Los niveles del lenguaje
El
desarrollo de las ciencias y principalmente el desarrollo de la lógica ha
generado nuevas necesidades de precisión lingüística y evitar así las
ambigüedades propias del lenguaje natural. Por ello se hace la distinción dentro
del lenguaje cuando este se refiere propiamente al objeto del cual se informa
algo sea propiedad o cualidad o cuando el lenguaje se refiere a la expresión
manifiesta en una oración. Es precisamente esta diferenciación que nos permite
manifestar los niveles del lenguaje que son:
a) Metalenguaje:
En lógica
y lingüística,
un metalenguaje es un lenguaje usado para hacer referencia a otros
lenguajes. Los modelos formales de sintaxis para la descripción de la
gramática, como por ejemplo, la gramática generativa, son
tipos de metalenguaje. En un aspecto más general, puede referirse a cualquier
terminología o lenguaje usado para discutir acerca del mismo lenguaje - un
texto sobre gramática,
por ejemplo, o una discusión acerca del uso del lenguaje.
En multitud de ocasiones utilizamos este recurso con el que,
si no se es consciente, se pueden cometer errores de interpretación. Ya en la
gramática se distingue entre uso y mención. Diptongo, es la
unión de dos vocales. Pero “diptongo” no es diptongo. Donde “diptongo” se refiere
a la palabra en sí, no a su significado objeto. En el lenguaje científico esta
distinción es de mucha importancia.
b) Objeto lenguaje: Se
dice que el objeto lenguaje o lenguaje objeto o simplemente lenguaje se refiere
a hechos concretos de la realidad factual, por ejemplo decir la “Universidad
Nacional de Trujillo se encuentra en el departamento de La Libertad ” de ahí que todo lenguaje tiene un
objeto al que se dirige o refiere es el “lenguaje-objeto”.
Por
esto podemos afirmar que todo lenguaje que tenga por objeto un lenguaje es un
“metalenguaje”, que a su vez puede ser lenguaje objeto de otro metalenguaje de
orden superior, y así sucesivamente (niveles del lenguaje).
La
teoría de los niveles de lenguaje fue establecida por Bertrand Russell
en su introducción al Tractatus Logico-Philosophicus
de Wittgenstein,
quien ya en dicho libro estableció: “Lo que puede ser mostrado, no puede ser
dicho”.
Russell
que había elaborado la teoría de los tipos a fin de resolver
las paradojas lógicas,
establece que "cada lenguaje tiene una estructura propia respecto a la
cual nada puede enunciarse en el propio lenguaje; pero puede haber otro
lenguaje que trate de la estructura del primer lenguaje, no habiendo límites en
esta jerarquía de lenguajes".
Especialmente
significativa a este respecto es la teoría semántica de la verdad, de Tarski, según la cual el
predicado “ser verdadero” es metalingüístico con respecto al lenguaje objeto.
Así
se resuelve la clásica paradoja del mentiroso. La
expresión gramaticalmente correcta: "Epiménides el cretense dice que todos
los cretenses son mentirosos", no puede tener, ni tiene valor de verdad.
Pero su sentido de verdad aparece claramente cuando distinguimos dos niveles de
lenguaje. "Epiménides el cretense dice: "Todos los cretenses son
mentirosos"".
El
lenguaje objeto puede tener muchos metalenguajes según diversos puntos de
vista.
Desde
la relación que guarda con el usuario, (Antonio dice, que Juan dijo, que
Fulanita dijo que…..), hasta el significado de diccionario como uso semántico.
Pero
es de especial relevancia el estudio del metalenguaje bajo el punto de vista de
su “estructura formal” o “sintáctica”, lo que da lugar a los lenguajes formales
lógico-matemáticos.
Luego la importancia del empleo de los
niveles del lenguaje es distinguir dichos niveles y solucionar paradojas que se
suelen cometer en el lenguaje cotidiano. Una de estas paradojas es la paradoja
de Russell ha sido expresada en varios términos más cotidianos, el más conocido
es la paradoja del barbero que se puede enunciar de la siguiente manera:
En un lejano poblado de un antiguo emirato había un
barbero llamado As-Samet diestro en afeitar cabezas y barbas, maestro en
escamondar pies y en poner sanguijuelas. Un día el emir se dio cuenta de
la falta de barberos en el emirato, y ordenó que los barberos solo afeitaran
a aquellas personas que no pudieran hacerlo por sí mismas. Cierto día el emir
llamó a As-Samet para que lo afeitara y él le contó sus angustias:
-- En mi pueblo soy el único barbero. Si me
afeito, entonces puedo afeitarme por mí mismo, por lo tanto no debería de
afeitarme el barbero de mi pueblo ¡que soy yo! Pero si por el contrario, no
me afeito, entonces algún barbero me debe afeitar ¡pero yo soy el único
barbero de allí!
El emir pensó que sus pensamientos
eran tan profundos, que lo premió con la mano de la más virtuosa de sus
hijas. Así, el barbero As-Samet vivió por siempre felíz.
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