EL
DESARROLLO HISTÓRICO DE LA EPISTEMOLOGÍA:
Epistemología (del griego, episteme,
'conocimiento'; logos, 'teoría'),
rama de la filosofía que trata de los problemas filosóficos que rodean la teoría del
conocimiento. La epistemología se ocupa de la definición del saber y de los
conceptos relacionados, de las fuentes, los criterios, los tipos de
conocimiento posible y el grado con el que cada uno resulta cierto; así como la
relación exacta entre el que conoce y el objeto conocido.
Problemas filosóficos griegos
y medievales
En el siglo V a.C., los sofistas griegos cuestionaron la posibilidad de que hubiera un
conocimiento fiable y objetivo. Por ello, uno de los principales sofistas, Gorgias, afirmó
que nada puede existir en realidad, que si algo existe no se puede conocer, y
que si su conocimiento fuera posible, no se podría comunicar. Otro sofista
importante, Protágoras, mantuvo que ninguna opinión de una persona es más correcta que la de
otra, porque cada individuo es el único juez de su propia experiencia. Platón, siguiendo
a su ilustre maestro Sócrates, intentó contestar a los sofistas dando por sentado la existencia de un
mundo de formas o ideas, invariables
e invisibles, sobre las que es posible adquirir un conocimiento exacto y
certero. Mantenía que las cosas que uno ve y palpa son copias imperfectas de
las formas puras estudiadas en matemáticas y filosofía. Por consiguiente, sólo
el razonamiento abstracto de esas disciplinas proporciona un conocimiento
verdadero, mientras que la percepción facilita opiniones vagas e
inconsistentes. Concluyó que la contemplación filosófica del mundo oculto de
las ideas es el fin más elevado de la existencia humana.
Aristóteles siguió a Platón al
considerar el conocimiento abstracto superior a cualquier otro, pero discrepó
de su juicio en cuanto al método apropiado para alcanzarlo. Aristóteles
mantenía que casi todo el conocimiento se deriva de la experiencia. El
conocimiento se adquiere ya sea por vía directa, con la abstracción de los
rasgos que definen a una especie, o de forma indirecta, deduciendo nuevos datos
de aquellos ya sabidos, de acuerdo con las reglas de la lógica. La observación cuidadosa y la
adhesión estricta a las reglas de la lógica, que por primera vez fueron
expuestas de forma sistemática por Aristóteles, ayudarían a superar las trampas
teóricas que los sofistas habían expuesto. Las escuelas estoica y epicúrea
coincidieron con Aristóteles en que el conocimiento nace de la percepción pero,
al contrario que Aristóteles y Platón, mantenían que la filosofía había de ser
considerada como una guía práctica para la vida y no como un fin en sí misma.
Después de varios siglos de declive del interés por el conocimiento
racional y científico, el filósofo escolástico (véase Escolasticismo) santo Tomás de Aquino y otros filósofos de la edad media ayudaron a devolver
la confianza en la razón y la experiencia, combinando los métodos racionales y
la fe en un sistema unificado de creencias. Tomás de Aquino coincidió con
Aristóteles en considerar la percepción como el punto de partida y la lógica
como el procedimiento intelectual para llegar a un conocimiento fiable de la
naturaleza, pero estimó que la fe en la autoridad bíblica era la principal
fuente de la creencia religiosa.
Razón contra percepción
Desde el siglo XVII hasta finales del siglo XIX la cuestión principal en
epistemología contrastó la razón contra el sentido de percepción como medio
para adquirir el conocimiento. Para los racionalistas, entre los más destacados
el francés René Descartes, el holandés Baruch
Spinoza y el alemán, Gottfried
Wilhelm Leibniz, la principal fuente y prueba
final del conocimiento era el razonamiento deductivo basado en principios
evidentes o axiomas. Para los
empiristas, empezando por los filósofos ingleses Francis Bacon y John Locke, la fuente principal y prueba
última del conocimiento era la percepción.
Bacon inauguró la nueva era de la ciencia moderna criticando la confianza
medieval en la tradición y la autoridad y aportando nuevas normas para
articular el método científico, entre las que se incluyen el primer grupo de
reglas de lógica inductiva formuladas. Locke criticó la creencia racionalista
de que los principios del conocimiento son evidentes por una vía intuitiva, y
argumentó que todo conocimiento deriva de la experiencia, ya sea de la
procedente del mundo externo, que imprime sensaciones en la mente, ya sea de la
experiencia interna, cuando la mente refleja sus propias actividades. Afirmó
que el conocimiento humano de los objetos físicos externos está siempre sujeto
a los errores de los sentidos y concluyó que no se puede tener un conocimiento
certero del mundo físico que resulte absoluto.
El filósofo irlandés George Berkeley estaba de acuerdo con Locke en que el conocimiento se
adquiere a través de las ideas, pero rechazó la creencia de Locke de que es
posible distinguir entre ideas y objetos. El filósofo escocés David Hume siguió con
la tradición empirista, pero no aceptó la conclusión de Berkeley de que el
conocimiento consistía tan sólo en ideas. Dividió todo el conocimiento en dos
clases: el conocimiento de la relación de las ideas —es decir, el conocimiento
hallado en las matemáticas y la lógica, que es exacto y certero pero no aporta
información sobre el mundo— y el conocimiento de la realidad —es decir, el que
se deriva de la percepción. Hume afirmó que la mayor parte del conocimiento de
la realidad descansa en la relación causa-efecto, y al no existir ninguna
conexión lógica entre una causa dada y su efecto, no se puede esperar conocer
ninguna realidad futura con certeza. Así, las leyes de la ciencia más certeras
podrían no seguir siendo verdad: una conclusión que tuvo un impacto
revolucionario en la filosofía.
El filósofo alemán Immanuel Kant intentó resolver la crisis provocada por Locke y
llevada a su punto más alto por las teorías de Hume; propuso una solución en la
que combinaba elementos del racionalismo con algunas tesis procedentes del empirismo. Coincidió con los
racionalistas en que se puede tener conocimiento exacto y certero, pero siguió
a los empiristas en mantener que dicho conocimiento es más informativo sobre la
estructura del pensamiento que sobre el mundo que se halla al margen del mismo.
Distinguió tres tipos de conocimiento: analítico
a priori, que es exacto y certero pero no informativo, porque sólo aclara
lo que está contenido en las definiciones; sintético
a posteriori, que transmite información sobre el mundo aprendido a partir
de la experiencia, pero está sujeto a los errores de los sentidos, y sintético a priori, que se descubre por
la intuición y es a la vez exacto y certero, ya que expresa las condiciones
necesarias que la mente impone a todos los objetos de la experiencia. Las
matemáticas y la filosofía, de acuerdo con Kant, aportan este último tipo de
conocimiento. Desde los tiempos de Kant, una de las cuestiones sobre las que
más se ha debatido en filosofía ha sido si existe o no el conocimiento
sintético a priori.
Durante el siglo XIX, el filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel retomó la
afirmación racionalista de que el conocimiento certero de la realidad puede
alcanzarse con carácter absoluto equiparando los procesos del pensamiento, de
la naturaleza y de la historia. Hegel provocó un interés por la historia y el
enfoque histórico del conocimiento que más tarde fue realzado por Herbert Spencer en Gran
Bretaña y la escuela alemana del historicismo. Spencer y el filósofo francés Auguste Comte llamaron
la atención sobre la importancia de la sociología como una rama del conocimiento y ambos aplicaron los
principios del empirismo al estudio de la sociedad.
La escuela estadounidense del pragmatismo, fundada por los filósofos Charles Sanders Peirce, William James y John Dewey a principios de este siglo,
llevó el empirismo aún más lejos al mantener que el conocimiento es un
instrumento de acción y que todas las creencias tenían que ser juzgadas por su
utilidad como reglas para predecir las experiencias.
Epistemología en el siglo XX
A principios del siglo XX los problemas epistemológicos fueron discutidos
a fondo y sutiles matices de diferencia empezaron a dividir a las distintas
escuelas de pensamiento rivales. Se prestó especial atención a la relación
entre el acto de percibir algo, el objeto percibido de una forma directa y la
cosa que se puede decir que se conoce como resultado de la propia percepción.
Los autores fenomenológicos afirmaron que los objetos de conocimiento son los
mismos que los objetos percibidos. Los neorrealistas sostuvieron que se tienen
percepciones directas de los objetos físicos o partes de los objetos físicos en
vez de los estados mentales personales de cada uno. Los realistas críticos
adoptaron una posición intermedia, manteniendo que aunque se perciben sólo
datos sensoriales, como los colores y los sonidos, éstos representan objetos
físicos sobre los cuales aportan conocimiento.
Un método para enfrentarse al problema de clarificar la relación entre el
acto de conocer y el objeto conocido fue elaborado por el filósofo alemán Edmund Husserl. Perfiló
un procedimiento elaborado, al que llamó fenomenología, por medio del cual se puede distinguir cómo son las
cosas a partir de cómo uno piensa que son en realidad, alcanzando así una
comprensión más precisa de las bases conceptuales del conocimiento.
Durante el segundo cuarto del siglo XX surgieron dos escuelas de
pensamiento, ambas deudoras del filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein. Por una parte, la escuela
del empirismo o positivismo lógico, tuvo su origen en Viena, Austria, pero pronto
se extendió por todo el mundo. Los empiristas lógicos hicieron hincapié en que
sólo hay una clase de conocimiento: el conocimiento científico; que cualquier
conocimiento válido tiene que ser verificable en la experiencia; y, por lo
tanto, que mucho de lo que había sido dado por bueno por la filosofía no era ni
verdadero ni falso, sino carente de sentido. A la postre, siguiendo a Hume y a
Kant, se tenía que establecer una clara distinción entre enunciados analíticos
y sintéticos. El llamado criterio de verificabilidad del significado ha sufrido
cambios como consecuencia de las discusiones entre los propios empiristas
lógicos, así como entre sus críticos, pero no ha sido descartado.
La última de estas recientes escuelas de pensamiento, englobadas en el
campo del análisis lingüístico (véase
Filosofía analítica) o en la filosofía del lenguaje corriente, parece romper con la
epistemología tradicional. Los analistas lingüísticos se han propuesto estudiar
el modo real en que se usan los términos epistemológicos claves —términos como conocimiento, percepción y probabilidad—
y formular reglas definitivas para su uso con objeto de evitar confusiones
verbales. El filósofo británico John
Langshaw Austin afirmó, por ejemplo, que decir
que un enunciado es verdadero no añade nada al enunciado excepto una promesa
por parte del que habla o escribe. Austin no considera la verdad como una
cualidad o propiedad de los enunciados o elocuciones.
Sofistas (del
griego sophi, 'experto', 'maestro
artífice', 'hombre de sabiduría'), en su origen, nombre aplicado por los
antiguos griegos a los hombres eruditos, tales como los Siete Sabios de Grecia; en el siglo V a.C., nombre
que se daba a los maestros itinerantes que proporcionaban instrucción en
diversas ramas del conocimiento a cambio de unos honorarios convenidos con
antelación.
Personas que compartían puntos de vista filosóficos mucho más amplios que
los de una escuela, los sofistas popularizaron las ideas de varios filósofos
anteriores; pero, basándose en su interpretación de ese pensamiento filosófico
anterior, casi todos ellos concluyeron afirmando que la verdad y la moral eran
en esencia materias opinables. Así, en sus propias enseñanzas tendían a
enfatizar formas de expresión persuasivas, como el arte de la retórica, que
facilitaba a los discípulos técnicas útiles para alcanzar el éxito en la vida,
en especial en la vida pública.
Los sofistas gozaron de popularidad durante un tiempo, sobre todo en
Atenas; sin embargo, su escepticismo de la verdad absoluta y la moral suscitó a
la postre fuertes críticas. Sócrates, Platón y Aristóteles pusieron en tela de juicio los fundamentos filosóficos de las enseñanzas
de los sofistas. Platón y Aristóteles les censuraron por aceptar dinero. Más
tarde, fueron acusados por el Estado de carecer de moral. Como consecuencia, la
palabra sofista adquirió un significado despectivo, al igual que el moderno
término sofisma, que puede ser definido como astuto y engañoso o como
argumentación o razonamiento falsos. No obstante, diversas corrientes
filosóficas han reivindicado el sofismo como un espíritu crítico, desde
mediados del siglo XX. Autores tan dispares como el apátrida de origen rumano,
Emil Michel Cioran, el español Fernando Savater y diversos teóricos del
postmodernismo han elaborado el gran elogio doctrinal del sofismo.
En último extremo, los sofistas fueron de importancia menor en el
desarrollo histórico del pensamiento filosófico occidental. Fueron, sin
embargo, los primeros en sistematizar la educación. Entre los principales
sofistas del siglo IV a.C. destacan Protágoras, Gorgias, Hipias de Elide y Prodicus de Ceos.[1]
Protágoras (c. 480-c.
411 a.C.), filósofo griego, nacido en Abdera, Tracia. En el 445 a.C. se
estableció en Atenas, donde llegó a ser amigo del estadista Pericles y
consiguió gran fama como maestro y filósofo. Fue el primer pensador en llamarse
a sí mismo sofista y en enseñar a cambio de dinero, recibiendo grandes sumas de sus alumnos.
Enseñó gramática, retórica e interpretación de la poesía. Sus obras principales, de las que sólo perduran
algunos fragmentos, fueron tituladas Verdad
y Sobre los dioses. El fundamento de
su reflexión fue la doctrina de que nada es bueno o malo, verdadero o falso, de
una forma categórica y que cada persona es, por tanto, su propia autoridad
última; esta creencia se resume en su frase: “El hombre es la medida de todas
las cosas”. Acusado de impiedad, Protágoras se exilió, pereciendo ahogado en el
transcurso de su viaje a Sicilia. Dos célebres diálogos de Platón, Teeteto y Protágoras, rebatieron las doctrinas de Protágoras.[2]
Gorgias (c. 485-c.
380 a.C.), retórico griego y filósofo sofista. Nacido en Leontini, Sicilia, Gorgias ejerció como
embajador en Atenas en el 427 a.C., donde más tarde se estableció para
practicar y enseñar el arte de la retórica. Como retórico, fue de los primeros en introducir la
cadencia en la prosa y en utilizar lugares comunes en los argumentos. Es el
personaje del título del diálogo Gorgias
de Platón, donde Sócrates discute
sobre la retórica falsa y verdadera, y sobre la retórica entendida como el arte
de la adulación.
La filosofía de Gorgias es nihilista y está expresada en tres proposiciones: nada
existe; si algo existe, no puede ser conocido; si algo existe y puede ser
conocido, no puede ser comunicado. Las obras de Gorgias que han llegado hasta
nosotros son El elogio a Helena y La apología de Palamedes. Murió en
Tesalia a la edad de 105 años.[3]
Sócrates (c. 470-c. 399 a.C.), filósofo
griego fundador de la filosofía moral, o axiología
que ha tenido gran peso en la filosofía
occidental por su influencia sobre Platón. Nacido en Atenas,
hijo de Sofronisco, un escultor, y de Fenareta, una comadrona, recibió una
educación tradicional en literatura, música y gimnasia. Más tarde, se
familiarizó con la retórica y la dialéctica de los sofistas, las especulaciones de los filósofos jonios y la cultura
general de la Atenas de Pericles. Al principio, Sócrates siguió el trabajo de
su padre; realizó un conjunto de estatuas de las tres Gracias, que estuvieron
en la entrada de la Acrópolis hasta el siglo II a.C. Durante la guerra del Peloponeso contra Esparta,
sirvió como soldado de infantería con gran valor en las batallas de Potidaea en
el 432-430 a.C., Delio en el 424 a.C., y
Anfípolis en el 422 a.C.
Sócrates creía en la superioridad de la discusión sobre la escritura y
por lo tanto pasó la mayor parte de su vida de adulto en los mercados y plazas
públicas de Atenas, iniciando diálogos y discusiones con todo aquel que
quisiera escucharle, y a quienes solía responder mediante preguntas. Un método
denominado mayéutica, o arte de alumbrar los espíritus, es decir, lograr que el
interlocutor descubra sus propias verdades. Según los testimonios de su época,
Sócrates era poco agraciado y corto de estatura, elementos que no le impedían
actuar con gran audacia y gran dominio de sí mismo. Apreciaba mucho la vida y
alcanzó popularidad social por su viva inteligencia y un sentido del humor
agudo desprovisto de sátira o cinismo.
Actitud hacia la política
Sócrates fue obediente con las leyes de Atenas, pero en general evitaba
la política, contenido por lo que él llamaba una advertencia divina. Creía que
había recibido una llamada para ejercer la filosofía y que podría servir mejor
a su país dedicándose a la enseñanza y persuadiendo a los atenienses para que
hicieran examen de conciencia y se ocuparan de su alma. No escribió ningún
libro ni tampoco fundó una escuela regular de filosofía. Todo lo que se sabe
con certeza sobre su personalidad y su forma de pensar se extrae de los
trabajos de dos de sus discípulos más notables: Platón, que atribuyó sus
propias ideas a su maestro y el historiador Jenofonte, un escritor prosaico que quizá
no consiguió comprender muchas de las doctrinas de Sócrates. Platón describió a
Sócrates escondiéndose detrás de una irónica profesión de ignorancia, conocida
como ironía socrática, y poseyendo una agudeza mental y un ingenio que le
permitían entrar en las discusiones con gran facilidad.
Enseñanzas
La contribución de Sócrates a la filosofía ha sido de un marcado tono
ético. La base de sus enseñanzas y lo que inculcó, fue la creencia en una
comprensión objetiva de los conceptos de justicia, amor y virtud y el
conocimiento de uno mismo. Creía que todo vicio es el resultado de la
ignorancia y que ninguna persona desea el mal; a su vez, la virtud es
conocimiento y aquellos que conocen el bien, actuarán de manera justa. Su lógica hizo
hincapié en la discusión racional y la búsqueda de definiciones generales, como
queda claro en los escritos de su joven discípulo, Platón, y del alumno de
éste, Aristóteles. A través
de los escritos de estos filósofos Sócrates incidió mucho en el curso posterior
del pensamiento especulativo occidental.
Otro pensador y amigo influenciado por Sócrates fue Antístenes, el fundador de la escuela cínica de
filosofía. Sócrates también fue maestro de Aristipo, que fundó la filosofía cirenaica de la
experiencia y el placer, de la que surgió la filosofía más elevada de Epicuro. Tanto
para los estoicos como el filósofo griego Epicteto, como para el filósofo romano Séneca el Viejo y el
emperador romano Marco Aurelio, Sócrates representó la personificación y la guía para
alcanzar una vida superior.
El juicio
Aunque fue un patriota y un hombre de profundas convicciones religiosas,
Sócrates sufrió sin embargo la desconfianza de muchos de sus contemporáneos, a
los que les disgustaba su actitud hacia el Estado ateniense y la religión
establecida. Fue acusado en el 399 a.C. de despreciar a los dioses del Estado y
de introducir nuevas deidades, una referencia al daemonion, o voz interior mística, a la que Sócrates aludía a
menudo. También fue acusado de corromper la moral de la juventud, alejándola de
los principios de la democracia y se le confundió con los sofistas, tal vez a
consecuencia de la caricatura que realizó de él el poeta cómico Aristófanes en la
comedia Las nubes representándole
como el dueño de una “tienda de ideas” en la que se enseñaba a los jóvenes a
hacer que la peor razón apareciera como la razón mejor.
La Apología de Platón recoge lo
esencial de la defensa de Sócrates en su propio juicio; una valiente
reivindicación de toda su vida. Fue condenado a muerte, aunque la sentencia
sólo logró una escasa mayoría. Cuando, de acuerdo con la práctica legal de
Atenas, Sócrates hizo una réplica irónica a la sentencia de muerte del tribunal
proponiendo pagar tan sólo una pequeña multa dado el escaso valor que tenía
para el Estado un hombre dotado de una misión filosófica, enfadó tanto al
jurado que éste volvió a votar a favor de la pena de muerte por una abultada
mayoría.
Los amigos de Sócrates planearon su huida de la prisión pero prefirió
acatar la ley y murió por ello. Pasó sus últimos días con sus amigos y
seguidores, como queda recogido en la obra Fedón
de Platón, y durante la noche cumplió su sentencia bebiendo una copa de cicuta
siguiendo el procedimiento habitual de ejecución. Estaba casado con Jantipa,
una mujer de reconocido mal genio y tenía tres hijos.[4]
Platón (c. 428-c.
347 a.C.), filósofo griego, uno de los pensadores más creativos e influyentes
de la filosofía occidental.
Vida
Platón nació en el seno de una familia aristocrática en Atenas. Su padre,
Aristón, era al parecer, descendiente de los primeros reyes de Atenas.
Perictione, su madre, estaba emparentada con el legislador del siglo VI a.C. Solón. Su padre murió cuando aún
era un niño y su madre se volvió a casar con Pirilampes, colaborador del
estadista Pericles.
De joven, Platón tuvo ambiciones políticas pero se desilusionó con los
gobernantes de Atenas. Más tarde se proclamó discípulo de Sócrates, aceptó su filosofía y su forma
dialéctica de debate: la obtención de la verdad mediante preguntas, respuestas
y más preguntas. Aunque se trata de un episodio muy discutido, que algunos
estudiosos consideran un metáfora literaria sobre el poder, Platón fue testigo
de la muerte de Sócrates durante el régimen democrático ateniense en el año 399
a.C. Temiendo tal vez por su vida, abandonó Atenas algún tiempo y viajó a
Italia, Sicilia y Egipto.
En el año 387 Platón fundó en Atenas la Academia, institución a menudo
considerada como la primera universidad europea. Ofrecía un amplio plan de
estudios, que incluía materias como astronomía, biología, matemáticas, teoría
política y filosofía. Aristóteles fue su alumno más destacado.
Ante la posibilidad de conjugar la filosofía y la práctica política,
Platón viajó a Sicilia en el año 367 a.C. para ser tutor del nuevo gobernante
de Siracusa Dionisio el Joven. El experimento fracasó. Platón regresó a Siracusa en
el año 361 a.C., pero una vez más su participación en los acontecimientos
sicilianos tuvo poco éxito. Pasó los últimos años de su vida dando conferencias
en la Academia y escribiendo. Murió próximo a los 80 años en Atenas en el año
348 o 347 a.C.
Obra
Los escritos de Platón adoptaban la forma de diálogos, donde se exponían
ideas filosóficas, se discutían y se criticaban en el contexto de una
conversación o un debate en el que participaban dos o más personas. El primer
grupo de escritos de Platón incluye 35 diálogos y 13 cartas. Se ha cuestionado
la autenticidad de algunos diálogos y de la mayoría de las cartas.
Primeros diálogos
Los diálogos se pueden dividir en tres etapas de composición. La primera
representa el intento que hizo Platón de comunicar la filosofía y el estilo
dialéctico de Sócrates. Algunos de esos diálogos tienen el mismo argumento.
Sócrates se encuentra con alguien que dice saber mucho, manifiesta ser
ignorante y pide ayuda al que afirma saber. Sin embargo, conforme Sócrates empieza
a hacer preguntas, se hace patente que quien se dice sabio realmente no sabe lo
que afirma saber y que Sócrates aparece como el más sabio de los dos personajes
porque, por lo menos, él sabe que no sabe nada. Ese conocimiento, por supuesto,
es el principio de la sabiduría. Dentro de este grupo de diálogos se encuentran
Cármides (un intento por definir la
templanza), Lisis (una discusión
sobre la amistad), Laques (una
búsqueda del significado del valor), Protágoras
(una defensa de la tesis de que la virtud es conocimiento y que es posible
aprenderla), Eutifrón (una
consideración sobre la naturaleza de la piedad), y el libro I de La República (una discusión sobre la
justicia).
Diálogos intermedios y últimos
Los diálogos de los periodos intermedio y último de la vida de Platón
reflejan su propia evolución filosófica. Las ideas de esas obras se atribuyen
al propio Platón, aunque Sócrates sigue siendo el personaje principal en muchos
diálogos. Los escritos del periodo intermedio abarcan los de Gorgias (una reflexión sobre distintas
cuestiones éticas), Menón (una
discusión sobre la naturaleza del conocimiento), Apología (la defensa que hizo Sócrates de sí mismo durante el
juicio en el que fue acusado de ateísmo y corrupción de la juventud ateniense),
Crátilo (la defensa de Sócrates de la
obediencia a las leyes del Estado), Fedro
(escena de la muerte de Sócrates, en la que discute sobre la teoría de las
ideas, la naturaleza del alma y la cuestión de la inmortalidad), El Banquete (destacada realización
dramática de Platón que contiene varios discursos sobre la belleza y el amor) y
La República (máxima obra filosófica
de Platón, que es una detallada discusión sobre la naturaleza de la justicia).
Entre los trabajos del último periodo se encuentran Teeteto (una negación de que el conocimiento tiene que ser
identificado con el sentido de percepción), Parménides
(una evaluación crítica de la teoría de las ideas), Sofista (una reflexión posterior sobre las ideas o las formas), Filebo (discusión sobre la relación
entre el placer y el bien), Timeo
(ideas de Platón sobre las ciencias naturales y la cosmología), y Leyes (un análisis más práctico de las
cuestiones políticas y sociales).
Teoría de las ideas
En el centro de la filosofía de Platón está su teoría de las formas o de
las ideas. En el fondo, su idea del conocimiento, su teoría ética, su
psicología, su concepto del Estado y su perspectiva del arte deben ser
entendidos desde esta perspectiva.
Teoría del conocimiento
La teoría de las ideas de Platón y su teoría del conocimiento están tan
interrelacionadas que deben tratarse juntas. Influido por Sócrates, Platón
estaba persuadido de que el conocimiento se puede alcanzar. También estaba
convencido de dos características esenciales del conocimiento. Primera, el
conocimiento debe ser certero e infalible. Segunda, el conocimiento debe tener
como objeto lo que es en verdad real en contraste con lo que lo es sólo en
apariencia. Ya que para Platón lo que es real tiene que ser fijo, permanente e
inmutable, identificó lo real con la esfera ideal de la existencia en oposición
al mundo físico del devenir. Una consecuencia de este planteamiento fue el
rechazo de Platón del empirismo, la afirmación de que todo conocimiento se deriva de la
experiencia. Pensaba que las proposiciones derivadas de la experiencia tienen,
a lo sumo, un grado de probabilidad. No son ciertas. Más aun, los objetos de la
experiencia son fenómenos cambiantes del mundo físico, por lo tanto los objetos
de la experiencia no son objetos propios del conocimiento.
La teoría del conocimiento de Platón se expone en La República, en concreto en su discusión sobre la imagen de la
línea divisible y el mito de la caverna. En la primera, Platón distingue entre
dos niveles de saber: opinión y conocimiento. Las declaraciones o afirmaciones
sobre el mundo físico o visible, incluyendo las observaciones y proposiciones
de la ciencia, son sólo opinión. Algunas de estas opiniones están bien
fundamentadas y otras no, pero ninguna de ellas cuenta como conocimiento
verdadero. El punto más alto del saber es el conocimiento, porque concierne a
la razón en vez de a la experiencia. La razón, utilizada de la forma debida,
conduce a ideas que son ciertas y los objetos de esas ideas racionales son los
universales verdaderos, las formas eternas o sustancias que constituyen el
mundo real.
El mito de la caverna describe a personas encadenadas en la parte más
profunda de una caverna. Atados de cara a la pared, su visión está limitada y
por lo tanto no pueden distinguir a nadie. Lo único que se ve es la pared de la
caverna sobre la que se reflejan modelos o estatuas de animales y objetos que
pasan delante de una gran hoguera resplandeciente. Uno de los individuos huye y
sale a la luz del día. Con la ayuda del sol, esta persona ve por primera vez el
mundo real y regresa a la caverna diciendo que las únicas cosas que han visto
hasta ese momento son sombras y apariencias y que el mundo real les espera en
el exterior si quieren liberarse de sus ataduras. El mundo de sombras de la
caverna simboliza para Platón el mundo físico de las apariencias. La escapada
al mundo soleado fuera de la caverna simboliza la transición hacia el mundo
real, el universo de la existencia plena y perfecta, que es el objeto propio
del conocimiento.
Naturaleza de las ideas
La teoría de las ideas se puede entender mejor en términos de entidades
matemáticas. Un círculo, por ejemplo, se define como una figura plana compuesta
por una serie de puntos, todos equidistantes de un mismo lugar. Sin embargo,
nadie ha visto en realidad esa figura.
Lo que la gente ha visto son figuras trazadas que resultan aproximaciones
más o menos acertadas del círculo ideal. De hecho, cuando los matemáticos
definen un círculo, los puntos mencionados no son espaciales, sino lógicos. No
ocupan espacio. No obstante, aunque la forma de un círculo no se ha visto nunca
—y no se podrá ver jamás— los matemáticos y otros sí saben lo que es. Para
Platón, por lo tanto, la forma de círculo existe, pero no en el mundo físico
del espacio y del tiempo. Existe como un objeto inmutable en el ámbito de las
ideas, que sólo puede ser conocido mediante la razón. Las ideas tienen mayor
entidad que los objetos en el mundo físico tanto por su perfección y
estabilidad como por el hecho de ser modelos, semejanzas que dan a los objetos
físicos comunes lo que tienen de realidad. Las formas circular, cuadrada y
triangular son excelentes ejemplos de lo que Platón entiende por idea. Un
objeto que existe en el mundo físico puede ser llamado círculo, cuadrado o
triángulo porque se parece (“participa de” en palabras de Platón) a la idea de
círculo, cuadrado o triángulo.
Platón hizo extensiva su teoría más allá del campo de las matemáticas. En
realidad, estaba más interesado en su aplicación en la esfera de la ética social. La teoría era su
forma de explicar cómo el mismo término universal puede referirse a muchas
cosas o acontecimientos particulares. La palabra justicia, por ejemplo, puede
aplicarse a centenares de acciones concretas porque esos actos tienen algo en
común, se parecen a, participan de, la idea de justicia. Una persona es humana
porque se parece a, o participa de, la idea de humanidad. Si humanidad se
define en términos de ser un animal racional, entonces una persona es humana
porque es racional. Un acto particular puede considerarse valeroso o cobarde
porque participa de esa idea. Un objeto es bonito porque participa de la idea,
o forma, de belleza. Por lo tanto, cada cosa en el mundo del espacio y el
tiempo es lo que es en virtud de su parecido con su idea universal. La
habilidad para definir el término universal es la prueba de que se ha
conseguido dominar la idea a la que ese universal hace referencia.
Platón concibió las ideas de manera jerárquica: la idea suprema es la de
Dios, que, como el sol en el mito de la caverna, ilumina todas las demás ideas.
La idea de Dios representa el paso de Platón en la dirección de un principio
último de explicación. En el fondo, la teoría de las ideas está destinada a
explicar el camino por el que uno alcanza el conocimiento y también cómo las
cosas han llegado a ser lo que son. En lenguaje filosófico, la teoría de las
ideas de Platón es tanto una tesis epistemológica (teoría del conocimiento)
como una tesis ontológica (teoría del ser).
Teoría política
La República, la mayor obra política de Platón, trata de la cuestión de la justicia y
por lo tanto de las preguntas ¿qué es un Estado justo? y ¿quién es un individuo
justo?.
El Estado ideal, según Platón, se compone de tres clases. La estructura
económica del Estado reposa en la clase de los comerciantes. La seguridad, en
los militares y el liderazgo político es asumido por los filósofos-reyes. La
clase de una persona viene determinada por un proceso educativo que empieza en
el nacimiento y continúa hasta que esa persona ha alcanzado el máximo grado de
educación compatible con sus intereses y habilidades. Los que completan todo el
proceso educacional se convierten en filósofos-reyes. Son aquellos cuyas mentes
se han desarrollado tanto que son capaces de entender las ideas y, por lo
tanto, toman las decisiones más sabias. En realidad, el sistema educacional
ideal de Platón está, ante todo, estructurado para producir filósofos-reyes.
Platón asocia las virtudes tradicionales griegas con la estructura de
clase del Estado ideal. La templanza es la única virtud de la clase artesana,
el valor es la virtud de la clase militar y la sabiduría caracteriza a los
gobernantes. La justicia, la cuarta virtud, caracteriza a la sociedad en su
conjunto. El Estado justo es aquel en el que cada clase debe llevar a cabo su
propia función sin entrar en las actividades de las demás clases.
Platón aplica al análisis del alma humana un esquema semejante: la racional, la voluntad y los
apetitos. Una persona justa es aquella cuyo elemento racional, ayudado por la
voluntad, controla los apetitos. Existe una evidente analogía con la estructura
del Estado anterior, en la que los filósofos-reyes sabios, ayudados por los
soldados, gobiernan el resto de la sociedad.
Ética
La teoría ética de Platón descansa en la suposición de que la virtud es conocimiento
y que éste puede ser aprendido. Dicha doctrina debe entenderse en el conjunto
de su teoría de las ideas. Como ya se ha dicho, la idea última para Platón es
la idea de Dios, y el conocimiento de esa idea es la guía en el trance de
adoptar una decisión moral. Platón mantenía que conocer a Dios es hacer el
bien. La consecuencia de esto es que aquel que se comporta de forma inmoral lo
hace desde la ignorancia. Esta conclusión se deriva de la certidumbre de Platón
de que una persona virtuosa es realmente feliz y como los individuos siempre
desean su propia felicidad, siempre ansían hacer aquello que es moral.
Arte
Platón tenía una idea antagónica del arte y del artista aunque aprobara
algunos tipos de arte religioso y moralista. Su enfoque tiene que ver una vez
más con su teoría de las ideas. Una flor bonita, por ejemplo, es una copia o
imitación de las ideas universales de flor y belleza. La flor física es una
reproducción de la realidad, es decir, de las ideas. Un cuadro de la flor es,
por lo tanto, una reproducción secundaria de la realidad. Esto también
significa que el artista es una reproducción de segundo orden del conocimiento
y, en realidad, la crítica frecuente de Platón hacia los artistas era que
carecían de un conocimiento verdadero de lo que estaban haciendo. La creación
artística, observó Platón, parecía tener sus raíces en una inspirada locura.
Influencia
La influencia de Platón a través de la historia de la filosofía ha sido
inmensa. Su Academia existió hasta el año 529 a.C., en que fue cerrada por
orden del emperador bizantino Justiniano
I, que se oponía a la difusión de sus enseñanzas
paganas. El impacto de Platón en el pensamiento judío es obvio en la obra del
filósofo alejandrino del siglo I Filón de
Alejandría. El neoplatonismo, fundado en el siglo III por
el filósofo Plotino, fue un importante desarrollo posterior de las ideas de Platón. Los
teólogos Clemente de Alejandría, Orígenes y san Agustín fueron los primeros exponentes cristianos de una perspectiva platónica.
Las ideas platónicas tuvieron un papel crucial en el desarrollo del
cristianismo y también en el pensamiento
islámico medieval.
Durante el renacimiento, el primer centro de influencia platónica fue la
academia florentina, fundada en el siglo XV cerca de Florencia. Bajo la
dirección de Marsilio Ficino, los miembros de la academia estudiaron a Platón en
griego antiguo. En Inglaterra, el platonismo fue recuperado en el siglo XVII
por Ralph Cudworth y otros que se dieron a conocer como la escuela de Cambridge. La influencia de Platón ha llegado al siglo XX de la mano de pensadores
como Alfred North Whitehead, que una vez le rindió tributo al describir la filosofía como una simple
'serie de anotaciones de Platón'.
Aristóteles (384-322
a.C.), filósofo y científico griego que comparte junto a Platón y Sócrates la distinción de ser los
filósofos más destacados de la antigüedad. Nacido en Estagira (Macedonia), hijo
de un médico de la corte real, Aristóteles se trasladó a Atenas a los 17 años para estudiar en
la Academia de Platón. Permaneció en esta ciudad unos 20 años, primero como
estudiante y más tarde como maestro.
A la muerte de Platón, acaecida en el año 347 a.C., Aristóteles partió
para Assos, ciudad de Asia Menor en la que gobernaba un amigo suyo, Hermias, al
que Aristóteles sirvió de asesor, casándose además con su sobrina e hija
adoptiva, Pitia. Tras ser capturado y ejecutado Hermias a manos de los persas
en el 345 a.C., Aristóteles se trasladó a Pella, capital de Macedonia, donde se
convirtió en tutor del hijo menor del rey, Alejandro, que para la historia
sería conocido como Alejandro III el Magno. En el año 335 a.C., al acceder Alejandro al trono,
regresó a Atenas y estableció su propia escuela: el Liceo. Debido a que gran parte
de las discusiones y debates se desarrollaban mientras maestros y estudiantes
paseaban por el Liceo, este centro llegó a ser conocido como escuela peripatética. A raíz de
la muerte de Alejandro en el año 323 a.C. creció en Atenas un fuerte
sentimiento antimacedonio, con lo que Aristóteles se retiró a una propiedad
familiar en Calcis, en la isla de Eubea, donde moriría al año siguiente.
Obras
Al igual que Platón, en sus primeros años en la Academia, Aristóteles
utilizó muy a menudo la forma dialogada de razonamiento aunque, al carecer del
talento imaginativo de Platón, esta modalidad de expresión no fue nunca de su
pleno agrado. Si se exceptúan escasos fragmentos mencionados en las obras de
algunos escritores posteriores, sus diálogos se han perdido por completo.
Aristóteles escribió además algunas notas técnicas, como es el caso de un
diccionario de términos filosóficos y un resumen de las doctrinas de Pitágoras; de estos
apuntes sólo han sobrevivido algunos breves extractos. Lo que sí ha llegado
hasta nuestros días, sin embargo, son las notas de clase que Aristóteles
elaboraba para sus cursos, delimitados con gran esmero y que cubrían casi todos
los campos del saber y del arte. Los textos en los que descansa la reputación
de Aristóteles se basan en gran parte en estas anotaciones que fueron
recopiladas y ordenadas por sus editores posteriores.
Entre los textos existen tratados de lógica llamados Organon ('instrumento'), ya que proporcionan los medios con los que
se ha de alcanzar el conocimiento positivo. Entre las obras que tratan de las
ciencias naturales está la Física,
que recoge amplia información sobre astronomía, meteorología, plantas y
animales. Sus escritos sobre la naturaleza, alcance y propiedades del ser, que
Aristóteles llamó primera filosofía,
recibieron el nombre de Metafísica en
la primera edición publicada de sus obras (c. 60 a.C.) debido a que en dicha
edición aparecían tras la Física. A
su hijo Nicómaco dedicaría su obra sobre la ética, llamada Ética a Nicómaco. Otras obras esenciales son Retórica, Poética (que ha
llegado a nosotros incompleta) y su Política
(también incompleta).
Métodos
Quizás debido a la influencia de su padre, que era médico, la filosofía de
Aristóteles hacía hincapié sobre todo en la biología, frente a la importancia que
Platón concedía a las matemáticas. Para Aristóteles el mundo estaba compuesto
por individuos (sustancias) que se presentaban en tipos naturales fijos
(especies). Cada individuo cuenta con un patrón innato específico de desarrollo
y tiende en su crecimiento hacia la debida autorrealización como ejemplo de su
clase. El crecimiento, la finalidad y la dirección son pues aspectos innatos a
la naturaleza, y aunque la ciencia estudia los tipos generales, éstos, según
Aristóteles, encuentran su existencia en individuos específicos. La ciencia y
la filosofía deben, por consiguiente, no limitarse a escoger entre opciones de
una u otra naturaleza, sino equilibrar las afirmaciones del empirismo
(observación y experiencia sensorial) y el formalismo (deducción racional).
Una de las aportaciones características de la filosofía de Aristóteles
fue la nueva noción de causalidad. Los primeros pensadores griegos habían tendido a
asumir que sólo un único tipo de causa podía ser explicatoria; Aristóteles
propuso cuatro. (El término que usa Aristóteles, aition, 'factor responsable y explicatorio', no es sinónimo de
causa en el sentido moderno que posee esta palabra).
Estas cuatro causas son: la causa material, la materia de la que está
compuesta una cosa; la causa eficiente o motriz, la fuente de movimiento,
generación o cambio; la causa formal, que es la especie, el tipo o la clase, y
la causa final, el objetivo o pleno desarrollo de un individuo, o la función
planeada de una construcción o de un invento. Así pues, un león joven está
compuesto de tejidos y órganos, lo que constituiría la causa material; la causa
motriz o eficiente serían sus padres, que lo crearon; la causa formal es su
especie (león), mientras que la causa final es su impulso innato por
convertirse en un ejemplar maduro de su especie. En contextos diferentes, las
mismas cuatro causas se aplican de forma análoga. Así, la causa material de una
estatua es el mármol en que se ha esculpido, la causa eficiente el escultor, la
causa formal la forma que el escultor ha dado a la estatua —Hermes o Afrodita,
por ejemplo— y la causa final su función: ser una obra de arte.
En todos los contextos Aristóteles insiste en que algo puede entenderse
mejor cuando se expresan sus causas en términos específicos y no en términos
generales. Por este motivo se obtiene más información si se conoce que un
escultor realizó la estatua que si apenas se sabe que la esculpió un artista y
se obtendrá aun más información si se sabe que fue Policleto el que la cinceló
que si tan sólo se conoce que fue un escultor no especificado.
Aristóteles creía que su noción de las causas era la clave ideal para
organizar el conocimiento. Sus notas de clases son una impresionante prueba de
la fuerza de dicho esquema.
Doctrinas
En el resumen que aparece a continuación se pueden apreciar algunos de
los principales aspectos de las doctrinas o teorías del pensamiento
aristotélico.
Física o filosofía natural
En astronomía Aristóteles propone un Universo esférico y finito que tiene a la Tierra
como centro. La parte central está compuesta por cuatro elementos: tierra,
aire, fuego y agua. En la Física de
Aristóteles cada uno de estos elementos tiene un lugar adecuado, determinado
por su peso relativo o "gravedad específica". Cada elemento se mueve,
de forma natural, en línea recta —la tierra hacia abajo, el fuego hacia arriba—
hacia el lugar que le corresponde, en el que se detendrá una vez alcanzado, de
lo que resulta que el movimiento terrestre siempre es lineal y siempre acaba
por detenerse. Los cielos, sin embargo, se mueven de forma natural e infinita
siguiendo un complejo movimiento circular, por lo que deben, conforme con la
lógica, estar compuestos por un quinto elemento, que él llama aither, elemento superior que no es
susceptible de sufrir cualquier cambio que no sea el de lugar realizado por
medio de un movimiento circular. La teoría aristotélica de que el movimiento
lineal siempre se lleva a cabo a través de un medio de resistencia es en
realidad válida para todos los movimientos terrestres observables. Aristóteles
sostiene también que los cuerpos más pesados de una materia específica caen de
forma más rápida que aquéllos que son más ligeros cuando sus formas son
iguales, concepto equivocado que se aceptó como norma hasta que el físico y
astrónomo italiano Galileo llevó a cabo su experimento con pesos arrojados desde la torre inclinada
de Pisa.
Biología
En zoología Aristóteles propuso un conjunto fijo de tipos naturales (especies), que
se reproducen de forma fiel a su clase. Aristóteles pensó que la excepción a esta
regla la constituía la aparición "por generación espontánea" de
algunas moscas y gusanos "muy inferiores" a partir de fruta en
descomposición o estiércol. Los ciclos vitales típicos son epiciclos: se repite
el mismo patrón, aunque a través de una sucesión lineal de individuos. Dichos
procesos son por lo tanto un paso intermedio entre los círculos inmutables de
los cielos y los simples movimientos lineales de los elementos terrestres. Las
especies forman una escala que comprende desde lo simple (con gusanos y moscas
en el plano inferior) hasta lo complejo (con los seres humanos en el plano más
alto), aunque la evolución no es posible.
Ética
Aristóteles creía que la libertad de elección del individuo hacía
imposible un análisis preciso y completo de las cuestiones humanas, con lo que
las "ciencias prácticas", como la política o la ética, se llamaban
ciencias sólo por cortesía y analogía. Las limitaciones inherentes a las
ciencias prácticas quedan aclaradas en los conceptos aristotélicos de naturaleza
humana y autorrealización. La naturaleza humana implica, para todos, una
capacidad para formar hábitos, pero los hábitos formados por un individuo en
concreto dependen de la cultura y opciones personales repetidas de ese
individuo. Todos los seres humanos anhelan la "felicidad", es decir,
una realización activa y comprometida de sus capacidades innatas, aunque este
objetivo puede ser alcanzado por muchos caminos.
La Ética a Nicómaco de
Aristóteles es un análisis de la relación del carácter y la inteligencia con la
felicidad. Aristóteles distinguía dos tipos de "virtud" o excelencia
humana: moral e intelectual. La virtud moral es una expresión del carácter,
producto de los hábitos que reflejan opciones repetidas. Una virtud moral
siempre es el punto medio entre dos extremos menos deseables. El valor, por
ejemplo, es el punto intermedio entre la cobardía y la impetuosidad
irreflexiva; la generosidad, por su parte, constituiría el punto intermedio
entre el derroche y la tacañería. Las virtudes intelectuales, sin embargo, no
están sujetas a estas doctrinas de punto intermedio. La ética aristotélica es
una ética elitista: para él, la plena excelencia sólo puede ser alcanzada por
el varón adulto y maduro perteneciente a la clase alta y no por las mujeres,
niños, "bárbaros" (no griegos) o "mecánicos" asalariados
(trabajadores manuales), a los que Aristóteles se negaba a conceder el derecho
al voto.
Como es obvio en política es posible encontrar muchas formas de
asociación humana. Decidir cuál es la más idónea dependerá de las
circunstancias, como por ejemplo los recursos naturales, la industria, las
tradiciones culturales y el grado de alfabetización de cada comunidad. Para
Aristóteles la política no era un estudio de los estados ideales en forma
abstracta, sino más bien un examen del modo como los ideales, las leyes, las
costumbres y las propiedades se interrelacionan en los casos reales. Así,
aunque aprobaba en aquel tiempo la institución de la esclavitud, moderaba su
aceptación aduciendo que los amos no debían abusar de su autoridad, ya que los
intereses de amo y esclavo son los mismos. La biblioteca del Liceo contenía una
colección de 158 constituciones, tanto de Estados griegos como extranjeros. El
propio Aristóteles escribió la Constitución
de Atenas como parte de la colección, obra que estuvo perdida hasta 1890,
año en que fue redescubierta. Los historiadores han encontrado gracias a este
texto muy valiosos datos para reconstruir algunas fases de la historia
ateniense.
Lógica
En lógica, Aristóteles desarrolló reglas para establecer un razonamiento
encadenado que, si se respetaban, no producirían nunca falsas conclusiones si
la reflexión partía de premisas verdaderas (reglas de validez). En el
razonamiento los nexos básicos eran los silogismos: proposiciones emparejadas que,
en su conjunto, proporcionaban una nueva conclusión. En el ejemplo más famoso,
"Todos los humanos son mortales" y "Todos los griegos son
humanos", se llega a la conclusión válida de que "Todos los griegos
son mortales". La ciencia es el resultado de construir sistemas de
razonamiento más complejos. En su lógica, Aristóteles distinguía entre la
dialéctica y la analítica; para él, la dialéctica sólo comprueba las opiniones por su consistencia
lógica. La analítica, por su parte, trabaja de forma deductiva a partir de
principios que descansan sobre la experiencia y una observación precisa. Esto
supone una ruptura deliberada con la Academia de Platón, escuela donde la
dialéctica era el único método lógico válido, y tan eficaz para aplicarse en la
ciencia como en la filosofía.
Metafísica
En su Metafísica, Aristóteles
abogaba por la existencia de un ser divino, al que se describe como
"Primer Motor", responsable de la unidad y significación de la
naturaleza. Dios, en su calidad de ser perfecto, es por consiguiente el ejemplo
al que aspiran todos los seres del mundo, ya que desean participar de la
perfección. Existen además otros motores, como son los motores inteligentes de
los planetas y las estrellas (Aristóteles sugería que el número de éstos era de
"55 o 47"). No obstante, el "Primer Motor" o Dios, tal y
como lo describe Aristóteles, no corresponde a finalidades religiosas, como han
observado numerosos filósofos y teólogos posteriores. Al "Primer
Motor", por ejemplo, no le interesa lo que sucede en el mundo ni tampoco
es su creador. Aristóteles limitó su teología, sin embargo, a lo que él creía
que la ciencia necesita y puede establecer.
Influencia
Tras la caída del Imperio romano las obras de Aristóteles se perdieron en
Occidente. Durante el siglo IX, los estudiosos árabes introdujeron a
Aristóteles, traducido al árabe, en el islam. De estos estudiosos árabes que examinaron y comentaron
la obra aristotélica, el más famoso fue Averroes, filósofo hispanoárabe del siglo XII. En el siglo XIII
el Occidente latino renovó su interés por la obra de Aristóteles y santo Tomás de Aquino halló en ella una base filosófica para orientar el pensamiento
cristiano, aunque su interpretación de Aristóteles fuera cuestionada en un
principio por las instancias eclesiásticas. En las primeras fases de este
redescubrimiento, la filosofía de Aristóteles fue tomada con cierto recelo, en
gran parte debido a la creencia de que sus enseñanzas conducían a una visión
materialista del mundo. Sin embargo, la obra de santo Tomás acabaría siendo
aceptada, continuando más tarde la filosofía del escolasticismo la tradición filosófica
fundamentada en la adaptación que santo Tomás hacía del pensamiento
aristotélico.
La influencia de la filosofía de Aristóteles ha sido general,
contribuyendo incluso a determinar el lenguaje moderno y el denominado sentido
común, y su concepto del "Primer Motor" como causa final ha tenido un
importante papel dentro de la teología. Antes del siglo XX decir lógica
significaba en exclusiva hacer referencia a la lógica aristotélica. Hasta el renacimiento, e incluso
después, tanto poetas como astrónomos ensalzaron el concepto aristotélico del
Universo. El estudio de la zoología estuvo basado en la obra de Aristóteles
hasta que, en el siglo XIX, el científico británico Charles Darwin cuestionó la doctrina de la
inmutabilidad de las especies. En el siglo XX se ha producido una nueva
apreciación del método aristotélico y de su relevancia para la educación, el
análisis de las acciones humanas, la crítica literaria y el análisis político.
No sólo la disciplina de la zoología, sino el mundo del saber en general,
parece justificar el comentario realizado por Darwin, quien llegó a afirmar que
los héroes intelectuales de su época "eran simples colegiales al lado del
viejo Aristóteles".
Lógica (en
griego, logos, 'palabra',
'proposición', 'razón'), ciencia que trata de los principios válidos del
razonamiento y la argumentación. El estudio de la lógica es el esfuerzo por determinar
las condiciones que justifican a una persona para pasar de unas proposiciones
dadas, llamadas premisas, a una conclusión que se deriva de aquéllas. La
validez lógica es la relación entre las premisas y la conclusión de tal forma
que si las premisas son verdaderas la conclusión es verdadera.
La validez de una proposición se tomará de la veracidad de la conclusión.
Si una de las premisas, o más, es falsa, la conclusión de una proposición
válida será falsa. Por ejemplo: "Todos los mamíferos son animales de
cuatro patas, todos los hombres son mamíferos, por lo tanto, todos los hombres
son animales de cuatro patas" es una proposición válida que conduce a una
conclusión falsa. Por otro lado, una proposición nula puede, por casualidad,
llegar a una conclusión verdadera. "Algunos animales tienen dos patas;
todos los hombres son animales, por lo tanto todos los hombres tienen dos
patas" representa una conclusión verdadera, pero la proposición no lo es.
Por lo tanto, la validez lógica depende de la forma que adopta la
argumentación, no su contenido. Si la argumentación fuera válida, cualquier
otro término podría sustituir a cualquiera de los casos utilizados y la validez
no se vería afectada. Al sustituir "cuatro patas" por "dos
patas" se comprueba que ambas premisas pueden ser verdaderas y la
conclusión falsa. Por lo tanto, la proposición no es correcta aunque posea una
conclusión verdadera.
Lógica aristotélica
Lo que ahora se conoce como lógica clásica o tradicional fue por primera
vez enunciada por Aristóteles, quien elaboró leyes para un correcto razonamiento
silogístico. Un silogismo es una proposición hecha de una de estas cuatro
afirmaciones posibles: "Todo A es B" (universal afirmativo),
"Nada de A es B" (universal negativo), "Algo de A es B"
(particular afirmativo), o "Algo de A no es B" (particular negativo).
Las letras sustituyen a palabras comunes como "perro", "animal
de cuatro patas", o "cosa viviente", llamadas términos del silogismo. Un silogismo
bien formulado consta de dos premisas y una conclusión, debiendo tener cada
premisa un término en común con la conclusión y un segundo término relacionado
con la otra premisa. En lógica clásica se formulan reglas por las que todos los
silogismos bien construidos se identifican como formas válidas o no válidas de
argumentación.
Lógica moderna
A mediados del siglo XIX, los matemáticos británicos George Boole y Augustus
De Morgan abrieron un nuevo campo a la lógica, hoy conocido como lógica
simbólica o moderna, que más tarde fue desarrollada por el matemático alemán Gottlob Frege y de un
modo especial por los matemáticos británicos Bertrand Russell y Alfred North Whitehead en Principia Matematica (3 vols., 1910-1913). El sistema lógico de
Russell y Whitehead cubre un espectro mayor de posibles argumentaciones que las
que se pueden encontrar en la lógica silogística. Introduce símbolos para
frases enteras y para las conjunciones que las unen, como "o",
"y", "si… entonces…". Cuenta con símbolos diferentes para
el sujeto lógico y el predicado lógico de una frase; y adjudica símbolos para
distinguir las clases, para los miembros de las clases y para las relaciones de
la pertenencia a una clase y la inclusión en una clase. También se aleja de la
lógica clásica en sus suposiciones de la existencia respecto a las cosas aludidas
en sus afirmaciones universales. La afirmación "Todo A es B"
significa en lógica moderna que "Si algo es A, entonces es B"; lo
que, a diferencia de la lógica tradicional, no significa que todo A existe.
Tanto la rama clásica como la moderna implican métodos de lógica
deductiva. En cierto sentido, las premisas de una proposición válida contienen
la conclusión, y la verdad de la conclusión se deriva de la verdad de las
premisas. También se han hecho esfuerzos para desarrollar métodos de lógica
inductiva como las que sostienen que las premisas conllevan una evidencia para
la conclusión, pero la verdad de la conclusión se deduce, sólo con un margen
relativo de probabilidad, de la verdad de la evidencia. La contribución más
importante a la lógica inductiva es la del filósofo británico John Stuart Mill, quien en Sistema de lógica (1843) estructuró los
métodos de prueba que, según su interpretación, iban a caracterizar la ciencia
empírica. Este estudio ha desembocado, en el siglo XX, en el campo conocido como
filosofía de la ciencia. Muy relacionada con ésta se encuentra la rama de las
matemáticas llamada teoría de la probabilidad.
Tanto la lógica moderna como la clásica asumen en sus formas más
corrientes que cualquier proposición bien elaborada puede ser o verdadera o
falsa. En años recientes se han desarrollado sistemas de la llamada lógica
combinatoria: una afirmación puede tener un valor distinto a verdadero o falso.
En algunos supuestos es sólo un tercer valor neutro, en otros es un valor de
probabilidad expresado como una fracción que oscila entre 0 y 1 o entre -1 y
+1. También se han llevado a cabo serios trabajos por desarrollar sistemas de
lógica modal, con el objeto de representar las relaciones lógicas entre las
afirmaciones de posibilidad e imposibilidad, de necesidad y contingencia. Otra
vía es la que supone lógica deóntica: la investigación de las relaciones
lógicas entre órdenes o entre afirmaciones de obligación.
Áreas relacionadas
Muy relacionadas con la lógica se encuentran la semántica o filosofía del lenguaje, que
trata acerca del significado de las palabras y frases; la epistemología, o teoría del conocimiento,
que se ocupa de las condiciones bajo las cuales las afirmaciones son
verdaderas; y la psicología del razonamiento, que se refiere a los procesos
mentales que se siguen en el curso de un razonamiento. Algunos tratados sobre
lógica incluyen estas materias, pero lo esencial de ese interés se ciñe a las
relaciones lógicas entre diversas afirmaciones contrapuestas.[7]
Escolasticismo, movimiento filosófico y teológico que intentó utilizar la razón natural
humana, en particular la filosofía y la ciencia de Aristóteles, para comprender el
contenido sobrenatural de la revelación cristiana. Principal movimiento en las escuelas y
universidades medievales de Europa, desde mediados del siglo XI hasta mediados
del siglo XV, su ideal último fue integrar en un sistema ordenado tanto el
saber natural de Grecia y Roma como el saber religioso del cristianismo. El
término escolástica también se utiliza en un sentido más amplio para expresar
el espíritu y métodos característicos de ese momento de la historia de la
filosofía o cualquier otro espíritu o actitud similar hacia el saber
encontrados en otras épocas. El término escolástica, que en su origen designaba
a los maestros de las escuelas monásticas o catedralicias medievales, de las
que surgieron las universidades, acabó por aplicarse a cualquiera que enseñara filosofía o teología en dichas
escuelas o universidades.
Características principales
Los pensadores escolásticos sostuvieron una amplia variedad de ideas
tanto en filosofía como en teología. Lo que da unidad a todo el movimiento
escolástico son las metas comunes, las actitudes y los métodos aceptados de un
modo general por todos sus miembros. La principal preocupación de los
escolásticos no fue conocer nuevos hechos sino integrar el conocimiento ya
adquirido de forma separada por el razonamiento griego y la revelación
cristiana. Este interés es una de las diferencias más características entre la
escolástica y el pensamiento moderno desde el renacimiento.
El objetivo esencial de los escolásticos determinó algunas actitudes
comunes, de las que la más importante fue su convicción de la armonía
fundamental entre razón y revelación. Los escolásticos afirmaban que el mismo
Dios era la fuente de ambos tipos de conocimiento y la verdad era uno de Sus
principales atributos. No podía contradecirse a Sí mismo en estos dos caminos
de expresión. Cualquier oposición aparente entre revelación y razón podía
deberse o a un uso incorrecto de la razón o a una errónea interpretación de las
palabras de la revelación. Como los escolásticos creían que la revelación era
la enseñanza directa de Dios, ésta tenía para ellos un mayor grado de verdad y
certeza que la razón natural. En los conflictos entre fe religiosa y
razonamiento filosófico, la fe era siempre el árbitro supremo, la decisión de
los teólogos prevalecía sobre la de los filósofos. Después de principios del
siglo XIII, el pensamiento escolástico puso mayor énfasis en la independencia
de la filosofía en su campo propio. A pesar de todo, durante el periodo
escolástico la filosofía estuvo al servicio de la teología, no sólo porque la
verdad de la filosofía estaba subordinada a la de la teología, sino también
porque los teólogos utilizaban la filosofía para comprender y explicar la
revelación.
Esta postura de la escolástica chocó con la llamada teoría de la doble
verdad del filósofo y físico hispano-árabe Averroes. Su teoría mantenía que la
verdad era accesible tanto a la teología como a la filosofía islámica pero que
tan sólo la filosofía podía alcanzarla en su totalidad. Por lo tanto, las
llamadas verdades de la teología servían, para la gente común, de expresiones
imaginativas imperfectas de la verdad auténtica, sólo accesible por la
filosofía. Averroes sostenía que la verdad filosófica podía incluso
contradecir, al menos de una forma verbal, las enseñanzas de la teología
islámica.
Como resultado de su creencia en la armonía entre fe y razón, los
escolásticos intentaron determinar el ámbito preciso y las competencias de cada
una de estas facultades. Muchos de los primeros escolásticos, como el
eclesiástico y filósofo italiano san Anselmo, no lo consiguieron y estuvieron convencidos de que la
razón podía probar algunas doctrinas procedentes de la revelación divina. Más
tarde, en el momento de esplendor de la escolástica, el teólogo y filósofo
italiano santo Tomás de Aquino estableció un equilibrio entre razón y revelación. Sin
embargo, los escolásticos posteriores a santo Tomás, empezando por el teólogo y
filósofo escocés Duns Escoto, limitaron cada vez más el campo de las verdades
capaces de ser probadas a través de la razón e insistieron en que muchas
doctrinas anteriores que se pensaba habían sido probadas por la filosofía tenían
que ser aceptadas sobre la base única de la fe. Una de las razones de esta
limitación fue que los escolásticos aplicaron los requisitos para la
demostración científica, recogidos al principio en el Organon de Aristóteles, de una manera mucho más rigurosa que lo
había hecho cualquiera de los filósofos anteriores. Esos requisitos eran tan
estrictos que el propio Aristóteles rara vez fue capaz de aplicarlos en detalle
más allá del campo de las matemáticas. Esta tendencia desembocó de forma
teórica en la pérdida de confianza en la razón natural humana y en la
filosofía, como quedó caracterizada la primera época del renacimiento, y así lo asumieron los
primeros reformadores religiosos protestantes, como Martín Lutero.
Otra actitud común entre los escolásticos fue su sometimiento a las
llamadas autoridades, tanto en filosofía como en teología. Esas autoridades
eran los grandes maestros del pensamiento de Grecia y Roma y los primeros Padres de la Iglesia. Los escolásticos medievales se impusieron a sí mismos pensar y escribir
mediante el estudio único e intensivo de los autores clásicos, a cuya cultura y
saber atribuían certezas inmutables. Tras alcanzar su plena madurez de
pensamiento y producir los primeros trabajos originales de filosofía, siguieron
citando a las autoridades para dar peso a sus propias opiniones, aunque a estas
últimas llegaban en muchos casos de manera independiente. Críticas posteriores
concluyeron de esta práctica que los escolásticos eran meros compiladores o
repetidores de sus maestros. En realidad, los escolásticos maduros, como santo
Tomás de Aquino o Duns Escoto, fueron muy flexibles e independientes en su
utilización de los textos de los clásicos; a menudo con el fin de armonizar los
textos con sus propias posiciones, ofrecieron interpretaciones que eran
difíciles de conciliar con las intenciones y motivos inspiradores en los
clásicos. El recurso a la cita de los clásicos fue, en muchos casos, poco más
que un ornamento estilístico para empezar o finalizar la exposición de las
propias opiniones e intentaba demostrar que las ideas del exégeta eran
continuidad del pasado y no simples novedades. Novedad y originalidad de
pensamiento no eran perseguidos de forma deliberada por ninguno de los
escolásticos sino más bien minimizadas lo más posible.
Los escolásticos consideraron a Aristóteles la máxima autoridad
filosófica, llamándole de modo habitual “el filósofo”. El primer prelado y
teólogo cristiano san Agustín fue su principal autoridad en teología, tan sólo
subordinado a la Biblia y a los concilios oficiales de la Iglesia. Los
escolásticos se adhirieron con mayor intensidad y sin ninguna crítica a las
doctrinas emitidas por la jerarquía eclesial al admitir las opiniones de
Aristóteles en materia de ciencias empíricas, como la física, la astronomía y
la biología. Su aceptación sin crítica debilitó a la escolástica y fue una de
las principales razones de su desdeñoso rechazo por parte de los investigadores
y sabios del renacimiento e incluso de mucho tiempo después.
Métodos comunes
Uno de los principales métodos de la escolástica fue el uso de la lógica y el
vocabulario filosófico de Aristóteles en la enseñanza, la demostración y la
discusión. Otro importante método fue enseñar un texto por medio de un
comentario de alguna autoridad aceptada. En filosofía, esa autoridad era
atribuida de un modo casi mecánico y procedimental a Aristóteles. En teología,
los textos principales eran la Biblia y el Sententiarum
Libri Quatuor (Cuatro libros de
Sentencias) del teólogo y prelado italiano del siglo XII Pedro Lombardo, una
recopilación de las opiniones de los primeros Padres de la Iglesia sobre
problemas de teología. Los primeros escolásticos empezaron asumiendo como
ortodoxia intelectual el contenido de los textos que estaban comentando. Poco a
poco, conforme la práctica de la lectura fue desarrollando su propio poder de
crítica, introdujeron muchos comentarios suplementarios sobre algunos puntos
que el propio texto no cubría o no había resuelto de forma adecuada. A partir
del siglo XIII, esos comentarios suplementarios, que expresaban el pensamiento
personal de los maestros, se convirtieron en la parte más amplia y trascendente
de los textos, resultando así que la explicación literal del texto era reducida
a un simple pasaje de cada exégesis.
Junto con los comentarios contaba la técnica de discusión por medio del
debate público. Cada profesor de una universidad medieval debía aparecer varias
veces al año ante el cuerpo docente y los alumnos, reunidos en asamblea, en un
debate para defender los puntos cruciales de sus propias enseñanzas frente a
todo aquel que las pusiera en duda. Las ideas de la lógica aristotélica se
empleaban tanto en la defensa como en el ataque. En el siglo XIII el debate
público se convirtió en un instrumento educativo flexible para estimular,
probar y comunicar el progreso del pensamiento en la filosofía y teología.
Después de la mitad del siglo XIV, sin embargo, la vitalidad del debate público
decayó y se convirtió en un rígido formalismo. Los participantes se sentían
menos interesados en el contenido real que en pequeños puntos de la lógica y
nimias sutilezas del pensamiento. Este tipo degradado de debate influyó mucho
en dar una mala reputación a la escolástica durante el renacimiento y
posteriormente; en consecuencia muchos pensadores modernos lo han considerado
un mero mecanismo lógico pedante y artificial.
Principales filósofos
escolásticos
Entre los escolásticos más destacados de los siglos XI y XII se
encuentran san Anselmo; el filósofo, teólogo y profesor de lógica Pedro
Abelardo y el filósofo y clérigo Roscelino, que fundó la escuela de filosofía
conocida como nominalismo. Entre los pensadores judíos del mismo periodo, el rabino, filósofo y
físico Maimónides intentó armonizar la filosofía aristotélica con la revelación divina como
se entiende en el judaísmo, en un espíritu similar al de los escolásticos cristianos. Los
escolásticos de la llamada edad de oro del siglo XIII incluyen a santo Tomás de
Aquino y al filósofo alemán san Alberto
Magno, ambos pertenecientes a la orden de los dominicos;
al monje y filósofo inglés Roger Bacon, al prelado y teólogo italiano san Buenaventura, y a Duns
Escoto, todos pertenecientes a la orden de los franciscanos y al sacerdote
seglar belga del siglo XIII Henry de Ghent. El nominalismo se convirtió en la
escuela filosófica dominante del siglo XIV, cuando la escolástica empezó a
declinar. El nominalista más importante fue el filósofo inglés Guillermo de Ockham, un gran lógico que atacó todos los sistemas filosóficos de los
escolásticos precedentes para mantener en cambio que la razón humana y la
filosofía natural tenían un campo de acción mucho más limitado del que sus
antecesores habían establecido.
Un renacer brillante pero breve del escolasticismo, en particular en el
campo de la teología, tuvo lugar en España en el siglo XVI, sobre todo entre
los dominicos, en la figura de Francisco de Vitoria, y entre los jesuitas, como
el teólogo y filósofo también español Francisco
Suárez. Un resurgir más general fue potenciado por el papa León XIII en 1879
con el propósito de reconsiderar, a la luz de las necesidades modernas, los
grandes sistemas escolásticos del siglo XIII, sobre todo el tomismo, y de
incorporar a una reformulación moderna de estas doctrinas todas las
contribuciones verdaderas del pensamiento moderno. Este renacer, que a menudo
se ha llamado neoescolasticismo es una de las corrientes consolidadas del
pensamiento moderno. Los principales exponentes de este movimiento incluyen al
pensador y diplomático francés Jacques
Maritain y al también francés, filósofo
e historiador de filosofía, Etienne
Henri Gilson.[8]
Tomás de Aquino, Santo (1225-1274), a veces llamado doctor angélico y el príncipe de los
escolásticos, filósofo y teólogo italiano, cuyas obras lo han convertido en la
figura más importante de la filosofía escolástica y uno de los teólogos sobresalientes del
catolicismo.
Nació en una familia noble en Roccasecca (cerca de Aquino, en Italia) y
estudió en el monasterio benedictino de monte Cassino y en la Universidad de
Nápoles. Ingresó en la orden de los dominicos todavía sin graduarse en 1243, el año de la muerte de
su padre. Su madre, que se oponía a la entrada de Tomás en una orden
mendicante, le confinó en el castillo familiar durante más de un año en un vano
intento de hacerle abandonar el camino que había elegido. Le liberó en 1245, y
entonces Tomás viajó a París para completar su formación. Estudió con el
filósofo escolástico alemán Alberto
Magno, siguiéndole a Colonia en 1248. Porque Tomás era de
poderosa constitución física y taciturno, sus compañeros novicios le llamaban
buey mudo, pero Alberto Magno había predicho que "este buey un día llenará
el mundo con sus bramidos".
Primeros años
Tomás de Aquino fue ordenado sacerdote en 1250, y empezó a impartir
clases en la Universidad de París en 1252. Sus primeros escritos, en particular
sumarios y explicaciones de sus clases, aparecieron dos años más tarde. Su
primera obra importante fue Scripta super
libros Sententiarum (c. 1256), que consiste en comentarios sobre una obra
influyente relacionada con los sacramentos de la Iglesia, conocida como el Sententiarum libri quatuor, del teólogo
italiano Pedro Lombardo.
En 1256 a Tomás de Aquino se le concedió un doctorado en teología y fue
nombrado profesor de filosofía en la Universidad de París. El papa Alejandro
IV, que ocupó la silla pontificia desde 1254 hasta 1261, le llamó a Roma en
1259, donde sirvió como consejero y profesor en la curia papal. Regresó a París
en 1268, y en seguida llegó a implicarse en una controversia con el filósofo
francés Siger de Brabant y otros seguidores del filósofo islámico Averroes.
Estudio de Aristóteles y los
averroístas
Para comprender la crucial importancia de esta polémica en la evolución
del pensamiento de Occidente, es necesario considerar el contexto en que se produjo.
Antes de Tomás de Aquino, el pensamiento occidental había estado dominado por
la filosofía de san Agustín, el gran Padre y Doctor de la Iglesia occidental
durante los siglos IV y V, quien consideraba que en la búsqueda de la verdad se
debía confiar en la experiencia de los sentidos. A principios del siglo XIII
las principales obras de Aristóteles estuvieron disponibles en una traducción latina de la
escuela de traductores de Toledo, acompañadas por los comentarios de Averroes y
otros eruditos islámicos. El vigor, la claridad y la autoridad de las
enseñanzas de Aristóteles devolvieron la confianza en el conocimiento empírico,
lo que originó la formación de una escuela de filósofos conocidos como
averroístas. Bajo el liderazgo de Siger de Brabant, los averroístas afirmaban
que la filosofía era independiente de la revelación.
Esta postura amenazaba la integridad y supremacía de la doctrina
católica, apostólica romana y llenó de preocupación a los pensadores ortodoxos.
Ignorar a Aristóteles, tal como lo hacían los averroístas, era imposible, y
condenar sus enseñanzas era inútil. Tenía que ser tenido en cuenta. San Alberto
Magno y otros eruditos habían intentado hacer frente a los averroístas, pero
con poco éxito. Santo Tomás triunfó con brillantez.
Reconciliando el énfasis agustino sobre el principio humano espiritual
con la afirmación averroísta de la autonomía del conocimiento derivado de los
sentidos, Tomás de Aquino insistía que las verdades de la fe y las propias de
la experiencia sensible, así como las presentadas por Aristóteles, son
compatibles y complementarias. Algunas verdades, como el misterio de la
encarnación, pueden ser conocidas sólo a través de la revelación, y otras, como
la composición de las cosas materiales, sólo a través de la experiencia; aun
otras, como la existencia de Dios, son conocidas a través de ambas por igual.
Así, la fe guía al hombre hacia su fin último, Dios; supera a la razón, pero no
la anula. Todo conocimiento, mantenía, tiene su origen en la sensación, pero
los datos sensibles pueden hacerse inteligibles sólo por la acción del
intelecto, que eleva el pensamiento hacia la aprehensión de tales realidades
inmateriales como el alma humana, los ángeles y Dios. Para lograr la comprensión de las verdades
más elevadas, aquellas con las que está relacionada la religión, es necesaria
la ayuda de la revelación. El realismo moderado de santo Tomás afirmó los grandes conceptos de
su sistema en el pensamiento, en oposición al realismo extremo, el cual los
proponía como independientes del pensamiento humano. No obstante, admitía una
base para los universales en las cosas existentes en oposición al nominalismo y
conceptualismo. En su filosofía de la política, a pesar de reconocer el valor
positivo de la sociedad humana, se propone justificar la perfecta racionalidad
de la subordinación del Estado a la Iglesia.
Últimos años
Santo Tomás primero sugirió su opinión madurada en De unitate intellectus contra averroistas (1270). Esta obra volvió
la tendencia contra sus oponentes, quienes fueron censurados por la Iglesia.
Santo Tomás dejó París en 1272 y se fue a Nápoles, donde organizó una
nueva escuela dominica. En marzo de 1274, mientras viajaba para asistir al
Concilio de Lyon, al que había sido enviado por el papa Gregorio X, cayó
enfermo. Murió el 7 de marzo en el monasterio cisterciense de Fossanova.
Santo Tomás fue canonizado por el papa Juan XXII en 1323 y proclamado Doctor de
la Iglesia por el papa Pío V en 1567. Su fiesta se celebra el 28 de enero.
Valoración
Con más fortuna que ningún otro teólogo o filósofo, santo Tomás organizó
el conocimiento de su tiempo y lo puso al servicio de su fe. En su esfuerzo
para reconciliar fe con intelecto, creó una síntesis filosófica de las obras y
enseñanzas de Aristóteles y otros sabios clásicos: de san Agustín y otros
Padres de la Iglesia, de Averroes, Avicena, y otros eruditos islámicos, de pensadores judíos como Maimónides y Solomon ben Yehuda ibn Gabirol, y de sus predecesores en la tradición escolástica. Esta síntesis la
llevó en la línea de la Biblia y la doctrina católica.
El éxito de santo Tomás fue inmenso; su obra marca una de las escasas
grandes culminaciones en la historia de la filosofía. Después de él, los
filósofos occidentales sólo podían elegir entre seguirle con humildad o
inclinarse hacia alguna otra dirección diferente. En los siglos posteriores a
su muerte, la tendencia dominante y constante entre los pensadores católicos
fue adoptar la segunda alternativa. El interés en la filosofía tomista empezó a
restablecerse, sin embargo, hacia el final del siglo XIX. En la encíclica Aeterni Patris (Del Padre eterno, 1879), el papa León XIII recomendaba que la filosofía de
santo Tomás fuera la base de la enseñanza en todas las escuelas católicas. El
papa Pío XII, en la
encíclica Humani generis (1950),
afirmaba que la filosofía tomista es la guía más segura para la doctrina
católica y desaprobaba toda desviación de ella. El tomismo permanece como una
escuela importante en el pensamiento contemporáneo. Entre los pensadores,
católicos y no católicos, que han trabajado dentro del marco tomista, han
estado los filósofos franceses Jacques
Maritain y Étienne Gilson.
Santo Tomás fue un autor prolífico en extremo, con cerca de 800 obras
atribuidas. Las dos más importantes son
Summa contra Gentiles (1261-1264), un estudio razonado con la intención de
persuadir a los intelectuales musulmanes de la verdad del cristianismo y la Summa theologica (1265-1273), en tres
partes (sobre Dios, la vida moral del hombre y Cristo), de la que la última
está inacabada.[9]
Descartes, René (1596-1650), filósofo, científico y matemático francés, a veces
considerado el fundador de la filosofía moderna.
Nacido en La Haye, Turena, Descartes era hijo de un miembro de la baja
nobleza y pertenecía a una familia que había dado algunos hombres doctos. A los
ocho años le enviaron a la escuela jesuita de La Flèche en Anjou, donde
permaneció ocho años. Junto a los típicos estudios clásicos, Descartes recibió
enseñanzas de matemáticas y escolasticismo, con el propósito de orientar la razón humana para
comprender la doctrina cristiana. El catolicismo ejerció una gran influencia en
Descartes a lo largo de toda su vida. Cuando concluyó sus estudios en la
escuela, cursó derecho en la Universidad de Poitiers, y se licenció en 1616.
Sin embargo, nunca ejerció la profesión jurídica; en 1618 entró al servicio del
príncipe Mauricio I de Nassau-Orange, con la intención de seguir la carrera militar.
Descartes sirvió en otros ejércitos, pero su interés se centró siempre en los
problemas de las matemáticas y la filosofía, a los que dedicó el resto de su
vida.
Descartes peregrinó a Italia de 1623 a 1624 y permaneció en Francia desde
1624 a 1628. En este periodo, se dedicó al estudio de la filosofía y también
realizó experimentos de óptica. En 1628, después de vender sus propiedades en Francia, se trasladó a
Holanda, donde vivió en diferentes ciudades, Amsterdam, Deventer, Utrecht y
Leiden.
Fue quizá durante los primeros años de su residencia en Holanda cuando
Descartes escribió su primera obra importante, Ensayos filosóficos, publicada en 1637. La obra se compone de
cuatro partes: un ensayo sobre geometría, otro sobre óptica, un tercero sobre
meteoros y el último, el Discurso del
método, que describía sus especulaciones filosóficas. Éste fue seguido por
otros ensayos, entre ellos Meditaciones
metafísicas (1641; revisado 1642) y Los
principios de la filosofía, (1644). El último volumen lo dedicó a la
princesa Elizabeth Stuart de Bohemia, que vivió en los Países Bajos y con quien
Descartes había entablado una profunda amistad. En 1649 Descartes fue invitado
a la corte de Cristina de Suecia en Estocolmo para dar a la reina clases de filosofía. Sin
embargo, los rigores del invierno del norte le provocaron en 1650 una neumonía
que causó su muerte.
Filosofía
Descartes trató de aplicar a la filosofía los procedimientos racionales
inductivos de la ciencia, y en concreto de las matemáticas. Antes de configurar
su método, la filosofía había estado dominada por el método escolástico, que se
basaba por completo en comparar y contrastar las opiniones de autoridades
reconocidas. Rechazando este sistema, Descartes estableció: “En nuestra
búsqueda del camino directo a la verdad, no deberíamos ocuparnos de objetos de
los que no podamos lograr una certidumbre similar a las de las demostraciones
de la aritmética y la geometría”. Por esta razón determinó no creer ninguna
verdad hasta haber establecido las razones para creerla. El único conocimiento
seguro a partir del cual comenzó sus investigaciones lo expresó en la famosa
sentencia: Cogito, ergo sum, “Pienso,
luego existo”. Partiendo del principio de que la clara consciencia del
pensamiento prueba su propia existencia, mantuvo la existencia de Dios. Dios, según la filosofía de
Descartes, creó dos clases de sustancias que constituyen el todo de la
realidad. Una clase era la sustancia pensante, o inteligencia, y la otra la
sustancia extensa, o física.
Ciencia
La filosofía de Descartes, a veces llamada cartesianismo, le llevó a
elaborar explicaciones complejas y erróneas de diversos fenómenos físicos.
Estas explicaciones, sin embargo, cobraron valor al sustituir los vagos
conceptos espirituales de la mayoría de los autores clásicos por un sistema de
interpretaciones mecánicas de los fenómenos físicos. Aunque al principio estuvo
próximo a la teoría de Copérnico sobre el Universo, con su idea de un sistema de
planetas giratorios moviéndose alrededor del Sol, renunció a esta teoría cuando
fue considerada herética por la Iglesia
católica. En su lugar ideó una doctrina
de los vórtices o torbellinos de materia etérea, en la que el espacio estaba
pleno de materia, en diversos estados, girando sobre el Sol.
En el campo de la fisiología, Descartes sostenía que parte de la sangre era un
fluido misterioso, que él llamó espíritu
animal. Creía que el espíritu animal entraba en contacto con la sustancia
pensante en el cerebro y fluía a lo largo de los canales de los nervios para
animar los músculos y otras partes del cuerpo.
Los estudios de Descartes sobre óptica le llevaron al descubrimiento de
la ley fundamental de la reflexión; el ángulo de incidencia es igual al ángulo
de reflexión. Su ensayo sobre óptica fue el primero que publicó una exposición
de esta ley. El que Descartes tratara la luz como un tipo de fuerza en un medio
sólido, preparó el terreno para la teoría ondulatoria de la luz.
Matemáticas
La contribución más notable que hizo Descartes a las matemáticas fue la
sistematización de la geometría analítica. Fue el primer matemático que intentó
clasificar las curvas conforme al tipo de ecuaciones que las producen, y
contribuyó también a la elaboración de la teoría de las ecuaciones. Descartes
fue el responsable de la utilización de las últimas letras del alfabeto para
designar las cantidades desconocidas y las primeras letras para las conocidas.
También inventó el método de los exponentes (como en x2)
para indicar las potencias de los números. Además, formuló la regla, conocida como
la ley cartesiana de los signos, para descifrar el número de raíces negativas y
positivas de cualquier ecuación algebraica.[10]
Spinoza, Baruch (1632-1677), filósofo racionalista y pensador religioso holandés,
considerado como el exponente moderno más completo del panteísmo. Nacido en Amsterdam de padres
judíos hispano-portugueses el 24 de noviembre de 1632, Spinoza recibió una
educación que ponía un gran énfasis en el estudio de las fuentes clásicas
judías. Más tarde, sin embargo, se apartó del judaísmo ortodoxo como consecuencia de
sus estudios de ciencias físicas y por el efecto que le produjeron los escritos
del filósofo inglés Thomas Hobbes y del científico y filósofo francés René Descartes. Se apartó
de la sinagoga y en 1656 fue excomulgado por los rabinos, que le desterraron de
Amsterdam.
Durante cinco años, Spinoza permaneció en las afueras de la ciudad,
puliendo lentes para vivir. Durante ese periodo escribió su primer trabajo
filosófico, Tractatus de Deo et Homine Ejusque
Felicitate (Tratado de Dios, del
hombre y de su felicidad), donde se prefiguran ya las líneas maestras del
que sería su sistema filosófico. El Tractatus
Theologico-Politicus (Tratado
teológico-político) y la disertación De
Intellectus Emendatione (De la reforma
del entendimiento) quizá fueron escritos también en este periodo, aunque el
primero no se publicó hasta 1670 y el segundo hasta 1677. En 1661 se trasladó a
Rinjnsburg, ciudad cercana a Leiden, y dos o tres años más tarde a Voorburg, no
lejos de La Haya. Poco después, al trasladarse a La Haya, se le ofreció una
cátedra de filosofía occidental en la Universidad de Heidelberg. El responsable de ello
fue Charles Louis, el elector palatino. Sin embargo, Spinoza rechazó esta
responsabilidad, para poder mantenerse libre de cualquier restricción que
pudieran aplicar los teólogos sobre sus actividades intelectuales. También
rechazó una pensión que le ofreció el rey de Francia Luis XIV, a cambio de que dedicara al
monarca uno de sus trabajos.
Filosofía occidental
La más completa expresión de Spinoza es su gran obra Ethica Ordine Geometrico Demonstrata (Ética demostrada según el orden geométrico, 1674). De acuerdo con
este tratado, el universo es idéntico a Dios, que es la 'sustancia' incausada
de todas las cosas. El concepto de sustancia, que Spinoza saca de los filósofos
escolásticos, no es el de una realidad material, sino más bien el de una
entidad metafísica, una base amplia y autosuficiente de toda realidad. Spinoza
admitió la posible existencia de atributos infinitos de la sustancia, pero
mantuvo que tan sólo dos son accesibles a la mente humana, a saber, la
extensión, o el mundo de las cosas materiales, y la racionalidad. El
pensamiento y la extensión existen en una última realidad que es Dios, de quien
dependen. La causalidad, en el sistema de Spinoza, puede hallarse entre los
objetos individuales (es decir, entre los cuerpos físicos) en el atributo
extensión, o entre ideas individuales en el atributo pensamiento, pero no entre
objetos e ideas. Para explicar las aparentes interacciones causales entre
objetos e ideas, Spinoza propuso una teoría conocida como paralelismo, según la
cual cada idea tiene un complemento físico y, del mismo modo, cada objeto
físico tiene su correspondiente idea.
Spinoza explicó la individualidad de las cosas, ya fueran objetos físicos
o ideas, como modos particulares de sustancia. Todos los objetos particulares
son las formas de Dios, contenidas en el atributo extensión; todas las ideas
particulares son las formas de Dios contenidas en el atributo pensamiento. Las
formas son natura naturata,
"naturaleza creada" o naturaleza en la multiplicidad de sus
manifestaciones; la sustancia, o Dios, es natura
naturans, "naturaleza que crea todo lo que hay" o naturaleza en
su unidad creativa, actuando como el factor determinante de sus propias formas,
las cuales son transitorias y su existencia adopta una forma temporal; Dios es
eterno y trasciende todos los cambios. Por consiguiente, las cosas
particulares, ya sean extensión o pensamiento, son finitas y efímeras. Spinoza
mantuvo, no obstante, que existía un mundo indestructible. Ese mundo no se
puede encontrar en el terreno de las cosas existentes sino en el de la esencia.
El intuitivo conocimiento humano de Dios es la fuente de un amor espiritual de
Dios (amor Dei intellectualis), que a
su vez es parte del amor en el que Dios se ama a sí mismo.
El concepto de esencia de Spinoza está relacionado de modo muy intenso
con el concepto escolástico de 'verdadero' y con las ideas arquetípicas
formuladas por Platón, aunque se distingue de ambos en algunos aspectos trascendentes. Spinoza
concebía las esencias como hipostatizaciones
(entidades conceptuales) del aspecto universal de todas las cosas. La
diferencia fundamental entre las existencias y las esencias en la cosmología de
Spinoza es que, mientras las primeras tienen su ser en el tiempo, las segundas
están fuera del ámbito temporal. Dado que la mortalidad puede pertenecer en
exclusiva al ámbito de las cosas sujetas a la ley del tiempo, el ámbito de las
esencias, al no hallarse sometido a las leyes del tiempo, tiene que ser en
consecuencia eterno. No obstante, el campo de las esencias es un terreno de
existencia inmanente.
Cada existencia tiene, como se ha indicado, un carácter universal o
esencial aunque para realizar ese carácter la cosa existente tiene que
trascender su propia forma intrínseca, es decir, liberarse a sí misma de las
limitaciones de su propia estructura. El terreno de las esencias, por este
principio, tiene una especie de ser en el ámbito de las existencias (siendo el
primero la inminente causa del segundo) aunque no comparte su limitación
temporal. La causalidad inmanente, de acuerdo con la metafísica de Spinoza, significa
autocausalidad, y aquello que es autodeterminado es libre. Desde este
razonamiento, Spinoza desarrolló su doctrina de la libertad como un bien que
sólo se puede alcanzar en el terreno de las esencias. La existencia en sendos
atributos (extensión y pensamiento) es esclavitud ya que cada cosa existente
está determinada por sus propias series causales y la forma de su ser está
determinada por ellas. Sólo en lo atemporal, en la existencia autocausada, es
decir en lo universal y lo inmanente, es posible la libertad completa; sólo con
la identificación con la sustancia, o Dios, se obtiene la inmortalidad y con
ella la paz.
Rechazo de lo tradicional
Spinoza rechazó la providencia y la libertad de la voluntad, y su concepto
de un dios impersonal fue recibido con hostilidad por muchos de sus
contemporáneos. Su posición en la historia de la filosofía es única en muchos
aspectos. No perteneció a ninguna escuela y no fundó ninguna. Aunque en ciertos
puntos su trabajo se basaba en el de algunos de sus predecesores, muestra y
afirma un individualismo tan acusado como para que se le pueda considerar un
simple continuador o epígono, incluso en el caso del pensamiento de Descartes.
Por la profundidad y la grandeza de sus ideas y su notable capacidad de
síntesis, Spinoza se sitúa junto a los mayores pensadores filosóficos de todos
los tiempos. Hasta un siglo después de su muerte, ocurrida el 21 febrero de
1677, su pensamiento no obtuvo reconocimiento y, aunque su sistema no consiguiera
seguidores organizados, ha tenido, tal vez, la más penetrante influencia de
todos los filósofos modernos con la excepción de Immanuel Kant. No sólo metafísicos sino
también poetas como Johann Wolfgang von Goethe, William Wordsworth y Percy Bysshe Shelley han consultado y estudiado los trabajos de Spinoza en
busca de inspiración y su pensamiento ha influido en el panteísmo poético
subyacente de muchas interpretaciones modernas de la naturaleza.[11]
Leibniz, Gottfried Wilhelm (1646-1716), también conocido como barón Gottfried Wilhelm von Leibniz.
Filósofo, matemático y estadista alemán, considerado como uno de los mayores
intelectuales del siglo XVII. Nacido en Leizpig, se educó en las universidades
de esta ciudad, de Jena y de Altdorf. Desde 1666 (año en que fue premiado con
un doctorado en leyes) trabajó para Johann Philipp von Schönborn, arzobispo
elector de Maguncia, en diversas tareas legales, políticas y diplomáticas. En
1673, cuando cayó el régimen del elector, Leibniz marchó a París. Permaneció
allí durante tres años y también visitó Amsterdam y Londres, donde dedicó su
tiempo al estudio de las matemáticas, la ciencia y la filosofía. En 1676 fue designado bibliotecario y consejero
privado en la corte de Hannover. Durante los 40 años siguientes, hasta su
muerte, sirvió a Ernesto Augusto, duque de Brunswick-Lüneburg, más tarde
elector de Hannover, y a Jorge Luis, elector de Hannover, después Jorge I, rey de Gran Bretaña.
Leibniz fue considerado un genio universal por sus contemporáneos. Su
obra aborda no sólo problemas matemáticos y filosofía, sino también teología, derecho, diplomacia, política,
historia, filología y física.
Matemáticas
La contribución de Leibniz a las matemáticas consistió en enumerar en
1675 los principios fundamentales del cálculo infinitesimal. Esta explicación se produjo con
independencia de los descubrimientos del científico inglés Isaac Newton, cuyo
sistema de cálculo fue inventado en 1666. El sistema de Leibniz fue publicado
en 1684, el de Newton en 1687, y el método de notación ideado por Leibniz fue
adoptado universalmente (véase Signos matemáticos). En
1672 también inventó una máquina de calcular capaz de multiplicar, dividir y
extraer raíces cuadradas. Es considerado un pionero en el desarrollo de la lógica
matemática.
Filosofía
En la exposición filosófica de Leibniz, el Universo se compone de
innumerables centros conscientes de fuerza espiritual o energía, conocidos como
mónadas. Cada mónada representa un
microcosmos individual, que refleja el Universo en diversos grados de perfección
y evolucionan con independencia del resto de las mónadas. El Universo
constituido por estas mónadas es el resultado armonioso de un plan divino. Los
humanos, sin embargo, con su visión limitada, no pueden aceptar la existencia
de las enfermedades y la muerte como partes integrantes de la armonía
universal. Este Universo de Leibniz, “el mejor de los mundos posibles”, es
satirizado como una utopía por el autor francés Voltaire en su novela Cándido (1759).
Entre las obras filosóficas fundamentales de Leibniz se incluyen Ensayos de Teodicea sobre la bondad de Dios,
la libertad del hombre y el origen del mal (2 vols., 1710), Monadología (1714; publicado en latín
como Principia Philosophiae, 1721), y
Nuevo tratado sobre el entendimiento
humano (1703; pub. 1765). Los dos últimos influyeron mucho en los filósofos
alemanes del siglo XVIII, incluyendo a Christian
von Wolff e Immanuel Kant.[12]
Locke, John
(1632-1704), filósofo inglés, fundador de la escuela del empirismo. Locke nació en el pueblo de
Wrington, Somerset, el 29 de agosto de 1632. Estudió en la Universidad de
Oxford e impartió clases de griego, retórica y filosofía moral en Oxford desde
1661 hasta 1664. En 1667 inició su relación con el estadista inglés Anthony Ashley Cooper, primer conde de Shaftesbury, de quien fue amigo, consejero y médico.
Shaftesbury consiguió para Locke algunos cargos menores en el Gobierno. En
1669, en una de sus funciones oficiales, Locke escribió una constitución para
los propietarios de la colonia de Carolina, en Norteamérica, pero nunca se
aplicó. En 1675, después de que el liberal Shaftesbury hubiera perdido el favor
de la corona, Locke se estableció en Francia. Regresó a Inglaterra en 1679,
pero debido a su oposición a la Iglesia católica romana, que contaba con el
apoyo de la monarquía inglesa de esa época, pronto tuvo que regresar al
continente. Desde 1683 hasta 1688 vivió en Holanda, y tras la llamada Revolución gloriosa de 1688 y la restauración del protestantismo, Locke regresó una vez más a Inglaterra. El nuevo rey Guillermo III de Orange nombró a Locke para que desempeñara el ministerio de Comercio en 1696,
cargo del que dimitió en 1700 debido a una enfermedad. Murió en Oates el 28 de
octubre de 1704.
Empirismo
El empirismo de Locke hizo hincapié en la importancia de la experiencia
de los sentidos en la búsqueda del conocimiento en vez de la especulación
intuitiva o la deducción. La doctrina empirista fue expuesta por primera vez por el filósofo y
estadista inglés Francis Bacon a principios del siglo XVII, pero Locke la dotó de una
expresión sistemática en su Ensayo sobre
el entendimiento humano (1690). Afirmaba que la mente de una persona en el
momento del nacimiento es como una tabula
rasa, una hoja en blanco sobre la que la experiencia imprime el
conocimiento, y no creía en la intuición o teorías de las concepciones innatas. También mantenía
que todos nacen buenos, independientes e iguales. Véase Epistemología.
Teorías políticas
En la teoría política Locke criticó en sus dos Tratados sobre el gobierno civil (1690) la teoría del derecho
divino de los reyes y la naturaleza del Estado tal y como estaba concebido por
el filósofo y teórico político inglés Thomas
Hobbes. En resumen, Locke afirmó que la soberanía no reside
en el Estado sino en la gente, y que el Estado es supremo pero sólo si respeta
la ley civil y la que él llamó ley "natural".
Locke mantuvo más tarde que la revolución no sólo era un derecho, sino, a
menudo, una obligación y abogó por un sistema de control y equilibrio en el
Gobierno, que tenía que tener tres ramas, siendo la legislativa más importante
que la ejecutiva o la judicial. También creía en la libertad religiosa y en la
separación de la Iglesia y el Estado.
La influencia de Locke en la filosofía moderna ha sido muy grande y, con
su aplicación del análisis empírico a la ética, política y religión, se convirtió en uno de los filósofos más importantes y
controvertidos de todos los tiempos. También escribió Pensamientos sobre la educación (1693) y Racionabilidad del cristianismo (1695).[13]
Berkeley, George (1685-1753), filósofo y clérigo irlandés, considerado el fundador de la
moderna escuela del idealismo. Berkeley mantenía que no se puede concebir que la
materia exista con independencia de la mente; los fenómenos de los sentidos
sólo pueden explicarse suponiendo que hay un dios que provoca de forma continua
la percepción en la mente humana.
Nacido en County Kilkenny, Irlanda, el 12 de marzo de 1685, estudió en el
Trinity College de Dublín, de cuyo cuerpo docente llegó a ser miembro en 1707.
En 1710 publicó Los principios del
conocimiento humano. Al no convencer a la gente de su teoría, publicó una
versión más popular, Los tres diálogos
entre Hylas y Philonus, en 1713. Sus exposiciones de su filosofía fueron
consideradas como descabelladas por sus contemporáneos. Mientras tanto, había
sido ordenado diácono de la Iglesia anglicana de Irlanda y fue un destacado
pastor protestante. En 1728 viajó a Estados Unidos con intención de crear una
escuela misionera en Las Bermudas. Aunque abandonó su proyecto en 1732, tuvo
mucha incidencia en la educación superior de este país, ayudando al desarrollo
de las universidades de Yale y Columbia y otras numerosas escuelas. En 1734 fue
nombrado obispo de Cloyne, donde permaneció hasta su retiro. Murió el 14 de
enero de 1753 en Oxford.
Berkeley desarrolló su teoría filosófica como una respuesta al escepticismo y el ateísmo. Afirmaba
que el escepticismo surge cuando la experiencia o las sensaciones se encuentran
desligadas de los objetos, no dejando ningún camino posible para saber de ellos
excepto a través de las ideas. Para poner fin a esta disociación, una persona
tiene que reconocer que el "ser" de las cosas sensibles consiste sólo
en que son percibidas. Todo lo que es percibido es real, por eso las únicas
cosas cuya existencia se puede conocer son aquellas que se pueden percibir.
Berkeley insistió, no obstante, en que las cosas sí tienen una existencia fuera
de la mente humana y sus percepciones, pues las personas no pueden controlar
las ideas que tienen. En consecuencia, debe haber una mente en la que existan
todas las ideas, un onmipresente espíritu infinito, a saber, Dios, que lo
percibe todo.
El sistema filosófico de Berkeley eliminaba cualquier posibilidad de
conocimiento de un mundo externo material. A pesar de que su sistema tuvo pocos
seguidores, sus críticas a los razonamientos sobre un mundo separado externo y
al concepto de la materia fueron poderosas y han influido en los filósofos
posteriores.[14]
Hume, David
(1711-1776), historiador y filósofo escocés, que influyó en el desarrollo del escepticismo y el empirismo, dos
escuelas de filosofía. Nacido en Edimburgo, Lothian, el 7 de mayo de 1711, Hume fue educado en
su casa y en la Universidad de Edimburgo en la que se inscribió con doce años.
Tenía mala salud, y después de trabajar por un corto periodo empleado en una
casa de negocios de Bristol se instaló en Francia.
Vida y obra
De 1734 a 1737 Hume estudió con apasionamiento los problemas de la
filosofía especulativa. Durante este periodo escribió su obra más importante, Tratado sobre la naturaleza humana (3
volúmenes, 1739-1740), que constituye la síntesis de su pensamiento. A pesar de
su importancia, esta obra fue ignorada por el público y, como dijo el propio
Hume, “nació muerta”, tal vez por culpa de su estilo abstruso. Las obras
posteriores de Hume fueron escritas bajo las formas más ligeras y populares en
la época, ensayos y diálogos.
Después de la publicación de su Tratado,
Hume volvió a las posesiones que su familia tenía en Berwickshire, donde se
ocupó de problemas de ética y economía política. Allí escribió Ensayos
morales y políticos (2 volúmenes, 1741-1742), que obtuvieron un éxito
inmediato. No consiguió su nombramiento para la facultad de la Universidad de
Edimburgo acaso porque, ya desde los inicios de su trabajo, se le consideraba
un escéptico en asuntos religiosos. Hume fue tutor del enajenado marqués de
Annandale y más tarde auditor de guerra por efecto de una incursión militar
británica en Francia. Sus Ensayos
filosóficos sobre el entendimiento humano (más tarde llamados Investigación sobre el entendimiento humano)
aparecieron en 1748. Este libro, quizá su obra más conocida, es en la práctica
un resumen de su Tratado.
Hume fijó su residencia en Edimburgo en 1751. En 1752, se publicaron sus Discursos políticos, y al año siguiente,
después de otro intento fallido por obtener una cátedra en la universidad, fue
nombrado titular de la Biblioteca de la abogacía de la ciudad. Durante su
estancia, que se prolongó durante doce años, Hume trabajó ante todo en su obra
de seis volúmenes Historia de Inglaterra,
que apareció por entregas desde 1754 hasta 1762. De 1762 a 1765 fue secretario
del embajador británico en París. Allí fue exaltado en los círculos literarios
parisinos y forjó su amistad con el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau, quien le acompañó en su
regreso al Reino Unido, pero éste, afectado por supuestas persecuciones
imaginarias, acusó a Hume de tramar contra él y la amistad se disolvió tras un
intercambio de mutuos reproches y denuncias públicas por parte de ambos.
Después de trabajar como subsecretario de Estado en Londres (1767-1768), Hume
se retiró a Edimburgo, donde pasó el resto de su vida. Murió el 25 de agosto de
1776. Su autobiografía fue publicada con carácter póstumo en 1777, así como Diálogos sobre la religión natural
(1779). Hume había escrito los Diálogos
hacia 1750 pero ocultó su trabajo a causa de su naturaleza escéptica.
Las ideas de Hume
Las creencias filosóficas de Hume recibieron una gran influencia del
filósofo inglés John Locke y del obispo y filósofo irlandés George Berkeley. Tanto Hume como Berkeley
diferenciaban entre la razón y los sentidos. Hume, sin embargo, fue más allá e
intentó probar que la razón y los juicios racionales son tan sólo asociaciones
habituales con diferentes sensaciones o experiencias.
Metafísica y epistemología
Hume dio un paso revolucionario en la historia de la filosofía al
rechazar la idea de causalidad, argumentando que “la razón nunca podrá mostrarnos la
conexión entre un objeto y otro si no es ayudada por la experiencia y por la
observación de su relación con situaciones del pasado. Cuando la mente, por
tanto, pasa de la idea o la impresión de un objeto, a la idea o creencia en
otro, no se guía por la razón, sino por ciertos principios que asocian juntas las
ideas de esos objetos y los relaciona en la imaginación”. El rechazo de la
causalidad implica también un rechazo de las leyes científicas, que se basan en
la premisa de que un hecho provoca otro de forma necesaria y, como resulta
predecible, siempre lo hará. Según la filosofía de Hume, por tanto, el
conocimiento de los hechos es imposible, aunque admitía que en la práctica las
personas tienen que pensar en términos de causa y efecto y deben asumir la
validez de sus percepciones para no enloquecer. También admitía la posibilidad
de conocimiento sobre las relaciones entre las ideas, como las relaciones entre
los números en matemáticas. El punto de vista escéptico de Hume también negaba
la existencia de la sustancia espiritual defendida por Berkeley y de la “sustancia
material” defendida por Locke. Yendo aún más lejos, Hume negaba la existencia
de una identidad del yo, argumentando que como las personas no tienen una
percepción constante de sí mismas como entidades diferentes, no son más que “un
conjunto o colección de diferentes percepciones”.
Ética
En cuanto a la dimensión ética de su pensamiento, Hume pensaba que los
conceptos del bien y el mal no son racionales, sino que nacen de una
preocupación por la felicidad propia. El supremo bien moral, según su punto de
vista, es la benevolencia, un interés generoso por el bienestar general de la
sociedad que Hume definía como la felicidad individual.
Como historiador, Hume rompió con el tradicional recuento cronológico de
hazañas y hechos de Estado, e intentó describir las fuerzas económicas e
intelectuales que habían tenido importancia en la historia de su país. Sus
obras Historia de Gran Bretaña (1754)
e Historia de Inglaterra (1759) se
consideraron títulos clásicos durante muchos años.
Las contribuciones de Hume a la teoría económica, que influyeron al
filósofo y economista escocés Adam Smith y a otros economistas posteriores, incluyen los
conceptos de que la riqueza depende no sólo del dinero sino también de las
mercancías, así como su reconocimiento de los efectos que las condiciones
sociales tienen sobre la economía.[15]
Kant, Immanuel (1724-1804), filósofo alemán, considerado por muchos como el pensador
más influyente de la era moderna.
Vida
Nacido en Königsberg (ahora, Kaliningrado, Rusia) el 22 de abril de 1724,
Kant se educó en el Collegium Fredericianum y en la Universidad de Königsberg.
En la escuela estudió sobre todo a los clásicos y en la universidad, física y
matemáticas. Tras la muerte de su padre, tuvo que abandonar sus estudios
universitarios y ganarse la vida como tutor privado. En 1755, ayudado por un
amigo, reanudó sus estudios y obtuvo el doctorado. Después, enseñó en la
universidad durante 15 años, y dio conferencias primero de ciencia y
matemáticas, para llegar de forma paulatina a disertar sobre casi todas las
ramas de la filosofía.
Aunque las conferencias y escritos de Kant durante este periodo le dieron
reputación como filósofo original, no se le concedió una cátedra en la
universidad hasta 1770, cuando se le designó profesor de lógica y metafísica. Durante los 27 años siguientes
continuó dedicado a su labor profesoral y atrayendo a un gran número de
estudiantes a Königsberg. Las enseñanzas religiosas nada ortodoxas de Kant, que
se basaban más en el racionalismo que en la revelación divina, le crearon problemas con
el gobierno de Prusia y en 1792 Federico
Guillermo II, rey de esa nación, le prohibió
impartir clases o escribir sobre asuntos religiosos. Kant obedeció esta orden
durante cinco años, hasta la muerte del rey, y entonces se sintió liberado de
su obligación. En 1798, ya retirado de la docencia universitaria, publicó un
epítome donde se contenía una expresión de sus ideas de materia religiosa.
Murió el 12 de febrero de 1804.
Filosofía de Kant
La piedra angular de la filosofía de Kant, a veces llamada filosofía
crítica, está recogida en su Crítica de
la razón pura (1781), en la que examinó las bases del conocimiento humano y
creó una epistemología individual. Al igual que los primeros filósofos, Kant
diferenciaba los modos de pensar en proposiciones analíticas y sintéticas. Una
proposición analítica es aquella en la que el predicado está contenido en el
sujeto, como en la afirmación ‘las casas negras son casas’. La verdad de este
tipo de proposiciones es evidente, porque afirmar lo contrario supondría
plantear una proposición contradictoria. Tales proposiciones son llamadas
analíticas porque la verdad se descubre por el análisis del concepto en sí
mismo. Las proposiciones sintéticas, en cambio, son aquellas a las que no se
puede llegar por análisis puro, como en la expresión ‘la casa es negra’. Todas
las proposiciones comunes que resultan de la experiencia del mundo son
sintéticas.
Las proposiciones, según Kant, pueden ser divididas también en otros dos
tipos: empírica, o a posteriori, y a priori. Las proposiciones empíricas
dependen tan sólo de la percepción, pero las proposiciones a priori tienen una validez esencial y no se basan en tal
percepción. La diferencia entre estos dos tipos de proposiciones puede ser
ilustrada por la empírica ‘la casa es negra’ y la a priori ‘dos más dos son cuatro’. La tesis de Kant en la Crítica consiste en que resulta posible
formular juicios sintéticos a priori.
Esta posición filosófica es conocida como transcendentalismo. Al explicar cómo es posible
este tipo de juicios, Kant consideraba los objetos del mundo material como
incognoscibles en esencia; desde el punto de vista de la razón, sirven tan sólo
como materia pura a partir de la cual se nutren las sensaciones. Los objetos,
en sí mismos, no tienen existencia, y el espacio y el tiempo pertenecen a la
realidad sólo como parte de la mente, como intuiciones con las que las
percepciones son medidas y valoradas.
Además de estas intuiciones, Kant afirmó que un número de conceptos a priori, llamados categorías, también
existen. Dividió las categorías en cuatro grupos: los relativos a la cantidad,
que son unidad, pluralidad y totalidad; los relacionados con la cualidad, que
son realidad, negación y limitación; los que conciernen a la relación, que son
sustancia-y-accidente, causa-y-efecto y reciprocidad; y los que tienen que ver
con la modalidad, que son posibilidad, existencia y necesidad. Las intuiciones
y las categorías se pueden emplear para hacer juicios sobre experiencias y
percepciones, pero, según Kant, no pueden emplearse para que se apliquen sobre
ideas abstractas o conceptos cruciales como libertad y existencia sin que
lleven a inconsecuencias en la forma de binomios de proposiciones
contradictorias, o antinomias, en las que ambos elementos de cada par pueden ser
probados como verdad.
En la Metafísica de la ética
(1797) Kant describe su sistema ético, basado en la idea de que la razón es la
autoridad última de la moral. Afirmaba en sus páginas que los actos de
cualquier clase han de ser emprendidos desde un sentido del deber que dictase
la razón, y que ningún acto realizado por conveniencia o sólo por obediencia a
la ley o costumbre puede considerarse como moral. Kant describió dos tipos de
órdenes dadas por la razón: el imperativo
hipotético que dispone un curso dado de acción para lograr un fin
específico; y el imperativo categórico que dicta una trayectoria de actuación que debe ser
seguida por su exactitud y necesidad. El imperativo categórico es la base de la
moral y fue resumido por Kant en estas palabras claves: “Obra como si la máxima
de tu acción pudiera ser erigida, por tu voluntad, en ley universal de la
naturaleza”.
Las ideas éticas de Kant son el resultado lógico de su creencia en la
libertad fundamental del individuo, como manifestó en su Crítica de la razón práctica (1788). No consideraba esta libertad
como la libertad no sometida a las leyes, como en la anarquía, sino más bien
como la libertad del gobierno de sí mismo, la libertad para obedecer en
conciencia las leyes del Universo como se revelan por la razón. Creía que el
bienestar de cada individuo sería considerado, en sentido estricto, como un fin
en sí mismo y que el mundo progresaba hacia una sociedad ideal donde la razón
“obligaría a todo legislador a crear sus leyes de tal manera que pudieran haber
nacido de la voluntad única de un pueblo entero, y a considerar todo sujeto, en
la medida en que desea ser un ciudadano, partiendo del principio de si ha
estado de acuerdo con esta voluntad”. En su tratado La paz perpetua (1795) Kant aboga por el establecimiento de una
federación mundial de estados republicanos.
Kant ha tenido mayor influencia que ningún otro filósofo de la era
moderna. La filosofía kantiana, y en especial como la desarrolló el filósofo
alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, estableció los cimientos sobre los que se edificó la
estructura básica del pensamiento de Karl Marx. El método dialéctico, utilizado
tanto por Hegel como por Karl Marx, fue un desarrollo del método de razonamiento
articulado por antinomias que Kant aplicó. El filósofo alemán Johann Fichte, alumno de
Kant, rechazó la división del mundo de su maestro en partes objetivas y
subjetivas y elaboró una filosofía idealista que también influyó de una forma
notable en los socialistas del siglo XIX. Uno de los sucesores de Kant en la
Universidad de Königsberg, Johann Friedrich Herbart, incorporó algunas de las ideas kantianas a sus
sistemas de pedagogía.
Otras obras
Además de sus trabajos sobre filosofía, Kant escribió numerosos tratados
sobre diversas materias científicas, sobre todo del área de la geografía
física. Su obra más importante en este campo fue Historia universal de la naturaleza y teoría del cielo (1755), en
la que anticipaba la hipótesis de la formación del Universo a partir de una
nebulosa originaria, hipótesis que fue más tarde desarrollada por Pierre de Laplace.
Entre otros escritos de Kant figuran Prolegómenos
a toda metafísica futura (1783), Principios
metafísicos de la filosofía natural (1786), Crítica del juicio (1790) y La
religión dentro de los límites de la razón pura (1793).[16]
Racionalismo (del latín, ratio, razón), en
filosofía, sistema de pensamiento que acentúa el papel de la razón en la
adquisición del conocimiento, en contraste con el empirismo, que resalta el papel de la
experiencia, sobre todo el sentido de la percepción.
El racionalismo ha aparecido de distintas formas desde las primeras
etapas de la filosofía occidental, pero se identifica ante todo con la tradición que
proviene del filósofo y científico francés del siglo XVII René Descartes, el cual creía que la geometría
representaba el ideal de todas las ciencias y también de la filosofía. Mantenía
que sólo por medio de la razón se podían descubrir ciertos universales,
verdades evidentes en sí, de las que es posible deducir el resto de contenidos
de la filosofía y de las ciencias. Manifestaba que estas verdades evidentes en
sí eran innatas, no derivadas de la experiencia. Este tipo de racionalismo fue
desarrollado por otros filósofos europeos, como el francés Baruch Spinoza y el
pensador y matemático alemán Gottfried
Wilhelm Leibniz. Se opusieron a ella los
empiristas británicos, como John Locke y David Hume, que creían que todas las ideas procedían de los
sentidos.
El racionalismo epistemológico ha sido aplicado a otros campos de la
investigación filosófica. El racionalismo en ética es la afirmación de que ciertas
ideas morales primarias son innatas en la especie humana y que tales principios
morales son evidentes en sí a la facultad racional. El racionalismo en la
filosofía de la religión afirma que los principios fundamentales de la religión
son innatos o evidentes en sí y que la revelación no es necesaria, como en el deísmo. Desde
finales del año 1800, el racionalismo ha jugado sobre todo un papel
antirreligioso en la teología.[17]
Empirismo, en filosofía occidental, doctrina que afirma que todo conocimiento se basa en la experiencia,
mientras que niega la posibilidad de ideas espontáneas o del pensamiento a priori. Hasta el siglo XX, el término empirismo se aplicaba a la idea defendida sobre todo por los
filósofos ingleses de los siglos XVII, XVIII y XIX. De estos filósofos
ingleses, John Locke fue el primero en dotarlo de una expresión sistemática, aunque su
compatriota, el filósofo Francis Bacon, había anticipado algunas de sus conclusiones. Entre otros
empiristas también se cuentan David Hume y George Berkeley. Opuesto al empirismo es el racionalismo, representado por pensadores
como el francés René Descartes, el holandés Baruch
Spinoza y los filósofos de los siglos XVII y XVIII Gottfried Wilhelm Leibniz y Christian von Wolff. Los racionalistas afirman que la mente es capaz de
reconocer la realidad mediante su capacidad para razonar, una facultad que
existe independiente de la experiencia. El pensador alemán Immanuel Kant intentó
lograr un compromiso entre el empirismo y el racionalismo, restringiendo el
conocimiento al terreno de la experiencia, a posteriori, y por ello coincidía con los empiristas, pero atribuía a la mente una
función precisa al incorporar las sensaciones en la estructura de la experiencia.
Esta estructura podía ser conocida a
priori sin recurrir a métodos empíricos, y en este sentido Kant coincidía
con los racionalistas.
En los últimos años, el término empirismo
ha adquirido un significado más flexible, y ahora es utilizado en relación con
cualquier sistema filosófico que extrae todos sus elementos de reflexión de la
experiencia. En Estados Unidos William
James llamó a su filosofía empirismo radical y John Dewey acuñó el término de empirismo
inmediato para definir y describir su noción de la experiencia. El término leyes empíricas se aplica a aquellos
principios que expresan las relaciones que, según se aprecia, existen entre los
fenómenos, sin que impliquen la explicación o causa de los fenómenos mismos.[18]
Bacon, Francis, barón de Verulam (1561-1626), filósofo y estadista inglés, uno de los
pioneros del pensamiento científico moderno.
Vida
Nació el 22 de enero de 1561, en York House, en el Strand de Londres, y
estudió en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Elegido para la Cámara de los Comunes en 1584, intervino en ella hasta 1614. Escribió cartas aconsejando a Isabel I, monarca
de Inglaterra, pero sus sugerencias no fueron nunca atendidas y perdió por
completo el favor de la reina en 1593, cuando se opuso a una ley para una
subvención real. Sin embargo, recuperó el respeto de la Corte con el ascenso de
Jacobo I al trono
de Inglaterra en 1603. Bacon aportó ideas para la unión de Inglaterra y Escocia
y recomendó medidas para un acercamiento a la Iglesia católica apostólica
romana. Por estos esfuerzos se le concedió el título de sir en 1603. Fue
nombrado comisario para la unión de Escocia e Inglaterra y se le otorgó una
pensión en 1604. Su ensayo El avance del
conocimiento fue publicado y presentado al rey en 1605. Dos años después
fue nombrado procurador general.
En la última sesión del primer Parlamento celebrada en febrero de 1611,
presidida por Jacobo I, aumentaron las diferencias entre la Corona y los
Comunes y Bacon hizo de mediador a pesar de su desconfianza hacia el principal
ministro del rey, Robert Cecil, primer conde de
Salisbury. A la muerte de Salisbury en
1612, Bacon, con el objeto de conseguir la atención real, escribió varios
artículos sobre el arte de gobernar, poniendo énfasis en las relaciones entre
la Corona y los Comunes. En 1613 fue nombrado fiscal de la Corona.
En 1616 Bacon se convirtió en consejero privado y en 1618 fue designado
presidente de la Cámara de los Lores y ennoblecido con el título de barón de
Verulam. En 1620 se publicó su Novum
organum, y el 26 de enero de 1621 fue nombrado vizconde de san Albans. En
el mismo año el Parlamento le acusó de aceptar sobornos. Lo reconoció, pero
dijo que se sentía "arrepentido" y se sometió a la voluntad de sus
pares, que decidieron que fuera multado, encarcelado a voluntad del rey y
desterrado del Parlamento y de la Corte. Tras su liberación se retiró a su
residencia familiar de Gorhambury. En septiembre de 1621 el rey le perdonó pero
le prohibió que regresara al Parlamento o a la Corte. Volvió entonces a sus
estudios y terminó de escribir la Historia
de Enrique VII y su traducción al latín de El avance del conocimiento (De
Augmentis). En marzo de 1622 se ofreció para hacer un digesto de las leyes,
proyecto que no prosperó a pesar de las repetidas peticiones a Jacobo I y a su
sucesor Carlos I. Murió en Londres el 9 de abril de 1626.
Obra
Los escritos de Bacon se engloban en tres categorías: filosófica,
literaria y política. Sus mejores obras filosóficas son El avance del conocimiento (1605), un análisis en inglés sobre la
consciencia de su propio tiempo, y Novum
Organum o Indicaciones relativas a la
interpretación de la naturaleza (1620).
La filosofía de Bacon influyó en la creencia de que la gente es sierva e intérprete
de la naturaleza, de que la verdad no se deriva de la autoridad y que el
conocimiento es fruto de la experiencia. Se le reconoce haber aportado a la lógica el método experimental inductivo, ya que
anteriormente se practicaba la inducción mediante la simple enumeración, es decir, extrayendo
conclusiones generales de datos particulares. El método de Bacon consistió en
inferir a partir del uso de la analogía, desde las características o propiedades del mayor
grupo al que pertenece el dato en concreto, dejando para una posterior
experiencia la corrección de los errores evidentes. Este método representó un
avance fundamental en el método científico al ser muy significativo en la
mejora de las hipótesis científicas.
Su Novum Organum influyó mucho
en la aceptación en la ciencia de una observación y experimentación precisas.
En esta obra mantenía que había que abandonar todos los prejuicios y actitudes
preconcebidas, que llamó ídolos, ya
fueran la propiedad común de la especie debido a modos comunes de pensamiento
("ídolos de la tribu") o propios del individuo ("ídolos de la
caverna"); ya se debieran a una dependencia excesiva del lenguaje
("ídolos de la plaza del mercado") o de la tradición ("ídolos
del teatro"). Los principios que se plantean en Novum Organum tuvieron gran importancia en el subsiguiente desarrollo
del empirismo.
Los Ensayos de Bacon, su mayor
contribución a la literatura, fueron publicados entre 1597 y 1625. Su Historia de Enrique VII (1622)
evidenció sus habilidades en la investigación erudita. En su utópica Nueva Atlántida sugería la creación de
academias científicas. Su obra profesional incluye Máximas del Derecho (1630), Lectura
sobre el estatuto de los usos (1642), súplicas de casos legales y discursos
en el Parlamento. La idea de que Bacon, en vez de un desconocido actor de
Stratford-upon-Avon, es el auténtico autor de las obras de teatro de William Shakespeare ha sido descartada por completo.[19]
Hegel, Georg Wilhelm Friedrich (1770-1831), filósofo alemán, máximo representante del idealismo y uno de
los teóricos más influyentes en el pensamiento universal desde el siglo XIX.
Nacido en Stuttgart el 27 de agosto de 1770, hijo de un funcionario de la
hacienda pública, Hegel creció en un ambiente de pietismo protestante y estudió a los
clásicos griegos y latinos mientras estuvo en el gymnasium (instituto de enseñanza secundaria) de Stuttgart. Animado
por su padre para que se hiciera pastor protestante, Hegel ingresó en el
seminario de la Universidad de Tubinga en 1788 donde entabló amistad con el poeta Friedrich Hölderlin y el filósofo Friedrich Wilhelm Joseph von
Schelling, de significada filiación
romántica, compartiendo con ellos su entusiasmo por la Revolución Francesa y la antigüedad clásica.
Después de completar un curso de filosofía y teología y decidir que no quería
ser clérigo, Hegel trabajó como preceptor en Berna (Suiza) en 1793. En 1797
consiguió un cargo similar en Frankfurt. Dos años más tarde su padre murió,
dejándole un legado cuya cuantía económica le permitió abandonar su trabajo
como tutor.
En 1801 Hegel fue a la Universidad de Jena, donde estudió, escribió y más
tarde alcanzó su puesto de lector. Allí concluyó La fenomenología del espíritu (1807), una de sus obras más
importantes. Permaneció en Jena hasta octubre de 1806, cuando la ciudad fue
ocupada por los franceses y se vio obligado a huir. Cuando agotó los recursos
que le proporcionaba la herencia paterna, Hegel trabajó como redactor en el
periódico Bamberger Zeitung de
Baviera. Sin embargo, el periodismo no le agradó y se trasladó a Nuremberg
donde fue director de un gymnasium
durante ocho años.
En los años que estuvo en Nuremberg, Hegel conoció y a continuación
contrajo matrimonio con Marie von Tucher, de quien tuvo tres hijos: una niña,
que murió al poco de nacer, y dos varones, Karl e Immanuel. Antes de su
matrimonio, Hegel había tenido un hijo ilegítimo, Ludwig, que acabaría viviendo
en el hogar de los Hegel. En Nuremberg, Hegel publicó después de siete años de
trabajo Ciencia de la Lógica (1812,
1813, 1816). En 1816 aceptó la cátedra de Filosofía en la Universidad de Heidelberg. Poco
después, publicó de forma sistemática sus pensamientos filosóficos en su obra Enciclopedia de las ciencias filosóficas
(1817). En 1818 Hegel se trasladó a la Universidad
de Berlín, donde permaneció hasta su
muerte, acaecida el 14 de noviembre de 1831.
La última gran obra publicada por Hegel fue La filosofía del Derecho (1821), aunque algunas notas de sus
conferencias, junto con apuntes de sus alumnos, fueron también publicadas
después de su muerte. Entre las obras compuestas por este procedimiento y
presentadas bajo el título genérico de Lecciones,
se encuentran Filosofía de las Bellas
Artes (1835-1838), Lecciones de la
historia de la filosofía (1833-1836), Lecciones
de filosofía de la religión (1832) y Lecciones
sobre la filosofía de la historia (1837).
Muy influenciado por las ideas de los grandes pensadores griegos, Hegel
también conoció las obras del holandés Baruch
Spinoza, del escritor francés Jean-Jacques Rousseau y de los autores alemanes Immanuel Kant, Johann Gottlieb Fichte y Schelling. Aunque muchas veces no coincidía con estos filósofos, la
influencia que ejercieron sobre él es evidente en sus escritos.
Metas filosóficas
El propósito de Hegel fue elaborar un sistema filosófico que pudiera
abarcar las ideas de sus predecesores y crear un marco conceptual bajo cuyos
términos tanto el pasado como el futuro pudieran ser entendidos desde
presupuestos teóricos racionales. Tal propósito requería tener en primer lugar
en cuenta la realidad misma. Así, Hegel la concibió como un todo que, con un
carácter global constituía la materia de estudio de la filosofía. A esta
realidad, o proceso de desarrollo total de todo aquello que existe, se refirió
Hegel como lo absoluto, o espíritu absoluto. Para él, el cometido de la filosofía es explicar
el desarrollo del espíritu absoluto. Esto implica, en primer lugar, esclarecer
la estructura racional interna de lo absoluto; en segundo lugar, demostrar de
qué forma lo absoluto se manifiesta en la naturaleza y en la historia humana; y
en tercer lugar, explicar la naturaleza teleológica de lo absoluto, es decir,
mostrar el destino o el propósito hacia el que se dirige.
Dialéctica
En lo que se refiere a la estructura racional de lo absoluto, Hegel,
siguiendo al filósofo clásico griego Parménides, afirmó: “lo que es racional es real y lo que es real
es racional”. Hay que entender esto en los términos de su afirmación posterior
de que lo absoluto tiene que ser considerado como pensamiento, espíritu o
mente, en un proceso de continuo autodesarrollo. La lógica que rige este
proceso de desarrollo es la dialéctica. Por sí misma constituye un método de pensamiento. El
método dialéctico se basa en que el movimiento, proceso o progreso, es el
resultado del conflicto entre opuestos. De forma tradicional, esta dimensión
del pensamiento de Hegel se ha analizado en términos de tesis, antítesis y
síntesis. A pesar de que Hegel no utilizó estos términos, resultan muy útiles
para comprender su visión de la dialéctica. La tesis puede ser una idea o un
movimiento histórico. Tal idea o movimiento presenta carencias que dan lugar a
una oposición o antítesis, que genera una conflictividad interna. Como
resultado de este conflicto aparece un tercer punto de vista, una síntesis que
supera el conflicto conciliando en un plano superior la verdad contenida en la
tesis y la antítesis. Esta síntesis se convierte en una nueva tesis que genera
otra antítesis, dando lugar a una nueva síntesis, conformándose así el proceso
de desarrollo intelectual o histórico. Hegel pensaba que el propio espíritu absoluto
(la suma total de la realidad) se desarrolla por este camino hacia un fin
último o una meta más alta.
Para Hegel, por lo tanto, la realidad se entiende como lo absoluto
desdoblándose por la vía dialéctica en un proceso de autoevolución. En este proceso,
lo absoluto se muestra tanto en la naturaleza como en la historia de la
humanidad. La naturaleza es el pensamiento absoluto, o ser, que se objetiva a
sí mismo bajo una apariencia material. Las mentes finitas y la historia de la
humanidad son el proceso de lo absoluto que se manifiesta en lo que le es más
cercano, a saber, el espíritu o la consciencia. En la Fenomenología del espíritu Hegel señala las perspectivas de esta
manifestación desde los planos más simples de conciencia, a través de la
autoconciencia, hasta los puntos alcanzados por la razón más avanzada.
Autoconocimiento de lo
absoluto
La meta del proceso cósmico dialéctico puede comprenderse mejor en el
ámbito de la razón. Conforme la razón finita avanza en el entendimiento, lo
absoluto progresa hacia el autoconocimiento. Así, lo absoluto llega a conocerse
a través de una mayor asimilación de la realidad, o de lo absoluto, por parte
de la mente humana. Hegel analiza esta progresión humana en el entendimiento en
tres aspectos: arte, religión y filosofía. El arte atrapa lo absoluto mediante
formas materiales, interpretando lo racional a través de los atributos
sensibles de la belleza. El arte está, como concepto, suplantado por la
religión, que capta lo absoluto por medio de imágenes y símbolos. La suprema
religión para Hegel es el cristianismo, ya que en el cristianismo lo absoluto se manifiesta en
lo finito y está reflejado de modo simbólico en la encarnación. La filosofía, sin embargo,
representa un concepto más elevado porque atrapa lo absoluto de una forma
racional. Una vez que esto se ha conseguido, lo absoluto llega al
autoconocimiento y el drama cósmico alcanza su fin y su meta. Sólo en este
punto, Hegel identifica lo absoluto con Dios. “Dios es Dios”, afirmó Hegel,
“tan sólo en tanto en cuanto se conoce a sí mismo”.
Filosofía de la historia
En el proceso de análisis de la naturaleza del espíritu absoluto, Hegel
realizó contribuciones fundamentales en una gran variedad de campos de la
reflexión humana, que abarcan la filosofía de la historia, la estética y la ética social. En cuanto a la
historia, sus dos categorías explicativas claves son la razón y la libertad.
Hegel mantenía que “el único pensamiento que aporta la filosofía … al estudio
de la historia es la idea de razón; porque la razón es la soberana del mundo,
la historia del mundo, se nos presenta, por tanto, como un proceso racional”.
Como proceso racional, la historia es el registro de la evolución de la
libertad humana, porque la historia humana es una progresión desde una libertad
menor hacia un estado de libertad máxima.
Ética y política
Las ideas sociales y políticas de Hegel se muestran de forma más
asequible en sus discusiones sobre moralidad (Moralität) y ética social (Sittlichkei).
En cuanto a la moralidad, el bien y el mal son aspectos que conciernen la
conciencia individual, desde los que se avanza hasta el nivel de la ética
social ya que, según Hegel, el deber no es en esencia el producto de un juicio
individual. Los individuos sólo son íntegros en la medida en que mantienen
relaciones sociales, por ello el único contexto en el que el deber puede
existir de hecho es en el plano social. Hegel consideraba que la pertenencia al
Estado es uno de los mayores deberes posibles que cabe asumir al individuo. De
una forma ideal, el Estado es la manifestación de la voluntad general, que es la más alta
expresión del espíritu ético. El sometimiento a esa voluntad general es el acto
propio de un individuo libre y racional. Hegel aparece así como un filósofo
conservador pero no hay que deducir por ello que su obra apoye el totalitarismo
ya que también afirmaba que la limitación de la libertad por parte del Estado
es inaceptable en el orden moral.
Influencia
Cuando Hegel murió era el filósofo más importante de Alemania. Sus ideas
estaban muy difundidas y sus estudiantes gozaban de gran prestigio intelectual.
Sus seguidores se dividieron pronto entre hegelianos de derechas y de
izquierdas. Desde un punto de vista teológico y político, los hegelianos de
derechas ofrecieron una interpretación conservadora de su obra. Subrayaron la
compatibilidad entre la filosofía de Hegel y el cristianismo. Desde una
perspectiva política, eran conservadores. Los hegelianos de izquierdas
evolucionaron hacia el ateísmo. En política, muchos adoptaron posturas revolucionarias. En este grupo
izquierdista figuran Ludwig Feuerbach, Bruno Bauer, Friedrich
Engels y Karl Marx. Engels y Marx actuaron muy influenciados por la idea
de Hegel de que la historia avanza conforme un proceso dialéctico, pero
sustituyeron el idealismo filosófico de Hegel por el materialismo.
El idealismo metafísico de Hegel alcanzó un fuerte impacto en la
filosofía del siglo XIX y principios del XX, sobre todo en el británico Francis Herbert Bradley, en teóricos estadounidenses como Josiah
Royce, y en la cultura italiana gracias a la crítica de Benedetto Croce. Hegel
también influyó en el existencialismo a través del filósofo danés Sören Kierkegaard. La fenomenología ha recibido, por otro lado,
las ideas de Hegel sobre la consciencia. El extenso y variado impacto de las
ideas de Hegel en la filosofía evidencia el notable alcance y la profundidad de
su pensamiento.[20]
Spencer, Herbert (1820-1903), teórico social inglés considerado a menudo como uno de los
primeros sociólogos que destacó principalmente por sus investigaciones sobre el
cambio social desde una perspectiva evolucionista. Nació en Derby y su
formación fue autodidacta. En sus lecturas conoció la teoría de la evolución
expuesta a finales del siglo XVIII por el naturalista francés Jean Lamarck. Su
teoría, hoy desacreditada, sostenía que los rasgos adquiridos de un organismo
eran hereditarios. Las teorías de Lamarck sobre la evolución influyeron
profundamente en la obra de Spencer.
En 1851 Spencer publicó su obra Estadística
social, en la que destacaba la necesidad de la libertad individual y la
suprema importancia de la ciencia. En Principios
de Psicología (1855) sostenía que toda materia orgánica tiene su origen en
un estado unificado y que las características individuales se desarrollan de
forma gradual por evolución. Casi al mismo tiempo ideó un sistema filosófico
basado en su teoría de la evolución que abarcaría e integraría todas las áreas
existentes del conocimiento. En 1860 publicó un esbozo de su sistema filosófico
titulado Un sistema de filosofía
sintética. La primera entrega, titulada Primeros
principios se publicó en 1862; a continuación aparecieron Principios de biología (2 volúmenes,
1864-1867), Principios de sociología
(3 volúmenes, 1876-1896) y Principios de
ética (2 volúmenes, 1892-1893). Otra obra importante de Spencer es Ensayos científicos, políticos y
especulativos (3 volúmenes, 1891), donde estudia el impacto general de la
teoría de la evolución sobre el pensamiento científico, político y filosófico.
A pesar de que Spencer no logró crear escuela, su ambicioso intento de
sistematizar todo el conocimiento dentro del marco de la ciencia moderna y
especialmente en términos de la evolución, le ha hecho merecedor de figurar
entre los principales pensadores de finales del siglo XIX.[21]
Comte, Auguste (1798-1857), filósofo positivista francés, y uno de los pioneros de la sociología. Nació en
Montpellier el 19 de enero de 1798. Desde muy temprana edad rechazó el
catolicismo tradicional y también las doctrinas monárquicas. Logró ingresar en
la Escuela Politécnica de París desde 1814 hasta 1816, pero fue expulsado por
haber participado en una revuelta estudiantil. Durante algunos años fue
secretario particular del teórico socialista Claude Henri de Rouvroy, conde de
Saint-Simon, cuya influencia quedaría reflejada en algunas de sus obras. Los
últimos años del pensador francés quedaron marcados por la alienación mental,
las crisis de locura en las que se sumía durante prolongados intervalos de
tiempo. Murió en París el 5 de septiembre de 1857.
Para dar una respuesta a la revolución científica, política e industrial
de su tiempo, Comte ofrecía una reorganización intelectual, moral y política
del orden social. Adoptar una actitud científica era la clave, así lo pensaba,
de cualquier reconstrucción.
Afirmaba que del estudio empírico del proceso histórico, en especial de
la progresión de diversas ciencias interrelacionadas, se desprendía una ley que
denominó de los tres estadios y que rige el desarrollo de la humanidad. Analizó
estos estadios en su voluminosa obra Course
of Positive Philosophy (1830-1842; Curso
de filosofía positiva, 1853). Dada la naturaleza de la mente humana, decía,
cada una de las ciencias o ramas del saber debe pasar por "tres estadios
teoréticos diferentes: el teológico o estadio ficticio; el metafísico o estadio
abstracto; y por último, el científico o positivo". En el estadio
teológico los acontecimientos se explican de un modo muy elemental apelando a
la voluntad de los dioses o de un dios. En el estadio metafísico los fenómenos
se explican invocando categorías filosóficas abstractas. El último estadio de
esta evolución, el científico o positivo, se empeña en explicar todos los
hechos mediante la aclaración material de las causas. Toda la atención debe
centrarse en averiguar cómo se producen los fenómenos con la intención de
llegar a generalizaciones sujetas a su vez a verificaciones observacionales y
comprobables. La obra de Comte es considerada como la expresión clásica de la
actitud positivista, es decir, la actitud de quien afirma que tan sólo las
ciencias empíricas son la adecuada fuente de conocimiento.
Cada uno de estos estadios, afirmaba Comte, tiene su correlato en
determinadas actitudes políticas. El estadio teológico tiene su reflejo en esas
nociones que hablan del Derecho divino de los reyes. El estadio metafísico
incluye algunos conceptos tales como el contrato social, la igualdad de las
personas o la soberanía popular. El estadio positivo se caracteriza por el
análisis científico o "sociológico" (término acuñado por Comte) de la
organización política. Bastante crítico con los procedimientos democráticos,
Comte anhelaba una sociedad estable gobernada por una minoría de doctos que
empleara métodos de la ciencia para resolver los problemas humanos y para
imponer las nuevas condiciones sociales.
Aunque rechazaba la creencia en un ser transcendente, reconocía Comte el
valor de la religión, pues contribuía a la estabilidad social. En su obra Sistema de Política Positiva (1851-1854;
1875-1877), propone una religión de la humanidad que estimulara una benéfica
conducta social. La mayor relevancia de Comte, sin embargo, se deriva de su
influencia en el desarrollo del positivismo.[22]
Pragmatismo,
doctrina filosófica desarrollada por los filósofos estadounidenses del siglo
XIX Charles Sanders Peirce, William James y otros, según la cual la prueba de la verdad de una
proposición es su utilidad práctica; el propósito del pensamiento es guiar la
acción, y el efecto de una idea es más importante que su origen. El pragmatismo
fue la primera filosofía de Estados Unidos desarrollada de forma independiente. Se opone a la
especulación sobre cuestiones que no tienen una aplicación práctica. Afirma que
la verdad está relacionada con el tiempo, lugar y objeto de la investigación y
que el valor es inherente tanto por sus medios como por sus fines. Fue la
manera dominante de abordar la filosofía en los Estados Unidos durante el
primer cuarto del siglo XX.
El filósofo y pedagogo estadounidense John Dewey desarrolló el pragmatismo
dentro de una nueva perspectiva teórica, el instrumentalismo. El pensador británico
Ferdinand Canning Scott Schiller y el matemático francés Henri Bergson contribuyeron a la evolución
del pragmatismo. Como el antiguo utilitarismo, el pragmatismo plantea una metodología para la evolución
de las ciencias naturales.[23]
Peirce, Charles Sanders (1839-1914), filósofo y físico estadounidense, nacido en Cambridge
(Massachusetts). Cursó estudios en la Universidad de Harvard. Entre 1864 y 1884
dio clases de manera intermitente de lógica y filosofía en las universidades Johns Hopkins y Harvard, y en 1877
fue el primer delegado estadounidense en el Congreso Internacional Geodésico.
En 1861 Peirce emprendió una serie de experimentos con péndulos que
contribuyeron en gran medida a la determinación de la densidad y forma de la
Tierra, y también a desarrollar investigaciones sobre la dimensión de las ondas
de luz. En 1867 se interesó por el sistema de lógica creado por el matemático
británico George Boole, y trabajó hasta 1885 sobre la ampliación y transformación
del álgebra de Boole.
Sin embargo, Peirce es más conocido por su sistema filosófico, llamado
posteriormente pragmatismo. Según su filosofía, ningún objeto o concepto posee validez inherente o
tiene importancia. Su trascendencia se encuentra tan sólo en los efectos
prácticos resultantes de su uso o aplicación. La verdad de una idea u objeto,
por lo tanto, puede ser medida mediante la investigación científica sobre su
utilidad. El concepto fue ampliado por los filósofos estadounidenses William James y John Dewey, e influyó
de manera importante en el moderno pensamiento filosófico y sociológico. Entre
las obras de Peirce figuran Investigaciones
fotométricas (1878) y Estudios de
lógica (1883). Sus ensayos aparecieron en 1923 en Azar, amor y lógica, obra publicada después de su muerte.[24]
James, William (1842-1910), filósofo y psicólogo estadounidense que desarrolló la filosofía del pragmatismo. Nació en
Nueva York el 11 de enero de 1842. Su padre, Henry James, era un teólogo
seguidor de Emanuel Swedenborg; uno de sus hermanos fue el gran novelista Henry James. William
James asistió a escuelas privadas en los Estados Unidos y en Europa, a la
Escuela Científica Lawrence de la Universidad de Harvard y a la Escuela de
Medicina de Harvard en la que se graduó en 1869. Antes de terminar sus estudios
de medicina, partió con una expedición de exploración a Brasil junto al
estadounidense nacido en Suiza Louis
Agassiz, y también estudió fisiología en Alemania. Después
de retirarse durante tres años a causa de una enfermedad, James se convirtió en
profesor de fisiología en Harvard en 1872. A partir de 1880 enseñó psicología y
filosofía en Harvard, universidad que abandonó en 1907, y dio conferencias con
mucho éxito en las universidades de Columbia y Oxford. Murió en Chocorua, New
Hampshire, el 26 de agosto de 1910.
Psicología
El primer libro de James, el monumental Principios de Psicología (1890), le convirtió en uno de los
pensadores más influyentes de su tiempo. El trabajo aplicaba el principio del
funcionalismo a la psicología, cambiándola de su lugar tradicional como rama de
la filosofía y situándola entre las ciencias basadas en el método experimental.
Durante la siguiente década, James aplicó sus métodos empíricos de
investigación a temas religiosos y filosóficos. Exploró cuestiones como la
existencia de Dios, la inmortalidad del alma, el libre
albedrío y los valores éticos, empleando
como fuente directa la experiencia religiosa y moral humana. Sus puntos de
vista sobre estos temas fueron presentados en sus conferencias y en los ensayos
publicados en libros como La Voluntad de
creer y otros ensayos sobre filosofía popular (1897), La inmortalidad humana (1898) y Las
variedades de la experiencia religiosa (1902). El último trabajo es un
informe psicológico muy claro sobre algunas experiencias místicas y religiosas.
Pragmatismo
Conferencias posteriores fueron publicadas como Pragmatismo: un nombre nuevo para viejas formas de pensar (1907);
en este libro se resumían las contribuciones iniciales de James a la teoría del
pragmatismo, término empleado por primera vez por el lógico estadounidense Charles Sanders Peirce. James generalizaba el método pragmático, desarrollándolo a partir de un
análisis del fundamento lógico de las ciencias para convertirlo en la base de
la evaluación de cualquier experiencia. Sostenía que el significado de las
ideas sólo se puede encontrar en los términos de sus consecuencias. Si no hay
efectos, es que esas ideas no tienen sentido. James defendía que este es el
método empleado por los científicos para definir sus términos y para comprobar
sus hipótesis, que, si poseen sentido, llevan a predicciones. Las hipótesis
pueden considerarse ciertas si las predicciones se cumplen. Por otro lado, casi
todas las teorías metafísicas carecen de sentido, porque no conllevan
predicciones comprobables. Las teorías con significado, argumentaba James, son
instrumentos para resolver los problemas que se plantean con la experiencia.
Según el pragmatismo de James, por tanto, la verdad viene dada por lo que
funciona. Se decide lo que funciona mediante la comprobación de las
proposiciones en la experiencia. Al hacerlo, se descubre que algunas
proposiciones son ciertas. Como lo expresaba James, “la verdad es algo que le
ocurre a una idea” en el transcurso de su verificación, es decir, no es una
propiedad estática. Esto no significa, sin embargo, que cualquier cosa pueda
ser cierta. James sostenía que “la verdad no es más que lo oportuno en nuestra
forma de pensar, igual que lo justo es lo oportuno en nuestra forma de actuar”.
Uno no puede creer en cualquier cosa que desee, porque unas creencias demasiado
centradas en uno mismo no funcionarían.
James se opuso a los sistemas metafísicos absolutos y criticó el monismo, doctrina
que afirma que la realidad es un conjunto unido y monolítico. En Ensayos sobre empirismo radical (1912),
defendió un universo plural, negando que el mundo pueda ser explicado en
términos de una fuerza o esquema absoluto que determine las interrelaciones de
las cosas y los hechos. Mantuvo que las interrelaciones, ya sirvan para
mantener las cosas cercanas o alejadas, formaban parte de las cosas en sí
mismas.
Al final de su vida James se había convertido en un filósofo y psicólogo
famoso a escala mundial. En ambos campos había sido más fuente de nuevas ideas
que fundador de escuelas dogmáticas. Su filosofía pragmática fue más tarde
desarrollada por el filósofo estadounidense John Dewey, entre otros. Estudios
posteriores en el campo de la física llevados a cabo por Albert Einstein hicieron parecer proféticas
las teorías de la interrelación de James.[25]
Dewey, John
(1859-1952), filósofo, psicólogo y educador estadounidense. Nacido en
Burlington (Vermont), Dewey se graduó en Artes en la Universidad de Vermont en
1879 y se doctoró en Filosofía en la Universidad de John Hopkins en 1884. La
larga e influyente carrera de Dewey en educación comenzó en la Universidad
de Michigan, donde enseñó desde 1884 a
1888, siendo posteriormente profesor en las universidades de Minnesota, Chicago
y Columbia desde 1904 hasta su jubilación como profesor emérito en 1931. Dewey
mantuvo una gran actividad como conferenciante y consultor de temas educativos,
además de estudiar los sistemas educativos de China, Japón, México, Turquía y
la Unión Soviética.
Durante su permanencia en Chicago, Dewey estuvo profundamente interesado
en la reforma de la teoría y de la práctica educativas. Contrastó sus
principios educativos en la famosa escuela laboratorio de carácter
experimental, denominada Escuela Dewey, instituida en la Universidad de Chicago
en 1896. Los principios educativos proponían el aprendizaje a través de
actividades de diferente índole más que por medio de los contenidos
curriculares establecidos y se oponían a los métodos autoritarios. Dewey
pensaba que lo ofrecido por el sistema educativo de su época no proporcionaba a
los ciudadanos una preparación adecuada para la vida en una sociedad
democrática. Consideraba además, que la educación no debía ser meramente una
preparación para la vida futura, sino que debía proporcionar y tener pleno
sentido en su mismo desarrollo y realización. Su trabajo y sus escritos
influyeron significativamente en los profundos cambios experimentados en la
pedagogía de Estados Unidos en los inicios del siglo XX, manifestados en el
cambio del énfasis de lo institucional y burocratizado a la realidad personal
del alumno. Criticó la educación que enfatizaba tanto la diversión relajada de
los estudiantes, como el mantenerles entretenidos sin más, así como la
orientación exclusiva hacia el mundo profesional.
Como filósofo, Dewey subrayó todo lo práctico, esforzándose en demostrar
cómo las ideas filosóficas pueden actuar en los asuntos de la vida diaria. Su
planteamiento lógico y filosófico era de cambio permanente, adaptándose a las
necesidades y a las circunstancias concretas. El proceso de pensamiento en su
filosofía es un medio de planificar la acción y de superar los obstáculos entre
lo que hay y lo que se proyecta. La verdad es una idea que ha penetrado en la
experiencia práctica. Dewey siguió al filósofo y psicólogo americano William James, fundador
del movimiento filosófico del pragmatismo; la propia filosofía de Dewey, llamada también
instrumentalismo o experimentalismo, deriva del pragmatismo de James.
La influencia de Dewey es
percibida en otros muchos campos además de la educación y de la filosofía.
Activista político, defendió los planteamientos progresistas, algunas veces
radicales, respecto de los asuntos internacionales y de los problemas
económicos. Su abundante obra se muestra en libros como Psicología (1887), La escuela
y la sociedad (1889), Democracia y
Educación (1916), La reconstrucción
en la filosofía (1920), Naturaleza
humana y conducta (1922), La búsqueda
de la certeza (1929), El arte como
experiencia (1934), Lógica: la teoría
de la pregunta (1938) y Problemas del
hombre (1946).[26]
Husserl, Edmund (1859-1938), filósofo alemán, iniciador de la corriente filosófica
denominada fenomenología. Nació en Prossnitz, Moravia (hoy en la República
Checa), el 8 de abril de 1859, y estudió ciencias, filosofía y matemáticas en las universidades de
Leipzig, Berlín y Viena. Husserl fue discípulo de los matemáticos Kronecker y
Weirstrass, del que fue ayudante en 1883, año en el que conoció al psicólogo
Brentano, del que adoptó el concepto de intencionalidad.
Su tesis doctoral versó sobre el cálculo de variaciones. Se interesó por la base psicológica de
las matemáticas y, poco después de ser nombrado profesor en la Universidad de
Halle, escribió su primer libro, Filosofía
de la aritmética (1891), en el que sostuvo la hipótesis de que las leyes
matemáticas tienen validez independientemente de cómo el pensamiento llegue a
formularlas y a creer en ellas.
Desarrollo de la
fenomenología
Husserl se refutó a sí mismo en su obra Investigaciones lógicas (1900-1901), considerada como un vigorosa
polémica en contra del psicologismo en la lógica y una reorientación radical
del pensamiento puro. Un filosofar radical que nos permite el acceso a la
conciencia trascendental y a la subjetividad pura. "La conciencia de ser
conciencia en algo".
Para Husserl, la labor del filósofo es la superación de las actitudes
naturalista y psicologista mediante la contemplación de las esencias de las cosas, que podían ser
identificadas de acuerdo a las leyes sistemáticas que rigen la variación de los
objetos en la imaginación. Admitió que la conciencia está permanentemente
dirigida hacia las realidades concretas y llamó a este tipo de atención intencionalidad. La conciencia, además,
posee estructuras ideales invariables, que llamó significados, que determinan hacia qué objeto se dirige la mente en
cada momento dado.
La tarea del fenomenólogo, escribió, es "el examen sistemático de
los tipos y de las formas de experiencia intencional y la reducción de las
estructuras a las intenciones
elementales, lo que debe enseñarnos la naturaleza de lo psíquico y hacernos
comprender el ser de nuestra alma".
Durante sus años de estancia en la Universidad de Gotinga (1901-1916),
Husserl atrajo hacia sus teorías a muchos estudiantes que fundaron la escuela
fenomenológica y escribió su obra más influyente, Ideas: una introducción a la fenomenología pura (1913), en la que
introdujo en el lenguaje filosófico el concepto de reducción fenomenológica o epogé,
abstenerse de tener en cuenta cualquier afirmación del sentido común o de la
ciencia; de tal modo que el yo, en su sentido cognitivo, se convierte en
observador desinteresado de sí mismo, lo que le permite reconstruir tanto la
propia conciencia como el mundo externo que aparece en ella como fenómeno.
"Una descripción de las estructuras de la conciencia trascendental,
fundada en la intuición de la esencia de esas estructuras".
Su método concede absoluta primacía a la conciencia, a partir de la que
se construye tanto el mundo objetivo como la intersubjetividad, basada en la
experiencia de los otros.
"La fenomenología es un idealismo que no consiste más que en la
autoexplicitación de mi ego como sujeto de todo posible conocimiento, llevada a
cabo de modo consecuente en la forma de una ciencia egológica sistemática, y
esto con respecto al sentido de todo lo que es, que debe poder tener justamente
un sentido para mí, el ego".
Aportó asimismo análisis detallados de las estructuras mentales
implicadas en la percepción de objetos particulares; describiendo de modo muy
minucioso, por ejemplo, la forma en la que captaba un manzano en su jardín.
Así, aunque la fenomenología no asume la existencia de nada, no es sin embargo
una disciplina descriptiva; de acuerdo con Husserl, la fenomenología se dedica,
no a inventar teorías, sino a describir las "cosas en sí mismas".
Última obra e influencia
Después de 1916 Husserl enseñó en la Universidad de Friburgo. La
fenomenología había sido criticada como un método solipsista en esencia,
limitando al filósofo a la simple contemplación de significados particulares;
por ello, en Meditaciones cartesianas,
que publicó en 1931, Husserl trató de demostrar cómo la conciencia individual
puede ser orientada hacia otras mentes, sociedades y ámbitos del devenir
histórico. Quiso, incluso, construir una teoría antiintelectualista de la
conciencia del tiempo. Husserl murió en Friburgo el 6 de abril de 1938; los
nazis le habían impedido enseñar desde 1933.
La fenomenología de Husserl tuvo gran influencia sobre un joven colega de
Friburgo, Martin Heidegger, que desarrolló la fenomenología existencial, y más
tarde sobre Jean-Paul Sartre y el existencialismo francés. La fenomenología perdura como una de las
tendencias más vigorosas en la filosofía contemporánea, y su huella se ha
dejado sentir también con fuerza en la teología, la lingüística, la psicología
y las ciencias sociales.[27]
Fenomenología, movimiento filosófico del siglo XX que describe las estructuras de la
experiencia tal y como se presentan en la conciencia, sin recurrir a teoría,
deducción o suposiciones procedentes de otras disciplinas tales como las
ciencias naturales.
Edmund Husserl
El fundador de la fenomenología, el filósofo alemán Edmund Husserl, introdujo este término en
su libro Ideas. Introducción general a la fenomenología pura (1913). Los primeros
seguidores de Husserl, como el filósofo alemán Max Scheler, influenciado por su libro
anterior, Investigaciones lógicas
(1900-1901), proclamaron que el cometido de la fenomenología es estudiar las
esencias de las cosas y la de las emociones. Aunque Husserl nunca renunció a su
interés por las esencias, con el tiempo mantendría que sólo las esencias de
ciertas estructuras conscientes particulares constituyen el objeto propio de la
fenomenología. Husserl, a partir de 1910, definió la fenomenología como el
estudio de las estructuras de la conciencia que capacitan al conocimiento para
referirse a los objetos fuera de sí misma. Este estudio requiere reflexión
sobre los contenidos de la mente para excluir todo lo demás. Husserl llamó a
este tipo de reflexión ‘reducción fenomenológica’. Ya que la mente puede
dirigirse hacia lo no existente tanto como hacia los objetos reales, Husserl
advirtió que la reflexión fenomenológica no presupone que algo existe con
carácter material; más bien equivale a “poner en paréntesis la existencia”, es
decir, dejar de lado la cuestión de la existencia real del objeto contemplado.
Lo que Husserl comprobó cuando analizaba los contenidos de la mente fue
una serie de actos como el recordar, desear y percibir, e incluso el contenido
abstracto de esos actos, a los que Husserl llamó ‘significados’. Esos
significados, proclamó, permitían a un acto ser dirigido hacia un objeto bajo
una apariencia concreta, y afirmó que la direccionalidad, que él llamaba
“intencionalidad”, era la esencia del conocimiento. La fenomenología
trascendental, según Husserl, era el estudio de los componentes básicos de los
significados que hacen posible la intencionalidad. Posteriormente, en Meditaciones cartesianas (1931),
introdujo la fenomenología genética, a la que definió como el estudio de la
formación de esos significados en el curso de la experiencia.
Martin Heidegger
Todos los fenomenólogos siguieron a Husserl en el intento de utilizar
descripciones puras. Así, suscribieron la frase de Husserl que conducía a
aprender “las cosas mismas”. Sin embargo, diferían entre sí tanto en lo
referente a si la reducción fenomenológica puede ser llevada a cabo, como en lo
tocante a lo que es evidente para el filósofo al dar una descripción pura de la
experiencia. El filósofo alemán Martin
Heidegger, colega de Husserl y su crítico
más brillante, proclamó que la fenomenología debe poner de manifiesto qué hay
oculto en la experiencia común diaria. Así lo mostró en Ser y Tiempo (1927) al describir lo que llamaba la ‘estructura de
la cotidianidad’, o ‘ser en el mundo’, que pensó era un sistema
interrelacionado de aptitudes, papeles sociales, proyectos e intenciones.
Para Heidegger, el individuo, y, por extensión el ser humano, es lo que
uno hace en el mundo, pues una reducción fenomenológica a la experiencia
privada es imposible, y como la acción humana se compone de un dominio directo
de los objetos, no es necesario situar una entidad especial mental, llamada
significado, para explicar la intencionalidad. Para Heidegger, la situación dentro
del mundo entre las cosas en el momento de realizar proyectos es un tipo de
intencionalidad más trascendente y fundamentadora que el manifestando sólo con
mirar o pensar sobre los objetos, y es esta intencionalidad más fundamental la
que hace posible la direccionalidad analizada por Husserl desde el saber
científico.
Fenomenología francesa
El filósofo francés Jean-Paul Sartre, uno de los principales representantes del existencialismo, trató de
adaptar la fenomenología de Heidegger a la filosofía de la conciencia,
recobrando de ese modo, las enseñanzas de Husserl. Coincidió con éste en que el
conocimiento está siempre orientado hacia los objetos, pero criticó su
afirmación de que tal direccionalidad fuera posible sólo por medio de entidades
mentales peculiares llamadas significados. Otro filósofo francés, Maurice Merleau-Ponty rechazó la idea de Sartre de que la descripción fenomenológica revelara
que los seres humanos son puros, aislados y con una conciencia libre. Recalcó
el papel de un cuerpo activo y comprometido en todo el conocimiento humano, y
por esta vía amplió las nociones de Heidegger destinadas a incluir en la
fenomenología el análisis de la percepción. Como Heidegger y Sartre,
Merleau-Ponty es un fenomenólogo existencial que niega la posibilidad de situar
la experiencia del hombre entre paréntesis o en suspenso respecto a la
conciencia del ser.
La fenomenología ha tenido una influencia creciente sobre el pensamiento
del siglo XX. Se han desarrollado interpretaciones fenomenológicas de teología,
sociología, psicología, psiquiatría y crítica literaria, y la fenomenología
sigue siendo una de las escuelas más importantes de la filosofía actual.[28]
Wittgenstein, Ludwig (1889-1951), filósofo austriaco, uno de los pensadores más influyentes
del siglo XX, que fue reconocido en especial por su contribución al movimiento
conocido como filosofía analítica.
Vida
Nació en Viena el 26 de abril de 1889; Wittgenstein se educó en el seno
de una familia rica e ilustrada. Después de asistir a escuelas en Linz y Berlín,
se trasladó a Gran Bretaña para estudiar ingeniería en la Universidad de
Manchester. Su interés por las matemáticas puras le llevó al Trinity College (Cambridge) para
estudiar con Bertrand Russell. Allí orientó su interés hacia la filosofía. En 1918
Wittgenstein había terminado su Tractatus
logicus-philosophicus (1921), una obra que según él, suministraba la
“solución definitiva” a los problemas filosóficos. Más tarde, se apartó de la
filosofía y durante años enseñó a los escolares de un pueblo de Austria. En
1929 regresó a Cambridge para reanudar su trabajo en filosofía y fue designado
al Trinity College. Pronto empezó a rechazar ciertas conclusiones del Tractatus y a desarrollar otras
opiniones reflejadas en sus Investigaciones
filosóficas, publicado con carácter póstumo en 1953.
Hombre sensible y profundo que a menudo se mostraba solitario y con
tendencia a la depresión, Wittgenstein odiaba la petulancia y fue famoso por su
estilo sencillo de vida y de vestir. Era de personalidad fuerte y segura, y
ejerció una considerable influencia en aquellos con los que entablaba amistad.
Wittgenstein se retiró en 1947; murió en Cambridge el 29 de abril de 1951.
Obra
En la evolución filosófica de Wittgenstein pueden distinguirse dos épocas
distintas: un primer periodo, representado por el Tractatus, y otro posterior, representado por las Investigaciones filosóficas. A lo largo
de la mayor parte de su vida, sin embargo, Wittgenstein, de modo coherente,
concibió la filosofía como un análisis conceptual o lingüístico. En el Tractatus defendió que la “filosofía
pretende la clarificación lógica de las ideas”. En las Investigaciones filosóficas, sin embargo, mantenía que la
“filosofía es un combate contra el hechizamiento de nuestra inteligencia por
medio del lenguaje”.
El Tractatus
En el Tractatus, Wittgenstein
sostenía que el lenguaje se compone de proposiciones complejas que pueden ser
analizadas en proposiciones más sencillas hasta llegar a una formulación simple
o elemental. De modo similar, el mundo se compone de hechos complejos que
pueden ser analizados en hechos menos complejos hasta llegar a los hechos
simples, o atómicos. El mundo es la totalidad de esos hechos. Según la imagen
de la teoría del significado de Wittgenstein, es la naturaleza lógica de las
proposiciones elementales la que representa hechos atómicos o “situaciones”.
Afirmaba que la naturaleza del lenguaje requiere proposiciones elementales, y
su teoría del significado exige que haya hechos atómicos representados por
proposiciones elementales. Sobre este análisis, sólo las proposiciones que
representan hechos —las proposiciones de ciencia— son consideradas
cognitivamente significativas. Las declaraciones éticas y metafísicas no son
afirmaciones significativas ni relevantes. Esta teoría produjo un gran efecto
sobre las teorías del positivismo, y los positivistas lógicos adscritos al Círculo de
Viena reconocieron la trascendencia de esta conclusión.
Investigaciones filosóficas
Wittgenstein llegó a creer, no obstante, que la limitada visión del
lenguaje reflejada en el Tractatus
era errónea. En las Investigaciones
filosóficas defendió que si uno investiga en el presente cómo se utiliza el
lenguaje, la variedad de usos lingüísticos se vuelve clara. Las palabras son
como herramientas, y como las herramientas sirven para diferentes funciones,
así las expresiones lingüísticas cumplen diversas funciones. Aunque algunas
preposiciones son utilizadas para representar hechos, otras son utilizadas para
ordenar, interrogar, orar, agradecer, maldecir, y así sucesivamente. Este
reconocimiento de la pluralidad y flexibilidad lingüísticas llevaron al
concepto de Wittgenstein del juego del lenguaje y a la conclusión de que la
gente interpreta diferentes juegos de lenguaje. El científico, por ejemplo,
está inmerso en un juego lingüístico diferente del teólogo. Además, el
significado de una proposición ha de ser comprendida en el ámbito de su
contexto, esto es, en los términos de las reglas del juego del cual esa
proposición es una parte. La llave para la solución de los rompecabezas
filosóficos es el proceso terapéutico de examinar y describir el lenguaje en
uso.
Otras obras de Wittgenstein, todas publicadas después de su muerte, son Observaciones sobre los fundamentos de las
matemáticas (1956), Los cuadernos
azul y marrón (1958), Apuntes
1914-1916 (1961) y Gramática filosófica
(1969).[29]
Austin, John Langshaw (1911-1960), filósofo británico, uno de los mayores representantes de la
filosofía analítica del siglo XX. Nacido en Lancaster, Lancashire, estudió en la Universidad
de Oxford. Después de trabajar para el servicio de Inteligencia británico
durante la II Guerra Mundial, regresó a Oxford y enseñó filosofía moral hasta
su muerte.
Para Austin, el cometido filosófico fundamental era el análisis y
clarificación del lenguaje corriente. Según él, la atención prestada a las
distinciones establecidas en el lenguaje común constituía el punto de partida
más fructífero de la investigación filosófica. El trabajo lingüístico de Austin
aportó muchos conceptos influyentes, como la teoría del aspecto elocutivo del
lenguaje. Ésta nace de su observación de que muchas elocuciones no sólo
describen la realidad, sino que también tienen un efecto sobre la misma; son la
realización de un acto en vez de ser tan sólo un informe de su realización.
Austin creía que todo el lenguaje es ejecutivo y está hecho de actos de
palabras. Durante su vida publicó siete ensayos y a su muerte se publicaron Escritos filosóficos (1961), Sentido
y percepción (1962) y Cómo hacer cosas con palabras (1962).[30]
Filosofía analítica, movimiento teórico aparecido en el siglo XX, dominante en Gran Bretaña
y Estados Unidos desde la II Guerra
Mundial, que trata de aclarar el lenguaje y analizar los conceptos expresados en él. Este movimiento
ha recibido diversas designaciones, como análisis lingüístico, empirismo
lógico, positivismo lógico, análisis de Cambridge y filosofía de Oxford. Las
dos últimas clasificaciones se derivan de las universidades inglesas donde este
método filosófico ha sido influyente de una forma especial. Aunque ninguna
doctrina específica o dogma son aceptados por el movimiento como un todo, los
filósofos analíticos y lingüistas están de acuerdo que la actividad propia de
la filosofía
es aclarar el lenguaje o, como algunos prefieren, esclarecer conceptos. El
objeto de esta actividad es solucionar las disputas filosóficas y resolver los
problemas filosóficos, los cuales, afirman, se originan en la confusión
lingüística.
Enfoques
Una considerable diversidad de opiniones existe entre los filósofos
analíticos y lingüistas en cuanto a la naturaleza del análisis conceptual o
lingüístico. Algunos están interesados sobre todo en aclarar el significado de
palabras específicas o frases como un paso esencial para hacer afirmaciones
filosóficas claras y precisas. Otros están más ocupados en determinar las
condiciones generales que deben darse para que una declaración lingüística
tenga sentido; su propósito es establecer un criterio que diferencie entre las
oraciones significativas y las absurdas. Otros analistas se interesan en crear
lenguajes formales, simbólicos, que responden en su origen a una estructura
matemática. Su afirmación es que la solución a los problemas filosóficos puede
hacerse con mayor eficacia si son formulados en un lenguaje lógico riguroso.
Por contraste, muchos filósofos asociados al movimiento han enfocado el
análisis del lenguaje común o natural. Las dificultades surgen cuando conceptos
como tiempo y libertad, por ejemplo, son considerados al margen del contexto
lingüístico en que suelen aparecer. La atención al lenguaje utilizado de una
forma común es la clave, razonan, para resolver numerosos problemas
filosóficos.
Antecedentes
El análisis lingüístico como método de filosofía se remonta a la Grecia
clásica. Algunos de los diálogos de Platón, por ejemplo, están, de una forma específica,
destinados a aclarar términos y conceptos. Sin embargo este estilo de
reflexionar filosóficamente ha cobrado un renovado énfasis en el siglo XX.
Influenciado por la tradición empírica británica de John Locke, George Berkeley, David Hume y John Stuart Mill y por los escritos del
matemático y filósofo alemán Gottlob
Frege, los filósofos ingleses del siglo XX George Edward Moore y Bertrand Russell fueron los fundadores de esta tendencia analítica y
lingüística contemporánea. Como compañeros en la Universidad de Cambridge, Moore y
Russell rechazaron el idealismo hegeliano, como quedó expuesto de forma clara en la
obra del metafísico inglés Francis Herbert Bradley, quien mantenía que nada es real por entero excepto lo absoluto. En su
oposición al idealismo y en su concepción de que la atención esmerada al
lenguaje es crucial en la investigación filosófica, fijaron el modo y el estilo
de desarrollar la filosofía en el mundo de habla inglesa durante gran parte del
siglo XX.
Para Moore, la filosofía fue el primer y principal campo de análisis. La
labor del filósofo implica aclarar proposiciones complejas o conceptos por
indicación de proposiciones menos complejas o conceptos, los cuales se tienen
por equivalencia lógica con los originales. Una vez que esta labor ha sido
completada, la verdad o falsedad de afirmaciones sobre problemas filosóficos
puede ser determinada de modo más adecuado. Moore fue célebre por sus
minuciosos análisis de proposiciones filosóficas enigmáticas como "el
tiempo es irreal", estudios que entonces le ayudaron a determinar la
verdad contenida en dichas afirmaciones.
Russell, muy influido por la precisión de las matemáticas, se interesó
por el desarrollo de un lenguaje lógico ideal que reflejara de forma fiel la
naturaleza del mundo. Proposiciones complejas, mantenía Russell, pueden ser
resueltas gracias a sus componentes simples, que llamaba "proposiciones
atómicas", últimos constituyentes del universo. El enfoque metafísico
basado sobre este análisis lógico del lenguaje y la insistencia en que las
proposiciones significativas deben corresponderse con hechos constituye lo que
Russell llamaba "atomismo lógico". Su interés en la estructura del
lenguaje también le llevó a diferenciar entre la forma gramatical de una proposición
y su forma lógica. Las afirmaciones, Juan
es bueno y Juan es alto tienen la
misma forma gramatical pero diferente forma lógica. El fallo para reconocer
esto llevaría a uno a tratar la propiedad de la bondad como si fuera una
característica de Juan en el mismo modo que la propiedad altura es una
característica de Juan. Tal fallo motiva la confusión filosófica.
Wittgenstein y el positivismo
lógico
La obra de Russell en el ámbito de las matemáticas atrajo a Cambridge al
filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein, quien llegó a ser una figura central en el movimiento
analítico y lingüístico. En su primera obra importante, Tractatus logico-philosophicus (Tratado
de lógica filosófica, 1921), en el que presentaba su teoría del lenguaje,
Wittgenstein razonaba que "toda filosofía es una crítica del
lenguaje" y que "la filosofía aspira a la aclaración lógica de los
pensamientos". El resultado de los análisis de Wittgenstein recordaba el
atomismo lógico de Russell. El mundo, argumentaba, se compone al final de hechos
simples, que es el objeto del lenguaje a representar. Para ser significativo,
las afirmaciones sobre el mundo deben ser reducibles a declaraciones
lingüísticas que tengan una estructura similar a los simples hechos
representados. En este temprano análisis de Wittgenstein, las proposiciones que
representan hechos —las proposiciones de ciencia— son consideradas
significativas de una forma objetiva. Oraciones metafísicas, teológicas y
éticas se juzgan como objetivamente insignificantes.
Bajo la influencia de Russell, Wittgenstein, Ernst Mach y otros, un grupo de filósofos
y matemáticos vieneses, durante la década de 1920, iniciaron el movimiento
conocido como positivismo lógico. Encabezado por Moritz Schlick y Rudolf Carnap, el Círculo de Viena comenzó
uno de los capítulos más importantes en la historia de la filosofía analítica y
lingüística. De acuerdo con el positivismo, la labor de la filosofía es la
aclaración del significado, no el descubrimiento de nuevos hechos (el trabajo
de la ciencia) o la elaboración de relaciones comprensivas de la realidad (el
erróneo objetivo de la metafísica tradicional).
El positivismo dividió todas las afirmaciones significativas en dos
clases: proposiciones analíticas y proposiciones verificables de un modo
empírico. Proposiciones analíticas entre las que se encuentran las
proposiciones de la lógica y las matemáticas; son afirmaciones de verdad o
falsedad que dependen del conjunto del significado de los términos que
constituyen la afirmación. Un ejemplo sería la proposición dos más dos igual a cuatro. La segunda clase de proposiciones
significativas engloba las afirmaciones sobre el mundo que pueden ser
verificadas, al menos en principio, por la experiencia sensible. En realidad,
el significado de tales proposiciones se identifica con el método empírico de
verificación. Esta teoría verificable del significado, concluye el positivismo,
demostraría que las afirmaciones científicas son afirmaciones objetivas
legítimas y que las oraciones metafísicas, religiosas y éticas se hallan vacías
de significado. Las ideas del positivismo lógico se hicieron populares en
Inglaterra por la publicación de Lenguaje,
verdad y lógica de Alfred Jules Ayer en 1936.
La teoría positivista de la verificación del significado estuvo sometida
a intensas críticas por parte de filósofos como el británico de origen
austriaco Karl Popper. Con el tiempo, esta teoría restringida del significado cedió a una
comprensión más amplia de la naturaleza del lenguaje. Nuevamente Wittgenstein
desempeñó un papel muy destacado. Rechazando muchas de las conclusiones
expuestas en el Tractatus, inició una
nueva línea de pensamiento que culminaría en la publicación póstuma Investigaciones filosóficas (1953). En
ella, Wittgenstein afirmó que una vez que la atención se dirige al modo que el
lenguaje se utiliza hoy en el discurso común, la variedad y flexibilidad del
lenguaje llega a probarse. Las proposiciones no se limitan tan sólo a
representar hechos.
Este reconocimiento le llevó al concepto de los juegos del lenguaje. El
científico, el poeta y el teólogo, por ejemplo, están involucrados en
diferentes juegos del lenguaje. Por otra parte, el significado de una
proposición debe ser comprendido en su contexto, que es, en términos positivos,
el conjunto de las reglas del juego del lenguaje, del cual esa proposición es
una parte. La filosofía, concluía Wittgenstein, es un intento para resolver los
problemas que se originan como resultado de la confusión lingüística, y la
clave para la solución de tales problemas es el análisis del lenguaje común y
del propio uso del lenguaje.
Evolución reciente
Entre las contribuciones adicionales al movimiento analítico y
lingüístico se encuentra la obra de los filósofos británicos Gilbert Ryle, John Langshaw Austin y Peter Friedrich Strawson, y la del filósofo estadounidense Willard Van Orman Quine. Según
Ryle, la labor de la filosofía es reafirmar las "expresiones
sistemáticamente erróneas" en formas que son más correctas en un orden
lógico. Se interesó en concreto en las afirmaciones, formas gramaticales que
presenta como objetos inexistentes. Por ejemplo, Ryle es más conocido por sus
análisis de lenguajes mentales donde erróneamente sugiere que la mente es una
entidad del mismo carácter que el cuerpo.
Austin mantenía que uno de los puntos de partida mas fructíferos para la
investigación filosófica es la atención a las muy sutiles distinciones trazadas
en el lenguaje común. Su análisis del lenguaje le llevó a plantear una teoría
general de los actos del discurso, que es una descripción de la variedad de
actividades que un individuo puede estar representando cuando algo se
significa.
Strawson es conocido por sus análisis de las relaciones entre la lógica formal y
el lenguaje común. La complejidad del último, razonaba, está representada de
una forma inapropiada por la lógica formal. Al analizar el lenguaje común, se
necesitan además de la lógica, otras herramientas analíticas.
Quine discutía la relación entre lenguaje y ontología. Argumentaba que los sistemas
del lenguaje tienden a convertir a quienes los utilizan en partidarios de la
existencia de ciertas opciones. Para Quine, la justificación para hablar de un
modo en lugar de otro es una justificación por completo pragmática.
El cometido del análisis del lenguaje como un modo de pensamiento ha
continuado como una dimensión contemporánea significante en filosofía. Una
división pervive también entre aquéllos que prefieren trabajar con la precisión
y el rigor de sistemas lógico simbólicos y aquéllos que prefieren analizar el
lenguaje común. Aunque pocos filósofos contemporáneos mantienen que todos los
problemas filosóficos son lingüísticos, el enfoque que sigue siendo sostenido
de una forma más amplia es aquél que presenta mayor atención a la estructura
lógica del lenguaje y a la utilización del lenguaje en los discursos
cotidianos, al objeto de resolver problemas filosóficos.[31]
Moore, George Edward (1873-1958), filósofo británico, conocido por su papel en el desarrollo
de la filosofía occidental contemporánea, su contribución a la teoría ética y su defensa del realismo
filosófico. Nacido en Upper Norwood, Londres, el 4 de noviembre de 1873, Moore
estudió en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Bertrand Russell, que era
compañero suyo, le animó a estudiar filosofía. Moore vivió entonces durante unos
años como un alumno particular, mantenido por una herencia, y en 1911 comenzó a
enseñar en Cambridge, retirándose en 1939. Murió el 24 de octubre de 1958 en
Cambridge.
La filosofía, para Moore, era en esencia una actividad por partida doble.
En primer lugar implica análisis, es decir, el intento de clarificar las
proposiciones enigmáticas, o conceptos, mediante apuntes de proposiciones menos
enigmáticas o conceptos que debían ser equivalentes, según la lógica, a los
originales. Moore estaba perplejo, por ejemplo, ante la afirmación de algunos
filósofos de que el tiempo es irreal. Al analizar esta declaración, mantenía
que la proposición el “tiempo es irreal “era por lógica equivalente a “no hay
hechos temporales”. (“Leí el artículo ayer” es un ejemplo de un hecho
temporal). Una vez clarificado el sentido de asentar una afirmación que
contiene el concepto problemático, el segundo cometido es determinar si existen
o no las razones justificativas para aceptar esta afirmación. La atención
diligente de Moore al análisis conceptual como un medio de conseguir claridad
le situó como uno de los fundadores del énfasis contemporáneo analítico y
lingüístico en la filosofía.
La obra más famosa de Moore, Principia
Ethica (Principio de ética)
(1903), se relaciona con su afirmación de que el concepto de lo bueno se
refiere a una cualidad sencilla, indefinible e imposible de analizar respecto a
las cosas y situaciones concretas. Es una condición no natural, porque se
aprehende no por el sentido de la experiencia sino por un tipo de intuición
moral. La bondad es evidente, sin duda, razonaba Moore, en aquellas
experiencias como la amistad y el placer estético. Los conceptos morales de
derecho y deber son entonces examinados en términos de producir todo aquello
que posea bondad.
Algunos de los ensayos de Moore, como La
refutación del Idealismo (1903), contribuyeron al desarrollo del realismo
filosófico moderno. Empirista en su aproximación al conocimiento, no identificó
la experiencia pura, de origen kantiano, con el sentido experiencia, y evitó el
escepticismo que a
menudo acompaña al empirismo. Defendió el punto de vista del sentido común que
sugiere que la experiencia resulta del conocimiento de un mundo externo,
independiente de la mente.
Moore también escribió Ética
(1912), Estudios filosóficos (1922) y
Documentos filosóficos (1959), y
desde 1921 hasta 1947 editó Mind, un
destacado periódico filosófico británico.[32]
Russell, Bertrand, tercer conde de Russell (1872-1970), filósofo y matemático británico,
galardonado con el premio Nobel, cuyo énfasis en el análisis lógico repercutió
sobre el curso de la filosofía del siglo XX. Nacido en Trelleck (Gales), el 18
de mayo de 1872, Russell estudió en el Trinity College de la Universidad de
Cambridge. Tras graduarse en 1894, viajó a Francia, Alemania y Estados Unidos,
y luego fue nombrado miembro del consejo de gobierno del Trinity College. Desde
muy joven mostró un acusado sentido de conciencia social; al mismo tiempo se
especializó en cuestiones de lógica y matemáticas, áreas de las que dio
conferencias en muchas instituciones de todo el mundo.
Russell alcanzó el éxito con su primera gran obra Principios de matemáticas (1902), en la que intentó
trasladar las matemáticas al área de la filosofía lógica y dotarlas de un marco científico preciso.
Colaboró durante ocho años con el filósofo y matemático británico Alfred North Whitehead para elaborar la monumental obra Principia
Mathematica (Principios Matemáticos; 3 volúmenes, 1910-1913), donde se
mostraba que esta materia puede ser planteada en los términos conceptuales de
la lógica general,
como clase y pertenencia a una clase. Este libro se convirtió en una obra
maestra del pensamiento racional. Russell y Whitehead demostraron que los
números pueden ser definidos como clases de un tipo determinado, y en este
proceso desarrollaron conceptos racionales y una anotación que hizo de la
lógica simbólica una especialización importante dentro del campo de la filosofía occidental.
En su siguiente gran obra, Los
problemas de la filosofía (1912), Russell recurrió a la sociología, la
psicología, la física y las matemáticas para refutar las doctrinas del idealismo, la
escuela filosófica dominante en ese tiempo, que mantenía que todos los objetos
y experiencias son fruto del intelecto; Russell, una persona realista, creía
que los objetos percibidos por los sentidos poseen una realidad inherente al
margen de la mente.
Socialista y pacifista
Russell condenó a ambos bandos en la I Guerra Mundial y por su posición
íntegra fue encarcelado y privado de su puesto de trabajo en Cambridge. En la
cárcel escribió Introducción a la
filosofía matemática (1919), donde combina las dos áreas del saber que él
consideraba inseparables. Después de la guerra visitó la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, y en su libro Práctica
y teoría del bolchevismo (1920) mostró su desacuerdo con la forma en que
allí se llevaba a cabo el socialismo. Consideraba que los métodos utilizados para alcanzar
un sistema comunista eran intolerables y que los resultados obtenidos no
justificaban el precio que se estaba pagando.
Russell impartió clases en la Universidad de Pekín, en China, durante
1921 y 1922. Desde 1928 hasta 1932, tras regresar al Reino Unido, dirigió el
Beacon Hill School, escuela privada y muy progresista donde se aplicaban innovadores
métodos de enseñanza para niños. Desde 1938 hasta 1944 fue profesor en varias
instituciones de los Estados Unidos. Allí escribió Historia de la filosofía occidental (1945). Sin embargo, la Corte
Suprema de Nueva York le prohibió dar clases en el College de esta ciudad
(ahora City College de la Universidad de Nueva York) por lo que consideraban
sus ataques a la religión contenidos en textos como Lo que creo (1925) y su defensa de la libertad sexual, manifestada
en Modales y morales (1929).
Russell regresó a Inglaterra en 1944 y fue restituido en su puesto del
Trinity College. Aunque abandonó el pacifismo para apoyar la causa aliada en la II Guerra Mundial,
fue un ardiente y activo detractor de las armas nucleares. En 1949 el rey Jorge VI le otorgó
la Orden al Mérito. Russell recibió en 1950 el Premio Nobel de Literatura y fue
calificado como "un campeón de la humanidad y de la libertad de
pensamiento". Encabezó un movimiento a finales de la década de 1950 que
exigía el desarme nuclear unilateral del Reino Unido y fue encarcelado a los 89
años tras una manifestación antinuclear. Murió el 2 de febrero de 1970.
Filósofo y autor
Además de sus primeros trabajos, Russell contribuyó al desarrollo del positivismo lógico,
fuerte corriente filosófica durante las décadas de 1930 y 1940. El más
importante pensador autriaco de aquellos tiempos, Ludwig Wittgenstein, que fue alumno de Russell
en Cambridge, recibió su influencia en sus primeros estudios filosóficos por su
original concepto del atomismo lógico. En su búsqueda de la naturaleza y
límites del conocimiento, Russell desempeñó un gran papel en el resurgir del empirismo dentro del
campo más amplio de la epistemología. En Sobre el
conocimiento del mundo exterior (1926) e Investigación sobre el significado y la verdad (1962), intentó
explicar todo el conocimiento objetivo como construido a partir de las
experiencias inmediatas. Escribió, entre otros libros, El ABC de la relatividad (1925), Educación y orden social (1932), El impacto de la ciencia sobre la sociedad (1952), Mi desarrollo filosófico(1959), Crímenes de guerra en Vietnam (1967) y La autobiografía de Bertrand Russell (3
volúmenes, 1967-1969).[33]
Hume, David
(1711-1776), historiador y filósofo escocés, que influyó en el desarrollo del escepticismo y el empirismo, dos
escuelas de filosofía. Nacido en Edimburgo, Lothian, el 7 de mayo de 1711, Hume fue educado en
su casa y en la Universidad de Edimburgo en la que se inscribió con doce años.
Tenía mala salud, y después de trabajar por un corto periodo empleado en una
casa de negocios de Bristol se instaló en Francia.
Vida y obra
De 1734 a 1737 Hume estudió con apasionamiento los problemas de la
filosofía especulativa. Durante este periodo escribió su obra más importante, Tratado sobre la naturaleza humana (3 volúmenes,
1739-1740), que constituye la síntesis de su pensamiento. A pesar de su
importancia, esta obra fue ignorada por el público y, como dijo el propio Hume,
“nació muerta”, tal vez por culpa de su estilo abstruso. Las obras posteriores
de Hume fueron escritas bajo las formas más ligeras y populares en la época,
ensayos y diálogos.
Después de la publicación de su Tratado,
Hume volvió a las posesiones que su familia tenía en Berwickshire, donde se
ocupó de problemas de ética y economía política. Allí escribió Ensayos
morales y políticos (2 volúmenes, 1741-1742), que obtuvieron un éxito
inmediato. No consiguió su nombramiento para la facultad de la Universidad de
Edimburgo acaso porque, ya desde los inicios de su trabajo, se le consideraba
un escéptico en asuntos religiosos. Hume fue tutor del enajenado marqués de
Annandale y más tarde auditor de guerra por efecto de una incursión militar
británica en Francia. Sus Ensayos
filosóficos sobre el entendimiento humano (más tarde llamados Investigación sobre el entendimiento humano)
aparecieron en 1748. Este libro, quizá su obra más conocida, es en la práctica
un resumen de su Tratado.
Hume fijó su residencia en Edimburgo en 1751. En 1752, se publicaron sus Discursos políticos, y al año siguiente,
después de otro intento fallido por obtener una cátedra en la universidad, fue
nombrado titular de la Biblioteca de la abogacía de la ciudad. Durante su
estancia, que se prolongó durante doce años, Hume trabajó ante todo en su obra
de seis volúmenes Historia de Inglaterra,
que apareció por entregas desde 1754 hasta 1762. De 1762 a 1765 fue secretario
del embajador británico en París. Allí fue exaltado en los círculos literarios
parisinos y forjó su amistad con el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau, quien le acompañó en su
regreso al Reino Unido, pero éste, afectado por supuestas persecuciones
imaginarias, acusó a Hume de tramar contra él y la amistad se disolvió tras un
intercambio de mutuos reproches y denuncias públicas por parte de ambos.
Después de trabajar como subsecretario de Estado en Londres (1767-1768), Hume
se retiró a Edimburgo, donde pasó el resto de su vida. Murió el 25 de agosto de
1776. Su autobiografía fue publicada con carácter póstumo en 1777, así como Diálogos sobre la religión natural
(1779). Hume había escrito los Diálogos
hacia 1750 pero ocultó su trabajo a causa de su naturaleza escéptica.
Las ideas de Hume
Las creencias filosóficas de Hume recibieron una gran influencia del
filósofo inglés John Locke y del obispo y filósofo irlandés George Berkeley. Tanto Hume como Berkeley
diferenciaban entre la razón y los sentidos. Hume, sin embargo, fue más allá e
intentó probar que la razón y los juicios racionales son tan sólo asociaciones
habituales con diferentes sensaciones o experiencias.
Metafísica y epistemología
Hume dio un paso revolucionario en la historia de la filosofía al
rechazar la idea de causalidad, argumentando que “la razón nunca podrá mostrarnos la
conexión entre un objeto y otro si no es ayudada por la experiencia y por la
observación de su relación con situaciones del pasado. Cuando la mente, por
tanto, pasa de la idea o la impresión de un objeto, a la idea o creencia en
otro, no se guía por la razón, sino por ciertos principios que asocian juntas
las ideas de esos objetos y los relaciona en la imaginación”. El rechazo de la
causalidad implica también un rechazo de las leyes científicas, que se basan en
la premisa de que un hecho provoca otro de forma necesaria y, como resulta
predecible, siempre lo hará. Según la filosofía de Hume, por tanto, el
conocimiento de los hechos es imposible, aunque admitía que en la práctica las
personas tienen que pensar en términos de causa y efecto y deben asumir la
validez de sus percepciones para no enloquecer. También admitía la posibilidad
de conocimiento sobre las relaciones entre las ideas, como las relaciones entre
los números en matemáticas. El punto de vista escéptico de Hume también negaba
la existencia de la sustancia espiritual defendida por Berkeley y de la
“sustancia material” defendida por Locke. Yendo aún más lejos, Hume negaba la
existencia de una identidad del yo, argumentando que como las personas no
tienen una percepción constante de sí mismas como entidades diferentes, no son
más que “un conjunto o colección de diferentes percepciones”.
Ética
En cuanto a la dimensión ética de su pensamiento, Hume pensaba que los
conceptos del bien y el mal no son racionales, sino que nacen de una
preocupación por la felicidad propia. El supremo bien moral, según su punto de
vista, es la benevolencia, un interés generoso por el bienestar general de la
sociedad que Hume definía como la felicidad individual.
Como historiador, Hume rompió con el tradicional recuento cronológico de
hazañas y hechos de Estado, e intentó describir las fuerzas económicas e
intelectuales que habían tenido importancia en la historia de su país. Sus
obras Historia de Gran Bretaña (1754)
e Historia de Inglaterra (1759) se
consideraron títulos clásicos durante muchos años.
Las contribuciones de Hume a la teoría económica, que influyeron al
filósofo y economista escocés Adam Smith y a otros economistas posteriores, incluyen los
conceptos de que la riqueza depende no sólo del dinero sino también de las
mercancías, así como su reconocimiento de los efectos que las condiciones
sociales tienen sobre la economía.[34]
Mill, John Stuart (1806-1873), filósofo y economista británico, hijo de James Mill; su obra
causó gran impacto en el pensamiento británico del siglo XIX, no sólo en filosofía y economía sino
también en las áreas de ciencia política, lógica y ética. Nacido en Londres el 20 de mayo de 1806, Mill recibió de su padre una
amplia y temprana formación inhabitual. Empezó a estudiar griego a los 3 años.
Con 17 años, había terminado cursos de estudios avanzados y profundos de
literatura y filosofía griega, química, botánica, psicología y derecho. En 1822
Mill empezó a trabajar como empleado con su padre en la oficina de inspección
de la Compañía de las Indias, y fue ascendido seis años más tarde al cargo de
inspector asistente. Hasta 1856 tuvo la responsabilidad de las relaciones de la
compañía con los principescos estados de la India. En su último año en el
cargo, Mill fue nombrado jefe de la oficina de inspección, puesto que ocupó
hasta la disolución de la compañía en 1858, cuando se retiró. Mill vivió en
Saint Véran, cerca de Aviñón, en Francia, hasta 1865, cuando entró en el
Parlamento como diputado por Westminster. Al no salir reelegido en las
elecciones generales de 1868, volvió a Francia, donde estudió y escribió. Murió
el 8 de mayo de 1873 en Aviñón.
A Mill se le considera figura puente entre la inquietud del siglo XVIII
por la libertad, la razón y la exaltación del ideal científico y la tendencia
del XIX hacia el empirismo y el colectivismo. En filosofía, sistematizó las doctrinas utilitaristas
de su padre y de Jeremy Bentham en obras como Utilitarismo
(1836), donde defendía que el conocimiento descansa sobre la experiencia humana
y ponía de relieve el papel de la razón humana. En economía política, Mill
defendió aquellas prácticas que creía más acordes con la libertad individual, y
recalcó que la libertad podía estar amenazada tanto por la desigualdad social
como por la tiranía política, ideas que expuso en el que quizá sea el más
famoso de sus ensayos, Sobre la Libertad
(1859). Estudió las doctrinas socialistas premarxistas, y, aunque no llegó a
ser considerado un socialista, luchó de forma muy activa por mejorar las
condiciones de los trabajadores. En el Parlamento, Mill fue considerado un
radical al defender medidas como la propiedad pública de los recursos
naturales, la igualdad de las mujeres, la educación obligatoria y el control de
natalidad. Su defensa del sufragio femenino en los debates sobre el Programa de Reformas de 1867 llevó a la
formación del movimiento sufragista. Mill también investigó la causalidad, buscando
una explicación en términos de principios empíricos. Entre sus numerosos
escritos destacados figuran Principios de
economía política (1848), Sobre la
esclavitud de las mujeres (1869), Autobiografía (1873) y Tres ensayos sobre religión (1874).[35]
Mach, Ernst
(1838-1916), físico y filósofo austriaco, nacido en Turany (hoy República
Checa). Estudió en la Universidad de Viena y fue profesor de las universidades
de Graz, Praga y Viena desde 1864 hasta 1901, año en que se retiró de la vida
académica. Mach pensaba que la ciencia debería restringirse a la descripción de
fenómenos que pudieran ser percibidos por los sentidos. Sus escritos
contribuyeron en gran medida a liberar a la ciencia de conceptos metafísicos y
ayudaron a establecer una metodología científica que preparó el camino para la
teoría de la relatividad. Estudió los fenómenos psicológicos de las sensaciones y las
percepciones, y realizó importantes trabajos en balística. El número de Mach, que representa la relación
de la velocidad de un objeto con la velocidad del sonido en la atmósfera, se
llamó así en su honor. (Véase Aerodinámica; Mecánica de fluidos).[36]
Positivismo,
sistema de filosofía basado en la experiencia y el conocimiento empírico de los fenómenos
naturales, en el que la metafísica y la teología se consideran sistemas de conocimiento imperfectos e
inadecuados.
Evolución
El término positivismo fue utilizado por primera vez por el filósofo y
matemático francés del siglo XIX Auguste
Comte, pero algunos de los conceptos positivistas se
remontan al filósofo británico David Hume, al filósofo francés Saint-Simon, y al filósofo alemán Immanuel Kant.
Comte eligió la palabra positivismo sobre la base de que señalaba la
realidad y tendencia constructiva que él reclamó para el aspecto teórico de la
doctrina. En general, se interesó por la reorganización de la vida social para
el bien de la humanidad a través del conocimiento científico, y por esta vía,
del control de las fuerzas naturales. Los dos componentes principales del
positivismo, la filosofía y el Gobierno (o programa de conducta individual y
social), fueron más tarde unificados por Comte en un todo bajo la concepción de
una religión, en la cual la humanidad era el objeto de culto. Numerosos
discípulos de Comte rechazaron, no obstante, aceptar este desarrollo religioso
de su pensamiento, porque parecía contradecir la filosofía positivista
original. Muchas de las doctrinas de Comte fueron más tarde adaptadas y
desarrolladas por los filósofos sociales británicos John Stuart Mill y Herbert Spencer así como por el filósofo y
físico austriaco Ernst Mach.
Positivistas lógicos
A principios del siglo XX un grupo de filósofos interesados en la
evolución de la ciencia moderna, rechazaron las ideas positivistas
tradicionales que creían en la experiencia personal como base del verdadero
conocimiento y resaltaron la importancia de la comprobación científica. Este
grupo fue conocido como los positivistas lógicos entre los que se encontraban
el austriaco Ludwig Wittgenstein y los filósofos británicos Bertrand Russell y George Edward Moore. El Tractatus logico-philosoficus (1921) resultó tener una influencia
decisiva en el rechazo de las doctrinas metafísicas por su carencia de sentido
y la aceptación del empirismo como una materia de exigencia lógica.
Los positivistas hoy en día, que han rechazado la llamada escuela de
Viena, prefieren denominarse a sí mismos empiristas lógicos para disociarse de
la importancia que dieron los primeros pensadores a la comprobación científica.
Mantienen que el principio de verificación en sí mismo es inverificable en el
campo filosófico.[37]
Carnap, Rudolf (1891-1970), figura destacada del movimiento filosófico conocido como positivismo o empirismo lógico.
Nació el 18 de mayo de 1891 en Ronsdorf, Alemania. Estudió en las universidades
de Jena y de Friburgo y se especializó en matemáticas, física y filosofía.
Reconoció la influencia del matemático alemán Gottlob Frege en este campo, y en las
innovaciones del pensador británico Bertrand
Russell y del filósofo germano Ludwig Wittgenstein. Fue miembro destacado del
Círculo de Viena, un grupo de científicos y filósofos positivistas. En 1935 se
trasladó a los Estados Unidos huyendo del nazismo y fue profesor en la
Universidad de Chicago. En 1954 aceptó un puesto en la Universidad de
California, en Los Angeles. Murió en Santa Mónica, California, el 14 de
septiembre de 1970.
Carnap interpretó la filosofía como un proceso de análisis lógico. Se
interesó sobre todo por el análisis del lenguaje de la ciencia ya que consideró
que las afirmaciones empíricas de la ciencia eran las únicas en verdad
significativas. Son testimonio de su concepción global, resumida en que los
problemas de la filosofía se pueden reducir a los problemas del lenguaje, sus
libros La estructura lógica del mundo
(1928) donde intenta reducir todas las demandas del conocimiento al lenguaje de
los datos; La sintaxis lógica del
lenguaje (1934), donde muestra su preferencia por el lenguaje que describe
la conducta (lenguaje fisicalista) y su trabajo sobre la sintaxis del lenguaje
científico, así como sus estudios sobre la capacidad de verificar, probar y
confirmar las proposiciones empíricas.
El principio de tolerancia de Carnap, o la convencionalidad de las formas
del lenguaje, afectó a la libertad y variedad en la construcción del lenguaje.
Estaba interesado de una forma muy acusada por las construcciones de sistemas
formales, lógicos. También llevó a cabo un trabajo significativo en el campo de
la probabilidad, distinguiendo entre estadística y lógica en su obra Fundamentos lógicos de la probabilidad
(1950).
Carnap ayudó a fundar y participó en la edición del diario Erkenntnis y la International Encyclopedia of Unified Science.[38]
Ayer, Alfred Jules (1910-1989), filósofo británico que tuvo una gran importancia en el
desarrollo de la moderna filosofía analítica. Nacido en Londres, fue profesor de Lógica en la Universidad de Oxford desde 1959 hasta 1978.
Su libro Lenguaje, verdad y lógica
(1936) fue una manifestación influyente del positivismo lógico. Aunque más tarde
matizó sus ideas, al principio mantuvo que todas las proposiciones
significativas son o bien lógicas o bien empíricas. De acuerdo con su principio
de la verificación, se considera que una proposición es empírica sólo cuando
alguna observación sensorial es relevante para determinar su verdad o falsedad.
Las aserciones que no son ni lógicas ni empíricas, incluyendo las aserciones
religiosas, metafísicas y éticas, son juicios carentes de sentido. Otras obras
suyas son El problema del conocimiento
(1956), Balance filosófico (1973) y Parte de mi vida: las memorias de un
filósofo (1977).[39]
Popper, Karl Raimund (1902-1994), filósofo de la ciencia británico de origen austriaco,
conocido por su teoría del método científico y por su crítica del determinismo histórico.
Nació en Viena y se doctoró en filosofía por la universidad de esa ciudad en
1928. Aunque no fue miembro de la llamada escuela de filosofía de Viena (véase Positivismo), Popper simpatizó con su
actitud científica, pero criticó algunos de sus postulados. Desde 1937 hasta
1945 enseñó en la Universidad de Canterbury, en Nueva Zelanda, y más tarde en
la Universidad de Londres. Murió el 17 de septiembre de 1994.
La contribución más significativa de Popper a la filosofía de la ciencia fue su
caracterización del método científico. En su Lógica del descubrimiento científico (1934) criticó la idea
prevalente de que la ciencia es en esencia inductiva. Propuso un criterio de
comprobación que él denominó falsabilidad,
para determinar la validez científica, y subrayó el carácter
hipotético-deductivo de la ciencia. Las teorías científicas son hipótesis a
partir de las cuales se pueden deducir enunciados comprobables mediante la
observación; si las observaciones experimentales adecuadas revelan como falsos
esos enunciados, la hipótesis es refutada. Si una hipótesis supera el esfuerzo
de demostrar su falsedad, puede ser aceptada al menos con carácter provisional.
Ninguna teoría científica, sin embargo, puede ser establecida de una forma
concluyente.
En La sociedad abierta y sus
enemigos (1945), Popper defendió la democracia y mostró reparos a las
implicaciones autoritarias de las teorías políticas de Platón y Karl Marx. Criticó la idea de que las
leyes descubridoras del desarrollo de la historia hacen inevitable su curso futuro
y por tanto predecible.[40]
Ryle, Gilbert (1900-1976), filósofo británico que desempeñó un importante papel en el
desarrollo de la filosofía analítica contemporánea. Nacido en Brighton (East Sussex),
estudió en la Universidad de Oxford, a la que regresó como profesor en 1924.
Durante varios años dirigió el periódico filosófico Mind. En su ensayo Expresiones
sistemáticamente equivocadas (1932), Ryle interpretó la filosofía ante todo
como un análisis lingüístico. El discurso ordinario contiene expresiones
equívocas que dan lugar a diversos problemas filosóficos; pensaba que el
cometido de la filosofía consiste en volver a plantear el pensamiento de una
forma que se subordine a la lógica con mayor exactitud. Se interesó en
particular por aquellas afirmaciones cuya forma gramatical sugiere, incurriendo
en el error, la existencia de objetos inexistentes. En El concepto de la mente (1949) utilizó este procedimiento al atacar
el lenguaje mentalista, que indica que la mente es una entidad de la misma
categoría que el cuerpo.[41]
Austin, John Langshaw (1911-1960), filósofo británico, uno de los mayores representantes de la
filosofía analítica del siglo XX. Nacido en Lancaster, Lancashire, estudió en la Universidad
de Oxford. Después de trabajar para el servicio de Inteligencia británico
durante la II Guerra Mundial, regresó a Oxford y enseñó filosofía moral hasta
su muerte.
Para Austin, el cometido filosófico fundamental era el análisis y
clarificación del lenguaje corriente. Según él, la atención prestada a las
distinciones establecidas en el lenguaje común constituía el punto de partida
más fructífero de la investigación filosófica. El trabajo lingüístico de Austin
aportó muchos conceptos influyentes, como la teoría del aspecto elocutivo del
lenguaje. Ésta nace de su observación de que muchas elocuciones no sólo
describen la realidad, sino que también tienen un efecto sobre la misma; son la
realización de un acto en vez de ser tan sólo un informe de su realización.
Austin creía que todo el lenguaje es ejecutivo y está hecho de actos de
palabras. Durante su vida publicó siete ensayos y a su muerte se publicaron Escritos filosóficos (1961), Sentido
y percepción (1962) y Cómo hacer cosas con palabras (1962).[42]
Strawson, Peter Friedrich (1919- ), filósofo británico, asociado con el movimiento de la filosofía analítica y lingüística, y de forma muy especial con la función del lenguaje
común. Strawson nació en Londres y fue educado en el Christ College de la
Universidad de Oxford. Volvió a Oxford a dar clases y en 1968 fue nombrado
profesor emérito de metafísica.
El primer libro de Strawson, Introducción
a la teoría de la lógica (1952), contiene su análisis de la relación entre
la lógica formal y
las características lógicas del lenguaje común. Su afirmación es que la
complejidad del lenguaje común está representada de un modo insuficiente por la
lógica formal y que en el análisis del lenguaje común se deben usar distintos
instrumentos. En su trabajo Individuos
(1959), Strawson se ocupa de lo que él llamó metafísica descriptiva, un
esfuerzo por describir cómo piensan el mundo los seres humanos. Concluye que
las categorías “cuerpo material” y “persona” ocupan una posición principal en
la estructuración conceptual del mundo.[43]
Quine, Willard Van Orman (1908- ), filósofo estadounidense, conocido por su trabajo en lógica matemática
y sus contribuciones al pragmatismo como una teoría del conocimiento. Nacido en Akron,
Ohio, fue educado en el Oberlin College y en la Universidad de Harvard, donde
llegó a ser profesor en 1936.
Quine es conocido por su afirmación de que el modo en que el individuo
usa el lenguaje determina qué clase de cosas está comprometido a decir que
existen. Además, la justificación para hablar de una manera en lugar de otra,
al igual que la justificación de adoptar un sistema conceptual y no otro, es
para Quine una manifestación absolutamente pragmática. También es conocido por
su crítica de la distinción tradicional entre afirmaciones sintéticas
(proposiciones empíricas o basadas en hechos) y afirmaciones analíticas (proposiciones
necesariamente verdaderas). Quine ha realizado sus principales contribuciones a
la teoría de conjuntos, una rama de la lógica matemática que tiene que ver con la relación
entre las clases. Sus obras publicadas incluyen Lógica matemática (1940), Desde
un punto de vista lógico (1953), Palabra y objeto (1960), Teoría de los conjuntos y su lógica
(1963) y Esencias: un diccionario
filosófico a intervalos (1987).[44]
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