lunes, 12 de agosto de 2013

los valores encarnados de la educación: una propuesta

Vilma Lilian Alvarado Orbegoso
                                                                                                          Asunta Salazar
Pedro Ronal Saldarriaga López

«La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación, y, el segundo, en que, una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación»  Paulo Freire


Introducción
A través de la historia de la humanidad siempre ha sido preocupación del Estado y del pueblo su educación; la búsqueda de una educación ideal, bien para la conveniencia del Estado en el rol de mantener un orden de cosas o del pueblo y de las clases sociales emergentes para cambiar o revertir ese orden de cosas. Sea cual fuere el caso la educación siempre se encuentra inmersa en el quehacer diario de las sociedades humanas, de hecho, tal es así que muchas veces dicha presencia pasa hasta desapercibida o quizás no se puede delimitar su acción; confundiéndose o ignorando su importancia.
En actualidad las corrientes neoliberales ocasionadoras de “nuevas filosofías”, responsables del desarraigo de la población con su entorno, de una población amodorrada por los “efectos “especiales” de una realidad virtual; que poco o nada tiene que ver con la realidad local. Pues bien estas corrientes neoliberales toman conciencia (al menos eso parece) de los errores cometidos en la imposición de una cultura posmodernista y buscan ahora una educación que identifique al ciudadano con su entorno.
Es pues la educación todo un proceso y que necesariamente como todo proceso tiene que arrogar un producto, un producto necesario para una realidad, en nuestro caso nuestra realidad: Perú.
Este breve ensayo, tratamos de buscar que valores debe encerrar nuestra educación y cuando decimos educación abarcamos tanto la educación como formal como la informal; es decir la educación en su totalidad, aquella que el Estado brinda a través de sus instituciones creadas para ese fin o permite a través de los medios de comunicación sociales.
El equipo plantea una propuesta dentro de la concepción filosófica- religiosa esgrimida por el filósofo francés     Jacques Maritain.

1.      La educación y  el valor
                     Módulo antológico. PUCP – CISE. Lima. Perú 1998
A manera de introducción al tema, motivo de este ensayo: los valores encarnados de la educación, se tiene que aclarar o realizar algunas definiciones básicas para poder entender la posición del equipo.
Qué es la educación:
Maritain, Jacques (1943) la educación tiene tres acepciones en primer lugar, educación se refiere a cualquier proceso por medio del cual el hombre es formado y conducido a su plenitud (educación en sentido amplio); también se refiere al trabajo de formación que los adultos ejercen sobre la juventud; y, por último, en el sentido más estricto, a la tarea especial de las escuelas y las universidades. Como se observa definir la educación no resulta fácil, pues a lo largo de la historia de la humanidad, este hecho ha tenido varias connotaciones. Sin embargo la raíz del término “educación”, educación, viene del latín educere 'sacar, extraer' o educare 'formar, instruir', la etimología del término puede llevarnos a inducir lo siguiente (Capella, 2013) tres rasgos característicos: el conducir desde afuera, el de llevar de un estado a otro de grado superior y de “extraer”, “liberar”, “hacer nacer”. Entonces se llega a la conclusión, a manera de definición por parte del equipo, que la educación es un hecho social, coincidiendo a su vez con Capella (2013) que la educación es un fenómeno personal- histórico- social- ideológico y que además es un proceso de emancipación.
Esa es la idea que el equipo tiene sobre lo que es la educación, ahora vamos tratar de definir lo que es el valor.

El valor:
He aquí una cuestión difícil de resolver. La esencia del valor es concebida en forma diversa por los filósofos. La Axiología entraña una diversidad de corrientes, pero a todas ellas les interesa saber qué es el valor, conocer la naturaleza del valor.
Este concepto abarca contenidos y significados diferentes y ha sido abordado desde diversas perspectivas y teorías.   En sentido humanista, se entiende por valor lo que hace que un hombre sea tal, sin lo cual perdería la humanidad o parte de ella.   El valor se refiere a una excelencia o a una perfección.   Por ejemplo, se considera un valor decir la verdad y ser honesto; ser sincero en vez de ser falso; es más valioso trabajar que robar.   La práctica del valor desarrolla la humanidad de la persona, mientras que el contravalor lo despoja de esa cualidad. Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son considerados referentes, pautas o abstracciones que orientan el comportamiento humano hacia la transformación social y la realización de la persona.   Son guías que dan determinada orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo social.
Todo valor supone la existencia de una cosa o persona que lo posee y de un sujeto que lo aprecia o descubre, pero no es ni lo uno ni lo otro.   Los valores no tienen existencia real sino adheridos a los objetos que lo sostienen.   Antes son meras posibilidades.

 Los Valores: Análisis Filosófico
     Concepciones Sobre La Naturaleza Del Valor
Los valores existen, pero difieren en cuanto al modo de existir; de ahí que pueda hablarse de las siguientes corrientes:
a.      El Subjetivismo Axiológico:
Afirma que los valores son el resultado de las reacciones, individuales y colectivas. El subjetivista se pregunta: ¿Puede algo tener valor si nadie lo ha percibido ni puede percibirlo?, evidentemente que no; el valor no tiene sentido ni existencia propiamente sin que exista el sujeto. La valoración real o potencial parece ser un elemento indispensable del valor. En última instancia, el valor es para el hombre o los seres vivos. Resulta impensable algo que tuviera valor sin referencia a ninguna clase de sujeto.
Ya dice Hume (1984) muestra que el vicio y por oposición la virtud no son cualidades pertenecientes al objeto valorado sino al sujeto que valora, es pues la moral se encuentra íntimamente ligada a los sentimientos, de tal forma, que si las acciones no despiertan sentimientos no existiría propiamente la moral.
Es así según el subjetivismo, los valores no existen en sí y por sí, sino que son meras creaciones de la mente, existen solamente para mí; lo que hace a una cosa valiosa es el deseo o el interés individual. El subjetivista piensa: El valor de un exquisito manjar, no está en él, sino en mi paladar, que lo saborea y le confiere un valor determinado.


b.      El Objetivismo Axiológico:
Esta corriente se opone determinantemente al subjetivismo; sostiene que los valores son  objetivos, es decir no dependen del sujeto para existir; lo único que hace el sujeto es captar el valor que existe en su forma pura e ideal (abstracta).
Según Max Scheler, los valores son esencias, cualidades a priori, que no dependen en nada del sujeto que los capta ni de los bienes en que se hallan incorporados. El conocimiento se produce por intuición de esencias. El filósofo germano compara los valores a los colores; sostiene que, del mismo modo como el color azul, por ejemplo, no se torna rojo cuando se pinta de rojo un objeto azul, tampoco los valores resultan afectados por lo que ocurre a sus depositarios. La independencia implica inmutabilidad. Los valores son, además, absolutos; sólo nuestro conocimiento de los valores es relativo.
Según Nicolai Hartmann, los valores son objetos ideales, a la manera de las ideas platónicas. Los valores son esencias independientes de los bienes; tienen carácter a priori; son absolutos, a pesar de que presentan cierta forma de relatividad; tienen un “ser-en-sí-ideal”, y finalmente revisten el carácter de principios.
c.      El Estructuralismo Axiológico:
Es intermedia entre el objetivismo y el subjetivismo. El filósofo argentino Risieri Frondizi piensa que tanto el objetivismo como el subjetivismo son unilaterales. Piensa que el valor surge de la relación entre el sujeto y el objeto y que esa relación axiológica origina una cualidad estructural (Gestalqualitat) empírica; esta cualidad no se da en el vacío, sino en una situación humana, concreta, y la jerarquía axiológica es también situacional y compleja, no lineal. Según Frondizi (1958) los valores sirven de fundamento a las normas éticas y éstas, lo mismo que las normas jurídicas, son situacionales. El filósofo argentino considera que su interpretación estructural del valor abre la posibilidad de superar el tradicional abismo entre el ser y el deber ser.
Ni el objetivismo ni el subjetivismo logran explicar satisfactoriamente el modo de ser de los valores. Estos no se reducen a las vivencias del sujeto que valora  ni existen en si, como un mundo de objetos independientes cuyo valor se determine exclusivamente por sus propiedades naturales objetivas. Los valores existen para un sujeto, entendido este no en un sentido puramente individual, sino como ser social; exigen, asimismo, un sustrato material, sensible, separado del cual carece de sentido.
Es el hombre—como ser histórico-social, y con su actividad práctica—el que crea los valores y los bienes en que se encarnan, y al margen de los cuales solo existen como proyectos u objetos ideales. Los valores son, pues, creaciones humanas, y solo existen y se realizan en el hombre y por el hombre.
Las cosas no creadas por el hombre (los seres naturales) solo adquieren un valor al entrar en una relación peculiar con él, al integrarse en su mundo como cosas humanas o humanizadas. Sus propiedades naturales, objetivas, solo se vuelven  valiosas cuando sirven a fines o necesidades de los hombres, y cuando adquieren, por lo tanto, el modo de ser peculiar de un objeto natural humano.
Así, pues, los valores poseen una objetividad peculiar que se distingue de la objetividad meramente natural o física de los objetos que existen o pueden existir al margen del hombre, con anterioridad a- o al margen de- la sociedad. La objetividad de los valores no es, pues, ni de las ideas platónicas (seres ideales) ni la de los objetos físicos (seres reales, sensibles). Es una objetividad peculiar-humana, social-, que no puede reducirse al acto psíquico de un sujeto  individual ni tampoco a las propiedades naturales de un objeto real. Se trata de una objetividad que trasciende al marco de un individuo o de un grupo social determinado, pero que no rebasa el ámbito del hombre como ser histórico-social. Los valores, en suma, no existen en sí y por si al margen de los objetos reales- Cuyas propiedades objetivas se dan entonces como propiedades valiosas (es decir, humanas, sociales)-, ni tampoco al margen de la relación con un sujeto (el hombre social). Existen, pues, objetivamente, es decir, con una objetividad social. Los valores, por ende, únicamente se dan en un mundo social; es decir por y para el hombre.

2.      ¿La Educación En Los Valores O Los Valores En La Educación?
Antecedentes
La educación en los valores o los valores en la educación está siempre de actualidad y cada vez con mayor relevancia en el proceso educativo. Será una preocupación de una educación demasiado academicista, fundamentada sobre el conocimiento científico y tecnológico o el inusitado desarrollo que alcanza hoy la ciencia y la tecnología, así como el fenómeno de la globalización, que vienen marcando profundos cambios en toda la vida social y una de las ramas que recibe el influjo de tan colosales transformaciones, es la educación institucionalizada. Este contexto tiene profundas implicancias en la educación y especialmente en la formación de determinados valores.
A decir de Frisancho, Susana (2001) los valores, son “ventanas” desde las cuales se examina la realidad y desde las que se actúa. Pueden ser personales, sociales (convencionales) o tener aspiraciones de universalida(valores morales), pero en esencia orientan nuestras conductas y el acercamiento a la realidad.
Sin embargo es menester tener presente cuales han sido las raíces sobre las que se ha desarrollado la sociedad actual si hacemos una mirada retrospectiva nos damos cuenta que nosotros afloramos de una sociedad totalmente fragmentada y llena de injusticias 

En los últimos veinticinco años y aún en la actualidad, los acontecimientos políticos y sociales que ha vivido nuestro país han puesto de manifiesto la profunda confusión ético-valorativa de los ciudadanos. Por ejemplo, la corrupción y la violencia política vivida y que aún se vive  en el país, trabaron el desarrollo social y atentaron contra la dignidad humana y los derechos ciudadanos de miles de peruanos. Esto ha traído efectos negativos en el desarrollo personal y moral; en la actualidad predomina una visión individualista de la vida, desarraigada de sus orígenes y lazos comunitarios y lejanos del carácter multicultural de nuestra sociedad. Las personas son, muchas veces, poco transparentes, indiferentes al sufrimiento del otro, tienen poca fe en las instituciones sociales y no se encuentran motivadas para la participación política y social, lo cual ha marcado grandemente a nuestros niños y adolescentes.
En nombre de la modernidad se ha hecho primar el interés individual, la competencia irracional, la indiferencia hacia la pobreza y la destrucción del medio ambiente. Hoy estamos ante la necesidad impostergable de configurar una nueva matriz de valores que coloque en el centro el bienestar colectivo, la defensa de la vida y el fortalecimiento del sentido de la comunidad y de una cultura de convivencia humana.

Parafraseando a Córdova, Dante (1997), se diría que nuestro país requiere de una educación ética, que permita rescatar la práctica de los valores morales que nuestra sociedad comenzó a perder y muchos de nuestros ciudadanos lo han perdido; y que dichos valores se concreticen en la actividad diaria de cada uno de ellos, a fin de que nuestro país se consolide como sociedad solidaria, justa y con respeto a la vida y a la libertad”.

  Los Valores y La Realidad Social
La manera en que un docente trata a sus alumnos depende en gran parte del concepto que tiene de la realidad social. Si considera al colegio -y tal vez a la sociedad entera- como un conjunto de relaciones de poder, tendrá sus consecuencias en su modo de tratar a sus colegas y alumnos. Frente a estos últimos se comportará en forma autoritaria y a sus colegas los considerará, principalmente, como la competencia. Considerará que la franqueza en esta relación es peligrosa. El temor de perder el poder y la influencia es el móvil más fuerte en su roce con otros.

 El nuevo docente, como líder de su aula, sabe que todos sus alumnos son diferentes, pero los considera, a la vez, como personas del mismo nivel. Exclusivamente en esta atmósfera los alumnos podrán desarrollar valores democráticos también.

 Muchas instancias entre ellos los colegios tienen una organización y una atmósfera laboral que se encuentra bastante alejado de la democracia. Esto significa que en tales casos se apelaría fuertemente a la puesta en práctica de los valores democráticos por parte del docente, contra todas las oposiciones que existiesen en su ambiente.
Las opiniones que una persona tiene acerca de la realidad social, las relaciones que tiene con otros y sus convicciones sobre lo que se debe considerar como bien y qué como mal, forman la base para sus acciones ante los demás. Cuando él, posteriormente, recibe críticas a su actitud, utilizará sus opiniones sobre la realidad como legitimización de sus acciones. Para cambiar los modelos de conducta en el aula es importante un cambio de mentalidad, tanto en el docente como en los alumnos.

Valores: Enseñanza de Ética y  de Dignidad
La transmisión de valores morales ha sido una preocupación constante de todas las culturas, porque son los encargados de asegurar la supervivencia y el bienestar de las comunidades. Una larga historia de equivocación y malentendidos es la responsable de que en este momento nuestra cultura valore más la formación intelectual que la educación afectiva o moral. Hasta hace muy poco tiempo, hablar de “educación moral” era una redundancia tan absurda como decir “hielo frío” o “agua húmeda”. Pero en los dos últimos siglos las cosas han cambiado, y ya a finales del XIX se vio la necesidad de implantar una educación moral, con el objetivo de transmitir más eficazmente los valores cívicos, como contrapeso a la cultura técnica y materialista. Se crearon entonces asociaciones para promoverla, como la Liga para la Instrucción Moral, fundada en Inglaterra en 1897.

El desarrollo moral ha sido enfrentado desde diversas perspectivas. Las que encuentran mayor espacio hoy en lo educativo son aquellas sustentadas por la tendencia cognitiva, que ha centrado muchos de sus esfuerzos en identificar las fases por las que pasa todo ser humano en su desarrollo moral, y en las relaciones que existen entre el nivel de desarrollo cognitivo y sus posibilidades de razonamiento moral, corriente representada por dos grandes teóricos del desarrollo: Piaget y Kohlberg.

Según Piaget y Kohlberg, los niños no pueden realizar juicios morales hasta que hayan alcanzado un cierto grado de desarrollo cognitivo, lo cual implica desprenderse del egocentrismo. Aunque también es necesaria la interacción con otros niños de su misma edad y con los adultos.
Cuandel  niñval  colegio comienza a moverse más allá del mundo de sus padres. Paulatinamente va tomando sus propias decisiones, por lo que se va viendo a sí mismo como igual a sus padres y a los maestros (con una conducta que posee una amplia gama de puntos de vista, algunos contrarios a lo que le han enseñado en casa). En un esfuerzo por reconciliar esos puntos de vista contradictorios, los padres inculcan en el niño la conclusión de que no hay una forma absoluta e inmutable de moralidad.

Formar A La Persona Moral
Los aportes teóricos hasta aquí resumidos no hacen sino recordarnos la necesidad de replantear la manera en la que nos referimos a la tarea de promover la libre y autónoma adhesión a valores universales por parte de nuestros estudiantes.
Para Frisancho, Susana (2001), la educación moral, es inherente a la labor del educador, pues aunque el docente no se lo proponga está haciendo una educación moral y esto demanda de nosotros pensamiento crítico, fortaleza de carácter, autorreflexión y dedicación constante.
Además, reconocer que la persona se encuentra inserta en un espacio de deliberación permanente, nos convoca a organizar las instituciones educativas de manera tal que ellas mismas sean organizaciones éticas/morales, en las que las oportunidades de poner en juego la sensibilidad moral, el razonamiento moral, el comportamiento moral, y cada uno de los componentes antes señalados sean abundantes. Es imposible por tanto, construir una sociedad auténticamente democrática contando únicamente con individuos técnicos y socialmente diestros, pero también es imposible construir organizaciones éticas sin las voluntades de sujetos moralmente autónomos.
La cuestión detrás de los “rótulos” por los que nos decidamos es entonces algo más que una cuestión de términos, es una opción por una manera de fundamentar los principios éticos/morales, por una manera de entender el juego entre identidad y alteridad (y la existencia de la verdad), así como una forma de entender a la persona y a la educación.
“La formación moral es un modelo que defiende la autonomía del sujeto, reconociéndole su capacidad para tomar decisiones y actuar en función de criterios internos libremente escogidos, pero que a la vez destaca el papel que los demás tienen en la formación de cada individuo. Se entiende que la moral no viene dada desde afuera, ni tampoco se descubre, sino que se construye, y este proceso de construcción se basa en el diálogo: diálogo con uno mismo y con los demás”. (Puig, J.M & García M., 1998).
El Papel de los Valores en la Educación
Los valores personales parten de los deseos, intereses y preferencias de las personas, donde se emite un juicio valorativo en relación a algo o alguien, por ejemplo, gustar de las novelas brasileñas o de ciertos programas de televisión. Los valores sociales como construcciones normativas nos ayudan a asegurar el orden y la convivencia en sociedad, gracias a ello toda persona puede reconocer aquello que es institucional y socialmente aceptable. Los valores morales que se distinguen básicamente por ser universales, inalterables y de naturaleza ética, son normativas de vida que debemos asumir y entender como aquellos valores que asegurarán el intercambio dialógico, participativo y de sentimientos entre las personas en comunidad, por ejemplo, respetar la vida, respetar la dignidad de las personas o ser honesto con uno mismo y con los demás.
¿Serán entonces los valores personales y sociales aquellos que deberían concentrar los mayores esfuerzos en la educación? ¿Consideramos fundamental el hacer que el alumno libremente reflexione en torno a los valores morales, los asuma y posteriormente los lleve a la acción?
En las instituciones educativas se opta por determinados valores que se considera ayudarán a vivir en comunidad, y por ello se les reconoce la posibilidad de universalidad. Entre ellos se encuentran la defensa de la vida y la dignidad de las personas, la justicia o el bien común. Pero también se reconocen convenciones sociales que permiten la interacción de las personas de acuerdo a determinadas construcciones sociales del grupo al que se pertenece (y que no necesariamente tendrían que ser reconocidas por todos los grupos o culturas). Incluso, en algunas instituciones, los valores personales (en realidad “preferencias”) de algunos integrantes son asumidos como valores a los que todos los demás deberían adherirse (por ejemplo, si al director o directora les gusta determinada forma de saludo o de presentación y asumen que todos deberían asumirla como la “manera correcta”).
En cualquiera de los casos (errados o no), los valores juegan un papel central en las propuestas educativas, pues ayudan a fundamentar determinadas conductas que se reconocen como deseables por encima de otras.
Toda propuesta educativa, por ello, se fundamenta en valores y trata de organizarse alrededor de ellos. La educación por ello debe “ser en valores”, pero éstos no deben ser asumidos por los alumnos de manera  mecánica.
Escuela: un escenario privilegiado para la formación de alumnos como sujetos éticos.
El I.E. puede constituirse en una especie de “vacío ético”, o bien, en un escenario de construcción ética en la que se forman sujetos morales capaces de soñar un proyecto de humanidad y de orientar su vida a la construcción histórica y local de dicho proyecto universal. Es conocido que en los Centros Educativos, la formación se da a través de los llamados currículum oculto y explícito:

-         Currículum oculto:
Se refiere a las ideas, los valores, los principios, los modelos de identificación, las formas de organización y de manejo del poder, los espacios simbólicos, legitimados en el contexto de una cultura escolar determinada, y se articulan, fundamentalmente, alrededor del profesor como agente de socialización y del sistema disciplinario, como espacio normativo.
Los profesores como actores sociales en el espacio educativo y principales agentes de socialización, se constituyen en modelos de formación moral para sus alumnos (sujetos en socialización), debido a que en su interrelación cotidiana con los educandos, logra influir de manera importante en:
a. Los espacios de construcción de identidad,
b. El manejo de conflictos,
c. Los espacios para percibir en la realidad los valores morales inherentes a ella,
d. La comprensión de lo real;
e. La determinación de los límites en el comportamiento individual y social,
     f. Las valoraciones sobre el Yo (autoestima), sobre el otro, sobre el afecto, sobre la realidad humana y social, sobre la organización económica y política.
Las formas concretas de influencia se dan, más que por aquello que los profesores “dicen” al educando, por sus formas de interacción con ellos y por la manera cómo los profesores manejan su vida.
Una estrategia de formación de valores en la escuela debe incluir la reflexión de los profesores en torno a sus valores morales, sus formas de vida, sus concepciones de hombre, de mujer, del mundo, de lo real, de la historia; sus relaciones entre sí y con los otros, su autoimagen individual y social; los niveles de autonomía logrados en su comportamiento dentro y fuera de la institución escolar, sus maneras particulares de relación con los alumnos dentro y fuera del aula (estilos de socialización), etc.
La escuela debe reconocer como necesidad y propiciar acciones orientadas a dignificar la tarea de los profesores, de manera que puedan descubrirse como sujetos éticos y puedan hacerse responsables del resultado de su acción pedagógica, para lo cual necesitan formación ética y desarrollar aprendizajes significativos en torno al establecimiento de valores en sus alumnos.
La manera particular cómo se organiza la disciplina en el espacio escolar, es uno de los mecanismos de mayor incidencia en la formación de valores. Tradicionalmente, la disciplina ha estado orientada a la represión, el control, la sanción, el temor, el castigo y la sumisión; los que deben ser cambiados por relaciones democráticas, horizontales y participativas.

-        Currículum explícito
Existen diversas estrategias educativas pensadas para favorecer el desarrollo moral y, por tanto, la construcción de valores y de espacios éticos que favorezcan la convivencia humana dentro y fuera del C.E.

Escuela pensamiento  habilidades  valores
De Zubiría, Julián (1994), hace referencia a los valores como el primero de los siete postulados fundamentales de la pedagogía conceptual, en los siguientes términos: “La escuela tiene que jugar un papel central en la promoción del pensamiento, las habilidades y los valores”.
La Pedagogía Conceptual se preocupa por el desarrollo intelectual y los valores en los alumnos. ¿Cómo?: Conduciéndolos a resolver problemas y a enfrentar dificultades de carácter conceptual y procedimental, a través de interrogantes cuidadosamente formuladas.
Para resolver los problemas y superar las dificultades, los alumnos deberán activar las diferentes operaciones intelectuales, de análisis, síntesis, inducción, deducción, comparación, formulación de hipótesis, entre otras.
Cada vez que se ponen en funcionamiento las operaciones intelectuales, se fortalecen, incrementando la inteligencia de los alumnos. El cincuenta por ciento de la inteligencia de cada ser humano, lo constituyen las operaciones intelectuales; por esta razón es necesario encontrar las metodologías que potencien y optimicen su funcionamiento.

Así como se aprende a pensar pensando, también se aprende a valorar valorando. La capacidad ética se desarrolla y se fortalece poniéndola a prueba y sometiéndola a resolver problemas y superar dificultades, etc.

Educación  en Valores o Educación Afectiva
Estamos de acuerdo con Marina, José (2000), en que a la educación en valores se le puede también llamar educación afectiva y que debe darse en tres niveles:
1º Educación sentimental
2º Educación motivacional
3º Educación ética
La noción central del primer nivel es el carácter, la del segundo la voluntad y la del tercero, la dignidad.
a.      La Educación Sentimental. En el origen de los valores hay un acto de evaluación. Apreciamos o despreciamos una cosa, un comportamiento, una persona. No vivimos en un mundo de conocimientos puros, sino de atracciones y repulsiones. Cuando el niño nace está acuciado por necesidades que tiene que satisfacer, sin saber cómo hacerlo. Afortunadamente tiene unos sensores de dirección, unas experiencias evaluativas, que le van a permitir orientar su comportamiento. Estos sensores de dirección son tres:
1) Las sensaciones de placer y dolor.
2) Los deseos y las actividades con sumatorias.
3) Los sentimientos.

Gracias a estas experiencias, la realidad se nos presenta dotada de cualidades positivas o negativas, atrayentes o aversivas. Los seres se vuelven acogedores o peligrosos, divertidos o aburridos, amistosos u hostiles. Estas cualidades son lo que llamamos valores. Se nos dan en las experiencias. Por eso, el máximo representante de la filosofía de los valores, Max Scheler, dijo que captábamos los valores mediante los sentimientos.

La primera finalidad de la educación afectiva es ayudar a formar una plataforma básica adecuada para captar los valores debidos, es decir, aquellos que nos van a facilitar la tarea de llevar una vida feliz y digna.

b.       La Educación Motivacional. La voluntad es una capacidad que se va construyendo. Deja de ser una facultad global para convertirse en un conjunto de capacidades que permiten al sujeto liberarse de una serie de determinismos. Se la define como el uso inteligente de la motivación. La eficacia de los sistemas motivacionales es indudable, lo importante es saber aprovechar de una manera inteligente.

c.         La Educación Ética. La educación ética forma el tercer nivel de la educación afectiva. Es la encargada de justificar los valores pensados y de fundar –si es posible- la idea de deber y su contenido.

Simplificando las cosas se puede dividir los distintos sistemas éticos en dos grandes grupos: los que se fundan en el concepto de felicidad y los que se fundan en el concepto de deber. Las éticas que se fundan en la idea de felicidad tienen resuelto el problema de la motivación. ¿Quién no va a buscar la felicidad? Sin embargo, no resuelven el problema de la fundamentación de los valores, ya que cada cual busca la felicidad donde puede.
Las éticas fundadas en el deber resuelven el problema del fundamento de los valores (el imperativo categórico, por ejemplo) pero son capaces de convertir los deberes en motivos. ¿Por qué voy a cumplir el imperativo categórico?
La solución tendría que venir de un concepto que uniera el poder motivador de la felicidad y el poder justificador de las teorías del deber. ¿Existe esa idea? Me parece que sí. Se trata del concepto de derecho sobre el que se  propone construir la ética”.
De ese modo la enseñanza en valores, que comienza siendo educación sentimental, termina introduciendo al alumno dentro del exigente, inevitable, magnífico orden de los derechos y de la dignidad.

Los valores en el aula
La adquisición de un valor supone que se ha convertido en algo propio de la persona, que informa su comportamiento y dirige sus actuaciones. Eso requiere un largo tiempo y una continuidad. Quien quiera establecer una educación orientada hacia la adquisición de valores, tiene que asumir que ésa (además de la de los padres y el tutor), es una función específica del profesor, que los valores se fomentan en las aulas y que, por tanto, todo profesor participa de la tarea de educar.

Si se desea desarrollar valores en la escuela, sólo podrá realizarse eficazmente con los tutores y profesores, gracias a un cambio de su propia mentalidad didáctica. Educar es un asunto de todos y cada uno de los miembros de un Centro Educativo. Cuando se trabaja con niños o adolescentes no se puede ser únicamente transmisor de conocimientos científicos, sino que esos conocimientos sirvan para que se produzca la asimilación de un sistema de valores. Y que este sistema esté explicitado en la Programación Curricular de Aula (PCA).

El profesor y los valores
Los profesores de aula y los directores deben, ineludiblemente, asumir nuevas funciones promocionales de valores, con nuevas actitudes, constituyéndose en modelos de referencia.
Todo profesor debe ser un experto en formación de valores basado en una sólida cualidad humanística y ética. Para educar en valores, es necesario poseerlos, la sola práctica de los mismos delante de los alumnos hará que ellos adquieran la ilusión de practicarlos.

Los valores están allí, en las personas, como la bondad y la justicia y en las cosas como la belleza, pero cuando constituyen un hábito de la persona, cuando se expresa en su pensamiento y en su conducta, estamos ante virtudes y ese es el objetivo final al que debe llegar la educación.

Aunque parezca una utopía, el profesor no puede ser una persona aséptica, sino que debe ser un modelo de referencia. El alumno, sobre todo el preadolescente, puede interiorizar los valores del profesor no sólo por lo que éste dice, sino por su forma de ser y actuar ante la sociedad que lo rodea y ante los problemas que la vida plantea. Pero, estas influencias que el alumno puede recibir necesitan, para ser asumidas, que no vengan impuestas, sino razonadas, pasadas por el tamiz del juicio personal, con una gran capacidad de comprensión y sin censuras.

El docente cumple un rol muy importante en la formación de sus alumnos, ya que además de construir sus conocimientos, deberá complementar los valores transmitidos por la familia, para ello se requiere que posea ciertas características.

3.      Los Valores Encarnados de la Educación Peruana (Propuesta)

 Los Valores Éticos Fundamentales en las Sociedades Humanas
El hombre desde que aparece sobre la Tierra a buscado la manera de poder convivir con sus semejantes de manera armoniosa, planteándose para ello normas o buenas costumbres para poder hacerlo. Desde la época de los griegos ya los filósofos pre- socráticos estructuraban una “tabla de valores” éticos ya por ejemplo Demócrito de Efeso , afirmaba el respeto hacia uno mismo y más adelante los valores que Platón planteaba en la “República”, la templanza para el ciudadano, la fortaleza para el soldado y la prudencia para los gobernantes; pero a estas tres clases sociales un valor común: la justicia, de igual forma en el medioevo quien toma la batuta de propiciar los valores y quizás de implantarlos fue el escolasticismo; ya San Agustín de Hipona nos afirma que la búsqueda de Dios no es sólo un camino intelectual sino que también se trasciende hacia Dios en la voluntad. El hombre no solamente busca la verdad sino que también la felicidad y ésta se consigue a través de la voluntad. El amor es superior al conocimiento: “Ama y haz lo que quieras”. Más adelante en la edad moderna los valores fundamentales van evolucionan con la misma humanidad, la idea de justicia, de fraternidad, de igualdad pregonados por la Revolución Francesa, pero encarnados por periodos de “preparación” como lo fue el humanismo, el renacimiento, el enciclopedismo, la ilustración; y avances tecnológicos que permitieron al hombre tener acceso a la información como lo fue la reinvención de la imprenta por Gutenberg. Aquí en este proceso se observa la importancia de la “preparación”; que no es otra cosa que rol fundamental de la educación en los procesos de cambios; ya los marxistas le llamarían “el preparar las condiciones subjetivas”; es decir educar a las masas.
Hoy en una sociedad posmodernista esas condiciones “subjetivas”,  presentes en los grandes cambios de las sociedades humanas, se están manifestando (acceso a la información; pero no al conocimiento), a la tecnología que nos “junta” de manera virtual pero nos aleja de manera real. Y es que la posmodernidad a decir de Ballesteros( 1989) es el modelo tecnocrático, basado en el incremento de la producción con el menor coste económico, el cual se impone cada vez más en el mundo, lo que va acompañado de las desigualdades sociales. Y plantea algunas características socio psicológicas como: Los individuos sólo quieren vivir el presente; el futuro y el pasado pierden importancia, hay una búsqueda de lo inmediato, se inicia un proceso de pérdida de la personalidad individual, se rinde culto al cuerpo y la liberación personal, pérdidas de fe en la razón y la ciencia, pero en contrapartida se rinde culto a la tecnología, pérdida de fe en el poder público, despreocupación ante la injusticia, desaparición de idealismos, etc. Surge pues la interrogante que valores debe encarnar la educación en el ciudadano, para, como lo fue en el pasado, lograr los grandes cambios en la búsqueda de una sociedad más justa.
Consideramos que un valor encarnado no es otra cosa que una actitud y para ser más precisos una actitud ética y como se sabe una actitud a decir de Rodríguez (1991) presenta tres componentes:
-        Componente cognoscitivo: para que exista una actitud, es necesario que exista también una representación cognoscitiva de objeto. Está formada por las percepciones y creencias hacia un objeto, así como por la información que tenemos sobre un objeto. Los objetos no conocidos o sobre los que no se posee información no pueden generar actitudes.
-        Componente afectivo: es el sentimiento en favor o en contra de un objeto social. Es el componente más característico de las actitudes. Aquí radica la diferencia principal con las creencias y las opiniones.
-        Componente conductual: es la tendencia a reaccionar hacia los objetos de una determinada manera. Es el componente activo de la actitud.
Los Valores Encarnados De La Educación Peruana
Es así que los valores encarnados de la educación en el Perú, pasarían primero por el componente cognitivo, es decir dar información y conocimiento sobre los valores que el Perú necesita. ¿Y cuáles son esos valores? Si entendemos que el fin de la educación es emancipar, como se afirmó líneas arriba, luego los valores que nos permitan emanciparnos y romper con colonialismo mental, para el equipo, serían (sin descartar otros) la libertad, la dignidad, la disciplina, la igualdad y la justicia. Pero todos estos valores enmarcados dentro de una concepción que a decir de Maritain (1959), lo que el hombre busca es llegar a ser lo que somos, nada es más importante para cada uno de nosotros, y nada es más difícil que llegar a ser un hombre, es decir aprender a ser hombres con todo lo que ello implica. En esta concepción tenemos como valor la libertad y para alcanzarla el  hombre necesita de la disciplina y de la tradición que pesan sobre él y a la vez lo fortalecen, haciéndolo capaz de luchar contra ellas. Esto enriquecerá la tradición, y la tradición así enriquecida posibilitará nuevos y sucesivos combates.
Pero la educación tiene, desde un inicio, responder a una pregunta: “¿qué es el hombre?” que plantea la esfinge de la filosofía. Resulta, pues, que la idea completa, la idea integral del hombre requerida previamente por la educación no puede ser sino una idea filosófico-religiosa del hombre. Filosófica, porque esta idea tiene por objeto la naturaleza o esencia del hombre; religiosa, por el estado existencial de la naturaleza humana respecto a Dios y por los dones especiales, las pruebas y la vocación implicados en ese estado. Es así que la concepción de los valores antes mencionados es la filosófica – religiosa y la asumimos no de una manera dogmática sino de una manera crítica y objetiva; es decir coherente con el entorno social, con las tradiciones y costumbres de nuestro país. Pues cuando proponemos dignidad como valor encarnado es como lo afirma Maritain (1959) que una persona posee una dignidad absoluta porque está en relación directa con el reino del ser, de la verdad, de la bondad, de la belleza y con Dios.
La educación busca despertar al hombre un despertar que a decir de Heráclito que hace una analogía entre el dormir o  el sueño que es el aislamiento del individuo, su incapacidad para comprenderse a sí mismo, a los demás y al mundo; con  el despertar o la vigilia que es la investigación atenta que no se limita a las apariencias, que consigue la realidad de la conciencia, la comunicación con los demás y la sustancia del mundo en la única ley (logos) que lo rige todo. Nos damos cuenta que la educación del hombre es el despertar del hombre.
Y observamos que el objeto, los fines, los valores de la educación se encuentran entrelazados, unidos inevitablemente, en concordancia por lo afirmado por Maritain (1959) que el objeto de la educación, definido de modo preciso, es guiar al hombre en su desarrollo dinámico, en cuyo curso se forma como persona humana -provista de las armas del conocimiento, de la fuerza del juicio y de las virtudes morales- en tanto que, al mismo tiempo, va recibiendo la herencia espiritual de la nación y de la civilización a las que pertenece, conservándose así el patrimonio secular de las generaciones pero el objeto de la educación descrito no puede estar sin la principal aspiración de la persona humana que es  la libertad. No se trata del albedrío, que es un don de la naturaleza para cada uno de nosotros. Nos referimos a esa libertad que es espontaneidad, expansión o autonomía y que debemos conquistar por un esfuerzo constante y un continuo combate. Y con esa libertad personal el hombre debe entender que dicha libertad está en el centro de la vida social y que una sociedad humana es, en verdad, un conjunto de libertades humanas que aceptan la obediencia, el sacrificio y una ley común para el bien común, de manera que esas libertades personales llegan a ser capaces de alcanzar en cada uno un perfeccionamiento verdaderamente humano.
En tanto el componente afectivo y el conductual de los valores encarnados se manifiestan de manera entrelazada. Pero el fundamental es el componente cognitivo y el principal es el componente conductual.

4.      Conclusiones
-        La educación es un proceso que en síntesis es la búsqueda de la emancipación del hombre, es “despertarlo” mantenerlo en “vigilia”, y este proceso encierra en sí mismo valores propios de su esencia como lo es la libertad y la dignidad y de estos valores se generan otros como la disciplina y la incansable lucha por el bien común.
-        Los valores dentro de la perspectiva filosófica presenta tres concepciones: el subjetivismo axiológico, el objetivismo axiológico y el estructuralismo axiológico, el equipo comparte los planteamientos del estructuralismo axiológico.
-        La carga de valor que posee la educación se encuentra presente en todas las dimensiones sociales por lo tanto,  las actitudes y discursos de los maestros y la organización escolar son  fuentes fundamentales a través de las cuales se manifiestan los valores en las instituciones educativas.
-        Los valores son la esencia misma de la educación Sin embargo creemos que  los valores no pueden generalizarse ni tampoco imponerse, pues ello significaría dejar de lado el principio rector de libertad que ejerce la persona al optar por determinados valores









BIBLIOGRAFIA
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                         Propuestas  y materiales.  Desclée de Brouwer. Bilbao. España.
-        Frondizi, Risieri (1992). ¿Qué son los valores? México: Fondo de Cultura  
                         Económica. ISBN 968-16-0140-8.
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-        Proyecto “Educación y Cultura de Paz;  Ética Profesional y Cultura de Paz. 
-        Rodríguez, A. (1991). Psicología Social. México: Trillas. ISBN.


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