión del entendimiento agente: Alkindi (s. IX) lo identifica con Dios, mientras que en                                   Averroes es uno y común a todos los hombres

REPRESENTANTES:
Avicena (S. XI)

Filósofo, médico y enciclopedista tadzhiko, de la Edad Media. Vivió en Bujará y en Irán. Aun conservando fidelidad al Islam, contribuyó en gran medida a difundir entre los árabes –y, a través de ellos, en los países de Europa–, la herencia filosófica y científica del mundo helénico, ante todo la doctrina de Aristóteles. Avicena hizo mucho para consolidar el pensamiento racional y propagar los conocimientos de las ciencias naturales y de la matemática. En su doctrina filosófica, conserva las tendencias materialistas e idealistas de Aristóteles, retrocediendo, en algunas cuestiones, del aristotelismo hacia el neoplatonismo. Avicena desarrolló por sí mismo la lógica, la física y la metafísica de Aristóteles. Reconocía el carácter eterno de la materia, a la que veía como causa de la diversidad de las cosas singulares, se manifestó contra las supersticiones astrológicas y de otro tipo. Su obra principal, «Dónish-Nameh» («Libro del saber»), contiene una exposición sucinta de sus concepciones lógicas y físicas.




Averroes (S. XII)

Averroes proviene de una familia de estudiosos del derecho. Su abuelo fue cadí (juez) principal de Córdoba bajo el régimen de los almorávides. Su padre mantuvo la misma posición hasta la llegada de la dinastía almohade en 1146. El propio Averroes fue nombrado cadí de Sevilla sirviendo en las cortes de Sevilla, Córdoba y Marruecos durante su carrera.
Además de elaborar una enciclopedia médica, escribió comentarios sobre la obra de Aristóteles (de ahí que fuera conocido como «El Comentador»). En su obra Refutación de la refutación (Tahafut al-tahafut) defiende la filosofía aristotélica frente a las afirmaciones de Al-Ghazali de que la filosofía estaría en contradicción con la religión y sería por lo tanto una afrenta a las enseñanzas del Islam. Jacob Anatoli tradujo sus obras del árabe al hebreo en los años 1200. Sus escritos influyeron en el pensamiento cristiano de la Edad Media y el Renacimiento.
A finales del siglo XII una ola de fanatismo invade Al-Ándalus después de la conquista de los Almohades y es desterrado y aislado en la ciudad de Lucena, cerca de Córdoba, prohibiéndose sus obras. Meses antes de su muerte, sin embargo, fue revindicado y llamado a la corte en Marruecos. Muchas de sus obras de lógica y metafísica se han perdido definitivamente como consecuencia de la censura. Gran parte de su obra sólo ha podido sobrevivir a través de traducciones en hebreo y latín, y no en su original árabe. Su principal discípulo fue Ibn Tumlus (Alcira, provincia de Valencia, 1164-1223), quien le había sucedido como médico de cámara del quinto califa almohade Al-Nasir.
La noética de Averroes, formulada en su obra conocida como Gran comentario, parte de la distinción aristotélica entre dos intelectos, el nous pathetikós (intelecto receptivo) y el nous poietikós (intelecto agente), que permitió desligar la reflexión filosófica de las especulaciones míticas y políticas.
Averroes se esforzó en aclarar cómo piensa el ser humano y cómo es posible la formulación de verdades universales y eternas por parte de seres perecederos.
El filósofo cordobés se distancia de Aristóteles al subrayar la función sensorial de los nervios y al reconocer en el cerebro la localización de algunas facultades intelectivas (imaginación, memoria).
Averroes sitúa el origen de la intelección en la percepción sensible de los objetos individuales y concreta su fin en la universalización, que no existe fuera del alma (el principio de los animales): el proceso consiste en sentir, imaginar y, finalmente, captar el universal.
Ese universal tiene, por lo demás, existencia en cuanto que lo es por aquello que es particular. En cualquier caso, es el intelecto o entendimiento el que proporciona la universalidad a lo que parte de las cosas sensibles.
Así las cosas, en su obra Tahâfut, expone la necesidad de que la ciencia se adecue a la realidad concreta y particular, pues no puede existir conocimiento directo de los universales.
La concepción del intelecto en Averroes es cambiante, pero en su formulación más amplia distingue cuatro tipos de intelecto, es decir, las cuatro fases que atraviesa el entendimiento en la génesis del conocimiento: material (receptivo), habitual (que permite concebirlo todo), agente (causa eficiente y formal de nuestro conocimiento, intrínseco al hombre y que existe en el alma) y adquirido (unión del hombre con el intelecto).
Averroes distingue, además, entre dos sujetos del conocimiento (más propiamente: los sujetos de los inteligibles en acto): el sujeto mediante el cual esos inteligibles son verdaderos (las formas que son imágenes verdaderas) y el sujeto mediante el que los inteligibles son un ente en el mundo (intelecto material). Consecuentemente, el sujeto de la sensación (por el cual es verdadera) existe fuera del alma y el sujeto del intelecto (por el cual este es verdadero), dentro.
A pesar de la condena de 219 tesis averroístas por parte del obispo parisino Étienne Tempier en 1277 a causa de su incompatibilidad con la doctrina católica, muchas de éstas sobrevivieron en la literatura posterior de mano de autores como Giordano Bruno o Pico della Mirandola. Así, encontramos en estos autores una defensa de la superioridad de la vida contemplativa-teórica frente a la vida práctica.
Otras tesis que encontramos en Averroes son:
·         Que el mundo es eterno
·         Que el alma está dividida en dos partes, una individual perecedera (intelecto pasivo) y otra divina y eterna (intelecto activo).
·         El intelecto activo es común a todos los hombres.
·         El intelecto activo se convierte en intelecto pasivo cuando se halla unido al alma humana. Cuando la facultad imaginativa del hombre recibe las imágenes que le proporciona la actividad de los sentidos, las transmite al intelecto pasivo. Las formas, que existen en potencia en tales imágenes, son actualizadas por el intelecto activo, convirtiéndose en conceptos y juicios.
La Filosofía Judía
Planteamientos Filosóficos de la Filosofía Judía:
  
Representada principalmente por Maimónides, quien sostiene la contingencia del mundo, la existencia de un entendimiento agente separado, la libertad del hombre y una inmortalidad reservada a los elegidos.
Por otro lado Gabirol (Avicebron) sostiene el hilemorfismo universal según la cual todas las sustancias, incluida las espirituales, están compuestas de materia y forma.

Representantes:

Avicebron (S. XI),
El nombre de Avicebrón, nombre citado con bastante frecuencia por Alberto Magno, Guillermo de París, Santo Tomás y otros varios escolásticos, fue un verdadero enigma, no ya sólo para éstos, si que también para los críticos e historiadores de la Filosofía, hasta que Münk demostró en nuestros días que el famoso Avicebrón de la Filosofía escolástica fue un filósofo judío del siglo XI.
Aunque se ignora el año preciso de su nacimiento, lo mismo que el de su muerte, consta hoy que el autor del Fons vitae, enumerado generalmente y colocado entre los filósofos árabes por los historiadores de la Filosofía, incluso Ritter, fue Salomón ben-Gebirol, natural de Málaga, pero educado en Zaragoza, donde en 1045 escribió un pequeño tratado de moral y algunas poesías. Es probable que falleció en Valencia, hacia el año de 1070, poco más o menos. 
Aparte de sus poesías escritas en lengua hebrea, y que hicieron su nombre muy popular entre sus correligionarios, Gebirol debe su fama como filósofo a su Fons vitae, escrito en árabe por el autor, a lo que parece, pero que fue traducido al latín con este título a contar desde el siglo XII. He aquí, en resumen, los puntos capitales de su doctrina:
a) El estudio y conocimiento científico de las cosas debe comenzar por el estudio y conocimiento de sí mismo, y la observación psicológica debe ser el punto de partida de la ciencia. El término y objeto final de ésta es el conocimiento de la Voluntad, es decir, de la voluntad de Dios como causa creadora del Universo y de su movimiento.
b) El conocimiento, o, mejor dicho, la unión intelectual con esta substancia primera, unión que constituye el objeto final y la perfección suprema del hombre, se consigue por el doble camino de la ciencia y de los ejercicios piadosos. Para llegar a la unión intelectual y perfecta con Dios en la vida presente, no basta la especulación, si no va acompañada de la purificación moral y de la abstracción de todo lo corporal, por medio de las prácticas religiosas, de la meditación y del entusiasmo místico.
c) La creación es el acto por medio del cual la Voluntad, es decir, Dios, por medio de la voluntad, imprime determinadas formas en la materia, de manera que todas las formas son impresiones más o menos directas e inmediatas de la voluntad divina.
Esta idea de la creación, junto con otras indicaciones relacionadas con este punto que se encuentran en su libro, permiten sospechar que no admitía la creación ex nihilo, en el sentido propio de la palabra, y que sus ideas sobre esta materia coincidían con las de los neoplatónicos, como coincidían también en lo que se refiere a tendencias místicas y algunos otros puntos filosóficos. Como Platón, el filósofo judío enseña también que los esfuerzos del alma para adquirir la ciencia representan la evolución y reminiscencia de sus conocimientos anteriores a la unión o impresión del alma en el cuerpo.
d) Empero la teoría fundamental y característica de la Filosofía de Avicebrón es la que se refiere a la materia y forma, como elementos constitutivos y principios internos de todas las cosas finitas; porque, según el filósofo de Málaga, hay una materia universal que forma parte de todas las esencias, cualquiera que sea su naturaleza y perfección, exceptuando únicamente a Dios. Esta materia universal, superior y más sutil que la materia de los cuerpos, entra en la composición de los ángeles, apellidados también substancias separadas einteligencias, y es como el substratum común de todas las cosas que no son Dios. Bajo esta materia universal, y como determinaciones de la misma, pueden distinguirse otras tres especies de materia, que son la materia corpórea, o sea la que entra en toda substancia extensa; la materia celeste, que es la que se encuentra en las esferas celestes y los astros, y la materia sublunar, que sirve de substratum propio a los cuerpos sublunares sujetos a generación y corrupción.
La doctrina de Escoto acerca de la unidad de la materia prima, sus vacilaciones y reservas acerca de la existencia de materia en los ángeles, y su opinión acerca de la forma de corporeidad como forma substancial general del cuerpo, y como base y condición de las formas substanciales especiales y superiores, o sea del alma de los brutos y del hombre, pueden considerarse como reminiscencias y vestigios de esta teoría de Avicebrón.
Con mayor fundamento todavía puede sospecharse que la doctrina del filósofo judío ejerció cierta influencia sobre algunas opiniones y teorías de Raymundo Lulio, bastando citar como ejemplo su opinión acerca de la materia prima universal y de la forma substancial universal, sin contar sus reminiscencias y formas cabalísticas, tan en armonía con las tradiciones de la Filosofía judaica.

Maimónides (S. XII)

Nació en el año 1135 en Córdoba, pero tuvo que abandonar España debido a la intolerancia de los almohades refugiándose en Fez y trasladándose posteriormente a El Cairo, donde murió en 1204. Su inspiración, como en filósofos anteriores, se encuentra en la filosofía aristotélica y neoplatónica con predominio de la primera. Ejerció mucha influencia en filósofos cristianos del siglo siguiente, especialmente en Tomás de Aquino.
Debe su celebridad a su Guía de perplejos, una suma de teología escolástica judía dirigida a personas instruidas en filosofía pero indecisas con la manera de conciliar la filosofía, la ciencia y la Escritura.
Según Maimónides, aunque la Ley y la filosofía tienen naturalezas distintas deben conciliarse; es más, el objetivo de la filosofía es la demostración y confirmación de la Ley. Se puede demostrar que Dios existe y que es uno e incorpóreo. De manera parecida a Alfarabí expone que las cosas existentes son contingentes y, por lo tanto, reclaman la existencia de un Ser necesario. La existencia de Dios está demostrada independientemente de si el mundo es eterno o ha sido creado ex nihilo en el tiempo. De todas formas, niega que el mundo sea eterno; es contingente y resultado de la libre voluntad divina.
De Dios sabemos que existe, pero no sabemos lo que es, solo podemos hablar de Él acumulando atributos negativos, esto es, negando toda imperfección; así sabremos, al menos, lo que no es. Esta doctrina evidencia la preocupación judaica de impedir cualquier ataque a la unidad de Dios.
Respecto al ser humano, Maimónides afirma que cada hombre tiene una capacidad intelectual que varía según sus méritos y se reúne con el intelecto agente después de la muerte. La inmortalidad no pertenece al hombre individual, ya que si la materia (en cuanto forma sensible corpórea) es lo que nos individualiza, al morir y corromperse tan solo queda el puro intelecto. El hombre no es inmortal en cuanto individuo, sino solo como parte del intelecto activo. Esta doctrina será totalmente rechazada por Tomás de Aquino en el siglo XIII.
Los árabes conocieron a Aristóteles y lo difundieron en Europa


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