miércoles, 7 de agosto de 2013

Términos filosóficos: los términos más empleados en el quehacer filosófico

1.-Accidente (filosofía)
Concepto filosófico, cuya primera definición fue hecha por Aristóteles, que designa aquello que pertenece a una cosa, pero no de un modo necesario y constante. De hecho, si un accidente desaparece no queda afectada la identidad o modo de ser de aquello a lo que pertenece. En cierto sentido, accidente se opone a sustancia, término que designa aquello que una cosa es necesariamente. De ahí que se emplee el término ‘accidental’ como contrario a ‘sustancial’. En filosofía pueden distinguirse dos usos fundamentales del concepto de accidente: el lógico y el ontológico. En lógica, un accidente es uno de los géneros supremos de las cosas (junto a la sustancia). En ontología, un accidente significa el modo en el que un ser determinado desarrolla una existencia concreta. Los filósofos Porfirio y Boecio desarrollaron una teoría de los accidentes que tuvo gran influencia en la filosofía medieval.


2.-Categoría (filosofía)
Concepto cuya primera definición, en un sentido filosófico técnico, fue hecha por Aristóteles. Según afirmaba en su tratado lógico De las categorías, una categoría es un predicado que puede ser aplicado a todo objeto: no afirma ni niega nada y sólo tiene sentido cuando se aplica a un objeto determinado. Aristóteles distinguió las siguientes categorías: sustancia, cantidad, calidad, relación, lugar, tiempo, situación, posesión, acción y pasión. Algunos filósofos griegos posteriores, como los estoicos o Plotino, modificaron la lista aristotélica de categorías, pero no su concepto. Immanuel Kant empleó, en Crítica de la razón pura (1781), un concepto de categoría similar al de Aristóteles, aunque pensaba que la categoría no corresponde tanto a un objeto, sino al modo en que ese objeto puede conocerse. Algunos filósofos modernos, como Nicolai Hartmann, piensan que una teoría filosófica debe desarrollar un análisis de las categorías.
3.-Esencia (filosofía)
 Concepto filosófico que designa aquello que hace que una cosa sea tal cosa. Suele oponerse a accidente, con lo que el calificativo ‘esencial’ se contrapone a ‘accidental’. El estudio de la esencia ha sido una constante en la historia de la filosofía. Platón inició este análisis afirmando que la esencia de la realidad es su idea. Aristóteles diseñó el concepto de ‘ousía’ para designar la esencia de una realidad y que no es sino la naturaleza de esa cosa o entidad. La descripción aristotélica influyó en toda la filosofía medieval y desembocó en la llamada ‘disputa de los universales’. Muchos de los grandes autores como David Hume, Immanuel Kant o Hegel propusieron diferentes consideraciones, muchas veces críticas, respecto a la posibilidad de conocer la esencia de las cosas. La filosofía existencialista plantea que la misma esencia del ser humano es su propia existencia.


4.-Especie (filosofía)
Concepto filosófico que tiene una acepción lógica y una acepción metafísica. En su sentido lógico, designa la clase lógica que reúne a un conjunto de individuos y forma parte de un género. En su sentido metafísico, la especie es considerada un universal. Aristóteles analizó el concepto de especie en su tratado De las categorías, afirmando que la especie se relaciona con el género mediante la aplicación de una diferencia. Siguiendo los análisis aristotélicos, Porfirio elaboró una compleja clasificación de jerarquía ontológica (denominada ‘árbol de Porfirio’) de los diferentes tipos de especies y géneros, que tuvo una amplia repercusión en el pensamiento posterior.


5.-Procesualismo o Filosofía del proceso
Visión especulativa del mundo que afirma que la realidad básica está en constante proceso de flujo y cambio. De hecho, la realidad se identifica con un proceso puro. Conceptos como creatividad, libertad, innovación, emergencia y crecimiento son categorías explicativas fundamentales de la filosofía del proceso. Esta perspectiva metafísica se contrasta con una filosofía de la sustancia, la idea de que una realidad permanente y fija está por debajo del mundo cambiante y fluctuante de la experiencia común. Mientras que la filosofía de la sustancia recalca el ser estático, la filosofía del proceso acentúa el devenir dinámico.
Aunque la filosofía del proceso es tan antigua como el filósofo griego del siglo VI a.C. Heráclito, se renovó el interés por ella en el siglo XIX con la teoría de la evolución. Figuras claves en el desarrollo de la moderna filosofía del proceso fueron los británicos Herbert Spencer, Samuel Alexander y Alfred North Whitehead, los estadounidenses Charles Sanders Peirce y William James, y los franceses Henri Bergson y el teólogo Pierre Teilhard de Chardin. Progreso y Realidad: Un ensayo sobre Cosmología (1929) de Whitehead está considerado como la expresión sistemática más importante de la filosofía del proceso.
La teología contemporánea ha recibido una influencia muy intensa de las doctrinas relacionadas con la filosofía del proceso. El teólogo estadounidense Charles Hartshorne, por ejemplo, más que interpretar a Dios como un absoluto inmutable, recalca la relación sensible y solícita de Dios con el mundo. Un dios personal que entra en las relaciones de tal manera que Él resulta influido por las relaciones, y resultar influido por las relaciones es cambiar. Así, Dios también está en el proceso de crecimiento y desarrollo. Importantes contribuciones a la teología del proceso han sido elaboradas por teólogos como William Temple, Daniel Day Williams, Schubert Ogden y John Cobb, hijo.



6.-Forma (filosofía)
 En metafísica, figura interna que puede captar la mente y que no se identifica con la forma exterior de un objeto. Aristóteles desarrolló una influyente teoría metafísica de la materia y la forma, para explicar el cambio. Según Aristóteles, toda entidad se compone de materia y forma; la forma es aquello que determina y precisa la materia de la que está formada un objeto determinado, y siempre debe entenderse en relación con la materia. Así, cuando se produce un cambio, es posible que éste afecte a la materia (cambio material) o sólo a la forma (cambio formal), que es menos radical. En cierto sentido, pues, la forma es el principio de individuación de una entidad. En lógica, se entiende por ‘forma de un juicio’ aquel aspecto del juicio que no cambia o es constante, con independencia del contenido que se exprese en dicho juicio. De hecho, la lógica formal analiza la validez de los juicios y proposiciones con independencia de su contenido material.

Género (filosofía),
Concepto filosófico empleado en lógica y metafísica. En lógica, un género es una clase lógica que engloba distintas especies, y es más general que el concepto de especie. Cuando un género engloba a todas las especies, se habla de ‘género supremo’. Tal es el caso del ser o la sustancia, que engloban a todos los géneros de lo existente. En la lógica clásica, el género se usa siempre en combinación con la llamada ‘diferencia específica’ o propia, que permite particularizar la generalidad del género. Platón identificaba los géneros como ideas y Aristóteles consideraba el género como un atributo fundamental que puede ser aplicado a varias entidades que mantienen diferencias entre sí. Los autores escolásticos desarrollaron diferentes clasificaciones de géneros y discutieron acerca de su particularidad, siguiendo las clasificaciones de Aristóteles y Porfirio.

7.-Imperativo (filosofía)
Enunciado que expresa un mandato o una orden. Toma siempre una forma del tipo “debe hacerse algo” y es muy empleado en ética y en los análisis de la filosofía moral. En realidad, un imperativo es una forma especial de enunciado prescriptivo, que indica la necesidad de hacer algo o de llevar a cabo determinada acción. Immanuel Kant realizó importantes análisis del significado del imperativo en su Crítica de la razón práctica (1788). En esta obra, Kant distinguió entre imperativos singulares e imperativos universales; aquéllos son hipotéticos y siempre parecen sujetos al cumplimiento de determinada condición; por el contrario, los imperativos universales deben cumplirse siempre con independencia de cualquier situación. Kant pensaba que la acción moral debía fundarse en un imperativo categórico, que pudiera servir siempre. Este tipo de imperativo tenía la siguiente formulación: “Obra como si la máxima de tu acción pudiera ser erigida, por tu voluntad, en ley universal de la naturaleza”.

8.-Inducción (filosofía)
En el campo de la lógica, proceso en el que se razona desde lo particular hasta lo general, al contrario que con la deducción. La base de la inducción es la suposición de que si algo es cierto en algunas ocasiones también lo es en situaciones similares aunque no se hayan observado. La probabilidad de acierto depende del número de fenómenos observados. Una de las formas más simples de inducción aparece al interpretar las encuestas de opinión, en las que las respuestas dadas por una pequeña parte de la población total se proyectan para todo un país. El razonamiento inductivo fue desarrollado por varios filósofos, desde Francis Bacon hasta David Hume, John Stuart Mill y Charles Sanders Peirce.

9.-Juicio (filosofía)
Operación mental por la que se piensa y/o se expresa un enunciado que consiste en la afirmación o negación de un predicado respecto a un sujeto. En un juicio se realiza una síntesis entre un sujeto y lo que se afirma o se niega de él. Asimismo, puede considerarse que un juicio es la facultad de juzgar o el resultado de la facultad de juzgar. Uno de los rasgos fundamentales de un juicio es que éste puede ser verdadero o falso; es decir, cuando se encuentra bien formulado posee un determinado valor de verdad o falsedad. Tres son los elementos fundamentales de un juicio: un sujeto(S); el predicado(P), que es lo que se afirma o niega del sujeto; y la cópula, que expresa la afirmación o la negación del predicado respecto al sujeto. Existen muchas clasificaciones de los juicios, que pueden hacerse según la cualidad (afirmativos, negativos, indefinidos) o la cantidad (universal, particular, singular); pero asimismo es posible distinguir juicios analíticos o sintéticos, a priori o a posteriori y otros. La lógica formal estudia la estructura de los juicios con independencia de su contenido y permite analizar las reglas de su formulación.


10.-Mal (filosofía)
Lo que es malo en el orden ético-moral, lo que causa daño, sufrimiento o miseria. En teología, el problema del mal surge si se acepta que existe un universo gobernado por un ser supremo que es a la vez bueno y todopoderoso. En una formulación del problema atribuida al filósofo griego Epicuro, o bien Dios puede impedir el mal y no lo hace (con lo que no es bueno) o bien quiere impedirlo y no puede (y por lo tanto no es todopoderoso).
Soluciones religiosas tradicionales
El problema del mal ha sido una preocupación central de los filósofos y de todas las grandes religiones. Algunas de las soluciones propuestas se han basado en negar o bien la existencia del mal o bien la de un Dios todopoderoso. En las enseñanzas hindúes, por ejemplo, el mal no tiene presencia real, y forma parte del mundo ilusorio de los fenómenos. En la antigua religión persa del zoroastrismo y la secta de Oriente Próximo conocida como maniqueísmo, el mal se atribuye a la existencia de una deidad perversa, contra la que tiene que luchar la deidad buena. En el Libro de Job, por otra parte, los que consolaron a Job ofrecieron explicaciones poco claras del inmerecido sufrimiento de éste, la demanda de una explicación es presentada como presuntuosa y el escritor bíblico sugiere que los caminos de Dios son insondables y están más allá del entendimiento humano.
San Agustín
Conforme la teología cristiana empezó a emerger en los siglos III y IV, el problema del mal se agravó porque el cristianismo estaba comprometido con la idea de la existencia de un Dios todopoderoso y benevolente, pero conocía al mismo tiempo la existencia cierta del mal. A finales del siglo IV san Agustín formuló una solución que ha tenido la mayor influencia en los pensadores cristianos posteriores. De joven, san Agustín había aceptado la teología dualista del maniqueísmo. La influencia del neoplatonismo le preparó para su conversión al cristianismo y su reconciliación teológica de la creencia cristiana en un Dios benevolente, creador de todo lo que existe, con la creciente presencia del mal en el mundo. Según san Agustín, el mal no fue creado por Dios, cuya obra es buena en un sentido absoluto. El mal es la privación o ausencia de lo bueno, de la misma forma que la oscuridad es la ausencia de la luz. Es posible, sin embargo, que algo creado bueno pierda parte de su bondad, que se vuelva corrupto, pues el mal se impone en silencio cuando las criaturas dotadas del libre albedrío —los ángeles, esos espíritus menores como los demonios, y los seres humanos— se alejan de las cosas buenas más elevadas o más completas, y eligen las menores o parciales. Además, según san Agustín lo que al principio parece ser malo puede resultar bueno en el contexto de la eternidad. Desde la perspectiva eterna de Dios, todo es bueno.
Razonamientos posteriores
Las ideas de san Agustín influyeron mucho a los teólogos católicos posteriores, como santo Tomás de Aquino y los teólogos protestantes de la Reforma, en especial a Juan Calvino. En el siglo XVII, el filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz afirmó que el poder de la creación de Dios se limitaba a mundos lógicamente posibles, y que el mal es una parte necesaria del “mejor de todos los mundos posibles”. Durante el Siglo de las Luces estas manifestaciones recibieron las críticas de los escépticos. Tanto el filósofo francés Voltaire como el británico David Hume rechazaron la idea de que tanta cantidad de pena y sufrimiento en la existencia de los hombres se pueda justificar como formando parte de un plan divino benevolente.
El siglo XX
Las guerras a una escala sin precedentes en la historia y las persecuciones desencadenadas en el siglo XX socavaron la creencia secular en el progreso inevitable y confrontaron de nuevo a filósofos y teólogos con el problema del mal. En concreto, la cuestión de si el sufrimiento extremo puede ser justificado desde presupuestos teológicos se planteó con respecto al holocausto. Algunos han especulado sobre la ausencia de Dios; otros han vuelto a retomar la idea del Libro de Job sobre el misterio de los caminos de Dios. El problema del mal ha vuelto así a ser una preocupación mayor en la teología contemporánea.
Modernismo (teología y filosofía)
En teología y filosofía, los intentos de un grupo de científicos y eclesiásticos para reinterpretar la doctrina cristiana en los términos del pensamiento científico del siglo XIX. Esos intentos, aunque no constituían un sistema único, fueron tratados en bloque y llamados modernismo por el Papa Pío X en 1907.
Modernismo y catolicismo
Los modernistas de la Iglesia católica tendían a negar el valor objetivo de las creencias tradicionales y a considerar determinados dogmas de la Iglesia como simbólicos más que como verdades literales. Entre las más importantes figuras de este grupo se encuentran el teólogo irlandés George Tyrrell, el teólogo británico (de familia austriaca) barón Friedrich von Hügel, y el teólogo y orientalista francés Alfred Loisy. Obras como Vida de Jesús (1863), del filólogo e historiador francés Ernest Renan, ayudaron a mitigar la autoridad de las enseñanzas de la Iglesia del cristianismo originario.
El modernismo en Europa fue también causa de controversia política. Aquéllos que defendían las opiniones tradicionales sobre la Iglesia y el Estado se oponían a los modernistas y a su deseo de reformas sociales. Dentro de la Iglesia católica se atacó la centralización organizativa desde Roma y la influencia de la Curia papal. La disciplina de la Iglesia sobre el clero fue cuestionada con gran dureza. Quizás lo más notable fue la petición de los eruditos de trabajar y publicar sin la supervisión de las autoridades eclesiásticas.
La censura del movimiento alcanzó su máximo auge en 1907. El 3 de julio de ese año, un decreto, Lamentabili sane (‘Con resultados lamentables’) fue publicado por el Santo Oficio con la aprobación de Pío X. Enumeraba y condenaba como heréticas, falsas, temerarias, audaces y ofensivas 65 propuestas, 38 de las cuales se referían a la crítica bíblica y el resto al modernismo. El 8 de septiembre del mismo año, el papa publicó una encíclica, Pascendi dominici gregis (‘De las obligaciones principales’). El modernismo, se afirma en el texto, es una síntesis de todas las herejías, “una alianza entre la fe y la falsa filosofía”, resultado de la curiosidad y el “orgullo, que despierta el espíritu de la desobediencia y demanda un compromiso entre la autoridad y la libertad”. Pío X concluía su ataque al movimiento el 1 de septiembre de 1910, en un motu propio (mensaje que sólo puede elaborarse por exclusiva iniciativa papal) denominado Sacrorum antistitum (‘De los obispos sagrados’). Sancionaba todos los artículos de fe católicos y disentía de todos los dogmas condenados por la Iglesia de Roma en cualquier época. En el mismo escrito, se exigía un juramento antimodernista a todos los clérigos de la Iglesia católica.
Modernismo y protestantismo
También se había desarrollado un movimiento similar entre los protestantes. Si se aceptaban los hallazgos históricos de los estudiosos bíblicos y la llamada crítica superior, se planteaban cuestiones que no podían ser contestadas en los mismos términos de las creencias tradicionales. La importancia filosófica de la Ilustración, a finales del siglo XVIII, y la revisión contemporánea de los orígenes de la expresión religiosa personal añadieron fuerza a tales materias. Destacados entre los modernistas protestantes fueron los teólogos alemanes Friedrich Schleiermacher y Albrecht Ritschl.
Estos grupos protestantes trataban de encontrar nuevas interpretaciones acerca de la experiencia religiosa y un entendimiento de la historia que pudiera adaptar las implicaciones de la teoría de la evolución y los descubrimientos en psicología, arqueología e historia antigua. En gran parte, negaron la inspiración literaria de la Biblia y la historicidad del Jesucristo de los Evangelios (véase Ciencia bíblica). Insistieron en comportamientos éticos y morales, más que en la adhesión a credos formalizados y sistemáticos, como esencia de la vida cristiana. Implantaron y recondujeron las actividades de los oficiantes religiosos hacia áreas sociales lejanas de la esfera académica y teórica.

11.-Naturalismo (filosofía)
En la filosofía occidental, movimiento que afirma que la naturaleza constituye el conjunto de la realidad y puede ser comprendida tan sólo a través de la investigación científica. Negando la existencia de lo supranatural y restándole importancia a la metafísica, o al estudio de la naturaleza última de la realidad, el naturalismo afirma que las relaciones de causa-efecto (como en física y en química) son suficientes para explicar todos los fenómenos. Las concepciones teológicas que sugieren intención y necesidad metafísica en la naturaleza, aunque no por ello deban ser invalidadas, no son tenidas en consideración. La implicación ética, ya que esta doctrina niega cualquier trascendencia o destino supranatural para la humanidad, es que los valores deben encontrarse dentro del ámbito social. Es imposible determinar, por tanto, qué es mejor en un contexto último, porque lo último está más allá del descubrimiento humano. Los valores, por tanto, son relativos y la ética se basa en costumbres, inclinaciones o en alguna forma de utilitarismo, doctrina según la cual lo útil es bueno.
El naturalismo está enraizado con el empirismo británico, según el cual todo conocimiento se deriva de la experiencia, y con el positivismo europeo, doctrina que niega validez a la especulación metafísica. Alcanzó su apogeo en las obras de los filósofos Jorge Ruiz de Santayana, John Dewey y sus seguidores.


12.-Nombre (filosofía)
En la filosofía antigua, un sonido que tiene un significado determinado otorgado por convención. La filosofía escolástica medieval elaboró múltiples teorías para analizar los diferentes modos de significar que el nombre podía poseer y propuso diferentes clasificaciones de los nombres. La filosofía contemporánea ha dedicado una especial atención al problema de los nombres. Edmund Husserl distinguió entre nombrar y enunciar. Gottlob Frege indicó que los nombres propios tienen un sentido y designan una referencia, inaugurando un análisis del concepto de nombre que tiene gran influencia en la lógica y filosofía actuales. En un sentido diferente, Bertrand Russell (y, en cierta medida, Ludwig Wittgenstein) señaló que la significación de los nombres (excepto los nombres propios) está formada por el objeto que éstos nombran. En una de las más recientes discusiones sobre el problema de los nombres, Kripke ha afirmado que nombrar algo equivale a fijar la referencia de aquello que se nombra.
13.-Postulado (filosofía)
Proposición que no es evidente por sí misma y que no tiene una aceptación universal. Por lo tanto, un postulado se diferencia de un axioma, que es una proposición universalmente admitida. La formulación clásica del concepto de postulado se encuentra en los Elementos de Euclides, para quien un postulado es una proposición fundamental de un sistema deductivo que no es evidente por sí misma, pero que tampoco puede ser demostrada. Los postulados suelen ser las proposiciones iniciales de una ciencia determinada, mientras que los axiomas son las proposiciones iniciales de un sistema deductivo, a partir de las cuales pueden derivarse otras proposiciones. Actualmente hay una creciente tendencia a emplear indistintamente axioma y postulado.

14.-Predicado (filosofía)
Concepto que designa todo aquello que se enuncia o predica de un sujeto determinado en un juicio. Junto con el sujeto, constituye la llamada ‘materia’ de un juicio o proposición. Algunas veces se confunde predicado con atributo; sin embargo, el predicado posee una connotación lógica, mientras que el atributo tiene implicaciones de tipo ontológico, pues designa determinadas propiedades que son propias de un ente. Es posible distinguir entre distintos tipos de predicación, según la extensión (universal o particular) o la comprensión (afirmativa o negativa) del predicado. La lógica formal ha desarrollado un ‘cálculo de predicados’, en el que se da una especial importancia a la cuantificación llamada de ‘segundo orden’ (ya que la cuantificación de primer orden es aquella en la que se cuantifican individuos y no predicados de individuos).

15.-Proceso (filosofía)
Concepto que designa el devenir o cambio como elemento fundamental de la realidad, y se opone a todo concepto de ser estático o a una sustancia fija y determinada. A veces, se identifica con flujo, procesión, corriente. El concepto de proceso como cambio y devenir ha tenido una destacada presencia en la historia de la filosofía, desde Heráclito hasta Hegel. En el siglo XX, cabe destacar las aportaciones de Henri Bergson y William James, para quienes la idea de una duración temporal o de un flujo de conciencia son fundamentales. Sin embargo, fue el filósofo británico Alfred North Whitehead quien diseñó una filosofía del proceso en su obra fundamental Proceso y realidad: ensayo en cosmología (1929). Para Whitehead, la realidad fundamental es un proceso del que las entidades particulares son concreciones realizadas en forma determinada. En las actuales filosofías del proceso es necesario distinguir la gran importancia concedida al concepto de novedad, ya que todo verdadero proceso produce cambios y novedades sin las que no es posible hablar de un proceso verdadero.


16.-Proposición (filosofía)
Enunciado en el que se afirma algo, que puede ser verdadero o falso. Suele ser la expresión de un juicio y, por lo tanto, todo lo que se considera en un juicio tiene su reflejo en la proposición. Muchas veces se emplea ‘proposición’ en el mismo sentido que ‘enunciado’. Según la definición clásica de Aristóteles, una proposición es un discurso enunciativo que expresa un juicio y posee un significado que es verdadero o falso. La lógica se encarga de analizar la estructura y el valor de verdad de las proposiciones, así como su clasificación. Mientras que en la lógica clásica se afirma que la proposición (como el juicio) se compone de sujeto, verbo o cópula y predicado, la lógica formal moderna afirma que la proposición se compone de un ‘argumento’ (sujeto) y un ‘predicado’ (verbo). En lógica simbólica, el cálculo de proposiciones analiza la estructura formal de las proposiciones y el valor de verdad que éstas poseen.

17.-Realismo (filosofía)
En filosofía, término utilizado para dos orientaciones doctrinales distintas de la epistemología.
En la filosofía moderna, el término realismo se aplica a la doctrina que manifiesta que los objetos comunes percibidos por los sentidos, como mesas y sillas, tienen una existencia independiente del propio ser percibido. En este sentido, es contrario al idealismo de filósofos como George Berkeley o Immanuel Kant. En su forma extrema, llamado a veces realismo ingenuo, se piensa que las cosas percibidas por los sentidos son en rigor lo que parecen ser. En versiones más complejas, a veces denominadas como realismo crítico, se da alguna explicación de la relación entre el objeto y el observador que tiene en cuenta la posibilidad de que tengan lugar ilusiones, alucinaciones y otros errores de la percepción.
En la filosofía medieval, el término realismo hacía referencia a una posición que consideraba las formas platónicas, o conceptos universales, como reales. Esta posición se llama ahora realismo platónico. En la filosofía de Platón, un nombre común, como cama, se refiere a la naturaleza ideal del objeto, sugerida por su definición, y esta naturaleza ideal tiene una existencia metafísica independiente de los objetos particulares de esta clase. Así, la circularidad existe aparte de los círculos particulares, la justicia, independientemente de los individuos o Estados justos particulares, y la idea de cama, independientemente de las camas particulares. En la edad media, esta posición fue defendida frente el nominalismo, que negaba la existencia de tales universales. Los nominalistas afirmaban que los muchos objetos llamados por un único nombre no comparten nada sino sólo dicho nombre. El término medio entre estas dos posiciones incluía el realismo moderado, que afirmaba que los universales existen en los objetos del mismo tipo pero no independientes de ellos, y el conceptualismo, que mantenía que los universales podrían existir con independencia de los objetos de un tipo particular, pero sólo como una idea de la mente, no como una entidad metafísica que existe en sí misma.

18.-Relativismo (filosofía)
Término que posee distintos significados en diferentes ramas de la filosofía. En teoría del conocimiento, se entiende por relativismo la imposibilidad de que existan verdades absolutas; al no existir éstas, sólo se puede conocer en forma relativa al contexto y circunstancia de esas verdades. En ética, el relativismo supone que no es posible considerar algo que sea bueno o malo absolutamente; es decir, que no hay referencias absolutas para la bondad o la maldad: éstas siempre dependen de determinadas circunstancias de la acción. Muchas veces se ha identificado relativismo con escepticismo, aun cuando semejante equiparación no es precisa, ya que el relativismo no plantea una postura tan radical como el escepticismo.

19.-Representación (filosofía)
En teoría del conocimiento, imagen, idea, noción o pensamiento que se forma en el psiquismo y está presente, de un modo consciente, al espíritu. Puede ser de tipos muy diferentes: captación intelectual de un objeto presente, reproducción intelectual de situaciones pasadas, anticipación de acontecimientos futuros, unión de diferentes contenidos (como ocurre en la fantasía o en la imaginación). La filosofía escolástica distinguió tipos y relaciones de representaciones, elaborando prolijas clasificaciones de las mismas. Immanuel Kant empleó el término ‘representación’ para referirse a un acto de experiencia mental, que posee un carácter epistemológico y puede ser analizado en cuanto tal.

20.-Ser (filosofía)
Concepto fundamental en metafísica, que se emplea con un sentido técnico y ha recibido multitud de acepciones a lo largo de la historia de la filosofía. Para Aristóteles, el ser es aquello más común y general que comparten todas las entidades y cuyos rasgos son universales. Según Aristóteles, el análisis de lo que sea el ser constituye la ocupación central de la filosofía. El objeto de la filosofía (y, en particular, de la metafísica) es, precisamente, analizar el ser. Debe distinguirse del carácter concreto que poseen las entidades, así como de la existencia, ya que el ser es más que la existencia. Parménides planteó que uno de los rasgos esenciales del ser es la identidad. Sin embargo, otros autores (como Hegel) han destacado el valor del cambio y del devenir como un componente esencial del ser. Sin embargo, la reciente crítica a la metafísica clásica hace del ser un concepto lingüístico o una idea de carácter regulativo que permite realizar ciertos análisis ontológicos, pero que no designa una realidad determinada.




21.-Verificación (filosofía)
Acción o procedimiento para comprobar si un enunciado acerca de una cosa o realidad es verdadero o falso. La verificación supone confrontar con los hechos la verdad de una hipótesis, una proposición o un argumento. La verificación puede hacerse de modos diferentes. Por un lado, la verificación empírica consiste en demostrar la validez de determinadas hipótesis confrontando con la experiencia las deducciones que pueden derivarse de esa hipótesis. También es posible realizar una verificación formal, analizando la estructura formal de un argumento. Sin embargo, en su sentido más empleado, verificación hace referencia a la confrontación empírica de una proposición o teoría. Para los neopositivistas del Círculo de Viena, una proposición no es nunca verdadera si no puede ser verificada. Debe señalarse que el análisis del llamado ‘principio de verificación’ ha originado importantes discusiones en la filosofía contemporánea.

22.-Voluntad (psicología y filosofía)
En filosofía y psicología, capacidad de elegir entre caminos distintos de acción y actuar según la elección tomada, en concreto cuando la acción está dirigida hacia un fin específico o se inspira por ideales determinados y principios de conducta. La conducta de voluntad contrasta con la conducta derivada del instinto, impulso, reflejo o hábito, ninguna de las cuales implica una elección consciente entre distintas alternativas.
Enfoques filosóficos
Hasta el siglo XX, la mayoría de los filósofos concebían la voluntad como una facultad distinta con la que toda persona nacía. Discrepaban, sin embargo, sobre el papel de esta facultad en la composición de la personalidad. Para una escuela de filósofos, notablemente representados por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, una voluntad universal es la realidad esencial y la voluntad de los individuos forma parte de ella. En su visión, la voluntad domina todos los demás aspectos de la personalidad del individuo: conocimiento, sentimientos y dirección en la vida. Una forma contemporánea de la teoría de Schopenhauer se halla implícita en algunas clases de existencialismo, como el enfoque existencialista expuesto por el filósofo francés Jean-Paul Sartre, quien considera la personalidad como el producto de opciones, y los actos como demostraciones de la voluntad encaminadas a conferir sentido al universo.
Otros filósofos han estimado la voluntad como similar o secundaria a otros aspectos de la personalidad. Platón creía que la psique se dividía en tres partes: razón, voluntad y deseo. Para filósofos racionalistas, como Aristóteles, santo Tomás de Aquino y René Descartes, la voluntad es el agente del alma racional que gobierna los apetitos puramente animales y las pasiones. Algunos filósofos empíricos, como David Hume, no cuentan con la importancia de las influencias racionales en la voluntad; consideran la voluntad dirigida sobre todo por la emoción. Filósofos evolucionistas como Herbert Spencer y pensadores pragmáticos como John Dewey, conciben la voluntad no como una facultad innata sino como el producto de la experiencia que evoluciona de una forma gradual como las ideas y la personalidad individual en la interacción social.
Enfoques psicológicos
Los psicólogos actuales tienden a aceptar la teoría pragmática de la voluntad. Consideran la voluntad como un aspecto o cualidad de la conducta, más que como una facultad diferenciada: es la persona la que dispone. Este acto de voluntad se manifiesta: primero, en la fijación del interés sobre metas más o menos distantes y modelos y principios de conducta abstractos hasta cierto punto; en segundo lugar, al ponderar vías alternativas de acción y efectuar acciones deliberadas que parecen mejor calculadas para servir a principios y metas específicos; tercero, en la inhibición de impulsos y hábitos que pudieran distraer la atención, o entrar en conflicto con un principio o un fin, y, por último, en la perseverancia frente a obstáculos y frustraciones en la persecución de metas y en la adhesión a principios establecidos previamente.
Entre los defectos comunes que pueden conducir a la debilidad de la voluntad figuran la ausencia de objetivos que exijan esfuerzo o de ideales y modelos de conducta que merezcan ser considerados, atención vacilante, incapacidad para resistir los impulsos o romper hábitos, y la incapacidad para decidir entre alternativas o asumir una decisión, una vez tomada.

23.-Libre albedrío
Poder o capacidad del individuo para elegir una línea de acción o tomar una decisión sin estar sujeto a limitaciones impuestas por causas antecedentes, por la necesidad, o por la predeterminación divina. Un acto libre por entero es en sí mismo una causa y no un efecto; está fuera de la secuencia causal o de la ley de la causalidad. La cuestión de la capacidad del ser humano para determinar sus acciones es importante en la filosofía occidental, en particular en la metafísica en la ética, así como en la teología. Por lo general, la doctrina extrema en la que se afirma la libertad de la voluntad se llama libertarismo; su opuesta, determinismo, es aquella donde la acción humana no se dispone con autonomía, sino que más bien es el resultado de influencias tales como las pasiones, los deseos, las condiciones físicas y las circunstancias externas fuera del control del individuo.
Enfoques filosóficos
La libertad de la voluntad ha sido una preocupación comprensible entre las reflexiones de los metafísicos, quienes intentan formular teorías que expliquen la naturaleza de la realidad última, universal, y la relación de los seres humanos con el universo. Algunos metafísicos mantenían que si el universo es racional debe basarse en una secuencia de causa y efecto: toda acción, o efecto, debe estar precedida por una causa y formar parte de una cadena ininterrumpida de causalidad que se prolonga hacia atrás hasta la causa primera, es decir Dios, o la divinidad. Un acto de libre albedrío absoluto por parte de una persona o un animal es, sin embargo, un acto inmotivado que se encuentra fuera de la cadena causal; aceptar la posibilidad de un acto de esta naturaleza niega el orden divino, racional, y hace que el universo parezca irracional. Vista de esa forma, esta cuestión nunca se ha resuelto de un modo satisfactorio. Durante la edad media, el carácter inexplicable del libre albedrío llevó a intensos debates entre los filósofos religiosos y al famoso dilema conocido como el asno de Buridan, a menudo atribuido, quizás sin mucha fortuna a Jean Buridan.
La validez del libre albedrío ha sido también objeto de un debate considerable entre los filósofos éticos. Podría parecer que un sistema de ética debe implicar libre albedrío, pues la negación de la capacidad para elegir una línea de acción negaría la posibilidad de establecer un juicio moral. Una persona sin juicio moral no es responsable de sus actos. En un intento por resolver este problema, los filósofos éticos han adoptado una gran variedad de posiciones, que oscilan entre el determinismo más absoluto y el libertarismo total. Sócrates y Platón mantenían que la gente puede disponer sus propias acciones, pero que tan sólo aquéllas que estuvieran de acuerdo con el bien o la armonía del todo, eran en verdad libres. Así, sólo un acto juicioso es libre. Baruch Spinoza, el filósofo holandés, reinterpretó el libre albedrío como la autodeterminación, es decir, la medida en que a una persona se adapta a la naturaleza de Dios y a la propia naturaleza del mundo. Immanuel Kant, el filósofo alemán, creía que la persona debía ser libre porque la libertad es un postulado necesario de la conciencia moral; el imperativo categórico kantiano está más allá de cualquier análisis teórico. La opinión filosófica predominante ha sido que existe una autodeterminación parcial y que, a pesar de que otras muchas consideraciones además de la voluntad están involucradas en la formación de los juicios morales, en ciertas circunstancias permanece, aunque pequeño, un núcleo de decisión creadora.
Enfoques teológicos
El libre albedrío es importante en el ámbito teológico. Uno de los dogmas básicos de la teología cristiana tradicional es que Dios es omnisciente y omnipotente, y que todo acto humano está predeterminado por Dios. La doctrina de la predestinación, la réplica teológica al determinismo, impide en teoría la existencia del libre albedrío. Ya que la moral, el deber y la evitación del pecado son también elementos básicos en la enseñanza cristiana, ¿cómo, se pregunta la teología, puede la gente ser responsable en el plano moral una vez que se acepta la predestinación? Se han hecho muchos intentos por los teólogos para explicar esta paradoja. San Agustín, el principal Padre y Doctor de la Iglesia creía con firmeza en la predestinación; sostenía que sólo los elegidos por Dios alcanzarían la salvación; nadie sabe, sin embargo, quién está entre los elegidos, y por tanto todo lleva al temor de Dios, a la vida religiosa. La libertad, para él, era el don de la gracia divina. A esto se opuso el monje británico Pelagio y en especial los seguidores de su doctrina, el pelagianismo, para los que el pecado de Adán concernía exclusivamente a Adán, y no a la especie humana en su totalidad, y que todo el mundo, aunque ayudado por la gracia divina para alcanzar la salvación, tiene libertad completa en su voluntad para elegir o rechazar el camino hacia Dios. Más tarde, los teólogos católicos fijaron la doctrina de la gracia previa para explicar el libre albedrío; de acuerdo con esta interpretación, Dios concedía a determinadas personas la gracia para actuar por sí mismos, dentro de un estado de gracia.
Durante la Reforma, la cuestión del libre albedrío se convirtió en campo de batalla religioso. Muchas sectas protestantes, en particular las calvinistas pusieron de relieve la doctrina agustina de la predestinación y la total exclusión del libre albedrío. La predestinación calvinista fue considerada una herejía por la Iglesia católica, y el Concilio de Trento, en el siglo XVI, condenó a todos los que rechazaban el libre albedrío. El problema no estaba resuelto todavía. El prelado francés católico Jacques Bénigne Bossuet ofreció aun otro enfoque, que llegó a ser muy apreciado; afirmaba que el libre albedrío y la presciencia divina son verdades seguras que deben aceptarse aunque no estén relacionadas en un orden lógico.
Posiciones generales
Los psicólogos no hallaron un procedimiento para explicar de un modo fácil el libre albedrío; su método de causalidad científica implica determinismo. Los filósofos racionalistas de los siglos XVII y XVIII, que eran, hasta cierto punto, psicólogos, intentaron establecer leyes mecanicistas que incluían el fenómeno mental como si de un fenómeno físico se tratara, tal como ocurre con la gravedad; el libre albedrío, siendo anárquico por definición, no podía ajustarse a un sistema normativo. En el siglo XX, ciertos psicólogos, en especial los defensores del existencialismo, han reconocido el elemento de espontaneidad en la mente humana que se admite para situarse más allá de cualquier ley científica. Esta espontaneidad puede interpretarse como libre albedrío, o por lo menos, como una medida de autodeterminación que las personas sienten poseer y por la cual actúan y formulan juicios morales.


No hay comentarios:

Publicar un comentario