1.-Accidente
(filosofía)
Concepto
filosófico, cuya primera definición fue hecha por Aristóteles, que designa aquello que
pertenece a una cosa, pero no de un modo necesario y constante. De hecho, si un
accidente desaparece no queda afectada la identidad o modo de ser de aquello a lo
que pertenece. En cierto sentido, accidente se opone a sustancia, término que
designa aquello que una cosa es necesariamente. De ahí que se emplee el término
‘accidental’ como contrario a ‘sustancial’. En filosofía pueden distinguirse dos usos
fundamentales del concepto de accidente: el lógico y el ontológico. En lógica, un accidente es uno de los
géneros supremos de las cosas (junto a la sustancia). En ontología, un
accidente significa el modo en el que un ser determinado desarrolla una existencia concreta. Los filósofos
Porfirio y Boecio
desarrollaron una teoría de los accidentes que tuvo gran influencia en la
filosofía medieval.
2.-Categoría
(filosofía)
Concepto
cuya primera definición, en un sentido filosófico técnico, fue hecha por Aristóteles. Según afirmaba en su tratado
lógico De las categorías, una
categoría es un predicado
que puede ser aplicado a todo objeto: no afirma ni niega nada y sólo tiene
sentido cuando se aplica a un objeto determinado. Aristóteles distinguió las
siguientes categorías: sustancia, cantidad, calidad, relación, lugar, tiempo,
situación, posesión, acción y pasión. Algunos filósofos griegos posteriores,
como los estoicos
o Plotino, modificaron la lista
aristotélica de categorías, pero no su concepto. Immanuel Kant empleó, en Crítica de la razón pura (1781), un concepto de categoría similar
al de Aristóteles, aunque pensaba que la categoría no corresponde tanto a un
objeto, sino al modo en que ese objeto puede conocerse. Algunos filósofos
modernos, como Nicolai Hartmann,
piensan que una teoría filosófica debe desarrollar un análisis de las
categorías.
3.-Esencia
(filosofía)
Concepto filosófico que designa aquello que
hace que una cosa sea tal cosa. Suele oponerse a accidente, con lo que el calificativo
‘esencial’ se contrapone a ‘accidental’. El estudio de la esencia ha sido una
constante en la historia de la filosofía. Platón inició este análisis afirmando
que la esencia de la realidad es su idea. Aristóteles diseñó el concepto de ‘ousía’
para designar la esencia de una realidad y que no es sino la naturaleza de esa
cosa o entidad. La descripción aristotélica influyó en toda la filosofía
medieval y desembocó en la llamada ‘disputa de los universales’. Muchos de los
grandes autores como David Hume,
Immanuel Kant o Hegel propusieron diferentes
consideraciones, muchas veces críticas, respecto a la posibilidad de conocer la
esencia de las cosas. La filosofía existencialista plantea que la misma esencia
del ser humano es su propia existencia.
4.-Especie
(filosofía)
Concepto
filosófico que tiene una acepción lógica
y una acepción metafísica.
En su sentido lógico, designa la clase lógica que reúne a un conjunto de
individuos y forma parte de un género. En su sentido metafísico, la especie es
considerada un universal. Aristóteles
analizó el concepto de especie en su tratado De las categorías, afirmando que la especie se relaciona con el
género mediante la aplicación de una diferencia. Siguiendo los análisis
aristotélicos, Porfirio elaboró una compleja clasificación de jerarquía
ontológica (denominada ‘árbol de Porfirio’) de los diferentes tipos de especies
y géneros, que tuvo una amplia repercusión en el pensamiento posterior.
5.-Procesualismo o Filosofía del proceso
Visión
especulativa del mundo que afirma que la realidad básica está en constante
proceso de flujo y cambio. De hecho, la realidad se identifica con un proceso
puro. Conceptos como creatividad, libertad, innovación, emergencia y
crecimiento son categorías explicativas fundamentales de la filosofía del proceso. Esta perspectiva
metafísica se contrasta con una filosofía de la sustancia, la idea de que una
realidad permanente y fija está por debajo del mundo cambiante y fluctuante de
la experiencia común. Mientras que la filosofía de la sustancia recalca el ser
estático, la filosofía del proceso acentúa el devenir dinámico.
Aunque
la filosofía del proceso es tan antigua como el filósofo griego del siglo VI
a.C. Heráclito, se renovó el interés por ella
en el siglo XIX con la teoría de la evolución.
Figuras claves en el desarrollo de la moderna filosofía del proceso fueron los
británicos Herbert Spencer,
Samuel Alexander y Alfred North Whitehead, los estadounidenses Charles Sanders Peirce y William James, y los franceses Henri Bergson y el teólogo Pierre Teilhard de Chardin. Progreso y Realidad: Un ensayo sobre Cosmología (1929) de Whitehead
está considerado como la expresión sistemática más importante de la filosofía
del proceso.
La
teología contemporánea ha recibido una
influencia muy intensa de las doctrinas relacionadas con la filosofía del
proceso. El teólogo estadounidense Charles
Hartshorne, por ejemplo, más que
interpretar a Dios como un absoluto inmutable, recalca la relación sensible y
solícita de Dios con el mundo. Un dios personal que entra en las relaciones de
tal manera que Él resulta influido por las relaciones, y resultar influido por
las relaciones es cambiar. Así, Dios también está en el proceso de crecimiento
y desarrollo. Importantes contribuciones a la teología del proceso han sido
elaboradas por teólogos como William Temple,
Daniel Day Williams, Schubert Ogden y John Cobb, hijo.
6.-Forma
(filosofía)
En metafísica,
figura interna que puede captar la mente y que no se identifica con la forma
exterior de un objeto. Aristóteles
desarrolló una influyente teoría metafísica de la materia y la forma, para
explicar el cambio. Según Aristóteles, toda entidad se compone de materia y
forma; la forma es aquello que determina y precisa la materia de la que está
formada un objeto determinado, y siempre debe entenderse en relación con la
materia. Así, cuando se produce un cambio, es posible que éste afecte a la
materia (cambio material) o sólo a la forma (cambio formal), que es menos
radical. En cierto sentido, pues, la forma es el principio de individuación de
una entidad. En lógica,
se entiende por ‘forma de un juicio’ aquel aspecto del juicio que no cambia o es constante,
con independencia del contenido que se exprese en dicho juicio. De hecho, la
lógica formal analiza la validez de los juicios y proposiciones con independencia de su
contenido material.
Género (filosofía),
Concepto
filosófico empleado en lógica
y metafísica. En lógica, un género es una
clase lógica que engloba distintas especies,
y es más general que el concepto de especie. Cuando un género engloba a todas
las especies, se habla de ‘género supremo’. Tal es el caso del ser o la sustancia, que engloban a
todos los géneros de lo existente. En la lógica clásica, el género se usa
siempre en combinación con la llamada ‘diferencia específica’ o propia, que
permite particularizar la generalidad del género. Platón identificaba los géneros como
ideas y Aristóteles
consideraba el género como un atributo fundamental que puede ser aplicado a
varias entidades que mantienen diferencias entre sí. Los autores escolásticos
desarrollaron diferentes clasificaciones de géneros y discutieron acerca de su
particularidad, siguiendo las clasificaciones de Aristóteles y Porfirio.
7.-Imperativo
(filosofía)
Enunciado que expresa un mandato o una
orden. Toma siempre una forma del tipo “debe hacerse algo” y es muy empleado en
ética y en los análisis de la
filosofía moral. En realidad, un imperativo es una forma especial de enunciado
prescriptivo, que indica la necesidad de hacer algo o de llevar a cabo
determinada acción. Immanuel Kant
realizó importantes análisis del significado del imperativo en su Crítica de la razón práctica (1788). En
esta obra, Kant distinguió entre imperativos singulares e imperativos
universales; aquéllos son hipotéticos y siempre parecen sujetos al cumplimiento
de determinada condición; por el contrario, los imperativos universales deben
cumplirse siempre con independencia de cualquier situación. Kant pensaba que la
acción moral debía fundarse en un imperativo categórico,
que pudiera servir siempre. Este tipo de imperativo tenía la siguiente
formulación: “Obra como si la máxima de tu acción pudiera ser erigida, por tu
voluntad, en ley universal de la naturaleza”.
8.-Inducción
(filosofía)
En
el campo de la lógica,
proceso en el que se razona desde lo particular hasta lo general, al contrario
que con la deducción.
La base de la inducción es la suposición de que si algo es cierto en algunas
ocasiones también lo es en situaciones similares aunque no se hayan observado.
La probabilidad de acierto
depende del número de fenómenos observados. Una de las formas más simples de
inducción aparece al interpretar las encuestas de opinión, en las que las
respuestas dadas por una pequeña parte de la población total se proyectan para
todo un país. El razonamiento inductivo fue desarrollado por varios filósofos,
desde Francis Bacon hasta David Hume, John Stuart Mill y Charles Sanders Peirce.
9.-Juicio
(filosofía)
Operación
mental por la que se piensa y/o se expresa un enunciado que consiste en la afirmación o
negación de un predicado
respecto a un sujeto. En un juicio se realiza una síntesis entre un sujeto y lo
que se afirma o se niega de él. Asimismo, puede considerarse que un juicio es
la facultad de juzgar o el resultado de la facultad de juzgar. Uno de los rasgos
fundamentales de un juicio es que éste puede ser verdadero o falso; es decir,
cuando se encuentra bien formulado posee un determinado valor de verdad o
falsedad. Tres son los elementos fundamentales de un juicio: un sujeto(S); el
predicado(P), que es lo que se afirma o niega del sujeto; y la cópula, que
expresa la afirmación o la negación del predicado respecto al sujeto. Existen
muchas clasificaciones de los juicios, que pueden hacerse según la cualidad
(afirmativos, negativos, indefinidos) o la cantidad (universal, particular,
singular); pero asimismo es posible distinguir juicios analíticos o sintéticos,
a priori o a posteriori y otros. La lógica
formal estudia la estructura de los juicios con independencia de su contenido y
permite analizar las reglas de su formulación.
10.-Mal
(filosofía)
Lo
que es malo en el orden ético-moral, lo que causa daño, sufrimiento o miseria.
En teología, el problema del mal surge si
se acepta que existe un universo gobernado por un ser supremo que es a la vez
bueno y todopoderoso. En una formulación del problema atribuida al filósofo
griego Epicuro, o bien Dios puede impedir el mal y no lo
hace (con lo que no es bueno) o bien quiere impedirlo y no puede (y por lo
tanto no es todopoderoso).
Soluciones religiosas
tradicionales
El
problema del mal ha sido una preocupación central de los filósofos y de todas
las grandes religiones. Algunas de las soluciones propuestas se han basado en
negar o bien la existencia del mal o bien la de un Dios todopoderoso. En las
enseñanzas hindúes, por ejemplo, el mal no tiene presencia real, y forma parte
del mundo ilusorio de los fenómenos. En la antigua religión persa del zoroastrismo y la secta de Oriente Próximo
conocida como maniqueísmo,
el mal se atribuye a la existencia de una deidad perversa, contra la que tiene
que luchar la deidad buena. En el Libro de Job, por otra parte, los que
consolaron a Job
ofrecieron explicaciones poco claras del inmerecido sufrimiento de éste, la
demanda de una explicación es presentada como presuntuosa y el escritor bíblico
sugiere que los caminos de Dios son insondables y están más allá del
entendimiento humano.
San Agustín
Conforme
la teología cristiana empezó a emerger en los siglos III y IV, el problema del
mal se agravó porque el cristianismo
estaba comprometido con la idea de la existencia de un Dios todopoderoso y
benevolente, pero conocía al mismo tiempo la existencia cierta del mal. A
finales del siglo IV san Agustín
formuló una solución que ha tenido la mayor influencia en los pensadores
cristianos posteriores. De joven, san Agustín había aceptado la teología
dualista del maniqueísmo. La influencia del neoplatonismo le preparó para su conversión
al cristianismo y su reconciliación teológica de la creencia cristiana en un
Dios benevolente, creador de todo lo que existe, con la creciente presencia del
mal en el mundo. Según san Agustín, el mal no fue creado por Dios, cuya obra es
buena en un sentido absoluto. El mal es la privación o ausencia de lo bueno, de
la misma forma que la oscuridad es la ausencia de la luz. Es posible, sin
embargo, que algo creado bueno pierda parte de su bondad, que se vuelva
corrupto, pues el mal se impone en silencio cuando las criaturas dotadas del libre albedrío —los ángeles, esos espíritus
menores como los demonios, y los seres humanos— se alejan de las cosas buenas
más elevadas o más completas, y eligen las menores o parciales. Además, según
san Agustín lo que al principio parece ser malo puede resultar bueno en el
contexto de la eternidad. Desde la perspectiva eterna de Dios, todo es bueno.
Razonamientos posteriores
Las
ideas de san Agustín influyeron mucho a los teólogos católicos posteriores,
como santo Tomás de Aquino
y los teólogos protestantes de la Reforma,
en especial a Juan Calvino.
En el siglo XVII, el filósofo alemán Gottfried
Wilhelm Leibniz afirmó que el poder de la
creación de Dios se limitaba a mundos lógicamente posibles, y que el mal es una
parte necesaria del “mejor de todos los mundos posibles”. Durante el Siglo de las Luces estas manifestaciones recibieron
las críticas de los escépticos. Tanto el filósofo francés Voltaire como el británico David Hume rechazaron la idea de que tanta
cantidad de pena y sufrimiento en la existencia de los hombres se pueda
justificar como formando parte de un plan divino benevolente.
El siglo XX
Las
guerras a una escala sin precedentes en la historia y las persecuciones
desencadenadas en el siglo XX socavaron la creencia secular en el progreso
inevitable y confrontaron de nuevo a filósofos y teólogos con el problema del
mal. En concreto, la cuestión de si el sufrimiento extremo puede ser
justificado desde presupuestos teológicos se planteó con respecto al holocausto. Algunos han especulado sobre
la ausencia de Dios; otros han vuelto a retomar la idea del Libro de Job sobre
el misterio de los caminos de Dios. El problema del mal ha vuelto así a ser una
preocupación mayor en la teología contemporánea.
Modernismo
(teología y filosofía)
En
teología y filosofía, los intentos de un grupo de
científicos y eclesiásticos para reinterpretar la doctrina cristiana en los
términos del pensamiento científico del siglo XIX. Esos intentos, aunque no
constituían un sistema único, fueron tratados en bloque y llamados modernismo
por el Papa Pío X
en 1907.
Modernismo y catolicismo
Los
modernistas de la Iglesia católica
tendían a negar el valor objetivo de las creencias tradicionales y a considerar
determinados dogmas
de la Iglesia como simbólicos más que como verdades literales. Entre las más
importantes figuras de este grupo se encuentran el teólogo irlandés George
Tyrrell, el teólogo británico (de familia austriaca) barón Friedrich von Hügel, y el teólogo y orientalista
francés Alfred Loisy. Obras como Vida de
Jesús (1863), del filólogo e historiador francés Ernest Renan, ayudaron a
mitigar la autoridad de las enseñanzas de la Iglesia del cristianismo originario.
El
modernismo en Europa fue también causa de controversia política. Aquéllos que
defendían las opiniones tradicionales sobre la Iglesia y el Estado se oponían a
los modernistas y a su deseo de reformas sociales. Dentro de la Iglesia
católica se atacó la centralización organizativa desde Roma y la influencia de
la Curia papal. La disciplina de la Iglesia sobre el clero fue cuestionada con
gran dureza. Quizás lo más notable fue la petición de los eruditos de trabajar
y publicar sin la supervisión de las autoridades eclesiásticas.
La
censura del movimiento alcanzó su máximo auge en 1907. El 3 de julio de ese
año, un decreto, Lamentabili sane
(‘Con resultados lamentables’) fue publicado por el Santo Oficio con la
aprobación de Pío X. Enumeraba y condenaba como heréticas, falsas, temerarias,
audaces y ofensivas 65 propuestas, 38 de las cuales se referían a la crítica
bíblica y el resto al modernismo. El 8 de septiembre del mismo año, el papa
publicó una encíclica,
Pascendi dominici gregis (‘De las
obligaciones principales’). El modernismo, se afirma en el texto, es una
síntesis de todas las herejías, “una alianza entre la fe y la falsa filosofía”,
resultado de la curiosidad y el “orgullo, que despierta el espíritu de la
desobediencia y demanda un compromiso entre la autoridad y la libertad”. Pío X
concluía su ataque al movimiento el 1 de septiembre de 1910, en un motu propio (mensaje que sólo puede
elaborarse por exclusiva iniciativa papal) denominado Sacrorum antistitum (‘De los obispos sagrados’). Sancionaba todos
los artículos de fe católicos y disentía de todos los dogmas condenados por la
Iglesia de Roma en cualquier época. En el mismo escrito, se exigía un juramento
antimodernista a todos los clérigos de la Iglesia católica.
Modernismo y protestantismo
También
se había desarrollado un movimiento similar entre los protestantes. Si se
aceptaban los hallazgos históricos de los estudiosos bíblicos y la llamada
crítica superior, se planteaban cuestiones que no podían ser contestadas en los
mismos términos de las creencias tradicionales. La importancia filosófica de la
Ilustración, a finales del siglo XVIII, y
la revisión contemporánea de los orígenes de la expresión religiosa personal
añadieron fuerza a tales materias. Destacados entre los modernistas
protestantes fueron los teólogos alemanes Friedrich Schleiermacher y Albrecht
Ritschl.
Estos
grupos protestantes trataban de encontrar nuevas interpretaciones acerca de la
experiencia religiosa y un entendimiento de la historia que pudiera adaptar las
implicaciones de la teoría de la evolución
y los descubrimientos en psicología, arqueología e historia antigua. En gran
parte, negaron la inspiración literaria de la Biblia y la historicidad del
Jesucristo de los Evangelios
(véase Ciencia bíblica). Insistieron en
comportamientos éticos y morales, más que en la adhesión a credos formalizados
y sistemáticos, como esencia de la vida cristiana. Implantaron y recondujeron
las actividades de los oficiantes religiosos hacia áreas sociales lejanas de la
esfera académica y teórica.
11.-Naturalismo
(filosofía)
En
la filosofía occidental,
movimiento que afirma que la naturaleza constituye el conjunto de la realidad y
puede ser comprendida tan sólo a través de la investigación científica. Negando
la existencia de lo supranatural y restándole importancia a la metafísica, o al estudio de la naturaleza
última de la realidad, el naturalismo afirma que las relaciones de causa-efecto
(como en física y en química) son suficientes para explicar todos los
fenómenos. Las concepciones teológicas que sugieren intención y necesidad
metafísica en la naturaleza, aunque no por ello deban ser invalidadas, no son
tenidas en consideración. La implicación ética, ya que esta doctrina niega cualquier
trascendencia o destino supranatural para la humanidad, es que los valores
deben encontrarse dentro del ámbito social. Es imposible determinar, por tanto,
qué es mejor en un contexto último, porque lo último está más allá del
descubrimiento humano. Los valores, por tanto, son relativos y la ética se basa en costumbres,
inclinaciones o en alguna forma de utilitarismo,
doctrina según la cual lo útil es bueno.
El
naturalismo está enraizado con el empirismo
británico, según el cual todo conocimiento se deriva de la experiencia, y con
el positivismo europeo, doctrina que niega
validez a la especulación metafísica. Alcanzó su apogeo en las obras de los
filósofos Jorge Ruiz de Santayana,
John Dewey y sus seguidores.
12.-Nombre
(filosofía)
En
la filosofía antigua, un sonido que tiene un significado determinado otorgado
por convención. La filosofía escolástica medieval elaboró múltiples teorías
para analizar los diferentes modos de significar que el nombre podía poseer y
propuso diferentes clasificaciones de los nombres. La filosofía contemporánea
ha dedicado una especial atención al problema de los nombres. Edmund Husserl distinguió entre nombrar y
enunciar. Gottlob Frege
indicó que los nombres propios tienen un sentido y designan una referencia,
inaugurando un análisis del concepto de nombre que tiene gran influencia en la lógica y filosofía actuales. En un sentido
diferente, Bertrand Russell
(y, en cierta medida, Ludwig Wittgenstein)
señaló que la significación de los nombres (excepto los nombres propios) está
formada por el objeto que éstos nombran. En una de las más recientes
discusiones sobre el problema de los nombres, Kripke ha afirmado que nombrar
algo equivale a fijar la referencia de aquello que se nombra.
13.-Postulado
(filosofía)
Proposición que no es evidente por sí misma
y que no tiene una aceptación universal. Por lo tanto, un postulado se
diferencia de un axioma,
que es una proposición universalmente admitida. La formulación clásica del
concepto de postulado se encuentra en los Elementos
de Euclides, para quien un postulado es una proposición fundamental de un
sistema deductivo que no es evidente por sí misma, pero que tampoco puede ser
demostrada. Los postulados suelen ser las proposiciones iniciales de una
ciencia determinada, mientras que los axiomas son las proposiciones iniciales
de un sistema deductivo, a partir de las cuales pueden derivarse otras
proposiciones. Actualmente hay una creciente tendencia a emplear
indistintamente axioma y postulado.
14.-Predicado
(filosofía)
Concepto
que designa todo aquello que se enuncia o predica de un sujeto determinado en
un juicio. Junto con el sujeto,
constituye la llamada ‘materia’ de un juicio o proposición. Algunas veces se confunde
predicado con atributo; sin embargo, el predicado posee una connotación lógica,
mientras que el atributo tiene implicaciones de tipo ontológico, pues designa
determinadas propiedades que son propias de un ente. Es posible distinguir entre
distintos tipos de predicación, según la extensión (universal o particular) o
la comprensión (afirmativa o negativa) del predicado. La lógica formal ha desarrollado un
‘cálculo de predicados’, en el que se da una especial importancia a la
cuantificación llamada de ‘segundo orden’ (ya que la cuantificación de primer
orden es aquella en la que se cuantifican individuos y no predicados de
individuos).
15.-Proceso
(filosofía)
Concepto
que designa el devenir
o cambio como elemento fundamental de la realidad, y se opone a todo concepto
de ser estático o a una sustancia fija
y determinada. A veces, se identifica con flujo, procesión, corriente. El
concepto de proceso como cambio y devenir ha tenido una destacada presencia en
la historia de la filosofía, desde Heráclito
hasta Hegel. En el siglo XX, cabe destacar
las aportaciones de Henri Bergson
y William James, para
quienes la idea de una duración temporal o de un flujo de conciencia son
fundamentales. Sin embargo, fue el filósofo británico Alfred North Whitehead quien diseñó una filosofía del
proceso en su obra fundamental Proceso y
realidad: ensayo en cosmología (1929). Para Whitehead, la realidad
fundamental es un proceso del que las entidades particulares son concreciones
realizadas en forma determinada. En las actuales filosofías del proceso es
necesario distinguir la gran importancia concedida al concepto de novedad, ya
que todo verdadero proceso produce cambios y novedades sin las que no es
posible hablar de un proceso verdadero.
16.-Proposición
(filosofía)
Enunciado en el que se afirma algo, que
puede ser verdadero o falso. Suele ser la expresión de un juicio y, por lo tanto, todo lo que se
considera en un juicio tiene su reflejo en la proposición. Muchas veces se
emplea ‘proposición’ en el mismo sentido que ‘enunciado’. Según la definición
clásica de Aristóteles,
una proposición es un discurso enunciativo que expresa un juicio y posee un
significado que es verdadero o falso. La lógica
se encarga de analizar la estructura y el valor de verdad de las proposiciones,
así como su clasificación. Mientras que en la lógica clásica se afirma que la
proposición (como el juicio) se compone de sujeto, verbo o cópula y predicado,
la lógica formal moderna afirma que la proposición se compone de un ‘argumento’
(sujeto) y un ‘predicado’ (verbo). En lógica simbólica, el cálculo de
proposiciones analiza la estructura formal de las proposiciones y el valor de
verdad que éstas poseen.
17.-Realismo
(filosofía)
En
filosofía, término utilizado para dos
orientaciones doctrinales distintas de la epistemología.
En
la filosofía moderna, el término realismo se aplica a la doctrina que
manifiesta que los objetos comunes percibidos por los sentidos, como mesas y
sillas, tienen una existencia independiente del propio ser percibido. En este
sentido, es contrario al idealismo
de filósofos como George Berkeley
o Immanuel Kant. En su
forma extrema, llamado a veces realismo ingenuo, se piensa que las cosas
percibidas por los sentidos son en rigor lo que parecen ser. En versiones más
complejas, a veces denominadas como realismo crítico, se da alguna explicación
de la relación entre el objeto y el observador que tiene en cuenta la
posibilidad de que tengan lugar ilusiones, alucinaciones y otros errores de la
percepción.
En
la filosofía medieval, el término realismo hacía referencia a una posición que
consideraba las formas platónicas, o conceptos universales, como reales. Esta
posición se llama ahora realismo platónico. En la filosofía de Platón, un nombre común, como cama, se
refiere a la naturaleza ideal del objeto, sugerida por su definición, y esta
naturaleza ideal tiene una existencia metafísica independiente de los objetos
particulares de esta clase. Así, la circularidad existe aparte de los círculos
particulares, la justicia, independientemente de los individuos o Estados
justos particulares, y la idea de cama, independientemente de las camas
particulares. En la edad media,
esta posición fue defendida frente el nominalismo,
que negaba la existencia de tales universales. Los nominalistas afirmaban que
los muchos objetos llamados por un único nombre no comparten nada sino sólo
dicho nombre. El término medio entre estas dos posiciones incluía el realismo
moderado, que afirmaba que los universales existen en los objetos del mismo
tipo pero no independientes de ellos, y el conceptualismo, que mantenía que los
universales podrían existir con independencia de los objetos de un tipo
particular, pero sólo como una idea de la mente, no como una entidad metafísica
que existe en sí misma.
18.-Relativismo (filosofía)
Término
que posee distintos significados en diferentes ramas de la filosofía. En teoría del conocimiento, se
entiende por relativismo la imposibilidad de que existan verdades absolutas; al
no existir éstas, sólo se puede conocer en forma relativa al contexto y
circunstancia de esas verdades. En ética,
el relativismo supone que no es posible considerar algo que sea bueno o malo
absolutamente; es decir, que no hay referencias absolutas para la bondad o la
maldad: éstas siempre dependen de determinadas circunstancias de la acción.
Muchas veces se ha identificado relativismo con escepticismo, aun cuando semejante
equiparación no es precisa, ya que el relativismo no plantea una postura tan
radical como el escepticismo.
19.-Representación
(filosofía)
En
teoría del conocimiento, imagen, idea, noción o pensamiento que se forma en el
psiquismo y está presente, de un modo consciente, al espíritu. Puede ser de
tipos muy diferentes: captación intelectual de un objeto presente, reproducción
intelectual de situaciones pasadas, anticipación de acontecimientos futuros,
unión de diferentes contenidos (como ocurre en la fantasía o en la
imaginación). La filosofía escolástica distinguió tipos y relaciones de
representaciones, elaborando prolijas clasificaciones de las mismas. Immanuel Kant empleó el término
‘representación’ para referirse a un acto de experiencia mental, que posee un
carácter epistemológico y puede ser analizado en cuanto tal.
20.-Ser
(filosofía)
Concepto
fundamental en metafísica,
que se emplea con un sentido técnico y ha recibido multitud de acepciones a lo
largo de la historia de la filosofía.
Para Aristóteles, el ser es aquello más común y
general que comparten todas las entidades y cuyos rasgos son universales. Según
Aristóteles, el análisis de lo que sea el ser constituye la ocupación central
de la filosofía. El objeto de la filosofía (y, en particular, de la metafísica)
es, precisamente, analizar el ser. Debe distinguirse del carácter concreto que
poseen las entidades, así como de la existencia,
ya que el ser es más que la existencia. Parménides
planteó que uno de los rasgos esenciales del ser es la identidad. Sin embargo, otros autores
(como Hegel) han destacado el valor del
cambio y del devenir
como un componente esencial del ser. Sin embargo, la reciente crítica a la
metafísica clásica hace del ser un concepto lingüístico o una idea de carácter
regulativo que permite realizar ciertos análisis ontológicos, pero que no
designa una realidad determinada.
21.-Verificación
(filosofía)
Acción
o procedimiento para comprobar si un enunciado
acerca de una cosa o realidad es verdadero o falso. La verificación supone
confrontar con los hechos la verdad de una hipótesis, una proposición o un argumento. La verificación puede hacerse
de modos diferentes. Por un lado, la verificación empírica consiste en
demostrar la validez de determinadas hipótesis confrontando con la experiencia
las deducciones que pueden derivarse de esa hipótesis. También es posible
realizar una verificación formal, analizando la estructura formal de un
argumento. Sin embargo, en su sentido más empleado, verificación hace referencia
a la confrontación empírica de una proposición o teoría. Para los
neopositivistas del Círculo de Viena, una proposición no es nunca verdadera si
no puede ser verificada. Debe señalarse que el análisis del llamado ‘principio
de verificación’ ha originado importantes discusiones en la filosofía
contemporánea.
22.-Voluntad
(psicología y filosofía)
En
filosofía y psicología, capacidad de elegir entre
caminos distintos de acción y actuar según la elección tomada, en concreto
cuando la acción está dirigida hacia un fin específico o se inspira por ideales
determinados y principios de conducta. La conducta de voluntad contrasta con la
conducta derivada del instinto,
impulso, reflejo
o hábito, ninguna de las cuales implica
una elección consciente entre distintas alternativas.
Enfoques filosóficos
Hasta
el siglo XX, la mayoría de los filósofos concebían la voluntad como una
facultad distinta con la que toda persona nacía. Discrepaban, sin embargo,
sobre el papel de esta facultad en la composición de la personalidad. Para una
escuela de filósofos, notablemente representados por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, una voluntad universal es la
realidad esencial y la voluntad de los individuos forma parte de ella. En su
visión, la voluntad domina todos los demás aspectos de la personalidad del
individuo: conocimiento, sentimientos y dirección en la vida. Una forma
contemporánea de la teoría de Schopenhauer se halla implícita en algunas clases
de existencialismo, como el
enfoque existencialista expuesto por el filósofo francés Jean-Paul Sartre, quien considera la
personalidad como el producto de opciones, y los actos como demostraciones de
la voluntad encaminadas a conferir sentido al universo.
Otros
filósofos han estimado la voluntad como similar o secundaria a otros aspectos
de la personalidad. Platón
creía que la psique se dividía en tres partes: razón, voluntad y deseo. Para
filósofos racionalistas, como Aristóteles,
santo Tomás de Aquino
y René Descartes, la
voluntad es el agente del alma racional que gobierna los apetitos puramente
animales y las pasiones. Algunos filósofos empíricos, como David Hume, no cuentan con la importancia
de las influencias racionales en la voluntad; consideran la voluntad dirigida
sobre todo por la emoción. Filósofos evolucionistas como Herbert Spencer y pensadores pragmáticos como John Dewey, conciben la voluntad no como
una facultad innata sino como el producto de la experiencia que evoluciona de
una forma gradual como las ideas y la personalidad individual en la interacción
social.
Enfoques psicológicos
Los
psicólogos actuales tienden a aceptar la teoría pragmática de la voluntad.
Consideran la voluntad como un aspecto o cualidad de la conducta, más que como
una facultad diferenciada: es la persona la que dispone. Este acto de voluntad
se manifiesta: primero, en la fijación del interés sobre metas más o menos
distantes y modelos y principios de conducta abstractos hasta cierto punto; en
segundo lugar, al ponderar vías alternativas de acción y efectuar acciones
deliberadas que parecen mejor calculadas para servir a principios y metas
específicos; tercero, en la inhibición de impulsos y hábitos que pudieran
distraer la atención, o entrar en conflicto con un principio o un fin, y, por
último, en la perseverancia frente a obstáculos y frustraciones en la
persecución de metas y en la adhesión a principios establecidos previamente.
Entre
los defectos comunes que pueden conducir a la debilidad de la voluntad figuran
la ausencia de objetivos que exijan esfuerzo o de ideales y modelos de conducta
que merezcan ser considerados, atención vacilante, incapacidad para resistir
los impulsos o romper hábitos, y la incapacidad para decidir entre alternativas
o asumir una decisión, una vez tomada.
23.-Libre
albedrío
Poder
o capacidad del individuo para elegir una línea de acción o tomar una decisión
sin estar sujeto a limitaciones impuestas por causas antecedentes, por la
necesidad, o por la predeterminación divina. Un acto libre por entero es en sí
mismo una causa y no un efecto; está fuera de la secuencia causal o de la ley
de la causalidad. La cuestión de la capacidad
del ser humano para determinar sus acciones es importante en la filosofía occidental, en particular en la metafísica en la ética, así como en la teología. Por lo general, la doctrina extrema
en la que se afirma la libertad de la voluntad se llama libertarismo; su
opuesta, determinismo,
es aquella donde la acción humana no se dispone con autonomía, sino que más
bien es el resultado de influencias tales como las pasiones, los deseos, las
condiciones físicas y las circunstancias externas fuera del control del
individuo.
Enfoques filosóficos
La
libertad de la voluntad ha sido una preocupación comprensible entre las
reflexiones de los metafísicos, quienes intentan formular teorías que expliquen
la naturaleza de la realidad última, universal, y la relación de los seres
humanos con el universo. Algunos metafísicos mantenían que si el universo es
racional debe basarse en una secuencia de causa y efecto: toda acción, o
efecto, debe estar precedida por una causa y formar parte de una cadena
ininterrumpida de causalidad que se prolonga hacia atrás hasta la causa
primera, es decir Dios,
o la divinidad. Un acto de libre albedrío absoluto por parte de una persona o
un animal es, sin embargo, un acto inmotivado que se encuentra fuera de la
cadena causal; aceptar la posibilidad de un acto de esta naturaleza niega el
orden divino, racional, y hace que el universo parezca irracional. Vista de esa
forma, esta cuestión nunca se ha resuelto de un modo satisfactorio. Durante la edad media, el carácter inexplicable del
libre albedrío llevó a intensos debates entre los filósofos religiosos y al
famoso dilema conocido como el asno de Buridan, a menudo atribuido, quizás sin
mucha fortuna a Jean Buridan.
La
validez del libre albedrío ha sido también objeto de un debate considerable
entre los filósofos éticos. Podría parecer que un sistema de ética debe
implicar libre albedrío, pues la negación de la capacidad para elegir una línea
de acción negaría la posibilidad de establecer un juicio moral. Una persona sin
juicio moral no es responsable de sus actos. En un intento por resolver este
problema, los filósofos éticos han adoptado una gran variedad de posiciones,
que oscilan entre el determinismo más absoluto y el libertarismo total. Sócrates y Platón mantenían que la gente puede
disponer sus propias acciones, pero que tan sólo aquéllas que estuvieran de
acuerdo con el bien o la armonía del todo, eran en verdad libres. Así, sólo un
acto juicioso es libre. Baruch Spinoza,
el filósofo holandés, reinterpretó el libre albedrío como la autodeterminación,
es decir, la medida en que a una persona se adapta a la naturaleza de Dios y a
la propia naturaleza del mundo. Immanuel Kant,
el filósofo alemán, creía que la persona debía ser libre porque la libertad es
un postulado necesario de la conciencia moral; el imperativo categórico kantiano está más allá de
cualquier análisis teórico. La opinión filosófica predominante ha sido que
existe una autodeterminación parcial y que, a pesar de que otras muchas
consideraciones además de la voluntad están involucradas en la formación de los
juicios morales, en ciertas circunstancias permanece, aunque pequeño, un núcleo
de decisión creadora.
Enfoques teológicos
El
libre albedrío es importante en el ámbito teológico. Uno de los dogmas básicos
de la teología cristiana tradicional es que Dios es omnisciente y omnipotente,
y que todo acto humano está predeterminado por Dios. La doctrina de la predestinación, la réplica teológica al
determinismo, impide en teoría la existencia del libre albedrío. Ya que la
moral, el deber y la evitación del pecado son también elementos básicos en la
enseñanza cristiana, ¿cómo, se pregunta la teología, puede la gente ser
responsable en el plano moral una vez que se acepta la predestinación? Se han
hecho muchos intentos por los teólogos para explicar esta paradoja. San Agustín, el principal Padre y Doctor de
la Iglesia creía con firmeza en la predestinación; sostenía que sólo los
elegidos por Dios alcanzarían la salvación; nadie sabe, sin embargo, quién está
entre los elegidos, y por tanto todo lleva al temor de Dios, a la vida
religiosa. La libertad, para él, era el don de la gracia divina. A esto se
opuso el monje británico Pelagio y en especial los seguidores de su doctrina,
el pelagianismo, para los
que el pecado de Adán concernía exclusivamente a Adán, y no a la especie humana
en su totalidad, y que todo el mundo, aunque ayudado por la gracia divina para
alcanzar la salvación, tiene libertad completa en su voluntad para elegir o
rechazar el camino hacia Dios. Más tarde, los teólogos católicos fijaron la
doctrina de la gracia previa para explicar el libre albedrío; de acuerdo con
esta interpretación, Dios concedía a determinadas personas la gracia para
actuar por sí mismos, dentro de un estado de gracia.
Durante
la Reforma, la cuestión del libre albedrío
se convirtió en campo de batalla religioso. Muchas sectas protestantes, en
particular las calvinistas pusieron de relieve la doctrina agustina de la
predestinación y la total exclusión del libre albedrío. La predestinación
calvinista fue considerada una herejía por la Iglesia católica, y el Concilio
de Trento, en el siglo XVI,
condenó a todos los que rechazaban el libre albedrío. El problema no estaba
resuelto todavía. El prelado francés católico Jacques Bénigne Bossuet ofreció aun otro enfoque, que
llegó a ser muy apreciado; afirmaba que el libre albedrío y la presciencia
divina son verdades seguras que deben aceptarse aunque no estén relacionadas en
un orden lógico.
Posiciones generales
Los
psicólogos no hallaron un procedimiento para explicar de un modo fácil el libre
albedrío; su método de causalidad científica implica determinismo. Los
filósofos racionalistas de los siglos XVII y XVIII, que eran, hasta
cierto punto, psicólogos, intentaron establecer leyes mecanicistas que incluían
el fenómeno mental como si de un fenómeno físico se tratara, tal como ocurre
con la gravedad; el libre albedrío, siendo anárquico por definición, no podía
ajustarse a un sistema normativo. En el siglo XX,
ciertos psicólogos, en especial los defensores del existencialismo, han reconocido el elemento de
espontaneidad en la mente humana que se admite para situarse más allá de
cualquier ley científica. Esta espontaneidad puede interpretarse como libre
albedrío, o por lo menos, como una medida de autodeterminación que las personas
sienten poseer y por la cual actúan y formulan juicios morales.
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