Vilma Lilian
Alvarado Orbegoso
Asunta Salazar
Pedro Ronal
Saldarriaga López
«La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista
y liberadora tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El
primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión y se
van comprometiendo, en la praxis, con su transformación, y, el segundo, en que,
una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del
oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente
liberación» Paulo
Freire
Introducción
A
través de la historia de la humanidad siempre ha sido preocupación del Estado y
del pueblo su educación; la búsqueda de una educación ideal, bien para la
conveniencia del Estado en el rol de mantener un orden de cosas o del pueblo y
de las clases sociales emergentes para cambiar o revertir ese orden de cosas.
Sea cual fuere el caso la educación siempre se encuentra inmersa en el quehacer
diario de las sociedades humanas, de hecho, tal es así que muchas veces dicha
presencia pasa hasta desapercibida o quizás no se puede delimitar su acción;
confundiéndose o ignorando su importancia.
En
actualidad las corrientes neoliberales ocasionadoras de “nuevas filosofías”,
responsables del desarraigo de la población con su entorno, de una población
amodorrada por los “efectos “especiales” de una realidad virtual; que poco o
nada tiene que ver con la realidad local. Pues bien estas corrientes
neoliberales toman conciencia (al menos eso parece) de los errores cometidos en
la imposición de una cultura posmodernista y buscan ahora una educación que
identifique al ciudadano con su entorno.
Es
pues la educación todo un proceso y que necesariamente como todo proceso tiene
que arrogar un producto, un producto necesario para una realidad, en nuestro
caso nuestra realidad: Perú.
Este
breve ensayo, tratamos de buscar que valores debe encerrar nuestra educación y
cuando decimos educación abarcamos tanto la educación como formal como la
informal; es decir la educación en su totalidad, aquella que el Estado brinda a
través de sus instituciones creadas para ese fin o permite a través de los
medios de comunicación sociales.
El
equipo plantea una propuesta dentro de la concepción filosófica- religiosa
esgrimida por el filósofo francés Jacques Maritain.
Módulo antológico. PUCP – CISE. Lima. Perú 1998
A manera de
introducción al tema, motivo de este ensayo: los valores encarnados de la
educación, se tiene que aclarar o realizar algunas definiciones básicas para
poder entender la posición del equipo.
Qué es la educación:
Maritain, Jacques (1943) la educación tiene
tres acepciones en primer lugar, educación se refiere
a cualquier proceso por medio del cual el hombre es formado y conducido a su
plenitud (educación en sentido amplio); también se refiere al trabajo de
formación que los adultos ejercen sobre la juventud; y, por último, en el
sentido más estricto, a la tarea especial de las escuelas y las universidades. Como
se observa definir la educación no resulta fácil, pues a lo largo de la
historia de la humanidad, este hecho ha tenido varias connotaciones. Sin
embargo la raíz del término “educación”, educación, viene del latín educere 'sacar,
extraer' o educare 'formar, instruir', la etimología del
término puede llevarnos a inducir lo siguiente (Capella, 2013) tres rasgos
característicos: el conducir desde afuera, el de llevar de un estado a otro de
grado superior y de “extraer”, “liberar”, “hacer nacer”. Entonces se llega a la
conclusión, a manera de definición por parte del equipo, que la educación es un
hecho social, coincidiendo a su vez con Capella (2013) que la educación es un
fenómeno personal- histórico- social- ideológico y que además es un proceso de
emancipación.
Esa es la idea que el equipo
tiene sobre lo que es la educación, ahora vamos tratar de definir lo que es el
valor.
El valor:
He aquí una
cuestión difícil de resolver. La esencia del valor es concebida en forma
diversa por los filósofos. La Axiología entraña una diversidad de corrientes,
pero a todas ellas les interesa saber qué es el valor, conocer la naturaleza
del valor.
Este concepto
abarca contenidos y significados diferentes y ha sido abordado desde diversas
perspectivas y teorías. En sentido
humanista, se entiende por valor lo que hace que un hombre sea tal, sin lo cual
perdería la humanidad o parte de ella.
El valor se refiere a una excelencia o a una perfección. Por ejemplo, se considera un valor decir la
verdad y ser honesto; ser sincero en vez de ser falso; es más valioso trabajar
que robar. La práctica del valor
desarrolla la humanidad de la persona, mientras que el contravalor lo despoja
de esa cualidad. Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son
considerados referentes, pautas o abstracciones que orientan el comportamiento
humano hacia la transformación social y la realización de la persona. Son guías que dan determinada orientación a
la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo social.
Todo valor
supone la existencia de una cosa o persona que lo posee y de un sujeto que lo
aprecia o descubre, pero no es ni lo uno ni lo otro. Los valores no tienen existencia real sino
adheridos a los objetos que lo sostienen.
Antes son meras posibilidades.
Los
Valores: Análisis Filosófico
Concepciones Sobre La Naturaleza Del Valor
Los valores existen, pero difieren en
cuanto al modo de existir; de ahí que pueda hablarse de las siguientes
corrientes:
a. El Subjetivismo
Axiológico:
Afirma que los valores son el resultado
de las reacciones, individuales y colectivas. El subjetivista se pregunta:
¿Puede algo tener valor si nadie lo ha percibido ni puede percibirlo?,
evidentemente que no; el valor no tiene sentido ni existencia propiamente sin
que exista el sujeto. La valoración real o potencial parece ser un elemento
indispensable del valor. En última instancia, el valor es para el hombre o los
seres vivos. Resulta impensable algo que tuviera valor sin referencia a ninguna
clase de sujeto.
Ya dice Hume (1984) muestra que el
vicio y por oposición la virtud no son cualidades pertenecientes al objeto
valorado sino al sujeto que valora, es pues la moral se encuentra íntimamente
ligada a los sentimientos, de tal forma, que si las acciones no despiertan
sentimientos no existiría propiamente la moral.
Es así según el subjetivismo, los
valores no existen en sí y por sí, sino que son meras creaciones de la mente,
existen solamente para mí; lo que hace a una cosa valiosa es el deseo o el
interés individual. El subjetivista piensa: El valor de un exquisito manjar, no
está en él, sino en mi paladar, que lo saborea y le confiere un valor
determinado.
b. El Objetivismo
Axiológico:
Esta corriente se opone
determinantemente al subjetivismo; sostiene que los valores son objetivos,
es decir no dependen del sujeto para existir; lo único que hace el sujeto
es captar el valor que existe en su forma pura e ideal (abstracta).
Según Max Scheler, los valores son
esencias, cualidades a priori, que no dependen en nada del sujeto que los capta
ni de los bienes en que se hallan incorporados. El conocimiento se produce por
intuición de esencias. El filósofo germano compara los valores a los colores;
sostiene que, del mismo modo como el color azul, por ejemplo, no se torna rojo
cuando se pinta de rojo un objeto azul, tampoco los valores resultan afectados
por lo que ocurre a sus depositarios. La independencia implica inmutabilidad.
Los valores son, además, absolutos; sólo nuestro conocimiento de los valores es
relativo.
Según Nicolai Hartmann, los valores son
objetos ideales, a la manera de las ideas platónicas. Los valores son esencias
independientes de los bienes; tienen carácter a priori; son absolutos, a pesar
de que presentan cierta forma de relatividad; tienen un “ser-en-sí-ideal”, y
finalmente revisten el carácter de principios.
c. El Estructuralismo
Axiológico:
Es intermedia entre el objetivismo y el
subjetivismo. El filósofo argentino Risieri Frondizi piensa que tanto el
objetivismo como el subjetivismo son unilaterales. Piensa que el valor surge de
la relación entre el sujeto y el objeto y que esa relación axiológica origina
una cualidad estructural
(Gestalqualitat) empírica; esta cualidad no se da en el vacío, sino en una
situación humana, concreta, y la jerarquía axiológica es también situacional y
compleja, no lineal. Según Frondizi (1958) los valores sirven de fundamento a
las normas éticas y éstas, lo mismo que las normas jurídicas, son
situacionales. El filósofo argentino considera que su interpretación
estructural del valor abre la posibilidad de superar el tradicional abismo
entre el ser y el deber ser.
Ni el objetivismo ni el subjetivismo
logran explicar satisfactoriamente el modo de ser de los valores. Estos no se
reducen a las vivencias del sujeto que valora
ni existen en si, como un mundo de objetos independientes cuyo valor se
determine exclusivamente por sus propiedades naturales objetivas. Los valores
existen para un sujeto, entendido este no en un sentido puramente individual,
sino como ser social; exigen, asimismo, un sustrato material, sensible,
separado del cual carece de sentido.
Es el hombre—como ser histórico-social,
y con su actividad práctica—el que crea los valores y los bienes en que se
encarnan, y al margen de los cuales solo existen como proyectos u objetos
ideales. Los valores son, pues, creaciones humanas, y solo existen y se
realizan en el hombre y por el hombre.
Las cosas no creadas por el hombre (los
seres naturales) solo adquieren un valor al entrar en una relación peculiar con
él, al integrarse en su mundo como cosas humanas o humanizadas. Sus propiedades
naturales, objetivas, solo se vuelven
valiosas cuando sirven a fines o necesidades de los hombres, y cuando
adquieren, por lo tanto, el modo de ser peculiar de un objeto natural humano.
Así, pues, los valores poseen una
objetividad peculiar que se distingue de la objetividad meramente natural o
física de los objetos que existen o pueden existir al margen del hombre, con
anterioridad a- o al margen de- la sociedad. La objetividad de los valores no
es, pues, ni de las ideas platónicas (seres ideales) ni la de los objetos
físicos (seres reales, sensibles). Es una objetividad peculiar-humana, social-,
que no puede reducirse al acto psíquico de un sujeto individual ni tampoco a las propiedades
naturales de un objeto real. Se trata de una objetividad que trasciende al
marco de un individuo o de un grupo social determinado, pero que no rebasa el
ámbito del hombre como ser histórico-social. Los valores, en suma, no existen
en sí y por si al margen de los objetos reales- Cuyas propiedades objetivas se
dan entonces como propiedades valiosas (es decir, humanas, sociales)-, ni tampoco
al margen de la relación con un sujeto (el hombre social). Existen, pues,
objetivamente, es decir, con una objetividad social. Los valores, por ende,
únicamente se dan en un mundo social; es decir por y para el hombre.
2.
¿La Educación En Los
Valores O Los Valores En La Educación?
Antecedentes
La educación en los
valores o los valores en la educación está siempre de actualidad y cada vez con
mayor relevancia en el proceso educativo. Será una preocupación de una
educación demasiado academicista, fundamentada sobre el conocimiento científico
y tecnológico o el inusitado desarrollo que alcanza hoy la ciencia y la
tecnología, así como el fenómeno de la globalización, que vienen marcando
profundos cambios en toda la vida social y una de las ramas que recibe el
influjo de tan colosales transformaciones, es la educación institucionalizada.
Este contexto tiene profundas implicancias en la educación y especialmente en
la formación de determinados valores.
A decir de Frisancho, Susana (2001) los valores, son “ventanas”
desde las cuales se examina la realidad y desde las que se actúa. Pueden ser
personales, sociales (convencionales) o tener aspiraciones de universalidad (valores
morales), pero en esencia orientan nuestras conductas y el acercamiento a la
realidad.
Sin embargo es menester tener presente cuales han sido las raíces
sobre las que se ha desarrollado la sociedad actual si hacemos una mirada
retrospectiva nos damos cuenta que nosotros afloramos de una sociedad totalmente
fragmentada y llena de injusticias
En los últimos
veinticinco años y aún en la actualidad, los acontecimientos políticos y
sociales que ha vivido nuestro país han puesto de manifiesto la profunda
confusión ético-valorativa de los ciudadanos. Por ejemplo, la corrupción y la
violencia política vivida y que aún se vive
en el país, trabaron el desarrollo social y atentaron contra la dignidad
humana y los derechos ciudadanos de miles de peruanos. Esto ha traído efectos
negativos en el desarrollo personal y moral; en la actualidad predomina una
visión individualista de la vida, desarraigada de sus orígenes y lazos
comunitarios y lejanos del carácter multicultural de nuestra sociedad. Las
personas son, muchas veces, poco transparentes, indiferentes al sufrimiento del
otro, tienen poca fe en las instituciones sociales y no se encuentran motivadas
para la participación política y social, lo cual ha marcado grandemente a
nuestros niños y adolescentes.
En nombre de la
modernidad se ha hecho primar el interés individual, la competencia irracional,
la indiferencia hacia la pobreza y la destrucción del medio ambiente. Hoy
estamos ante la necesidad impostergable de configurar una nueva matriz de
valores que coloque en el centro el bienestar colectivo, la defensa de la vida
y el fortalecimiento del sentido de la comunidad y de una cultura de
convivencia humana.
Parafraseando a Córdova, Dante (1997),
se diría que nuestro país requiere de una educación ética, que permita rescatar
la práctica de los valores morales que nuestra sociedad comenzó a perder y
muchos de nuestros ciudadanos lo han perdido; y que dichos valores se
concreticen en la actividad diaria de cada uno de ellos, a fin de que nuestro
país se consolide como sociedad solidaria, justa y con respeto a la vida y a la
libertad”.
Los Valores y La Realidad Social
La manera en que un docente trata
a sus alumnos depende en gran parte del concepto que tiene de la realidad
social. Si considera al colegio -y tal vez a la sociedad entera- como un
conjunto de relaciones de poder, tendrá sus consecuencias en su modo de tratar
a sus colegas y alumnos. Frente a estos últimos se comportará en forma
autoritaria y a sus colegas los considerará, principalmente, como la
competencia. Considerará que la franqueza en esta relación es peligrosa. El
temor de perder el poder y la influencia es el móvil más fuerte en su roce con
otros.
El nuevo docente, como líder de su aula, sabe
que todos sus alumnos son diferentes, pero los considera, a la vez, como
personas del mismo nivel. Exclusivamente en esta atmósfera los alumnos podrán
desarrollar valores democráticos también.
Muchas instancias entre ellos los colegios
tienen una organización y una atmósfera laboral que se encuentra bastante
alejado de la democracia. Esto significa que en tales casos se apelaría
fuertemente a la puesta en práctica de los valores democráticos por parte del
docente, contra todas las oposiciones que existiesen en su ambiente.
Las opiniones que una persona
tiene acerca de la realidad social, las relaciones que tiene con otros y sus
convicciones sobre lo que se debe considerar como bien y qué como mal, forman
la base para sus acciones ante los demás. Cuando él, posteriormente, recibe
críticas a su actitud, utilizará sus opiniones sobre la realidad como
legitimización de sus acciones. Para cambiar los modelos de conducta en el aula
es importante un cambio de mentalidad, tanto en el docente como en los alumnos.
Valores: Enseñanza de
Ética y de Dignidad
La transmisión de valores morales
ha sido una preocupación constante de todas las culturas, porque son los
encargados de asegurar la supervivencia y el bienestar de las comunidades. Una
larga historia de equivocación y malentendidos es la responsable de que en este
momento nuestra cultura valore más la formación intelectual que la educación
afectiva o moral. Hasta hace muy poco tiempo, hablar de “educación moral” era
una redundancia tan absurda como decir “hielo frío” o “agua húmeda”. Pero en
los dos últimos siglos las cosas han cambiado, y ya a finales del XIX se vio la
necesidad de implantar una educación moral, con el objetivo de transmitir más
eficazmente los valores cívicos, como contrapeso a la cultura técnica y
materialista. Se crearon entonces asociaciones para promoverla, como la Liga
para la Instrucción Moral, fundada en Inglaterra en 1897.
El desarrollo moral ha sido
enfrentado desde diversas perspectivas. Las que encuentran mayor espacio hoy en
lo educativo son aquellas sustentadas por la tendencia cognitiva, que ha
centrado muchos de sus esfuerzos en identificar las fases por las que pasa todo
ser humano en su desarrollo moral, y en las relaciones que existen entre el
nivel de desarrollo cognitivo y sus posibilidades de razonamiento moral,
corriente representada por dos grandes
teóricos del desarrollo: Piaget y Kohlberg.
Según Piaget y Kohlberg,
los niños no pueden realizar juicios
morales hasta que hayan
alcanzado un cierto grado de desarrollo
cognitivo, lo cual implica desprenderse del egocentrismo. Aunque
también es necesaria la interacción con
otros niños de su misma
edad y con los adultos.
Cuando el
niño va al colegio
comienza a moverse más allá del mundo de sus padres. Paulatinamente va
tomando
sus
propias decisiones,
por
lo que se va viendo a sí mismo como
igual a sus padres y a los maestros (con una conducta que posee una amplia gama de puntos de
vista, algunos contrarios
a lo que le han enseñado en casa). En un esfuerzo por reconciliar
esos puntos de
vista
contradictorios, los padres inculcan en el niño la conclusión de que no hay una forma absoluta e inmutable de moralidad.
Formar A La Persona Moral
Los aportes teóricos hasta aquí
resumidos no hacen sino recordarnos la necesidad de replantear la manera en la
que nos referimos a la tarea de promover
la libre y autónoma adhesión a valores universales por parte de
nuestros estudiantes.
Para
Frisancho, Susana (2001), la educación
moral, es inherente a la labor del educador, pues aunque el docente no
se lo proponga está haciendo una educación moral y esto demanda de nosotros
pensamiento crítico, fortaleza de carácter, autorreflexión y dedicación
constante.
Además,
reconocer que la persona se encuentra inserta en un espacio de deliberación
permanente, nos convoca a organizar las instituciones educativas de manera tal
que ellas mismas sean organizaciones
éticas/morales, en las que las oportunidades de poner en juego la
sensibilidad moral, el razonamiento moral, el comportamiento moral, y cada uno
de los componentes antes señalados sean abundantes. Es imposible por tanto,
construir una sociedad auténticamente democrática contando únicamente con
individuos técnicos y socialmente diestros, pero también es imposible construir
organizaciones éticas sin las voluntades de sujetos moralmente autónomos.
La
cuestión detrás de los “rótulos” por los que nos decidamos es entonces algo más
que una cuestión de términos, es una opción por una manera de fundamentar los
principios éticos/morales, por una manera de entender el juego entre identidad
y alteridad (y la existencia de la verdad), así como una forma de entender a la
persona y a la educación.
“La
formación moral es un modelo que defiende la autonomía del sujeto,
reconociéndole su capacidad para tomar decisiones y actuar en función de
criterios internos libremente escogidos, pero que a la vez destaca el papel que
los demás tienen en la formación de cada individuo. Se entiende que la moral no
viene dada desde afuera, ni tampoco se descubre, sino que se construye, y este
proceso de construcción se basa en el diálogo: diálogo con uno mismo y con los
demás”. (Puig, J.M & García M., 1998).
El Papel de
los Valores en la Educación
Los valores personales parten de los deseos, intereses y
preferencias de las personas, donde se emite un juicio valorativo en relación a
algo o alguien, por ejemplo, gustar de las novelas brasileñas o de ciertos
programas de televisión. Los valores sociales como construcciones normativas
nos ayudan a asegurar el orden y la convivencia en sociedad, gracias a ello
toda persona puede reconocer aquello que es institucional y socialmente
aceptable. Los valores morales que se distinguen básicamente por ser
universales, inalterables y de naturaleza ética, son normativas de vida que
debemos asumir y entender como aquellos valores que asegurarán el intercambio
dialógico, participativo y de sentimientos entre las personas en comunidad, por
ejemplo, respetar la vida, respetar la dignidad de las personas o ser honesto
con uno mismo y con los demás.
¿Serán entonces los valores personales y sociales aquellos que
deberían concentrar los mayores esfuerzos en la educación? ¿Consideramos
fundamental el hacer que el alumno libremente reflexione en torno a los valores
morales, los asuma y posteriormente los lleve a la acción?
En las instituciones educativas se opta por determinados valores
que se considera ayudarán a vivir en comunidad, y por ello se les reconoce la
posibilidad de universalidad. Entre ellos se encuentran la defensa de la vida y
la dignidad de las personas, la justicia o el bien común. Pero también se
reconocen convenciones sociales que permiten la interacción de las personas de
acuerdo a determinadas construcciones sociales del grupo al que se pertenece (y
que no necesariamente tendrían que ser reconocidas por todos los grupos o
culturas). Incluso, en algunas instituciones, los valores personales (en
realidad “preferencias”) de algunos integrantes son asumidos como valores a los
que todos los demás deberían adherirse (por ejemplo, si al director o directora
les gusta determinada forma de saludo o de presentación y asumen que todos
deberían asumirla como la “manera correcta”).
En cualquiera de los casos (errados o no), los valores juegan un
papel central en las propuestas educativas, pues ayudan a fundamentar determinadas conductas que se reconocen
como deseables por
encima de otras.
Toda propuesta educativa, por ello, se fundamenta en valores y
trata de organizarse alrededor de ellos. La educación por ello debe “ser en
valores”, pero éstos no deben ser asumidos por los alumnos de manera mecánica.
Escuela: un
escenario privilegiado para la formación de alumnos como sujetos éticos.
El I.E. puede constituirse en una
especie de “vacío ético”, o bien, en un escenario de construcción ética en la
que se forman sujetos morales capaces de soñar un proyecto de humanidad y de
orientar su vida a la construcción histórica y local de dicho proyecto universal.
Es conocido que en los Centros Educativos, la formación
se da a través de los llamados
currículum oculto y explícito:
-
Currículum oculto:
Se
refiere a las ideas, los valores, los principios, los modelos de
identificación, las formas de organización y de manejo del poder, los espacios
simbólicos, legitimados en el contexto de una cultura escolar determinada, y se
articulan, fundamentalmente, alrededor del profesor como agente de
socialización y del sistema disciplinario, como espacio normativo.
Los
profesores como actores sociales en el espacio educativo y principales agentes
de socialización, se constituyen en modelos de formación moral para sus alumnos
(sujetos
en socialización), debido a que en su interrelación cotidiana con los
educandos, logra influir de manera importante en:
a. Los espacios de construcción
de identidad,
b. El manejo de conflictos,
c. Los espacios para percibir en
la realidad los valores morales inherentes a ella,
d. La comprensión de lo real;
e. La determinación de los límites
en el comportamiento individual y social,
f. Las valoraciones sobre el Yo
(autoestima), sobre el otro, sobre el afecto, sobre la realidad humana y
social, sobre la organización económica y política.
Las formas concretas de
influencia se dan, más que por aquello que los profesores “dicen” al educando,
por sus formas de interacción con ellos y por la manera cómo los profesores
manejan su vida.
Una
estrategia de formación de valores en la escuela debe incluir la reflexión de
los profesores en torno a sus valores morales, sus formas de vida, sus
concepciones de hombre, de mujer, del mundo, de lo real, de la historia; sus
relaciones entre sí y con los otros, su autoimagen individual y social; los
niveles de autonomía logrados en su comportamiento dentro y fuera de la
institución escolar, sus maneras particulares de relación con los alumnos
dentro y fuera del aula (estilos de socialización), etc.
La escuela debe reconocer como
necesidad y propiciar acciones orientadas a dignificar la tarea de los profesores,
de manera que puedan descubrirse como sujetos éticos y puedan hacerse
responsables del resultado de su acción pedagógica, para lo cual necesitan formación ética y desarrollar
aprendizajes significativos en
torno al establecimiento de valores en sus alumnos.
La
manera particular cómo se organiza la disciplina en el espacio escolar, es uno
de los mecanismos de mayor incidencia en la formación de valores. Tradicionalmente, la
disciplina ha estado orientada a
la represión, el control, la sanción, el temor, el castigo y la sumisión; los que deben ser cambiados por relaciones democráticas, horizontales y
participativas.
-
Currículum explícito
Existen
diversas estrategias educativas pensadas para favorecer el desarrollo moral y,
por tanto, la construcción de valores y de espacios éticos que favorezcan la
convivencia humana dentro y fuera del C.E.
Escuela pensamiento habilidades
valores
De Zubiría, Julián (1994), hace
referencia a los valores como el primero de los siete postulados fundamentales
de la pedagogía conceptual, en los siguientes términos: “La escuela tiene que jugar un papel central
en la promoción del pensamiento, las habilidades y los valores”.
La Pedagogía Conceptual se
preocupa por el desarrollo intelectual y los valores en los alumnos. ¿Cómo?: Conduciéndolos a resolver problemas y a enfrentar dificultades de
carácter conceptual y procedimental,
a través de interrogantes cuidadosamente formuladas.
Para
resolver los problemas y superar las dificultades, los alumnos deberán
activar las diferentes operaciones intelectuales, de análisis, síntesis,
inducción, deducción, comparación, formulación de hipótesis, entre otras.
Cada vez que se ponen en funcionamiento
las operaciones intelectuales, se fortalecen, incrementando la inteligencia de
los alumnos. El cincuenta por ciento de la inteligencia de cada ser humano, lo
constituyen las operaciones intelectuales; por esta razón es necesario
encontrar las metodologías que potencien y optimicen su funcionamiento.
Así
como se aprende a pensar pensando, también se aprende a valorar valorando. La
capacidad ética se desarrolla y se fortalece poniéndola a prueba y sometiéndola
a resolver problemas y superar dificultades, etc.
Educación en Valores o Educación Afectiva
Estamos de acuerdo con Marina,
José (2000), en que a la educación en
valores se le puede también llamar educación afectiva y que debe darse en tres niveles:
1º Educación sentimental
2º Educación motivacional
3º Educación ética
La noción central del primer
nivel es el carácter, la del
segundo la voluntad y la del
tercero, la dignidad.
a.
La Educación
Sentimental. En el origen de los valores hay un
acto de evaluación. Apreciamos o despreciamos una cosa, un comportamiento, una
persona. No vivimos en un mundo de conocimientos puros, sino de atracciones y
repulsiones. Cuando el niño nace está acuciado por necesidades que tiene que
satisfacer, sin saber cómo hacerlo. Afortunadamente tiene unos sensores de
dirección, unas experiencias evaluativas, que le van a permitir orientar su
comportamiento. Estos sensores de
dirección son tres:
1) Las sensaciones
de placer y dolor.
2) Los deseos y las
actividades con sumatorias.
3) Los sentimientos.
Gracias a estas experiencias, la
realidad se nos presenta dotada de cualidades positivas o negativas, atrayentes
o aversivas. Los seres se vuelven acogedores o peligrosos, divertidos o
aburridos, amistosos u hostiles. Estas
cualidades son lo que llamamos valores. Se nos dan en las experiencias.
Por eso, el máximo representante de
la filosofía de los valores, Max
Scheler, dijo que captábamos los
valores mediante los sentimientos.
La primera finalidad de la
educación afectiva es ayudar a formar una plataforma básica adecuada para
captar los valores debidos, es decir, aquellos que nos van a facilitar la tarea
de llevar una vida feliz y digna.
b.
La Educación Motivacional. La voluntad es una
capacidad que se va construyendo. Deja de ser una facultad global para convertirse
en un conjunto de capacidades que permiten al sujeto liberarse de una serie de
determinismos. Se la define como el uso inteligente de la motivación. La
eficacia de los sistemas motivacionales es indudable, lo importante es saber
aprovechar de una manera inteligente.
c.
La Educación
Ética. La educación ética forma el tercer nivel de la educación afectiva.
Es la encargada de justificar los valores pensados y de fundar –si es posible-
la idea de deber y su contenido.
Simplificando las
cosas se puede dividir los distintos sistemas éticos en dos grandes grupos: los
que se fundan en el concepto de felicidad
y los que se fundan en el concepto de deber. Las éticas que se fundan en la idea de felicidad tienen
resuelto el problema de la motivación. ¿Quién no va a buscar la felicidad? Sin
embargo, no resuelven el problema de la fundamentación de los valores, ya que
cada cual busca la felicidad donde puede.
Las éticas fundadas
en el deber resuelven el problema del fundamento de los valores (el imperativo
categórico, por ejemplo) pero son capaces de convertir los deberes en motivos.
¿Por qué voy a cumplir el imperativo categórico?
La solución tendría
que venir de un concepto que uniera el poder motivador de la felicidad y el
poder justificador de las teorías del deber. ¿Existe esa idea? Me parece que
sí. Se trata del concepto de derecho sobre el que se propone construir la ética”.
De ese modo la
enseñanza en valores, que comienza siendo educación sentimental, termina
introduciendo al alumno dentro del exigente, inevitable, magnífico orden de los
derechos y de la dignidad.
Los
valores en el aula
La adquisición de un valor supone
que se ha convertido en algo propio de la persona, que informa su
comportamiento y dirige sus actuaciones. Eso requiere un largo tiempo y una
continuidad. Quien quiera establecer una educación orientada hacia la
adquisición de valores, tiene que asumir que ésa (además de la de los padres y
el tutor), es una función específica del profesor, que los valores se fomentan
en las aulas y que, por tanto, todo profesor participa de la tarea de educar.
Si se desea desarrollar valores
en la escuela, sólo podrá realizarse eficazmente con los tutores y profesores,
gracias a un cambio de su propia mentalidad didáctica. Educar es un asunto de
todos y cada uno de los miembros de un Centro Educativo. Cuando se trabaja con
niños o adolescentes no se puede ser únicamente transmisor de conocimientos
científicos, sino que esos conocimientos sirvan para que se produzca la
asimilación de un sistema de valores. Y que este sistema esté explicitado en la
Programación Curricular de Aula (PCA).
El
profesor y los valores
Los profesores de aula y los
directores deben, ineludiblemente, asumir nuevas funciones promocionales de
valores, con nuevas actitudes, constituyéndose en modelos de referencia.
Todo
profesor debe ser un experto en formación de valores basado en una sólida
cualidad humanística y ética. Para educar en valores, es necesario poseerlos, la sola práctica de los mismos delante de
los alumnos hará que ellos adquieran
la ilusión de practicarlos.
Los valores están allí, en las
personas, como la bondad y la justicia y en las cosas como la belleza, pero
cuando constituyen un hábito de la persona, cuando se expresa en su pensamiento
y en su conducta, estamos ante virtudes y ese es el objetivo final al que debe
llegar la educación.
Aunque parezca una utopía, el
profesor no puede ser una persona aséptica, sino que debe ser un modelo
de referencia. El alumno, sobre todo el preadolescente, puede interiorizar
los valores del profesor no sólo por lo que éste dice, sino por su forma
de ser y actuar ante la sociedad que lo rodea y ante los problemas que
la vida plantea. Pero, estas influencias que el alumno puede recibir
necesitan, para ser asumidas, que no vengan impuestas, sino razonadas,
pasadas por el tamiz del juicio personal, con una gran capacidad de
comprensión y sin censuras.
El docente cumple un rol muy
importante en la formación de sus alumnos, ya que además de construir sus
conocimientos, deberá complementar los valores transmitidos por la familia,
para ello se requiere que posea ciertas características.
3. Los Valores
Encarnados de la Educación Peruana (Propuesta)
Los Valores Éticos Fundamentales en las
Sociedades Humanas
El hombre desde que aparece sobre la
Tierra a buscado la manera de poder convivir con sus semejantes de manera
armoniosa, planteándose para ello normas o buenas costumbres para poder
hacerlo. Desde la época de los griegos ya los filósofos pre- socráticos estructuraban
una “tabla de valores” éticos ya por ejemplo Demócrito de Efeso , afirmaba el
respeto hacia uno mismo y más adelante los valores que Platón planteaba en la
“República”, la templanza para el ciudadano, la fortaleza para el soldado y la
prudencia para los gobernantes; pero a estas tres clases sociales un valor
común: la justicia, de igual forma en el medioevo quien toma la batuta de
propiciar los valores y quizás de implantarlos fue el escolasticismo; ya San
Agustín de Hipona nos afirma que la búsqueda de Dios no es sólo un camino intelectual
sino que también se trasciende hacia Dios en la voluntad. El hombre no
solamente busca la verdad sino que también la felicidad y ésta se consigue a
través de la voluntad. El amor es superior al conocimiento: “Ama y haz lo que quieras”. Más
adelante en la edad moderna los valores fundamentales van evolucionan con la
misma humanidad, la idea de justicia, de fraternidad, de igualdad pregonados
por la Revolución Francesa, pero encarnados por periodos de “preparación” como
lo fue el humanismo, el renacimiento, el enciclopedismo, la ilustración; y
avances tecnológicos que permitieron al hombre tener acceso a la información
como lo fue la reinvención de la imprenta por Gutenberg. Aquí en este proceso
se observa la importancia de la “preparación”; que no es otra cosa que rol
fundamental de la educación en los procesos de cambios; ya los marxistas le
llamarían “el preparar las condiciones subjetivas”; es decir educar a las
masas.
Hoy en una sociedad
posmodernista esas condiciones “subjetivas”, presentes en los grandes cambios de las
sociedades humanas, se están manifestando (acceso a la información; pero no al
conocimiento), a la tecnología que nos “junta” de manera virtual pero nos aleja
de manera real. Y es que la posmodernidad a decir de Ballesteros(
1989) es el
modelo tecnocrático, basado en el incremento de la producción con el menor
coste económico, el cual se impone cada vez más en el mundo, lo que va
acompañado de las desigualdades sociales. Y plantea algunas características
socio psicológicas como: Los individuos sólo quieren vivir el presente; el
futuro y el pasado pierden importancia, hay una búsqueda de lo inmediato, se
inicia un proceso de pérdida de la personalidad individual, se rinde culto al
cuerpo y la liberación personal, pérdidas de fe en la razón y la ciencia, pero
en contrapartida se rinde culto a la tecnología, pérdida de fe en el poder
público, despreocupación ante la injusticia, desaparición de idealismos, etc.
Surge pues la interrogante que valores debe encarnar la educación en el
ciudadano, para, como lo fue en el pasado, lograr los grandes cambios en la
búsqueda de una sociedad más justa.
Consideramos que un valor
encarnado no es otra cosa que una actitud y para ser más precisos una actitud
ética y como se sabe una actitud a decir de Rodríguez (1991) presenta tres componentes:
-
Componente cognoscitivo: para que exista una actitud, es
necesario que exista también una representación cognoscitiva de objeto. Está
formada por las percepciones y creencias hacia un objeto, así como por la
información que tenemos sobre un objeto. Los objetos no conocidos o sobre los
que no se posee información no pueden generar actitudes.
-
Componente afectivo: es el sentimiento en favor o en contra de un objeto social.
Es el componente más característico de las actitudes. Aquí radica la diferencia
principal con las creencias y las opiniones.
-
Componente conductual: es la tendencia a reaccionar
hacia los objetos de una determinada manera. Es el componente activo de la
actitud.
Los Valores
Encarnados De La Educación Peruana
Es así
que los valores encarnados de la educación en el Perú, pasarían primero por el
componente cognitivo, es decir dar información y conocimiento sobre los valores
que el Perú necesita. ¿Y cuáles son esos valores? Si entendemos que el fin de
la educación es emancipar, como se afirmó líneas arriba, luego los valores que
nos permitan emanciparnos y romper con colonialismo mental, para el equipo,
serían (sin descartar otros) la libertad, la dignidad, la disciplina, la
igualdad y la justicia. Pero todos estos valores enmarcados dentro de una
concepción que a decir de Maritain (1959), lo que el hombre
busca es llegar a ser lo que somos, nada es más importante para cada uno de nosotros, y nada es más
difícil que llegar a ser un hombre, es decir aprender a ser hombres con todo
lo que ello implica. En esta concepción tenemos como valor la libertad y para
alcanzarla el hombre necesita de la
disciplina y de la tradición que pesan sobre él y a la vez lo fortalecen,
haciéndolo capaz de luchar contra ellas. Esto enriquecerá la tradición, y la
tradición así enriquecida posibilitará nuevos y sucesivos combates.
Pero la educación tiene, desde un inicio, responder a una
pregunta: “¿qué es el hombre?” que plantea la esfinge de la filosofía. Resulta,
pues, que la idea completa, la idea integral del hombre requerida previamente
por la educación no puede ser sino una idea filosófico-religiosa del hombre.
Filosófica, porque esta idea tiene por objeto la naturaleza o esencia del
hombre; religiosa, por el estado existencial de la naturaleza humana respecto a
Dios y por los dones especiales, las pruebas y la vocación implicados en ese
estado. Es así que la concepción de los valores antes mencionados es la
filosófica – religiosa y la asumimos no de una manera dogmática sino de una
manera crítica y objetiva; es decir coherente con el entorno social, con las
tradiciones y costumbres de nuestro país. Pues cuando proponemos dignidad como
valor encarnado es como lo afirma Maritain (1959) que una
persona posee una dignidad absoluta porque está en relación directa con el
reino del ser, de la verdad, de la bondad, de la belleza y con Dios.
La educación busca despertar al hombre un despertar
que a decir de Heráclito que hace una analogía entre el dormir o el sueño que es el aislamiento del
individuo, su incapacidad para comprenderse a sí mismo, a los demás y al mundo;
con el despertar o la vigilia que es la
investigación atenta que no se limita a las apariencias, que consigue la
realidad de la conciencia, la comunicación con los demás y la sustancia del
mundo en la única ley (logos) que lo rige todo. Nos
damos cuenta que la educación del hombre es el despertar del hombre.
Y observamos que el objeto, los fines, los valores
de la educación se encuentran entrelazados, unidos inevitablemente, en
concordancia por lo afirmado por Maritain (1959) que el objeto
de la educación, definido de modo preciso, es guiar al hombre en su desarrollo
dinámico, en cuyo curso se forma como persona humana -provista de las armas del
conocimiento, de la fuerza del juicio y de las virtudes morales- en tanto que,
al mismo tiempo, va recibiendo la herencia espiritual de la nación y de la
civilización a las que pertenece, conservándose así el patrimonio secular de
las generaciones pero el objeto de la educación descrito no puede estar sin la
principal aspiración de la persona humana que es la libertad. No se trata del albedrío, que es
un don de la naturaleza para cada uno de nosotros. Nos referimos a esa libertad
que es espontaneidad, expansión o autonomía y que debemos conquistar por un
esfuerzo constante y un continuo combate. Y con esa libertad personal el hombre
debe entender que dicha libertad está en el centro de la vida social y que una
sociedad humana es, en verdad, un conjunto de libertades humanas que aceptan la
obediencia, el sacrificio y una ley común para el bien común, de manera que
esas libertades personales llegan a ser capaces de alcanzar en cada uno un
perfeccionamiento verdaderamente humano.
En tanto el componente afectivo y el conductual de los valores
encarnados se manifiestan de manera entrelazada. Pero el fundamental es el
componente cognitivo y el principal es el componente conductual.
4.
Conclusiones
-
La educación es un proceso que en síntesis es la búsqueda de la
emancipación del hombre, es “despertarlo” mantenerlo en “vigilia”, y este
proceso encierra en sí mismo valores propios de su esencia como lo es la libertad
y la dignidad y de estos valores se generan otros como la disciplina y la
incansable lucha por el bien común.
-
Los valores dentro de la perspectiva filosófica presenta tres
concepciones: el subjetivismo
axiológico, el objetivismo axiológico y el estructuralismo axiológico, el
equipo comparte los planteamientos del estructuralismo axiológico.
-
La carga de valor que
posee la educación se encuentra presente en todas las dimensiones sociales por
lo tanto, las actitudes y discursos de
los maestros y la organización escolar son
fuentes fundamentales a través de las cuales se manifiestan los valores
en las instituciones educativas.
-
Los valores son la
esencia misma de la educación Sin embargo creemos que los valores no pueden
generalizarse ni tampoco imponerse, pues ello significaría dejar de lado el
principio rector de libertad que ejerce la persona al optar por determinados
valores
BIBLIOGRAFIA
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Proyecto “Educación y
Cultura de Paz; Ética Profesional
y Cultura de Paz.
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Rodríguez, A. (1991). Psicología Social.
México: Trillas. ISBN.
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